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Spectrum-Fútbol Manager

Uno que pertenece a esa generación que vio nacer el mundo de la informática, las telecomunicaciones y los video-juegos es de esos afortunados que en un momento dado de su vida tuvo un spectrum 48k en su casa. Aquel ordenador que pertenece a la prehistoria de la era de Internet nos dio a los chicos de mi generación miles de horas de diversión a base de juegos tremendamente originales muy a pesar de los pocos recursos con los que contaban (¡ocupaban 48 ks!) y que en la mayoría de los casos provocaba muchas limitaciones. Uno de aquellos juegos, desde luego no el más popular ni el más logrado, era uno que si no recuerdo mal se llamaba “Fútbol Manager” y que fue pionero en esos video-juegos de la siguiente generación que simulaban la gestión integral de un club de fútbol. En aquel juego eras el presidente-entrenador y fichabas, vendías, alineabas, etc… sin preocuparte realmente de los partidos en si puesto que en ellos no podías hacer nada más que verlos. De hecho había una opción en la que podías no ver el partido e ir directamente al resultado y que normalmente era la que yo solía utilizar. A algo parecido es a lo que ha quedado reducida mi afición al Atlético de Madrid en esta temporada, a un aburrido juego en el que no puedo hacer nada y que lo único que me interesa es el resultado. Ojala pudiese hacer efectiva esa opción de no tener que tragarme el partido entero e ir directamente al resultado pero “desgraciadamente” mi compromiso con este blog (y este equipo) es bastante mayor que el de la mayoría de profesionales que desgraciadamente hoy por hoy se disfrazan con la camiseta de mi equipo y saltan al campo.

Si, lo sé, el Atleti ha ganado 0-2 en Sevilla, se pone a un punto de la Champions y tenemos tres partidos en casa… ¿y qué?. El equipo sigue estando muerto y si entrar en Champions es tener la excusa barata de todos los años para incidir una y otra vez en hacer las cosas con los pies, en confundir gestión con estulticia o en seguir adormeciendo a la adormecida afición con juegos de trilero, sinceramente me parecerá engordar para morir. Necesitamos ser conscientes de una puñetera vez de la verdadera dimensión de este equipo (patética y penosa), asumirla e intentar construir desde ahí, prácticamente desde cero. No vale para nada las huidas hacia delante que año tras año nos lleva a la posición de salida pero con la cara más demacrada, menos recursos y más mentiras. Me temo que hay que morir para volver a nacer.

El partido de hoy, digan lo que digan mañana los periódicos, ha sido malo, soporífero, reprobable, prescindible, dañino y vergonzoso. Sólo la cruel situación del equipo bético, un árbitro condescendiente y el inmenso talento de Diego Forlán han hecho que a estas horas no estuviésemos lamentándonos por enésima vez de lo mismo. Si, vale, el equipo salió algo más concentrado y con algo más de criterio pero muy lejos de lo que debería ser un equipo de primera división luchando por los puestos de cabeza. El Atleti para variar acumuló jugadores en el centro del campo si, pero no para tener más el balón y tratar de utilizarlo para jugar al fútbol, porque es algo que no saben hacer, sino para que el contrario no lo hiciese. Tampoco hacía falta porque el contrario tiene el agua al cuello y cuando el oxígeno no llega al cerebro es difícil pensar pero ahí estaban nuestros tarugos para cerrar el camino. El centro del campo del Atleti volvió a ser una broma macabra con los mismos protagonistas de siempre a los que se sumo el bueno de Banega un tipo que no lo quieren en Valencia y donde en un equipo como este, donde no hay un solo jugador con sus mismas características, es incapaz de ganarse la titularidad. Un jugador mediocre entre jugadores mediocres. Miguel de las Cuevas le puso voluntad y ganas pero no termina de cuajar y ya van unos cuantos años. Maxi, en el nivel de sus últimas temporadas, podría jugar al otro lado de la línea de fuera de banda que el equipo ni lo notaría.

El gol de Forlán vino como consecuencia de la única jugada en la que el equipo vestido de rojiblanco practicó algo parecido a ese precioso deporte que en este país llamamos fútbol o balompié. Un espejismo en mitad de un pantano pestilente y espeso. A partir de ese momento el equipo colchonero se sumó al histerismo contagioso del Real Betis y se dedicó a hacer todo lo que no hay que hacer cuando te pones delante en el marcador: perder el balón, perder el ritmo, abrir hueco entre líneas, transmitir miedo, olvidarse de la creación y echarse atrás. En esa ensalada de despropósitos la primera parte se consumió como una vela metida en una cueva que nadie visita.

Pero es que la segunda parte fue exactamente lo mismo. Sopor, sopor, sopor y sopor. El Betís se fue arriba con más corazón que cabeza pero tampoco inquietó realmente la portería del impertérrito Leo Franco. Patádones, faltas e imprecisiones enmascaraban la agonía de un equipo histórico que se hunde y otro que está hundido. Pongan los colores correspondientes donde quieran. Con ese panorama aparece un penalti que a mi me parece claro de Ufjalusi que termina de enardecer al respetable y buscar su excusa para una propuesta ciertamente lamentable) y muy poco después llega un patadón desde atrás que deja a Luis García (posiblemente en fuera de juego) encarando en diagonal la portería sevillana pero dejando al Forlán delante del portero gracias a magistral taconazo que nos hizo recordar a ese magnífico jugador que jugó en el Atleti, Barcelona y Liverpool llamado Luis García. Poco antes del final el bueno de Forlán estuvo a punto de hacer firmar el hat-trick.

Fin del partido. Los datos están descritos arriba. La realidad también.

Se me va a hacer muy duro tragarme los partidos que faltan pero es lo que hay. Ahora los medios continuaran su campaña contra la “injusta” afición que critica “injustamente” a sus jugadores. Tiene narices. Con estas cosas siempre recuerdo una tarde que presencié un leve choque de tráfico entre un taxista y otro coche que sin hacer caso ni a semáforo ni señales y pensando que la carretera era suya le endiñó al taxista en la puerta trasera sin ningún sentido. El taxista salió indignado dirigiéndose a su agresor y diciendo: “periodista, que eres un periodista”.

Siempre igual

Una de las frases que más escucho en un campo de fútbol desde que tengo uso de razón es esa que reza “si jugaran así siempre...”. El Atlético de Madrid no ha hecho esta tarde un partido brillante, ni un fútbol espectacular y ni siquiera ha conseguido una victoria sencilla a pesar de la contundencia del resultado, pero el equipo colchonero ha mostrado desde el primer minuto hasta el último una tensión, una concentración y una intensidad que desgraciadamente hemos echado de menos en muchos partidos de esta temporada (y otras temporadas). Se suele decir eso de que en el fútbol actual se han reducido las distancias y puede que sea verdad pero no es algo que tenga que ver con el talento. Ganar es cada vez más difícil porque ahora en el fútbol juega un papel crítico factores como la capacidad o el poderío físico, el rigor táctico y la labor de equipo que son características que a diferencia del talento se pueden entrenar. Es cuestión de horas. En un fútbol tan físico y cerebral tu planteamiento a la hora de enfrentarte al contrario tiene que tener estás características al menos tan entrenadas como el contrario porque de otra forma te comen. Nosotros lo sabemos bien porque al Atleti lo han comido muchas veces simplemente saltando al campo entrenado, bien preparado físicamente y con todos los sentidos puestos en el campo que es lo que hoy si ha hecho el equipo madrileño. ¿Por qué no será siempre igual?

Debo decir que desgraciadamente las muestras de protesta que se habían propuesto desde internet esta semana apenas han tenido seguimiento en el campo lo cual es algo que debería hacernos reflexionar a los que desde este medio soñamos con un atleti distinto y unos dirigentes dignos. Yo a veces también tengo la sensación de que somos muchos y que tenemos mucha fuerza pero me temo que ni lo uno ni lo otro. La lectura fácil es que la afición de este equipo es un desastre pero resulta que cuando hoy le contaba a mis compañeros en la grada (algunos muy poco sospechosos de connivencia con la directiva) las medidas de protesta me reconocían con estupor que era la primera vez que habían escuchado hablar de ellas y que no se habían enterado. No llegamos, es un hecho.

Pero hablando del partido el equipo salió como debería salir siempre y desgraciadamente no lo hace casi nunca, con furia, con fuerza, con ganas, concentrados y a por el partido. El Numancia, con el agua al cuello y la angustia que da estar en la cola de la tabla, planteó un partido a la vieja usanza con mucha gente atrás, mucho mecanismo defensivo y mucho miedo. El Atleti es un equipo que no sabe crear fútbol ni tratar al balón como se merece así que ambos trenes se dieron de bruces en una guerra de pundonor y derroche físico bastante áspero. El Atleti sin embargo, a diferencia de otros días, tuvo más paciencia e intentaba abrir la lata como se debe hacer jugando frente a equipos de estas características que es moviendo el balón y el equipo con rapidez sin tener prisa por la verticalidad. Pero no cuajaba y la primera parte se pasó como un suspiro con un atleti bien plantado y con ganas pero sin apenas ocasiones de gol.

La segunda parte comenzó exactamente y con las mismas premisas y resultados que la primera parte. Unos Forlán y Agüero algo más incisivos no conectaban con un centro del campo espeso y lento que no conseguía encontrar el hueco entre la poblada defensa numantina. La grada empezaba a ponerse nerviosa pensando en la posibilidad de perder definitivamente el tren de Europa pero entonces ocurrió algo que sinceramente no entiendo como no ocurre desde el principio más a menudo. El bueno de Ever Banega saltaba al terreno de juego en lugar del siempre inoperante, mediocre y prescindible Raúl García. La progresión negativa que ha sufrido este jugador es ciertamente lamentable. Su aporte en el juego de ataque es nulo, su labor en la creación resta más que suma y su potencial defensivo queda inutilizado con la buena colocación de Asunçao. Una pena. Jamás está cerca del balón y cuando está ni lo pide ni se lo pasan. Es como el árbitro que siempre se coloca en el lugar del campo con menos posibilidades de entrar en contacto con el balón. Ever Banega no es Maradona y a día de hoy ni siquiera creo que sea un gran jugador pero es lo más parecido a un centrocampista que tenemos en la plantilla y el equipo lo ha notado. Con él en el campo la circulación del balón se ha descongestionado y al menos siempre había un tipo cercano dispuesto a recibir y distribuir con cierto criterio. De esa forma tan sencilla el equipo se ha desperezado y ha tomado más alegría. Un balón que llega a la banda dirigido hacia el incombustible Forlán es devuelto por este al área donde el propio Banega la recoge, recorta a su defensor con criterio para chutar a puerta y poner el gol en el marcador que suponía la tumba del Numancia.

Este tipo de partidos se resuelven en el momento en el que se mete el primer gol y esa podría ser la sensación de lo que ha ocurrido hoy pero a mi me queda otra porque desde el momento de ese gol el Numancia se ha desperezado y se ha ido hacía arriba con alegría y llegando a sacar los colores en más de una ocasión hasta el punto de marcar un gol en presunto fuera de juego que a mi no me lo pareció y que de haber sido concedido hubiese cambiado bastante las cosas. Malditos entrenadores... Pero afortunadamente para los colchoneros no ocurrió y por el contrario llegaron dos goles más de color rojiblanco (Forlán y Simao) que daban tranquilidad y esperanza a una afición pasada por agua.

¿Y ahora qué? Pues veremos. En una liga tan mediocre como la que estamos viviendo absolutamente todo es posible y si el atleti noqueado como ha sido noqueado tantas veces a lo largo del año sigue manteniendo intacta las aspiraciones de jugar el año que viene la Champions perfectamente puede acabar jugándola. Mirando el calendario no parece tan descabellado pero me temo que hace falta salir todos los días como hoy.

Recuerdos censurados

“Ríos de recuerdos envueltos en brillo naranja. Algunos escondidos en el tiempo,... parece como si fuese ayer”

El ajedrez es un juego milenario fascinante que despierta pasiones. Tras la aparente sencillez de sus reglas se pueden presenciar batallas descarnadas, muestras de talento y reacciones geniales. Cualquiera puede jugar al ajedrez pero hacerlo bien es cuestión de horas de preparación, horas de sufrimiento, aprendizaje y por supuesto de talento natural. Saber como se mueven las fichas parece suficiente para “saber” jugar al ajedrez pero no es así. Un muchacho naturalmente dotado para este deporte al que diez minutos antes le has explicado las reglas puede dar muestras de talento frente a un maestro pero difícilmente será capaz de ganarlo, aunque potencialmente tenga la materia gris necesaria para ello. El atlético de Madrid es ese muchacho cargado de talento que sabe que salen las blancas o que el caballo se mueve en L pero depende de golpes de intuición para ganar una partida. Presentarse tan poco preparado en primera división es un insulto al fútbol y a la inteligencia.

La noche era preciosa, la amenazante lluvia había desparecido, el estadio estaba lleno, el Frente Atlético desplegaba una mural que ocupaba todo el fondo norte donde un indio se arrodillaba invocando el escudo fundacional del Club Atlético de Madrid (Chapeau!), el ruido era ensordecedor y el partido comenzaba con cincuenta mil almas cantando el himno del atleti... 40 segudos después ya íbamos perdiendo por un gol. A eso le llamo yo salir concentrado. El partido anterior de este equipo había sido toda una demostración física de como saltar a un campo pensando en otra cosa. Durante 15 días desde el club se apelaba al orgullo herido y al partido contra el Madrid como forma de resarcirse de aquella catástrofe. Todo parecía indicar que la concentración sería máxima y que por una vez el equipo utilizaría el peso de la grada a su favor. Bien, ni orgullo, ni concentración ni vergüenza. Un despiste en un saque de banda, un central (otra vez un central) que no encima, un tiro desde la península de Jutlandia y un portero que no está. 0-1 en 50 segundos. Minutos antes de todo esto los atléticos nos frotábamos los ojos viendo la alineación de nuestro estratega favorito. No uno ni dos ni tres sino cuatro medio centros conformaban el centro del campo rojiblanco. Simao, calentaba banquillo por decisión técnica. Sin bandas, sin enganche, sin juego, sin ritmo, sin concentración, con un gol por debajo en el marcador y un minuto más tarde empezaba el partido para el Atlético de Madrid.

“Veo historias en blanco y negro escondidas bajo el agua, censuradas para mi. No puedo encontrar la verdad en mi cabeza. Lo intentaré y dejaré que los perros viejos sigan mintiendo”

Y claro, con esas premisas las consecuencias no pueden ser más que nefastas. El equipo intentaba atacar con criterio, especialmente de la mano de Ever Banega, que dada la incapacidad de los que le rodean para manejar el balón parece mejor de lo que es, pero la defensa, el sistema defensivo que Aguirre lleva puliendo tres años y cada vez es peor, era para el Real Madrid como las puertas del cielo que custodia San Pedro. Un atleti espeso se estrellaba contra un Real Madrid reservón que nos estaba mareando. Un gol anulado que a mi me pareció dudoso y otro gol anulado por fuera de juego de Raúl también al límite de lo legal hacía desesperarse a los blancos. Cada jugada a balón parado era un calvario para el atleti y cada córner una lección de como no se debe defender un córner. Ni siquiera podíamos escudarnos en el árbitro. El atleti, muy en el estilo Aguirre, lo único que hacía con regularidad era dar patadas y en esa dinámica apareció Perea que teniendo una amarilla decide muy inteligéntemente soltarle un sopapo al rival. Expulsado. Snejder seguía sangrando diez minutos después. Con un jugador menos, sin criterio, sin rumbo, sin saber que hacer y con el Madrid enfrente la perspectiva no podía ser peor.

Pero entre Maniche, el árbitro y un calentón Van Nistelrooy la cosa se igualó milagrosamente pocos minutos después. La entrada de Van Nistelrooy fue fea y a destiempo pero la expulsión de Perea, los gritos de Maniche y el clamor del Calderón probablemente también ayudaron a que el colegiado decidiese que el color de la tarjeta debía ser el rojo y no otro. Poco más hasta el descanso. Un Madrid especulador y poco ambicioso había dejado vivo a un equipo roto, descabezado, desesperado y pésimamente entrenado.

“Las fotografías caducadas demuestran que una vez sonreí. Tan sólo, tan inseguro, tan confuso, buscando algo más”

En el descanso Javier Aguirre decidió dejar de hacer de entrenador y utilizar por una vez esa inteligencia que tan bien utiliza en las ruedas de prensa pero que tan poco le sirve para el fútbol profesional. Decidió entonces sacar a Simao, darle permiso a Banega para que pasase el balón hacia delante, prescindió de Pernía para plantar una defensa de tres y encomendarse a la virgen de Guadalupe como el mejor recurso que tiene este hombre para sentarse en un banquillo de fútbol. Entonces vimos el mejor atleti. Así sin táctica, sin orden ni concierto. En un corre-calles suicida. El Kun se echó el equipo a la espalda, Maniche y Banega se fueron para arriba y los defensas decidieron dejar en el banquillo el miedo que les atenazaba. Entonces fue cuando los locutores que transmitían el partido nombraban por fin los nombre que deberían nombrar siempre que hablan del atleti: Agüero, Simao, Forlán, Maniche... Ufjalusi se lesionó dejando su posición a un desaparecido e indolente Luis García que tampoco estaba en el partido (la primera vez que le pasaron un balón se le fue por debajo de las piernas). El cambio nos sirvió al menos para ver a Conseiçao como central donde francamente jugo casi mejor que en su privilegiada posición del centro del campo.

“Lo estoy haciendo otra vez. Estoy escondiendo toda la historia que creé y encuentro en mi recuerdo que la miseria se ha eliminado. No me sentí así seguramente. Ya yo creo en mi mismo nunca más.”

Las ocasiones llegaban pero los goles no. El Madrid seguía metido atrás desde el comienzo de la segunda parte y apenas daba miedo. Parecía que el gol colchonero era inminente pero los mano a mano del Kun que siempre entran hoy no entraban y los tiros de Maniche o Simao se perdían en la grada o en las manos de Casillas. En estas llegó la enésima falta de Sergio Ramos al borde del área y Simao, ese jugador internacional que estuvo toda la primera parte en el banquillo, metía el balón en la portería del Madrid con algo de ayuda desde la barrera. Justicia se escuchaba unas filas más atrás de la mía.

Los atléticos mirábamos el reloj y veíamos que quedaban 6 minutos de descuento en el que podíamos por fin pulverizar las estadísticas y vencer a los merengues de una vez. El Kun estaba muerto pero todos pensábamos que seguiría la euforia y las ganas de ganar que habían demostrado el equipo hasta ese momento pero no, lo que ocurrió fue justo lo contrario. El equipo se ciño al estilo Aguirre, ese de contemporizar y esperar a que pase el tiempo, mientras que el Madrid se desperezaba y se iba a por el partido, que es lo que se supone que tienen que hacer los equipos grandes. En seis minutos hicieron tres ocasiones. En la última de ellas Heitinga, el mismo jugador que a los 50 segundos de empezar el partido no había encimado a Van Nistelrooy, decide en el último minuto de partido encimar dentro del área a Drenthe con la misma habilidad que un rinoceronte tocado la mandolina. Ni siquiera la grada se dignó a discutir el penalty. Como no podía ser de otra forma los madridistas no desaprovecharon de volver a ganar en el último minuto.

Hubo un tiempo en que los partidos de máxima rivalidad en el Calderón eran tardes divertidas de emoción y alegrías. Recuerdo algunos donde las caras de los mismos socios que veías todos los domingos mostraban una sonrisa diferente, más amplia y sincera. Recuerdo como en aquellos partidos acabábamos abrazando a gente que no conocíamos o chillando a un árbitro comprado que nos robaba por enésima vez. Desgraciadamente todo eso ha muerto. Hoy las caras eran las mismas caras de los últimos partidos, endurecidas por los litros de mediocridad que han tenido que tragar y por las noches de vergüenza que nos está tocando vivir. Hoy los colchoneros salíamos con las caras desencajadas sin saber a quien echarle la culpa de tener que soportar esta situación. Alguno que otro intentamos recurrir a imágenes olvidadas en alguna esquina de nuestros recuerdos en donde estas noches eran de otra forma. Alegres o tristes pero de otra forma. No he podido rescatar aquellas imágenes. Están como censuradas en mi cerebro. Probablemente no vuelvan a aparecer hasta que uno sea consciente de que este equipo vuelve a ser digno de ellas.

“las lagrimas caen secas, dolorosamente tímidas. Todo se ha ido ahora mismo. Finalmente me he dado cuenta”.

Censored Memories (Garrison)
Budapest (Too Blind to Hear – Republic/2003)