Paciencia
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El domingo amaneció raro. A esa sensación, generalmente extraña, la que recorre el cuerpo los últimos días de verano, se le sumó de buena mañana el visionado del presunto once inicial del Atleti frente al Sevilla. Una alineación que, con inquietante coincidencia, intuían varios medios de comunicación. Gámez entraba por Filipe (tocado durante la semana y finalmente fuera de la convocatoria), Torres sustituía a Jackson y Raúl García ocupaba el lugar de Óliver Torres. Mentiría si no dijese que ese once suponía un contratiempo para mí. Parecía (era) la alineación que podría haber presentado el equipo la temporada pasada cuando no estaban los titulares que este año se han marchado (Mandzukic, Arda, Miranda y “Siqueira”). La malévola (y traicionera) sensación de incertidumbre, típica también de los principios de liga, se apoderó entonces de mi consciencia. Se dispararon las alarmas y se despertaron antiguos miedos olvidados. No fui el único, me consta. ¿Después del gran esfuerzo económico realizado por el Atleti (no tanto en realidad, si atendemos al balance ingresos-gastos) el equipo de este año iba a ser el reserva del año pasado?
Una hora antes del partido una nueva e inesperada variable vino a sumarse a la ecuación: Raúl García, para muchos titular indiscutible en Sevilla (no era mi caso), no sólo estaba fuera de la partida inicial sino que se quedaba en la grada como descarte. Los rumores más pausados y fiables apuntaban a una salida inminente del número 8 hacia Bilbao. Tragedia. Los pastores de esa nutrida corriente de fieles seguidores del navarro se echaban las manos a la cabeza y dejaban mostrar su enfado. También su pesimismo. Algunos de ellos, los aficionados del insulto fácil y el código binario, ese grupo de intolerantes que crece de forma imparable en todas las familias, lanzaban incluso exabruptos tóxicos, sin preocuparse en matizar el motivo ni la dirección. Yo no entendía nada.
Pero mientras el caos se desparramaba por las redes colchoneras, en la rivera del Nervión comenzaba el partido. ¡Y qué partido! Frente al cuadro colchonero aparecía el Sevilla de Emery, un equipo renacido y consolidado que, como siempre, ha fichado muy bien. Si el once inicial parecía más que solvente, el banquillo asustaba: Krohn-Dehli, Gameiro, Konoplyanka,… El encuentro comenzó con un nivel de intensidad altísimo, tal y como corresponde a dos equipos muy parecidos, pero la novedad aparecía en forma de actitud. Lejos de propuestas timoratas, para decepción de los cenizos que auguraban cerrojazo (“saldrá a empatar”, decían) y deleite de los soñadores, los del Cholo adelantaron la línea de presión hasta el mismo área pequeña del rival. Liderados por un renacido Gabi y conducidos por un cada vez más joven Tiago, el Atleti impuso su ritmo en todo momento, consiguiendo que el partido se jugase justo donde ellos querían.
Pero eso no era todo. El injustamente cuestionado Óliver Torres conseguía demostrar, en una plaza muy difícil, que es un jugador más hecho que el que conocíamos pero también que está implicado como el que más. Gran primera parte del canterano, incrustado tácticamente en el equipo, solidario en el derroche y, ay amigos, siendo un gran jugador de fútbol. Cuando el equipo hispalense cerraba los espacios y agobiaba la salida, aparecía de repente el genio del extremeño para, con un giro de cintura o un simple pase al primer toque, romper la línea y permitir al equipo salir jugando. Exactamente lo que necesita el Atleti de Simeone. Mira que si estaba en casa…
Si al genio incipiente de Óliver se le suma además el talento consolidado de Griezmann (y Koke) ocurre lo que ocurrió en la primera parte: un Atleti dominando el partido en uno de los campos más difíciles de primera división. El 1-0 al descanso (de Koke tras jugada de habilidad y picardía del francés) simplemente ponía justicia al marcador.
La segunda parte comenzó parecida, pero a los 10 minutos los de Emery empezaron a asumir riesgos, a jugar por la derecha con un gran Reyes y a encerrar a los colchoneros en su área. Fueron 20 minutos de angustia en los que los del Cholo apretaron los dientes y tiraron de galones para cerrar su portería sin que el Sevilla fuese capaz de crear ocasiones claras de gol. 20 minutos que se acabaron cuando Gabi, de zapatazo lejano con algo de suerte, ponía el 0-2 en el marcador. Letal para los sevillanos. El resto del partido sirvió para soñar con Yannick Carrasco (buenos minutos) y disfrutar del primer gol oficial de Jackson de gran zurdazo (y algo de ayuda también de Beto), que provocó la imagen de la noche: un Simeone elevando 8 dedos al cielo, tal y como antes habían hecho Koke y Gabi y cualquiera en esa plantilla, como símbolo purificador que recordaba a ese capitán que se marchaba.
Enorme resultado del Atleti que da un golpe rotundo en la mesa de la liga, que mata muchos fantasmas de un plumazo y que alisa un terrorífico comienzo de campaña. Tres puntos que ilustran una simple y clara moraleja, la que se desprende de toda esta pequeña historia. Un concepto que es también la enseñanza que rezuma toda la trayectoria de un jugador luchador, honesto, profesional y carismático como Raúl García, que hoy se va. Una idea que sirve también para encarar el inició de esta nueva aventura colchonera bajo la batuta de Simeone: paciencia.
@enniosotanaz
Una hora antes del partido una nueva e inesperada variable vino a sumarse a la ecuación: Raúl García, para muchos titular indiscutible en Sevilla (no era mi caso), no sólo estaba fuera de la partida inicial sino que se quedaba en la grada como descarte. Los rumores más pausados y fiables apuntaban a una salida inminente del número 8 hacia Bilbao. Tragedia. Los pastores de esa nutrida corriente de fieles seguidores del navarro se echaban las manos a la cabeza y dejaban mostrar su enfado. También su pesimismo. Algunos de ellos, los aficionados del insulto fácil y el código binario, ese grupo de intolerantes que crece de forma imparable en todas las familias, lanzaban incluso exabruptos tóxicos, sin preocuparse en matizar el motivo ni la dirección. Yo no entendía nada.
Pero mientras el caos se desparramaba por las redes colchoneras, en la rivera del Nervión comenzaba el partido. ¡Y qué partido! Frente al cuadro colchonero aparecía el Sevilla de Emery, un equipo renacido y consolidado que, como siempre, ha fichado muy bien. Si el once inicial parecía más que solvente, el banquillo asustaba: Krohn-Dehli, Gameiro, Konoplyanka,… El encuentro comenzó con un nivel de intensidad altísimo, tal y como corresponde a dos equipos muy parecidos, pero la novedad aparecía en forma de actitud. Lejos de propuestas timoratas, para decepción de los cenizos que auguraban cerrojazo (“saldrá a empatar”, decían) y deleite de los soñadores, los del Cholo adelantaron la línea de presión hasta el mismo área pequeña del rival. Liderados por un renacido Gabi y conducidos por un cada vez más joven Tiago, el Atleti impuso su ritmo en todo momento, consiguiendo que el partido se jugase justo donde ellos querían.
Pero eso no era todo. El injustamente cuestionado Óliver Torres conseguía demostrar, en una plaza muy difícil, que es un jugador más hecho que el que conocíamos pero también que está implicado como el que más. Gran primera parte del canterano, incrustado tácticamente en el equipo, solidario en el derroche y, ay amigos, siendo un gran jugador de fútbol. Cuando el equipo hispalense cerraba los espacios y agobiaba la salida, aparecía de repente el genio del extremeño para, con un giro de cintura o un simple pase al primer toque, romper la línea y permitir al equipo salir jugando. Exactamente lo que necesita el Atleti de Simeone. Mira que si estaba en casa…
Si al genio incipiente de Óliver se le suma además el talento consolidado de Griezmann (y Koke) ocurre lo que ocurrió en la primera parte: un Atleti dominando el partido en uno de los campos más difíciles de primera división. El 1-0 al descanso (de Koke tras jugada de habilidad y picardía del francés) simplemente ponía justicia al marcador.
La segunda parte comenzó parecida, pero a los 10 minutos los de Emery empezaron a asumir riesgos, a jugar por la derecha con un gran Reyes y a encerrar a los colchoneros en su área. Fueron 20 minutos de angustia en los que los del Cholo apretaron los dientes y tiraron de galones para cerrar su portería sin que el Sevilla fuese capaz de crear ocasiones claras de gol. 20 minutos que se acabaron cuando Gabi, de zapatazo lejano con algo de suerte, ponía el 0-2 en el marcador. Letal para los sevillanos. El resto del partido sirvió para soñar con Yannick Carrasco (buenos minutos) y disfrutar del primer gol oficial de Jackson de gran zurdazo (y algo de ayuda también de Beto), que provocó la imagen de la noche: un Simeone elevando 8 dedos al cielo, tal y como antes habían hecho Koke y Gabi y cualquiera en esa plantilla, como símbolo purificador que recordaba a ese capitán que se marchaba.
Enorme resultado del Atleti que da un golpe rotundo en la mesa de la liga, que mata muchos fantasmas de un plumazo y que alisa un terrorífico comienzo de campaña. Tres puntos que ilustran una simple y clara moraleja, la que se desprende de toda esta pequeña historia. Un concepto que es también la enseñanza que rezuma toda la trayectoria de un jugador luchador, honesto, profesional y carismático como Raúl García, que hoy se va. Una idea que sirve también para encarar el inició de esta nueva aventura colchonera bajo la batuta de Simeone: paciencia.
@enniosotanaz