Ayer por la noche, cuando se confirmaba definitivamente la destitución de Javier Aguirre, recibí en mi teléfono un número exagerado de mensajes de gente enardecida e ilusionada por un hecho tan necesario como inevitable, supongo además que esperando compartir conmigo una especie de extraña alegría que no comparto. Prometo con la mano en el corazón que no fui capaz de sentir en mis carnes ningún sentimiento parecido a la alegría cuando escuché la noticia sino la misma pesadumbre que sentía hasta entonces. Quizá un cierto alivio si que apareció, pero fundamentalmente lo que sentía era una pena inmensa por llegar a esta situación esperpéntica y por ser consciente de que a pesar del camino recorrido, las fuerzas gastadas y los disgustos sufridos, en realidad estamos como al principio, empezando de cero. Me acordé entonces de una de mis frases favoritas de un filósofo alemán llamado Novalis que decía: “cuando veas un gigante, examina antes la posición del sol no vaya a ser la sombra de un pigmeo”.
Que la contratación de Javier Aguirre fue un error desde el mismo día que firmó su famoso contrato es algo de lo que no tengo ninguna duda y creo que sobran argumentos para demostrarlo. Mi duda sin embargo ahora mismo es si ese error fue consciente o inconsciente por parte de quien lo ejecutó, ese veterinario venido a más que con gesto avinagrado y rostro "picasiano" responde al cariñoso nombre de “calamidad”.
En 2006 el inefable “calamidad” volvía a emplear la formula de contratar al entrenador revelación de la temporada anterior. Un entrenador sin apenas experiencia en equipos de gran presupuesto, generalmente acostumbrado a objetivos modestos y especialistas en configurar equipos rocosos, toscos y resultadistas. Una fórmula simplista que no funcionó con Manzano y que fracasó de forma estrepitosa con Ferrando aunque esta vez el tipo elegido se diferenciaba de los anteriores por algo que a la postre si resultó ser clave: la magnífica diligencia frente a la prensa. Se empleaba una fórmula que no había funcionado antes pero que además era incoherente con el tipo de jugadores que la dirección deportiva de entonces buscaba o sonaban para la plantilla: Agüero, Jurado, Snejder. Leiva, Van der Vaart… El revolucionario proyecto del amigo "Calam" incluía además la renovación total de la dirección deportiva incluyendo dos tipos ajenos a la obra como Garcia Pitarch y Amorrortu al frente de la secretaría técnica y categorías inferiores respectivamente. Al parecer según el silencioso dirigente los males del atlético de Madrid se debían al exceso de sentimiento colchonero en sus trabajadores y por eso decide sustituir los vínculos emotivos que pululaban por los pasillos para poner “verdaderos” profesionales. ¿Qué buscaba el heredero Gil con un entrenador divertido en la sala de prensa y rocoso en el campo, fichando jugadores técnicos de futuro del gusto de la afición y castañas pilongas del gusto de los técnicos e intermediarios, desnaturalizando de sentimiento atlético las oficinas del club y vendiendo que era un proyecto a largo plazo?
Javier Aguirre nada más llegar expulsa del equipo de muy malas maneras a García Calvo por mayor (un jugador que se portó muy bien con el club y que sigue a día de hoy jugando en primera división) y a Ibagaza, el único jugador de corte creativo que existía en la plantilla y cuya posición nunca se ha cubierto ni en esa temporada ni en las siguientes. Agüero, el fichaje más caro de la historia rojiblanca en ese momento, hace una temporada muy floja en la que no es usado de titular ni disfruta de continuidad bajo la excusa de que tiene que adaptarse al fútbol europeo y otras sandeces redactadas con gracia y cierta ternura. Meses más tarde, en verano y con su selección, el jugador literalmente se sale ante la admiración de todo el mundo. A lo largo de la temporada ocurre que la anteriormente conocida como “mejor pareja de centrales de europa” es defenestrada con intrusos como Ze Castro o el terrorífico Eller (petición expresa de Aguirre en navidad empeñado en tener un central zurdo) y se convierte en una de las defensas más flojas de la liga. Las famosas bandas en las que se basaba presuntamente nuestro fútbol (Petrov y Maxi) están permanentemente tapadas hasta que se lesionan. El centro del campo con el insustituible doble pivote de contención no sólo no creaba sino que ni siquiera contenía nada y adelante se desesperaba un cada vez más desesperado Fernando Torres correteando sin ton ni son por todo el campo. En una liga muy floja ganada por el Real Madrid, prácticamente por demérito de los demás, el Atlético de Madrid queda en una penosa séptima posición. Por el camino no ha jugado bien en ningún momento, ha salido cobarde cada vez que necesitaba salir a ganar (y ha perdido), ha recibido humillaciones del Real Madrid y sobre todo del Barcelona con un bochornoso 0-6 en casa, que desde entonces es el record de goles encajados.
A pesar de que desde la gerencia se vendía que era un proyecto a largo plazo Javier Aguirre sólo había firmado por una temporada justificándolo, con bastante coherencia desde mi punto de vista, en que antes de hipotecarse era mejor ver si en un año se habían cumplido los objetivos y si el proyecto estaba asentado o no. Después de un año ningún aficionado sabía a que jugaba este equipo y no le gustaba lo que veía. El equipo no estaba consolidado, la defensa era irrisoria con los centrales en boca de todos (secundados por la genuina labor de Seitaridis, Pernía o Varela), el centro del campo inexistente e irrelevante con Costinha, Gabi o Luccin repartiendo fundamentalmente patadas y una delantera voluntariosa (con un Fernando Torres corriendo por todo el campo, defendiendo en los corners al alto del equipo contrario y tocando la pelota en el centro) pero inoperante. El juego a balón parado era un chiste, no había ningún esquema, los resultados eran mediocres en general y patéticos con los equipos grandes y seguíamos sin estar en Europa o lo que es peor, con la humillación de tener que jugar la Intertoto. Es más, la temporada acaba con la bomba atómica de la venta del propio Fernando Torres. En lo único en lo que la labor de Aguirre destacó durante ese año fue en el trato con la prensa, exquisito y divertido en general. ¿Qué sentido tenía entonces renovar a Aguirre en estas circunstancias? Parece evidente. Sonaba interesante eso de que la prensa (y por ende la gran masa de aficionados) dejase en paz al escurridizo de Calamidad mientras se dedicaba a sus misteriosas fechorías. “Socialmente” (que es como eufemísticamente se dirige esta gente a la dirección gerencial del Atleti) la cosa marchaba como la seda (sic) y grandes proyectos como la venta de Torres o la del Calderón seguían su curso diáfano y sin interferencias hacia el objetivo. Bastaba un chascarrillo del “presi” Cerezo o una entrevista nocturna con el ilustrado mejicano para que todo fuese normal o estuviese dentro de los objetivos.
A partir de ahí todo lo que vino después fue una huida hacia delante donde cada protagonista (pero especialmente Aguirre) vivían con lo justo para ese día obsesionados por justificar lo injustificable. Apareció lo de los “objetivos”, lo que era “normal”, las “carreras de fondo”, lo del “es cuestión de tiempo”, lo del “con lo que hay”, lo de que “¿Cuándo ha estado mejor el equipo?” y demás fuegos artificiales que encubrían una gestión deportiva patética y sin cimientos que estaba avocada al fracaso. El supuesto proyecto no creció un solo milímetro desde que nació y lejos de consolidarse se embarró en una guerra resultadista que lo mantenía todo, con tan “mala suerte” de acabar la liga en la cuarta posición tras eso sí, otra lamentable temporada con fracasos humillantes en copa, UEFA o liga y donde a pocas jornadas ya se cuestionaba la labor del entrenador. Eso sí, tras el baño reparador que supuso la tan ansiada Champions el amigo “calamidad” respiró aliviado pensando en otro año de tranquilidad. Nadie pensó entonces en que la gente se cansa de las humillaciones, que los resultados disfrazaban la realidad, que el equipo seguía sin ser un equipo, que el juego era soporífero, que el espíritu ganador no existía, que el discurso era vergonzoso, que en el vestuario se estaban generando dudosos lobbies de poder que hoy están conmigo pero mañana pueden no estarlo, que algunos jugadores empezaba a estar muy cómodos mientras otros empezaba a estar hasta las pelotas,… en fin esas cosas que piensan los verdaderos gestores deportivos pero que no lo hacen los especuladores inmobiliarios de formación veterinaria.
Así, estirando el chicle hasta romperse se llegó a la actual temporada donde todo lo que estaba cogido con alfileres acaba por romperse en cuanto la “mala suerte” aparece y los que antes hacían un sobresfuerzo ahora deciden no hacerlo. Lo curioso del caso es que esto ocurre ante el estupor de una gran mayoría que todavía piensa que hasta Navidad todo era miel y ambrosía.
Así que estamos como al principio. Si todavía tuviese fe en que nuestros directivos pudieran aprender la lección y por una vez se les ocurriera hacer algo bien estaría contento y esperanzado ante lo que se nos avecina pero el problema es que no es una cuestión de fe ni de que nuestros dirigente tengan que aprender porque ellos están interesados en otra cosa que no tiene nada que ver. El interés de la troupe de “calamidad” es poder manejar el club atlético de Madrid como cualquier otro negocio especulativo de los que heredase en su día. El interés de este versado empresario es mantener en funcionamiento este club con el menor de los aspavientos posibles para poder vivir en su interior de forma cómoda y rentable. No interesan los gritos al palco igual que no interesan los trofeos o éxitos que puedan hacer que gente “inapropiada” pueda interesarse por este gracioso club. Es preferible mantener este concepto de equipo de perfil eternamente mediocre donde no pasa nada pero los abonos, el PPV y los ingresos por televisión siguen llegando y donde nadie se cuestiona la dilapidación del patrimonio de un club que por otro lado sus actuales “dueños” se apropiaron de forma ilegítima. Ese es el verdadero objetivo de la troupe de “calamidad” y con ese objetivo seguiremos si los cambios en este equipo se quedan en el portal de entrada.
Sé que Javier Aguirre aparecerá ahora en algunos foros como un mártir de la poderosa máquina aniquiladora de los Giles y Cerezos. Yo no lo creo así. Aguirre entró en un juego mafioso que en su momento le convenía y ha sido cómplice entregado de la troupe de “calamidad” hasta el día de hoy con una cariñosa y elegante rueda de prensa de despedida. Aguirre es culpable de una gestión deportiva mediocre que no ha cumplido las expectativas pero sobre todo de inculcar, mantener y publicitar un espíritu mediocre, acomplejado y perdedor que no correspondía a esta institución.
Sinceramente no siento su destitución ni creo que nunca eche de menos su labor en este equipo aunque Aguirre no creo que sea el cáncer de este club que una vez extirpado todo se soluciona. No es así pero tampoco es inocente de su patética y engañosa labor. Espero que los árboles no nos impidan ver el bosque pero en ninguno de los sentidos.
Le deseo la mejor de las suertes eso si y también se la deseo a Abel Resino, que la va a necesitar.