Mucho más orgulloso todavía
Etiquetas:
árbitros,
Barça,
Messi,
Supercopa 2013
FC Barcelona 0 - At. Madrid 0
Esta es la historia de un orgulloso y modesto estudiante
empeñado en entrar en la Escuela de Dibujo de su barrio. Un sitio fascinante y
precioso pero exclusivamente reservado desde hace años a los señoritos, los
nobles, los hijos de los empresarios más avispados y en general a esa pequeña
pandilla de poderosos engreídos que solamente ellos mismos son capaces de distinguirse
entre sí. Aunque en teoría el acceso a la Escuela era mediante exámenes
abiertos a todo el mundo la realidad es que las plazas eran limitadas y mientras que los
señoritos acudían impolutos con excelentes juegos estilográficos, algunas
preguntas chivadas, millones de reglas de primera calidad, varios compases de
distintos tipos, colores por doquier y todo ello obtenido a base de influencia
y mucho dinero, nuestro protagonista, cuyo padre era un millonario mafioso sin
escrúpulos que explotaba al muchacho para sus oscuros negocios y consentía que
todo el mundo se burlase de él, lo hacía con regla y lápiz estándar. Pero el
muchacho, que resultaba simpático a los señoritos en las primeras rondas,
aprendió a manejar sus modestos útiles con poca belleza pero insospechada
destreza así que fue pasando exámenes discretamente. Mientras sus compañeros de pupitre,
galácticos y saturados de supuestos valores, pasaban rondas sin esfuerzo
cambiando de material o quitándoselo, legal o ilegalmente, a quién lo tuviera,
nuestro héroe hacía lo mismo a base de esfuerzo, tesón, rigor académico y algo
de suerte. Llegó la prueba final y los rectores de la Escuela entraron en
pánico. ¿Qué podría ocurrir si un plebeyo como aquel conseguía entrar a
merendar con ellos? A ensuciar. A romper el equilibrio sagrado. Un pobre sucio.
Popular. Sin escuadra, sin cartabón y sin una patulea de medios de comunicación
que pudiera disfrazar sus desaires. Se pusieron nerviosos. Lo más probable es
que jamás hubiese podido superar ese último examen con las herramientas que
tenía. Lo lógica sería que se quedara en el camino superado por el poderoso “compañero”,
formado en las mejores academias del mundo, de traje caro y material repetido e
imposible de mejorar, pero al menos quedaba esa última oportunidad. Estando tan
cerca era ya cuestión de ir hasta el final y morir en el intento. Sería absurdo no hacerlo. Pero no pudo.
Los rectores, presionados por la angustia, decidieron buscar entre la basura
para cambiar las reglas a mitad de juego. Y no le dejaron probar. Le retiraron
el examen aduciendo reglas peregrinas, de esas que sólo aplican cuando
interesa, para dejarlo en la puerta con una palmada en la espalda y un diploma
que ponía “gracias por concursar”. Herido pero orgulloso. Dolido pero muy
tranquilo.
Supongo que ustedes estarán ahora mismo desconcertados buscando una
crónica futbolística y encontrándose con esto. Ahora me pongo a ello, sin
demasiada gana para serles francos, pero ustedes me perdonarán la licencia. Por alguna razón que también
entenderán necesitaba contar lo anterior. Por supuesto cualquier parecido con
la realidad es mera coincidencia.
Si hablamos de fútbol la realidad es que el
Barcelona, el todopoderoso Barcelona, no ha sido capaz de ganar al Atlético de
Madrid ni en su campo ni en el del rival. En el partido disputado entre ayer y
hoy salió al campo con algo más de intensidad en la presión, velocidad en el
balón y ganas de ganar pero el equipo de Simeone, a estas alturas, está
preparado para lo que venga. Para competir en cualquier condición. Pasados los
primeros minutos de aparente peligro (que si lo piensan tampoco fue real)
pasamos al guión habitual que ya vimos en el Calderón. Un Barça rígido, plano y
previsible tenía el balón pero no sabía qué hacer con él. Enfrente una maquina de precisión
a la hora de defender. Los blaugrana trataban de abrir el campo pero el
despliegue táctico de los colchoneros impedía cualquier intento de hacer años.
El partido se puso en un tramo bastante áspero. Gabi y Juanfran probablemente
podrían haberse llevado alguna tarjeta por la reiteración en la faltas pero
estas venían más por fruto de la brutal intensidad que por una orquestado plan
de ser violento, como parecían describir los rostros de todos y cada uno de los
jugadores del Barça en todos y cada uno de los minutos que duró la primera parte (y la segunda).
Superada la fase de adaptación, apareció el Atleti y apareció Valdés, el
culpable de que los de Messi, porque da la sensación de que Messi es onda y
corpúsculo en este Barça descafeinado, se fuesen vivos al descanso. Sobre todo
poniendo una mano milagrosa a un remate de ese Dios colchonero contemporáneo llamado
Arda Turan, que tras una excelente jugada digna de cualquier Escuela de Dibujo
apuntaba a la portería contraria.
La segunda parte pareció que transcurriría por los
mismos derroteros pero no fue así. El Atleti, valiente, adelantó la presión y
se fue a jugar en campo contrario. Y tocó. En vertical, sí, pero con peligro. Y
se hizo dueño. Y metió el miedo en el cuerpo a súbditos y señoritos. Pero no
consiguió marcar y ese fue el drama. Villa estuvo a punto pero Valdés volvió a sacar otra mano
milagrosa. Llegado el minuto 60 el Atleti se desinfló acusando el esfuerzo
físico. El Barça pareció dar un paso adelante en su monótono juego pero yo lo
interpreto más como un paso atrás del rival. Pero Simeone es un ganado y pidió
ganar e hizo cambios para ello. Sus jugadores, sacando fuerzas vete tú a saber
de dónde, se cargaron las pilas para ese último esfuerzo. Faltaban 15 minutos y
un gol les daba la Supercopa. Demasiado cerca como para despreciarlo. Pero entonces sí que aparecieron los nervios en el rectorado. Y el colegiado hizo lo que tenía que
hacer: repartir "justicia". Eso sí, la versión capada, elitista y xenófoba de
justicia que opera en el fútbol español. Un rifirrafe entre Filipe Luis y Dani
Alves (ese jugador mundialmente conocido por su deportividad en el campo) acababa con la expulsión del brasileño rubio (ese jugador mundialmente conocido por su violencia). Una jugada que el línea, a 5 metros de la
jugada, no vio y que tampoco vio el árbitro pero que sí ve la Reina de Saba (aka
Messi) y eso es suficiente en la era de la globalización. La excusa oficial es que lo vio el línea del
lado contrario. Todo muy lógico. A todo esto la jugada, para mí, no es nada y
si lo es, el castigo hay que repartirlo a partes iguales.
Fin del partido. El rectorado respira tranquilo. Los
señoritos se relajan. El aparato vuelve a circular. Mañana volverá a amanecer. El
resto, incluido el penalti al larguero de Elseñormásenfadadodelmundo (aka
Messi), es pura anécdota.
Me siento maltratado y no me apetece seguir hablando de esta pantomima pero personalmente estoy muy orgulloso de mi equipo.
Mucho más orgulloso todavía.