Muchas gracias a todos los que os habéis pasado por aquí durante todos estos años.

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¡Un abrazo!

Como tiene que ser

Real Jaén 0 - At. Madrid 3

Hubo un tiempo cercano en el que las primeras rondas de la Copa del Rey despertaban la misma ilusión entre la parroquia colchonera que la perspectiva de tener que ir al dentista. Nada que ganar. Todo que perder. La incómoda sensación no venía de serie con el espíritu del equipo como alguno podía pensar (y pensaba) sino que era el resultado de una sucesión de actuaciones lamentables que, en el mejor de los casos, salvaba la dignidad con más pena que gloria. Típico era ver un equipo aturdido, sin relleno y sin alma que se veía superado por un rival inferior en lo técnico y económico pero superior en motivación y orgullo. Nuestro Atleti se perdía en ese discurso ambiguo implantado por sus confundidos conductores que hablaba de hacer “buenos papeles”. Ese circunloquio cargado de tópicos que tratando de no mostrar el desprecio soberbio que muchas veces el mismo conductor tenía por su rival (y subrepticiamente por nuestro propio equipo), escupía una retahíla de obviedades que nadie creía y a nadie llegaban. Hoy todo ha cambiado de forma radical. Es completamente diferente. El equipo no desprecia a nadie pero tampoco deja que nadie lo desprecie. Sale a ganar con las mejores armas que tiene y lo hace en cualquier campo. En cualquier competición. Todo el mundo sabe dónde está y lo que tiene que hacer. Dónde está el éxito y dónde el fracaso. Sin ambigüedades. Como tiene que ser. 

Queda claro que Simeone no miente. No es su estilo. Ni siquiera de esa forma tan aparatosamente sutil que utilizaba nuestro anterior entrenador cuando empleaba medias verdades para no decir nada. Balbucear lo que el vulgo quiere oír para hacer luego lo que su miedo le dicta. El Cholo dijo que había que respetar la copa y es evidente que la respeta. La alineación que ha saltado a Jaén era bastante más potente de lo que muchos esperábamos pero más allá de nombres, su actitud en el campo no fue muy diferente que la de otras veces. A pesar de los pesares el equipo seguía junto, presionaba, aparentaba intensidad y no concedía ligerezas. Tan simple como observar un primer plano de cualquier jugador para ver que estaban dentro del partido. El problema es que enfrente no tenía un equipo de segunda B sino otro equipo de fútbol, crecido ante la oportunidad de hacer historia. Motivado, valiente, orgulloso y bien plantado. 22 jugadores enchufados que jugaban un partido bastante interesante. El Atleti intentando ese juego poderoso y vertical al que nos tiene últimamente acostumbrados y un Jaén con buen manejo del balón que trataba de salvar esa muralla física que plantan los madrileños cada tres o cuatro días. Koke tuvo en su cabeza el 1-0 con un remate franco dentro del área pero más allá de ello las fuerzas estaban parejas y aunque los colchoneros dominaban las imprecisiones de un hiperactivo Diego Costa y la falta de calidad de la siguiente línea, provocada probablemente por el gran trabajo de los andaluces, hacían que no llegasen las ocasiones. 

Pero llegando la primera hora se produce una buena jugada del Atleti por la derecha que acaba en remate a bocajarro del Diego Costa a pocos metros de la línea de gol. El balón no coge portería y da en la mano de Dani Torres para salir despejado. El penalty parece claro. La tarjeta roja, con el reglamento en la mano, también, pero uno se pregunta por qué los colegiados, tan dados a interpretar como les de la gana el reglamente en tantas otras ocasiones, no pueden evitar destrozar un partido como este. Fue así. Diego Costa marcó el penalty y el Atleti jugó a placer a partir de entonces. En los últimos quince minutos hasta el final del primer tiempo el Jaén apenas tocó el balón y casi parece un milagro que el marcador no se moviese. 

Aunque no todo fue coser y cantar tras el descanso. El Jaén, sabedor de su abismal desventaja, se cargo de intensidad y saco a relucir su lado más aguerrido complicando así la vida de un Atleti que se sentía muy incómodo teniendo que llevar la iniciativa del partido a través del balón. Los madrileños no bajaron la seriedad ni el rigor en ningún momento (¡gracias Simeone!) pero por un momento se veían limitados en su juego, hasta el punto de dar alas o los andaluces que terminaron por irse arriba. El Cholo vio el panorama y trató de estirar el equipo metiendo a Adrián y la apuesta le salió perfecta. El asturiano recibió un buen balón en la derecha, tiró una diagonal perfecta a toda velocidad para encarar la portería y con un magistral gesto técnico poner el segundo en el marcador. Gran gol que seguramente venga estupendamente bien a esa recuperación que todos deseamos para el delantero colchonero. El partido volvió a tomar los derroteros lógicos. Control absoluto y un orgulloso Jaén tratando de no perder la cara en ningún momento. Simeone dio entrada a Saúl y a Oliver Torres (tras inquietante lesión del Cebolla después de una criminal entrada de su marcador) y los canteranos no desentonaron. Especialmente Óliver que en el poco tiempo que tuvo se le vio dinámico y con ganas. Un desdoblamiento suyo a la derecha de primer toque dejó habilitado el carril de Silvio para que colgara un balón al área que Raúl García, viniendo otra vez muy bien desde atrás, cabeceó a la red haciendo el definitivo 0-3 en el tiempo de descuento. 

Eliminatoria resuelta que deja un desolador partido de vuelta que será tremendamente difícil de jugar y de ver. Las sorpresas coperas parece que también se han acabado con el nuevo entrenador. Tal y como soñábamos muchos de nosotros hoy el Atlético de Madrid es un equipo sólido, serio, respetable y respetado. Ganando y perdiendo. Como tiene que ser.

Va en serio

At. Madrid 3 - Osasuna 1

Existen bastantes gurús de la información deportiva que están convencidos de que el fútbol es eso que pasa entre semana, entre los partidos que se disputan los domingos. Esos cantos de cisne afónico sobre la magia de determinado muchacho portugués de comportamiento disfuncional, leyendas mentirosas sobre los de siempre, tertulias que siempre sacan una nueva definición para la memez y otras situaciones parecidas. El Atleti de Simeone ha decidido que este año sea para nosotros, los colchoneros, todo lo contrario. los jugadores salen al campo, ganan, y cuando acaba el partido recogen las medias, repliegan el discurso y se ponen a pensar en el partido siguiente. Mientras que otros años el Aguirre del turno justificaba empates y derrotas enmarcadas con cuña de palo en un presunto objetivo menor que todo lo aceptaba, mientras el Manzano de turno filosofaba sobre sistemas imposibles que no se creía ni él ni nadie o aleccionaba a los vulgares aficionados sobre fútbol, álgebra, sociología o evanistería húngara, el Cholo Simeone no promete más que intensidad y estudio concienzudo del rival para el partido siguiente. Mientras los periodistas de garrafón se tiran de los pelos porque el argentino no deja titulares que puedan alegrar las mañanas de la afición madridista, ya saben que es el único cliente final, los mismos son incapaces de cesar en su empeño de intentar que el actual entrenador del Atleti defina un hipotético tope a las aspiraciones colchoneras tan útil y riguroso como el cerebro sulfatado del autor de la inocente pregunta. Estimados notarios de la realidad. De la suya. El Atleti sale, gana y piensa en el partido siguiente. No le den más vueltas. 

La noche se quedaba fría y el Calderón no terminaba de tener un entrada coherente con su desempeño en liga. Curiosa esa falta de aforo que observo esta temporada. El mundo al revés. El Atleti saltaba al campo con Emre, Raúl García y Cebolla en la línea de tres cuartos en un nuevo giro de tuerca en la política de rotaciones del Cholo y el resultado, sin resultar plenamente fallido, tampoco me pareció un éxito. La parsimonia y lentitud de Gabi hacía que el capitán permaneciera inédito en la creación. Para eso bastaba un buen plantado centro del campo pamplonica. Emre no conseguía enlazar y Raúl García desaparecía en su banda. Tan solo un Cebolla tremendamente intenso y batallador conseguía intentar unir el centro del campo con la delantera a base de eufóricas arrancadas por la banda. Con un Osasuna bien plantado el Atleti se limitada a controlar el partido, que lo hacía bien, pero acabando la mayoría de avances en patadones. Aun así aparecieron dos claras ocasiones en los primeros minutos, especialmente un remate de Raúl García a bocajarro que paró el guardameta rival. 

Tapada la verticalidad, sin imaginación en el centro del campo y ninguna creatividad en la zona ancha el Atleti tuvo que abrir el marcador tirando de otro de esos méritos de Simeone: el balón parado. Saque de Gabi desde la izquierda que Miranda peina con la cabeza y mete en la red. El gol aupó la moral de una afición bastante aletargada hasta entonces y llevó al equipo en volandas hasta el segundo gol que llegó tras gran jugada por la izquierda de Luis Felipe que cuelga un buen balón al área. Osasuna despeja tan mal que el balón acaba en los pies de Raúl García dentro del área. El navarro aprovecha el regalo para marcar un segundo gol que decidió no celebrar. El tradicional paso atrás madrileño trajo consigo un cierto estado de relajamiento que el equipo rojillo aprovechó antes de llegar al descanso para primero asustar con un remate de cabeza muy flojo pero franco y después para que Lamah enganche un buen balón al borde del área y recorte distancias. 

El partido empezó feo en la segunda parte, con los mismos parámetros de la primera parte pero con un Osasuna algo más ambicioso y mucho más solvente con el trato del balón. Tal es así que durante mucho tiempo los navarros se fueron haciendo con el control del juego y del partido para sin disponer de ocasiones verdaderamente claras colocar la incertidumbre y el miedo en la grada. La sensación era de que si no se marcaba un gol relativamente pronto el partido entraría en una fase de nervios e imprecisión pero los goles, y lo que es peor las ocasiones, no llegaban. Simeone metió a Adrián en el campo y sin que el asturiano completase, otra vez, un gran partido si aportó algo más de credibilidad. El gol de la tranquilidad llegó mediada la segunda parte con una buena jugada desde la derecha, un gran pase de Juanfran al área y un remate con el pie soberbio del de siempre: el tigre Falcao. 

Con el 3-1 ya en el marcador el Atleti fue ya un vendabal y Osasuna un muñeco indefenso sobre el que estaban abusando. Tiago salió para suplir a un Cebolla que merecidamente abandonó el campo entre aplausos de una grada que cada vez lo quiere más. Podrían haber caído muchos más goles hasta cerrar un resultado de escándalo pero no hubiese sido justo para Osasuna. 

Los partidos pasan y el Atleti sigue ganando. Jugando bien y jugando mal. En casa y fuera. Con dinámicas positivas en el campo y con días espesos. Con titulares y con reservas. Con frío o con calor. En España o en Europa. Esto, señores, va en serio.

Desapacible

At. Madrid 2 - Académica de Coimbra 1

Salía del estadio, con el paraguas en la mano y la humedad de la noche metida hasta el esternón, con una sensación melancólica y extraña. El Atleti había ganado pero el partido había sido soporífero. Cierto que la “unidad B”, como estúpidamente algunos tratan de intelectualizar el discurso robando conceptos de sus compañeros del baloncesto, había conseguido una nueva victoria pero en mí se me había instalado la sensación de que algunos miembros de esa unidad (Asenjo, Pulido, Silvio, Cata,...) no están para la grandes citas. La melancolía, no obstante, venía de antes. Gracias a que la presencia de público en el Calderón fue ridícula, apenas pasaba de un cuarto de estadio, las conexiones en los teléfonos funcionaban medianamente bien y se podía consultar twitter. Algo que no es habitual en la grada y que estando el partido como estaba era muy de agradecer. Comprobar que la mayoría de los periodistas que comentaban el partido (por no decir todos) no estaban en el campo no me resultó un dato verdaderamente alentador. Por mucho que me quieran convencer de lo contrario las cosas se ven distintas en vivo. Esta percepción viene refrendada por el contraste entre lo que yo leía en twitter, escrito desde el calor del hogar, y lo que escuchaba a mi alrededor en la grada. Cada vez está más denostada la figura del aficionado al fútbol que se sienta en la grada. La figura en la que yo me reconozco. Insultada y agredida por los poderes fácticos que han decido que la forma de vender el maná es a través de la televisión, despreciada por unos dirigentes que piensan que al fútbol hay que ir a sufrir e ignorada por un periodismo de salón y cocktail que prefiere ver la repetición a escuchar el ambiente. El fútbol se muere y los cronistas lo contaran desde la distancia. 

Del partido poco que decir. Una “briosa” sin brío y con mucho miedo que ofreció campo y balón al rival desde antes del pitido inicial y que nunca se creyó que pudiera hacer algo en el coliseo rojiblanco. Enfrente un equipo asimétrico y espeso que dominando el partido de cabo a rabo no fue capaz de transmitir absolutamente nada. La primera parte fue un auténtico suplicio para el espectador con diez jugadores vestidos de negro alrededor de su área y diez jugadores vestidos de rojiblanco pasándose el balón con pereza, sin gracia, mordiente, ideas o intensidad. No recuerdo una sola ocasión de peligro más allá de un pase inicial desde la derecha que se paseo solitario por la portería portuguesa. No recuerdo nada más en realidad. 

La segunda parte, ya con una lluvia constante desde la grada, fue algo mejor para el espectador, gracias sobre todo al punto de intensidad que los jugadores se inyectaron en la caseta. Al poco de empezar, y ya con ánimo renovados, Diego Costa recoge con una volea un balón pasado al segundo palo y consigue meterlo en la red. Todos, dentro y fuera del campo tuvimos la sensación entonces de que el partido había concluido. El equipo de Coimbra trató de salir de su zona de confort, con más pereza que ganas, y se estiró tímidamente hacia áreas contrarias pero el esfuerzo fue tan estéril como inútil. El Atleti controlaba bien el partido con esa ensalada de mediocentros que poblaba en centro del campo (Tiago, Gabí, Koke y Emre) y los lusos apenas inquietaban. La entrada del Cebolla arranco los primeros, y merecidos, cánticos que dedicados a su persona suelta el Calderón y el uruguayo correspondió con una carrera de las suyas que, como el pasado domingo, acabó en falta al borde del área. El nuevo turco de la plantilla, Emre, utilizó la oportunidad para hacer el segundo gol y para demostrar al mundo la técnica tan depurada y soberbia que aglutina en sus botas. Con un toque elegante y sutil puso el balón en la escuadra de un metal rival que prefirió no aplaudir para no herir sensibilidades. 

Con el partido resuelto llegaron los comentarios “inteligentes” de mis compañeros de grada. Conclusiones del tipo: “a ver si nos dan los 18 kilos y te vas a la puta mierda ya, Adrián” o cosas similares con el mismo nivel de profundidad y calidad literaria. Conviene decir que eso lo decía además un tipo que pensaba que Koke era el Cebolla y no se dio cuenta del error hasta que lo cambiaron. Un tipo que cuando definitivamente salió el charrúa, y ante el comentario de su compañero “éste chico es bueno”, su respuesta fue: “si, si que lucha”. Los comentarios con criterio venían desde twitter pero la ironía me hacía pensar que el que se estaba mojando era el otro. Ese es el tipo de cosas que se instalan en mi cabeza y que me hacen tirar de sarcasmo cuando luego me topo con tanto iluminado que va repartiendo carnets de “colchonerismo". Peor fue todavía el recital anacrónico, xenófobo y ofensivo que nos ofrecieron los chicos del Frente. Un grupo que con cada vez menos talento e ironía (característica de la peña en otros tiempos) se dedican últimamente, y casi con exclusividad, a insultar al equipo rival atendiendo a cosas que nada tienen que ver con el fútbol. 

Para completar la noche el Cata Díaz decidió demostrar también al público que su suplencia hoy por hoy no es desde luego casual y culminó un partido de trámite, pero cargado de inseguridades en su juego, con una despiste notable que dejaba a un jugador del Académica completamente solo dentro del área para que de cabeza pusiese el 2-1 en el marcador. Con el gol llegó también la emoción en los que estaban “disfrutando” el partido en sus casas y el tímido acojone entre mis compañeros de grada y un servidor. Pero no, la sangre no llegó al río. No sé si por mérito o demérito del rival más que por otra cosa. 

Tres de tres. Nueve puntos y primeros de la clasificación estando el tercero a 8 puntos. Parece que la clasificación está en el bote y que el primer puesto se disputará en esas tierras checas dónde nació la cerveza pilsener. Disculpen mi evidente ironía, mi falta de emoción y ese punto de resquemor que me sale hoy. Debe ser lo desapacible del partido y que la lluvia todavía no se ha secado. Desapacible, si. Esa es la palabra.


Académica de Coimbra: La Briosa


Hace tiempo, andaba paseando la vista entre las infinitas emisoras absurdas que saturan el espacio televisivo cuando mi consciente reparó en un partido de fútbol de la liga portuguesa que por allí estaban emitiendo. El causante de que mi estado de letargo cerebral llegara en ese momento a su fin no fue un gol espectacular ni una jugada brillante porque, de hecho, el partido no había comenzado. Lo que llamó mi atención fue ver unos jugadores vestidos de riguroso negro que hacían un pasillo a otro jugador vestido del mismo color y al que de forma ordenada pateaban en el trasero durante su camino de ingreso al terreno de juego. Aquellos señores eran la plantilla de la Académica de Coimbra y en ese mismo momento reparé que detrás de ese escudo que portaban en sus camisetas, en forma de diamante y en el que se adivinaba una torre, debía existir una historia interesante. 

Coimbra es una ciudad portuguesa de interior, situada casi de forma equidistante entre Oporto y Lisboa, que aparte de ser cuna de varios reyes lusos es fundamentalmente la sede de la que durante muchos años fue la única universidad de Portugal y a su vez una de la más antiguas del mundo: la universidad de Coimbra. El 3 de Noviembre de 1887, un periodo en el que la monarquía portuguesa escribía sus últimos capítulos, un grupo de estudiantes de la universidad reunidos en el Colegio del Santo Apostol decidió fusionar dos asociaciones deportivas fundadas anteriormente en el entorno universitario (el Clube Atlético de Coimbra en 1861 y el Academia Dramática en 1837) para crear la Asociación Académica de Coimbra (AAC). Con el nacimiento de la asociación, de carácter polideportivo, nace también su sección futbolística (Secçao de Futebol) que hace que el Académica de Coimbra sea considerado uno de los equipos más antiguos de Portugal. Sin embargo el fútbol era entonces un deporte muy minoritario y la actividad de la sección se circunscribía básicamente al propio entorno universitario. Tal es así, que no jugarán su primer partido hasta 1912 (frente al Gimnasio Club de Coimbra) ya con el país luso convertido en una república desde dos años antes. En aquel primer partido inusualmente se vistieron las casacas blancas y pantalones negros que antecedieron al riguroso negro en camiseta y pantalón que acompañará al equipo posteriormente y hasta nuestros días. Una equipación que rinde homenaje a los trajes negros que habitualmente utilizaban para asistir a clase los estudiantes de la universidad de aquella primera época. 

Pocos meses después, el Académica de Coimbra entrará a formar parte de las competiciones oficiales que van surgiendo primero en la región y luego en el país. Así en 1938 se juega la primera edición de la copa de Portugal y el Académica no sólo está incluido entre los participantes sino que resulta vencedor. Hasta el año pasado ese fue el mayor éxito de la entidad en toda su historia. Una historia que pocos años después lo situará siempre en un segundo plano por detrás de los equipos de la capital y el emergente Oporto. Es sólo a finales de los 60 cuando alcanza su cénit consiguiendo un par de finales de copa y un subcampeonato de liga. 

Pero el Académica durante todo ese tiempo se convirtió en un equipo distinto, genuino y peculiar, de tradiciones severas, muy anclado en la vida universitaria y con unos códigos de honor que enseguida fueron desapareciendo del resto de equipos de fútbol. Su peculiaridad y carácter universitario hacia que ganara un gran número de adeptos repartidos por todo el país fundamentalmente entre los estudiantes que pasaban por Coimbra. La comunión entre equipo, universidad y ciudad era total. Hasta bien entrado el siglo XX sus componentes tenían que ser obligatoriamente estudiantes de la universidad y por supuesto se mantenía impermeable a los cantos de sirena del profesionalismo. Otra de las genuinas tradiciones del equipo, que se conserva hasta la actualidad, es el paseíllo al que hacía mención al inicio: el llamado Canelao. Todo jugador que se viste por primera vez la casaca negra debe pasar a través de un pasillo formado por sus compañeros que, uno a uno, irá pateando su trasero a modo de empujón. La tradición está basada en las novatadas que los estudiantes de la universidad aplicaban a los recién llegados. El espíritu y lema del equipo anteponía siempre el honor y los ideales académicos por encima de los resultados deportivos y eso provocó no sólo el carácter tan particular de la institución sino un estilo de fútbol creativo y vistoso que fue muy apreciado por los aficionados al fútbol. Esa forma tan particular de desenvolverse en el terreno que tenían los jugadores, da origen al apodo con el que se conoce a la institución coloquialmente: la Briosa. 

El 25 de Abril de 1974 se produce la Revolución de los Claveles que pone fin a la dictadura de Salazar y que transforma Portugal definitivamente en una república de derecho. Esa fecha, que hoy se celebra en todo el país luso con fervor, representa sin embargo un punto de inflexión en la historia del Académica hasta el punto de que algunos seguidores lo consideran su fin. Ya durante los últimos años de la década de los 60 el buen hacer del equipo puso a la institución en la ruta de los grandes equipos pero precisamente para mantener la competitividad tuvo que hacer ciertas concesiones al profesionalismo que no se entendieron en buena parte de los aficionados, que denunciarán a partir de entonces la práctica de usar “profesionales ocultos” (estudiantes que no lo eran y que cobraban por jugar). Este caldo de cultivo se va fraguando durante los años previos a la revolución en los que también se producen las primeras revueltas contra el régimen que tienen su foco precisamente en la universidad. El cambio político tiene finalmente un efecto fulminante en la AAC cuya dirección es tomada por la izquierda radical revolucionaria y siendo una de sus primeras acciones la extinción de la sección del fútbol bajo el pretexto del “vergonzoso” proceso de profesionalización que estaba sufriendo y su desvío de los principios del amateurismo que regían en la institución. Los miembros del equipo, tras recuperarse del estado de shock, deciden enseguida crear una nueva institución al margen, El Clube Académico de Coimbra (CAC), reclamando para sí el espacio administrativo dejado por su antecesor en la primera división. 

El nuevo CAC, desvinculado ya totalmente de la universidad, pretende seguir conservando las tradiciones de antaño pero rápidamente se ve convertida en una institución profesional al uso, lo que provoca una falta de identidad en la institución que se ha arrastrado hasta nuestros días. Los resultados del equipo son además bastante mediocres a partir de ese momento (prácticamente se convierte en un equipo ascensor) lo que provoca un descenso notable en el número de aficionados y en la empatía que es capaz de provocar en el mundo del fútbol y sobre todo en la propia ciudad. En Coimbra se va a dar cada vez más el triste fenómeno de que los aficionados al Académica lo son antes de uno de los grandes (Oporto, Benfica o Sporting), algo que no era mayoritario en años anteriores. Por si la situación no fuese ya de por si negativa, a partir de entonces el club va a arrastrar periódicamente constantes problemas financieros generados por el descenso de socios y el abandono de la universidad. 

A partir de los años 80 surge una corriente que trata de reconciliar a la institución con su historia y para ello se pone la primera piedra con la firma en 1984 de un acuerdo entre el club y la AAC para que nuevamente vuelvan a estar vinculados equipo y universidad. Aun así, para evitar problemas internos en la asociación y sobre todo dado el carácter ya totalmente profesional del club de fútbol, se decide que éste sea un organismo totalmente autónomo de la asociación estudiantil. De ahí que el actual nombre sea: Associaçao Académica Coimbra - Organismo Autónomo de Futebol (AAC – OAF). Pero la situación no ha sido muy brillante tampoco a partir de entonces sucediéndose descensos y ascensos de categoría y manteniéndose patente esa lucha interna entre profesionalismo y tradición que nunca se terminó de resolver. Puede que el título de copa obtenido el año pasado frente al Sporting de Portugal (y que es lo que les da permiso para jugar este año la Europa League ya que en liga terminaron en un pobre décimo tercer puesto) suponga un nuevo punto de inflexión para una institución distinta e histórica. Hoy hablamos de un equipo que hace décadas desde que ganó por última vez un partido en competiciones europeas. 

Cabe destacar que la AAC tiene también hoy una sección de fútbol completamente amateur, compuesta exclusivamente por estudiantes o antiguos estudiantes y que juega en las categorías inferiores de Portugal. Hay una parte de aficionados al fútbol que reclaman para esta sección la herencia del histórico Académica de Coimbra previo a 1974.

Partido a partido

Real Sociedad 0 - At. Madrid 1

Existe algún engreído, de esos que se calzan la camisola de periodista y piensa que con eso es suficiente, que desprecia ese mantra que ha instalado Simeone en el Atleti del ir partido a partido. Lo ridiculiza asimilándolo a un latiguillo absurdo y trata insistentemente que alguien el club responda a la manida pregunta de cuál es el techo de este equipo. La pregunta es una estupidez (supina) entre otras cosas porque hacer de adivino no sólo es absurdo sino que no vale para nada, pero es que el drama periodístico es todavía más lamentable cuando el llamado profesional no entiende lo que le están diciendo. Señor periodista, los que hablaban de objetivos, de techos, de lo que era un éxito y lo que no, eran otros entrenadores. Eran esos con los que usted se llevaba tan bien, que buscaban “entrar en Europa” y que en partidos como hoy hubieran montado el autobús en nuestra portería conservando un punto que entenderían como “bueno” en nuestro “objetivo”. Simeone no es ese entrenador. Entérese. Contenga su pena y trate de analizar la situación. Simeone se pone como objetivo ganar el partido siguiente que es lo mismo que decir: que la realidad me ponga en mi sitio. Que me ganen, que sean mejores que yo porque sino son mejores, gano yo. 

Mala primera parte. La peor de lo que va de liga. Bajo la lluvia de Anoeta salió un equipo con la inercia defensiva que lleva en la presente temporada pero muy alejado del balón y del fútbol. La Real Sociedad salió mucho más enchufada y ya en el primer minuto hizo que Courtois tuviese que estirarse para evitar el primer gol tras un lanzamiento desde fuera de Griezmann. El Atleti trataba de plantar ese equipo estrecho y compacto que tan incómodo es para los rivales pero los donositarras estuvieron mucho más listos. Tras el intercambio de golpes del primer cuarto de hora el equipo txuri urdin se hizo con el balón y fue el único equipo sobre el terreno que trató de ganar el partido. Doblegando la primera línea de presión con facilidad y con la inoperancia de un centro del campo colchonero que no se encontraba en el campo. 

Si bien Mario Suárez se ha convertido en un jugador muy solvente, su acompañante en el doble pivote está empezando a ser un problema. Gabi no está. Los demás tampoco. Nunca ha sido un jugador especialmente rápido pero en las últimas jornadas está empezando a ser un problema. Fogoso y luchador como siempre pero llegando tarde en defensa y absolutamente inoperante en la creación. Perdido. Si además vemos las pocas ayudas que el centro del campo tuvo de Adrián y Raúl García desparecidos y Koke que fue desapareciendo también según avanzaba el cronómetro, entendemos la mala primera parte del equipo. El Atleti acabó achicando agua y pidiendo la hora con una Real Sociedad totalmente volcada en ataque, que llegó a reclamar un penalti por mano en el último minuto que parece bastante claro en la repetición. El fantasma de la ausencia de Arda Turán planeaba por el estadio mientras los jugadores marchaban al vestuario. 

Pero la segunda parte fue otra cosa. Con los mismos protagonistas pero un par de puntos más de intensidad el Atleti consiguió los recursos suficientes como para no sólo igualar la contienda sino para superar al rival. Sin demasiada evidencia, bien es verdad, pero la presión adelantada y ese punto adicional de ganas consiguió que el balón se robase mucho antes y mucho más arriba, dando algo de claridad al equipo. Aun así el partido no fue fácil, fundamentalmente y a estas alturas por el buen hacer del equipo vasco que planteó un partido muy agresivo pero sin renunciar al balón. Me ha gustado la Real Sociedad. El partido se abrió con los cambios, fundamental la entrada del Cebolla, pero también se convirtió en un encuentro de ida y vuelta con muchas llegadas pero pocas ocasiones claras. A destacar un remate primero de Koke y posteriormente de Falcao que el colombiano desperdicia de forma rara en él. Por el lado contrario una falta muy mal resuelta en banda derecha por el Atleti que sirve de excusa para que los donostiarras montasen una contrataque de libro que incomprensiblemente desperdició C. Vela.

Faltaba lo mejor. Con un Atleti volcado en la búsqueda de los tres puntos el Cebolla coge en el minuto 90 un balón en tres cuartos y se marcha en vertical hacia el área. Su defensor lo agarra repetidamente pero el uruguayo no se cae hasta que no lo derriban al borde del área. Falcao hasta hoy no era un lanzador de faltas pero eso da igual. Este tipo tiene tanta fe y tanta ambición que agarró al balón como si no hubiese mañana y echó al resto de jugadores fuera de la zona. Lanza por encima de la barrera y golazo. Lo del colombiano es tan exagerado que no merece decir nada que mañana se quede pequeño. No hubo tiempo para más. Gol y tres puntos. 

Si, en el último minuto. Si, hoy probablemente no se merecía la victoria. Si, lo que quieran pero ahí está el equipo. Con todo ello, que es mucho, para mí lo más importante, con lo que me quedo, es que con un empate valioso en campo contrario que te mantenía en la misma posición y mantenía la distancia con los rivales el equipo se fue a ganar el partido sin especular y jugándose la derrota. Eso es tener mentalidad ganadora. Eso es tener ambición. Eso es creérselo. Eso es el Atleti que a mí me gusta. Es más, eso es el Atleti.

Anónimo interlocutor

Hace unos cuantos años, aprovechando la cercanía y la distancia que ofrece esto de la red de redes, alguien me llamó “gilista”. Me lo han vuelto a llamar un montón de veces después, en muy diferentes contextos y por muy diferentes motivos, pero nunca me ha llegado a afectar como aquella primera vez. Mi interlocutor lanzaba el epíteto con toda la carga negativa que puede tener, y que tenía, pero más que el impacto de un supuesto insulto arrojado con rabia, me dolió el hecho de que aquel tipo me situase exactamente en el lado contrario del que yo moralmente me encontraba. Que entendiese exactamente lo contrario de lo que yo quería decir. Con el tiempo aprendí a no tomar en consideración esas voces, cada vez más frecuentes, que tienden a etiquetar y categorizar todas las opciones del mundo exclusivamente en torno a dos ideas aparentemente antagónicas, la suya y la del resto, pero hoy no he podido evitar acordarme de aquello. El Atlético de Madrid es un concepto bastante más difícil de abarcar de lo que muchos pretenden y que, como cualquier idea relacionada con los sentimientos o que es compartida por un importante número de individuos, tendrá diferentes caras e interpretaciones dependiendo de la perspectiva.

El anónimo interlocutor me llamó aquel día “gilista” como consecuencia de mis críticas a la labor del entrenador de entonces. Desdeñando todas mis teorías sobre la escasez de valentía, la falta de discurso, la falta de concepto, la incoherencia con la realidad histórica del club, la tergiversación del concepto “objetivo” y demás batallas que yo achacaba al entrenador de entonces, mi interlocutor argumentaba que todo aquello era básicamente irrelevante. El fútbol era un efecto secundario de la “gran realidad” y aquel entrenador era simplemente una “víctima” inocente, que no culpable, de todo lo que yo estaba diciendo (y que por otro lado tampoco entraba a valorar). El “verdadero” y “único” culpable de todo estaba más arriba y se llamaba Gil. Yo trataba demostrar que mi opinión sobre la gerencia y propiedad de mi equipo era clara y rotunda pero que eso no tenía nada que ver con querer que mi equipo ganase, jugase lo mejor posible o con entender que aquel entrenador no sólo lo estaba haciendo rematadamente mal sino que estaba deteriorando el ya cuestionado y muy tocado espíritu colchonero. Intentaba separar las cosas. Entender un punto de vista que en esencia compartía pero separando los elementos de la ecuación en parcelas de responsabilidad que aunque coordinadas y entrelazadas eran distintas. Intentaba por todos los medios matizar la diferencia entre culpabilidad y responsabilidad y trataba de subrayar una realidad más compleja que la que él me ofrecía y en la que existían diferentes tipos de aficionado con diferentes puntos de vista y diferentes relaciones para con el Atlético de Madrid. Fue imposible. En un momento de flaqueza argumenté también que esa forma de actuar, tan sumamente binaria e intolerante, lo que hacía era crear barreras dónde no las había. Entonces fue cuando me llamó “gilista”.

Hoy, años después, me levanto por la mañana con mi equipo en lo más alto de la tabla empatado a puntos con el Barça y sin perder un solo partido en lo que va de liga. No sólo eso. Hoy, a diferencia de entonces, vemos un equipo valiente, respetado por los rivales, orgulloso, humilde, con un concepto definido, un objetivo claro y un discurso realista, atrevido e ilusiónante pero sobre todo coherente con su afición y su historia. ¿Qué ha ocurrido? Si uno trata de buscar las diferencias entre esta maquinaria de precisión y la broma macabra que inició la temporada pasada (que no dejaba de ser una extensión natural de las diferentes bromas macabras que se habían sucedido durante años) verá que todo es exactamente igual a excepción de una cosa: el Cholo Simeone. El entrenador. Hoy parece que nadie discute que sea el argentino la piedra filosofal en la que se fundamente todo este nuevo ciclo, pero no parece descabellado pensar que en este mismo contexto pueda aparecer (y aparecerá) otro anónimo interlocutor que por la misma razón y en los mismos términos que aquel otro, decida argumentar que el éxito del “nuevo” Atleti tiene un “único” y “verdadero” culpable. El mismo y por las mismas razones que antes. ¿Por qué ahora debería ser diferente?

Servidor tenía entonces una opinión sobre la propiedad y trayectoria gerencial de mi club tan clara y formada como la que puedo tener hoy. No ha cambiado un ápice porque no ha ocurrido nada que me haga tener que cambiarla, pero a diferencia de mi beligerante interlocutor no he tenido que cambiar el discurso con los resultados de mi equipo. Pienso que el concurso de ciertos entrenadores fue nefasto para mi equipo igual que ahora creo que Simeone, independientemente de los resultados, ha devuelto al Atlético de Madrid señas de identidad y valores que yo pensaba que se habían extinguido por completo del imaginario colectivo. Creo que la selección de Simeone por parte de la directiva (como en su día la de otros nombres de los que prefiero no acordarme) responde más que a aspectos deportivos a razones egoístas, fortuitas, coyunturales, de búsqueda del beneficio económico o de comodidad para controlar a prensa y afición, pero eso, afortunadamente, es independiente de que Simeone sea un crack.

Seamos sensatos. Aprendamos la lección. Centremos el mensaje y el discurso. El Americano Robert Lee Frost decía que a la pista de tenis se va a jugar al tenis y no a ver si las líneas son rectas. Seamos coherentes con nuestros sentimientos. Veamos el tenis y fijémonos en las líneas sólo cuando la pelota salga fuera. Juzguemos al ladrón por robar en lugar de por poner la música alta. Alegrémonos de la alegría y lloremos las penas con la misma intensidad sin dejar de criticar con vehemencia, en cualquier caso, los atropellos y las atrocidades. Somos el Atlético de Madrid. Aunque no lo ponga en ningún sitio.

Escuchando el Himno

At. Madrid 2 - Málaga 1

Nadie dijo que fuese fácil. Viendo los fríos números que se desprenden una aséptica tabla clasificatoria puede dar la sensación de que todos los participantes son iguales pero no lo son. El Barça no es lo mismo que el Atleti de la misma forma que el Atleti no es lo mismo que el Levante. No lo tienen igual de fácil. Es tangible y evidente. Por eso durante años he reclamado para mi equipo un discurso coherente con lo que era y quería ser pero eso, por supuesto, pasaba por no apoltronarse en estadios que no le correspondían. El negativo influjo de una dirección oscurantista y mentirosa unido al concurso de entrenadores marioneta, mediocres y confusos, hacía que la institución se sintiese cómoda en escenarios débiles y acomodaticios en los que no encajaba. Los advenedizos del nuevo estatus se columpiaban en la bandera de la simpleza y argumentaban que Madrid y Barça estaban en otra galaxia que no nos correspondía. Podrían tener su parte de razón pero obviaban que la vida, gracias a Dios, es una suerte de paleta multicolor de muchos matices. No sólo existen dos galaxias y si aquel mundo estratosférico quedaba lejos, mucho más lejos debería de quedar el espacio del miedo y la mediocridad en el que al parecer teníamos que echar raíces. No señores, no. El espacio del Atleti es este que tienen delante de sus narices. Peleando cada partido. Muriendo en el césped. Jugando. Ganando. Perdiendo sólo cuando el rival es mejor que tú. Disputando la cabeza con los poderosos a la espera de que un ligero traspiés en la maquinaria galáctica permita e todo el colchonerismo meterse hasta el tuétano. El lugar del Atleti es el del orgullo, la emoción y el poderío de saberse único. Como bien dice el propio himno: peleando como el mejor. Ni más, ni menos. 

Venía uno de aburrirse viendo en un bar los ecos de esa guerra de los mundos en la que han convertido el archicansino Barça-Madrid cuando se topó con un Vicente Calderón vestido de rojo y blanco. No estaba lleno (¿Cuánto hace que no se llena el estadio?) pero el ambiente era fabuloso. Lo fue todavía más cuando comenzó el partido con ese plus, marca de la casa, con el que el equipo sale en los partidos importantes desde que está Simeone en el banquillo. Un Atleti mandón y arrollador que se hacía con la pelota y el dominio sin dejar que el rival ni siquiera apareciese. Sobre el campo aparecía la novedad de Emre, la enésima apuesta de un cholo que cada partido consigue incorporar un nuevo jugador a la lista de jugadores disponibles para el equipo titular. El turco aceptó la apuesta y la ganó. Cómodo en un centro del campo minado con Gabi y sobre todo un Mario Suárez que cada día que pasa es mejor jugador, el turco demostró a la grada que es un jugador todavía muy aprovechable. Sumidos en la euforia Mario roba un balón cerca del área, con gran gesto técnico lleva el balón a la izquierda, Emre mete un balón cruzado al área con maestría y por allí aparece el de siempre, Falcao, para poner el 1-0. Partidazo. El mejor Atleti frente a un Málaga que no existía. 

El gol hizo sin embargo que los madrileños cambiasen de marcha y adoptasen esa formación alternativa en la que el equipo espera en el centro del campo y desactiva al rival sin balón. A estas alturas de liga la fórmula podrá ser discutible pero es la de Simeone y le ha funcionado. Los andaluces se quedaron con el balón, pero más por despecho del rival que por convicción propia. Un equipo malagueño que resultó decepcionante en el Calderón. Bien plantado, correoso, junto y difícil de doblegar pero que renunció a su personalidad desde el primer minuto. Mal Pellegrini que completó su mala actuación con una rueda de prensa post partido indigna de uno de los mejores entrenadores de la liga. Pero el Málaga es un gran equipo que ha demostrado saber jugar al fútbol así que en su mejor jugada del partido, un buen contrataque vertical que pilla al Atleti descolocado, llevó el balón a la banda izquierda para que, imitando el gol de los colchoneros poco antes, Santa Cruz rematase de cabeza en boca de gol e hiciese el empate terminando el primer tiempo. 

La segunda parte siguió por los mismos derroteros con un Málaga cómodo en su papel reservón y un Atleti sobre excitado e impreciso. A todo ello colaboró la nefasta actuación de Pérez Lasa. Si querer buscar conspiraciones en la sombra resulta inquietante ver como el colegiado trató por todos los medios de desestabilizar el juego colchonero. Constantes paros de juego, infinitas faltas en ataque a Falcao cada vez que saltaba, demasiadas faltas en contra al borde del área de Courtois. Preocupante. Simeone trató de dar continuidad al juego metiendo a Raúl García y al Cebolla pero no era posible. El Málaga se cerraba con criterio esperando la contra y el Atleti no era capaz de perforar la primera línea rival de contención. 

Pero el Atleti de Simeone es muy emocional y dónde no lleva la táctica llega el corazón. Según se acercaba el final se veía a un once colchonero inyectado en sangre y con la única idea en la cabeza de ganar. En ocasiones dejando hueco atrás, haciéndose vulnerable y sin recurrir al especulativo argumento de que el empate nos dejaba en la misma posición de privilegio en la que estábamos antes del partido. Pero no. Este equipo tiene una idea clara y la tienen todos y cada uno de sus miembros. Así a base de empuje, casta, pundonor y todas esas cosas que son tan del gusto del aficionado pero que no valen de nada si no están acompañadas de criterio y fútbol, el equipo fue metiendo a un decepcionante Málaga en su área. Y ocurrió lo que tenía que ocurrir. Una melé en el área pequeña, una ensalada de piernas movidas por la emoción y gol. El estadio, que para entonces era una olla a presión, soltó la válvula de seguridad y se desató la euforia. El banquillo celebraba el gol con más intensidad que mis compañeros de grada en una comunión con el escudo y la historia que asusta a propios y extraños. 

Seguimos arriba. Los periodistas se sienten cada vez más incómodos con que el “simpático” Atleti esté en esas posiciones que “no le corresponde” y no saben qué hacer. Reír o llorar. Si patético resultó escuchar la pataleta de Pellegrini más patético resultó escuchar los “análisis” de esos periodistas de trinchera crecidos en el odio y espectáculo circense. Aunque resulte desagradable ver toda esa cohorte de mamporreros del régimen retorcerse de picor y aunque sé que soy consciente que la campaña de acoso y derribo no ha hecho más que comenzar, esa es precisamente la mejor prueba de que las cosas se están haciendo bien. ¿Hay ruido fuera? Bien, me dispongo a cerrar las ventanas que tengo mucho trabajo por hacer.

La teoría del ascensor

At. Madrid 1 - Viktoria Plzen 0

Hay varios experimentos que circulan por Youtube en los que se puede observar. Un tipo anónimo entra en un ascensor en el que ya existe un grupo de personas, todas ellas mirando hacia la puerta, e indefectiblemente, en la inmensa mayoría de los casos, el tipo anónimo se coloca también mirando a la puerta. Así actuamos los humanos. Cualquiera de ustedes que siga esta humilde bitácora conocerá mi reticencia a eso que genéricamente se denomina rotaciones. No creo en ello y entiendo que jugadores de elite bien preparados no deberían necesitar jugar la mitad de los partidos que teóricamente deben disputar pero soy consciente de que estoy en franca minoría. Aun así, creo entender el objetivo de Simeone y quiero asumir que está más relacionado con ese concepto de equipo que tan buenos resultados nos está dando que con otra cosa. La idea de implicar a todo el grupo y hacerlo partícipe de una misma empresa. El equipo. Pero en ocasiones hacer esto es complicado y apelo a la teoría del ascensor para explicarme. Si el Cholo mete a Kader en el once titular del Atleti, ese que nos ha situado en la segunda posición de la liga sin perder un solo partido, lo peor que puede pasar es que Kader no destaque en el aspecto positivo pero es raro que destaque en el negativo. Entra en una dinámica clara y sólida. Es un tipo que entra en un ascensor con todo el mundo mirando a la puerta. El problema es cuando entra en un ascensor en el que cada uno de los que están dentro mira a un sitio diferente o mirando todos en la misma dirección, no están seguros de ellos y al menor contratiempo surgen las dudas. Para mí, eso es lo que ha pasado en el partido contra el Viktoria. Eso es también lo que ha pasado tantas veces en los últimos años. ¿Por qué ese jugador se salía en el Mallorca o en el Osasuna y aquí es tan malo? Pues porque en Mallorca y Osasuna formaba parte de una engranaje bien armado y aquí estaba en un artefacto sin definir. Porque allí entraba en un ascensor en el que todos miraban a la puerta y aquí no. Afortunadamente las cosas ahora son de otra manera. 

El Atleti saltó al campo sin un solo titular indiscutible, en un estadio semi vacío y frente a un rival ultra-desconocido que no tenía nada que perder. Mal escenario para realizar una buena faena. Tampoco ayudó, en mi opinión, ese 4-4-2 que el Cholo se sacó de la manga. Un sistema caduco que resta dinamismo y penaliza la versatilidad de los jugadores. Tras unos primeros minutos de tanteo y sucedáneo de furia el partido tomó los derroteros del sopor. El Atleti plano, lento y espeso. El Viktoria incapaz y demasiado preocupado por ocupar los espacios. Los casi-titulares (Adrián, Cebolla o Gabi) se perdían en batallas personales que no iban a ningún sitio mientras el resto no eran capaces de encontrar referencias sólidas. No sabían a dónde tenían que mirar dentro del ascensor. Sopor. Nada más que añadir a una primera parte que borraré de mi memoria en cuanto acabe de escribir esto. 

Tenía muchas ganas de ver a Emre, un jugador que hace diez años me parecía un crack y que me tenía confundido al no contar con minutos en este Atleti. Ayer vi la razón. Sobresaliente en técnica, renqueante tácticamente y muy flojo en lo físico. Su despliegue técnico se desarrollaba en zona franca y donde no ocurre nada. A la hora de entrar en terreno hostil aparecían las carencias. Tiene personalidad y hechuras de jugador importante pero me genera dudas en un partido de máxima exigencia física y táctica. Ahora entiendo mejor a Simeone. La sorpresa vino donde menos lo esperaba. En un Pulido al que ve muy sobrio y seguro. Bien es verdad que el rival era de poca exigencia pero eso no es culpa del jugador.

La segunda parte fue diferente simplemente con cambiar el esquema al clásico 4-2-3-1 con Koke en la media punta y Adrián volcado a la banda. Sin alardes y sin que se viese nada verdaderamente notable, el equipo se hizo con el balón y la amenaza se sentía constante. Los cambios posteriores no modificaron demasiado el escenario y aunque la sensación era de que el gol podía llegar en cualquier momento lo que la grada notaba era en realidad el paso de los minutos. Según se acercaba el final Raúl García dispuso de un par de ocasiones para haber definido el partido pero el navarro, otra vez llegando muy bien desde atrás, falló en el remate en ambas ocasiones. Con el tiempo concluido los aficionados en la grada sentíamos la humedad del Manzanares y el mal gusto de un empate con el que no contábamos. Fue entonces cuando apareció el Cebolla. Recogió el balón a 40 metros de la portería, levanto la cabeza y envió un misil que se coló por el lado izquierdo del portero checo. Golazo del uruguayo que provocó el delirio de jugadores, cuerpo técnico y afición, que da tres golosos puntos, que espanta fantasmas, que evita cenizos y que en cierto modo ponía justicia a lo acontecido en el partido. 

6 de 6 en la Europa League y jugando con el equipo B. Además, el resultado deja claro que el Atleti de Simeone tiene flor. Esa suerte que viene cuando hace falta y que caracteriza a los equipos grandes. El entrenador del Viktoria decía en la previa que todos sabían que equipo se clasificaría primero de su grupo y que sus legítimas aspiraciones se centraban en la segunda plaza. En este nuevo Atleti ha cambiado hasta el discurso de unos rivales que ahora si nos respetan. Qué nadie toque nada, por favor.

Viktoria Plzen: En el centro de la historia

En unas horas nos visita en el Calderón el Viktoria Plzen, un equipo desconocido y oscuro de esos que se esconden en la inmensidad de las competiciones europeas y del que poco sabemos más allá de situar su origen en la recóndita República Checa. Los más académicos sabrán que Plzen es una ciudad localizada en la Bohemia occidental y que es la cuarta ciudad del país en importancia. Los más tecnólogos serán también conscientes de que es la ciudad natal de Emil Skoda, creador del impero Skoda, y donde se asienta la principal factoría de una de las empresas de ingeniería y tecnología más importantes del país y de Europa. Sin embargo el nombre que activará la conexión del recuerdo en la mayoría de las personas, seamos francos, será la acepción castellana de la ciudad, Pilsen, y más concretamente el nombre de Pilsner o Pilsener con el que se conoce al tipo de cerveza más famoso del mundo que allí se comenzó a fabricar. 

Pero el Viktoria, equipo del que han salido futbolistas como Nedved o Petr Cech, no es un recién llegado al mundo del balompié y sus orígenes se remontan al propio nacimiento del fútbol checo, allá por los inicios del siglo XX, en los aledaños del parque Strunc, el mismo lugar en el que hoy se asienta el estadio del equipo. Como en tantos otros sitios de Europa los jóvenes de la zona, atraídos por el nuevo deporte, se dedicaban entonces a improvisar partidos informales en las instalaciones de entrenamiento que el ejército tenía por allí. El furor por el fútbol estaba sin embargo extendido por toda la ciudad y fue en otras zonas donde se registraron formalmente los primeros clubes de fútbol. Muchos de los vecinos del barrio, atraídos por la posibilidad de jugar partidos “de verdad”, emigraron hacia esos clubes vecinos como el SK Smichov o sobre todo el más popular de entonces, el FC Union, con lo que surgió de forma casi obligada la necesidad de crear un club propio en la zona que aglutinase afición y practicantes. Ese es el origen del Viktoria Plzen. En 1911 un funcionario de los ferrocarriles estatales es quién presenta oficialmente la inscripción formal del nuevo club para poco tiempo después disputar su primer partido....

Gotas y rocas

RCD Español 0 - At. Madrid 1

Creo que fue Ovidio el que dijo que la gota excava la roca no por su fuerza sino por su constancia. Debe ser esa la idea en la que está inspirado el Atleti 2012/2013. Mientras algunos nos lamentábamos por los tradicionales devaneos en los despachos colchoneros y otros sacaban a relucir el pesimismo protector con el que mucho rojiblanco se cubren el optimismo de forma preventiba en las últimas temporadas, el Cholo Simeone se empeñaba en formar un equipo denso, claro y homogéneo que gota a gota fuese capaz de horadar cualquier roca. Y en eso está. Y como nadie lo pare es capaz de perforar hasta un escudo de carborundo. A base de mentalidad, físico, generosidad, entrega y talento, el argentino está montando una verdadera roca. Un equipo al que si le das un metro te coge dos pero que luego no tiene ningún problema en ponerse a sudar y a sufrir para salvar lo ganado. Un equipo para sentirse orgulloso. Un equipo, por qué no, para soñar. 

En otros tiempos una alineación con Diego Costa, Raúl García y Koke en la delantera sacaría lo peor de ese espíritu crítico tan acusado que se ha ido generando en los corazones colchoneros durante los últimos años, pero en la era Simeone las cosas no son así. Es más, a veces pienso que hasta la alineación es lo de menos. El Cholo ha demostrado ser de esos entrenadores que trabajan los partidos hasta el milímetro. Estudia al rival y arma el partido buscando hacer daño por el sitio adecuado. Al contrario que tanto y tanto entrenador mediocre que ha precedido ese puesto, el argentino no modifica su sistema por miedo al rival sino que busca la forma de ganar conociendo los puntos flojos del equipo que estará al otro lado. Creo que la diferencia es evidente. El Atleti salió con un poderío arrollador dejando claro al rival desde el primer minuto que quería ganar. Lo peor que le podía pasar a los periquitos estando donde están. Acuciados por los resultados y superados por los colchoneros la primera parte fue una agonía para el equipo catalán y por ende madrileña de principio a fin. A falta de ocasiones claras, el partido era sin duda del cuadro colchonero que dominaba todas las facetas del juego. Tempo, rítmo, balón, equilibrio, centro del campo,... La sensación era que el gol llegaría en la primera ocasión que tuvieran y así fue. Pase desde el lateral de Juanfran que remataba Raúl García llegando desde atrás en esa posición de tres cuartos que ahora todo el mundo dice que es la suya. 

A partir de ahí los periquitos se estiraron un poco más dejándose ver en el partido pero el Atleti, my bien colocado, no permitía las licencias. Más que el empate lo que pudo llegar antes de el descanso fue el segundo gol si el bueno de Raúl García primero y Koke después hubiesen acertado sendas voleas desde el área rival que se fueron por encima del larguero. 

Pero la segunda parte fue otra cosa. Primero porque el Español tiró de orgullo y pelea para equilibrar el partido en el aspecto anímico y físico y segundo porque el Atleti volvió a dar ese pasito atrás que viene siendo marca de la casa cuando se pone encima en el marcador. Algo que no entiendo ni entenderé en general pero todavía menos en partidos como el de hoy, donde la superioridad había sido abrumadora y donde la posesión y el control había evitado cualquier ocasión del rival. Pero Simeone tiene crédito y su trabajo precede su criterio así que a lo mejor no tiene sentido cambiar. Hoy también le salió bien ya que lo cierto es que el dominio blanquiazul fue exclusivamente territorial y apenas tuvo ocasiones. En cuanto pareció que el Atleti perdía el norte sacó a Gabi para contener el centro del campo y vuelta a empezar. Personalmente hubiese preferido dejar a Koke y quitar a Raúl García o a Tiago pero de nuevo hay que rendirse a los hechos y rendirse a la evidencia. 

El único pero verdadero contratiempo es la lesión del turco Arda que pone un punto negativo ante tanta euforia desatada. La trayectoria de Turan deja claro que es un jugador con tendencia a las lesiones musculares pero no por ello deja de asustar cuando ocurren. Espero que sea algo leve. Creo que no me equivoco ni mucha gente estará en desacuerdo al decir que es uno de los jugadores más importantes de esta plantilla. El puesto de Turan lo ocupó un rápido Cebolla, más que otras veces, que tuvo dos de las ocasiones más claras de la segunda parte cuando en sendos contrataques y en velocidad se plantó delante del portero (algo escorado las dos veces) para marrar las dos ocasiones. La tercera gran ocasión fue en las postrimerías del partido con Adrián, que había sustituido a Diego Costa, y que sólo en el área pequeña no acierta a rematar con claridad tras recorte en un palmo marca de la casa. El Español se limitó durante todo ese tiempo básicamente a colgar balones. Triste panorama el que le espera al equipo barcelonés. 

Enésima victoria seguida de los de Simeone que nos aupa a lo más alto de la tabla. A dos puntos del todopoderoso Barça y por delante del todopoderoso Real Madrid. Placentera sensación esa de mirar la tabla y que prácticamente había olvidado. Con todo ello lo mejor, para mí, es la sensación de equipo que se ve sobre el campo. Un equipo al que le cambian los jugadores, los rivales y los estadios pero todo sigue igual. Una gota. Una roca. O como dice el Cholo Simeone: un equipo.