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¡Un abrazo!

Allá ellos

Las reglas básicas del fútbol son bastante sencillas: un balón esférico que hay que meter dentro de una portería con cualquier cosa que no sea la mano y sin salirse de ciertas reglas técnicas. Ya está. Está muy claro lo que hay que hacer pero no el cómo. Es decir, aunque parezca difícil de creer siguiendo la actualidad oficial, en ningún sitio pone que dar doscientos toques en el centro del campo valga más que un pase vertical al hueco, que un túnel puntúe más que un despeje  o que una manoletina mirando al tendido mientras luces torso afeitado sea mejor que un poderoso remate de córner. En ningún sitio se define tampoco lo que es moralmente mejor, más espectacular o estéticamente más digno. Por eso en fútbol, como en cualquier otro deporte o como en la vida misma, si tu rival corre más que tú intentas ganarlo con algo que no implique correr (y viceversa). No se me ocurre además nada más digno en la vida que intentar ganar limpiamente a un rival que es mejor que tú. Es tan evidente que me siento ridículo teniéndolo que explicar. 

Siempre (y cuando digo siempre es siempre) me ha parecido tramposo y bastante mentiroso el debate sobre el estilo futbolístico pero mucho más cuando se practica exactamente después de una derrota y fundamentalmente cuando se hace para justificarla. Esa suerte de sentencia petulante que desde algunos Olimpos radiofónicos se emiten para compulsar las victorias como dignas o indignas. Como buenas o malas. ¿Quiénes son esos iluminados para erigirse en jueces de la razón? Y ojo, no hablo de opiniones, hablo de sentencias.

Ayer, después de sufrir una inapelable derrota por 0-2 y tras un partido en el que su equipo no había sido capaz de tirar una sola vez a puerta, un tal Aspas decía que es imposible jugar contra un equipo, el Atlético de Madrid, que "no propone nada". ¿Qué no propone nada? Semejante pataleta, que curiosamente se parece demasiado a las portadas de los diarios “profesionales” y a las soflamas de los creadores de realidad, no debería pasar de una torpe falta de respeto o una inocente estupidez enunciada por un rabioso jugador de pocas luces y mal perder. Pero no, a fuerza de ser repetida y amplificada por los “listos” del fútbol, se erige en mantra curativo, paliativo de males "menores" como... perder. Algunos, aupados en su propia soberbia, elevan el monólogo (que no debate) a categoría de dogma e incluso, a pesar de su manifiesta subjetividad, lo sitúan por encima de evidencias tan poco discutibles como el marcador. Y ojo, me duele escribir esto porque el que suscribe nunca ha sido resultadista. En esta misma bitácora (ustedes lo saben bien) he criticado (y lo seguiré haciendo) el mal juego de mi equipo. Ganando y perdiendo. Tantas veces como haga falta. A veces con dureza y a veces con desesperación. Eso sí, cuando sea verdad. 

Porque lo más triste de todo es que no lo es. No siempre. Ayer el Atlético de Madrid ganó a un equipo excelente como el Celta (lo cortés no quita lo valiente) y lo hizo con solvencia, con poderío, con personalidad y por momentos jugando bien. Repasen el vídeo. 

Había caído la mundial en Vigo durante el fin de semana pero el terreno de juego, afortunadamente, no fue un agente más del partido. Los de Berizzo (fantástico entrenador) salieron al campo tratando de imponer su juego pero Simeone tenía la lección aprendida del año pasado y no les dejó. Esa especie de cuatrivote abierto (Gabi, Saúl, Koke y Augusto) minó el centro del campo y los celestes no pudieron practicar su juego en ningún momento. Sobre todo a partir de que, tras la amenaza de un Orellana muy activo, neutralizasen la línea de creación celeste con un cambio de sistema, colocando ese 4-1-4-1 contemporáneo. Poco a poco los colchoneros fueron teniendo más balón, llevaron el partido al campo contrario y empezaron a jugar allí. Faltó precisión en el último pase, algo de creación (Augusto estuvo tímido, errático y poco activo) y capacidad de enganche (Vietto mejora por momentos pero le sigue faltando confianza) pero el partido era suyo. La mejor ocasión de la primera parte llegó con un remate de Griezmann en la frontal que se marchó alto. 

La segunda parte fue otra cosa gracias al tempranero gol del francés. Jugada de auténtico crack (lo que es) complementada por un soberbio movimiento de Vietto. Si el argentino sigue haciendo ese tipo de cosas será titular de un equipo que no tiene 9 y que probablemente tampoco se le espera ya. El gol fue letal para un equipo gallego mermado en su plantilla (es lamentable que le puedan quitar a uno de sus mejores jugadores a mitad de liga para armar al rival) e incapaz de atacar al conjunto que mejor defiende de Europa. El Atleti se puso además en modo de equipo grande y no sólo no pasó apuros sino que cerró el partido antes y con más facilidad de lo esperado. Alejó el peligro de su área (no recuerdo una sola ocasión del Celta), trianguló el balón cuando tuvo que hacerlo para agotar al rival y aprovechó los huecos del equipo gallego para ejecutar varios contraataques definitivos. En uno de ellos Yannick Carrasco, un jugador al que siempre habría que hacerle sitio en el equipo, resolvió con maestría delante del portero para hacer el definitivo segundo gol. Dicen que Jackson jugó un rato al final pero no puedo atestiguarlo.

Independientemente de lo que digan los gurús del Olimpo, gran partido del conjunto colchonero que termina la primera vuelta de la liga en lo más alto de la tabla. Un dato que creo que debería de ser visto como algo positivo y alentador para el resto del equipos despreciados por la galaxia pero que lamentablemente sirve para todo lo contrario. Algunos, como anónimos siervos de la gleba, prefieren desprestigiar, vilipendiar y despreciar al equipo "intruso", haciéndolo además con las ideas y los postulados del gran señor. Allá ellos. 

@enniosotanaz

Entre todos la mataron...

En esa carrera desenfrenada y concienzuda por destrozar la competición futbolística en vigor más antigua de nuestro país, el Campeonato de España que reparte la Copa del Rey, puede que estemos colaborando todos. Encabeza la lista la propia Federación, organizadora de la Copa y que, con modos de torpe estibador, eleva la cutrez de un torneo fantástico hasta categorías nunca antes alcanzadas. Cutrez, un diseño infumable y un desprestigio constante que aparece protegido por una gruesa costra de caspa y que confina un fuerte olor a rancio digno de otros tiempos. Colaboradores necesarios en este horror son también las televisiones que, en pos de no sé qué concepto del espectáculo, desplazan los partidos a horarios absurdos, ridículos y humillantes para el aficionado al fútbol. Horarios que desnudan las gradas y matizan, todavía más, un cuadro costumbrista de tristeza incalculable. "Es lo que vende", dirán, en esa especie de mantra ocultista que, aparentemente, esconde algo que solamente conocen "ellos". 

Los aficionados, acostumbrados a la inapetencia del mediocre y siguiendo esa ley del mínimo esfuerzo que tan bien le sienta al sistema, nos dejamos llevar, esperando a que nos lo hagan todo. Convertidos en elementos pasivos que asumimos como inexistente (o falso) todo aquello que no aparece en la tele (o en la web del MARCA), evitamos complicarnos la existencia teniendo que pensar y decidimos, como forma de vida, limitarnos a comprar y llorar cuando se acaba la cerveza. Imbuidos por ese tufo a decadencia que ya no percibimos, miramos de refilón una competición considerada como “menor” (salvo que la gane el equipo del Gran Hermano) que es como se considera en las redacciones "serias" y en esas “tertulias” tabernarias, protagonizadas por tipos que interpretan personajes al borde de la salud mental, que se emiten en medios tremendamente "profesionales". En ese caldo de cultivo no es de extrañar el hecho de que los propios entrenadores utilicen los vilipendiados partidos de Copa para realizar sofisticados experimentos que, en el mejor de los casos, denominan eufemísticamente como “rotaciones”. Entre todos la mataron... 

Eran las 22:00 de la noche del día de Reyes y echaba a rodar el balón en un desolado estadio de Vallecas. Cuando la gente debería estar acostando a los niños tras un agotador día dedicado a ellos, algún iluminado, de esos que dicen saber cosas que los demás no sabemos, decidió colocar el inicio de un partido de fútbol. Un partido que, dicho sea sin acritud, me pareció un tostón. Sin medias tintas. Un aburrido correcalles en el que 22 jugadores corrían mucho, presionaban más pero jugaban poco. La alta densidad de caras nuevas en ambos conjuntos daba un cierto aire de partido de pretemporada que no ayudaba mucho a centrarse en lo que estaba pasando. En el Atleti atraía la posibilidad de ver a los nuevos, Kranevitter y Augusto, pero no creo que fuese el debut soñado para ninguno de los dos. Tengo la sensación de que son ese tipo de jugadores que necesitan que la pelota esté rodando con sentido por el césped para poder destacar. No fue el caso. El Atleti no jugó a nada. Óliver y Torres volvieron a naufragar. Thomas parecía estar de entrenamiento. Carrasco quería jugar solo contra todos y los dos nuevos asistían perplejos al despropósito. Afortunadamente la defensa cumplía con solvencia si exceptuamos, claro está, a Siqueira que sigue acrecentando esa leyenda de transferible. Me da mucha pena la trayectoria de este jugador en el Atleti. 

Enfrente, el Rayo competía al mismo nivel de intensidad que su rival pero con bastante mejor afinidad por el balón (sin que tampoco fuese nada del otro mundo). Fruto de ello, y con algo de suerte, consiguió inaugurar el marcador tras un disparo de Nacho desde lejos que, para mí, se “come” el bueno de Moyá. Un tipo que me cae de lujo y al que le deseo lo mejor pero que, por alguna razón, no me inspira demasiada confianza en la portería. 

La segunda parte fue muy parecida a la primera pero los cambios de Saúl y Vietto por Augusto, Óliver y Torres, pusieron una pizca de cordura en los rojiblancos. Verán que he omitido un jugador en el balance pero soy consciente de ello. La razón es que el otro que salió al campo fue Jackson Martínez pero como si no lo hubiese hecho. Lo más destacable de los segundos 45 minutos (lo único probablemente) fue la jugada del gol. Buen pase lateral de Kranevitter, buena recepción y mejor asistencia al área de Vietto y gran remate de Saúl, siguiendo su más puro estilo de llegador. Viendo el estado de forma de Jackson, Torres y Correa, Vietto es para mí titular en este equipo. Saúl también. 

Con todo, el resultado es quizá lo más positivo para los rojiblancos. Viendo los antecedentes en casa y los pocos goles que encaja el equipo, todo apunta a que la eliminatoria podría estar encarrilada pero es arriesgado asumir ese tipo de cosas en una competición tan cambiante y en cierto modo tan adulterada como la Copa del Rey. No sé qué equipos sacarán Jémez y Simeone la semana que viene así que puede pasar cualquier cosa. La competición sigue viva, debería rezar el titular. Lo que no sé es si verdaderamente lo está.

@enniosotanaz

Adonis

No hay cosa más absurda que ser el raro de la clase, enamorar a la chica más popular del instituto y creerte que lo has hecho por ser un Adonis. No eres un Adonis. El Atleti no es un Adonis. Sí, conseguiste, con todo merecimiento, enamorar a la chica más popular (es decir, ganar la liga) pero fue a base de encanto, personalidad, verosimilitud, humildad, autoconfianza y siendo diferente a todos los demás. Recuérdalo. Es ridículo pensar ahora que eres un Adonis y que la gente se acerca a ti por tu físico, tu coche o tu belleza estandarizada según el canon del Establishment. Y sí, es cierto que ahora hay gente que, arrastrada por la popularidad del éxito tangible, se acerca y dice estar contigo pero no son verdad. Son escenario. Ruido. Moda. Están por lo que no eres y se irán cuando dejes de regalar espectáculo fungible. 

Decía Platón que ningún asunto humano merece mucha ansiedad y tenía razón. Mucho menos un partido de fútbol y mucho menos todavía cuando, jugando al fútbol, se disfruta de ese lugar privilegiado llamado liderato. No sé si es una sensación subjetiva pero últimamente noto al Calderón cambiado. Lleno de personas (muchos extranjeros) que vienen buscando un nombre en la espalda en lugar de un escudo. Que esperan teatro en lugar de fútbol. Que sienten que lo que pasa en el terreno de juego es ajeno a ellos cuando en realidad no es así. 

El Atleti encaraba el partido contra el Levante jugándose la primera plaza y eso no sólo se palpaba en el ambiente (para mal) sino que supuso un condicionante demasiado exagerado. La ansiedad ocupaba todas las esquinas y constreñía el espíritu colchonero como una boa constrictor. El equipo de Simeone encaró bien el encuentro. Jugando rápido, buscando las bandas, dominado el tempo y mandando. El Levante presentaba una intensidad digna de la primera división y un rigor táctico propio de una liga como esta, con equipos muy bien entrenados. Los rojiblancos siempre tienen problemas contra defensas cerradas y contra el equipo valenciano no hubo excepción. El juego se topaba una y otra vez con el muro rival, provocando cierta desesperación en los locales, aunque todavía llevadera. Gabi hace lo que puede en esa función de 5 pero no se mueve del aprobado. Koke sigue en ese estado de letargo tan preocupante y Correa lo intentaba pero se perdía en esa posición de banda. Noté también como el equipo juega demasiado condicionado por la presencia de Jackson Martínez, algo que ocurre desde el principio de liga y no me gusta. El colombiano además sigue sin responder. Es bueno, no lo dudo, pero empiezo a sospechar que su adaptación a la filosofía de este equipo es un quimera. 

El 4-3-3 no funcionó y Simeone cambió al clásico 4-4-2 con Griezmann arriba. Llegó alguna ocasión más clara y un penalti clamoroso. Penalti que por supuesto el señor colegiado obvio. Si esa mentira llamada Madrid/Barça no existiera uno podría pensar que simplemente fue un error. No lo pienso así que no voy a ser tan hipócrita como para decir otra cosa. Desatascar un partido a la media hora nos hubiese llevado a un escenario bien distinto, lo sabemos bien porque es lo que les ocurre a los “grandes”, pero no fue así y pasamos al siguiente estadio, el de la ansiedad extrema. 

La segunda parte fue eso. Un mazacote de ansiedad que se podía respirar y hasta masticar en cada rincón del Vicente Calderón. El equipo se precipitaba en cada pase, en cada carrera y en cada protesta. El Levante tiró además de eso que los cronistas llaman oficio cuando quieren decir falta de FairPlay. El Atleti llegaba de forma desordenada pero llegaba. Nada, no había forma de hacer gol. Simeone, poseído también por la ansiedad, hizo un cambio raro, poniendo a Correa, Jackson y Carrasco en el tridente de ataque (ninguno especialmente recuperador) y casi se carga el partido. El equipo se rompió y el Levante tuvo dos o tres llegadas con mucho peligro. El Cholo arregló enseguida el entuerto quitando a un inoperante Jackson y poniendo a Thomas. La entrada del africano tenía la misión de volver a equilibrar el equipo, cosa que hizo, pero acabó siendo la salvación. Cogió un balón al borde del área, tuvo la personalidad de encarar la portería contraria con él, tiró a puerta y el balón consiguió traspasar llorando la línea de gol. Extasis en el coliseo rojiblanco. Ya lo dije el otro día y lo repito hoy: Thomas es un valor en alza. Un jugador distinto de esos que no tenemos. Ojo a los próximos días. 

El Atleti espera a los Reyes Magos en la primera posición de la tabla. Así de simple. Hay que ser muy estúpido para buscarse argumentos con los que sufrir en estas circunstancias pero allá cada uno. Yo pienso disfrutar y me da igual el runrún de tanto cenizo que me rodea, a un lado y a otro de los medios de comunicación. Insisto, allá cada uno. Sólo una cosa, recuerden que no son Adonis. Son (somos) el Atlético de Madrid y francamente no debería hacer falta nada más. 

@enniosotanaz