Pelillos a la mar
Etiquetas:
planificación,
pretemporada
“Si no sabes dónde vas, acabarás en otra parte” (L. Peter)
El 23 de Mayo de 2011, hace más de tres meses, los aficionados al Atlético de Madrid sabíamos varias cosas. Por ejemplo que la temporada había sido un desastre, que De Gea se iría al Manchester United, que el Kun Agüero se quería ir (y por lo tanto se iría), que el equipo carecía de juego de creación, que la plantilla tenía sobredosis de mediocentros de perfil defensivo, que Silvio y Miranda estaban fichados, que volvía Salvio con lo que las 3 plazas de extranjero ya estaban ocupadas, que hacía falta entrenador porque Quique Flores no renovaba, que hacía falta director deportivo (o lo que sea) porque Pitarch no renovaba, que Forlán tenía una relación muy conflictiva con la grada, cuerpo técnico y directiva, etc. Es de suponer que todas estas cosas y más eran conocidas por la directiva mucho antes incluso que el 23 de Mayo. Los dirigentes del Atleti, o El dirigente del Atleti para ser más exactos, conocían toda esta información mejor que nosotros y tenía meses por delante para planificar, casi desde cero, el Atlético de Madrid 2011/2012. Dice el Diccionario de la Real Academia de la lengua que planificación es: “Plan general, metódicamente organizado y frecuentemente de gran amplitud, para obtener un objetivo determinado (…)”.
Después de hablar durante meses de la nueva cara que supondría para la institución las voces de Toni Muñoz y Kiko al frente de la dirección técnica y de pensar que el boceto del nuevo Atleti estaba ya cocinado, llegado ese día de mayo resultó que por alguna razón ambos protagonistas dijeron que nones. En el momento en el que más se requiere de un plan y una dirección deportiva concreta (algo que hay que pensar con pausa), el club, urgido por la prisa, tiene que improvisar la opción de Caminero. Es difícil asumir sin que brote una carcajada que esa opción, la opción de Caminero, estaba metódicamente pensada. Caminero se luce en sus primeras horas manifestando no tener claro como tiene que jugar el Atleti, que cuenta con el Kun (algo absurdo que inicia una pésima gestión de un asunto que requiere un artículo por si mismo) y que su plantilla no requiere organizador nuevo porque ya los tiene. Muy absurdo y muy desalentador. La sospecha de que el tal Caminero no es más que la mascarada tras la que se esconde el verdadero artífice de este vodevil llamado Atleti cobra entonces más fuerza que nunca.
Para ponerle la guinda al pastel la primera decisión concreta de Caminero es la de contratar a Gregorio Manzano. El llamado profesor no sólo era de lejos el menos ilusionante de entre los muchos entrenadores con los que se había especulado sino que además era un viejo conocido de la sufrida parroquia colchonera pero nada de eso importa cuando el representante “oficial” está por medio. Con esa limpieza llega un Manzano conocido por desplegar uno de los juegos más soporíferos que yo recuerdo en el Calderón, conocido por esa actitud chulesca de demostrar que TODOS los aficionados estábamos equivocados y él no (Movilla), conocido por su defensa talibán del doble pivote de mediocentros picapedreros (Ibagaza a la banda) y conocido por esas declaraciones entre la condescendencia y la soberbia que hacían que su presunta simpatía resultara muchas veces antipática. La llegada de Manzano viene además arropada por una sospechosa, desvergonzada y tramposa campaña mediática de reivindicación sobre su periodo anterior que apesta.
Poco después de la sorprendente resolución del problema en la portería apostando por la cesión de un fichaje del Chelsea para que el puesto lo disputen dos muchachos de 19 años con características muy similares (que también apesta a improvisación) tenemos que empezar la temporada frente a unos desconocidos noruegos en una triste eliminatoria que se salva porque era casi más difícil no salvarla. El partido de ida deja una imagen en el Calderón tristísima. Lo de la vuelta en noruega es incluso y ralla claramente el ridículo. La ilusión se ha secado por completo a esas alturas.
En esos mismos días las direcciones técnicas de casi todos los equipos están en plena ebullición y toda Europa, a excepción de Caminero (en realidad MA Gil que como siempre está desaparecido o mantenido en criogenia), es consciente de que el Atleti tiene el dinero de la venta de De Gea y que tarde o temprano pillará el dinero de la venta de Agüero (lo venda dónde lo venda). También es consciente de que tendrá que comprar como mínimo un nuevo delantero. Parecería lógico pensar que la dirección deportiva del Atleti estaba pensando en que además de lo recibido por De Gea contaría con al menos los 45 millones de la clausula del Kun y que por ello estaba intentando cerrar dos o tres contratos interesantes antes de entrar en el periodo crítico, por supuesto vinculados a la venta definitiva del argentino (hay miles de precedentes). No en nuestro caso. El Atleti no funciona así. Mientras en la Central de “Inteligencia” dirigida por Caminero/Gil deciden esperar a ver qué pasa con el Kun, los potenciales vendedores deciden al mismo tiempo blindar a sus estrellas. Caminero sigue “lógicamente” con la cantinela de convencer a ese muchacho tan cariñoso llamado Agüero pero resulta que el “gran profesional” argentino decide agarrarse a la única opción que le quedaba después de su asqueroso y barriobajero plan fallido para jugar en el Real Madrid. Firmar por el Manchester City.
Es entonces cuando el tándem explosivo Gil/Caminero (Cerezo, como siempre, andaba en sus cosas) decide ir a la busca del dichoso delantero, “lógicamente” de la mano del representante de moda (el tal Mendes) y “lógicamente” con el presidente del club que más caro vende jugadores del mundo: el del Oporto. A pesar de que el mundo ya está acostumbrado a las atrocidades del clan Gil la dirigencia rojiblanca vuelve a sorprender a propios y extraños firmando un pase de 40 millones de euros que además incluye la compra forzada de un jugador de nombre caricaturesco que nadie conoce. Toda una elegía a la trampa. Una oda al oscurantismo. Una operación que ni se entiende ni se explica y que, como todo en lo que aparece el apellido Gil, apesta a raro, enigmático y sucio por todos los sitios. Al parecer lo propiedad del jugador recae en manos de un fondo de inversión que como todo el mundo sabe es un producto de carácter especulativo. Es decir, el único interés lícito del cliente de un fondo es aumentar el valor del activo para venderlo. Todos sabemos que los activos futbolísticos, a diferencia del oro, son efímeros y tienen una caducidad establecida ligada a la edad del jugador así que las operaciones tienen unos plazos limitados. Deben ser rápidas. Blanco y en botella. Ahora lo entiendo. Una fórmula “novedosa” que sin embargo Gil Marín, ese mentiroso compulsivo, lleva ya ejerciendo con sus principales activos desde hace años.
Falcao, sin tocar todavía un balón de fútbol, se convierte por arte de birlibirloque en la nueva estrella rojiblanca. Mete miles de enardecidos colchoneros en el Calderón para asistir a un espectáculo que poco o nada tiene que ver con el fútbol y hasta consigue el milagro de ser portada de Marca. El citado fondo parece que hace bien su trabajo aumentando el valor de un activo que todavía no se ha vestido de corto. Lo que no consiguen los éxitos deportivos lo consiguen los nuevos agentes y protagonistas del mundo del fútbol. Al fin y al cabo da igual que la liga esté parada (y sea una mierda) porque el “negocio” se basa en lo galáctico, la imagen, las crestas a modo de cabellera y el perfume de las candilejas. Ya no queda nada del Kun, ese “traidor”, en el imaginario rojiblanco al ser suplantado por un Tigre colombiano que sin despeinarse ya ejerce de sentimiento colchonero. Arengando a las masas y lanzando preciosos mensajes de compromiso sentimental con la historia y el orgullo atlético, el ex de River se gana el fiel corazón de la parroquia sin tocar el balón. Eso para que luego, cuando dentro de unos años diga en Twitter que se quiere ir a “triunfar”, algunos me digan que “sólo” es un profesional y que como tal hay que separar los sentimientos de la profesión. Lo mismo si empezase a separar esos conceptos el mismo día que lo presentan no era portada de Marca y se quedaba sin los contratos publicitarios que le vendrán por ser un jugador tan querido en el corazón de la afición rojiblanca.
Y queda Forlán. Otro profesional. Un Forlán que con la misma facilidad dice que el Atleti no es un grande o que se siente muy feliz en el Atleti. Igual manda a chuparla a la grada que dice estar orgullo de ser de este equipo. Igual te confiesa que él sólo es seguidor de Peñarol que se declara aficionado colchonero el día que se va con una sonrisa. Un Forlán que es capaz durante dos años de ser el mejor jugador del equipo (para mí por encima de Agüero) pero al tercero borrarse miserable y voluntariamente para llegar como un toro al mundial (y salirse). Un Forlán que es capaz de admirar y cabrear a todos. En Mayo de 2011 Gil Marín decía públicamente que Forlán se iría del Atlético. El 24 de Agosto, casi tres meses después, Forlán estaba en la lista de convocados del equipo para jugar en Portugal. Diego Forlán, excelente jugador de fútbol, dos veces bota de oro Europea y mejor jugador del mundial de Sudáfrica es poco después vendido al Internazionale de Milan por 5 millones de Euros que el Atleti utilizará para pagar la deuda que tiene contraída con el propio jugador. Una vez más aparece en escena lo metódico y organizado de la planificación rojiblanca. Una vez más aparece la improvisación y lo oscuro.
Y así podemos seguir: dos días antes del cierre del plazo, un día después de comprobar en liga que el Atleti no tiene delanteros centros, aparece un extremo que probablemente será bueno pero que no es prioridad (¿Adivinan quién es el representante?). El mismo día de cierre todavía se está negociando con un jugador con problemas de conducta que viene a ser clave en la plantilla (según escribo esto a pocas horas del límite todavía nada es oficial).
Pero resulta que por esas cosas que tiene la vida el Atleti consigue dar varios pases seguidos en la eliminatoria de la Europa League y que con errores, improvisación, pasajes oscuros, dudas y agotamiento emocional resulta que al final el equipo no tiene mala pinta del todo. Un puñado de jugadores interesantes. Un discurso valiente (que de momento es sólo discurso). Una plantilla bastante más equilibrada que otras veces en manos de un entrenador con un pasado lamentable que parece no haber existido nunca. Jugadores de indudable calidad que sin embargo tienen el estigma de tener una cabeza demasiado frágil. Canteranos potencialmente soberbios que tienen el inconveniente de poder torcerse o no tener oportunidad. Una liga injusta y mala que deja a los parias (todos menos Madrid y Barça) en una situación bastante equilibrada….
El corazón de la nueva afición colchonera es generoso y olvidadizo. La ilusión brota de nuevo por doquier La ilusión en el Atleti es ese estupefaciente barato que se regala como artículo de promoción. Pelillos a la mar.