Vísceras
Las previsiones
amenazaban lluvia torrencial sobre el Vicente Calderón y eso fue lo que motivó el
que mis resentidas vísceras, las mismas que pocas horas antes habían estado soportando
durante días temperaturas por encima de los 40ºC, decidieran esta vez quedarse
en casa. Era evidente que el día empezaba torcido.
Un par de horas
antes del pitido inicial del Atleti-Depor, descubrí a través de twitter que un “hincha”
del equipo gallego había sido “agredido” y se encontraba en preocupante estado
crítico. Las mismas vísceras juiciosas de antes volvieron ahora a coger
temperatura pero esta vez por razones bien distintas. Esta vez la fiebre venía
provocada por el asco extremo que me da la violencia, en todas sus formas y en
todos sus contextos. Como un angustioso fantasma del pasado volvía a mi memoria
aquella otra trágica fecha en la que el escudo de mis amores se veía manchado
de sangre y de mierda por culpa de un puñado de inadaptados que, por falta de
riego cerebral, confunden el culo con las témporas. La rabia se mezclaba con la
impotencia dentro de mi maltrecho cuerpo en una suerte de mezcla explosiva que
me agrió el carácter, como mínimo, para lo que quedaba de día. Decidí ir a
ducharme, como si de esa manera tan sencilla y metafórica pudiese limpiarme la
vergüenza de compartir afición con una pléyade de animales y descerebrados. No
fui capaz, pero al menos salí convencido de que es a ellos y no a mí a los que debería
darles vergüenza.
Con el pelo
todavía mojado llegaron las noticias de que el tal hincha era en realidad otro
descerebrado más. Otro ultra. Otro animal violento que lo distinguía de su
agresor detalles tan nimios como el color de la bufanda o una supuesta
ideología política que dudo fuese capaz de explicar simplemente con palabras. Pero
mis maltratadas vísceras volvieron a sufrir cuando con incredulidad y a base de
píldoras de información difíciles de creer, conocía más detalles del lamentable
incidente. Habían tirado a un tipo al río después de haber sido apaleado, sí, pero
no había sido un hecho aislado sino consecuencia de una batalla campal entre
docenas de alimañas armadas con cuchillos y bengalas que mediante las redes
sociales se habían dado cita en el centro de Madrid para matarse. En ese
momento no sólo mis vísceras sino el resto de mi cuerpo se morían de pena
mientras uno era incapaz de encontrar una explicación lógica a una atrocidad de
semejante calado. El nivel de incredulidad llegó incluso al paroxismo cuando
este humilde escribiente descubrió que la víctima era un tipo de 42 años con
dos hijos que había recorrido 600 km en autobús ataviado con una bufanda
blanquiazul y un cuchillo para ir a matar o morir. Vete tú a saber las razones que pueden llevar a alguien a hacer algo así.
Quince minutos
antes de empezar a rodar el balón el miembro de los Riazor Blues agredido estaba clínicamente
muerto. Como aficionado al Atlético de Madrid que soy, en ese momento no
quería ver ningún partido de fútbol y entendí que lo más razonable era
suspenderlo. Me consta que no era el único que pensaba así. Leo ahora que no
fue posible por una llamada que no llegó o no sé qué otra excusa burocrática
del mismo perfil. Me suena todo a paparruchas. Lamentable en cualquier caso. En
forma y en fondo. Pocos minutos después de que el balón comenzase a rodar
aparecía por la red, a toda velocidad, la noticia del fallecimiento del ultra
coruñés. Aquello no cambiaba nada o lo cambiaba todo, no lo sé, pero quizá fue
un punto de inflexión para que, al menos en mis vísceras, mi cuerpo y mi
cerebro, decantasen ciertas reflexiones que prefiero compartir.
La violencia en
el fútbol es un problema de todos. Apartarse es tan cínico como cobarde. Por
acción u omisión, todos los estamentos que rodean al mundo del fútbol no están (estamos)
haciendo lo que se debería para acotar esta lacra que poco a poco escribe el
relato más horrible de un deporte tan maravilloso como el que nos ocupa.
No puede
inhibirse el Club Atlético de Madrid. No, por favor. No puede salir su
presidente, para bochorno de aficionados colchoneros entre los que me incluyo,
quitándose de en medio y aludiendo a que la pelea tuvo lugar muy lejos del
Calderón. ¿Y qué más da, Sr. Cerezo? ¿De quién es la responsabilidad de que la mayoría
de los salvajes que estaban allí matándose estuviesen luego dando palmas dentro
del Estadio? ¿Quién es el único que podría evitarlo? No puede salir tampoco ese ser taciturno ser que hace las veces de Consejero Delegado en mi equipo a
decir que él no es nadie para disolver el Frente Atlético. Ya me gustaría a mí
que efectivamente esa persona no fuese nadie en el Atlético de Madrid pero
desgraciadamente es su principal accionista. Máximo responsable de su gestión y
por lo tanto un protagonista estelar en esa especie de matrimonio
oscurantista, con este señor todo es oscurantista, que durante años parecen
disfrutar Club y Peña Ultra. ¿De verdad el Club Atlético de Madrid no puede hacer
nada en este sentido?
Tampoco creo que
se pueda inhibir el Frente Atlético con la excusa de que 100 personas no pueden
representar a 3000 porque desgraciadamente sí que pueden hacerlo. Lo están
haciendo, de hecho. Si efectivamente el Frente está mayoritariamente compuesto
por gente sana y cabal, tienen hoy una oportunidad maravillosa para
desmarcarse de los delincuentes, aislarlos, denunciarlos, desterrar la
violencia en todas sus formas e incluso de refundar la peña si eso hiciese
falta. Si no lo hacen habrán perdido la guerra y quieran o no, lo sean
realmente o no, seguirán pareciendo cómplices.
Tampoco podemos
inhibirnos los aficionados que reímos las gracias o que simplemente callamos. Ir
a ver un partido de fútbol (y no se queden en detalles tan absurdos como el
nombre del estadio o el color de las camisetas) es asistir a un concierto de
insultos, descalificaciones y violencia verbal barata. Sin motivo alguno,
además. Me da asco escuchar exabruptos obscenos y gratuitos que muchas
veces, demasiadas, atentan contra las pocas cosas que nos distingue a los
humanos de las alimañas. Pero generalmente callamos o miramos para otro lado. Dejando simplemente
que escampe. Estamos tan acostumbrados a ese torrente de odio, que asimilamos como naturales cosas que
no lo son y que en el fondo están sentando los cimientos de lo que viene
después.
No se pueden
inhibir tampoco los equipos rivales. Cualquiera. No es un problema del Atlético
de Madrid como Club apestado. El tipo que cayó al río estaba vestido con los
colores del Depor pero podría haber llevado el rojo y el blanco perfectamente. ¿Cambiaría
eso el relato? Quiero creer que no. Para mí al menos no lo hace. Es una
desgracia la muerte de ese hombre pero cometería un error la hermandad
deportivista si de él hacen un mártir. No lo es. Es un tipo que se parecía
demasiado a su agresor y que sólo la suerte, su ausencia en realidad, ha hecho
que no tengan hoy los roles cambiados. No se puede inhibir el Depor igual que
no se puede inhibir cualquier otro equipo porque el problema es tan suyo como
mío. Es más útil arrimar el hombro que mirar por encima de él.
No se pueden
inhibir las autoridades que en un ejercicio de “austeridad” económica decidieron
catalogar el partido como de bajo riesgo. Tampoco las fuerzas policiales que no
fueron capaces de detectar una convocatoria masiva a través de la red. Tampoco el
Ayto. o el Delegado de Gobierno que tienen ahora la espina clavada de haber
sido incapaces de prevenir una batalla campal de docenas de delincuentes
violentos armados en el centro de Madrid. Explíquenle a los vecinos de Arganzuela que eso es un tema que tienen que solucionar los clubes.
Y no se puede
inhibir el gremio periodístico que, como todos los anteriores, suele hablar del
problema desde la distancia. Ponderando. Dogmatizando. Como si foco y resultado
ocurriesen en otro planeta. Sin mancharse. Sin ser capaces de ver por el camino
la responsabilidad que tienen en la generación de parte del caldo de
cultivo en el que se cuece todo ese odio. Repasen portadas. Repasen
comentarios. Repasen tertulias. Repasen tuits de anormales con micrófono y
pluma. Repasen ustedes también, porque es sano, la capacidad de generar odio
que tienen.
¿Y el partido?,
preguntarán.
A quién le
importa.
3 comments
Este como ,no puede ser de oyra manera,es un partido sin crónica. La crónica de éste partido lo escribieron por desgracia unos descerebrados que se hacen llamar "aficionados al fútbol".
Así es Don Ennio, pasan los siglos, rescatamos montañeros aislados en el Himalaya, descubrimos que el Titanic hundido es realmente el Olympic, pro creo que hemos hecho tope en la evolución humana, no damos para mas, y es mas, podemos ver cada día la involución de la especie humana.
Con mucho dolor.
Jesus
Gracias por sus palabras don Ennio. Lo de ayer fue denigrante para todos, pero entre todos hemos incubado el huevo de la serpiente. Desde que ayer supe de esta salvajada, estoy con un abatimiento enorme.
PD
Díles que se vayan. No nos lo merecemos. Las declaraciones de Enrique Cerezo y de Miguel Ángel Gil después del partido me provocan una irritación incontenible.
¿Su nombre es Ennio o es ficticio?
Gracias por sus escritos.
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