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Desapareciendo otra vez

Stade Rennais 1 - At. Madrid 1


Hay pocas cosas en esta vida más repugnantes que la mentira y el fútbol es parte de la vida. En el Atlético de Madrid sabemos muy bien lo que es vivir, las subidas y bajadas, pero desgraciadamente también sabemos muy bien lo que es que nos engañen. Lo llevan haciendo, unos y otros, desde hace lustros. Desde arriba, con unos presuntos dueños que no lo son y que lejos de tratar no ya de construir un club de fútbol sino de tan siquiera mantener el legado que ya se tenía o desde abajo, regalando el puesto de entrenador a profesionales de características acomodaticias, pequeñitos, de recursos mil veces vistos y en ocasiones también con ínsulas de emperador. A los aficionados nos llevan engañando con la misma cantinela del nuevo proyecto, los objetivos, el buen papel, el juego “distinto” y demás eufemismos demasiado tiempo como para que todavía sigamos cayendo en la trampa pero desgraciadamente seguimos cayendo. El otro día en Barcelona volvimos a ver el Atleti cobarde y acomplejado de la era MA Gil. Hoy en la bretaña francesa hemos vuelto a ver el equipo timorato, escaso y mediocre que sale al campo pensando que un empate fuera de casa es un “gran resultado”. Esta película ya la he visto y sé como acaba. Acuérdense de los partidos en Tesalónica, en Leverkusen en Trondheim o antes en Bolton o en Oporto o en... y sabrán de lo que estamos hablando. El Atleti disfrazado de faralaes de los primeros partidos se disipa y otra vez lo vemos desapareciendo. Lo de siempre. 

La alineación inicial no era tan extravagante como la de Barcelona pero ya dejaba intuir lo que aparecería después. Un centro del campo con Diego flanqueado por Gabi y Mario no es la mejor opción para desplegar fútbol que es lo que se supone que quiere hacer este Atleti pero independientemente de esquemas y alineaciones el Atleti carecía esta tarde de algo esencial para un equipo que se dice grande o que al menos quiere hacer cosas grandes: ambición. Los colchoneros no la tenían. Los once jugadores, como tantas y tantas veces, parecían mover sus piernas con una vocecita al hombre que les decía “un puntito no está mal fuera de casa” y con ese mantra se desarrollaban. El Stade Rennais es un equipo tremendamente físico, tremendamente ordenado, que abraza con fruición es fútbol rocoso y vertical que tanto gusta a los entrenadores del Atleti pero que presenta unas carencias técnicas evidentes. La presión adelantada era muy buena, la generosidad física impresionante y el orden muy efectivo pero apenas eran capaces de mantener el balón unos segundos. Enfrente, el Atleti de Manzano, ocupaba el campo como muñecos de futbolín y movía el balón con una lentitud soporífera. Sin velocidad, sin ideas, sin movimiento,...el Atleti perdía el balón una y otra vez en los pies de unos franceses que tampoco sabían que hacer con él. Así pasó toda la primera parte. 45 minutos aburridos y lamentables que no parecían hacer mella en ninguno de los dos entrenadores. Cualquier ser humano que siga la actualidad del Atleti intentaba entender para entonces por qué Tiago no estaba en el campo pero si correteaba con más pena que gloria por él Gabi, ese muchacho que ya fracaso dos veces con la misma camiseta y que ni fue, ni es ni será ese centrocampista capaz de jugar y hacer jugar.

Pero Manzano, ya lo sabíamos, es más listo que nadie y mantuvo la misma bazofia en el campo tras el descanso. En esencia y en espíritu. Los mismos once hombres haciendo lo mismo. Nada. Fracasar en el movimiento del balón, desesperarse inútilmente (daba pena ver a Falcao tremendamente lejos de su hábitat intentando hacer lo que no sabe) y cometer sistemáticamente errores provocados por la presión rival y la patente falta de recursos futbolísticos del equipo. Así que ocurrió lo que tenía que ocurrir: un tiro de Montaño desde fuera del área da en la espalda de Domínguez y se cuela en la portería de Courtois.

Mal pintaban las cosas para los madrileños. El equipo bretón se creció en el ánimo y el Atleti parecía por momentos sonado. Manzano trato de hacer algo (por supuesto nada de tocar el centro del campo) con la salida de Salvio por Adrian que sorprendentemente fue útil. El argentino aportó frescura, descaro y velocidad. El equipo cambio el orden (inútil hasta entonces) por algo más de ambición y sólo con eso fue suficiente para encerrar a los franceses en su área que intentaban inútilmente aprovechar los numerosos errores del Atlético. Los fallos eran muchos y cualquier equipo de mayor nivel nos hubiese hecho un siete pero la suerte esta vez se vino de nuestro lado. Entraron Reyes y Juanfran por Turan (muy lento y poco combinativo) y Gabi (mejor no hablar) que trataban de aportar algo más de mordiente adelante pero todo era demasiado caótico. Pero el caos y la suerte a veces cae del lado que menos lo merece y una jugada por la derecha que no logra rematar Falcao en boca de gol si lleva a Juanfran que con rabia la coloca en el larguero y posteriormente en la red.

Un empate que efectivamente es un buen resultado y que nos deja vivos en Europa. Un empate que sin embargo deja al aire todas las carencias que se adivinaron en Barcelona. Un equipo que jugará diferente fuera y dentro de casa, que insistirá en el doble pivote defensivo disfrazado de cualquier pseudo-eufemismo táctico, que será cauteloso de cualquier rival (y ya vamos bajando el listo a dónde solía) y en definitiva el Atleti triste y mediocre de siempre. Ese que cuando tiene que aparecer...desaparece.

“Desapareciendo otra vez, esperando un sitio en el que estar”

Fading Again - Seth Swirsky
(Watercolor Day/2010)