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Manda cojones

Por tercer año consecutivo el Atlético de Madrid supera la fase de grupos de la Champions League y accede a las eliminatorias de la máxima competición europea. Desde el colchonerismo, aturdidos por la fuerza centrípeta de esa actualizad que gira a toda velocidad, lo asumimos sin alharacas, con naturalidad y hasta con cierto desdén (“¡qué menos!”, escuchaba ayer en el Calderón). Basta echar un vistazo a la historia del Club para comprobar que es la primera vez que ocurre algo parecido a orillas del Manzanares. Nunca antes el equipo rojiblanco había conseguido acceder tres años consecutivos a la fase de grupos así que considerarlo como depreciable o menor se me antoja un poco arrogante por nuestra parte e impropio de tipos cabales. Preferiría que nos quitásemos ese recién adquirido traje de suficiencia (que nos sienta tan mal) y que intentásemos recuperar esa tradición tan colchonera como es la de ser feliz. Creo que sería bueno también que repararan en ello alguno de esos abanderados de la gloria que con tanta vehemencia tergiversan el concepto de grandeza que debe aplicar a nuestro equipo y que, aupados en no sé qué leyenda, critican a entrenador y jugadores por falta de “ambición”. Ustedes me perdonarán la licencia pero manda cojones. 

El Atlético de Madrid ha conseguido la clasificación matemática para la fase de grupos pasando por encima de un Galatasaray muy menor. El equipo turco llegó al Calderón mermado en la dirección técnica (lo dirigía en funciones el mítico Taffarel), con una galopante crisis deportiva, con bajas importantes y un evidente (y paupérrimo) estado anímico. Todo esto quita quizá algo de mérito a la victoria de su rival pero, sea como fuere, los de Simeone hicieron un partido excelente. Dibujando sobre el campo ese novedoso falso 4-3-3 (que defendiendo es un 4-1-4-1 y atacando varía entre el 4-5-1 y el clásico 4-4-2), el equipo consiguió colocar muchos más jugadores en la zona de creación y eso provocaba el que Griezmann, Koke y Carrasco entrasen más en juego y el equipo estuviese más junto a la hora de construir. Me gusta esta innovación táctica, especialmente en partidos contra equipos tan cerrados. 

El Atleti monopolizó el balón todo el partido pero, más importante, lo hizo con mucho criterio. Sacándolo jugado a través de pases cortos, triangulando en cualquier zona del campo y llegando fácil al área contraria. El equipo está en la buena línea y personalmente sólo veo dos puntos claramente a mejorar. Uno, la acuciante falta de gol. Es tan evidente que resulta absurdo ahondar sobre ello. Dos, la falta de paciencia. Acostumbrados a la verticalidad desquiciante, el equipo tiende a terminar la jugada por la banda en la que la ha comenzado y eso provoca que muchos de los ataques terminen en balones colgados al área sin mordiente y fáciles de defender. El primer gol tardó algo en llegar pero no creo que nadie estuviese nervioso por ello. Intuyo que hasta los turcos que ocupaban lo alto del fondo norte sabían que tarde o temprano llegaría. Ocurrió tras la enésima buena jugada de los de Simeone (esta vez desde la derecha) con un buen pase al área de Gabi (de los mejores en el partido) y un mejor remate de cabeza de Griezmann que, ocupando quizá el espacio físico que debería haber ocupado Torres, recuperaba su añorado olfato goleador. 

El 1-0 no cambió nada las cosas. Según sacaban los de Estambul desde el centro del campo los madrileños, como si no hubiese pasado nada, volvían a ejecutar esa presión adelantada tan difícil de superar. El partido volvía a jugarse en el terreno contrario tan sólo quince segundos después de haber llegado el primer gol. El Atleti llegó miles de veces al área pero la falta de puntería, la tendencia a recrearse en la jugada, la timidez a la hora de encarar la portería o la falta de paciencia para evitar colgar balones a ningún sitio, hacían que el marcador no se moviese. El Galatasary seguía inédito, con la cabeza gacha y la mirada perdida. Ni siquiera sus otrora fervorosos aficionados eran capaces de salir del prolongado estado de letargo. Lo apretado del marcador hacía que mediada la segunda parte todavía pudiese surgir, de repente, un cierto runrún que complicase las cosas pero ni siquiera llegó a ser una posibilidad real. Un espectacular caño de Gabi al borde del área, con el remate postrero del más listo de la clase (Griezmann, claro), subieron el segundo gol al marcador que terminó de matarlo todo. A partir de ahí los contendientes firmaron un armisticio que Simeone aprovechó para dar descanso a sus pilares. Personalmente agradecí que el estadio pudiese corear el nombre del mejor jugador del equipo ahora mismo: Tiago

 En quince días el Atleti se jugará el primer puesto en Lisboa frente al Benfica. Será un partido bonito que se encarará desde la perspectiva de tener los deberes ya hechos. Tal y como están el resto de los grupos no sé hasta qué punto es relevante el quedar primero o segundo de grupo pero yo, como colchonero, siempre quiero ganar. Estoy seguro de que en el vestuario piensan exactamente lo mismo. 

@enniosotanaz

En la nube

Los gitanos dicen recelar de los buenos comienzos pero en el cuerpo técnico del Atlético de Madrid (y en esta casa) no estamos muy de acuerdo con la tradición calé. La Champions es una competición traicionera que perdona muy mal los errores. Lo aprendimos muy bien el año pasado, cuando un tropiezo tempranero hizo que tuviésemos que convivir con la zozobra hasta el último partido, allá en el Juventus Stadium. La enseñanza ha quedado marcada en una plantilla, la de Simeone, que llevaba desde que concluyó el partido contra el Barça en el Calderón (y seguramente antes) con esa idea en la cabeza. No fallar. Y no falló. Los colchoneros comienzan la copa de copas con un puñetazo en la mesa. Marcando territorio, dejando claras sus señas de identidad, jugando y ganando. Lo hace además con una personalidad muy consolidada y con la madurez de un equipo que hace mucho tiempo que dejo de ser una broma imprevisible para pasar a ser una máquina robusta y fiable. 

He leído y escuchado muchas críticas al planteamiento del Atleti contra el FC Barcelona pero sigo pensando que son frutos de la inmediatez y de esa moderna tendencia por diseccionar con “valentía” lo que “podría ser” justo después de que “ya ha sido”. El planteamiento del equipo en el Ali Sami Yen, para mí, no difiere mucho de lo que ocurrió en el Calderón hace algunos días. La diferencia radica en que ni los jugadores ni los rivales son los mismos. También en que las cosas se entienden diferente cuando el resultado dice que has ganado. Simeone no renunció a su clásico 4-4-2 en Turquía ni a presionar arriba adelantando la defensa, pero introdujo algunas modificaciones muy interesantes. Siqueira (no hizo mal partido en su reaparición) por Filipe (algo tiene el brasileño, no sé si físico o anímico). Saúl por Gabi (bien el canterano en el mediocentro). Jackson por Torres (mal el colombiano que no termina de entrar en la dinámica ni de mostrar lo que puede llegar a hacer cuando supuestamente esté bien). Vietto arriba (prometedor arranque del argentino, muy dinámico, combinativo e imprevisible). Y la más interesante de todas: Griezmann en el interior izquierda. El francés dio un recital. Su posición en el medio campo le da más facilidad para asociarse, para participar en el juego y para encarar. Los laterales avanzados hacen que tenga mucha libertad para moverse por el campo, lo que provoca que puede llegar mucho más suelto a las posiciones de ataque. Metió dos goles, pero pudo haber metido otro. Físicamente está en un grado espectacular y su compromiso táctico/defensivo estuvo al nivel de cualquiera de los jugadores que han ocupado esa posición (o más). Me parece un gran acierto. El cambió de posición deja espacio para la entrada de Vietto y Correa y genera nuevas posibilidades de juego para el equipo. Ilusiona. 

Con ese esquema, los primeros 25 minutos del equipo fueron fantásticos. Un rodillo. Jugando en campo contrario, dominando el partido y el balón, triangulando en posiciones de peligro, equilibrado en ambas bandas, robando arriba, manejando bien la transición y marcando goles. El rival parecía inferior de lo que es y su entrenador se desesperaba. Hasta que los rojiblancos no decidieron levantar el pie del acelerador, allá por la media hora y con 0-2 en el marcador, el Galatasaray no existió. Después tampoco demasiado. Los del Cholo se dedicaron a practicar ese desesperante fútbol control que tan bien conocemos de la cantidad de partidos que se resuelven a las primeras de cambio y los turcos arriesgaron todos sus barcos en la búsqueda de un gol que nunca llegó y que ni siquiera estuvo realmente cerca. 

Excelente arranque de la competición para unos colchoneros que parecen no tener tiempo para disfrutar de éxitos menores. Las reglas en el nuevo Atleti son muy férreas a ese respecto. Nada de mirar atrás. Nada de mirar muy lejos. Los propios jugadores, en el mismo túnel de vestuarios, ya hablaban de tener la mente puesta en el próximo rival: el Eibar. Decía el himno del centenario aquello de subir y bajar de las nubes. Eran otros tiempos. El Atleti contemporáneo no es muy de cambios bruscos de humor ni, sobre todo, de bajarse frecuentemente de la elite. Por mucho que alguno añore vivir en la balsa de aceite y se rasgue la camisa a las primeras de cambio, la nube, ahora, es de verdad.

@enniosotanaz

Calidad sobre aguas turbulentas


Galatasaray 1 - At. Madrid 2

Gracias a Dios hay ocasiones en las que ni la impericia cobarde de los entrenadores, ni la incapacidad disfrazada de derroche físico de muchachos que son futbolistas gracias a su herencia genética de hombros anchos y capacidad pulmonar, ni la torpeza congénita de los colegiados (por muchos que existan sobre el césped), ni los gritos vehementes de una grada de corazón caliente pueden hacer que la calidad futbolista se imponga en el lugar donde todo debería empezar y acabar: el balón y el terreno de juego. Hoy el Atlético de Madrid ha ganado un partido difícil en Estambul gracias a que en su plantilla tiene algunos jugadores (pocos, no se piensen otra cosa) que en cuestión de calidad si está por encima de la media. No le den más vueltas ni busquen otros culpables porque no los hay.

Sirva esta humilde bitácora para gritar a los cuatro vientos algo que me ronda en la cabeza: estoy hasta las narices de los entrenadores. En realidad estoy harto de este tipo de entrenadores que tanto gustan al tipo del rostro asimétrico que para desgracia de la humanidad es el que hoy tiene más acciones de mi equipo. Estoy harto de este tipo de entrenadores que tienen siempre que especular con los tiempos, las circunstancias y los detalles que rodean al fútbol. Esos entrenadores que cuando todos entendemos que si has empatado el partido de ida necesitas ganar el de vuelta ellos ven otra cosa que les hace salir a especular. Jamás entenderé porque en un partido en el que necesitas ganar, si o si, decides salir a jugar pensando en la segunda parte. Ya lo hizo Abel el año pasado en la mayor cagada de sus muchas cagadas y que sirvió para caer eliminados en Oporto. Hoy Quique ha hecho lo mismo y podía haber también pasado lo mismo perfectamente. Hoy también Forlán se ha quedado en el banquillo (aunque este Forlán es como diez veces peor que el del año pasado) abrazando así la religión de los entrenadores que se excitan jugando con un único delantero. El gran beneficiado de tanto derroche de valentía sin duda fue Jurado que se vio en el once inicial pero este chico ha demostrado siempre que le han dado la oportunidad que si en los partidos normales su actuación como mucho es discreta en los partidos importantes ni aparece. Vuelvo a repetirlo: Jurado no debería estar en la plantilla para evitar la tentación de sacarlo de algún entrenador despistado. Por supuesto la aportación del gaditano fue nula y ni defendió, ni aportó en el centro ni conectó con la delantera lo que hizo que Agüero fuese el Llanero Solitario toda la primera parte. No me extrañaría que fuese incluso lo que se buscaba desde el banquillo.

Un Atleti bien plantado en el campo desde el punto de vista defensivo se espesaba hasta la solidificación a la hora de jugar al fútbol gracias al engrudo que aporta Raúl García, uno de esos jugadores que tiene la virtud de contagiar sus virtudes al equipo. Lamentablemente las virtudes del navarro (lentitud, impericia, falta de calidad, carencias técnicas, incapacidad de leer los partidos,...) no son precisamente lo que necesita ningún equipo que aspire a ganar algún partido con lo que el Atleti con la Perla del Tajonar en el campo potencia y amplifica hasta límites difícilmente superables su etiqueta de equipo mediocre. La cantidad de veces que Perea tiene que jugar el balón (¿nadie se pregunta por qué eso nunca ocurre cuando juega Tiago?) no responde más que a la forma de jugar del fornido stopper que nos endiñó el bueno de Aguirre. Solamente Agüero a base de cabalgadas en solitario y un redimido Reyes ponían un poco de cordura al partido y hacían recordar al mundo porque los turcos nos daban favoritos en la eliminatoria.

Así transcurrió la primera parte con centrocampismo frontón al más puro estilo García, pelotazos de los Turcos que con presionar desactivaban a los madrileños y arreones voluntariosos de los de siempre. Salvo una buena jugada que acaba en centro al área de A. López por la izquierda y un eslalón del Kun cuyo pase de la muerte nadie logra rematar, la mejor jugada de la primera parte fue un remate de cabeza de los turcos que no coge portería por milímetros.

La segunda parte comenzó igual. Con Agüero fuera del campo por una patada en la cara de un jugador turco en lo que debería haber sido falta y tarjeta pero no fue nada, que deja su sitio a Forlán. La entrada de Forlán desactivó una de las pocas oportunidades que teníamos de hacer gol que era la genialidad esporádica del argentino. Es una lástima lo de Forlán pero no es ni la sombra del Forlán que todos recordamos. Sin embargo los turcos debieron ver que eso de echarse atrás con un equipo enfrente cuya vida se basa en las individualidades no era buena forma para sacar la eliminatoria así que los de Rijkaard decidieron subir la línea de presión con lo que el partido se animó y llegaron algunas jugadas buenas para los madrileños casi siempre por parte de un reyes muy por encima de sus compañeros (para mi el mejor del partido) que primero no es capaz de aprovechar un gran pase al área al salirle muy rápido Leo Franco y después estrella el balón al larguero tras gran saque de Asenjo.

El partido se endureció ligeramente entonces llevando los turcos el encuentro al terreno que les interesaba pero apareció la calidad. Un buen pase de Jurado deja a Simao dentro del área y el portugués, que hasta entonces no había hecho nada, decide dar una lección de golpeo al balón para poner el primer gol en el marcador. En esas circunstancias un equipo con oficio mata el partido, se adueña del balón, no cae en la marrullería del contrario y potencia su concentración pero si el Atleti fuese uno de esos equipos Valera no jugaría de titular en él. Nuestro flamante lateral derecho no se le ocurre otra cosa que protestar airadamente un error arbitral dejando 15 metros libres al jugador que marcaba Turán, de lo mejor del Galatasaray, que tranquilamente se coloca el balón, centra al área y Keita nos empata. ¡Qué cruz!

Los turcos del barrio de Galata deciden entonces pisar el acelerador de la presión ambiental y la dureza en el campo que se traduce en varias entradas peligrosas y encontronazos pero también en la actuación estelar de Perea, un jugador que pondrá velas a San Pancracio para que no juegue Raúl García nunca más. Cada vez que “La Perla” está en el campo lo que hace, esté donde esté, es pasarla atrás a Perea y largarse él lo más lejos posible dando pie al show del colombiano. En la jugada clave del partido Luis Amaranto decide ponerse a regatear en el área, la pierde, se cae al suelo y desvía el balón con la mano estorbando el remate franco del rival. Penalty como una casa que el colegiado se traga. A partir de ahí los euroasiáticos se enardecen hasta el punto de que uno de sus jóvenes cachorros, Caner Erkin, decide autoexpulsarse con dos entradas criminales. Faltaban 10 minutos y cuando el Atleti debería echar el resto resulta que el fantasma de la especulación volvía a volar. Los turcos por razones obvias. Los madrileños no tengo ni idea de cual fue la razón. Pero gracias a Dios volvió a aparecer la calidad en las botas de un genial Reyes que incluso mermado físicamente fue capaz de poner un gran pase a Forlán dentro del área que el uruguayo resuelve con maestría en su única jugada del encuentro cuando apenas quedaba un minuto para concluir.

La Europa League esta es una competición que sólo es interesante cuando se gana pero ahí estamos. Si somos capaces de llegar a la fase en la que ya pueda jugar Tiago todo es posible. Sin Tiago todo será un brindis al sol.

Ir pá ná




At. Madrid 1 - Galatasaray 1

Hace años que no entiendo esa obsesión en las inmediaciones del club y sus dirigentes que plantan los objetivos de la institución en eso que eufemísticamente denominan “Europa”. Jugar en Europa parece ser el bálsamo de Fierabrás que todo lo cura sin reparar en que una cosa es tener el derecho a jugar determinada competición y otra distinta jugarla. Porque sinceramente, para hacer el ridículo que estamos haciendo este año cada vez que salimos de las fronteras patrias es mejor quedarse en casita sin utilizar el nombre del Atlético de Madrid en vano.

La mediocridad de Atlético de Madrid 09/10 es tan inmensa que duele. Lo es por mucho que la final del Copa distraiga al respetable de la cruel realidad y lo es fundamentalmente porque somos un “equipo” en ruinas, mal apuntalado, penosamente construido, con más goteras que yeso y con más grietas que cimientos. Nada más empezar el partido, con el entorno triste y desolador de un estadio medio vacío, un gran puñado de turcos provocando desde la grada y un montón de señores vestidos de azul en el campo que decían ser árbitros (otra gilipollez a sumar a la lista de gilipolleces de la UEFA que si quisiese solucionar de verdad el problema de los goles fantasma obligaría a poner una cámara en cada línea de fondo y saldría todo más barato), vimos que sobre el campo estaba la versión Atlética de antes de navidad. Ese equipo sin laterales, sin centrocampistas con Forlán pensando en sus propias estupideces, con Agüero aislado peleando contra todos y con los interiores tratando de defender su banda para no quedarse fríos. Si lo piensan bien la diferencia con el partido del domingo pasado contra el Barcelona era mínima pero muy significativa y se llama Tiago (o Raúl García, como prefieran). La diferencia entre jugar con La Perla del Tajonar en la posición de mediocentro, llamémosle de creación, o hacerlo con un futbolista más o menos potable como Tiago es como jugar un partido de tenis con raqueta o sin raqueta. El navarro no sólo es inútil en la labor que lleva tres años intentando desarrollar, y jamás ha conseguido, sino que provoca la parálisis generalizada en el resto del equipo. Un equipo como el nuestro que basa su potencial en la verticalidad de sus delanteros y en la posibilidad de que los cuatro de arriba consigan un balón en condiciones con espacio se ve absolutamente anulado cuando en el centro del campo tiene un jugador que constantemente para el juego, sus pases certeros son siempre hacía atrás (en cualquier otra dirección acaban en el rival), es incapaz de colocarse bien sobre el terreno de juego, es incapaz de acompañar la jugada en ataque, incapaz de defender sin meterse con los centrales, incapaz de pausar o acelerar el juego, incapaz de hacer un cambio de juego sin tener que hacer un proyecto y visarlo en el colegio correspondiente antes de ejecutarlo,… en fin, una verdadera lástima.

Pero el Galatasaray es un equipo bastante flojo, con una defensa muy parecida a la peor versión de la nuestra y un resto del equipo que pelearía con nosotros por el duodécimo puesto en la liga española así que eso nos salvo de pasarlo mal en la primera parte y de hecho hizo que los que estábamos aburriéndonos en la grada pensásemos que la eliminatoria estaba ganada. Especialmente cuando una falta bien sacada por Reyes desde la derecha acaba en el fondo de la portería de Leo Franco, que recordando sus hazañas en esa misma portería decidió dar un pasito adelante y comerse una falta que 9 de cada 10 veces debería parar.

Con el marcador de cara el partido entró una fase todavía más plomiza y aburrida que concordaba con la lluvia que empezaba a caer, el gélido frío de las noches europeas en el Calderón y los incómodos turcos de la grada que decidieron ponerse a tirar objetos a diestro y siniestro. Muy simpáticos. No recuerdo ocasiones verdaderamente importantes en lo que quedó de primera parte. Una de Agüero en el área que para Leo y esos tiros sin sentido con los que Forlán nos acostumbra últimamente. Eso si, los turcos empezaban a ver que lo que tenían delante tampoco era nada del otro mundo y de vez en cuando llegaban arriba con peligro pero topándose siempre con un De Gea tremendamente seguro.

La segunda parte fue incluso peor. Un sopor horrible e insoportable. Si jugar en Europa significa hacer el ridículo y aburrirse como una ostra pasando frío un jueves a las 10 de la noche yo de verdad que dimito. No me gusta ver el fútbol a través del profiláctico de la televisión pero esto no hay quien lo aguante y me pensaré muy mucho lo de volver al campo entre semana porque vuelvo siempre con cara de gilipollas. La segunda parte fue un constante despropósito continuado envuelto en fútbol ramplón y trote cochinero sin nada que reseñar hasta que la desgracia vino a la portería del fondo sur cuando David De Gea se quejó de su pierna y tuvo que abandonar el césped. Una verdadera desgracia para el equipo y para un jugador que crecía enteros con cada partido. Espero que todo quede nada más que en un susto.

La salido de Asenjo, muy emotiva, no auguraba nada bueno. El chico está nervioso y se nota. Hace los gestos que hacen la gente que está nerviosa pero que quiere aparentar que no lo está y además la confianza que puede tener alguien en su posición, sea quien sea, debe ser ninguna. Me recuerda demasiado a Toni, aquel prometedor portero que vino al Atleti a “morir”. Aun así, para mí el verdadero y único culpable de lo que le está pasando al bueno de Asenjo es el inútil redomado de Pitarch. La primera intervención del portero supone una salida en falso, torpe y a destiempo, que bien podría haber acabado en penalti si el árbitro estuviese mirando. La segunda supone una salida que no es y una penosa colocación debajo de la portería que regala el balón y el hueco a un tal Keita para que haga el gol del empate. Fin del partido y probablemente de la eliminatoria.

El Galatasary es un equipo perfectamente batible en su propio campo y en cualquier campo pero este Atleti, especialmente sin Tiago, es una sombra de equipo que necesita de noches muy inspiradas de varios de sus componentes para tan siquiera empezar a parecer un equipo. ¿Ocurrirá la semana que viene en Estambul? No lo sé pero francamente para seguir haciendo el ridículo mejor que no ocurra. Es engordar para morir. Si hay que ir se va pero… ¿ir pá ná?