Casualidad
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Liga 2013/2014,
Sevilla
At. Madrid 1 - Sevilla 1
La casualidad
quiso que un señor colegiado, de esos llamados malos pero cuya pericia decide
casualmente el destino del fútbol español, decidiese aplicar el reglamento, tal
y como es, justo a 20 minutos del final del partido (y no antes ni después), con
el equipo local agotado pero a punto de ponerse líder de una liga en la que ese
mismo equipo, por el bien del espectáculo, no debería serlo y mientras el
visitante no había sido capaz (ni lo sería después) de tirar un solo tiro a
puerta. Decía Voltaire que lo que llamamos casualidad no es ni puede ser sino la
causa ignorada de un efecto desconocido. Debe ser mi formación en ciencias
puras o este cinismo emergente que me supura y que me hace dudar de las corrientes
masivas pero yo, como Voltaire, tampoco creo en las casualidades.
Cualquiera que
lea de vez en cuando esta humilde bitácora sabe que no suelo recrearme en
exceso en los errores arbitrales. Me encantaría seguir en esa línea y así
procuraré hacerlo en el futuro pero permítanme hacer hoy una excepción. Lo
que ocurrió en el Atleti-Sevilla que inauguraba la segunda vuelta no entra además, según
mi opinión, en la categoría de error arbitral. Es otra cosa. Otra cosa sin la
que lamentablemente es imposible explicar el partido y menos el
resultado. El reglamento que regula el fútbol es tan antiguo como ambiguo. Lo
sabe todo el mundo. Está muy condicionado a la interpretación del colegiado,
que tiene que juzgar en segundos cuestiones tan etéreas como la intención del
jugador, lo que provoca que sea una
tarea francamente difícil. También lo sabe todo el mundo. Pero cualquiera que
alguna vez haya estado en un terreno de juego sabe cómo funcionan estas cosas.
El árbitro impone en cada partido unas reglas y un criterio y los jugadores se
adaptan. Y no estoy hablando de cómo deberían ser las cosas sino de
cómo son. Es decir, hay árbitros que permiten el diálogo e incluso que les
griten y no pasa nada. Lo tienen controlado. Otros sin embargo al primer
reproche te sacan tarjeta. En el primer caso todos los jugadores protestan, más
o menos, dentro de los límites que el propio colegiado permite mientras que en
el segundo no protesta ni Cristo. ¿Qué forma es la buena? Las dos. O ninguna.
No depende de eso. El problema viene cuando, casualmente, el árbitro cambia el
criterio en un momento dado, de forma puntual y sin razón aparente, para
después volver al lugar en el que estaba. El Sevilla, sobre todo a partir del 1-0, planteó
un partido bronco, de mucho contacto, mucho roce y mucha falta táctica. El
árbitro lo permitió y los dos equipos, el Atleti también, jugaron a ello. Y se
vieron agarrones y patadas y piques. Diego Costa, cansado de un marcaje que
rallaba lo legal, se tiró repetidas veces al césped cuando sentía que lo tocaban
o agarraban de la camiseta pero el colegiado no pitó nada para desesperación de
la grada. Lógico, era su criterio. Los córners, todos, eran una constante
ensalada de empujones, agarrones y desafíos, pero entraba también dentro de las
reglas. En la dos áreas. Raúl García era abrazado en el área y empujado por el
férreo defensor cuando quería rematar pero eso para el árbitro era parte del fútbol
porque es lo que estaba pasando en el resto del campo. Y tenía razón. Gabi
rascaba el tobillo rival cada vez que el Atleti perdía el balón con la misma
precisión que lo hacían los mediocentros sevillanos en las mismas
circunstancias. Fútbol. Nada más. Cualquiera de esos lances, en otro partido, con
el reglamento en la mano, podrían haber sido castigadas con falta, tarjeta o
penalti pero ayer no lo eran porque ese era el criterio que había impuesto el
árbitro y todos lo sabían. Jugaban con ello. Hasta ahí todo perfecto. Pero entonces
llega ese minuto fatídico en el que un balón bombeado al área se pierde por el
fondo. Juanfran y Bacca pelean la posición exactamente igual que lo han estado
haciendo todo el partido. El lateral colchonero en el fragor de la batalla agarra
la camiseta del rival por puro instinto, como ha hecho todo el partido. Como han
hecho también con él todo el partido. El buen delantero sevillano siente la
mano y, como ha hecho Diego Costa unos minutos antes, decide tirarse al suelo.
Casualmente, desafiando a la física newtoniana, cae en dirección contraria de
aquella en la que Juanfrán está empujando pero eso no lo escucharán en alguno
de esos medios que, directa o indirectamente, ustedes pagan por consumir. Una
jugada entre un millón. Una jugada que nadie hubiese recordado nunca si el
árbitro pita saque de puerta, que era lo lógico según la interpretación del código
que él mismo estaba imponiendo. Pero no. En ese preciso momento, casualmente, el árbitro decide sacar esa jugada de contexto y aplicar “el reglamento”. Apoyados en las
tesis de los periodistas del movimiento, que lógicamente están calentitos en su
casa y no pasando frío en la grada, sacarán entre todos la jugada de su entorno
para aplicar, ahí y sólo ahí, el rigor del catecismo ecuménico. El fariseísmo mediático,
conscientes de la alegría que provocarán entre los hooligans de la galaxia, los
verdaderos consumidores de su producto, nos explicarán en cámara superlenta y a
través de esa superioridad moral que sacan a pasear cada vez que tienen ocasión, la lógica de lo ilógico y todos nos lo
comeremos agachando la vista por riesgo a quedar como lloricas antisistema. Evidentemente el registro del Ministerio de la verdad archivará el
caso como penalti claro y empate merecido y nadie lo rechistará. Ni siquiera
los profesionales de orientación colchonera, que lógicamente mantendrán esa
pose cool que les permite mantenerse vivos en territorio hostil. Lo admito, no
tiene sentido que yo siga hablando de ello sin salir damnificado. Aquí lo dejo, lo prometo, pero
tenía que decirlo. Afortunadamente yo no vivo de esto y todavía puedo decir
tranquilamente lo que sinceramente pienso.
Hablemos ahora de
fútbol. Poco, la verdad. El Atleti salió al campo muy bien. Sí, muy bien. Con
el poderío marca de la casa y mandando en el campo. El Sevilla, dejando claro
que estaban entrenados por Emery, se parapetaba cerca del área esperando al
rival y viéndolas venir. Lo normal. Rakitic era su jugador más adelantado con lo
que renunciaban a su poder creador, dejando clara cuál era la
intención del equipo. El Atleti movía rápido el balón y transmitía unas buenas sensaciones
que cada vez eran mejor. Hasta que poco antes del minuto 20 un rechace tras la
salida de un córner es aprovechado, por fin, por el Guaje Villa para abrir el
marcador. 1-0. A partir de ahí comenzó otro partido.
Primero porque
los de Emery tenían que salir de la cueva y no se les ocurrió otra cosa para
ello que recurrir al cuerpo a cuerpo. Rompiendo el ritmo del rival a base de
faltas y llevando el juego a su vertiente más bronca. Les salió bien, pero mucho tuvo que ver
en ello un Atleti que aceptando el reto levantó el pie del acelerador (lo lleva
haciendo en los últimos partidos de forma preocupante), que abusó de forma
excesiva (incuso para los estándares de este equipo) del pelotazo en largo y que entró en ese juego atroz, con el estilo
barriobajero del “y tú más”. Faltas, condazos, agarrones, protestas,
provocaciones,… y nada de fútbol. Ni en el Sevilla ni en el Atleti. Así acabó
la primera parte y continuó la segunda. Así hubiese seguido probablemente hasta
el final del partido si no hubiese sido por la iluminación de un colegiado que poseído
por un “espontaneo” espíritu regenerador de la labor arbitral, decidió explicarnos
a la humanidad lo que es el fútbol. Ese minuto de gloria que tanto celebra el
Establishment. Tras el penalti convertido por el croata Rakitic, el partido
subió un grado más en eso que se llama “el otro fútbol” y que tanta pasión
despierta en tipos como Emery. No se jugó nada, pero es que además el
Atleti ya no era equipo ni tenía pinta de que lo pudiera ser. Probablemente
cansado, los del Cholo fueron incapaces de crear juego, tal y como había
ocurrido desde que Villa inaugurara el marcador. Balones colgados sin gracia y
poco más, al tiempo que los sevillanos perdían tiempo con total impunidad, muy
al estilo Emery.
1-1 que deja todo
como estaba en la cabeza y al Real Madrid a un punto. Buena noticia para los inventores de portadas, que durante unos días no tendrán que recurrir a la ciencia ficción para vender su mercancía. Creo en cualquier caso que haber alcanzado
el liderato en esta jornada hubiese entrado en la categoría de anécdota porque
sigo pensando que el Atleti, por fútbol, plantilla y presupuesto, no es capaz de disputar esta liga. Pero lo anterior
no es óbice para que no la pelee o para que servidor deje de estar cabreado y me parezca injusto. Tampoco
cambia nada este empate sobre lo que pensaba a principio de liga o hace dos
meses sobre la plantilla. El equipo es corto, está descompensado y es muy
difícil que podamos mantener el nivel en las tres competiciones. Pero hay que
intentarlo y ese es el objetivo de Simeone. Y yo estoy muy orgulloso de ello y de estar a este lado del mundo. Independientemente
de la realidad. Partido a partido.
5 comments
No le cambio ni una coma de su crónica Don Ennio.
Tambien soy de los que a pesar de estar en lo alto, no espero nada mas que ser el 3º en la liga de los dopados, no me agobio, no me obsesiono, no me desespero, solamente disfruto con los buenos partidos que disputamos.
Pienso que en la mente del Cholo está disputar la final de ChL, y creo que ahí si que podremos llegar.
A disfrutar de este sueño numinoso un poquito mas.
Un abrazo.
Jesus
Desde el minuto 1 no me olió bien el árbitro. O mejor dicho me olió a "aquí estoy yo para dar la nota". Y la dio. Primer penalti en contra en sesentaytantos partidos. Y, sí, dos jugadas idénticas. Dos agarrones y dos "esfuerzos" del atacante por caer. Uno, el de Raúl García, no coló; el otro, sí. Enhorabuena al "platanero" del pito. Nos la lió.
No digo que no tengas pero, sin penalti de por medio, el partido pudo acabar igual (1-1) en una jugada puntual como ya pasó en Valencia. El Atleti no jugó bien y no mereció más. Hay que rematar los partidos o perderemos muchos puntos de aquí a final de temporada.
Excelente crónica fiel reflejo de la realidad.
Pienso que el árbitro cumplió perfectamente su trabajo, le mandaron para darnos un aviso de que no están dispuestos a permitir que les fastidiemos el chiringuito mediático de sus dos Vedettes, para que no nos hiciéramos ilusiones.
Pienso lo mismo que Jesús, en el único sitio que podemos tener alguna posibilidad es la Champions, por que la liga ya tiene guión y me temo que la copa también, si es verdad lo que he leído, que la próxima súper-copa de España se jugará fuera de España, ya habrán vendido el espectáculo y los protagonistas.
El partido transcurrió como debía ser, después del gol de Villa, relax para aguantar la que se nos viene encima, ya que el Sevilla no tenía ni una sola posibilidad de hacernos un gol, salvo decisión de la "autoridad competente" y ante esto cualquier esfuerzo hubiera sido inútil.
Una observación, pienso que poner a Koke en el doble pivote es perder a Kpke.
Saludos
Mire D. Ennio que tengo amistades en el estamento arbitral y que siempre procuro ver sus actuaciones aplicando el "errare humanum est" (o algo asi).
Siempre procuro desterrar la mano negra del negocio que mueve esto del fútbol en general, y el español en particular.
(Inciso. Imperdible la conversación via Twitter entre el ínclito Tebas y el periodista Axel Torres entre otros. Clarificadora conversación. Viene el tal Tebas a decir, que la magia de la copa está en finales entre los dopados ya que la ven 14 millones de personas. Ya ven ustedes en qué situación estamos los demás para el denominado "azote de la corrupción en el fútbol". Sin palabras).
Pero no puedo con lo que bien señala en su entrada, las diferencias de criterio. Puedes ser un zote, un buen árbitro, un torpe, un cegato o un lince. Lo que quieras, pero debes serlo siempre. Siempre.
El problema es que hay tal presión en la federación, en los medios...en el negocio en suma que es muy complicado no arbitrar sin pensar en las consecuencias. Y ahí si que hay influencias...
Asi que disfrutemos lo que nos dejen, tocando las narices a todos los que nos quieren jo...(r)robar
Buenas tardes.
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