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NI CON LA LÓGICA NI CON LOS RESULTADOS (R. Huelva - At. Madrid)

Decía un filósofo francés conocido como Alain que el aburrimiento es lo que queda con los pensamientos cuando las pasiones son eliminadas de ellos. El atlético de Madrid de ayer tarde, como otras tantas tardes antes de la de ayer, ha querido ser un equipo ordenado, dócil, solidario con el esfuerzo el rigor táctico y a moverse con espesura dentro del particular corsé que con ingenua candidez y escasa pericia ha tejido torpemente quien todos sabemos. El equipo, desposeído como otras tantas veces antes de sus pasiones, fue aburrido. En ese camino hemos perdido brillantez, gracia, fantasía, agresividad, superioridad…. Y dos puntos. También hemos perdido la ilusión de poder ganar la liga, algo que simplemente pensarlo parece provocar gastroenteritis en nuestro entrenador.

El partido comenzó como los últimos partidos, dominio del balón, juego, ganas y poderío. Sólo la mala suerte hizo que durante esos minutos no nos adelantáramos en el marcador. Vimos incluso cosas con las que soñar como los tres o cuatro detalles de futbolista de Cléber Santana. Sin ser Dirceu por momentos pareció que su fichaje al menos no es esa frivolidad estival con la que nuestra directiva suele “alegrarnos” todas las temporadas. Veremos. Digo esto como algo novedoso porque decir que Forlan es un pedazo de jugador no por cierto deja de ser recurrente. El único problema parecía ser que nuestro famoso poder ofensivo no era tan contundente como otras veces aunque las ocasiones llegaban, el juego estaba y parecía ser simplemente una cuestión de tiempo. Normalmente este momento mágico de buen juego se rompe con nuestro primer gol pero nuestro carismático entrenador no debió verlo de la misma manera puesto que poco a poco, y sin goles de por medio, el equipo volvió a esa imagen sin pretensiones, predecible, espesa y aparentemente ordenada que tanto le gusta al mejicano. Supongo que en esta fase todavía había gente que dudaba de si esa renuncia era cosa del banquillo o de los propios futbolistas que están en el campo pero esa duda es sencilla de resolver viendo e interpretando lo que ocurrió después.

La segunda parte comenzó como había terminado la primera, envuelta en una soporífera espesura. Lentitud, miedo, recelo,… sopor. A pesar de todo de vez en cuando aparecía una jugada de la nada que dejaba un jugador nuestro delante del portero pero que no conseguía materializar. Muchas de esas jugadas tuvieron como protagonista al Kun que no sé si afectado por el estúpido espectáculo de la grada onubense parecía algo fuera del partido. Lo de la afición del decano me parece por cierto una salida de tono absurda, exagerada y sin sentido. Que todavía a estas alturas estuviesen recordando el partido del año pasado y tuviesen desde el principio una actitud tan beligerante con nuestro equipo es tan exagerado como ridículo. No quiero ser mordaz pero una cosas así solo es comprensible cuando se juntan iluminados que pretender dirigir a una masa y una masa ávida de de ser dirigida por algún iluminado.
El caso es que el Kun parecía no tener su día de cara a puerta pero seguía siendo esa estrella mundial capaz de hacer jugadas de la nada y de irse de todos los rivales en el espacio que mi abuelo, madrileño él, utilizaba para bailar el chotis.

Pero entonces, como no, apareció Aguirre.

Cuando estás a un punto del segundo clasificado y a 5 del primero, cuando un partido perdido por parte de los de arriba te sitúa como legítimo aspirante a la liga, nuestro entrenador decide “reordenar” el equipo, dotarle de más “frecura”, recular… y cagarla. Ante el estupor del millón de colchoneros que dicen que somos, decide no sólo quitar un delantero para jugar con un sistema más defensivo que fija un único hombre arriba restando sorpresa o quitar la única imaginación que existía en el centro del campo (y que paradójicamente era Forlán) mientras sitúa en tierra de nadie a un jugador (magnífico jugador), que a pesar de no estar haciendo sus mejores partidos parecer tener derechos forales para Aguirre, sino que decide quitar a una estrella mundial en estado de gracia como el Kun Agüero, ese tipo de jugadores que sólo deberían irse del campo lesionados. Si tuviesemos que quitar del campo a cada jugador que falla dos veces, los partidos habría que jugarlos con muñecos de la Play Station.

Resultado de tan genial estratagema: ningún acercamiento al área rival, ninguna ocasión por nuestra parte (hasta casi el final) y las mejores ocasiones del equipo contrario. Enhorabuena señor Aguirre, otra de sus geniales ideas que no se entiende ni con la lógica ni con los resultados.

Eso si, minutos más tarde Aguirre decía en rueda de prensa que estaba muy contento con el partido y con el resultado. O eran ganas de tocar las narices (que no lo descarto) o definitivamente tenemos un problema. Un equipo con esta actitud, con ese discurso y sobre todo con ese entrenador no puede ser aspirante al título de liga. De hecho dudo que pueda ser aspirante a nada (que alguien me explique como se puede ser aspirante al cuarto puesto). Los equipos grandes lo son porque tienen cosas que los hace únicos que los demás equipos añoran porque no pueden conseguirlo. Aguirre pretende devolvernos a la elite futbolística renunciando a lo que nos hace diferentes y potenciando aquello que todos los demás ya tienen mucho más barato. Tendriamos que preguntarle algún día que considera como elite este referente mundial de la dirección técnica en el fútbol.