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La estrategia del Caracol

Hay momentos en la vida en los que se dan las circunstancias perfectas para que por una vez y sin que sirva de precedente te pares a pensar sobre lo que estás haciendo. El devenir diario suele provocar tal cúmulo de necesidades que generalmente bloquea el sentido de la reflexión reposada. La liga 2007-2008 ha terminado y Javier Aguirre ha aparecido en rueda de prensa, ante la parálisis generalizada y sospechosa de la prensa, para con la soberbia que le caracteriza, y por supuesto ajeno al espíritu del equipo que le paga, anunciar al mundo que piensa seguir en el club una temporada más. Es hora sin duda de reflexionar.

En el lado positivo de tan siniestro personaje hay que colocar una cuarta posición en la peor liga del milenio, sin la competencia de equipos como Valencia, Zaragoza, Betis, Sevilla, preocupados en sobrevivir a sus fantasmas internos y con un Barcelona que quedando por encima de nosotros considera la temporada un fracaso y ha decidido efectuar una revolución generacional (supongo que como equipo grande que es). No es algo que desde luego aparecerá en los libros que recogen la grandeza atlética.

En el lado negativo una lista interminable de puntos entre los que destacan: practicar el peor fútbol que probablemente se practicase nunca en el Vicente Calderón, ser incapaz de formar un equipo, ser incapaz de sacar como mínimo el mismo rendimiento de los jugadores que estos tenían en sus equipos de origen, ser incapaz de que ningún jugador español del atlético de Madrid tenga el nivel suficiente para ir a la selección (al mundial dos años antes, sin Aguirre de por medio, fueron cuatro), conseguir que “la mejor pareja de centrales de Europa” hace dos años sea ahora “la peor defensa” de la liga, que su quimérico plan de “entrar por las bandas” se convierta en un “las bandas no existen”, que juguemos siempre con defensas en el centro del campo, que sean los centrales quien siempre pretendan sacar el balón (y nunca lo consigan), que nuestro principal y único recurso para la creación de juego sea el patadón hacia delante, no ensayar el juego a balón parado (ni en ataque ni en defensa), convertir uno de los mejores delanteros de Europa (Forlán) en un vulgar centrocampista trotón, marear a los jugadores haciéndoles jugar por el lado contrario sin obtener ningún resultado, ser incapaz de mantener el orden en el vestuario con criterios diplomáticos, echar el mejor centrocampista de la plantilla porque le había rechistado, ser incapaz de sacar nada de Luis García ni de Reyes ni de Jurado ni de Miguel, ni de…, despreciar miserablemente a una cantera que inunda las categorías inferiores de la selección de buenos jugadores, dar cancha reiteradamente a los insultantes fichajes de ese adalid de la negligencia llamado Pitarch, apostar sistemáticamente por un discurso mediocre y cobarde, salir presa del pánico frente a cualquier equipo denominado como de grande por la prensa, no entender el club que le paga, hacer el ridículo en la copa del Rey, hacer el ridículo en la intertoto, hacer el ridículo en la UEFA antes de ser vergonzosamente eliminado por un equipo que luchaba por el descenso en su liga, ser tan inteligente de pretender jugar a la inglesa (al pelotazo) al equipo más inglés de Inglaterra, despreciar constantemente a la afición rojiblanca enarbolando un discurso digno de equipo modesto (sin serlo), ser un muñeco de peluche en manos de la prensa, ser una dispuesta geisha para su directiva,… en fin, creo que es suficiente.

Con la mitad de las cosas negativas descritas nadie en su sano juicio debería renovar a semejante personaje y mucho menos hablar de él como de protagonista de un proyecto de futuro. Nadie en su sano juicio debería hablar en un diario o emisora seria de forma positiva de una gestión deportiva tan sumamente nefasta ni nadie en su sano juicio podría decir, denominándose seguidor del atlético de Madrid, que este tipo ha hecho las cosas “bien”. Aún así, sorpresivamente ha vuelto a ser renovado, la prensa unánimemente no ha hecho ningún comentario negativo al respecto y un gran número de colchoneros (aunque no creo que muchos de ellos visiten regularmente el Calderón) mantienen que Aguirre es el entrenador que nos conviene. Lo más sorpresivo de todo sin embargo es que llueve sobre mojado puesto que prácticamente lo mismo que ha ocurrido este año ya ocurrió el año pasado con la diferencia de que este año el Kun estaba siempre en el campo (el año pasado no sabía jugar, según Aguirre), tenemos además otros grandes jugadores y los equipos de nuestro nivel estaban en otras guerras.

¿Qué ocurre entonces? ¿Por qué aquellos que recordamos el olor de un equipo diferente y orgulloso tenemos que pasar por esta constante y horrible humillación? ¿Por qué la prensa se calla? ¿Por qué nunca pasa nada y a pesar de las goteras la fachada aparece imperturbable?

Existe una excelente película del Colombiano Sergio Cabrera que se llama la estrategia del Caracol y que me recuerda mucho lo que está ocurriendo en este club. En la película un grupo de orgullosos inquilinos de un inmueble y ante la imposibilidad de hacer frente a los elevados impuestos demandados por la administración, deciden trasladar su edificio a otro lugar, pieza por pieza, pero dejando la fachada imperturbable para que los vecinos del barrio no se enteren de la jugada. Los orgullosos inquilinos son en nuestro caso un frío especulador inmobiliario de dudosa y heredada reputación y su mediático Sancho Panza, la fachada es lo que aparece publicado en la prensa deportiva nacional a diario, interesada por alguna razón en que no se sepa lo que pasa dentro, mientras que los ingenuos vecinos del barrio somos los aficionados del atlético de Madrid. Mientras nos venden una fachada de normalidad, naturalidad y pertinaz aburrimiento, los avispados inquilinos van poco a poco llevándose a otro sitio todas y cada una de las piezas que alguna vez pertenecían a este maravilloso club: la propiedad, el equipo de balonmano, las categorías inferiores, los entrenadores de fútbol, el orgullo, la dignidad, la valentía, el espíritu, el carisma, la emoción, el sentimiento, la personalidad, el pasado, la historia, los héroes, las cuentas que cobrar,…. y así van quedando cada vez menos cosas como los grandes aficionados de verdad o el estadio, que poco a poco también irán desapareciendo.

Algún día sólo quedará la fachada de lo que una vez fue una precioso edificio. Esa fachada que vemos hoy traducidad en la página 20 del Marca donde aparece alguna entrevista absurda, intrascendente y probablemente inventada sobre algún personaje tangencialmente relacionado con nuestro club o los minutos de la basura de algún programa radiofónico nocturno donde entre risas, chistes y chascarrillos los periodistas-bufón, comentarán la trivial actualidad rosa de nuestro equipo. Ese día llegará y entonces será muy fácil tirar abajo la fachada y comprobar con indiferencia que ya no existe absolutamente nada dentro y lo que es todavía peor, que a nadie le importa.

Yo soy de esos pocos imbéciles que quedan que todavía recuerde esa extraordinaria institución de la que un día se enamoró pero también soy de esos pocos imbéciles que está hartos de presuntamente compartir amante con esa creciente estirpe de aficionados modelo políticamente correctos que se enfundan virtualmente nuestra camiseta memorizando las estupideces del MARCA pero sin entender nada de lo que significa el escudo que pasean.

También soy de esos imbéciles que todavía tienen fuerzas para, a pesar de los pesares, pagar su abono del año que viene y volver al estadio a ver como se insulta al fútbol y al atlético de Madrid porque cree, con mas fe que certeza, que llegará un mañana en el que Aguirre esté tomando un mojito en Puerto Vallarta mientras yo estaré en el asiento al que da derecho mi abono. A lo mejor ese día incluso el club pertenece a alguien que lo merece.

También soy de esos que todavía tienen fuerzas para seguir denunciando el desalojo de mi edificio a pesar de la ignorancia de los inquilinos y su fachada o de los insultos con los que algunos adormecidos vecinos me condecoran. Lo hago porque estúpidamente quiero estar allí el día que la fachada caiga para recordar a los pocos que quieran escuchar que alguna vez había algo precioso detrás.

Aquí seguiré.

Miedo y asco (Valencia - At. Madrid)

Decía Julio Cerón que la verdad siempre resplandece al final, cuando ya se ha ido todo el mundo y por eso yo voy a esperar hasta el final, al verdadero final que llegará cuando se finiquite definitivamente esta temporada, para sacar las conclusiones definitivas.

Aun así el análisis de lo que ha sido esta temporada 2007-2008 creo que es fácil hacerlo porque se ha escrito a si mismo a lo largo y ancho de las 38 jornadas de ligas (más los partidos de intertoto, copa y UEFA). No me refiero ni a mi crónicas (más o menos acertadas), ni a los resúmenes de televisión que amablemente manipulaba para todos nosotros los adalides de este nuevo periodismo-espectáculo que nos asola, ni a las “amables” crónicas jibarizadas que como destellos aparecían el los diarios (no sé si de forma consciente o inconsciente por sus autores) sino más bien a la crónica que se ha escrito sobre el césped de los campos sobre los que se ha paseado, con más pena que gloria, el escudo del atlético de Madrid. Esa es la única y auténtica verdad que debería quedar para todo el mundo.

Atendiendo exclusivamente a esa verdad, a nuestro equipo y al juego desplegado, olvidándonos de los demás equipos, de los resultados y la cantidad de estupideces que se han dicho desde los medios de comunicación, el resultado de nuestro equipo se puede definir, siendo generosos, solamente como lamentable. Todo lo demás desde luego es discutible. Lo que ha hecho nuestro equipo sobre el campo esta temporada evidentemente no.

Esperaré por tanto a ver que decide hacer nuestra directiva en los próximos días con este presunto proyecto deportivo que no es otra cosa que un desafinado elogio a la insensatez, a la mediocridad, a la cobardía y sobre todo al más gusto.

En cuanto al partido de hoy poco que hablar (o mucho si de simbolismo se trata). Nuestro equipo ha vuelto a ejecutar un partido bochornoso lo cual, lamentablemente, ya supone ninguna noticia. El atlético de Madrid de Aguirre juega muy mal al fútbol (realmente ni siquiera juega) y lo hace con una actitud cobarde, unas pretensiones ramplonas y un orgullo capado. Si a eso se la añade la intrascendencia del resultado y por lo tanto la falta de ganas, lo único de lo que no ha carecido en mi opinión este equipo, el resultado más que bochornoso se transforma en ridículo. La primera parte del partido de hoy ha sido patética, ridícula y vergonzosa. Intolerable para cualquier equipo que salte al campo con ese escudo. El Valencia, que recordemos se jugaba lo mismo que nosotros: nada, ha mareado con crueldad y violencia a nuestro equipo hasta cotas que podían haber dejado un resultado en el descanso ciertamente humillante. Ya sabemos que eso de la humillación es algo Javier Aguirre no entiende cuando tiene que ver con nuestro equipo (recordemos como reaccionó el año pasado ante el 0-6 frente al Barça) pero si lo entendemos los verdaderos atléticos, los que pagamos religiosamente el abono año tras año y doy fe que duele.

Debió verlo tan sumamente mal nuestro "entrenador" que tras el descanso decidió sacar a lo único que ha hecho que este equipo esté situado al final de la liga en la cuarta plaza: el Kun Agüero. Con él en el campo se consiguió maquillar no solo tímidamente el resultado sino la imagen de un equipo otrora digno y respetable.

El partido no merece mayores comentarios así que no se los voy a dar.

Además, según estoy escribiendo esto acabo de escuchar a Javier Aguirre en la rueda de prensa decir que ha tomado la decisión de quedarse en el equipo. Prefiero no sacar conclusiones precipitadas y como he prometido al principio esperaré a que todo este claro y finiquitado para dar por cerrada esta temporada en cuanto a mi incontinencia lírica. Ahora bien, reconozco que me ha entrado dolor de estomago al escucharlo y que los niveles de indignación, intolerancia, vehemencia y cabreo me está subiendo por momentos.

Me quedo aquí porque no puedo seguir. Me quedo sin fuerzas y sin ganas. Según estoy escuchando a este tipo en rueda de prensa me doy pena por seguir aguantando esta mentira y por ser tan estúpido de malgastar mi tiempo en algo que no merece la pena. Mi cabeza ahora mismo se debate entre seguir soñando o mandarlo todo a freír espárragos. Entre seguir peleándome con la gente que atenta contra la imagen que yo tengo del atlético de Madrid o empezar a decir definitivamente que no me gusta el fútbol. Entre seguir manteniendo en el ciberespacio mi pequeño rinconcito de activismo colchonero o dedicar mi tiempo y esfuerzo a temas que merezcan algo más la pena. Entre seguir gritando y peleando por recuperar el club a manos de los que los quieren o dejarlo morir en brazos de sus raptores y los palmeros que se estudian por las mañanas el MARCA. Entre seguir soñando o dejar de dormir para evitar definitivamente tener pesadillas. Entre renovar mi abono o gastar el mismo dinero para pagar una virtual cura de rehabilitación que me cure de esta droga que me hace pensar que el Atlético de Madrid todavía existe.

Decía Henry Ford que el fracaso es una gran oportunidad para empezar otra vez con más inteligencia. Si los señores que dilapidan lo que queda de mi equipo no se aplican esta reflexión (que atendiendo a su proverbial negligencia parece evidente que no quieren hacerlo) tendré que hacerlo yo.