No jugar
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Tiago
Cuando en el descanso del partido los jugadores enfilaban el vestuario del estadio Riazor, yo era un hombre feliz. Mis dudas retóricas sobre el nuevo Atleti se disipaban, me regocijaba en esa agradable sensación de poder haber disfrutado de 45 minutos de buen fútbol y era optimista sobre el futuro colchonero. Ahora mismo, aproximadamente una hora después, no puedo decir lo mismo. El equipo de Simeone acaba de empatar frente al Deportivo de la Coruña en un partido raro, que no tengo claro si mereció ganar o no. De esta manera se separa de la cabeza de la liga (cuando la tenía a mano) y vuelve a rodearse de dudas que sientan muy mal a la institución. Si atendemos a la realidad, tal y como viene, el Atleti ha empatado el partido porque Giménez ha cometido un error de esos que hacía varios años que no se cometían en el equipo colchonero. Una falta de tensión imperdonable, a falta de un cuarto de hora, que ha supuesto perder dos puntos de oro. Pero si ampliamos un poco el foco de visión, veremos que fácilmente pueden aparecer otras respuestas. También otras preguntas.
La primera parte del equipo del Cholo fue fabulosa. Sin matices. Entendió el partido con inteligencia, jugó con personalidad, se hizo dueño del balón y lo que es mejor, jugó al fútbol. Con paciencia pero mirando la portería contraria. Enfrente tenía un Deportivo muy bien plantado, anímicamente fuerte (gracias a los últimos resultados) y sin ninguna necesidad de arriesgar. Los madrileños podrían haber caído en la tentación de de ahorrar pases y tender a lo vertical, pero no. Gracias a un Tiago nuevamente en estado de gracia, movió la pelota y buscó su oportunidad. Y llegó. Jugada por la izquierda, rechace a la frontal del área y volea que el propio Tiago engancha para meter el balón en la base del poste. El gol cambiaba la forma de encarar el partido de un equipo gallego que, ahora sí, se fue a por el rival. Pero los rojiblancos, lejos de amilanarse, jugaron todavía mejor. Fue su mejor momento y dio la sensación de que el pitido que ponía final a la primera parte, beneficiaba sobre todo a los coruñeses.
La segunda parte fue todo lo contrario. En todos y cada uno de los sentidos. El Depor se hizo dueño del partido y el Atleti se dejó llevar. Como otras tantas veces. Hay quien dice que ese estado de letargo es una consigna de Simeone. Que les obliga a recular de esa manera. No lo sé, pero lo que sí que tengo claro es que esa forma de interpretar el fútbol no es la de buscar el contraataque, ni la de tratar de aprovechar los espacios del rival y ni siquiera la de jugar a contener. Eso se llama no jugar. Cualquiera de las primeras opciones me parecería lícita. Esta última no.
Cada vez que esta temporada el Atleti se pone por encima en el marcador, activa de forma evidente ese modo especulativo de jugar a que nadie juegue. Es lo que hacen casi todos los equipos cuando quedan tres o cuatro minutos para terminar el partido pero el Atleti lo ha hecho hoy, como otras veces, con toda la segunda parte en juego. Demasiado tiempo. Sobre todo si enfrente tienes un equipo profesional de primera división y bien entrenado. Sobre todo cuando parece innecesario. Otras veces funcionó y hoy tenía pinta de que, de no mediar el error de Giménez, también hubiese funcionado pero quizá sea mejor tomar ese dato como anécdota. Sobre todo cuando uno tiene la sensación de que eso de tener que depender de no cometer ni un error y optar de forma gratuita por olvidarse de dar criterio y continuidad al balón es gratuito. De esa manera el equipo baja tanto el ritmo y la intensidad, se marcha tanto del partido que cuando tiene que volver a él, ya no puede. Uno mira al campo y no entiende la decisión cuando ve que existen jugadores en el campo con calidad suficiente y los recursos necesarios como para no tener que recurrir a planes que, para mí, son de emergencia. Especialmente si, como era el caso, no existía esa emergencia.
Cada vez que esta temporada el Atleti se pone por encima en el marcador, activa de forma evidente ese modo especulativo de jugar a que nadie juegue. Es lo que hacen casi todos los equipos cuando quedan tres o cuatro minutos para terminar el partido pero el Atleti lo ha hecho hoy, como otras veces, con toda la segunda parte en juego. Demasiado tiempo. Sobre todo si enfrente tienes un equipo profesional de primera división y bien entrenado. Sobre todo cuando parece innecesario. Otras veces funcionó y hoy tenía pinta de que, de no mediar el error de Giménez, también hubiese funcionado pero quizá sea mejor tomar ese dato como anécdota. Sobre todo cuando uno tiene la sensación de que eso de tener que depender de no cometer ni un error y optar de forma gratuita por olvidarse de dar criterio y continuidad al balón es gratuito. De esa manera el equipo baja tanto el ritmo y la intensidad, se marcha tanto del partido que cuando tiene que volver a él, ya no puede. Uno mira al campo y no entiende la decisión cuando ve que existen jugadores en el campo con calidad suficiente y los recursos necesarios como para no tener que recurrir a planes que, para mí, son de emergencia. Especialmente si, como era el caso, no existía esa emergencia.
¿Por qué ocurre esto? Cada uno tendrá su teoría. Yo tengo la mía. Para mí la razón hay que buscarla en un acto de traición a si mismo. En renunciar a la filosofía que nos hizo grandes, la del partido a partido, y pensar más allá del siguiente paso. En economizar esfuerzos pensando en lo que está por venir, jugándote por el camino el que a lo peor no venga. En pensar en mañana olvidándose del hoy.
El empate del Atleti me deja triste, pero lo que ha ocurrido en la segunda parte me entristece todavía más. Espero que nos sirva a todos para aprender. A los aficionados para huir de la excentricidad (esta tarde todos los colchoneros con los que me encontraba, daban por hecho que dormiríamos como líderes). A Giménez para crecer e intentar seguir haciéndonos olvidar que tan sólo tiene 20 años. A Simeone para darse cuenta de que a veces no es necesario hacer determinados “sacrificios” si no los necesitas. Que a veces basta con ponerse a jugar para que todo funcione. Que el camino natural es suficientemente solvente, probablemente más efectivo y bastante más sensato.
@enniosotanaz