Muchas gracias a todos los que os habéis pasado por aquí durante todos estos años.

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¡Un abrazo!

Errare humanum est

Elche 0 - At. Madrid 2

Las vicisitudes de esta vida moderna, tendente a la simpleza y la inmediatez, que nos ha tocado vivir, hacen que incluso un tema como la forma de jugar al fútbol tenga que reducirse a un debate basado en la mínima expresión. A ese acartonado código binario del “uno u otro” que parece tener que explicarlo todo. Ya saben, eso de que si uno no es de un equipo es que es del otro, si no vota a un partido es que vota al otro, como si exclusivamente hubiesen dos equipos o dos partidos o dos de todo. Vivimos en una época en la que sólo existen dos supuestas alternativas (que luego además se parecen sospechosamente demasiado) y donde el resto de opciones no aparecen en las estadísticas oficiales y por lo tanto no existen. Si por alguna razón se intuyen mínimamente es mejor decidir que no interesan o que son pasto de excéntricos. Si nos tenemos que dejar guiar por el periodismo oficial únicamente existen también dos formas de jugar al fútbol: como el Barça o al contrataque. No hay más. Aquellos periodistas que de forma, casi siempre engolada, se sitúan intelectualmente por encima de los demás defiende ardientemente y con inflexibilidad la primera opción despreciando abiertamente la alternativa que por supuesto consideran única. Los que no son del Barça, pero quieren situarse también por encima de los demás, se vuelven normalmente locos, al no poder la razón a los primeros y por ello elaborando sofisticadas teorías sobre el “fútbol de toque” que se acercan más a elucubraciones de Cuarto Milenio o leyendas de la tradición Celta que a otra cosa. El que esto escribe es un aprendiz amateur en esto de ver e intentar analizar el fútbol pero a mí me parece una desfachatez gratuita simplificar la cosas de esa manera. Qué quieren que les diga, a mí me resulta todo bastante más abierto y complicado.

Cuando hace años el Atleti tenía la mala suerte de estar dirigido por entrenadores como Ferrando o Aguirre o Manzano, recuerdo que decían, casi siempre con desprecio, que el Atleti jugaba al contrataque. Ahora que el Atleti tiene la inmensa suerte de estar dirigido por un tipo como Simeone igualmente dicen, también con cierto desdén a pesar de los evidentes resultados, que el Atleti juega al contrataque. Si ustedes, al igual que yo, han visto la mayoría de partidos del cuadro rojiblanco en los últimos años intuyo que estarán de acuerdo conmigo en que la forma de jugar antes y la de ahora se parecen tanto como George Clooney y el señor Montoro. De hecho cada vez estoy más convencido de que eso de “jugar al contrataque” se ha convertido más en un eufemismo periodístico para decir que no juegan como el Barça que en otra cosa. El Club Atlético de Madrid es un equipo compacto, que se sitúa en el campo muy junto, en pocos metros, con un férreo sistema táctico basado en el rigor defensivo, el poderío físico y la intensidad, que apuesta por defender lejos del área para robar el balón en zonas críticas y que elige velocidad y verticalidad como opciones a la hora de encarar la portería contraria. Después, dependiendo del partido, el equipo tiene la opción de dominar el balón y jugar entre líneas (el 99,9% de las veces que juega en el Calderón, por ejemplo) o recular y buscar los espacios en la espalda del rival (cuando el resultado es favorable). El Atleti tiene varios recursos y varias caras y las usa todas. Yo las he visto. Sólo hay que mirar para verlas. Antes no era así. Antes el Atleti jugaba a expensas del rival esperando un error. Ahora el Atleti juega según su plan pero un error del rival supone que pierdan el partido. Existe un sutil matiz que lo distingue.

A diferencia de los últimos partidos lejos del Calderón hoy me ha gustado como el Atleti encaró el partido de inicio en el Martínez Valero. Con la defensa y la presión adelantadas, metiendo intensidad y disputando el balón. Con cualquier otro equipo delante creo que hubiésemos hecho un gran partido y el resultado se hubiese encauzado relativamente pronto (aunque este tipo de vaticinios siempre son muy aventurados) pero delante tenía un señor equipo. Decía Escribá en la víspera que veía al Atleti como un hermano mayor y tenía razón. El Elche parecía la mejor versión del Atleti. Muy compacto, muy intenso, disputando el control del partido, con capacidad para bajar al barro pero también para sacar el balón jugado. Muy buenas sensaciones las del equipo alicantino aupado en un centro del campo en el que el rojiblanco Rubén Pérez hacía una buena primera mitad. Sin ser vistoso, la primera parte resultó muy competida y para mí divertida de ver. Una sucesión de microbatallas en todas las posiciones del campo que dejó muy pocas ocasiones de gol. La más clara un rechace de Diego Costa en el área, tras error del portero, que no remata bien a puerta y por parte del Elche una llegada apresurada que Boakye tira fuera cuando ya tenía dos defensores encima. En el cuadro colchonero, sin que ningún jugador estuviese realmente a gran altura, desaparecía una vez más el bueno de Villa que para mi gusto lleva ya varios partidos mereciendo empezar el partido desde el banquillo.

Los equipos se marchaban al descanso con la sensación de que el primero que cometiera un error perdía y así fue, pero el Atleti buscó algo más el partido desde el reinicio. Se fue algo más arriba, tuvo más el balón y además entró en juego Arda Turan, que no había existido tampoco en el primer tiempo. Sin embargo, aunque los colchoneros rondaban el área, no llegaban las ocasiones claras y si que brotaban con cierta preocupación salidas del equipo levantino con mayor verticalidad que en la primera parte. Simeone decidió entonces cambiar el panorama y puso en liza al renacido Raúl García en detrimento de un Villa inédito. El Navarro, casi en la primera ocasión que tuvo, cogió el balón en la frontal del área y tiro a puerta con fuerza. El esférico parecía franco para Manu Herrera, portero del Elche, pero esas manos blandas que ya habían aparecido antes volvieron a hacer acto de presencia en el peor momento. A por el rechace se tiró como una alimaña Diego Costa (para mí haciendo falta) pero el balón quedó muerto para que Koke lo recogiera y lo metiese en la red. Era el segundo error del portero pero ya no hubo piedad. 0-1.

Todo hacía indicar que aquello suponía el final del partido pero simplemente tuvimos que esperar diez minutos para corroborarlo. Podían haber sido menos si el árbitro (pésimo todo el partido sin tener ninguna complicación) no hubiese anulado un gol de Arda que aprovechaba las manos blandas, otra vez, del portero ilicitano (a mí me pareció gol legal). Pero ocurrió ya definitivamente cuando Adrián, que había salido precisamente por el turco, se inventó una de esas cosas que hacen que el Cholo siga teniendo fe en un jugador diferente. Con un preciso y precioso pase de cuchara por encima del defensa habilitó a un Diego Costa que esta vez no perdonó. 0-2 y final del partido. El Atleti se colocó a partir de entonces en modo cerrojo y el Elche apenas logró acercarse al área.


Tres nuevos puntos que confirman la realidad, porque hace ya meses que la trayectoria del Atleti no puede calificarse de sorpresiva o de casualidad. El Atleti actual es esto. No es suerte, es trabajo. No es un sueño, es la realidad. Una realidad que nos sitúa ahora mismo con los mismos puntos que el líder, en octavos de Champions y llenando de internacionales los equipos que disputarán dentro de poco el mundial. Aunque no lo lean en los periódicos, ni lo escuchen en la radio ni lo vean por televisión. Es así. 

En la liga o en la copa o encuentro internacional.

Zenit 1 - At. Madrid 1

Decía Spalletti en la víspera del partido de hoy, a pesar de estar ya matemáticamente clasificado como primero de grupo para la siguiente fase y a pesar de ser consciente de que la alineación de los rojiblancos estaría plagada de jugadores con pocos minutos de juego, no fiarse del Atleti. Es normal. Podremos discutir respecto a lo áspero y especulativo del concepto que el entrenador transalpino pueda tener del juego, pero Spalletti es perro viejo en esto del fútbol y sabe de lo que estamos hablando. De hecho, creo que salvo nuestros exaltados periodistas de referencia, todo el mundo relacionado con este mundo sabe ya a estas alturas de lo que estamos hablando. Lo del Atleti no es casualidad ni es fruto de un apuesto muchacho musculado que mete cientos de miles de goles, incluso los días en los que no hay partido. Es el resultado de un plan que ha salido bien. Una receta de varios ingredientes que con mucho trabajo y algo de suerte han combinado para producir una fórmula espectacular. Asumido por tanto que no es el fruto de individualidades, parece lógico pensar que lo que quiera que ocurra en ese vestuario tiene que calar en todos los que allí conviven. En todos. Y cala, claro que cala. Es evidente. Eso es lo que temía Spalletti y temía bien.

El Club Atlético no ha ganado hoy en San Petesburgo por la simple razón de que no necesitaba ganar el partido. Tan simple como eso. Sin hacer un gran encuentro, sin tener demasiadas ocasiones de gol y sin ofrecer ningún alarde espectacular pero con la sensación de tener dominado el partido o de al menos, saber que en el momento que quisiera podría haberlo hecho, los de Simeone se ha llevado un punto en una plaza, la rusa, que se antojaba complicada cuando la bolita del Zenit salió en el sorteo. El encuentro comenzó, según cuentan las crónicas, a seis grados bajo cero y 90% de humedad relativa en el ambiente. Yo he tenido la ocasión de sufrir esas condiciones y puedo asegurar que no es lo mejor para hacer deporte. Respirar duele en los pulmones. El frío se te pega en los brazos y cara hasta insensibilizarlo todo. No es excusa. Son datos. Si a eso se le suma el hielo que se posaba sobre un césped que no tenía tampoco pinta de estar en buenas condiciones y que hacía que todo se ralentizase, es fácil concluir que las condiciones no eran las más favorables para ver buen fútbol. No lo vimos. El Zenit, un equipo acostumbrado a correr con espacios, a explotar el enorme potencial de su línea delantera buscando los huecos a la espalda de su rival, se encontró con un Atleti cómodo en su papel de actor pasivo. Los rusos tenían el balón pero eso era todo. El Atleti, muy bien parapetado en pocos metros, cerraba espacios, se colocaba muy bien y no permitía las ocasiones. Esquema clásico y previsible. Pero según avanzaban los minutos, los elementos se movieron ligera pero significativamente. El Zenit tomó consciencia de que el Atleti no sabía que hacer con el balón y vio que con una mínima presión obligaba a los colchoneros a defender cada vez más atrás. La preocupante falta de creatividad de los del Cholo, ya tradicional, fue hoy realmente desoladora. Con el doble pivote hipotecado en tareas defensivas (demasiado), los cuatro de adelante eran incapaces de dar dos pases. Koke era el único que intentaba poner algo de criterio pero el terreno de juego y sus propios compañeros se lo ponían muy difícil. La opción de Adrián como segundo delantero cuando el primero era Raúl García no funcionaba pero es más que probable pensar que la opción contraria hubiese funcionado incluso peor. Así transcurrió una primera parte aburrida y espesa en la que el equipo concedió más ocasiones de lo normal (sin claro peligro, eso sí) y en la que lo único positivo para los colchoneros fue el buen hacer de Alderweireld e Insua en defensa y un Guilavogui cumplidor en el mediocentro.

A estas alturas queda claro que soy un convencido adepto a la religión Simeone, que no quede dudas al respecto, pero no puedo entender como en el partido de hoy no fue de la partida inicial un jugador como Óliver Torres. Sin nada que perder y con la evidente falta de crear fútbol que tiene el equipo, era una ocasión ideal para foguear a un jugador en el que muchos tenemos puestas muchas esperanzas. No fue así. Y suena raro. La segunda parte siguió el mismo guión que había dejado antes del descanso pero con la sensación de que el Zenit parecía querer exponer un poco más. Un poco, no se crean, que en el banquillo seguía el italianísmo Spalletti. Pero con más espacios, el Atleti casi resuelve el partido en la única jugada clara que había hecho hasta ese momento. Raúl García que recibe de espaldas en la medular y que se gira para dejar, de gran pase, a Adrián con 40 metros por delante para encarar al portero ruso. El asturiano aprovechó la ocasión para marcarse con un eslalon de la casa y hacer el 0-1 en boca de gol. Los minutos siguientes dejaron todavía más en evidencia al Zenit. Un equipo millonario, con un potencial ofensivo muy interesante, pero que como estructura de equipo deja bastante que desear. Sobre todo en defensa. El Atleti no mató el partido (Gabi fue el que lo tuvo más fácil por dos veces) porque no le dio la gana. Daba la sensación de que si el equipo se hubiese quedado con el balón y lo hubiese movido con criterio, abriendo el campo y haciendo correr a un equipo que defiende sin intensidad y cierto desorden, hubiese dormido el partido hasta el final, pero no ocurrió así. Los colchoneros bajaron la intensidad que no habían abandonado desde el principio y se dedicaron demasiado al pase en corto y el recreo. Aun así el Zenit era incapaz de crear peligro más allá de los arranques esporádicos de ese portento físico llamado Hulk. Solamente una desgracia podía empatar el partido y eso es lo que ocurrió. Rechace en la cabeza de Alderweireld que se envenena y que su caída en vertical se cuela en la portería de Courtois. Fallo garrafal del belga, el portero, que muy probablemente obedezca a cierta relajación, inusual en el propio cancerbero y en el Atleti. Comprensible, por otro lado. El buen arquero también es humano. Simeone nos permitió durante los últimos minutos, por fin, disfrutar de Óliver y su fútbol de fantasía pero supo a poco y sólo sirvió para aumentar las dudas de por qué no había salido antes.


El Atleti sigue imbatido en Europa, sigue sumando puntos y sigue ganando prestigio. Queda un partido en el Calderón contra el Oporto, que también podrá servir de prueba de toque para los menos habituales, y nos meteremos en la siguiente fase con la ilusión intacta. Hace años, en tiempos de Aguirre, me quejaba de jugar la Champions como un premio que no importaba estropear. Me parecía absurdo estar todo un año peleando por jugar una competición que luego se despreciaba por aparecer imposible. No es el caso. Simeone, gracias a Dios, no es Aguirre y en su guerra particular no se hacen prisioneros. Se juega para ganar y no hay otra opción. Como tiene que ser. Como reclama ese escudo del Oso y el Madroño. Así si. Me gusta la Champions League. 

Equipo

At. Madrid 7 - Getafe 0

Es difícil defender lo que les voy a decir en los días que corren, sobre todo si usted es una víctima pasiva de los medios de comunicación, pero créanme, el fútbol es un deporte de equipo. Sí, ya sé que es difícil de asumir algo así, sobre todo si usted atiende las portadas de los diarios deportivos más prestigiosos del panorama nacional o los resúmenes de noticias de cualquier (sí, cualquiera) redacción deportiva escrita, hablada o vista. Si se dejan llevar por la rabiosa actualidad habrá interiorizado ya, a estas alturas, que los equipos de fútbol no existen, más allá de servir como recipiente de tipos individuales, galácticos, repeinados y/o vestidos en traje de fantasía, que como superhéroes posmodernos se dedican a ganar o perder partidos mientras inventan poco a poco el deporte del balompié. Aunque a día de hoy, entiendo que por una cuestión de tradición, los partidos se juegan con 22 seres humanos y hay 3 puntos en juego, la realidad es que 21 de esos humanos no importan (salvo que el partido en cuestión sea un Real Madrid - Barça) y que lo verdaderamente importante son esos premios individuales de reglas abstractas y valores inciertos que parecen quitarle el sueño a los analistas de este país llamado España.

Pero el Club Atlético de Madrid, desgraciadamente para algunos, es otra cosa. Los notarios de la realidad que con sesudo empeño se encargan de intentar encajar esa anomalía histórica en algún cajón reconocible, dentro de este circo contemporáneo que maneja el fútbol moderno, no son capaces de saber que hacer con ese artefacto emocional, antiguo y áspero llamado Atleti. Sí, resulta que el Club Atlético de Madrid es, vaya por Dios, un equipo. Cuando los dardos de quinina rancia, que regalan por doquier en eso que llaman redacciones deportivas, habían agotado todas sus existencias en la estela de ese golpeado jugador, más fuera del campo que dentro, llamado Diego Costa, resulta que Simeone lo deja en el banquillo y el equipo, con otros 11 seres humanos distintos, le meten un saco de goles a un equipo que pelea por los puestos europeos de esa farsa llamada liga española. Luego queremos los colchoneros que la prensa nos trate bien pero claro, no hay manera. Se lo ponemos muy difícil y se enfadan. Normal. En lugar de perder, que es lo que ya nos toca según los analistas de tertulia y berrido, resulta que ganamos. En lugar de ir por detrás del Madrid, para que su diaria (casi horaria) lucha mediática y ridícula entre merengues y culés (incluidos sus respectivos universos y galaxias) sea menos ridícula teniendo un anónimo e incómodo equipo entre medias. En lugar de tener un Falcao que venga de ultramar, lo resuma todo y que mediáticamente se pueda vender todos los días a otro equipo dos años antes de que efectivamente ocurra, tenemos jugadores de la cantera, nacidos en vallecas, feos, simpáticos y humildes que enciman tienen la desfachatez de ser buenos y renovar con el equipo al que dicen querer. Normal que los periodistas nos detesten. ¿Qué tiene que ver el Atleti con el fútbol que se compra en los quioscos, se escucha por la radio o se ve en la tele?

Habrán notado a estas alturas que esto se parece muy poco a una crónica futbolística. Es cierto. Les confieso que no la escribo a las dos de la mañana, recién llegado del Calderón, pero tienen que entender que el estado de congelación avanzada con el que aparecí por casa no me lo permitía. Es lo bueno de no cobrar un duro por hacer esto que hago, que lo puedo hacer al día siguiente tomando vermut y dará igual. De hecho puedo ni hacerlo y dará exactamente lo mismo. Por otro lado debo reconocerles también que no lo hice porque estaba bastante enfadado anoche. Enfadado de tener la certeza de que lo que había pasado en el Vicente Calderón, otra vez, no saldría del reducido y minúsculo universo colchonero. Este Atleti histórico y espectacular no será desgraciadamente recordado ni reconocido más que por los atléticos, gracias a una competición injusta, una forma ultracapitalista de entender el fútbol y ese Status Quo, patético y bochornoso, que se ha instalado en el subconsciente colectivo de una masa cómplice y mediocre. Es imposible que el Atleti funcione mejor de lo que lo está haciendo. Imposible. No se puede hacer mejor con lo que tiene y tal y como está montado el chiringuito es imposible tener más. Es decir, esto es lo que hay. Ocurra lo que ocurra, gane quien gane, las portadas son y serán para Ronaldo jugando con la selección de Portugal. Siempre que Ronaldo siga jugando también en el Real Madrid, claro.

El partido. Como hemos visto ya otras veces, el efecto que provoca el equipo de Simeone en el rival es otro recurso efectivo que ayuda a hacer más grande la leyenda. En el lugar en el que antes había indiferencia y hasta falta de respeto ahora hay temor. Miedo. Los equipos cambian su forma de jugar para enfrentarse al Atleti y de esa manera comienzan a perder. El Getafe, equipo luchando por jugar en Europa, ojo, llegó al Calderón con mucho respeto. Trató de ser robusto y compacto. Cambio el balón por rigor táctico con la intención de ahogar el vendaval colchonero. Jugaron al límite, físico y reglamentario, pero incluso así  tuvieron que recurrir al exceso de faltas para intentar parar a los rojiblancos. Nada. Ni por esas. Cuando el partido estaba más espeso apareció un córner sacado por Koke y rematado por un excelente Raúl García. El navarro ha hecho de la necesidad virtud y esa extraña posición de llegador por detrás del delantero, le está haciendo jugar los mejores minutos de su carrera, probablemente. Sigo sin verlo de titular (demasiadas carencias técnicas para ocupar esa posición en el campo, para mi gusto) pero reconozco que Raúl García se merece todo lo que le está pasando. Un ejemplo de tesón, educación, compromiso y lealtad al equipo. Yo, que lo he criticado un millón de veces, tengo que reconocer lo obvio. Y lo hago. Con placer, además.

Abierta la lata, se acabó el partido. Aunque, por si hacía falta un dato más preciso, llegó el gol de Koke (propia puerta, en realidad) para corroborarlo. Pase desde la derecha, remate de cabeza del canterano que rebota en un defensa getafense y gol. Faltaba todavía un mundo, pero el mundo se hizo universo cuando al filo del descanso el bueno de Valera hizo mano teniendo otra tarjeta amarilla. La segunda parte fue una pesadilla para el equipo azulón. Una pesadilla como hacía años que no veía. La diferencia entre los dos equipos fue insultante. Extrema. El Atleti parecía estar jugando con un juguete roto pero con la mala suerte para el juguete roto, los de Luis García, de tener delante a un equipo que no sabe de amistosos. Simeone sacó a Oliver, Adrián y Diego Costa y los tres tuvieron su momento de gloria como antes lo había tenido ese central belga que según pasan los partidos parece que realmente va en serio. Los goles (dos de Villa, otro de Raúl García, otro de Diego Costa y otro de Adrián en esa prolongación gratuita y estúpida del árbitro que no hacía falta) los dejo dentro de la anécdota. Quizá merezca la pena recordar, si acaso, esa soberbia chilena que se marcó el hispano-brasileño de la nada y que levantó todos los que estábamos en el Calderón pasando frío con una sonrisa en la cara.


El Atleti suma y sigue ante el desdén y el desprecio de los que viven, supuestamente, de lo que pasa en esto del fútbol. Habrá quién diga que mejor así, de tapadillo, sin que hablen de nosotros. Tonterías. ¿De qué estamos hablando? Detesto la falsedad. Detesto la injusticia  Detesto el desprecio pero lo detesto todavía más cuando viene del que debe ser juez y no fiscal. Del que se esconde detrás del gremio periodístico para hacer marketing industrial de catadura chusca. Del que desprecia con malas artes a los que nos caemos a los lados de la curva de Gauss. Del que se dice legitimado a subrayar su opinión por encima de la mía por ponerse en ese supuesto disfraz de periodista que utiliza, con estilo ruin y tabernario, para defender la misma mierda que mañana se lo llevará a él mismo por delante.


Panenka

Panenka es una revista de fútbol, pero conviene matizar la frase. Es una revista de fútbol como debieran ser las revistas de fútbol. Culta, talentosa, divertida, interesante y muy bonita. Con especial atención a la historia antigua, al fútbol clásico, a los héroes olvidados y a las conexiones sociológicas y culturales del balompié. Sin filias baratas ni fobias repugnantes. Enfoca el interés en lo que pasa en el campo y lo aleja de lo que pasa en las redacciones periodísticas al uso. Sustituye el forofismo de trinchera por rigor y sensatez, siendo capaz, doy fe, de gustarle incluso a gente que detesta el fútbol.

Llevan casi dos años funcionando. Yo me compré en digital, casi de casualidad (porque lo vi en twitter), el número cero nada más publicarse y caí enamorado al instante. Se edita en Barcelona y no conocía ni de lejos a nadie que estuviese relacionado con la publicación, pero me dio igual. Me suscribí a su formato en papel (que es una delicia, por cierto) y ahí sigo, con 24 números en mi estantería. Llegando religiosamente todos los meses a mi buzón, mientras leía cada número de cabo a rabo pensaba que algún día me gustaría poder escribir en un sitio así.

Bien, pues ha ocurrido. El número de noviembre está dedicado al Club Atlético de Madrid y por alguna razón le propusieron a un servidor escribir un artículo largo (de los que a mí me gustan) sobre mi equipo. Su identidad, su idiosincrasia, su conexión con la historia, su razón de ser, sus mentiras y sus verdades. Magna empresa, de alta responsabilidad, que con grandes dosis de osadía y bastante respeto, acepté. Y ahí está. Me acompañan en esa preciosa tarea de hablar del Atleti, nombres tan ilustres como Rubén Uría, Sid Lowe, Vicente Vallés, Iván Castello, Julio Ruiz, Juan Luis Cano o Aitor Lagunas. Lo dicho, un sueño.

Se puede comprar en la propia web de Panenka, en la FNAC, VIPS, en kioskos (pincha aquí para ver cuáles) o librerías (ver mapa). 

Creo sinceramente que merece la pena. 

Especialmente si eres colchonero pero aunque no lo seas.




Propia medicina

Villarreal 1 - At. Madrid 1

El Atlético de Madrid ha conseguido hoy un punto que no mereció en un mal partido, probablemente el peor de lo que va de liga, frente al mejor rival con el que se ha enfrentado desde que empezó a rodar el balón allá por el verano. Esa es al menos mi humilde opinión. Ahora podemos ponernos a buscar fisuras, descosidos, problemas y errores en nuestro equipo. Los hay, sin duda, pero creo que todo lo que podamos decir tendrá bastante que ver con el rival. Y es que a veces olvidamos que no estamos solos en esto. Se nos va de la cabeza el equipo que somos, de dónde venimos y también cómo hemos llegado hasta aquí. Construyendo un equipo de la nada y a base de trabajo, inteligencia y hacer las cosas bien hechas. El Villarreal ha empatado hoy un partido que mereció ganar haciendo precisamente eso. Superando las dificultades con ingenio, fútbol y entrega generosa. Haciendo un gran partido y jugando muy bien al fútbol. Eso que tantas veces nos ha servido a nosotros. Hemos tenido que beber de nuestra propia medicina y quizá eso sea algo a lo que no estemos acostumbrados pero que nos puede venir bien.

Pero el partido tiene más lecturas. Comenzó de forma inmejorable para los de Simeone. Un gran desborde por la banda de Juanfran (de los mejores del equipo colchonero) consigue colocar un buen balón en el centro del área que Koke intenta rematar y Mario mete en propia puerta. Todo se ponía de cara para los rojiblancos pero en los minutos siguientes ocurrieron varias cosas que fueron claves para el partido. En primer lugar la ambición del Villarreal. Un equipo por el que siempre he tenido simpatía. Por su forma de construirse como club, por su forma de plantear el fútbol y por su desempeño dentro del campo. A pesar de una afición que quizá este demasiado empapada con ese desagradable síndrome del “nuevo rico” que no le sienta nada bien, el Submario Amarillo es un ejemplo en muchos aspectos. A base de balón, coraje y fútbol, aupados sobre todo en ese mediocentro excelente que se llama Bruno, los jugadores de Marcelino se fueron a por el partido y se lo quedaron. Enfrente el Atleti aparentaba mostrar su habitual cara en estas ocasiones pero  era un espejismo. La tradicional presión brutal de los madrileños no era tal. En parte por el buen manejo de balón y la intensidad local, en parte por la falta de intensidad y desequilibrio visitante. El Atleti empezó entonces a mostrar ciertas inseguridades atrás, con un Insúa nulo en ataque y flojo en defensa y un Alderweireld aparentando solvencia pero mostrando dudas. Tiago, mucho mejor cuando el equipo domina los partidos que cuando tiene que defender, se veía desbordado y Gabi tampoco daba a basto. Koke trataba de echar un cable en defensa pero se le veía especialmente espeso. Como perdido. Eso le penalizaba la fase creativa y aparecía muy lejos del balón, lo que acrecentaba el problema. Al Atleti no le duraba nada el balón en los pies. Con Koke perdido, Raúl García volvió a recordar al eterno Raúl García. Ese jugador incapaz de sacudirse la presión y dar un pase en condiciones en el momento adecuado. Arriba Diego Costa, perdido en el juego, volvió a mostrar su cara más desagradable. Villa, otra vez, ni está ni se le espera. No entiendo ese empeño de Simeone en seguir jugando con dos puntas en los partidos de fuera, sobre todo con un Villa en ese estado. No aporta nada en ataque y con él perdido arriba el centro del campo se resiente. La primera parte fue todo un acoso del equipo castellonés frente a un Atleti absolutamente carente de fútbol, de juego y de creatividad. Justo lo que era necesario para quitarse la buena presión y el empuje del rival. Aún así el 0-2 podría haber llegado perfectamente antes del descanso si el árbitro ve un claro penalti a Villa cuando estaba a punto de rematar de cabeza otro pase excelente de Juanfrán. 

Uno, que está mal acostumbrado a la magia del Cholo Simeone, estaba convencido de que el descanso sentaría bien al equipo madrileño y que la segunda parte presentaría una cara muy diferente. Nada más lejos de la realidad. El partido siguió exactamente por los mismos derroteros o incluso peores. El Villarreal asentado en su empeño por llevarse el partido y el Atleti hundido en esa versión tristemente especulativa y carente de recursos. Cualquiera podía ver que el gol del equipo de Marcelino estaba a punto de caer pero el Atleti aguantó, achicando agua y generando poquísimo fútbol, bastante más de lo esperado. Por un momento llegó a pasar por las mentes colchoneras el espejismo de que se podían acumular tres puntos más, pero por una vez hubo justicia en el fútbol y el Villarreal empató en la enésima llegada que tuvo. Perbet entró al área tapado muy mal por Tiago, Alderweireld que se lo come (acrecentando esa leyenda que dice que defender en Holanda no es defender en España) y el pase de la muerte que dio a Uche es metido en propia puerta por Juanfrán.

La salida al campo de Arda puso un poco más de claridad al juego colchonero y a mí me surgió la duda de por qué el turco no había salido antes. Un gran pase suyo a un Villa que se quedaba sólo es desbaratado por un Insúa, que la primera vez que se suma al ataque es para molestar. Pero la realidad es que el Villarreal seguía llegando y queriendo ganar mientras que el Atleti había despertado demasiado tarde. El partido terminó en empate y creo que los colchoneros podemos darnos con un canto en los dientes.


Simeone, ante una pregunta impertinente de uno de esos periodistas que equivoca su lugar en este negocio, dijo que al equipo no le había faltado ambición hoy, sino que lo que le había faltado había sido creatividad y calidad para contrarrestar el juego del Villarreal. No puedo estar más de acuerdo. Me temo que una vez más el discurso de los huevos y la testiculina no funciona en este caso. Lo que hoy ha faltado es fútbol. Pero prefiero terminar repitiendo lo que acabo de colgar en Twitter: seguimos segundo en la liga. Crítica constructiva, sí. Cenizos catastrofistas, no.

Juguetes amortizados.

At. Madrid 4 - Austria Wien 0

La lengua castellana es rica, compleja y con una variedad infinita de matices que sirven para definir o explicar cualquier cosa. Bien, pues desde hace meses se nos está quedando pequeña para contar, sin repetirme, lo que pasa en el Atleti. Asusta. Sometidos a este infernal calendario en el que las cosas pasan a toda velocidad, generalmente nos es imposible recrearnos en nada y cualquier atisbo de melancolía o reposo mental sobre una determinada sensación placentera es devorado de inmediato por la inmediatez de la actualidad. Pero deberíamos hacer el esfuerzo. Sitúense en otros tiempos, lejanos y no tan lejanos, en los que la Champions League era un torneo que, como las Ligas Mayores de beisbol el 6 naciones o la NBA, veíamos por televisión sin demasiada presión. En el mejor de los casos, en tiempos del inefable Aguirre, era simplemente un “premio” que disfrutar sin grandes alharacas. Como un juguete usado y amortizado que se lo das a un niño malcriado para que lo destroce. “No era nuestra guerra”, decían. Vuelvan ahora al día de hoy. En noviembre, cuando todavía no están puestas las luces de navidad por las calles y a falta de dos partidos para terminar la fase de grupos (¡sobre un total de seis!), el Club Atlético de Madrid es ya matemáticamente primero de su grupo. Simeone podrá sacar a todos los reservas en San Petesburgo o en Madrid frente al Oporto, dos partidos que en el momento del sorteo inicial parecían no sólo claves sino de gran desgaste y que ahora aparecen como… como juguetes amortizados que puedes tirar a los niños para que los destrocen. ¿Notan la diferencia? Es evidente que sí. Por eso cuando Aguirre desgraciadamente entrenaba este equipo (con Agüero, Forlán, Simao y Maxi, que no eran tuercebotas, precisamente), aun ganando, un servidor llenaba las páginas de esta bitácora de rabia, dolor y sentimiento de incomprensión. Era una cuestión de concepto y no de números. Por eso ahora, incluso perdiendo, soy la persona más feliz del mundo. De entre todos los méritos que tiene Simeone, el más importante de todos es haber recuperado el Club Atlético de Madrid para los atléticos. El verdadero Club Atlético de Madrid y no cualquiera de los miles de sucedáneos baratos que han pululado por nuestra historia.

La crónica del partido contra el Austria de Viena no tiene, afortunada o desgraciadamente, mucho recorrido. El ambiente era muy frío al inicio del partido (afortunadamente se fue caldeando según entraba gente en el Calderón hasta completar un aforo bastante decente) y lo único que se hacía notar era no solo la animosa parroquia austriaca, situada en el fondo norte, sino también gran cantidad de extranjeros que me rodeaban. Resulta que ahora estar en Madrid y ver un partido de Champions con el equipo en mejor forma de Europa, pasa por visitar el Vicente Calderón. En diez minutos vimos lo que iba a pasar esa noche. Diez minutos que fueron como esa escena que se repite de forma periódica en las películas de Bud Spencer y Terence Hill y en las que el inmenso Bud agarra de su cabeza a un rival que trata de emplear todos sus recursos para pegar al grandullón pero que separado por el inmenso brazo que lo tiene sujeto de la cabeza, es incapaz de golpear nada. En el momento en el que el amigo Bud se aburre de la situación, sacude un mandoble al anónimo luchador y lo deja KO. Eso fue lo que ocurrió. El Austria salió con intensidad, con un buen planteamiento táctico y con un excelente manejo del balón. Fue capaz de meter al Atleti en su campo durante cinco o diez minutos, merodear el área de Courtois e incluso lanzar un tiro lejano que se acercó mucho al poste. El Atleti mantenía el brazo alargado sosteniendo la cabeza del Austria hasta que se aburrió de la situación. Corner desde la derecha, lío en el área, rechace que coge Miranda y gol. Fin del partido.

A partir de ahí el Atleti metió tres goles más como podía haber metido quince. Las buenas artes del portero rival, cierta relajación (aunque no mucha, no se crean) y ciertas querencia por hacer ejercicios de malabarismo y filigrana para regocijo de la grada, hicieron que la herida no fuese mucho mayor. El rival desaparecido. Con cada gol de los rojiblancos el rostro de los austriacos parecía decir: bueno, ya queda menos. El segundo tanto llegó con un remate de cabeza (de espaldas) de Raúl García a pase de Diego Costa también desde la derecha. Por hablar un poco de fútbol debo decir que me gusta más el dibujo que sacó el Cholo, con un centrocampista más. Aunque sea Raúl García. Quiero decir que me pareció buena idea quitar a Villa para dar minutos a Adrián en lugar de lo que hizo el domingo frente al Athletic.

Poco antes de llegar al descanso Filipe Luis aprovechó un balón por su lado izquierdo para hacer el tercero así que a la vuelta del vestuario, ya con el bueno de Óliver Torres (buena segunda parte del canterano) en el campo, la noche se antojaba larga para unos aficionados austríacos que no volvieron a cantar nada. Ni siquiera ese misterioso, incomprensible y absolutamente estúpido, “U-U-Ultra sur” que soltaron un par de veces. Leo por ahí que había infiltrados de la conocida peña madridista entre los aficionados del Austria. Se me hace difícil comprender la razón pero la verdad es que tampoco me interesa. Cosas verederes amigo Sancho. Con el partido resuelto Simeone se permitió enseñarnos a Guilavogui para demostrar que era verdad. No es el mejor partido para sacar conclusiones pero al menos no defraudó. En la parte positiva buen manejo del balón y ganas de agradar. En la negativa lo vi algo lento y con algún que otro despiste impropio de la élite  También saltó al campo el Cebolla, que hizo buenos minutos y provocó un claro penalti que Diego Costa falló. Un Diego Costa que para mi gusto debería haberse ido al banquillo en el descanso, en previsión de males mayores. Enchufadísimo, como siempre, el próximo internacional español recibió patadas a diestro y siniestro (también como siempre, por cierto). Creo que era un riesgo innecesario exponer al jugador a una lesión, pero el Cholo tiene sus códigos y no negocia con estas cosas. Al final Diego Costa se salió con la suya y volvió a marcar tras una gran jugada de Óliver Torres y taconazo de Raúl García.

Enésimo partido de poderío del nuevo Atleti que, de espaldas a los medios de comunicación madrileños y españoles (aunque esa es otra historia), nos coloca en lo más alto de Europa. Uno tiene la mala costumbre de ojear de vez en cuando la prensa de fuera y les aseguro que lo que dicen por ahí de nuestro equipo no tiene nada que ver con lo que vemos cada mañana en el quiosco de al lado de nuestra casa. Mientras los “analistas” patrios ignoran (y desprecian) al conjunto colchonero fundiéndose con gran empeño en esa especie de bacanal binaria de la estupidez, la soberbia y el forofismo más putrefacto y que defecan a diario para nuestra desgracia, por ahí fuera, con rigor y criterio, nos dedican tiempo para analizar una realidad más que evidente. Me siento un extranjero en mi propio país pero desgraciadamente no es nada nuevo.




  

Cricket y Amateurs

A finales del siglo XIX Viena, la capital entonces del Imperio Austrohúngaro, era uno de los centros culturales del mundo. Allí convivía un crisol de nacionalidades distintas, allí pasaban muchas cosas y allí la minoría inglesa residente creó un club de Cricket en 1892. Ese confuso deporte, tan incomprensible en esa parte del mundo que no se vio afectada por la onda expansiva británica, no pareció tampoco cuajar entre una comunidad vienesa local que sí generó un interés creciente por otro de los deportes que venía desde las islas. Tal fue así, que el primitivo club necesitó ampliar su oferta y crear una sección formal de fútbol. Así nació, en 1894, el Viena Cricket & Football Club (VC&FC). Aunque el primer equipo de Austria es oficialmente el First (otro equipo Viena), el club de Cricket reclama para sí mismo ese cetro, alegando un error administrativo a la hora de dar de alta la institución que, según ellos, fue anterior a la de su rival capitalino por unos días. En la fundación del CV&FC participaría el inglés John Gramlick, personaje relevante de la época que dos años más tarde crearía la Challenge Cup, el primer antecedente de la Champions League, competición que enfrentaba a los equipos punteros del Imperio Austrohúngaro. Aquel equipo vestía de azul y negro y estaba compuesto exclusivamente por ingleses e irlandeses.
El interés por el nuevo deporte siguió imparable durante esos años entre los vieneses y en poco tiempo los miembros del club de Cricket se multiplicaron, lo que ocasionó la aparición de división de opiniones entre algunos socios y la administración que provocó la huida en bloque de varios de ellos. Una escisión que de inmediato acabaría formando un nuevo club de fútbol, que nace en 1911 y que se registraría originalmente con el nombre de Viena Cricketer. Dado que “Cricketers” era el nombre coloquial con el que ya se conocía al VC&FC, las protestas airadas de estos no se hicieron esperar y el recién nacido club se vio obligado a tener que cambiar su denominación oficial a los pocos días, optando por el de Viena Amateur SV. Aquellos atribulados meses coincidieron también con la creación del primer campeonato importante del país para el cual, tras arduas negociaciones, el nuevo Amateur SV consiguió una plaza. Este golpe de efecto provocó el desplazamiento masivo de muchos jugadores del VC&FC al nuevo equipo, hasta el punto de que los jugadores ex Cricketers serían clara mayoría en el debut del Amateur, al comienzo de la primera liga de Austria ese mismo año. Ya entonces el equipo apareció en el campo con la típica camiseta violeta que nunca más cambiará. El hecho de debutar con un equipo lleno de antiguos Cricketers hace que algunos historiadores sitúen la fecha de origen del Austria de Viena en 1894 (la del CV&VF) y no en 1911 como es oficial. No parece, sin embargo, adecuado hacerlo teniendo en cuenta que hasta 1936 el VC&VF siguió existiendo como club de fútbol independiente.
Aquella primera liga fue ganada por el Rapid de Viena, el que a partir de los años 60 será el rival histórico del Austria y equipo cuyo origen se sitúa en el mismo distrito vienés que el del Amateur (Hietzing), pero con un poso bien distinto. El Rapid surge entre los trabajadores del Ferrocarril, lo que con los años hará que su afición se identifique como el equipo de las clases trabajadoras. Por el contrario el Amateur será siempre visto como un club elitista asociado con las clases altas y la burguesía vienesa. Tan es así que cuenta la leyenda que en las propias actas fundacionales del Amateur, existía un requisito mínimo de inteligencia para ser miembro.
Haciendo honor a su origen británico el primer entrenador del equipo es un inglés, J. Hogan, que sienta unas bases en el juego que posteriormente elaboraría un nuevo entrenador, Hugo Meisl, el que también sería más tarde entrenador de la mejor selección austriaca de todos los tiempos y al que se le atribuye la creación de la formación MW que revolucionó el fútbol y que inició lo que se llamará años más tarde el “fútbol total”. El Amateur, ya desde su origen, tuvo muy marcado eso de que la forma de jugar en el campo era parte de la representación del club, algo que intentará llevar siempre como bandera. Hasta 1924 no consigue sin embargo ganar su primera liga. Aquel mismo año, precisamente, el campeonato nacional pasó a ser profesional (siendo el primer país que lo hacía dentro del continente) por lo que resultaba irónico seguir usando el nombre de Amateur. Por ello, en 1926 (año en el que vuelven a ganar la liga), la denominación oficial del club pasa a ser el actual FK Austria. Es también en esos años cuando aparece uno de los nombres míticos del club: Matthias Sindelar, el Mozart del Fútbol.
En 1927 se empieza a jugar la Copa Mitropa, una idea del propio Hugo Meisl que, deudora de la extinta Challenge Cup, trata de enfrentar a los equipos punteros de los países con ligas profesionales y que dominaban el fútbol europeo de entonces: Austria, Hungría y Checoslovaquia. Fue un trofeo de gran prestigio en su día y lo más parecido a la Copa de Europa hasta después de la Segunda Guerra Mundial, momento en el que la llegada de las competiciones europeas desprestigiaron el torneo hasta su desaparición en los años 90. El FK Austria levantó la Copa Mitropa en dos ocasiones: 1933 y 1936. Eran los gloriosos años 30 en los que el fútbol austríaco dominaba el panorama internacional de forma imparable… hasta que llegó la anexión del país por parte del Tercer Reich.
Aunque muchas de las instituciones austriacas no se vieron afectadas significativamente por la incorporación de Austria al régimen alemán, el FK no fue precisamente una de ellas. El mismo día de la anexión el entonces presidente y gran parte de la junta directiva tuvieron que abandonar el país hacía Suiza y Francia para evitar problema con los nazis. La alta proporción de judíos en la institución presagiaba también problemas como así ocurrió posteriormente cuando, ante la prohibición de enfrentarse o compartir vestuario con jugadores arios, tuvieron que abandonar el club. El propio estilo futbolístico alegre y vistoso, santo y seña del equipo, tampoco casaba con la idea espartana y directa que los alemanes impondrán desde su llegada. El propio nombre del equipo tuvo incluso que ser modificado en un principio por el de Ostmark, la denominación que el nuevo régimen otorgaba a la “provincia” austríaca, aunque pocos meses después pudieran recuperar la denominación anterior. Sin judíos y con parte de jugadores reclutados por el ejército, el FK Austria no realiza un buen papel en las ligas germanas que funcionaron en esos años (a diferencia del Rapid de Viena que consiguió ganar la liga alemana en 1941).
La selección austríaca sólo disputó dos partidos tras la anexión alemana y ambos fueron frente a la propia Alemania. Austria era por entonces el mejor equipo de Europa y su estrella era el mencionado M. Sinderlar,  jugador del FK Austria, de origen checo y sangre judía que además era simpatizante socialdemócrata. A pesar de la recomendación a los austriacos de no avasallar a sus “hermanos” alemanes durante el primer partido, Sindelar hizo caso omiso celebrando onerosamente el 1-0 justo enfrente del palco Nazi (ganaron 2-0). Después de aquellos dos partidos Austria no volvió a jugar y los futbolistas austriacos pasaron a ser seleccionables por Alemania. Pero Sindelar, casualmente, siempre parecía estar lesionado y nunca acudió a la llamada. En enero de 1939 el Mozart del fútbol y su novia italiana (probablemente judía) aparecieron muertos en su apartamento por inhalación de monóxido de carbono. No se sabe si fue un accidente, un asesinato o un suicidio.
El fútbol austriaco nunca volvió a ser lo mismo tras la guerra pero enseguida se recreó de nuevo la liga local, en un principio (hasta 1949) solamente con equipos de Viena y con un renacido FK Austria entre ellos. Es una buena década para el equipo que conquista varias copas y las ligas de 1949, 1950 y 1953. Desgraciadamente a partir de ese momento el fútbol emergente en otros países europeos va a tener un efecto letal en Austria y sus mejores jugadores se escapan del país. Este efecto es especialmente dañino en el FK Austria que sumido además en problemas internos no volverá a la elite hasta los años 60, gracias a la llegada de un exjugador, Joschi Walter, a la gerencia del club. Consciente de que el fútbol era ya entonces un negocio, reorganizó toda la institución en la línea de los nuevos tiempos. Fue por ejemplo el primero en tener patrocinador y buscó fallidamente la unión con el Admira, otro equipo de Viena, para crear una institución mucho más potente. Muy vinculado con la federación, fue también quien modificó la organización del fútbol austríaco en lo que dio origen de la actual Bundesliga. Todo ello ganando en el camino 7 ligas y 7 copas.
En 1977 la marca de tabaco Menphis se erige como principal patrocinador, cambiando la denominación del equipo a FK Austria Menphis. Con ese nombre en 1978 gana la liga y consigue que un club austríaco llegase por primera vez a una final europea. La final de la Recopa que perdió contra el Anderlecht. En ese equipo, que al año siguiente llegaría también a semifinales de la Copa de Europa, destacaba el mítico Prohaska. A partir de ahí el fútbol del país ha ido en declive a nivel europeo mientras internamente el FK Austria ha cabalgado de crisis en crisis. En 1999 el millonario Fran Stronach (fundador de Magma International) se hace con el club inyectando gran cantidad de dinero y modificando otra vez el nombre por el de FK Austria Menphis Magma pero no obtiene grandes resultados más allá de un doblete, liga y copa, en 2003 que no consigue acabar con la eterna inestabilidad del club. Dos años más tarde Stronach sale del equipo (aunque sigue vinculado algunos años más) y en 2008 el club consigue recuperar su denominación original.
En ese panorama inestable y confuso llegó el triunfo en la liga del año pasado que dio pie a poder disputar la fase previa de la Champions League y su sorpresiva clasificación para la fase de grupos posterior. El Austria es un equipo tan histórico o más que el Atlético de Madrid. Como vemos tiene un pasado incluso más apasionante y complejo así que razón de más para merecer todo el respeto del mundo.

Conviene recordarlo

At. Madrid 2 - Athletic Club de Bilbao 0

Hubo un tiempo no muy lejano, conviene recordarlo, en el que los aficionados teníamos en la cabeza ese número indeterminado entre el 40 y el 45 que marca la barrera de puntos necesarios para mantenerse en primera división. Un tiempo no muy lejano, conviene recordarlo, en el que el Atleti perdía y empataba regularme. Dentro y fuera del Vicente Calderón. Jugando mal y jugando rematadamente mal. Cuando hoy, a diez o quince minutos del final, con el partido resuelto y viviendo tranquilos, las gradas del Coliseo colchonero se han arrancado a cantar, en un brote de alegría espontánea que invocaba el aura colchonero, he visto como algún altivo espectador rojiblanco torcía el gesto con desdén. Tirando de sonrisa condescendiente y equivocado espíritu de hidalguía. Como sintiéndose superior a esa gente que, y cito palabras textuales, se alegraba de cualquier cosa. ¿Cualquier cosa? El Atleti es hoy una maquina. Un rodillo imparable que pulveriza a sus rivales. Un engrudo impenetrable que apenas tiene fallos en defensa y un par de estiletes en punta, capaces de desangrar a cualquiera que se ponga delante. Vivimos una época espectacular e increíble pero mientras disfrutamos del momento deberíamos ser capaces también de no perder la perspectiva histórica. De ser felices. de no caer en ese efecto colateral del fútbol moderno que es la condescendencia. Torcer el gesto cuando Gabi un día, exhausto, no llegue a cortar un balón, chillar con el corazón en la garganta porque Juanfrán ha fallado un pase o llamar matado al mismo que hace cinco minutos querías dedicar un altar. Criterio. Cabeza. De la misma forma que hemos sido afición ejemplar en las derrotas necesitamos serlo también en las victorias. El futuro va en ello. Hubo un tiempo no muy lejano en el que soñábamos con vivir lo que hoy es realidad. Conviene recordarlo.

En esa preciosa y absolutamente futbolera hora que son las cinco de la tarde de un domingo, comenzaba uno de los grandes clásicos de nuestra liga: el Athletic Club de Bilbao contra el Athletic Club de Madrid. En tiempos nuestra matriz vasca, se presentaba hoy en el Calderón con un remozado equipo en el césped y un buen entrenador en el banco. Siempre he tenido admiración por Valverde, su forma de entender el fútbol y su forma de plasmarlo en sus equipos. Creo que el equipo vizcaino acertó con su fichaje pero lo visto hoy ha sido bastante decepcionante, aunque algo de mérito probablemente tenga también su equipo rival de hoy. Aun así el partido comenzó con los bilboarras mejor plantados en el campo y manejando mejor el balón y el partido. El enésimo golpe de efecto de Simeone para recuperar jugadores de su plantilla, hacía que los madrileños saltasen al campo, otra vez, con Adrián y por ende con un sistema algo desequilibrado. Jugando Diego Costa tan en punta y siendo Villa tan delantero, la presencia de Adrián hacía que el centro del campo se volviese a resentir como ya había ocurrido en Granada. Durante esos primeros minutos la intensidad del Athletic, junto a la superioridad en la zona medular, hacían que el Atleti pareciese partido y no fuese capaz de contrarrestar el juego vasco. Aun así, nunca llegaron a inquietar verdaderamente el área de Courtois.

Pero pasados quince minutos, acoplados los jugadores colchoneros a las novedades, Koke decidió echar un cable mayor del habitual al medio centro y el partido empezó ser otro. Tiago tomó los mandos del equipo (cada día está mejor el portugués y creo que como no espabile Mario Suárez va a perder la titularidad) y Gabi (¡qué jugador!) se puso a cortar y repartir. El capitán ha vuelto a dar esta tarde una lección de lo que se le supone a un mediocentro defensivo moderno. Intenso, duro, pegajoso, muy hábil en lo táctico, listo en lo técnico y generoso en lo físico. Gran partido del canterano sobre el que se empezó a construir la victoria. Y es que allí donde Gabi o Tiago sueltan el balón, a falta de Arda, aparece el bueno de Koke para poner juego y cordura. Para cuando llegó el primer gol del Atleti el partido ya llevaba tiempo en posesión de los de Simeone, haciendo desaparecer a un Athletic al que ya no se volvería a ver en todo el partido. Villa ya había avisado con un soberbio remate con parada imposible de Iraizoz pero el primer tanto llegó más tarde, por la derecha, con un pase de Juanfran (buen partido otra vez del lateral) al límite de la línea de fondo que Costa no puede rematar, lo toca un jugador vasco y lo recoge el guaje para engancharlo a la red. El Athletic moría un poquito más. La puntilla vino al filo del descanso con otro soberbio pase de Koke a Diego Costa (he perdido ya la cuenta de todos los que van) que el hispano-brasileño recoge, mima, encara y coloca en la red. Si Diego Costa está imparable lo de Koke empieza a ser también de tesis doctoral.

La segunda pase fue directamente un paseo que se jugó en su mayor parte en campo del Athletic de Bilbao (síntoma de personalidad y poderío) y en la que si no hubo más goles fue por culpa de Iraizoz, la suerte y una cierta querencia de los colchoneros por hacer engarce de filigrana en muchos momentos. La prometedora línea de tres cuartos vizcaina (Beñat, Muniain, De Marcos,...) siguió sin aparecer y el Atleti jugó prácticamente a placer. La única ocasión en contra que recuerdo es un arranque del propio Muniain, tras error de Raúl García, que lanzó cruzado y rozando el poste. El árbitro mal, lo normal, pero creo que lo fue para los dos equipos.


Y todo sigue igual. A un punto del Barça y 5 por delante del Real Madrid. Pero sacar 30 puntos de 33 posibles no es normal por mucho que algún recién llegado a la fiesta lo crea. No es que lo diga yo, es que lo dice, insisto, la historia. En tres días podemos sellar el pase de Champions y en siete días volveremos a tener otra final en la liga. Así es el fútbol de elite, sí. Y es precioso.