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¡Un abrazo!

LO OTRO ES TONTERIA (At. Madrid - Osasuna)

Decía un autor de comedia anterior a cristo llamado Publio Terencio Afer que cuando no se puede lograr lo que se quiere es mejor cambiar de actitud. Es muy difícil que nuestro gentil entrenador cambie su forma de ver el no-fútbol y su planteamiento presuntamente táctico pero es evidente que teniendo la plantilla que tenemos un cambio de actitud era más que suficiente para empezar a parecernos un equipo de fútbol. Y es que es eso lo que ha cambiado desde el día del Racing de Santander: la actitud.

Soy una persona que busca y valora el significado de determinados detalles y ayer hubo uno concreto que hizo ponerme muy contento. Corría el minuto 40 de la segunda mitad y acabábamos de marcar el primer gol tras un soberbio golpeo de ese jugador que crece por momentos y que parece entender el significado de esta camiseta algo mejor que los troncos que la habían vestido hasta no hace mucho. Pocos minutos después el balón salió por fuera de banda y pertenecía al atlético de Madrid. Cualquier jugador del equipo de Aguirre, el de los últimos partidos, el de toda la temporada pasada, el que probablemente se corresponde con el imaginario de lo que debe ser una escuadra profesional sobre el césped para este “genuino” entrenador, hubiese marcado los tiempo, respirado profundamente y pensando sobre la fugacidad de la vida hubiese esperado pacientemente el balón suministrado por el inocente recogepelotas y viniendo este caminando con pereza desde el lejano ostracismo al que Aguirre suele mandar a este puñado de ilusionados jovenzuelos tras marcar un gol en casa. Ayer fue diferente. Ayer Simao fue corriendo a por el balón reprendiendo al chaval para que se lo diese enseguida. Ayer éramos otro equipo. Ayer queríamos, de nuevo, ganar el partido y lo queríamos hacer metiendo, de nuevo, más goles que el contrario.

Sigo sin entender esta forma de estropear este precioso deporte conocida como fútbol moderno. Sigo sin entender que el centro del campo, el lugar desde donde este magnífico deporte ha visto nacer su mejor versión, tenga que ser un campo minado en el que el músculo está por encima de todo lo demás y por donde el balón apenas pasa rodando o cerca del piso. Sigo sin entender tampoco porque con este sujeto los buenos jugadores de banda zurdos tienen que jugar permanentemente por banda derecha y viceversa pero tenemos tan buenos jugadores que a poco que este hombre se olvide de inventar el fútbol durante unas semanas y se dedique, por ejemplo, descifrar porque en una prisión panameña conocida como Sona todos los presos hablan inglés, tendremos tardes de fútbol no sólo medianamente divertidas sino que para variar no ofenderán el concepto de la propia palabra fútbol.

Y es que independientemente de lo difícil que lo pone el sujeto del banquillo tenemos una gran plantilla. Descompensada, carente de fluidez a la hora de crear juego, carente de un jugador capaz de distribuir juego desde el centro del campo por delante de toda esa maraña de jugadores obsesionados por tapar huecos pero amigos, tenemos un montón de jugadores de esos que hacen sonreír. Forlán es muy bueno. Mucho más rápido de lo que yo sabía, dinámico, inteligente, fajador (por eso juega con Aguirre, claro), generoso y encima tiene gol. Un gran fichaje. No tiene comparación con ese otro chico, gran profesional él, que jugaba en esa posición los últimos años, porque básicamente son jugadores diferentes, pero no deja de ser un gran fichaje. Simao no ha cogido todavía el punto pero se ve que no quiere quedarse a la estela de nadie y hace por entrar. El peligro que aporta se impregna como perfume barato en la defensa contraria con lo que estos tienen que fijar marcas que aprovechan bien el resto del equipo. Reyes parece decido a convencernos de que de verdad le importa jugar en este equipo y lleva tres partidos donde su entrega esta siempre al nivel más alto aunque no siempre pueda por diferentes circunstancias desplegar la clase que todo el mundo sabe que tiene. Ya que este entrenador además desprecia el juego parado y prefiere no entrenar las faltas y los corners, está bien al menos tener un jugador que viene entrenado de casa y que ya sabía hacerlo cuando llegó. Pero es que además, comiendo pipas, tenemos a Luis García, ese magnífico jugador tan impredecible como eficaz que dará las mismas tardes de gloria que ha dado a todos sus equipos anteriores y Maxi, un jugador de primer orden mundial que todavía se está recuperando de su terrible lesión. Y luego está Agüero.

Si Agüero. Ese jugador despreciado, vilipendiado y ninguneado por nuestro súper entrenador la temporada pasada. Ese jugador al que según nuestro líder carismático de los banquillos había que cuidar el año pasado y al que él sólito se dedico a volver loco, descentrar y tirar a los leones durante toda la temporada. En esta temporada las cosas tornaban parecidas cuando en los primeros ensayos veraniegos nuestro ínclito pseudo-estratega colocaba a Maxi por detrás de Forlán dando “descanso” al Kun y para dar salida a tanto jugador de banda como teníamos. Afortunadamente el talento habla por si sólo y Agüero es puro talento. Viéndolo por la calle nadie diría que es jugador de fútbol. Viéndolo en una cancha de fútbol nadie diría que ese chico también pisa la calle. Tenemos la suerte de tener en nuestro equipo una estrella mundial de esas que son imposibles de entender para los sistemas defensivos contrarios, que son imposibles de parar desde la pizarra, que son imposibles de prever para los jugadores de laboratorio pero también de los que son imposibles de encajar en encorsetados sistemas tácticos mediocres diseñados por las mediocres mentes de entrenadores mediocres. Agüero es fútbol. Lo otro es tontería.