Mente sucia
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Liga 2011/12
At. Madrid 1 - FC Barcelona 2
El fútbol es ese espectáculo tan fascinante en el que tener diez veces más presupuesto que tu rival y los mejores jugadores del mundo no son suficiente para garantizar la victoria en una parcela de terreno en la que juegan once contra once. Si el fútbol se quedara ahí, en el terreno, la frase anterior no vendría cargada de cínica ironía. Desgraciadamente la cosa no se queda ahí. En el mismo terreno, correteando entre los 22 futbolistas aparece el único nexo de conexión que queda todavía entre el juego puro y duro y el subjetivo poder mediático. El señor colegiado. Ese ser humano, dicen, que con la excusa de estar en el césped para repartir justicia deportiva, en realidad se dedica a compensar los defectos que la suerte, el pundonor, un buen planteamiento o que la rabia puedan provocar en el terreno de juego. Otro tipo de justicia dirán algunos. Los árbitros no están para hacer justicia, como concepto puro (es evidente que no lo hacen), sino para llevar las cosas por dónde tienen que ir. Según el dogma de fe que se ha implantado. Para que los gordos sigan engordando. Para que los estúpidos sigan supurando estupidez. Para ganar todavía más dinero. Para que el circo del fútbol siga girando. Para que el cacique pueda esconder sus mierdas debajo de la alfombra sin que nadie se entere. Para que el señorito mate impunemente animales en vía de extinción. Para que la pelea de los ricos por ver quién la tiene más gorda no se marche de madre. Para hacer de antipartículas de Robin Hood o Curro Jiménez y robar al pobre para dárselo al rico. El sistema fluye solo pero a veces es necesario reconducir algún indeseado afluente que pretende salirse de la corriente.
Decir que el Atlético de Madrid (o el Rayo) han perdido por el árbitro podría parecer exagerado. Podría serlo. Lo es, de hecho. Siempre lo es cuando no hablamos de Real Madrid o Barça. Nunca lo es al contrario, lo diga el súper vitaminado director de MARCA o ese director de AS que pergeña fría táctica empresarial tras su disfraz de simpático corderito. Nadie lo va a decir en cualquier caso porque el Atlético de Madrid (o el Rayo Vallecano) no existen. Son esas entelequias impersonales e inanimadas que juegan contra Madrid o Barça. No pierde el Rayo, gana el Madrid. No pierde el Atleti, gana el Barça. Es así. ¿Un millón de aficionados? Bah, ¿qué es eso comparado con la suculenta megalomanía galáctica? La actuación arbitral no se juzga con ojos de seres objetivos porque eso sería prostituir el sistema. Se mira de forma relativa, en función de su eterno rival. ¿Pepe expulsado? También debería estar Alves. Compensado. ¿Penalti de Sergio Ramos? Por el de Busquets. Compensado. La prensa del sistema (la única) necesita su propia mierda para poder subsistir así que todo se recicla en un círculo obsceno y nauseabundo. Bazofia que apesta. Que ustedes se coman su mierda queridos ideólogos de regional. Madrid, Barça, sus aficionados lobotomizados, MARCA, As, COPE, SER, Onda Cero,… que ustedes se bañen hasta el hartazgo en ese putrefacto lodazal de mierda que entre todos están fabricando. Yo, como aficionado al fútbol que soy, seguiré viviendo en el otro lado.
Fútbol. Con un estadio lleno, ese ambiente que pocos estadios como el Calderón son capaces de imponer y la ilusión del nuevo Atleti apareció la primera duda respecto al Cholo. No lo tengo claro y ni siquiera a posteriori con la cabeza fría tengo claras las cosas pero el planteamiento de la primera parte colchonera me genera dudas. Bien plantado en los primeros minutos (defensa fuera del área y primera línea de presión a 20 metros) según avanzaba el partido el escenario recordaba sospechosamente a tiempos pasados. Adiós al balón y todos a rezar por recoger un pelotazo. Malo. No sé cuánto de esto es culpa del Barça y su sistema pluscuamperfecto o cuánto tiene de cierta cobardía atlética. No sé cuánto hay de atino del Barça y cuánto de la ausencia de calidad en el centro del campo atlético (ay Diego, cómo se te echa de menos). El caso es que el Barça practicaba su habitual monólogo y el Atleti repartía patadas. La línea entre agresividad y juego sucio es muy fina y no siempre está clara. Hasta el partido del Barça el Atleti era agresivo. Contra los catalanes, en la primera parte, fue directamente juego sucio. Robando en tu campo, perdiendo la pelota y regalándola para correr detrás del rival, me temo que no hay muchas opciones de ganar al Barça. Messi asustó primero llevándose el balón con la mano para marcar gol ilegal. Varios minutos después, ya sin utilizar la mano, hizo de nuevo una de esas jugadas que lo hacen ser el mejor jugador del mundo. Como un trazado de tiralíneas o un juego de Pin-ball, el balón acabó en los pies de Alves para que el brasileño lo empujase a la red. Entre medias, en dos contrataques a la desesperada, Falcao volvía a sembrar las dudas del respetable definiendo mal de cara al gol.
Uno a estas alturas ha visto ya muchos Atleti-Barça y algunos de ellos hasta se han ganado. Lo que no ha visto nunca es ganarle al Barça sin quitarle el balón en su campo. Es tan evidente que no sé como los entrenadores siguen insistiendo en opciones defensivas basadas en vivir alicatado en tu área. Nunca funcionan. Salvó aquel Inter de la suerte y el árbitro, nunca he visto a nadie que le saliera bien. Requiere mucho gasto físico, si. Es arriesgado, si. Pero es la única forma y estamos hablando de ganar el partido, ¿no? Así que por alguna razón (¡ay Cholo!) el Atleti se fue a por el Barça en la segunda parte y vimos otro partido. Más divertido, con más ocasiones, con menos patadas y más emoción. Irónicamente el mejor en esta fase fue el Atlético. Sólo la mala suerte (otra vez), la incomprensible ingenuidad de nuestra defensa colocando la barrera (otra vez) y el señor colegiado (otra vez) impidieron que el Atleti ganara el partido. Falcao empató la contienda al poco de empezar la segunda parte (excelente pase de Gabi a la derecha, cambio de balón al segundo palo y remate de delantero del colombiano) pero ya se habían visto las credenciales del nuevo Atleti. Presión arriba, robo en campo contrario y verticalidad. Así si. Así se vio la mejor versión de un Atleti que llegó veces suficientes como para ganar el partido y se vio la peor versión de un Barça al que le costaba mantener la pelota y su ritmo pausado.
Entonces llegó la jugada de Alves. Clave, más por lo que se deduce que por lo que fue. En clave de pura lógica las combinaciones que se pueden dar en una jugada así son: es falta y el árbitro lo ve: Roja. Es falta y el árbitro no lo ve: Nada. No es falta y el árbitro lo ve: Nada (o amarilla para el del Atleti). No es falta y el árbitro no lo ve: Nada. No existen más combinaciones. Lo que ocurre, tarjeta amarilla para Alves, sólo se explica cómo que el árbitro lo ve y no se atreve a expulsarlo. Una agresión sin balón no puede ser amarilla. O no es nada o es roja. Eso no es un error arbitral. Es un robo que sienta precedente. Es el estilo con el que el árbitro juzga TODO lo que pasa en el campo. En función de los protagonistas, el marcador y la camiseta que lleven en ese momento.
Y luego la picardía de Messi (o estupidez del Atleti). Nunca sabremos si pidieron barrera o no. Es gol y punto. Lo tengo tan claro como que en otro partido, con otros protagonistas, si un equipo mete un gol mientras el árbitro está colocando la barrera (la hubiesen o no pedido) el tiro se repite. Clarísimo. Aquí no. Claro. Estamos hablando del Barça y la posibilidad de ganar el partido. Quien dice el Barça dice el Madrid.
Pero incluso así se pudo empatar. Falcao, Juanfran y hasta un poderoso tiro de Gabi acabando el partido. En los tres casos lo impidió ese portero que el ínclito de Maradona dice, tras el último cambio de medicación, que es muy malo. Pero ojo, en el minuto 90 el árbitro, casualmente, tampoco vio una clarísima mano de Busquets. O si lo vio pero pensó que si lo pitaba lo mismo estaría viendo su nombre por toda la prensa catalana durante toda la semana y pensó que era mejor así. Que su asquerosa forma de repartir justicia se quedase en la intimidad del Calderón y la retina de los mamporreros del sistema que dicen llamarse periodistas pero no lo son.
En cualquier caso no me hagan caso. Sean felices. Sigan la luz. Disfruten de Matrix. No sean como yo un seguidor clásico del Atleti. Estudien la versión oficial y remen en la dirección correcta. Yo soy un ácrata que tiene la mente sucia.
The Pippettes – Dirty Mind