Muchas gracias a todos los que os habéis pasado por aquí durante todos estos años.

Puedes encontrarme en www.enniosotanaz.com o enniosotanaz@hotmail.com

¡Un abrazo!

Mostrando entradas con la etiqueta Betis. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Betis. Mostrar todas las entradas

Niños malcriados

Los niños malcriados no piden. Exigen. No quieren. Necesitan. No sueñan. Consumen. Los niños malcriados creen que todas las cosas son suyas. No comparten con los demás porque los demás son imbéciles. No conocen pasado ni futuro porque ellos se dedican a masticar el presente para tirarlo al vertedero cuando pierde sabor. No dan crédito porque no tienen memoria. Los niños malcriados sólo dan besos si es a cambio de regalos. Cuando no hay regalos los besos se cambian por insultos, patadas y pataletas. Los niños malcriados no aman. Negocian. No hablan. Chillan. No opinan. Insultan. No razonan. Imponen. Desprecian lo que no les sirve. Da igual si es un apósito o un familiar cercano. Los niños malcriados creen tener muchos derechos y pocos deberes. Confunden criterio con ladrido. Pensamiento con queja. Los niños malcriados lo quieren todo y lo que quieren ya, pero ni siquiera saben para qué lo quieren. 

Acudir al Calderón se está convirtiendo en un sacrificado ejercicio de paciencia. Paciencia para acompañar al equipo en esa sacrificada transición que ha emprendido hacia un lugar del que no debió marcharse, y MUCHA paciencia para soportar a esa tribu de niños malcriados que poco a poco están conquistando la grada del coliseo colchonero. 

El partido contra el Betis ha sido malo. Soporífero en muchos momentos. Y es una pena porque el equipo salió bien al campo. Dueño del balón, con actitud, con ganas y con Gaitán jugando en manga corta bajo el relente madrileño. Al argentino se le veía con ganas y eso le hizo estar en el momento justo y el lugar adecuado. Corría sólo el minuto ocho cuando enganchó un rechace en el área para meter el balón en la portería. Fueron los mejores diez minutos del Atleti. Los únicos realmente. A partir de ahí, obsesionado por la referencia de Torres en el ataque, el equipo se limitó a cerrar filas y mandar absurdos balones en largo que por supuesto perdíamos. Desapareció el centro del campo, desapareció el control y desapareció el juego. El Betis, que había salido con cierto complejo de inferioridad, empezó a creérselo. Aupado en un excelente jugador llamado Ceballos (¡partidazo!) se fue a comerse al rival. Y casi se lo come. Si en el fútbol hubiese justicia es probable que los sevillanos se debieran haber ido al menos con un empate, aunque, para ser justos, apenas tuvo ocasiones de gol y esa es una buena noticia para los rojiblancos. 

El Atleti no está bien pero eso ya lo sabíamos. Simeone sigue haciendo experimentos y la falta de confianza se ha instalado peligrosamente en los engranajes más importantes del equipo. Insisto, ya los sabíamos. También sabíamos que una situación así sólo se revierte con resultados favorables y no con tacones o pases de filigrana. Con resultados recuperaremos la contundencia y la personalidad granítica de antaño. Después vendrá todo lo demás. Y ojo, no perdamos el norte. Incluso cuando ganamos la liga jugando bien resultó que jugábamos mal. 

Pero nada de esto parece entenderlo esa cohorte de nuevos atléticos, algunos muy viejos, que asimilan esto del fútbol de una forma completamente antagónica a la mía. Tengo por ejemplo una colección de señores en la fila de atrás que se pasan el partido insultando a Gabi. ¡A Gabi! Vrsaljko es cojo, Juanfran está acabado, Saúl es una mierda, Moya un inútil, Koke un vago (¡Koke!), Griezmann un niñato y mejor me ahorro los insultos racistas que le soltaban el año pasado a Jackson Martínez porque me da vergüenza hasta reproducirlo. ¿Son mayoría? No, pero son a los únicos que escucho. Se han hecho fuertes y, como niños malcriados que son, están convencidos de ser los dueños del espacio y del tiempo. Creen que dar su opinión en un país democrático es eso. 

¿Y el resto de la gente? El resto discutimos entre nosotros y nos dividimos entre los que se van asqueados, los que se gastan en causas menores y los que no quieren ver lo que está pasando.

Algún representante de esa fauna invasora pero con cierta capacidad para construir frases, me justificaba luego en Twitter que si el “juego” del equipo era tan espantoso ellos tenían derecho “a decir algo”. Que tienen derecho a “exigir”. A “quejarse”. A “dar su opinión”. Que hay que “tirar lo que no vale”. Vuelvan a leer el primer párrafo. 

La solución sólo puede pasar por la educación pero Papá club está a sus cosas quedándose tarde en la oficina, ganando dinero y pasando de todo. El maestro periodista tampoco ayuda. Fascinado por la luz fluorescente del fútbol moderno y rehén de su propia manutención, les dice encima que hacen bien. Que potencien su histerismo porque eso genera información. Que esa es la actitud. Que hablen como ellos. Que piensen como ellos. Que todas las aficiones son iguales. Que sigan las enseñanzas de esa homeopatía llamada “prensa deportiva”. 

Al final, sedimentado el cabreo, lo único que me queda claro es que yo no me pienso ir. Esperaré a que se marche ellos. Sé que lo harán en cuanto se les rompa el juguete.

@enniosotanaz

Soldados del rodillo

Mientras los colchoneros braceamos entre dudas posmodernas y nos perdemos en debates de sala de espera, el Atlético de Madrid se coloca por encima de la gloriosa galaxia a cuatro puntos del mejor equipo de Europa. Es un dato tan contundente y revelador que quizá debería dejar aquí mi reflexión y dedicarme a buscar calzoncillos largos y gorro de lana para el partido de Champions del miércoles. 

Un par de comentarios nada más. 

Vi el Betis-Atleti a través de “Abono Fútbol” (no se me ocurre un nombre más feo y desafortunado para un canal de televisión) y al acabar, cuando todavía estaba recuperándome de ese beticismo gratuito del risueño señor que hacías las veces de narrador (y del que afortunadamente desconozco su nombre), uno de sus compañeros a pie de campo le preguntó a Koke la original pregunta de moda: “¿pero vais a poder competir la liga al Barça?”. El muchacho del micrófono no era más que un soldado raso, el perrito faldero de la voz de su amo, pero la pregunta no era inocente ni baladí. Tenía trampa. Me recordó a ese ser miserable que ante la perspectiva de que un amigo pueda haber conquistado a la chica de sus sueños (y él no) lo único que se le ocurre decir es: ¿pero vas a ser capaz de hacerla feliz? Es el recurso del pataleo. Esa manifiesta incapacidad para digerir la frustración que pretende aparecer disfrazada de rigor periodístico. Cualquier ser vivo con algo de cerebro sabe que es una pregunta sin respuesta. Que cualquier contestación no pasará de ser un brindis al sol o un intento chungo de adivinar el futuro. Cualquier profesional sabe que en el fondo es también una pregunta absurda y fuera de lugar (sobre todo cuando hace 15 segundos que acaba de terminar el partido) pero estos tipos risueños no son profesionales. Son soldados del rodillo. 

Técnicamente hablando el Betis-Atleti fue un partido fácil para los de Simeone. Si el equipo hubiese acertado un tercio de las oportunidades que tuvo estaríamos hablando de una gran goleada y de un gran encuentro por parte de los rojiblancos. Controló el partido, jugó muy bien por momentos y el rival apenas tuvo una ocasión que, como siempre, desbarató ese tipo tranquilo que tenemos en la portería. Se pusieron muy pronto por encima en el marcador, gracias a una jugada de acoso y derribo en la que el equipo presionó, como un grupo de alimañas, la salida de balón del rival, los errores, los rebotes y todo lo que se ponía delante. Parecían el paquete de delanteros de los All Blacks. Marcó Koke (recogiendo el rechace de un tiro de Torres) pero podría haber marcado cualquiera. El Atleti siguió jugando (muy bien, insisto) con un Tiago excelso, un Filipe recuperado para la causa, un Carrasco espídico y un Koke que poco a poco coge el tono. Griezmann y Carrasco pudieron poner el 0-3 ya antes del descanso. El francés pude haber hecho incluso triplete en la segunda parte pero las malas decisiones de cara al gol (y un poco de mala suerte) lo impidieron. Hubo algo de nervios en los momentos finales pero tengo la sensación de que todo estaba más en la cabeza de los colchoneros (y en las ganas de ese Hooligan de “Abono Fútbol”) que en otro sitio. 

 El Atleti sigue teniendo una preocupante falta de gol y eso le impide poder quitarse la mochila de las dudas pero en mi opinión el partido fue bueno y las sensaciones que transmitió en cuanto a juego, control, personalidad y creación, bastante mejores de las que venía transmitiendo últimamente. Como único pero, y más allá de la falta de acierto, destaco ese juego absurdo que el equipo tiende a practicar en los últimos minutos cuando el marcador está muy apretado. Esos pases sin tensión, horizontales, fofos y de espaldas a la portería rival que pretenden ser fútbol control pero que lo único que consiguen es aumentar el riesgo de error entre los nuestros. 

Creo que estamos bien. En buena línea, al menos. El único peligro de inestabilidad que veo viene provocado precisamente por los soldaditos del micrófono y la plumilla. Ese estilo filibustero de periodismo que es como preguntar algún tema estúpido y en castellano a un turista que desconoce el idioma para que su respuesta resulte siempre ridícula. Ya nos conocemos. Nadie sabe si el Atleti será capaz de disputar la liga o no. Nadie. Lo diga Simeone, los jugadores, Roncero, el Cuñao de Siro López o Dany Amatulo. Nadie. Lo que sabemos todos (menos los soldados del rodillo y sus locos seguidores) es que a los aficionados colchoneros no necesitamos saber lo que va a pasar dentro de cuatro meses para levantarnos hoy enamorados de nuestro equipo. Entiendo que no lo entiendan, especialmente los que venden caspa y los que compran crecepelo, pero ese es su problema y no el mío. 

De todas formas, por si alguno de los del micrófono se pasa por aquí (que lo dudo) vuelvo a explicar lo del partido a partido. Otra vez. El Atleti de Simeone quiere ganar todos los partidos que juegue. Punto. La diferencia es que el único partido que preocupa hoy es el siguiente y mañana ocurrirá lo mismo. Independientemente de dónde vengamos e independientemente de a dónde vayamos. Así de sencillo. Los vaticinios a la bruja Lola. Las apuestas a las casas de juego. Las tonterías al cerebro de quién las quiera leer. 

@enniosotanaz

La teoría del avestruz

Real Betis 0 - At. Madrid 2

El avestruz es un animal que cuando se siente amenazado, cuando no entiende lo que ocurre alrededor o cuando las cosas no son “como tienen que ser”, decide por precaución meter la cabeza en un agujero. Es en ese agujero, inmenso, galáctico y con equipamiento de lujo, en el que vive el inmenso avestruz que conforman los medios de comunicación de este país. Ese puñado de profesionales distribuidos en empresas de comunicación, también profesionales, que sirven de nexo entre la “realidad” y el ciudadano medio. Mientras la semana pasada media Europa hablaba del Atlético de Madrid en términos elogiosos, situándolo, lógicamente, a la misma altura que los otros siete equipos con los que se está jugando el máximo torneo europeo, pero destacando por el camino el mérito especial que eso tenía en el caso del equipo madrileño (¡¡sí, madrileño!!), en este bendito país el trato recibido se asemeja más, en el mejor de los casos, a un miserable desprecio. TODO el espacio de todos los medios, todos los recursos, todas las luces y todos los focos se gastan sin reparo, ni átomo de vergüenza, en el duopolio tramposo y artificial que al parecer domina los designios del mundo. Siguiendo los predicamentos de la nueva religión del dinero, mientras los dos monstruos económicos se jugaban tres puntos correteando por el césped, en una suerte de desfile de modelos top, peinados galácticos y millones tirados a la basura, no lejos de allí, a dos horas y cuarto en AVE, el Club Atlético de Madrid se colocaba primero de la liga española. Una anécdota que por supuesto pasó y pasará desapercibida para los notarios de la realidad, que, como vulgar avestruz, prefieren seguir calentitos en su agujero.

La victoria colchonera en Sevilla fue sufrida y áspera, pero tiene un mérito incalculable. No me daba buena espina el partido ya en la víspera. Suelo ser esquivo y refractario respecto a los partidos postapocalípticos. Esos que vienen después de un supuesto esfuerzo titánico con gran desgaste físico y anímico del rival. Ese tipo de situaciones límite puede tener también consecuencias límite, pero nadie asegura que sean en uno u otro sentido. De hecho, el partido comenzó con un Betís metidísmo y una grada ejemplar, tratando de hacer olvidar a su equipo el lugar del que vienen y lo que es peor, el lugar al que van. Tanta intensidad había en el césped que prácticamente era imposible jugar. Un Betis muy ofensivo, con dos extremos y dos laterales, que además salió mordiendo. El Atleti trató de contener las emociones, empatar con el rival en lo que a derroche físico se trataba y fiel a su esencia, no complicarse la vida con el balón. Todo esto motivó que no se jugase prácticamente nada y que el esférico estuviese más tiempo en el aire que en el suelo.

Pero poco a poco las cosas volvieron a su cauce. Arda Turan se cambió de banda buscando entrar en juego y por ahí el Atleti recuperó el balón y el dominio del partido. Durante una buena parte de la primera mitad se jugó entonces en campo andaluz y sin que llegasen con ello claras ocasiones, sí que se mantuvo el peligro y la sensación de que el Atleti iba a por el partido. En ese escenario apareció también un soberbio gol de Diego Costa, con pase al segundo palo que remata con la zurda, que sin embargo fue anulado por el colegiado, aplicando ese nuevo reglamente del fútbol que sólo le aplica al Atleti en los partidos en los que puede hacer sombra a los dos únicos equipos de este país. Gol mal anulado que, coincidiendo con la lesión de Amaya, supuso un punto de inflexión en el partido. El Betis, apoyado por una grada que se encendía por momentos, sin que los televidentes supiésemos bien el por qué, elevó el nivel de tensión y de faltas con lo que el dominio del partido cambió de dueño y el fútbol dejó otra vez de ser visible. Y es una pena, porque creo que el Betis es un equipo que juega muy bien al fútbol y al que únicamente le falta gol. Pero también es verdad que su situación no está precisamente como para buscar sutilezas estéticas. Y hablando de sutilezas, antes del descanso el árbitro, con el reglamento ordinario en la mano, debería haber expulsado a un tal  Paulao, que gracias a esa constante campaña mundial por convertir a Diego Costa en el anticristo debió sentirse habilitado para arrancarle la rodilla mediante entrada salvaje.

La segunda parte comenzó con los mismos protagonistas y las mismas sensaciones pero con el Betis aumentando todavía más el grado de implicación, intensidad y protestas y con un Atleti que empezaba a mostrar síntomas de sentirse verdaderamente incómodo en el campo. Juankar pudo haber cambiado la historia quedándose completamente solo delante de Courtois pero su remate golpeó en el palo en lugar de caer en la red. Bendita suerte. El ambiente era tan extremo para los sevillanos que uno de sus protagonistas más pendencieros, Braian, se pasó de la raya. El bético cometió un error de principiante al llevarse claramente el balón con la mano cuando ya tenía una tarjeta amarilla. Segundos después de la expulsión el capitán colchonero, ese excelente profesional que siempre sabe estar en su sitio, dentro y fuera del campo, decidió echarse el equipo a la espalda y lanzar un soberbio zapatazo desde la frontal del área que se coló en la portería de Adán para poner el 0-1. El partido acababa de morir. Los de Calderón se fueron disolviendo como un azucarillo mientras los de Simeone se ponían en modo fútbol-control para cerrar el encuentro. El buen gol de Diego Costa, tras asistencia magistral de Koke de cabeza, no hizo más que acelerar los acontecimientos y sellar un pacto de no agresión para los minutos que quedaban.

Seguramente el lunes tengan que utilizar un lupa de precisión para leerlo en los medios de comunicación o necesitarán extremar la atención para escucharlo en algún sitio pero la realidad está siempre por encima de lo que, supuestamente, vende o da dinero a los que ya tienen dinero. La realidad dice que el Club Atlético de Madrid es ahora mismo, a falta de pocas jornadas, el líder de la liga española. Es decir, por muy grande y confortable que sea el agujero del avestruz no deja de ser eso, un agujero.




Poniendo los focos

At. Madrid 1 - R. Betis 0

Durante muchos años el fútbol ha sido un deporte popular que la intelectualidad, siempre arrogante, asociaba a las clases trabajadoras. A las clases bajas, que dirían los menos hipócritas. Durante años el discurso de los protagonistas del balompié, jugadores y entrenadores principalmente, no ayudaban demasiado a evitar ese concepto pero soy de la opinión de que esa época ya se ha superado. En contra de lo que pudiera parecer atendiendo al nivel de la prensa escrita, los chascarrillos baratos que se emiten a través de las ondas o los pestilentes efluvios que uno puede sufrir en esos programas televisivos nocturnos, por y para verduleras, los aficionados al fútbol, y muchos de sus protagonistas, son hoy personas de todo orden y condición. Catedráticos en biogenética se sientan al lado de peones de albañil para ver a jugadores como Xabi Alonso que son capaces de dar patadas a todo lo que se mueve dentro del terreno de juego y luego estudiar o seguir los dictados de la moda con el último de Wilco sonando en su iphone. Pero hay personajes contemporáneos como Pepe Mel (o nuestro querido Manzano) que no sólo siguen convencidos de que el mundo del fútbol está básciamente formado por ignorantes sino que ellos, que manejan todos los tiempos verbales, son los más listos del barrio. Las detestables declaraciones de Pepe Mel en las vísperas del partido son un claro ejemplo de esto. Disfrazadas de piropo, pensando que todos somos gilipollas, lo que hizo un tipo, que por otro lado me parece un buen entrenador, fue poner los focos en un jugador, Diego Costa, para que medios y colegiados estuviesen pendientes de él y así condicionar su juego. Repugnante y tan barriobajero como aquello que no se cansa de denunciar el que luego va de elegante. Marrullero pero útil en un país de fariseos como éste.

Simeone no ha nacido en este país pero es argentino y quizá por ello es difícil sorprenderlo en este arte y maneja este tipo de códigos mejor que nadie. Por eso, estoy convencido, dejó a Costa en el banquillo de inicio. El Atleti de principio no pareció notarlo con su ya típica salida en tromba a por el equipo rival. Dominador del juego y del balón volvió otra vez a ganar el centro del campo (Gabi y Mario haciendo de nuevo un buen partido) y siendo muy vertical. Lo malo es que en esta ocasión el turco Turán no tenía su día y, raro en él, eligió mal todas las veces. Lo malo también es que el sustituto de Costa, Adrián, volvió a demostrar que no está. otro mal partido del asturiano al que sólo Simeone parece esperar. En apenas 20 minutos Turan tuvo dos ocasiones  clarísimas (especialmente un mano a mano con el portero rival), Adrián se durmió en el área otras tantas y Gabi y Koke hicieron lucirse al portero de tiros lejanos. Pero ahí se apagó el equipo. Sin la tensión de otras veces (probablemente por el partido del jueves), con Falcao renqueante y sin Adrián, el Atleti dejó que el Betis respirara y tomase el balón. El "valiente" de Mel no obstante tenía más respeto por el Atleti de lo que sus palabras mostraban y colocó dos mediocentros por detrás de Beñat lo que creaba un buen repliegue de los sevillanos pero amortiguaba su ataque.

La segunda parte siguió por los mismos derroteros. Un Atleti sin fuelle ni chispa y un Betis mandón con el balón pero inofensivo en ataque. La gente del Calderón, me temo que un poco mal acostumbrada, mostraba una ansiedad excesiva que transmitía a los jugadores. Mal sintoma por parte de la afición. Aún así todos vimos que hacía falta un activador y el Cholo también lo vio. La salida del brasileño fue letal en todos los sentidos. A los madrileños le aporto la sangre que faltaba, salida por banda,  desborde,... Los jugadores del Betis sin embargo, haciendo caso a su entrenador, decidieron olvidarse del fútbol e ir a buscar a Costa. Personalmente detesto a los jugadores pendencieros y marrulleros. Yo, que soy de los pocos que confiaba en Costa cuando todos decían que era un "paquete", soy también el primero que critico y criticaré sus desmanes absurdos que no van a ningún sitio. Pero lo de hoy era otra cosa. Una caza de brujas orquestada por el entrenador rival (y algunos jugadores dolidos, probablemente con razón) pero por aquello de la justicia poética, el protagonista de todos los males fue al final el mejor del partido. Y encima metió el gol de la victoria. Corner  blando que se comen portero y defensa para que el más listo de la clase, Diego Costa, se adelante a la defensa y marque de cabeza. Mel trató entonces de dar profundidad al equipo con los cambios pero ya fue inútil. El Atleti se parapeto con rigor cartesiano y estuvo más cerca el 2-0 que del empate.

Segundos, a 9 puntos de Barça, 7 por encima del Madrid y a 15 del quinto puesto. Ni en los mejores sueños los colchoneros soñábamos con algo así. Algo de lo que deberíamos disfrutar más en lugar de obsesionarnos con los fantasmas y sapos que nos tiran (y seguirán tirando) desde lo medios y mentideros rivales. Partido a partido señores. Partido a partido.

Cara y Cruz. Misma moneda.

At. Madrid 2 - Real Betis 0 

El Campeonato de España, que es el nombre histórico y oficial de lo que los periodistas llaman ahora a la Copa del Rey, es un torneo con la solera y el prestigio suficiente como para que fuese tratado con mejores formas. No es así, evidentemente. Arrastrado por el fogoso y destructivo ímpetu del fútbol moderno, ese de las galaxias torticeras y las bambalinas folclóricas, se ha visto aparcado al riguroso dictado de esos tipos sin escrúpulos ni criterio que dirigen el fútbol televisado, es decir el fútbol, pero también a las demandas egoístas de los protegidos y mimados clubes de siempre, que acostumbrados a hacer (y que los demás hagan) lo que a ellos les plazca, impiden con soberbia el que puede entrar algo de aire fresco en un espacio confinado que apesta a naftalina. En un calendario cargado de partidos, competiciones maratonianas e información barata, el papel que juega un torneo como éste podría ser refrescante y activador, un motor genuino para recuperar la esencia del fútbol. Lejos de ello queda recluido a la pereza y a la fidelidad enfermiza de los que bordeando la locura tratamos de seguirlo en directo. Que un partido tan atractivo como el Atlético de Madrid-Betis se juegue un jueves de Enero a las diez de la noche no sólo es la prueba evidente de lo que cuento arriba sino del repugnante criterio, la ausencia de vergüenza, la falta de respeto por los verdaderos aficionados y la absoluta impunidad con la que el que dirige el fútbol, quien quiera que sea, actúa. 

La estulticia mercenaria del empresariado deportivo evitó ver un Vicente Calderón a rebosar (demasiado buena entrada hubo para las circunstancias) pero el partido no defraudó. La pereza, el sueño y el frío con el que acudimos al coliseo rojiblanco tardó apenas unos segundos en difuminarse en la húmeda atmósfera que a esas horas de la noche había en la rivera del Manzanares. Los segundos que tardó el balón en rodar y quedarse en los pies de los jugadores rojiblancos. Los de Simeone salieron al campo con la actitud con la que recordaremos a su entrenador en el futuro. Los once colchoneros tenían la palabra ganar tatuada en la mirada y eso se nota. Se siente. Con un nivel de agresividad, presión e intensidad exagerado, incluso para lo que estamos acostumbrados, el Atleti adelantó la línea de defensa, abrió el campo, dejó a la línea de tres cuartos actuar por dentro para que los laterales se incorporaran y comenzó a jugar al fútbol. Muy bien además. Con velocidad, verticalidad, cabeza, criterio… El Betis no existía. Incapaz de tener el balón ante la buena labor de los medios centros colchoneros (especialmente un renacido Gabi), e incapaz de entender el juego de Turan y Diego Costa, se limitaban a tratar de cerrar filas en su propio área. Impropio de un equipo como el Betis, una de las sorpresas de la temporada. Las ocasiones llegaban como un martillo pilón y el gol llegó en una excelente jugada. Iniciada por el enésimo robo de Gabi y condimentada por el omnipresente Diego Costa, el balón acaba en los pies de Raúl Garcia que de gran pase sitúa el balón franco en la cabeza de Falcao. Ya sabemos lo que eso significa. 

Pero el Atleti no reculó. Continuó con la misma ansia desaforada por tener el balón, el control del partido y el mejor resultado en el marcador. Continuó además jugando al fútbol. Y esa es la novedad. La primera parte de los madrileños fue de las mejores que han hecho en un una temporada que ya es de por si muy buena. Con un Diego Costa cargado de confianza y un Gabi con un punto adicional de fuerza el Atleti fue un vendaval. Y enseguida llegó el segundo. Una nueva jugada por la izquierda de un Costa que ahora se atreve a encarar y caracolear, consigue meter el balón en el área para que el balón quede en la línea de llegada de Filipe Luis, que con la zurda hace el segundo. El partido pintaba bien. Muy bien. Pero el Betis también jugaba. El Atleti pudo hacer el tercero pero el primer cambio ofensivo de los andaluces, unido a un retraso en la línea de presión de los madrileños, contuvo la escabechina. Hubo un gol anulado a los colchoneros y se reclamó un penalti a Falcao (a mí en el campo me pareció) pero la ocasión más clara de gol fue sin embargo para los sevillanos que en una jugada clara y con hasta cuatro remates a puerta seguidos no fue capaz de marcar. Courtois empezaba así a escribir la leyenda de una gran noche. Corría el final de la primera parte y los aficionados aplaudíamos a rabiar. 

Pero la vuelta del vestuario supuso el comienzo de otra película. El otro lado de una moneda que sin embargo terminó siendo la misma cuando al final del partido se mantuvo el mismo resultado. En pocos minutos vimos cuales serían las claves de la segunda parte. Un Betis ambicioso que ahora tenía el balón y lo manejaba con criterio frente a un Atleti a medio gas, sin fuelle, retrasado y ligeramente desdibujado que se dedicaría a contener. Me surgen dudas a la hora de buscar las causas del nuevo escenario. Parece sensato pensar que se debió a la ambición desesperada del rival unido a la falta de tono físico del Atleti tras un derroche brutal en la primera parte. Puede ser, pero me asusta pensar que fuese doctrina desde el banquillo. Nunca he entendido el fútbol especulativo y no voy a empezar a hacerlo ahora. El Atleti sacó entonces su lado más pragmático y dio alas a un Betis que se creció como equipo, que domino toda la segunda parte y que pudo haber marcado un gol tranquilamente. Especialmente un remate en el área que de nuevo es detenida por un Courtois que arrojó su más de 1,90 de portero delante del balón en el momento oportuno. Aun así, la entrada de Koke y el Cebolla dieron el aliento suficiente para un último empujón al final del partido que podría haber subido el tercero al marcador. 

Gran resultado que no decide la eliminatoria pero que si la deja en unas grandes condiciones para encarar con inteligencia el partido de vuelta. Es muy difícil marcar tres goles al Atlético de Madrid. Eso lo sabes hasta ese engreído que dirige (muy bien, hay que reconocerlo) al Real Betis Balompié. Un tipo, Pepe Mel con el que mi admiración por su labor profesional se apaga poco a poco, quedando ensombrecida por ese discurso prepotente y perdonavidas que se gasta últimamente en las ruedas de prensa. Al acabar el partido el nuevo crack de los micrófonos, el inventor del fútbol, volvió a despreciar con soberbia gratuita la labor del rival. Ya lo hizo cuando el Atleti le derrotó hace unos meses (y lo ha hecho otras veces en otros campos y con otros rivales). No sé si es algo que le viene de cuna, si es su forma engreída de estar enfadado o que de tanto escuchar su nombre en la radio ha terminado pensando que efectivamente es el rey del Mambo. Me da igual. Me parece igualmente repulsivo estimado Pepe Mel. El mundo del fútbol está ya demasiado lleno de tipos que se creen que andan un palmo por encima del suelo como para admitir otro más.

Castillo con cimientos

Real Betis 2 - At. Madrid 4

Decía George Bernard Shaw que si has construido un castillo en el aire no has perdido el tiempo. Es allí donde debería estar pero ahora debes construir los cimientos debajo de él. Tras un verano dubitativo, un equipo apenas reforzado y bajas significativas, el aficionado colchonero despertó de golpe de una pesadilla recurrente cuando en Mónaco el Atleti daba una exhibición que puso una legítima semilla en los corazones rojiblancos. La semilla de un sueño, también recurrente, que nunca llegaba. El sueño de un equipo sólido y orgulloso que alimentado de carácter y ambición se codease sin complejos con los mejores. Pero mientras todos decorábamos los muros de ese castillo imaginario un tal cholo Simeone se dedicaba a construir los cimientos. Y ahí están los resultados. Un señor equipo. Pepe Mel, sin duda, tiene hoy razones para quejarse de los árbitros pero no creo que nadie ponga en duda que el Atlético de Madrid ha merecido ganar el partido. 

 El Atleti podrá tener carencias, capacidad de mejora o un estilo cuestionable pero sin lugar a dudas es un equipo áspero, incómodo y difícil de doblegar. Un rival difícil, que es lo que muchos reclamábamos desde hace muchos años. Un equipo que sale a ganar y lo hace con una idea, buena o mala, en la que todos creen. Una idea transmitida desde el banquillo y que aparece tan sólida como el equipo en el campo. Luego los partidos son ecuaciones con miles de variables en juego que varían en función de ponderables e imponderables y que al final definen el resultado, pero la parte que no depende de la suerte este año no tiene fisuras. El partido comenzó con ritmo, tensión, concentración y poco fútbol. Más enchufados los andaluces en un principio pero sin verdadera profundidad. El Betis del gran Pepe Mel trataba de dominar con el balón pero no podía gracias a la brutal presión del gran Simeone. Dos conceptos lícitos de fútbol que se peleaban con nobleza en el terreno de juego. Con muy pocas ocasiones de gol (disparos lejanos sin trascendencia) el partido se debatía en un centro del campo que Beñat trataba de diseñar y la dupla Gabi/Mario de destruir. A estas alturas de partido queda claro que el Atleti no es ni será un equipo de elaboración sofisticada pero que cuando tiene el balón en la zona de tres cuartos cualquier cosa maravillosa puede pasar y que casi siempre pasará con el turco Turán de invitado. Personalmente no me gusta que Arda esté flanqueado por el Cebolla y sobre todo Raúl García pero no puedo decir que hicieran hoy un mal partido. Especialmente el navarro. 

La cosa hubiese seguido igual de no ser por una de las grandes revelaciones de la noche: Asenjo ni es ni será portero para el Atlético de Madrid. Me duele mucho decir esto porque tengo gran simpatía por un jugador que ha tenido muy mala suerte, pero creo que sería mejor para todos que buscase fortuna lejos del Calderón. Demasiado pasado en esa cabeza como para superar la adversidad. Hoy se ha visto. Disparo inocente desde la izquierda que el cancerbero se come ante el estupor de una zaga que hasta entonces había estado perfecta. Pero el gol, contra pronóstico, espoleo a un Atleti que a partir de entonces tuvo sus mejores momentos y fue un señor equipo. Primero con un remate desde fuera de Raúl García que el de siempre, Falcao, recoge en boca de gol para hacer el empate. Después con un pequeño aumento en la intensidad de la presión que supone un dominio absoluto del campo y del juego, que provocó varias ocasiones claras del Atleti. Especialmente claras una de Raúl García que remata una volea desde el área pequeña y un remate de Falcao en boca de gol, casi desde la misma posición, que en ambos casos el portero bético resuelve con la parada de su vida. Pero el fútbol, que para el que no lo recuerde a veces es injusto, mostró su cara más cruel cuando en el tiempo de descuento se produce un avance verdiblanco por la izquierda que hace que el balón rebote en la pierna de Juanfrán y viaje por encima de Asenjo hasta la portería. Creo que el portero colchonero podría haber hecho más pero explicar este punto sería repetirme. 

Pero la mala suerte mudó de vestido y todo cambió nada más reanudarse el encuentro. A veces uno tiene el temor (o la esperanza) de que la charla del vestuario modifique por completo lo que hasta ese momento se estaba viendo en el campo. En este caso el Atleti tenía mucho que perder pero gracias a Dios (o a Simeone) no fue así. El equipo salió enrabietado y con la misma intensidad con la que había abandonado del campo. En apenas cinco minutos, Falcao recoge un balón en el área y encara la portería rival pero Perquis, que en ningún momento pudo con el colombiano, lo agarra derribándolo en el área en lo que a mi me parece un claro penalty. Lo que no tengo tan claro es la expulsión posterior. El reglamento dice que basta con que la ocasión de gol sea manifiesta para que el culpable de la infracción sea expulsado. Cogiéndolo con pinzas será así pero a mí me queda la sensación de que es demasiado. A todo esto Falcao, a lo suyo, transforma el penalty y se convierte en máximo goleador. 

Simeone, dando otra lección a tanto entrenador cobarde que se sentó antes en el mismo sitio, decide dar entonces descanso al Tigre después de haber marcador dos goles y ocupar el sitio con Diego Costa. El brasileño, haciendo las delicias de los que creemos en él, decidió seguir su racha ascendente y enseguida completó la remontada tras prolongación de Mario y remate de volea en el segundo palo. A partir de ahí el partido no tiene historia. El Atleti especuló con el resultado (a veces en exceso) y el Betis se vio incapaz de jugar, todavía con mayor evidencia de lo que ya había ocurrido con los once jugadores. El drama andaluz se completó cuando el colegiado se inventa una nueva expulsión, esta vez de Campbell, tras una mano que me parece tan involuntaria con la de Luis Filipe que le antecede. 

Señoras, señores, el Atlético de Madrid está el segundo de la clasificación a dos puntos del líder, el todo poderoso FC Barcelona. ¿Cuánto hace que no nos veíamos igual a estas alturas? No lo sé, pero lo que tengo claro es que después de tantos años de ver un Atleti imperfecto, desdibujado y sin entrenar da gusto ver un Atleti bien entrenado. Sigamos surfeando sobre este precioso sueño el tiempo que podamos.

Adiós asesino


Real Betis 2 - At. Madrid 2

Hace un montón de años, no recuerdo ni en qué año ni si era una Eurocopa o una Copa del Mundo, estaba viendo en la televisión un partido internacional con un montón de personas. Eran semifinales y Alemania se jugaba la final frente a otro equipo que tampoco recuerdo. Lo que si recuerdo de aquel día, aparte de que los germanos ganaron, es la salida de los jugadores del campo. Acababan de ganarse la clasificación para la final y aquellos jugadores de tez curtida apenas lo celebraban. Se bajaron las medias hasta los tobillos, se saludaron con frialdad y se fueron al vestuario. Alguien que estaba por allí destacó aquello en lo que yo también había reparado diciendo: “Sólo les preocupa ganar el torneo y por eso no lo celebran. Eso es mentalidad ganadora”.

Entonces no lo entendí bien pero con el tiempo aprendí no sólo lo que aquella persona quería decir sino que además tenía razón. Hay equipos que independientemente de los jugadores que saquen, si son buenos o malos, salen siempre con el convencimiento de que son superiores y de que tienen que ganar de la misma forma que hay equipos a lo que les ocurre todo lo contrario. El Atlético de Madrid de los últimos 20 años ha sufrido en este sentido un evidente proceso de regresión que lo hace un equipo asustadizo, frágil desde el punto de vista psicológico y al que siempre asalta la duda de si deberían mirar arriba o abajo. Ese es el sutil éxito de una directiva, la de MA Gil, que independientemente de sus hazañas financieras y tejemanejes políticos es una pésima directiva de fútbol. Incapaz de entender el equipo que dirige, alérgico al fútbol en su esencia, ajeno a la historia y empeñado en transformar la realidad social del equipo que heredó en una suerte de compradores de palomitas saladas. La dirección de MA Gil ha creado un equipo desquiciado. Aturdido. Perdido en su esencia. Un equipo al que obligan a pensar en pequeño manejando presupuesto de grande.

Para mí esa es la explicación de lo que ha pasado hoy. Un partido que comenzó de forma soberbia, con un Atlético de Madrid bien plantado, sólido y mandón que se imponía desde el principio a un Betis que no sentía por ningún sitio la necesidad del resultado. Los madrileños adelantando la defensa, presionando con diligencia y jugando en campo contrario. Los sevillanos tratando de usar con mimo el balón pero sin la velocidad ni verticalidad necesaria. El Atleti era dueño del partido y Salvio su principal puntal entrando como quería por la banda derecha. Falcao tuvo un par de ocasiones nada fáciles y Adrián se perdía siempre en el último regate o en tiros mal seleccionados como ese a puerta vacía que saca el meta rival con el pie. Los colchoneros merecían ir ganando ya al descanso pero la falta de pegada hacía que no fuese así.

Pero la segunda parte comenzó de la misma manera y hasta con un punto mayor de profundidad que hizo desaparecer a los béticos del campo. Simeone retiraba del campo a Diego, algo tocado desde el jueves, dejando sitio a Koke y el canterano aprovechaba para abrir el marcador. Pase de Tiago, soberbia dejada de Falcao con la cabeza y Koke que empala para hacer el primero. En otras ocasiones esto tan simple, ir por delante en el marcador, era motivo para arrancar la arquetípica especulación que tanto disgustos nos ha dado pero hoy no. El equipo siguió inicialmente manteniendo los mismos ejes que le habían traído hasta ese lugar  y de esa manera empezaron a llegar jugadas clarísimas. El Atleti podría haber parecido entonces ese equipo letal y asesino que debería ser pero no era así. No había instinto. No había sensación. Adiós asesino. Las ocasiones llegaban, si, pero los delanteros atléticos se dedicaban a fallarlas con tranquilidad e insultante desparpajo. Daba la sensación de que el Atleti se sentía sobrado, relajado, falto de tensión. Entonces el Betis aprovechó para romper el partido. Ofreció un partido desquiciado de ida y vuelta y los cochoneros entraron al trapo. Inocentes. El equipo se rompió los espacios se abrieron...y el Betis empató. Faltaban diez minutos. Parecía increíble que un partido cuyo resultado más justo hubiese sido un 0-4 estuviese empatado. Pero más increíble fue cuando un par de minutos después los andaluces aprovechaban la pájara madrileña y la empanada de Courtois para ponerse por delante. La falta de ambición, la falta de oficio, la incapacidad manifiesta para cerrar un partido que estaba ganado hacía que se perdieran los tres puntos. O no, porque en esos escasos minutos de descuento si se pudo ver algo de orgullo, coraje, compromiso o como se le quiera llamar. El Atleti se fue a la desesperada arriba y en el último córner del partido, con el portero en la línea de remate, Falcao hacía el gol del definitivo empate que no aliviaba más que la honra.

El mito de jugar la Champions no está matemáticamente imposible pero si muy complicado. Un mito que en ningún momento ha merecido el equipo y que sería un éxito tan suculento como injusto. El Atleti que vimos hasta el gol era un buen modelo en el que creer. Un buen cimiento sobre el que construir. Para ello hace falta que lo que ocurrió después, esa galopante falta de instinto asesino, se destierre de jugadores y aficionados durante el próximo verano. El Atleti debe ser un equipo que mira siempre hacía la cima, por muy lejos que esa cima esté. Un equipo que cuando gana fuera de casa se saluda, se baja las medias y se va al vestuario sabiendo que no ha hecho más que lo que tenía que hacer. Un equipo que entiendo que entrar en puestos de Champions es lo menos que puede ofrecer a su público. Un equipo digno de llamarse Atlético de Madrid. 

The Pernice Brothers - Goodbye, Killer


Ojeras que ya estaban (At. Madrid 0 - Málaga 3)




Si alguno de ustedes ha tenido como yo la mala suerte de pasar hoy la tarde en el Vicente Calderón habrá asistido a una auténtico, completo y gráfico baño de realidad. Por el precio de su entrada no sólo ha podido ver los tres goles de un Málaga que sellaban su asentamiento definitivo en la división de honor del fútbol español sino que habrá observado, resumida en noventa minutos, la realidad del actual Atlético de Madrid. Esto ha sido y es el Atlético de Madrid de la presente temporada. Un equipo sin identidad, sin espíritu, sin plan, sin ambición, sin objetivo, sin referencia y sin personalidad. Un equipo tremendamente descompensado, diseñado con el orificio rectal, mal dirigido pero a pesar de ello aguerrido de forma inexplicable a un rígida forma de jugar al fútbol que paradójicamente se basa en no jugar. Un equipo que no sabe jugar a este deporte, que se siente perdido con el balón, incapaz de crear juego, carente del centro del campo, obsesionado por la verticalidad barata basada en el pelotazo, penalizado deportivamente por la negligente labor de los que confeccionaron la plantilla pero igualmente penalizado por las guerras internas de un entrenador tratando de demostrar su superioridad moral a la hora de entender las entrañas de este deporte y de este equipo.

El partido pintaba mal desde el principio cuando ya veíamos a un equipo, el andaluz, metido completamente en el partido, disputando cada balón al límite del reglamento, perfectamente colocado en el campo y presionante. Sobre todo si lo comparábamos con lo que tenía enfrente que era precisamente todo contrario. Los madrileños intentaban seguir la estela de los últimos partidos pero parecía un sueño del pasado. Algo no cuadraba y eso tenía su epicentro en un centro del campo liderado por Raúl García, es decir sin centro del campo. El navarro, como desde el mismo día en que se le fichó, naufragaba una vez más tomando la responsabilidad del mediocentro creativo, algo que ni es, ni ha sido, ni será. El jugador está una situación muy por debajo de su peor versión y eso lo caracteriza delante de su afición que lo despidió, otra vez, con pitos. Raúl García debería abandonar el Atleti por su propio bien. El ritmo lento el jugador de tajonar era extendido al resto de la plantilla y así una perfecta presión de los malagueños bastó para desactivar a un Atleti incapaz de hacer fútbol. Unos mediocentros que se olvidaban de proveer una salida digna, un Reyes muy marcado incapaz de conectar, un Elías que sigue siendo tan intrascendente o más que cualquiera de los minutos que ha jugado y una delantera que no conectaba. Al cuarto de hora el balón paso a ser del Málaga y ya no lo soltó.

El baño táctico de Pellegrini a Quique en la primera parte es como para que muchos, incluidos los protagonistas, reflexionen. Los andaluces desactivaron con facilidad a un Atleti mal colocado cuyo once inicial presentaba mayores excentricidades de las que un equipo así puede permitirse. El balón estaba normalmente en los pies del Málaga siendo distribuido con criterio y calidad pero si no estaba ahí se podía encontrar en los pies de los centrales colchoneros que lo lanzaban lejos de contundente puntapié. Esa de hecho era la mejor opción posible puesto que la alternativa, jugarlo, era peor dada la mala disposición de los medios y la nulidad de otras salidas. Gracias a ello llegó el primer gol. El Atleti es incapaz de salir, comete error, los blanquiazules se van por la banda y un certero centro de Jesús Gámez es rematado de forma magistral Rondón.

Mal siguieron las cosas cuando el Málaga decidió seguir igual teniendo el balón y jugando. Se demostraba así que esa miserable y ruin forma de jugar de encerrarte en tu área con el marcador a favor, esa que práctica el Atleti gracias a la última pleyade de entrenadores valientes que hemos tenido, no sólo está más pasada de moda que los vaqueros descoloridos sino que ya ni la practican los equipos metidos en el descenso. El Málaga llevaba el tempo del partido y el Atleti se desesperaba. El Málaga lo hacia todo fácil y el Atleti era incapaz de dar dos pases. El Málaga se estiraba con peligro cada vez que podía y el Atleti era incapaz de tirar a puerta. Al poco de terminar la primera parte llegó el segundo casi de idéntica factura que el primero pero por la banda contraria y con Sebas Fernández y Baptista como protagonistas.

Nadie creía en la remontada al principio de la segunda parte. Quique corrigió el error de Elías por Keko pero mantuvo el error de Raúl García. El canterano aportó como siempre dinamismo, salidas, movilidad y ganas pero no fue suficiente. El Málaga salió al campo mucho más especulativo y eso complicaba las cosas. Al cuarto de hora Raúl García dejaba el campo entre silbidos dejando el sitio a un, otra vez, apagadísimo Forlán dejando un extraño dibujo en el campo parecido a un 4-3-3 asimétrico.

De nada sirvió. El equipo parecía algo más voluntarioso pero se perdía entre las líneas de un cuadro andaluz replegado y muy bien plantado y las ganas de los rojiblancos de resolverlo todo en solitario. Entre tiros absurdos de Forlán, escarceos estériles del Kun, eslalons inútiles de Reyes pasaba el tiempo con un equipo malacitano cada vez más seguro de su victoria y unos madrileños cada vez más convencidos de su derrota. Maresca ponía el fin virtual a esa dicotomía con un tercer gol que nuevamente venía de una garrafal error en la salida del balón, nuevamente provocado por no saber que hacer con el. A partir de ahí el público desapareció del campo, los gritos anti Gil fueron más tímidos y escasos que nunca y la sensación de mediocre resignación lo impregnaba todo.

El grandilocuente objetivo de nuestro presidente, la eufemística “europa”, está ahí. Casi en el mismo sitio, pero el tema es algo más profundo. A veces un lavado de cara como este lo que hace es simplemente enseñar las ojeras que ya estaban.

Mañana no (R. Madrid 3 - At. Madrid 1)




Yo soy seguidor del Atlético de Madrid, un equipo centenario que durante prácticamente toda su historia fue temido y sobre todo respetado en los campos que pisaba. Un equipo con una personalidad e idiosincrasia especial que aglutinaba una afición orgullosa y distinta con unos valores muy definidos respecto a la valentía, la entrega, la personalidad y repito, el orgullo. Esto que ha salido esta noche al Santigo Bernabéu no es el Atlético de Madrid. Es una mamarrachada, una broma, un insulto zafio y sobre todo una humillante y vomitiva vergüenza. El Atlético no es el mejor equipo del mundo, ni el que tiene más dinero, ni el que tiene mejores jugadores. Nunca lo ha sido. Ha tenido mejores y peores épocas con triunfos y fracasos pero lo que Atlético de Madrid nunca ha sido es una banda de cobardes. Lo que el Atlético de Madrid nunca ha sido es una banda de apocados y acobardados figurines con la clara instrucción de achicar agua, juntarse en su portería y cerrar los ojos cuando dispara el contrario esperando un milagro. El Atlético de Madrid nunca ha agachado la mirada cuando el rival miraba de frente y nunca se ha escondido cuando venían a golpearlo. Al Atlético de Madrid no se le puede exigir que gane la liga si no se dan otras circunstancias para ello ni es descabellado pensar que salga derrotado 3-1 del campo del vecino poderoso con todo a favor pero al Atlético de Madrid no es que se le pueda exigir sino que se le debe exigir que sea capaz de saltar a cualquier campo del mundo, incluido el Bernabéu, mirándole a la cara al contrario y jugar contra cualquiera de tú a tú. Es que si no es así nada de esto merece la pena. Esto no es el Atlético de Madrid. Es la peor versión del equipo más miserable que jamás he visto sobre un terreno de juego. Esto no es el Atlético de Madrid. Es una puta mierda.

Y ahora alguien me vendrá con el poste, y el árbitro, y la mala suerte, y el leñero de Sergio Ramos, y las tarjetas perdonadas y los fallos defensivos,… y tendrá razón (aunque todo es discutible) pero el resultado lejos de ser injusto es corto para los méritos de uno y otro. Seamos serios. Especialmente cuando sobre el campo se enfrenta un equipo que quiere jugar y otro que no. Un equipo que quiere tener la pelota y otro que no. Un equipo que quiere ganar y otro no.

Me aburre hacer una crónica de un partido de fútbol que no ha sido un partido de fútbol. Lo que hemos visto esta noche ha sido un monólogo apabullante, humillante y lamentable del Real Madrid y como bien saben precisamente el Real Madrid no es una cosa de la que me entusiasme mucho hablar. Pero es que del Atleti se puede decir poco y lo poco que se puede decir es para echarse a llorar.

Salimos como siempre, a especular, pero algo más entonados que otras veces. Obviando la inutilidad del inútil de Raúl García el equipo achicaba con profesionalidad hasta que un balonazo con marcado acento colchonero acaba en los pies del Kun (en fuera de juego aunque no tan claro como el impresentable del Canal + ladraba), el argentino hace el invento de todas las noches, Casillas le hace penalty pero el rechace acaba en los pies de Forlán que marca. Eso es prácticamente todo lo positivo que se puede decir de los colchoneros. A partir de ahí el humillante, lamentable y repito, bochornoso monologo blanco jugando en la frontal de nuestra área para lucimiento del pobre De Gea. Los dos mediocentros eran dos centrales más (muy malos, por cierto), Reyes era el segundo lateral izquierdo y Juanfran el segundo lateral derecho mientras en Kun Agüero hacía de pivote defensivo. Cuando el Atleti la robaba (pocas veces porque además nadie presionaba ya que la consigna era esperar) la opciones eran lanzar un balonazo a la nada (lo más habitual) o conducir el balón en solitario 120m. Genial planteamiento de ese niño mimado de la prensa llamado Quique Sánchez Flores.

Claro está (y es que ha ocurrido igual un millón de veces), tardo poco el Madrid en empatar con un remate de Sergio Ramos de cabeza pero menos podía haber tardado porque no dejaron de llegar en toda la noche. Así siguió todo el partido (con descanso de por medio) hasta que la única jugada trenzada del Atleti en todo el partido (que parte, por supuesto, de un pase diagonal de Reyes de 100m que baja el kun con maestría para errar el remate y cuyo rechace manda Forlán al poste) es el prologo para el segundo del Madrid (precedido de una falta clamorosa de los blancos que se come el árbitro, bien es cierto). Agotados los merengues parecía que el 2-1 sería definitivo (resultado que para Quique y su mentalidad “ganadora” era digno de orgasmo) pero con el Atleti, y más si sacas a Fran Merida y a Valera al campo, nada es imposible y la jugada tonta de la noche deja el tercero al Madrid de forma gratuita. Mal despeje de Filipe Luis que rebota en Domínguez y el balón cae a los pies de Ozil. El valiente de Quique y sus mamporreros de la prensa echarán la culpa del resultado a la “falta de mentalidad” de la defensa o directamente a Domínguez o Filipe Luis pero hace falta tener caradura para ello. Si te pasas 80 minutos del partido "jugando" en tu propia área, con el balón siempre por allí y con veinte jugadores alrededor lo verdaderamente raro es que no hubiese habido un error antes. Si te pasas 80 minutos del partido achicando balones en tu área lo que tienes que hacer como entrenador es primero pedir perdón y después presentar la dimisión irrevocable.

Insisto, esta bazofia (de concepto más que de representación) no es el Atlético de Madrid y como tal deseo que en la vuelta los destrocen y así demuestren al mundo, pero sobre todo a los responsables de la idea futbolística de este supuesto Atlético de Madrid, que una opción tan ruin, chabacana, repugnante y mediocre no sólo es incompatible con conseguir algo que merezca la pena (es evidente) sino que no merece ni el más mínimo de los respetos. Para hacer el ridículo y seguir haciendo el ridículo es mejor no avanzar en la competición y que nos hubiesen eliminado antes. No quiero ver más partidos del Atleti en los que no juega el Atleti.

Durante toda mi vida el día después de los partidos he presumido de colchonero. Siempre. Ganando y perdiendo. En las alegrías y en las penas. Con derrotas poderosas y victorias gloriosas. Siempre. Mañana no. Me da vergüenza amar el mismo escudo que esta gente llevaba está noche en el pecho (y conste que para mí ninguno de ellos es responsable). Me da vergüenza que se adueñe de mi equipo algo tan ruin. Me da vergüenza que eso, lo que ha hecho mi equipo esta noche (que es lo que lleva haciendo desde hace demasiado tiempo, aunque hay ocasiones que duelen especialmente) esté asociado con el nombre del Atlético de Madrid. Vergüenza y asco.

Una cuestión de fondo (Hércules 4 - At. Madrid 1)





Ayer el Real Madrid y el Villarreal se enfrentaban en un entretenido partido de fútbol (porque el fútbol puede ser entretenido aunque cueste creerlo como seguidor colchonero) poniendo sobre el campo dos formas de entender el fútbol. Los castellonenses queriendo el balón para tenerlo, tocarlo y tener la paciencia para elaborar la jugada. Los blancos queriendo también el balón pero para salir en velocidad con el, sumando efectivos sin especulaciones ni demasiado desarrollo horizontal. De distintas maneras los dos querían el balón, querían dominar, querían jugar al fútbol, eran valientes y querían ganar. El Atlético de Madrid de hoy, al igual que el de ayer y que el de casi siempre en los últimos diez años, no quería el balón, no quería dominar, no quería jugar al fútbol, era cobarde y su principal objetivo era no recibir gol. ¿Alguien nota la diferencia? Existen algunos iluminados que sin sonrojarse dicen todavía que salvo el Barça el resto de equipos de la liga española juegan igual. Evidentemente los árboles no dejan ver el bosque o lo que es lo mismo te puedes pasar la vida señalando con el dedo al sol que algunos iluminados seguirán mirándote siempre al dedo.

A los cinco minutos de partido ya se podía ver cual era la propuesta futbolística (y perdón por la expresión) del Atlético Especulación dirigido por Quique: 9 o diez jugadores detrás del balón, desprecio absoluto del balón y pelotazos verticales cada vez que por casualidad aparecía la pelota en los pies de algún jugador colchonero. La idea de ganar un partido de fútbol para este club consiste en defender desde el principio con uñas y dientes contra cualquiera (hoy el Hércules, un equipo de presupuesto infinitamente inferior) y esperar un fallo del rival o un ataque de talento de las pocas estrellas que van quedando (hoy Kun y Reyes). Nada de crear, nada de querer, nada de llevar la iniciativa. Un insulto al fútbol. El mismo insulto que llevamos una década soportando y que algún iluminado todavía justifica con ignorancia en un equivocado concepto del histórico contrataque colchonero. Enfrente un modesto equipo bien colocado, con ambición que quería tener el balón, llevarlo a campo contrario y que tenía claro que la mejor forma de ganar el partido es si tú lo provocas. Una bocanada de aire fresco en un mundo del fútbol podrido. Una forma preciosa de respetar este magnífico y precioso deporte. Hoy hubo justicia y el valiente pasó por encima al cobarde.

A los diez minutos, tras jugar constantemente en las inmediaciones del área madrileña, se produce una indecisión entre Filipe Luis y Domínguez que aprovecha Tote para meter la pierna y colar el balón por el lado que De Gea debería tener siempre protegido. Quique culpará a los defensas de la debacle colchonera (como siempre) pero hay que ser muy cazurro para seguirse tragando la trola de los fallos defensivos como justificación de la vergüenza futbolística que es este Atlético de Madrid. Si el Atleti normalmente es un equipo siempre a merced del contrario cuando está con un gol en contra, gracias a las directrices del banquillo que han diseñado este equipo, directamente es una broma. Incapaz de saber que hacer con el balón cuando no les queda más remedio que hacerlo parecen algo que bordea el ridículo. Pero es qe encima hoy tenía enfrente al Hercules, que no es el Barça pero que es un equipo que ha querido seguir con el balón por delante en el marcador y que ante la pájara atlética ha seguido jugando al fútbol con criterio hasta clavar el segundo con un golazo de Valdez desde la frontal del área. El mismo guión se ha repetido toda la primera parte: El Atleti corriendo detrás del balón o dándole pelotazos y el Hércules, relajando los riesgos, controlando el partido. Con ese caldo de cultivo llegaron el tercero (Thormet de cabeza enfrente de Godin) y el cuarto (Trezeguet desde la frontal de preciosa jugada). Humillante y merecido correctivo a un equipo no tiene ningún reparo en humillarse a si mismo domingo tras domingo con su humillante forma de saltar al campo.

En la segunda parte el equipo salió en tromba (ya sabemos que esto de la épica le encanta a los entrenadores del corte Quique Sánchez Flores) y gracias a un voluntarioso Agüero se tuvieron en seguida un par de ocasiones que Fran Merida manda a las nubes y el propio Kun al poste de falta directa. Poste que respondieron los alicantinos con otro tras claro contrataque. El partido se transformó enseguida en un correcalles provocado por la desazón colchonera que enfrentaba los intentos alocados y desesperados de sobre todo un Kun Agüero herido en el orgullo frente a los contrataques relajados de los alicantinos. La huida desesperada sólo sirvió para agotar al Kun y a Reyes (muy inteligente otra vez Quique vaciando sin sentido a sus dos únicas posibilidades de hacer algo el jueves) y para ver en las postrimerías del partido un gol de Reyes típico de pachanga veraniega.

Llevamos diez años jugando a defender, a despreciar el balón, al doble pivote de tarugos, a esperar el fallo y a jugar en función del contrario. Llevamos diez años también haciendo el ridículo. Que los resultadistas hagan sus cuentas. Ningún equipo de presupuesto parecido tiene una propuesta futbolística tan cobarde y humillante ni un proyecto deportivo tan sumamente patético. Así es difícil hasta soñar. No es cuestión de fichar mañana al entrenador del Hércules o al del Villarreal. Es una cuestión de concepto. Una cuestión de fondo.

Golpe de muñeca (Málaga 0 - At. Madrid 3)




A veces uno piensa que esto de teorizar, discernir y analizar el fútbol es tan útil y certero como pretender estudiar el giro de muñeca cuando tiras los dados en un casino. Absurdo. El partido de hoy en Malaga es una de esas ocasiones en las que lo anterior se hace incluso más patente porque sinceramente, a tenor de la lógica y el razonamiento es difícil explicar el plácido 0-3 de esta tarde. Bien es verdad que otras tantas veces nos ha ocurrido a nosotros lo mismo pero por el lado contrario y bien es verdad que el rival de enfrente no merecía recibir otra cosa que lo que recibió pero la realidad es que un golpe de muñeca es lo que ha hecho que el partido se decante claramente a un lado y no hacia el otro. Es así, muchas veces el fútbol es eso, un giro de muñeca, una falta bien sacada, un golpe fortuito. A veces es así pero como bien demuestra la estadística las muestras amplias disminuyen el error tanto como se quiera así que después de 38 partidos me temo que cada uno acabará estando bastante cerca de donde se merece y nosotros, de momento, estamos donde estamos.

Si alguien no ha visto el partido y a tenor del resultado pretende verlo recomiendo que no cometa tamaña desfachatez. Al menos que no lo haga entero y que de el Fast Forward hasta el tercer gol de Atleti. Para el resto puede quedarse con el resumen de los goles y habrá visto todo lo que hay que ver.

Lo de Quique, insisto, ya no merece comentario. Dicen que hay que respetar las decisiones que toman los entrenadores porque las hacen por el bien del equipo. Personalmente desde luego que las respeto pero discrepo de tal aseveración. Yo creo que hay entrenadores que toman las decisiones para beneficio propio pensando que ese es también el beneficio del equipo. Incomprensible la apuesta de Raúl García por la derecha por ejemplo. El navarro es como el hijo del jefe que a pesar de sus limitaciones y que hay otros mejores que él tiene que estar si o si en plantilla. Incomprensible. Tampoco entiendo eso de poner a Reyes de segundo delantero/mediapunta, sin cambiar el sistema, que como otras tantas veces ha ocurrido que al final no es ni lo uno ni lo otro. El de utrera tiene que venir demasiado atrás a jugar con lo que se separa de Agüero haciendo la distancia sideral. Lejos de ayudar la creación la entorpece y encima desinfla la delantera. Con esas premisas poco se puede pedir.

La primera parte fue un despropósito por las dos partes. Los andaluces romos y fallones regalaban el balón mientras su pareja de torpes mediocentros era incapaz de dar dos pases seguidos. El Atleti intentaba presionar pero la distancia entre líneas era exagerada y la consigna parecía ser que cada balón recuperado debía lanzarse lo más lejos posible de puntapié. Lamentable. Una especie de gol “regañao” y fútbol australiano. Patético desarrollo y patético planteamiento que sin embargo quedó ocultado a mitad de primera parte cuando Simao saca una gran falta desde la izquierda que Tiago, el mejor fichaje que hemos hecho desde Forlán, cabecea de forma certera a puerta.

Las cosas podrían haberse centrado un poco por parte de los madrileños y haber intentado dominar más y mejor el balón. No parecía complicado a tenor del flan que tenían enfrente pero nada más lejos de la realidad. Nuestros jugadores son muy disciplinados y haciendo caso a su entrenador hicieron lo que éste quiere, echar dos pasitos atrás y a esperar. A esperar no sé qué porque cortando el balón en la frontal de tu área y salir con dos jugadores con 100 metros por delante es una opción que sale una vez de cada millón. Llevamos muchos años comprobándolo.

La segunda parte comenzó igual de lamentable sólo que con un Málaga algo más lanzado y convencido de jugar, probablemente gracias a la decisión del Atleti de obviar el balón para lo que quedaba de partido. Sin necesidad de ello, fueron los mejores minutos de un flojo equipo malacitano que sin embargo aprovechaba la cobardía visitante para robarles el protagonismo y empezar a poner semillas de algo que no pudieron recolectar. Y no lo pudieron hacer porque el fútbol, a veces, es efectivamente un giro de muñeca y de nuevo una falta y de nuevo con la cabeza (esta vez Domínguez tras asistencia de cabeza del omnipresente Tiago) el Atleti hacía gol. En ese momento el Málaga se derrumbó por lo injusto de la vida pero no tuvo demasiado tiempo para lamentarse porque pocos minutos después de nuevo de falta y de nuevo de cabeza Tiago hacía el tercero para su equipo. Algo hemos ganado desde luego desde los tiempos de Aguirre en los que una falta a favor era casi un ocasión en contra.

Eso si, con el partido resuelto vinieron los mejores momentos de los colchoneros en cuanto a su relación con el fútbol. Entonces si, paradojas de la vida, el equipo se hizo dueño absoluto del balón, del ritmo y del partido y a base de toque, velocidad y balón el Atleti llevó el encuentro donde quiso sin que el Málaga fuese capaz de tocar el esférico. ¿Tan difícil era?

Tres puntos gloriosos en esa carrera desesperada por recuperar posiciones y alcanzar la mediocridad de la cuarta plaza. Dado lo patético de esta liga y lo viciado de la competición todo es posible. Otra cosa es que ese todo con el que “todos” sueñan sea suficiente o una cortina de humo.

El triunfo de la ruindad




“No siento el menor deseo de jugar en un mundo en el que todos hacen trampas” (F. Mauriac)


En esta vida hay que saber ganar y saber perder así que aunque ese desagradable sujeto de lamentable figura y peor verso que hace las funciones de presidente del Sevilla no sepa de lo que estoy hablando y continúe insultando al buen gusto y la deportividad cada vez que tiene ocasión y decida seguir decorando todo lo que le rodea de venenosa y repugnante estulticia vaya por delante mi felicitación al equipo sevillano. A pesar de su esperpéntico y lamentable presidente y a pesar de su bochornosa y lamentable propuesta no ya futbolística sino deportiva. Felicidades por ganar una copa que evidentemente quería que ganase mi equipo pero que reconozco que como espectador hubiese querido que ganase cualquier equipo que hubiese estado esta noche delante de los andaluces por una sencilla razón que no tiene que ver con odios centenarios ni revanchas maquiavélicas (eso no va conmigo). La única razón es que esta noche ha triunfado la cobardía, la marrullería, la especulación, el “otro fútbol”, la vehemencia gratuita, la pillería y la búsqueda de la destrucción. El capricho del destino ha premiado está noche a un grupo de terroristas del fútbol como deporte y noble juego. Ha premiado al que espera, al que hace teatro, al que prefiere no jugar, al que va al límite de la legalidad pasándose al lado contrario siempre que no están mirando, el que nada y guarda la ropa, el que dispara y esconde la mano. El fútbol evidentemente nunca es justo y no tengo ningún motivo para decir que el Atlético de Madrid sea mejor equipo que el hispalense (el resultado final de hecho dice lo contrario y con eso hay que quedarse) pero sinceramente me quedo con mi equipo. Ganando y perdiendo. Si hay que hacer lo que ha hecho hoy el Sevilla para ganar prefiero sinceramente quedarme donde estoy. Yo no creo que el fin justifique los medios.

En este mismo sitio he criticado un millón de veces a mi equipo, su forma de jugar, su actitud y un montón de cosas más. Lo volveré a hacer siempre que así lo crea pero esta noche no. Esta noche estoy orgulloso de ser del Atlético de Madrid. Esta noche me acuesto tranquilo sabiendo el equipo que tengo y esperanzado por el futuro. El Atlético de Madrid de hoy es el equipo que yo quiero, un equipo valiente, entregado, queriendo jugar al fútbol, llevando la iniciativa y siendo generoso. Sin suerte pero honesto y orgulloso. Ese es el Atlético de Madrid. Espero que los demás alguna vez puedan decir lo mismo.

El partido comenzó con mucha intensidad, de forma muy vertical, toma y daca con mucha agresividad (de la sana) y con los dos equipos muy metidos en el partido. Los dos. Apuntaba una noche bonita de fútbol y emoción pero a los cinco minutos un doble rechace en el área es recogido por Capel que empala el balón con la izquierda sin que De Gea pueda llegar a tocarlo. 0-1 para el Sevilla y fin del partido de fútbol. A partir de ese minuto comenzó otro juego, otra cosa que difícilmente puede considerarse deporte y en la que es muy difícil hacer o construir nada, especialmente si el que arbitra es un señor que en el último partido de su carrera decide hacerse árbitro británico, malinterpretando el concepto del arbitraje británico. En la liga inglesa se permite jugar al fútbol pero jamás se premia la marrullería y la violencia al límite. La abierta actitud de Mejuto esta noche ha provocado exactamente lo contrario que pretendía y no se ha podido jugar nada. El Atleti tenía el balón y pretendía distribuirlo con criterio pero era imposible dar dos pases seguidos sin que algún esforzado destripaterrones con camiseta blanca parase el juego por lo civil o por lo criminal. Las estadísticas siempre suelen ser engañosas pero si ven el número de faltas de uno y otro equipo los guerrilleros hispalenses han cometido exactamente el doble. El doble.

El Atleti aun así tuvo sus ocasiones, algunas muy claras y el “bueno” de Palop, un muchacho que encaja perfectamente con la clase y el estilo de su presidente, hizo un algunas intervenciones de mucho mérito pero es difícil y hasta absurdo intentar hablar de fútbol esta noche. Los 85 minutos posteriores al primer gol sevillano se pueden resumir diciendo que sobre el terreno de juego había un equipo que por todos los medios intentaba jugar al fútbol y otro que por todos los medios (algunos de ellos verdaderamente lamentables) intentaba no hacerlo y que nadie lo hiciese. No merece la pena darle más vueltas al asunto. Algunos dirán que al fin y al cabo son ganadores de la Copa del Rey y tendrán razón. La gente encuentra alegría en cosas muy diferentes.

Lo único que podría comentarse con detalle son los numerosos episodios de interpretación circense (Capel tiene un futuro muy prometedor en el mundo del espectáculo casposo), macarrismo barriobajero y chulería desmedida con los que nos obsequiaban desde dentro y fuera del campo. Sobre todo desde el banquillo de Manolo Jiménez y ese otro personaje que habita allí desde hace años y que debería ser inhabilitado de por vida. Jamás he visto un equipo en el que palco y banquillo se compenetren tan bien. Especialmente destacable es el vodevil que han montado después de una entrada de Perea a Capel, que además no era ni falta, que es como para que se les caiga la cara de vergüenza, algo que conociendo la catadura moral de los personajes todos sabemos que no va a ocurrir. El arbitro por cierto ha entendido que esos minutos de navajazos y amenazas a lo “perros callejeros” eran parte del juego, fácil de entender viendo lo que estaba ocurriendo, y decidió no descontarlo después.

El día que el Atleti perdió la Copa del Rey contra el Valencia yo aplaudía al equipo rival por ser un digno ganador. Lo mismo hice contra el Español. Hoy he quitado la tele indignado en un gesto del que no me siento orgulloso pero que no he podido evitar a pesar de tener buenos amigos sevillistas que son muy buena gente. Jamás puedo aplaudir algo así. Me daría vergüenza. Van en contra de mi religión. Eso si, que el señor Del Nido y su cohorte de tragaldabas se queden traquilos porque los colchoneros somos un equipo señor que sabe perder pero también ganar como demostramos hace una semana en Hamburgo (he quedado con varios aficionados al Fulham para que visiten el Calderón). Lástima que no todo el mundo pueda decir lo mismo.

Full Contact


Share
|

R. Zaragoza 1 - At. Madrid 1

Debe ser que me estoy haciendo mayor pero me molestan mucho las cosas molestas que aparecen cuando no deben hacerlo. Me molestan mucho los imbéciles que se cuelan en las salidas de la M-30, que supuran los listos que fuman en sitios donde está prohibido y me molestan sobre manera los equipos que tratan de “sacar algo positivo” en un campo de fútbol a través de patadas y desconcertando con violencia al rival. El Zaragoza hoy ha practicado una suerte de bloqueo al fútbol a base de golpes y tarascadas que para mi incluso eclipsa la torrija con la que ha salido el Atlético de Madrid a la Romareda en un partido espeso y plano de los madrileños que frena su trayectoria ascendente.

El inicio del encuentro formó un inesperado pero definitivo cocktail que le sentó francamente mal al equipo madrileño mezclándose en el mismo sitio y a la misma hora la tradicional pájara del Atlético de Madrid a la hora de encarar esos partidos que al parecer no le motivan demasiado a una frágil plantilla, la falta de claridad de otras veces, la falta de tensión de siempre y un Zaragoza pasado de revoluciones, insistente en la presión y constante en la ejecución de una agresividad que entonces todavía se mantenía dentro de los parámetros de la declaración de los derechos humanos. Los primeros cinco minutos fueron literalmente un acoso constante de los aragoneses que como suele ocurrir en estos casos se tradujo en el primer gol de la noche tras un córner que Jarosik remata a la red.

Con el mazazo inicial en la espalda el Atleti trató de quitarse el polvo con el que había salido pero el ambiente estaba mucho más espeso que otras veces. Con Tiago muy marcado y cerrado en la línea de pase los colchoneros trataron de llevar el balón a las bandas y especialmente al hijo pródigo de Reyes pero entonces apareció la violencia zaragozana. La deportiva agresividad con la que el equipo maño había aterrizado en el campo se transformo en violencia gratuita que casi siempre rayaba por el lado de fuera la legalidad y de esa manera se dedicaron a dar patadas con bastante más rigor táctico que furia de forma que consiguieron desarmar el hoy parsimonioso juego de ataque colchonero. Kun, Reyes, Simao, Tiago,… todos los buenos caían en las patadas de los de blanco. Ante la permisividad del colegiado los aragoneses aprovechaban la falta de justicia para robar y armar el contrataque y aunque se crearon algunas llegadas las ocasiones de gol no fueron realmente importantes en toda la primera parte. Eso si, los madrileños no llegaron una sola vez a puerta. Nerviosos atrás y estancados en el centro, arriba las pelotas no llegaban ni con claridad ni sin claridad. Agüero, Simao o Reyes intentaba bajar a la zona de creación pero de forma inútil. Observaran que no he mencionado al bueno de Forlán pero casi mejor no hacerlo. Indolente como acostumbra esta temporada, fallón en la entrega, torpe en el pase y ausente en el juego el uruguayo ha completado una de sus peores primeras partes con esa camiseta. Así que así, con dolor en las espinillas y un panorama sombrío se llegó al descanso.

La segunda parte comenzó exactamente igual, con un atleti que supuestamente quería ganar pero con una espesura y escasez de ideas impropia de la reciente versión rojiblanca pero quizás todo ello tenía que ver con el combate de Full Contact que proponía un Zaragoza pasado definitivamente de vueltas que repartía patadas y golpes diestro y siniestro como uno recurso para… ¿jugar? Aferrándose a ese gol que campeaba en el marcador los aragoneses se dedicaron a jugar todas sus apuestas en torno a eso que algunos llaman “el otro fútbol” pero que no es más que otro de los muchos sucedáneos que hay para anti-fútbol. Sin querer disculpar el mal juego del Atleti me parece vergonzosa la forma en la que los maños han decidido jugar prácticamente todo el partido. Cualquier cosa mala que les ocurra a equipos de esta catadura sinceramente será bienvenida. Después de que prácticamente cada equipo modesto que juega contra el Atleti nos da una lección de encarar los partidos en torno al balón y al juego ahora aparece este Zaragoza, un equipo histórico, haciendo este tipo de historias. Lamentable. Pero claro, nada de esto sería posible si el señor que imparte justicia, el árbitro, hiciese lo que tiene que hacer.

Con ese panorama poco se vio tampoco en la segunda mitad. El banquillo colchonero decidió esta vez no esperar a que faltasen cinco minutos para mover el banquillo y decidió poner a Jurado por Forlán, cambio que sirvió para ver el enésimo feo gesto del uruguayo marchándose al banquillo andando mientras se perdía el partido, especialmente cuando había hecho un partido atroz. Jurado trató de aportar algo más circulación al balón pero no lo hizo y lo que si que provocó fueron algunas pérdidas de balón que supusieron contraataques del rival. El que si que dejó muy buenas sensaciones fue Salvio que hoy, con más minutos por delante, dejó muestras de lo que puede ser. Muy móvil, comprometido en defensa, buen toque, buen pase, buena pegada a balón parado… espero que goce de más minutos. Desgraciadamente la entrada del argentino coincidió con la lamentable expulsión de Reyes. En un partido en la que el utrerano ha podido recibir veinte patadas fácilmente la mayoría de las cuales impunes, resulta que acaba expulsado por un brazo al aire y el brío del respetable. Si esto es fútbol a mi que me lo expliquen.

El Atleti con diez se fue entonces a la desesperada y en el último tramo Quique prescindió del doble pivote para dar entrada al canterazo Ibra y en qué hora. Cuando el tiempo ya pasaba el minuto 90 un gran pase de Jurado al área pequeña es rematado a gol por un Ibra que entra a por el balón como deben entrar los jugadores que juegan con esa camiseta, con todo. Golazo del chaval que pone un merecido empate (el Zaragoza no hizo nada desde que metió el gol) en un mal partido de los colchoneros.