Gota China
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Insúa
Athletic Club de Bilbao 1 - At. Madrid 2
Aparecía Simeone con este rostro curtido y serio con el que afronta las ruedas de prensa normalmente. Escondido tras esa mirada que parece transmitir el cansancio de sus jugadores y envuelto en ese sonido discreto, monótono, del que se sabe ganador. Del que es muy consciente del trabajo bien hecho, muy bien hecho, pero que aún así procura por todos los medios guardar, bien oculto, cualquier reducto de petulancia o soberbia que pudiera quedar pegado por algún sitio. El Atlético de Madrid acababa de clasificarse para las semifinales de la Copa del Rey en un partido complicado, frente a un rival en un gran momento y en un estado que hasta ese instante estaba inédito para los equipos visitantes. Pero Simeone se rindió. Prescindió de esa coraza fría que usa para los periodistas, olvidó por un momento el mantra de vivir el momento pensando en el partido siguiente y se rindió. Se rindió a sus jugadores. Con honestidad y admiración. Felicitó a los once jugadores que habían saltado al campo como si estuviese felicitando a once héroes que logran llegar a un terreno para el que no estaban destinados. Se rindió momentáneamente para reconocer, a su manera, que lo que está haciendo este equipo es sobrenatural. Imposible. Inexplicable. Como si hubiese llegado a un punto que sobrepasara incluso al propio Simeone. Pero ahí está el Atleti. Como una roca, sólida y robusta, que no deja de girar y que jamás se aparta del camino. Como una gota china que cada cinco minutos golpea.
Pero no fue fácil. El partido se presentaba complicado, a priori, debido a una serie de agentes internos y externos que no beneficiaban a los rojiblancos. La realidad no defraudó. Los del Cholo se presentaban en el campo con una serie de bajas más que significativas y enfrente aparecía una Athletic crecido tras sus últimos resultados, confiados en utilizar el factor campo como un elemento más con el que competir. El plan parecía claro: contener a los vascos para salir en vertical y a punto estuvo de salir enseguida. Hasta el punto de poder haber resuelto el partido ya en el primer minuto. Una diagonal que deja a Diego Costa delante del portero pero que sin embargo el hispano-brasileño tiraba contra Herrerín. Mal síntoma para el delantero, que volvía a mostrar esa ansiedad frente al gol que ya habíamos observado en los últimos partidos. Pero esa primera jugada fue un espejismo. El Atleti, muy lejos de su mejor versión, hizo una primera parte muy pobre. Una primera parte que levantó las señales de alarma en los seguidores colchoneros, que durante muchos minutos no reconocieron a su equipo. Defendiendo excesivamente atrás y totalmente a merced del conjunto bilbaíno que, con buen manejo de balón, rapidez y ayudas en ataque, controlaban completamente el partido. Me gusta mucho Valverde. La cosa se puso todavía peor cuando Filipe Luis se rompió el aductor peleando un balón en banda y tenía que abandonar el campo dejando su sitio a Insúa. Irónicamente esa fue una de las notas positivas del partido ya que el argentino completó un partido muy serio en todos los aspectos, disipando así las dudas que probablemente habían empezado a surgir respecto a su fichaje y levantando las esperanzas sobre su futuro en rojiblanco. Hay jugador.
Pero el partido seguía igual, no por problemas defensivos, sino por lo poco que le duraba el balón a los de Simeone y la mediocridad con la que lo utilizaba cada vez que eran capaces de recuperarlo. La razón, para mí, estaba clara. Formar una línea de tres cuartos con Cebolla, Adrián y Raúl García es regalar el balón y el control del partido al equipo contrario. El primero brega y trata de salir en vertical pero rara vez combina con criterio y no está llamado para la creación. El segundo, aunque se le vio más que otras veces, sobre todo en la segunda parte, no está y cada vez son menos los que le esperan. El tercero, que además estaba colocado como delantero dejando la banda a Diego Costa, es un portento en el remate y la segunda jugada pero pobre en la combinación y bastante flojo en la creación. La presión no salía, las dos líneas de 4 se juntaban muy atrás y el equipo se limitaba a achicar agua. Enfrente los de Valverde se gustaban mientras poco a poco se lo creían. Los últimos 15 minutos fueron de pesadilla para el Atleti con un par de remates de Mikel Rico bastante peligrosos y finalmente el gol de Aduriz tras remate de cabeza a la espalda de Godin (muy parecido, e igual de falta, que el que el uruguayo les metió en la ida). A partir del gol el Athletic crecía de forma proporcional al hundimiento colchonero, pero en ese momento volvió a aparecer, por enésima vez, el bueno de Courtois. Un auténtico crack sobre el que no redundara más que para reconocer que es un pilar sobre el que se cimentan muchos de los éxitos del equipo.
La segunda parte fue otra cosa. El Atleti, consciente de que necesitaba marcar para pasar la eliminatoria, salió con otro tono al campo. Cambió el esquema (Costa recuperaba su posición en punta), empezó a presionar mucho más arriba y se fue a por el partido. A los 5 minutos el Atleti había hecho más con el balón que en toda la primera parte. Había estado también a punto de empatar con un remate de Costa de cabeza que Herrerín sacó de la misma línea de gol. A los 10 minutos un nuevo ataque por la izquierda coloca el balón en el segundo palo para que Raúl García lo remate bien de primera sin demasiada fortuna. El rechace vuelve a la misma zona del campo, se vuelve a colgar al segundo palo y Raúl García lo vuelve a rematar de primera, pero esta vez en semifallo. Lo que son las cosas, esta vez el balón entró en la portería.
Con el 1-1 los equipos volvieron a asumir el papel que habían interpretado en la primera parte pero el guión era ahora otro y lo escribía el Atlético de Madrid. El Athletic volvía a tener el balón pero ya no llegaba, chocando una y otra vez con el muro de Simeone. El Atleti volvía a ponerse la camiseta de la especulación pero esta vez con sentido y criterio. Cerrando huecos, tirando de ayudas y teniendo la portería contraria en la cabeza cada vez que robaban el balón. Así, sin demasiados sobresaltos, estuvimos muchos minutos hasta que un soberbio pase de Koke dejaba a Diego Costa encarando completamente solo al portero rival, regateándolo y haciendo el segundo gol. Justo premio para el hispano-brasileño que completaba una segunda parte soberbia de brega, fijación de la defensa, protección de balón y tirada de diagonales. Costa es un jugadores excepcional al que sin embargo no le duele en prenda bajar al barro si hace falta. Chapeu, a esa versión del jugador. Poco más tras el gol. El Atleti contemporizó con mayor inteligencia mientras el Athletic abandonaba sus esperanzas con la misma celeridad que sus aficionados abandonaban las gradas del nuevo San Mamés.
El Club Atlético de Madrid volverá a disputar una semifinal del título del que es vigente campeón. Espera un Miura como el Real Madrid pero esa es otra historia que abordaremos en su momento. Hoy prefiero quedarme con ese guiño del destino, ese favor a la historia, que hace que el primer equipo que gane al Athletic Club de Bilbao en su nuevo estadio sea precisamente el Athletic Club...de Madrid.