Allá ellos
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Las reglas básicas del fútbol son bastante sencillas: un balón esférico que hay que meter dentro de una portería con cualquier cosa que no sea la mano y sin salirse de ciertas reglas técnicas. Ya está. Está muy claro lo que hay que hacer pero no el cómo. Es decir, aunque parezca difícil de creer siguiendo la actualidad oficial, en ningún sitio pone que dar doscientos toques en el centro del campo valga más que un pase vertical al hueco, que un túnel puntúe más que un despeje o que una manoletina mirando al tendido mientras luces torso afeitado sea mejor que un poderoso remate de córner. En ningún sitio se define tampoco lo que es moralmente mejor, más espectacular o estéticamente más digno. Por eso en fútbol, como en cualquier otro deporte o como en la vida misma, si tu rival corre más que tú intentas ganarlo con algo que no implique correr (y viceversa). No se me ocurre además nada más digno en la vida que intentar ganar limpiamente a un rival que es mejor que tú. Es tan evidente que me siento ridículo teniéndolo que explicar.
Siempre (y cuando digo siempre es siempre) me ha parecido tramposo y bastante mentiroso el debate sobre el estilo futbolístico pero mucho más cuando se practica exactamente después de una derrota y fundamentalmente cuando se hace para justificarla. Esa suerte de sentencia petulante que desde algunos Olimpos radiofónicos se emiten para compulsar las victorias como dignas o indignas. Como buenas o malas. ¿Quiénes son esos iluminados para erigirse en jueces de la razón? Y ojo, no hablo de opiniones, hablo de sentencias.
Ayer, después de sufrir una inapelable derrota por 0-2 y tras un partido en el que su equipo no había sido capaz de tirar una sola vez a puerta, un tal Aspas decía que es imposible jugar contra un equipo, el Atlético de Madrid, que "no propone nada". ¿Qué no propone nada? Semejante pataleta, que curiosamente se parece demasiado a las portadas de los diarios “profesionales” y a las soflamas de los creadores de realidad, no debería pasar de una torpe falta de respeto o una inocente estupidez enunciada por un rabioso jugador de pocas luces y mal perder. Pero no, a fuerza de ser repetida y amplificada por los “listos” del fútbol, se erige en mantra curativo, paliativo de males "menores" como... perder. Algunos, aupados en su propia soberbia, elevan el monólogo (que no debate) a categoría de dogma e incluso, a pesar de su manifiesta subjetividad, lo sitúan por encima de evidencias tan poco discutibles como el marcador. Y ojo, me duele escribir esto porque el que suscribe nunca ha sido resultadista. En esta misma bitácora (ustedes lo saben bien) he criticado (y lo seguiré haciendo) el mal juego de mi equipo. Ganando y perdiendo. Tantas veces como haga falta. A veces con dureza y a veces con desesperación. Eso sí, cuando sea verdad.
Porque lo más triste de todo es que no lo es. No siempre. Ayer el Atlético de Madrid ganó a un equipo excelente como el Celta (lo cortés no quita lo valiente) y lo hizo con solvencia, con poderío, con personalidad y por momentos jugando bien. Repasen el vídeo.
Había caído la mundial en Vigo durante el fin de semana pero el terreno de juego, afortunadamente, no fue un agente más del partido. Los de Berizzo (fantástico entrenador) salieron al campo tratando de imponer su juego pero Simeone tenía la lección aprendida del año pasado y no les dejó. Esa especie de cuatrivote abierto (Gabi, Saúl, Koke y Augusto) minó el centro del campo y los celestes no pudieron practicar su juego en ningún momento. Sobre todo a partir de que, tras la amenaza de un Orellana muy activo, neutralizasen la línea de creación celeste con un cambio de sistema, colocando ese 4-1-4-1 contemporáneo. Poco a poco los colchoneros fueron teniendo más balón, llevaron el partido al campo contrario y empezaron a jugar allí. Faltó precisión en el último pase, algo de creación (Augusto estuvo tímido, errático y poco activo) y capacidad de enganche (Vietto mejora por momentos pero le sigue faltando confianza) pero el partido era suyo. La mejor ocasión de la primera parte llegó con un remate de Griezmann en la frontal que se marchó alto.
La segunda parte fue otra cosa gracias al tempranero gol del francés. Jugada de auténtico crack (lo que es) complementada por un soberbio movimiento de Vietto. Si el argentino sigue haciendo ese tipo de cosas será titular de un equipo que no tiene 9 y que probablemente tampoco se le espera ya. El gol fue letal para un equipo gallego mermado en su plantilla (es lamentable que le puedan quitar a uno de sus mejores jugadores a mitad de liga para armar al rival) e incapaz de atacar al conjunto que mejor defiende de Europa. El Atleti se puso además en modo de equipo grande y no sólo no pasó apuros sino que cerró el partido antes y con más facilidad de lo esperado. Alejó el peligro de su área (no recuerdo una sola ocasión del Celta), trianguló el balón cuando tuvo que hacerlo para agotar al rival y aprovechó los huecos del equipo gallego para ejecutar varios contraataques definitivos. En uno de ellos Yannick Carrasco, un jugador al que siempre habría que hacerle sitio en el equipo, resolvió con maestría delante del portero para hacer el definitivo segundo gol. Dicen que Jackson jugó un rato al final pero no puedo atestiguarlo.
Independientemente de lo que digan los gurús del Olimpo, gran partido del conjunto colchonero que termina la primera vuelta de la liga en lo más alto de la tabla. Un dato que creo que debería de ser visto como algo positivo y alentador para el resto del equipos despreciados por la galaxia pero que lamentablemente sirve para todo lo contrario. Algunos, como anónimos siervos de la gleba, prefieren desprestigiar, vilipendiar y despreciar al equipo "intruso", haciéndolo además con las ideas y los postulados del gran señor. Allá ellos.
@enniosotanaz