Muchas gracias a todos los que os habéis pasado por aquí durante todos estos años.

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¡Un abrazo!

¡FELIZ 2013!

Espero que todos ustedes disfruten la última fiesta del 2012 que se nos va y que tengan un excelente año 2013 por venir.

Y recuerden, somos el Atlético de Madrid...

                                                  ... no todos pueden decir lo mismo.




Sueños, otra vez

At. Madrid 1 - Celta de Vigo 0

Ayer, cerca de la media noche, cuando Simeone elevaba sus brazos al aire buscando el rugir de una grada que lo adora y apenas uno segundos antes de volver a ganar en el Calderón sumando tres puntos más, me acordé de aquello que decía Aristóteles de que la esperanza es el sueño de un hombre despierto. Esperanza. Sueños. De eso trata al fin al cabo todo este universo del fútbol pero hace ahora un año precisamente en que a muchos nos costaba enfocar el alma en algo que no fuese la cruda realidad. Hace un año el Atleti era una broma. Una sombra distorsionada de una historia superlativa. Un ánima enclenque que se desangraba por las esquinas con indolencia y aburrimiento extremo. Cuando en esas circunstancias tan sumamente penosas apareció Simeone en rueda de prensa como nuevo entrenador del Atlético de Madrid, la esperanza estaba fundamentada sólo en el convencimiento absoluto de un entrenador y en la ilusión indomable de una afición que una vez se hizo famosa por no rendirse nunca. El sueño de creer en que a pesar de lo que marcaba la realidad, del pasado reciente, de “dueños” venenosos, de las caras de unos jugadores que saltaban con miedo al campo, de la insolencia de unos medios de comunicación que dejaron atrás el proverbial desprecio por el escudo con el oso y el madroño para pasar directamente a la diaria humillación, de alguna manera la esencia del histórico Atleti podría volver a brotar, no sé sabe bien cómo, de la mano del argentino. Y aquí estamos. Doce meses después en los que como una chaqueta reversible la situación se ha tornado al contrario. Resulta complicado pensar en que aquella eliminación de Copa frente al Albacete o aquella humillante derrota en casa contra el Betis son cosas que acontecieron hace apenas un año. Simeone, y creo que tiene todavía más mérito del que le damos, ha sido capaz de no sólo de devolvernos las ganas de ir al Vicente Calderon, de darnos dos sabrosos títulos europeos o de hacernos sentir orgullos mirando al histórico rival ahí abajo en la tabla sino que, mucho más importante, ha sido capaz de plantar los cimientos sólidos de algo que puede llegar a ser, otra vez, el Club Atlético de Madrid. El Cholo pedía estabilidad para el 2013 que se avecina y sinceramente, creo que es lo que más falta hace para que despertemos y resulte que todo ha sido verdad. 

El partido contra el Celta comenzó a horas intempestivas (lamentable) pero con igual actitud por parte de los madrileños. Incluso algo pasado de revoluciones, la tradicional verticalidad con la que los del Cholo enfocan los partidos se perfilaba muchas veces en exceso lo que impedía la creación en el centro del campo. Aún así el primer Atleti fue un vendaval que los gallegos, metidos en su área, intentaba contener como podían. Un acertadísimo Arda, otra vez, se transformaba en un puñal por la banda izquierda en la que el debutante Cisma iniciaba lo que sería a la postre un partido más que correcto. El Atleti debió haberse puesto por encima en el marcador en ese impetuoso arranque pero no fue así. La ocasión más clara vino con la enésima buena jugada del turco que tras pasar el balón por la frontal del área en combinación, éste acabe en la derecha por la que entraba Koke que ajusta demasiado el disparo y da en el poste. La igualdad en el marcador permitió pasados los minutos que los de celeste se asentaran es su planteamiento ultradefensivo (por mucho que su entrenador diga que no) y consiguieran realizar su principal cometido táctico al saltar al césped: anular a Falcao. La buena labor de la pareja de centrales y las ayudas defensivas de los mediocentros hacían que el colombiano tuviese que jugar muy alejado del área. El Atleti acusó el borrón en su idea de fútbol y nos fuimos al descanso con la sensación de que el Celta se había estirado y de que el Atleti se estaba apagando no sólo en su juego (que lo era) sino también en su intensidad. 

A todo esto tampoco ayudó demasiado el frío ambiente provocado por esa huelga de animar que decidieron hacer los miembros del Frente Atlético. Al parecer, es lo que me contaron, los miembros de la peña ultra estaban enfadados por una sanción interpuesta por el club tras sus lamentables insultos contra el Deportivo. De confirmarse esta versión aplaudo la decisión del club y no me duele en prendas reconocerlo. La deriva que había tomado el fondo no sólo era repugnante sino que superaba lo tolerable. El Calderón necesita al Frente, no nos engañemos, pero no a la versión hostil y desagradable de los últimos tiempos. Esa que basa la mayoría de sus cánticos en el insulto gratuito y soez al rival. A todos los rivales. Esa que se olvida del fútbol, lo que nos une a los colchoneros, para reivindicar ideas ajenas al deporte en las que los aficionados dudo que coincidamos. 

El segundo tiempo tuvo unos minutos muy parecidos a los del final de la primera parte pero a partir de la salida del Cebolla el Atleti tomó definitivamente las riendas del partido y metió al Celta en su campo a base de toque, anticipación, ganas y juego. Los gallegos eran incapaces de salir de allí y el gol rojiblanco amenazaba constantemente pero las ocasiones no eran claras y los minutos seguían pasando. La peligrosa duda se instalaba en la cabeza de todos cuando apareció el bueno de Adrián, por fin. Un jugador que no está teniendo una temporada ni mucho menos buena pero sobre el que Simeone nunca ha perdido la esperanza. Mérito y apuesta del argentino que ayer le devolvió el asturiano con una gran volea con la zurda en la frontal del área (tras pared fallida) que se coló por la escuadra rival. A partir del gol el partido de rompió un poco, provocado por la necesidad del Celta de irse arriba y de cierto desajuste táctico en el Atleti tras los cambios (no teníamos por ejemplo lateral izquierdo tras el cambio ofensivo del Cisma por Raúl García). Se vivieron algunos momentos de tensión que en realidad no llegaron a ser significativos salvo la jugada que expulsó a Miranda por doble amarilla. Contrataque gallego que el brasileño se ve obligado a cortar con la mano en la frontal del área. La falta era muy peligrosa pero el jugador del Celta encargado de llevar a su equipo a la gloria tuvo la mala suerte de resbalarse justo al ir a golpear. Fin del partido. 

40 puntos antes de terminar la primera vuelta son muchos puntos. Como para pensar en el liderato en otras ligas más igualadas. Un registro soberbio e histórico que nos da a los Atléticos la oportunidad de enfrentar el año que viene cargados de fuerza, esperanza e ilusión. De soñar, al fin y al cabo. John Lennon decía que un sueño que sueñas solo es solamente un sueño pero que un sueño que sueñas con alguien es una realidad. Sé que no estoy solo. Sé que nuestra realidad se llama hoy, por fin, Atlético de Madrid. Que tengan una feliz navidad.

Desigual hasta en la suerte

FC Barcelona 4 - At. Madrid 1 

El FC Barcelona recibe cada año, por el mero hecho de competir en la liga y quede en la posición que quede, 100 millones de euros más que el Atlético de Madrid. El centro del campo blaugrana es Xavi, Busquets e Iniesta y el madrileño Gabi, Mario y Koke. Cuando se lesiona Filipe Luis no es que no exista ningún lateral de garantías en el banquillo rojiblanco, es que directamente no hay ningún lateral más. En el Barça Cesc se recupera de una lesión mientras Diego Alves y Villa juegan a pares o nones en el banquillo. Si a los fríos números consecuencia del vil metal le sumamos el universal apoyo mediático y social más una política deportiva ejemplar que ha provocado que el vistoso estilo futbolístico del Barça sea reconocido en los cinco continentes y sea indisoluble con el ADN culé, seremos conscientes de que un Barça-Atleti, hoy por hoy, es un enfrentamiento deportivo terriblemente desigual. Podrá sonar a excusa pero no lo es. Podrá sonar a pataleta pero no lo es. Es la cruda realidad. Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que no era así pero ya no lo es. No existe. Por mucho que los medios de comunicación hablen de rivalidad histórica o clásicos del fútbol, la liga es una engendro asimétrico que tiene los días contados. Esto es otra cosa. En una competición dónde cualquier jugador que destaque en cualquier equipo acabará, indefectiblemente, en Barça, Madrid o fuera de España cualquier cosa que esté fuera de la dupla mediática no tiene razón de ser. Es como correr una carrera en la que todos van a pie menos dos que van en bicicleta. Terriblemente frustrante. 

Así que puede resultar irónico decirlo, sobre todo viendo lo contundente del resultado, pero el Atleti hizo en el Camp Nou un gran partido y personalmente creo que pudo hacer poco más. La primera media hora de hecho fue ejemplar. De escuela de fútbol contemporáneo. Simeone, gran entrenador y mejor analista del mundo del balompié, conocía perfectamente que la ecuación que optimiza los recursos propios y minimiza los del rival es esa que sitúa al equipo colchonero metido en 20m, fuera del área, con altas dosis de concentración y agresividad, olvidando la especulación con el balón y que arma salidas de cuatro y cinco jugadores en vertical cada vez que recupera. El Atleti lo hizo perfecto. Recordó por momentos a las noches estivales de Bucarest y Mónaco. Con un gran trabajo de Diego Costa y Koke además de la motivación extra de Falcao, el Atleti fue muy peligroso. Dio miedo. Maniató a un Barça que no se reconocía y que tenía a sus grandes puntales sin participar. Los colchoneros avisaron por dos veces con un remate del colombiano al palo y otro balón cruzado que se escapó por la parte izquierda de la portería. Uno se sentía orgulloso ya entonces de su equipo pero más todavía cuando un robo de Costa deja a Falcao encarando la portería para que con un recurso técnico al alcance de muy pocos pusiese de una medio vaselina de zurda el 0-1 en el marcador. Los Atléticos vimos que se podía ganar. El problema es que también lo vieron los azulgranas. 

La idea era mantener el mismo esquema. La misma tensión. Si los de Simeone era capaces de llegar así al descanso (faltaba 15 minutos) una gran parte del camino estaría hecho y las posibilidades de rematar el encuentro con una contra fatídica se multiplicarían. Pero entonces llegó la suerte. Justo al que menos la necesita. Una jugada intrascendente por la izquierda de Adriano acaba con el jugador culé cerrado en la diestra y recortado a su izquierda. Viendo que toda la delantera está marcada y los pases cortados, decide entonces lanzar un disparo lejano con la pierna izquierda. El balón entra por la escuadra y empata el partido. Hasta entonces el Atleti había estado al 110% de su capacidad mientras el Barça, por méritos de los madrileños seguramente, no había pasado del 50%. Aun así íbamos empatados. Entonces el Barça, que había visto la oscuridad, sacó el tarro de las esencias y el Atleti, que había visto la luz, se sintió cansado e impotente. Los catalanes ya no abandonaron el área rival en lo que quedaba de primera parte pero además tuvieron la suerte, otra vez, de un segundo gol tras melé caricaturesca en el área que Busquets acaba aprovechando. 1-2 al descanso. Injusto. Un Atleti vaciado que no podía hacer más frente a un Barça que a sus muchos recursos naturales y financieros había sumado el de la suerte. Psicológicamente desolador. Darlo todo y darlo bien para irte perdiendo al descanso. 

La segunda parte fue algo más parecido a lo “normal”. El Barça monopolizó el juego y el balón frente a un Atleti que ahora si era incapaz de salir con fluidez. El problema de ser un equipo potente, rocoso y peligroso como es este Atleti de 2012/2013 es que los rivales te toman como tal. Te respetan, te temen y no escatiman en recursos para ganarte. Eso es lo que le pasó al Barça. Vio que necesitaban ser ellos mismos en su mejor versión para ganar y lo hicieron. Para el Atleti era mucho más fácil ganar en el Camp Nou cuando éramos un equipo del montón que ahora siendo segundos en la liga pero prefiero mil veces esta tesitura a la otra. El Atleti ha perdido en el feudo blaugrana por pensar a lo grande pero yo lo veo como un peaje que tenemos que pagar si queremos recuperar nuestro lugar histórico en el fútbol. 

El Atleti no perdió nunca la cara al partido pero no volvió a inquietar y se vio incapaz frente a un Barça alegre, fluido y convencido de sus posibilidades. El partido finalizó definitivamente cuando Messi, hasta entonces inédito, decidió hacer su típica diagonal hasta la frontal del área para empalar a la base del poste. Los minutos postreros desde ese momento hasta el final del partido, incluido el segundo gol del crack argentino tras error absurdo de Godin, entran prácticamente en la categoría de anécdota. 

Creo que no se puede pedir más a quien lo da todo y este Atleti lo da todo. Algún cenizo apocalíptico olvida (o no quiere ver) que este Atleti está viajando muy por encima de sus posibilidades. Que gracias a su entrenador está regalando un rendimiento muy por encima no ya de lo esperado sino de sus posibilidades reales. Ahora estamos dolidos por perder y sobre todo por ser conscientes de que el sueño de volver a ganar la liga se diluye en el éter pero no deberíamos olvidar que este Atleti, con 9 títulos de liga en sus vitrinas, ha hecho este año el mejor arranque liguero de su historia. Me repugnan los supuestos analistas y supuestos atléticos que cuando el equipo gana ven cracks y genios por todos los sitios y cuando pierden son todos unos paquetes miserables. No me interesa ese discurso fácil y ventajista. Yo critiqué a Aguirre ganando y defiendo ahora a Simeone perdiendo porque creo en la coherencia y porque sabedor de la fuerte dosis de incertidumbre que tiene el fútbol uno pretende evitar la casualidad del momento para ceñirse al análisis del trabajo, del proyecto y del buen hacer, tratando de distinguir lo que es un riguroso plan y lo que es fortuito. Yo me siento orgulloso de este Atleti. Incluso hoy, perdiendo 4-1 en el Camp Nou.


Bandera

At. Madrid 3 - Getafe 0

Sumergidos en esa vorágine mediática de galácticos NBA y competiciones multimillonarias, a veces olvidamos que el fútbol surgió como un enfrentamiento de personas en un terreno de juego. Once contra once repartidos en dos equipos en el que quien metía más goles ganaba. Sin más historias. Sin especulación. Sin segundas lecturas. Ganar o morir. Esa, no lo olvidemos, fue la esencia del fútbol antes de que otro tipo de marcos regulatorios vinieran a enriquecer pero también a corromper el mundo del fútbol. La Copa del Rey, las competiciones del KO en general, recuperan esa esencia primitiva del todo o nada y por eso tienen ese punto emotivo y fascinante. Lo tienen de forma genética y por mucho que los actuales raptores de la competición quieran cargarse el torneo a base de horarios terroristas, desprecio constante y un sistema de competición francamente mejorable, lo cierto es que la Copa siempre acaba siendo la Copa. Y sigue fascinando. 

Simeone lo sabe. Y le gusta. Es ese tipo de entrenador de herencia italiana que se desenvuelve muy bien en competiciones de eliminación directa. Contra el Getafe además quedó claro que la decisión de jugar la eliminatoria anterior con el mal llamado equipo B no fue más que un recurso momentáneo y particular. Simeone va a por la Copa, como tiene que ser, así que decidió salir con todo. Con todo lo que podía porque Falcao se quedó en la grada y mediada la primera parte Adrián, que está gafado, tuvo que retirarse por lesión. Los primeros minutos intentaron ser para el conjunto colchonero esos primeros minutos de tanteo que se dan lo que llaman partidos de “180 minutos”. El problema es que el conjunto azulón no estaba para seguir las reglas de la tradición. Mucho más alegre y dinámico que los rojiblancos se fueron a por el balón y a por el partido con tanto criterio como escasez de resolución. El Atleti o no esperaba ese comportamiento rival o no supo atajarlo con la eficacia defensiva que acostumbra así que concedió un par de ocasiones tan claras como atípicas en el Calderón que por supuesto Courtois se encargó de desbaratar. A veces nos olvidamos, dado que la defensa este año nos tiene deslumbrados a todos, del gran portero que tenemos en la portería pero ahí está y es muy bueno. 

El partido se equilibro sin embargo enseguida y sin que el Atleti pudiese desplegar juego al menos si desactivo al rival para dejarlo todo reducido a una batalla en el centro del campo. Entonces llegó el error de Alexis entrando como un Hulk Hogan desubicado a un Diego Costa omnipresente que fue una auténtica pesadilla para los getafenses. El brasileño sigue creciendo y a su tradicional entrega constante se le suman poco a poco otras cualidades futbolísticas que también estaban ahí pero no salían tan de seguido. Costa convirtió el claro penalti y el partido cambió de signo. El Getafe ahora tenía otra vez el balón pero ya no sabía qué hacer con él frente a la roca colchonera. El Atleti cómodo con el marcador, presionando arriba y salía con verticalidad. La marca de la casa. 

El Getafe intentó en la segunda parte hacer lo mismo que al comienzo del partido pero ya no colaba. Los de la capital, mucho más intensos y sabedores de lo que tenían que hacer, no sólo no lo permitieron sino que volvieron a marcar un gol (Diego Costa, otra vez) que al árbitro anuló por un fuera de juego que personalmente no vi por ningún sitio. La batalla se intensificó pero el Getafe ya no golpeaba y el Atleti llegaba al área contraria con peligrosas cuchilladas. El partido se puso muy divertido. Mientras los de azul se estrellaban contra el bloque de Simeone, el Atleti aumentaba el nivel de intensidad hasta un punto que incluso desde fuera del estadio daba miedo. Cuando los colchoneros se ponen en ese modo da la sensación de poder arroyar a cualquiera que se ponga delante. Y lo hicieron. Asustó primero Diego Costa (otra vez) con una plástica chilena que salió al centro de la portería. La jugada vino, como no, de la enésima genialidad de Arda Turan. El turco fue ayer un jugador sobresaliente. Se le ve en el campo con una soltura y nivel de inspiración que uno, que se declara rendido admirador del otomano, se relame por lo que puede estar por llegar. Y ojo también a Koke sobre el que llevó avisando desde hace tiempo y que guarnecido en su discreción no para de crecer y de ser cada vez más importante para el equipo. Ya es el encargado de la mayoría de estrategias a balón parado y su proverbial último pase junto a la capacidad de combinación en los tres cuartos está siendo una de la mejores sorpresas de la temporada. 

El segundo gol llegó tras la enésima jugada del turco desde la izquierda que arma el disparo basculando a la derecha y empotra el balón en la base del poste. El rechace, con el portero rival en el suelo, cae en la bota de Filipe Luis que casi sin querer lo mete en la portería. Para entonces el Atleti era ya un vendaval que impedía el Getafe pasar del medio campo. El tercero apareció como no podía ser de otra forma. Robo en tres cuartos provocado por la asfixiante presión atlética, pase al hueco para Diego Costa (otra vez) y remate de primera a la red. 3-0. Eliminatoria prácticamente resuelta. 

Simeone se ha preocupado por gestionar de forma milimétrica y austera los recursos de que dispone, evitando gastar a las figuras del equipo en partidos que a priori pudieran ser de trámite. La eliminatoria contra el Getafe no lo era y por eso en el minuto 90 de partido y con tres goles de ventaja los jugadores seguían presionando como si fuese el primer minuto de partido. Ese es Simeone. Ese es el Atleti. La vuelta será más tranquila e incluso puede dar pie a reservar recursos gracias al trabajo realizado. La seriedad, solvencia y eficacia de este equipo es tan alta que asusta. Agarrémonos a ese espíritu y hagamos de él nuestra bandera. Firmo por ello.

Coaching

At. Madrid 6 - Deportivo de la Coruña 0

El Coaching es una técnica de enseñanza relativamente moderna que se utiliza en el entorno empresarial y en la que mediante diversos procesos interactivos se trata de inculcar valores y conceptos de forma que sea el propio sujeto quien descubra o entienda lo que está pasando. Uno de esos métodos consiste en que el profesor adopta un cierto rol real para ir orientando al sujeto por el camino que mejor funciona para él. Sólo. Sin carga docente. Viviéndolo en primera persona. Si fuese un marciano con un MBA que hubiese aterrizado en Madrid justo antes del Atleti-Deportivo pensaría que lo que pasó en el Calderón fue precisamente un generoso ejercicio de Coaching por parte de los gallegos. No lo soy. No lo fue. 

En el Atleti, que a pesar de lo que uno pudiera deducir por la venenosa prensa oficial está haciendo una campaña ejemplar, habían aparecido durante los últimos días ciertos fantasmas del pasado. Ciertos vicios escondidos y aparentemente extirpados. Ciertas dudas. Ciertos miedos. La plantilla era corta. Jugaba muy mal. Se había perdido la magia. Diego Costa era un delincuente sin rumbo. Falcao un bluf. Simeone un farsante y el Atleti una anomalía en lo alto de la tabla. Con esa tesitura comenzó el partido. Un Atleti nervioso y un Deportivo que se colocaba bien y tocaba el balón con criterio. El Atleti trataba de emular ese sistema fogoso de presión, basculación y desmarqué que lo ha llevado hasta dónde está pero cumpliendo todos los puntos del procedimiento…no salía. El Depor combinaba con comodidad y el Atleti corría por el campo sin rumbo aunque sin recibir peligro. Así, el equipo gallego, como buen Coacher, notó que a los madrileños les faltaba asentarse en su raíz. Creer en el corazón de su juego, esa intensidad en la presión que es el origen de todas las cosas. Así que limitaron la velocidad y decidieron no aportar agresividad al juego. De repente el Atleti se colocó bien. Y empezó a robar balones muy arriba. Y empezó a tocar el balón con verticalidad y criterio en los tres cuartos. Y empezó a llegar. Diego Costa, que a pesar de lo que uno pudiera deducir por la venenosa prensa oficial está haciendo una campaña muy buena, estaba peleado consigo mismo, perdido en esas guerras de guerrillas en las que ha entrado últimamente. El Depor, como buen Coacher, sabía que lo que Diego Costa necesitaba era sentirse futbolista. Nada más. Un tipo que lo da todo en el campo y que aporta tantas cosas diferentes a una plantilla que no tiene a nadie como él comete un error terminal centrándose en cosas accesorias que lo apartan del camino. Así que en un balón colgado al segundo palo el marcador gallego está lo suficientemente pegado para que parezca marcaje pero lo suficientemente descolocado para que el brasileño se esfuerce y gane la posición y la altura. Gol. 1-0. Diego Costa vuelve a ser futbolista y completa una gran primera parte. 

Falcao andaba taciturno. Preocupado. Un tipo que vive por y para el gol se siente perdido cuando pasan las fechas y no llegan los goles. Tampoco llegaban las ocasiones pero los goleadores no reparan en problemas sistémicos del equipo. No marcan y eso les duele. Así que el Coacher decidió primero darle la importancia que tiene y para ello plantó una defensa que estaba obsesionada en bloque con el colombiano desde el primer minuto. Después le ayudó a demostrar al 9 colchonero que su hermandad con el gol va mucho más allá de rematar a puerta. El Coacher ofreció la posibilidad de demostrar a su cliente que Falcao puede desbordad y definir en carrera, ser el más listo del área y provocar penaltis, convertir esos mismos penaltis, volear de forma violenta y precisa incluso desde la salida de un fuera de banda, rematar de cabeza con maestría cualquier cosa entre el césped y las nubes e incluso fabricarse su propia ocasión de gol si recibe el balón en el área con un metro de espacio. Falcao salió tan reforzado de la sesión que lejos de recuperar su estado anterior lo mejora y avanza de forma imparable en esa progresión que parece no tener límite. 

El partido casi fue lo de menos. Tras el gol de Costa llegó un gran desmarque de Falcao que un preciso pase de Koke, un jugador excelente al que se le da mucho menos protagonismo mediático del que verdaderamente tiene, deja encarando la portería al cafetero y fusilando por bajo. A partir de ese 2-0 el encuentro fue el canto poético de un equipo que se encontraba a si mismo en las mejores circunstancias contra un Deportivo de la Coruña constreñido en su propia tragedia y que presentaba preocupantes muestras de que ni ellos mismos creen en lo que están haciendo. La fiesta se concretó en un histórico recital del astro colombiano que no se cansó de meter goles de todas las facturas, hasta cinco, y de escuchar el afinado canto de una grada que lo quiere a rabiar y que lo erige como fiel y legítimo representante de este nuevo Atleti ambicioso, orgulloso, peleón, serio y temible pero también coherente y humilde. 

A punto de terminar la primera vuelta el Atleti sólo ha perdido dos partidos y ha concedido un empate. A pesar de lo que uno pudiera deducir por la venenosa prensa oficial ahí están los números (y las sensaciones) para demostrar que lo que está haciendo Simeone con una plantilla corta, justa y desequilibrada es estratosférico. Es el mejor arranque liguero del Atlético de Madrid en toda su historia y estamos hablando del tercer equipo de España con más ligas. En cualquier otra liga del mundo, es decir en cualquier liga justa, seríamos líderes indiscutibles. Lamentablemente no ocurre en está desproporcionada liga de las estrellas en la que todas esas estrellas tienen que estar en los dos únicos equipos que cuentan y si no le están, por una casualidad de la vida imperdonable, lo estarán. Esa supuesta liga donde el segundo equipo en la clasificación para los subjetivos notarios de la realidad es sin embargo el que los números dicen que se encuentra en tercera posición a 5 puntos del segundo. 

Uno prefiere en estas circunstancias ser un outsider, vivir al margen del tufo a oficialidad e ir al Calderón a emborracharse de adrenalina para después apagar radios y cerrar periódicos que prefieren hablar de las esquinas sucias de una casa, la mía, que este año, para variar, luce como los chorros de oro. Que os den a todos ustedes, cenizos de la palabra. Violadores de la emoción verdadera. Talibanes del vil mental. Terroristas de la verdad. No vengáis pidiendo ayuda el día que es ahoguéis en esa miserable y putrefacta cloaca de odio y excremento que estáis construyendo entre todos. Lo era antes, lo soy ahora y los seré el día que os tengáis que dedicar a eso para lo que no habéis estudiado. Del Atleti. Y no lo siento. ¿No lo entendéis? Me importa muy poco.