Ciclotimia
Últimamente escucho y leo en el microcosmos mediático que rodea al Atlético de Madrid, con más asiduidad de lo que se podría enmarcar dentro de la definición de de normal, la palabra y el concepto de Ciclotimia asociado a mi equipo, su espíritu, su leyenda y su afición.
El nivel periodístico en estos tiempos que corren es tan sumamente lamentable que la razón de un fenómeno así podría muy bien justificarse en la inmensa ignorancia de los secuestradores de la pluma y su desparpajo de taberna. Ya saben ese recurso de mediocres que se basa en repetir como un papagayo las palabras que has escuchado en otro sitio y que no conocías pero que te parecen lo más intelectual del mundo. El periodismo deportivo está plagado de estos ejemplos y basta echar un vistazo a todo eso del gambeteo, el palo corto, el achique, el enganche, lo de mediático, el toque… y demás desperfectos que han provocado y provocan en nuestro querido imaginario colectivo cualquier erudito de todo a 100 que sea capaz de conjugar con destreza varios tiempos verbales. Sin embargo creo que el abuso de esta definición tiene ahora una razón de fondo distinta.
La Ciclotimia, a todo esto, es un trastorno de la personalidad cercano al trastorno bipolar que provoca a quien lo sufre ciclos alternativos de euforia desatada y profunda depresión, equiparables en intensidad, pero sin verdadera razón para que esto ocurra. Es cierto que si un ser extraterrestre tuviese que analizar a la afición colchonera en función de los medios de comunicación podría adaptar (aunque siempre con matices) esta definición al comportamiento de un colectivo al que yo pertenezco pero sinceramente, me he puesto a pensarlo y debe hacer más de 10 años que el Atleti no me provoca ningún estado de euforia medianamente significativo y sí varios estados de depresión que van del gris perla al negro zaino. No recuerdo acontecimientos comparables al descenso a segunda, las copas del Rey perdidas frente a Valencia y Español, los 0-6 del Barça o que los hijos de 10 años de mis amigos no se crean que hubo una vez una época en la que el Atleti ganaba al Real Madrid. Es más, creo que mi discurso no ha cambiado demasiado en esta última década y si lo ha hecho ha sido en todo caso siguiendo una suave pendiente cada vez más pesimista hacía un fangoso pozo negro que hoy ya toco con los pies y al que no me hace ninguna gracia llegar. No recuerdo ningún bache o retroceso hacia la euforia en esa pendiente ni en mi estado de ánimo. Tampoco lo recuerdo en los atléticos que me rodean física y espiritualmente. Haciendo un esfuerzo de meninges llego a la conclusión de que ese retroceso, esos estados de euforia exagerados que equilibran la balanza de la Ciclotimia, solo los veo en esperpentos radiofónicos que manejan alias tan sofisticados como los de Manolete y Antoñito.
¿Dónde están entonces esos paquetes de euforia extrema que compensan la depresión? Me temo entonces que hay que ir a buscarlos a las redacciones deportivas de los grandes medios de comunicación. Esos que el domingo decían que se había desatado la euforia entre la afición atlética o que la semana pasada había gente en Neptuno celebrando el 5-1 frente al Recreativo. No sé qué concepto puede tener esta gente de “desatar la euforia” pero yo aparte de contra el Recre o frente al Sporting estuve en el Calderón el año 96 cuando se ganó al Albacete y con ello la liga o antes dos en el Bernabéu ganando la Copa al Madrid y al Mallorca, sentimientos que sí son comparables a descender o sufrir una terrible humillación pero con el signo cambiado, así que comparar las dos cosas es como comparar el Taj Majal con la caseta de Snoopy. No sé la gente que habría en Neptuno el pasado jueves (si es que había alguien) pero apuesto lo que sea que había más gente en el patio de mi colegio cuando celebrábamos a gritos los 5-0 del Milán al Real Madrid en tiempos de Sacchi. Me apuesto también lo que sea a que en la última manifestación en la puerta 0 había más colchoneros que los que pudiera haber en Neptuno el pasado jueves pero por alguna razón en ninguno de los dos casos (ni en los 80 ni ahora) los periodistas se hicieron eco de la noticia.
La afición atlética probablemente se esté muriendo de aburrimiento, o sufra de infertilidad para poder reproducirse gracias a los efluvios radiactivos de sus dirigentes que nos han dejado estériles. Quizás padezca un extraño caso de nostalgia aguda que le impide moverse o actuar de forma natural, o albergue demasiados anticuerpos extraños en su interior que está modificando su metabolismo hasta convertirse en una cosa distinta de la que era. Puede que la afición colchonera esté mortalmente drogada gracias a los estupefacientes baratos y adulterados que a diario ofrecen los fríos dealers del periodismo, estupefacientes que el aficionado parece necesitar diariamente en vena, pero no creo que tengamos ningún trastorno de personalidad. El cuento de la Ciclotimia me temo que simplemente es un nuevo hito en la creación del Gran Bufón que pueda equilibrar la lucha del bien contra el mal, esa lucha mentirosa que representa como nadie ese maquiavélico invento del Madrid-Barça.
Leía el otro día en algún sitio, probablemente escrito por algún tipo importante del gurú mediático, que la liga española necesita al Atlético de Madrid. Algún inocente toxicómano atlético, ávido de su ración diaria de drogaína en forma de información deportiva, seguro que lo interpretó como un piropo hacia nuestro equipo y su historia. Nada más lejos de la realidad. El Atleti que necesitan estos señores no es el Atleti campeón, orgulloso y único, sino el Atleti comparsa, gracioso, imprevisible, emotivo, perdedor, cabezota, sufrido y estéril. El Atleti ciclotímico y caricaturesco que poco a poco nos estamos creyendo.
El nivel periodístico en estos tiempos que corren es tan sumamente lamentable que la razón de un fenómeno así podría muy bien justificarse en la inmensa ignorancia de los secuestradores de la pluma y su desparpajo de taberna. Ya saben ese recurso de mediocres que se basa en repetir como un papagayo las palabras que has escuchado en otro sitio y que no conocías pero que te parecen lo más intelectual del mundo. El periodismo deportivo está plagado de estos ejemplos y basta echar un vistazo a todo eso del gambeteo, el palo corto, el achique, el enganche, lo de mediático, el toque… y demás desperfectos que han provocado y provocan en nuestro querido imaginario colectivo cualquier erudito de todo a 100 que sea capaz de conjugar con destreza varios tiempos verbales. Sin embargo creo que el abuso de esta definición tiene ahora una razón de fondo distinta.
La Ciclotimia, a todo esto, es un trastorno de la personalidad cercano al trastorno bipolar que provoca a quien lo sufre ciclos alternativos de euforia desatada y profunda depresión, equiparables en intensidad, pero sin verdadera razón para que esto ocurra. Es cierto que si un ser extraterrestre tuviese que analizar a la afición colchonera en función de los medios de comunicación podría adaptar (aunque siempre con matices) esta definición al comportamiento de un colectivo al que yo pertenezco pero sinceramente, me he puesto a pensarlo y debe hacer más de 10 años que el Atleti no me provoca ningún estado de euforia medianamente significativo y sí varios estados de depresión que van del gris perla al negro zaino. No recuerdo acontecimientos comparables al descenso a segunda, las copas del Rey perdidas frente a Valencia y Español, los 0-6 del Barça o que los hijos de 10 años de mis amigos no se crean que hubo una vez una época en la que el Atleti ganaba al Real Madrid. Es más, creo que mi discurso no ha cambiado demasiado en esta última década y si lo ha hecho ha sido en todo caso siguiendo una suave pendiente cada vez más pesimista hacía un fangoso pozo negro que hoy ya toco con los pies y al que no me hace ninguna gracia llegar. No recuerdo ningún bache o retroceso hacia la euforia en esa pendiente ni en mi estado de ánimo. Tampoco lo recuerdo en los atléticos que me rodean física y espiritualmente. Haciendo un esfuerzo de meninges llego a la conclusión de que ese retroceso, esos estados de euforia exagerados que equilibran la balanza de la Ciclotimia, solo los veo en esperpentos radiofónicos que manejan alias tan sofisticados como los de Manolete y Antoñito.
¿Dónde están entonces esos paquetes de euforia extrema que compensan la depresión? Me temo entonces que hay que ir a buscarlos a las redacciones deportivas de los grandes medios de comunicación. Esos que el domingo decían que se había desatado la euforia entre la afición atlética o que la semana pasada había gente en Neptuno celebrando el 5-1 frente al Recreativo. No sé qué concepto puede tener esta gente de “desatar la euforia” pero yo aparte de contra el Recre o frente al Sporting estuve en el Calderón el año 96 cuando se ganó al Albacete y con ello la liga o antes dos en el Bernabéu ganando la Copa al Madrid y al Mallorca, sentimientos que sí son comparables a descender o sufrir una terrible humillación pero con el signo cambiado, así que comparar las dos cosas es como comparar el Taj Majal con la caseta de Snoopy. No sé la gente que habría en Neptuno el pasado jueves (si es que había alguien) pero apuesto lo que sea que había más gente en el patio de mi colegio cuando celebrábamos a gritos los 5-0 del Milán al Real Madrid en tiempos de Sacchi. Me apuesto también lo que sea a que en la última manifestación en la puerta 0 había más colchoneros que los que pudiera haber en Neptuno el pasado jueves pero por alguna razón en ninguno de los dos casos (ni en los 80 ni ahora) los periodistas se hicieron eco de la noticia.
La afición atlética probablemente se esté muriendo de aburrimiento, o sufra de infertilidad para poder reproducirse gracias a los efluvios radiactivos de sus dirigentes que nos han dejado estériles. Quizás padezca un extraño caso de nostalgia aguda que le impide moverse o actuar de forma natural, o albergue demasiados anticuerpos extraños en su interior que está modificando su metabolismo hasta convertirse en una cosa distinta de la que era. Puede que la afición colchonera esté mortalmente drogada gracias a los estupefacientes baratos y adulterados que a diario ofrecen los fríos dealers del periodismo, estupefacientes que el aficionado parece necesitar diariamente en vena, pero no creo que tengamos ningún trastorno de personalidad. El cuento de la Ciclotimia me temo que simplemente es un nuevo hito en la creación del Gran Bufón que pueda equilibrar la lucha del bien contra el mal, esa lucha mentirosa que representa como nadie ese maquiavélico invento del Madrid-Barça.
Leía el otro día en algún sitio, probablemente escrito por algún tipo importante del gurú mediático, que la liga española necesita al Atlético de Madrid. Algún inocente toxicómano atlético, ávido de su ración diaria de drogaína en forma de información deportiva, seguro que lo interpretó como un piropo hacia nuestro equipo y su historia. Nada más lejos de la realidad. El Atleti que necesitan estos señores no es el Atleti campeón, orgulloso y único, sino el Atleti comparsa, gracioso, imprevisible, emotivo, perdedor, cabezota, sufrido y estéril. El Atleti ciclotímico y caricaturesco que poco a poco nos estamos creyendo.
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