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EL PRINCIPIO DE UNA GRAN AMISTAD...O NO (At Madrid - R. Santander)

Decía Charles Dickens que un hombre nunca sabe de lo que es capaz hasta que lo intenta. El atleti, sumido en esa crisis cinematográfica de las que tanto gustan a la prensa deportiva patria y con la necesidad angustiosa de una victoria en campo propio, decidió intentar ganarle al Racing de Santander… y ganó. Parece una estupidez de Perogrullo pero lamentablemente no todos los partidos salimos a ganar como primera opción. La inmensa mayoría de partidos de la temporada pasada y lo que va de esta éramos la caricatura de un equipo de fútbol que como primera opción salía al césped a especular con las opciones y a moverse en función de las circunstancias, de la diosa fortuna y lo que es peor, del equipo contrario. Contra el Racing de Santander las especulaciones sobre el terreno de juego parece que por fin estaban íntimamente ligadas con las posibilidades de futuro del actual inquilino del banquillo colchonero y curiosamente el escenario fue algo distinto. Curioso es evidentemente una forma eufemística de decir lamentable.

El atleti ganó al Racing de Santander básicamente porque es mejor equipo, porque el talento existe, porque el talento no sólo es algo en general bueno sino una característica que te hacer ser mejor y además es algo que cuando el corsé pseudo-táctico alivia ligeramente la tensión es algo muy difícil de esconder. También tuvo que ver mucho el que tengamos la suerte de tener a un jugador como Agüero que lejos de atender a estúpidos debates sobre el sexo de los ángeles, o lo que es lo mismo sobre la creación del fútbol desde las bandas y la inutilidad en el fútbol del centro del campo (¡madre del amor hermoso!), se dedica a intentar meter la pelota en la portería contraria.

El resultado no obstante es tremendamente engañoso puesto que sólo después de la justa (a la par que ridícula) expulsión del muchacho del Racing fuimos capaces de ver a un equipo de fútbol formado por jugadores que hasta disfrutan jugando a este deporte. Sólo después de la expulsión fuimos capaces de perdonar con aplausos los errores de nuestros jugadores porque sólo entonces venían precedidos de varios intentos valientes de hacer las cosas bien.

La primera parte no estuvo muy alejada de la espesura habitual y del encorsetamiento característico de nuestro equipo durante la anterior temporada aunque como otras muchas veces logramos ponernos por delante en los primeros minutos de partido. Sin embargo esta vez, a diferencia de otras veces, fuimos capaces de mantenernos en pie dando la cara por una sencilla razón: queríamos ganar el partido. Era una sensación extraña, sobre todo para los jugadores, por lo absurdamente novedoso del hecho y tanto es así que no todos los jugadores podían creer que en el descanso no fueran recriminados por su entrenador por querer jugar al fútbol. Es normal que un jugador se quede en shock si después de 42 jornadas de liga descubre que se puede intentar meter otro gol cuando vas 1-0 en el marcador. Este impacto emocional provocó momentos que rayaban lo patético como cuando con el 1-0 luciendo en el marcador nuestro portero Leo Franco, ese extraño tipo al que parece que se la suda todo lo que ocurra dentro y fuera del campo, dejaba la pelota muerta a sus pies mirando a lontananza y perdiendo tiempo sin pudor como otras tantas veces. De hecho como todas las veces con Aguirre, para no seguir usando figuras retóricas de difícil comprensión. Afortunadamente unos ligeros pitos de la grada lo despertaron del sopor y viendo la mirada cómplice de algunos de sus compañeros decidió seguir jugando al fútbol. Esta anécdota probablemente no pasaría de anécdota en otras circunstancias pero en este atlético que tontea continuamente con la mediocridad y que encima pretende presumir de ello, es todo un dato significativo. Lanzar el balón a campo contrario en ese momento significaba por fin poner de manifiesto que teníamos que ganar este partido a base de jugar al menos mejor que el contrario y no a base de perder tiempo, romper el ritmo, empequeñecerse y especular, que es lo que normalmente hacemos. Esta vez no. Esta vez por fin ganamos metiendo goles y no dejando de meterlos así que está vez ganó el fútbol.

Al menos un poquito porque si bien no fue un partido espectacular ni tan siquiera jugamos bien en la mayor parte de las fases del juego, al menos vimos una actitud distinta, vimos que Perea es un gran defensa si se dedica a hacer exclusivamente lo que tiene que hacer, que Raúl García es un proyecto de futbolista muy interesante (aunque sería más interesante con otro centrocampistas de características diferentes a las suyas), que Reyes tiene una zurda prodigiosa y muchas ganas de agradar al respetable, que Forlán es más rápido de lo que parece y que da mucho miedo al contrario sobre todo cuando le das un balón,… Razones para soñar, sin duda, pero hemos ya empezado a soñar tantas veces que necesitamos algo más del material ese del que están hechos los sueños para poder seguir haciendolo.

Veremos que ocurre a partir de ahora. Si Aguirre necesita estar al filo de la navaja para arriesgar lo mínimo imprescindible que permita ver las gotas de fútbol que vimos ayer el futuro seguirá siendo desolador. No vamos a estar siempre al límite y además es una verdadera angustia estar siempre caminando sobre el filo de la navaja. Si lo de ayer es como en Casablanca el inicio de una gran amistad tendremos que empezar entonces a exigir convencer venciendo y es que ya lo decía Victor Hugo: nada más estúpido que vencer; el verdadero triunfo está en convencer.