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MERECER O NO MERECER (At. Madrid - Villareal)

Decía de la Fontaine que la mayor desgracia es merecer la desgracia y francamente, personalmente opino que merecemos la desgracia de tener que sufrir cosas como perder en tu estadio metiendo tres goles, lo cual es bastante desgraciado. Puede parecer severo, injusto y ciñéndonos a detalles específicos quizás es difícil de tragar pero yo prefiero mirar más allá de errores puntuales y valorar sobre todo que es lo que merece un equipo que no es ni siquiera un equipo. ¿Qué merece un equipo de fútbol que no quiere jugar al fútbol? ¿Qué merece un equipo que basa su éxito o fracaso en el azar?

Efectivamente, hemos marcado tres goles y la lectura fácil es pensar que la defensa es un coladero pero esa excusa es algo demasiado simple para un mundo tan complicado como este plagado de mercenarios, millones de euros e iluminados. Es algo demasiado sencillo como para justificar la trayectoria de una entidad centenaria de presupuesto obsceno. Si fuese tan sencillo bastaría con cambiar la defensa y asunto resuelto pero no es tan sencillo. Hubo un tiempo no muy lejano en que teníamos la mejor pareja de centrales de Europa y resulta que son los mismos que juegan hoy. Para mi el equipo pierde (o empata) por otras razones pero aun así, abundando en la tesis de la defensa-coladero, yo me haría la siguiente pregunta: ¿Cómo puede ser un coladero una defensa donde los cuatro componentes son internacionales absolutos con las selecciones de su país? ¿Cuántos equipos hay en primera división con una defensa en la que todos son internacionales?

Capítulo aparte merece nuestro portero. Ese hombre permanentemente enfadado que se pasa la vida perdiendo tiempo. Recuerdo hace unos años cuando apareció en la selección yugoslava un jugador llamado Drazen Petrovic y lo antipático que se hacía a todo aquel que no era seguidor del equipo donde jugaba. Un tipo desquiciante, engreído, con pinta de niño mimado y actitud de payasete que sacaba de quicio a todo el que pasase por allí. Eso si, era un jugador como la copa de un pino que además de tener una técnica excelente y unos conceptos de envergadura era capaz de echarse el equipo a la espalda y decidir cuando había que decidir. Un jugador único. Un amigo mío decía que para ser un tipo odioso sobre un campo hay que ser muy bueno porque de otra forma parecerás simplemente un gilipollas. Que razón tenía mi amigo. Petrovic era un excelente jugador y lo fue hasta el fatídico día que estrelló su coche. Leo Franco es también, aunque por otros motivos, un tipo odioso sobre un campo de fútbol pero dista bastante de ser un jugador determinante o carismático. Aparte de su áspero trato con los medios y aficionados o sus lacónicas contestaciones especiadas en el tiempo de forma exagerada, sobre el césped desprenda apatía, dejadez y espesura. Su eterna y lamentable parsimonia a la hora de poner el balón en juego lleva ya demasiados domingos enervando a unos aficionados que como yo no necesitan precisamente más enervamiento. Si esa actitud se mezcla con la espectacular actuación de hoy, es fácil entender las pitadas del Calderón y por que para el 90% de los aficionados el culpable de la derrota tiene nombre y apellido.

Pero aunque nuestro sempiterno cabreado cancerbero sin duda tuviese una actuación inigualable yo no me bajo de mi tesis fundamental, que por cierto es la misma que vengo manteniendo desde las navidades pasadas: este equipo no juega a nada, tiene una actitud mezquina y mediocre, está mal entrenado y todo ello es fundamentalmente culpa de su entrenador.

El resumen del partido es el de siempre. Salimos a especular y a que nuestros centrales den puntapiés desde la frontal de nuestra área. De vez en cambio (generalmente de casualidad) le cae un balón a cualquiera de nuestros cuatro jugadores de arriba y estos se inventan algo magnífico. Especialmente si le cae al Kun. Así llegan el 90% de los goles que mentemos y así llegaron los dos primeros goles. 2-0 y mediados de la primera parte. Cualquier equipo decente se apoderaría del balón e impondría el tempo del partido jugando lejos de su portería para evitar errores. El equipo mezquino en el que nos quiere convertir nuestro entrenador lo que hace SIEMPRE es recular las líneas hasta poner 9 jugadores (excepto el Kun y Leo Franco) a escasos metros de nuestra frontal del área. Como siempre, nos empataron. El Villareal, un equipo que a diferencia del nuestro está bien entrenado, pretende tener el balón y ganar los partidos con el (y no a pesar de el), se dedicó a mover el balón buscando su oportunidad. Afortunadamente Leo Franco le facilito por dos veces esa oportunidad buscada. ¿Qué hubiese ocurrido si el balón lo hubiésemos tenido fundamentalmente nosotros? ¿Qué hubiese pasado si el Villareal no hubiese estado tan cerca del área con tanta facilidad?

Comienza la segunda parte y seguimos sin jugar absolutamente nada pero al menos parece que la actitud es la de estar algo más alejados de nuestra área. Supongo que la razón es que tenemos una plantilla de grandes jugadores a los que les debe joder sobre manera las dogmáticas bobadas del aficionado al fútbol que dirige el vestuario. Fallamos un penalty pero aparece el Kun en una jugada esporádica y de nuevo por encima del marcador. El equipo sigue sin parecer un equipo, sigue sin jugar a nada pero los jugadores quieren ganar. Reyes lo intenta, Simao lo intenta y supongo que por eso los dos acaban en el banquillo. Ninguno de los dos ha conseguido jugar todavía en la banda donde se hicieron famosos. Aguirre es así. Aguirre es también el único entrenador del mundo que sabe los cambios que va a hacer (y en que momento) antes incluso de empezar el partido. Da igual lo que ocurra sólo conoce una forma de NO-jugar. El vodevil desde ese momento hasta el final es historia. Atónitos asistimos a las grandes escenas cómicas de Jurado en banda, Maxi perdido y ejecutando su particular via crucis, Maniche peleando contra su propia sombra, Perea imitando a Harold LLoyd, Seitaridis interpretando a Patrick Mc Murphy en Alguien voló sobre el nido del cuco, Leo franco haciendo votos para ingresar en los tonetti haciendo de serio y Aguirre desde la banda en una especie de Willy Wonka gris y descafeinado que más que chocolate lo que ofrece al mundo es un áspero ladrillo.

Mis compañeros de sector abandonan el estadio echando pestes contra Leo y la defensa pero yo no puedo dejar de mirar a ese señor canoso que horas más tarde dirá que nuestro problema es que el equipo se va alocadamente al ataque. Supongo que será como decía Pio Baroja, que a una colectividad se le engaña siempre mejor que a un hombre.