CATÁLOGO DE EXCUSAS (At.Madrid-Mallorca)
Ayer y gracias a ese otro adicto compulsivo a los ataques de entrenador que responde al nombre de Manzano, presenciamos un gran ejemplo de porque Aguirre y Manzano no son entrenadores para el atlético de Madrid. Hoy la prensa “especializada” encumbrará los parabienes tácticos de Manzano pero pisando la tierra con los pies y sobre todo viendo el partido (no los resúmenes del Estudio Estadio como mucho periodista iluminado) nos daríamos cuenta de que el Mallorca casi nos gana en el Calderón (que se dice pronto) haciendo simplemente dos cosas: poner 9 jugadores por detrás del balón en su propio campo (lamentable) y diciéndole a los centrocampistas que cada vez que tuviesen el balón (puesto que nadie les iba a presionar) pusiesen balones detrás de la espalda de Pablo. Así de sencillo. Un buen entrenador es aquel que juega así porque no le queda más remedio con “los jugadores que tiene” pero que es capaz de jugar al fútbol, según las reglas originales de este deporte, si tiene una plantilla reforzada con 80 millones de euros. Ninguno de los dos lo saben hacer. Aguirre ayer envidiaba a Manzano porque Aguirre realmente quiere jugar así, olvidándose del balón, de la portería y del césped. Aguirre quiere ser el pobre, el malo, el desgraciado, el underdog,… nunca el favorito. Quieres ser el que dando por seguro que tiene que perder al finar gana. Aguirre siempre quiere ser el abogado defensor porque no quiere arriesgar un átomo de nada. Probablemente cuando se acabe su periodo de adaptación que esta gentil directiva parece querer darle, allá por el 2025, descubra que en el Calderón (y en la mayoría de estadios patrios) el favorito siempre fue, es y será el Atlético de Madrid y que por mucho que se empeñe este buen hombre, por mucho que depure su florida verborrea y amplíe su inagotable catálogo de excusas eso no va a cambiar.
El partido de ayer podría haber sido un partido cualquier a de la temporada pasada: espesura, medios centros jugando en paralelo, centrales perdidos, jugadores anclados en sus posiciones, mediocampo inoperante que ni ataca ni defiende, delantero centro aburrido que se tiene que bajar al centro del campo para tocarla, bandas inexistentes, sin cerebro, sin corazón, sin alma, un portero que le da pereza sacar de puerta, unos profesionales más preocupados de la cena de por la noche que de protestarle al árbitro porque el equipo contrario está perdiendo tiempo continuamente, los espectadores creyentes convencidos de la bondad de Dios viendo que pernía es no sólo jugador de primera división sino internacional absoluto, decisiones de entrenador iluminado (los zurdos jugando por la derecha y los diestros por la izquierda o haciendo cambios revulsivos a falta de 5 minutos)… de hecho es que eran los mismos jugadores salvo tres y está por ver si Raul García es mejor que Luccin o Simao es mejor que Petrov porque desde luego Forlán no es mejor que Fernando Torres.
¿Entonces? ¿Nos han tomado el pelo? ¿Por qué el único que sonríe es ese hombre que tiene más excusas para la sinrazón que millones en el banco?
Todos los años el verano suele producir en mí un efecto de catarsis que algún que otro fichaje o una determinada declaración hacen que se borren las crueles heridas de la temporada anterior y espere la nueva temporada con ansias renovadas. Me trago los truños veraniegos, me leo todos los suplementos de la liga, me estudio las plantillas de todos los equipos, me veo todos los resúmenes de la primera jornada… en los últimos años la ilusión y la esperanza se va poco a poco difuminando y allá por navidad me duermo con la radio apagada porque me jode escuchar a algún locutor contando las desgracias de mi equipo. Este año lo han conseguido a la segunda jornada. Ya lo decía Nietzche: “la esperanza es el peor de los males pues prolonga el tormento del hombre”.
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