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¡Un abrazo!

¡LARGA VIDA AL ABERDEEN! (At. Madrid - Aberdeen)

Decía Jacinto Benavente que si la pasión, si la locura no pasara alguna vez por las almas… ¿qué valdría la pena? Una pregunta así tendría que tener en cuenta todo aquel que intente entender este extraño mundo que se denomina fútbol. Mientras las grandes corporaciones, sedientas de porcentajes suculentos y beneficios obscenos, pretender describir y seccionar con números un fenómeno más que centenario y a través de los rígidos parámetros de la economía liberal, lo cierto es que hay cosas incomprensibles que escapan a cualquier tratamiento basado en la lógica cartesiana. Mientras los sesudos de frente despejada intentan adaptar el mundo del fútbol al sistema de franquicias y palomita americano la contundente realidad deja claro que es muy difícil incrustar en este esquema fenómenos como el atlético de Madrid…. o el del Aberdeen. No sé que extraña fuerza sobrenatural es la culpable de semejante anomalía pero le estoy infinitamente agradecido.

El partido de ayer, desde mi perspectiva egoísta y particular, tiene poca historia deportiva pero una suculenta historia humana alrededor que me parece muy interesante. En lo deportivo fue evidente desde el primer minuto la manifiesta superioridad del cuadro colchonero. Por presupuesto, por jugadores y por todo parecía claro desde el pitido inicial que tan sólo alguna genialidad de Aguirre podía dar al traste con una victoria rojiblanca. Dio igual el ritmo cansino que desplegamos o la manifiesta inapetencia que se respiraba en el césped. Dio igual volver a comprobar que este equipo se estrella frente a rivales que se cierran atrás y donde hace falta desplegar los conceptos del fútbol que necesitan del balón y del juego. Dio también igual salir con 9 jugadores, un señor con coleta que vino como central zurdo y se ira como broma pesada y un tipo grueso de color cuya foto aparece en el diccionario de la real academia de la lengua al lado de la definición de intrascendencia. Si la incompetencia de Aguirre esta, desde mi punto de vista, fuera de toda duda, la misma incompetencia es aplicable al tipo que se autodenomina secretario técnico. Su relajada y bien remunerada labor ralla en ocasiones como esta el insulto soez. Que tipos como Eller o Cléber Santana estén ocupando las plazas de extranjero del atlético de Madrid es algo que debería poder ser denunciable en magistratura. Garcia Pitarch debería en un mundo justo dedicarse a otra cosa.

En cuanto a lo que tiene que ver con el balón bastaron un zarpazo del Kun (al que casi descoyuntan en el penalti) y una genialidad de Simao en un libre directo (¡¡Por fin!!) para conseguir tres puntos y fijar los cimientos de nuestro equipo en esta segunda división europea que ahora denominan UEFA.

Pero para mi lo interesante del partido estuvo en la grada. Que un equipo como el Aberdeen, malo de solemnidad, arrastre 7000 espectadores un jueves no festivo a un país extranjero y que no paren de cantar y animar un solo minuto bajo un frío gélido es algo que no sólo atenta contra el nuevo orden económico que los grandes dinosaurios quieren implantar, sino que es algo que me pone muy contento. La afición del atlético tenemos fama de fidelidad, animosidad de ser incansables al desaliento pero tengo que reconocer que superado el miedo inicial de ver a 7000 almas encima de mi, muchas de las cuales a punto de necesitar un chute de vitamina B por envenenamiento etílico, sentí una envidia terrible de ver como vivía el fútbol esa gente. Nos callaron y nos dieron una lección de afición que me vale como cura de humildad y que me hace pensar en lo bonito que debía ser el fútbol hace 50 años y no ahora donde hay gente aficionada a jugadores en lugar de a equipos o donde todo se mide en camisetas, pinchazos de pay per view y tontería varias.

El fútbol parece que se muere. Viendo el telediario (o escuchando la COPE y/o la SER) parece que llegará un día en el que todo el mundo será (¿o ya es?) del Madrid o del Barça mientras el resto de equipos será un suerte de Washington Generals, el tradicional rival ficticio de los Harlem Globetrotters, que a nadie le importa. Todo apunta a que llegará un día en el que el dinero correrá a espuertas por los despachos de los de siempre mientras los innocuos espectadores irán al fútbol como si se tratase una pelea de Wrestling. Por eso es refrescante, aleccionado e ilusionarte ver a 7000 tipos que son capaces de perder el conocimiento un jueves por la noche en un país extranjero gracias a la cerveza y la pasión de seguir a unos colores por encima de su valor en bolsa, la capacidad de desborde de sus extremos o lo guapo que sea su delantero centro. Decía Goethe que las grandes pasiones son enfermedades incurables y que lo que podría curarlas las haría verdaderamente peligrosas. Por eso levanto mi copa por la pasión irracional y la fidelidad en contra de toda lógica. ¡Larga vida a la pasión! ¡Larga vida al fútbol! ¡Larga vida al Aberdeen!