MÁS CINE POR FAVOR (At. Madrid - Zaragoza)
¿Qué ocurrió el domingo en el Calderón? ¿Resulta que ahora Aguirre es bueno?... Yo sigo pensando que no. ¿Resulta que ahora los jugadores son buenos?... Yo sigo pensando que antes también lo eran. Lo que de verdad creo (en realidad sigo creyendo) es que somos un gran equipo y que este año tenemos una gran plantilla. Una gran plantilla descompensada que cuando de alguna manera somos capaces de superar esa descompensación se torna en una escuadra muy peligrosa. Es evidente que un equipo en el que quitas a Simao y Reyes después de jugar con dignidad para poner a Luis Garcia y Maxi y meten tres goles entre los dos, no puede ser un equipo que simplemente pelee por “sacar más puntos que la temporada anterior”. Ese es el verdadero talón de Aquiles de este Atlético de Madrid: la mentalidad mediocre y el miedo. Hay que luchar por metas que realmente cuestan y son difíciles para valorar cual es la verdadera dimensión de cada uno. No conozco a ningún deportista verdaderamente importante que se conforme con sacar más puntos que la temporada anterior.
El Atlético de Madrid de este señor llamado Aguirre no sabe crear fútbol. En realidad, no sabemos si lo sabe hacer porque su entrenador no quiere crear fútbol sino que prefiere potenciar otro tipo de opciones para ganar los partidos. Prefiere hacer que el equipo contrario no juegue, prefiere afilar las uñas para clavarlas rápidamente cuando el contrario cometa un error, prefiere tener entrenados los mecanismos por los que se pueda aprovechar de forma letal los riesgos que imprudentemente tome el equipo contrario,… ese tipo de cosas. De esa forma es quien es. Por cierto, ¿quién es?
En este sentido un equipo entrenado por Victor Fernández es el contrincante soñado para alguien como Aguirre. Un equipo que quiere ser protagonista, que quiere el balón, que pretende crear juego y que además pretende hacerlo en todo momento con los jugadores disponibles que mejor juegan al fútbol (y no con los más fuertes, o los más brutos o los más disciplinados o los que más corren) es el rival soñado para el técnico mejicano. El Zaragoza por lo tanto lo es. Si además es este Zaragoza concreto, que desprende un tufo muy raro respecto a la relación entre sus jugadores, que transforma su personalidad en un juego espeso y aburrido, que se torna un sucedáneo de lo que quiere ser y que no asusta a nadie, donde Luccin y Gabi son titulares,… la empresa empieza a ser interesante para nuestro equipo. Si además a los 9 minutos te pones por delante con un soberbio gol tras un pase de tiralíneas del delantero centro (¡el mundo al revés!), con lo que ya no tienes la incómoda necesidad de tener que asumir la iniciativa en la creación del juego, el escenario resultante se transforma en el escenario perfecto. Esa fue la película. Eso fue lo que ocurrió.
Y claro la función fue precisa y preciosa. Pudimos disfrutar viendo la tremenda delantera que tenemos: el Kun, un tipo de esos que cada vez que tiene el balón crea un silencio en la grada y el miedo en el equipo contrario unido a Forlan, un tipo capaz de dar un pase entre líneas (digno de ese jugador que nuestro equipo no tiene) diez minutos antes de meter un gol haciendo una preciosa vaselina al portero contrario. Pero es que además pudimos comprobar que ese excelente jugador llamado Luis García no ha venido aquí a retirarse sino que está para disputar la titularidad a quien sea y para comprobar también con gozo que Maxi no está muy lejos de ser el magnífico, imprevisible y letal jugador que siempre ha sido. Supongo que así es muy difícil que Simao y Reyes se toquen las narices en los entrenamientos. Perea se sale, Pernía parece dopado y se acerca peligrosamente a parecerse al jugador que creímos haber fichado (en contra de los que muchos, como un servidor, creían que podía ocurrir). Pablo se parece a Pablo y no a ese miserable que desprecio nuestra institución, Maniche ha descubierto las maravillas de los pases hacia el otro lado del campo y Raul García avanza a pasos agigantados hacía ese jugador referencia que hace tantos y tantos años que no tenemos.
Fue como disfrutar de una de esas amables películas se hacían en hollywood en los años 40 donde a pesar de saber que todo era amable y que no ibas a sufrir en toda la película, la trama era interesante, la ejecución sublime y el resultado ponía una desconocida sonrisa en tus labios. Eso fue lo que nos ocurrió a los colchoneros el domingo pasado y eso es lo que hacía mucho tiempo que no teníamos: una preciosa comedia romántica.
Espero que la siguiente vez que volvamos al cine no tengamos que volver a ver dramones escatológicos sobre el holocausto, densísimas y pretenciosas tramas oscuras de cine europeo que nadie entiende salvo el director o lo que es peor (y lamentablemente muy habitual): una de Pajares y Esteso. ¡Más cine (del bueno) por favor!
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