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¡Un abrazo!

Mostrando entradas con la etiqueta Simeone. Mostrar todas las entradas
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Jazz

Si el Atleti de Simeone no existiese habría que inventarlo. Ayer, minutos después de pasar a semifinales de la Champions por tercera vez en cuatro años, mientras la buena gente de Leicester nos aplaudía desde la grada, como corresponde a una afición elegante, me di cuenta de que había dejado de ser un simple equipo de fútbol para transformarse en una metáfora contemporánea. En una isla luminosa en mitad de ese pestilente pantano de endogamia en el que se ha transformado el mundo del fútbol. Una incómoda anomalía que hace fallar las leyes sospechosamente perfectas del patriarcado. Una emisora pirata en mitad de un mar de oficialidad megalómana, rentable y podrida. Una luz que no deslumbra sino que aporta humanidad. La nota sincopada que transforma ese caduco himno militar que escuchamos a todas horas en unos cuantos compases de puro Swing. Inútil, poco rentable y popular pero puro Swing. Esa Blue Note que, metida en mitad de un acorde de realidad negociada, provoca que un puñado de soñadores indefensos seamos capaces de entendernos con un guiño cómplice. En la distancia. En mitad de un vagón de metro. Sabiendo que simplemente compartimos locura. El Atleti de Simeone es un músico de Bebop en mitad de una orquesta que siempre toca la misma sinfonía. Una orquesta que lleva años siendo dirigida por un Kurtz de traje y corbata. El Atleti de Simeone, como los esclavos de Nueva Orleans que tenían prohibido tocar el tambor en sus reuniones de la Congo Square, hace de la necesidad virtud. De la desgracia oportunidad. Es libre viviendo enclaustrado en una plantación mediática, dominada por ignorantes poderosos. El Atleti es Jazz. No trates de entenderlo. No trates de analizarlo. No trates de ponerlo en contexto. Escúchalo y déjate llevar. 

Me consta que había un nutrido grupo de aficionados colchoneros que salieron molestos del Calderón con la supuesta falta de ambición del equipo en el partido de ida. Supongo que hoy, concluido ese virtuoso movimiento que ha sido la eliminatoria contra el Leicester, habrán entendido mejor la pieza. Simeone, entre otras cosas, es un gran estratega. Un apasionado de los infinitos esquemas del fútbol, capaz de diseñar en su mente temporadas, partidos y eliminatorias completas. Simeone sabía que el éxito del equipo inglés pasaba por marcar un gol en el Vicente Calderón. Cualquier otra opción se presentaba mucho más complicada y por eso, como gran entrenador que es, planteó la eliminatoria sobre esa premisa y no otra. 

En el segundo pasaje, el partido de vuelta, los primeros compases tenían que ser de contención. De pausas alargadas pero sin que se perdiese el ritmo. Ralentizando el conjunto pero liderando la melodía. Salió perfecto. Los de Shakespeare no consiguieron encender su estadio (como pretendían) y ni siquiera fueron capaces de acercarse al área con peligro. El Atleti estaba siendo muy inteligente. Dominaba todos los escenarios y dejaba que el tiempo fluyese. Para asombro de propios y extraños, estaba funcionando de maravilla la nueva posición de Giménez en el mediocentro. Entonces, con los instrumentos afinados y el duende sobrevolando la inspiración, apareció el Jazz. La improvisación dentro de un esquema prusiano. La magia de Filipe, Koke, Griezmann, Carrasco y Saúl. Solistas de primer nivel. En uno de sus fraseos más atinados, Filipe Luis colgó un balón prodigioso desde la izquierda para que Saúl (otro partidazo de un jugador que crece de forma imparable) pusiese de cabeza el 0-1 en el marcador. Todos respiramos. Los colchoneros para adentro. Los aficionados foxes para afuera. 

Pero en la segunda parte cambió el guion. Tirando de orgullo y de los pilares más tradicionales y rudimentarios del fútbol inglés (a los que de forma absurda los equipos británicos parecen querer renunciar) consiguieron cambiar la partitura. El esquema de filigrana de Simeone se vino abajo a base de sobredosis de balones verticales y juego directo por las bandas. A veces menos es más y esta fue una de esas veces. Un claro mensaje para todos esos rapsodas que siguen creyendo que existen formas lícitas e ilícitas de jugar al fútbol. El Atleti lo pasó mal con la versión más pura de fútbol inglés. Y mucho peor lo pasó cuando se lesiono Juanfran y tuvo que sustituirle Lucas. Simeone tuvo entonces que recolocar las piezas de una defensa que hasta ese momento había estado impecable. El Atleti no era capaz de tener el balón ni de salir de su propia área. A base de fuerza, acoso y derribo el Leicester logró finalmente empatar por mediación de ese currante del fútbol llamado Vardy (un tipo que, dicho sea de paso, me cae bastante bien). Entonces sí, se encendió el King Power Stadium. Tenían que meter dos goles, algo que con las estadísticas en la mano parecía prácticamente imposible con el Atleti de por medio, pero el fútbol es así de maravilloso. Los aficionados del Leicester pensaban que era posible. Algunos aficionados rojiblancos también. 

Pero no lo fue. Nuestros músicos saben tocar con la orquesta cuando tienen que hacerlo. Saben esconder su talento en el ritmo de los demás. Saben sufrir. Simeone movió el banquillo bajando a Griezmann y cerrando las bandas pero Filipe se rompió en el esfuerzo y hubo que volver a improvisar. Da igual. Este equipo sabe sudar como nadie. Sabe jugar con lo que tiene y, como los negros de Nueva Orleans, sabe hacer ritmo cuando tienen prohibido usar el tambor. 

El partido terminó con los 22 jugadores extenuados sobre el césped. Fue precioso ver como todos se saludaron honestamente después de la batalla. Como se abrazaban los que antes se habían pegado. Como se aplaudía el esfuerzo y se reconocía el mérito. Fútbol. 

El Atleti vuelve a estar en las semifinales de una competición tan bonita como corrupta. Es por eso que mi alegría no puede ser completa. Por mucho que me moleste reconocerlo. Podría tirar de hipocresía, agarrarme a lo bueno y mirar a otro lado. Podría centrarme en esas pequeñas motas de pelusa que adornan mi ombligo, como hace tanto profesional, pero no es mi estilo. Tampoco soy profesional así que quizá sea por eso. Quizá lo único que pase es que, como vaticinaba Orwell en 1984, “cada año habrá menos palabras y así el radio de acción de la conciencia será cada vez más pequeño”. No lo sé. Lo que sé es que mientras aguante mi giradiscos sin romperse, seguiré escuchando Jazz con los auriculares puestos.

@enniosotanaz

Respeto

Decía el argentino Antonio Porchia que si no levantas la vista, te creerás que eres el punto más alto. Si Eusebio Sacristán levantase la vista de ese lugar en el entorno de su ombligo en el que imagino que debe pasar gran parte de su vida, se daría cuenta de que su equipo duerme hoy a 12 puntos del Atlético de Madrid. Esa evidencia, puntual pero tangible, no tendría que ser necesaria para que cualquier profesional (o no) respetase con cierto decoro lo que el equipo de Simeone lleva haciendo en los últimos cinco años pero desgraciadamente no es así. Aquí todo lo que se sale de la verdad oficial deber morir cada noche y ser enterrado con la siguiente portada. El mérito se matiza y luego se difumina hasta el olvido. Los éxitos se cuestionan y nunca se acumulan. Desaparecen. Todo tiene que volver al principio, como el hígado de Prometeo, para ser devorado una y otra vez. 

Si usted analiza las declaraciones de los entrenadores rivales de cualquiera de los equipos europeos a los que el Atleti se ha enfrentado en Champions, verá que todas ellas, sin excepción, tienen algo en común. El respeto por el equipo y por su entrenador. Aquí es diferente. Aquí todo se iguala por abajo, se trazan barreras y se habla desde el desdén. El supuesto estilo se instrumentaliza como arma de destrucción masiva, y cualquier conquista se arrincona de un plumazo. Cualquier aprendiz de iluminado es capaz de escalar a la cima de su propia soberbia para, a modo de dogma, lanzar desde allí sus lecciones magistrales y sus soflamas hipócritas. Sin atisbo de humildad, ese animal amenazado de extinción en nuestra vida pública. El esquema se repite y funciona mientras el “valiente” no se salga del carril trazado. Mientras los escupitajos no salpiquen a los que están fuera del área delimitada para el tiro, que son los que importan. Es tan fácil apalear al apaleado que cualquier aprendiz de tertuliano se lanza a probar. Es gratis. 

La hora elegida para el partido frente a la Real Sociedad era infame pero está tan cerca el final de temporada que a estas alturas nadie quiere ahorrarse un minuto de Vicente Calderón. Era además un encuentro importante. Tres puntos en juego frente a uno de los mejores equipos de esta liga. La oportunidad de poner una importante cantidad de puntos con un rival directo por las plazas europeas. El equipo donostiarra también era consciente de las condiciones de contorno porque, de hecho, salió mejor al césped. Más intenso. Lanzó una presión adelantada y agresiva que funcionó muy bien y se adueñó de la pelota hasta monopolizar el juego. El Atleti no se encontraba y sólo podía correr detrás de los jugadores vascos. Incapaz no ya de imponer su estilo sino de sacar el balón controlado desde su propio campo. En la grada lo notábamos. La sensación debió caerse el césped porque Gabi frunció el ceño. Nuestro capitán, un tipo que gana en inteligencia a medida que los efectos de la edad florecen en su cuerpo, es un futbolista sacrificado, profesional, orgulloso y humilde, que resulta vital en el Atleti contemporáneo. Somos afortunados de que sea colchonero. Si no existiese habría que inventarlo. 

Gabi fue el que decidió dar el toque de corneta, cambiar de marcha y aumentar el nivel de intensidad. Se dio una carrera de 60 metros para presionar al portero rival y eso hizo que el equipo siguiese a su capitán. El Atleti recuperó el balón, empezó a llevar a la Real Sociedad a su área, impuso el ritmo y le dio la vuelta al partido. Los vascos, que hasta entonces movían el balón como los ángeles, tuvieron que empezar a pensar en defender y ahí no son tan sobresalientes. Empezaron a llegar las ocasiones rojiblancas. Filipe Luis, en un estado de forma impresionante y probablemente uno de los tres mejores laterales izquierdos del mundo ahora mismo, decidió hacerse con los mandos. El brasileño está en un estado de confianza tal que se atreve con todo. Al igual que ya ocurriese el fin de semana en Málaga, hizo un precioso gol tras jugada personal de tiralíneas. 

El equipo siguió jugando muy bien y fácilmente pudo irse al descanso con un 3-0. Torres tuvo una ocasión clarísima tirando al poste primero y lanzando el balón fuera cuando estaba a pocos metros de la portería. Carrasco (otro buen partido del belga) tuvo otra ocasión a puerta vacía pero remató mal y paró Rulli. La segunda parte siguió el mismo guion. Un Atleti muy sólido que fallaba ocasiones (Griezmann, Correa,…) y una Real que tenía que tirar de faltas para parar a los madrileños. 

Pero llegaron los últimos 10 minutos y el marcador seguía con el 1-0. La Real no había conseguido tirar a puerta y el partido parecía controlado. Hasta la grada mantenía un insulso perfil bajo. Simeone, que supura fútbol con cada respiración, era consciente de que cualquier error en ese momento supondría echar al traste todo el trabajo y no quería relajación. De forma airada empezó a reclamar el apoyo del público y la grada respondió (respondimos) como se merece. Fue fantástico. 50000 personas animando sin parar que llevaron al equipo en volandas durante varios minutos hasta ganar el partido. Cualquier persona que haya tenido la oportunidad de vivir algo así en directo no lo olvidará jamás. La atmósfera del Vicente Calderón es fantástica. El Vicente Calderón es fantástico. Prometo no olvidarme nunca de ello. 

Es difícil ser aficionado colchonero, mantener el orgullo de serlo y vivir en contacto con ese mundo maniqueo que proponen los conductores de la vía pública. Esa dificultad extrema es directamente imposibilidad cuando cerca hay un partido contra el eterno rival. El equipo de “todos”. Personalmente me rindo. No me interesa esa guerra. Doy por perdidos los tres puntos y si de mí dependiese ni me presentaría a jugar en el Bernabéu. Eso, en realidad todo lo que hay alrededor, no es ya un partido de fútbol. Es otra cosa. Otra cosa que no me interesa absolutamente nada. Ahora mismo me enfundo en mi chubasquero, me planto unos auriculares y hasta el próximo lunes no estoy para nadie. Nos vemos a partir de entonces.

@enniosotanaz


(Foto de www.colchonero.com)

Una tarde maravillosa

La primavera en Madrid no existe pero el mundo suele ser un sitio mejor cuando a la ciudad le da por disimularlo. El sol, y esa maravillosa luz continental, parecían los de siempre pero la temperatura era insospechadamente humana y eso invitaba a vivir en la calle, que es lo que hacemos los madrileños en estos casos. La ribera del Manzanares era ya un hervidero de camisetas rojiblancas al mediodía. Lo sé porque yo estaba allí. Con la bicicleta aparcada y una cerveza doble en la mano. Unas horas después, en el prepartido, el ambiente era muy parecido pero bastante más futbolero. Un puñado de amigos debatíamos de forma desenfadada sobre la serie Love de Netflix y sobre si el once titular era el mejor que tenemos o había que echar de menos a Lucas. Otros grupos alrededor no sé de qué hablaban pero lo hacían entre risas igualmente. Subí al campo paseando en manga corta. Me quedé unos minutos a rebufo del vomitorio para retrasar un poco la exposición a ese sol de justicia que castiga al anfiteatro lateral del Calderón durante la tarde. 

Vimos una gran versión del Atleti. Esa que por la que suspiramos un gran mayoría de aficionados y que tanto desconcierta a los pastores de La Mejor Liga del Mundo. Esa que es una roca solidaria que sufre y se divierte con la misma intensidad. El primer cuarto de hora fue fantástico. Un Atleti intenso y con mucha personalidad, maniató a un Sevilla que seguía con la mirada perdida en Leicester. Defensa solida, centro del campo inteligente y delantera vertical. Esa debería ser la Santísima Trinidad del Atleti. Lo es, de hecho. No hubo muchas llegadas pero un gran remate de Gameiro al larguero pudo haber tranquilizado la tarde antes de tiempo. No ocurrió y tuvimos que esperar hasta casi el descanso para hacerlo. Una falta sacada por Griezmann hizo que Godin rematase a gol de cabeza y pudiésemos irnos a protegernos del sol con el uno a cero en el marcador. 

Esperaba en el segundo tiempo una reacción con algo más de personalidad por parte del equipo andaluz pero no la vi por ningún sitio. El equipo de Simeone siguió con su plan de dominar el ritmo, tapar los espacios y manejar el balón con inteligencia y eso anuló a unos sevillanos que tiraron la toalla definitivamente cuando Griezmann hizo el segundo gol de magistral saque de falta. Hacía siglos que no veía un gol así en el Atleti. Me acordé de Pantic. Me puse melancólico. A partir de ahí el partido fue una fiesta. Llegó el tercero de Koke y pudieron llegar más. Aplaudimos a Torres. Aplaudimos a Simeone. Aplaudimos a Carrasco (partidazo) y ni siquiera acusamos el golazo de Correa tras un despiste de Juanfran

Salimos contentos del campo. Volví al mismo lugar en el que había estado antes. Con una sonrisa más pronunciada que con la que me había ido. Allí me quedé un buen rato entre amigos. En una terraza del Paseo de Yeserías. Bebiendo y charlando hasta que el sol desapareció y tuvimos que cambiar las gafas de sol por las de ver. El tiempo parecía detenido.

Llevo un tiempo alejado de este blog. A veces es por pereza, a veces es debido a la sensación de estar perdiendo el tiempo y otras veces es simplemente la frustración paralizante de pensar que cualquiera de estas columnas podrían estar en un sitio serio y ser reconocidas pero que ni lo están ni lo van a estar jamás. Ayer, después de un día maravilloso, sentado en esa terraza, pensé que era un buen momento de volver. Hay mucha gente ahí fuera leyendo esto y que merecen la pena. Podría hablar de la enésima tergiversación de la prensa utilizando a Fernando Torres como chivo expiatorio. Del “sorteo” de Champions y lo mal que se lo han tomado los engreídos del Ministerio de La Verdad. De ese giro de la UEFA a la hora de definir sus objetivos. De los integristas de la supuesta fe rojiblanca que ahora me insultan o me hacen de menos en twitter porque he debido haberles traicionado. De la buena pinta que está cogiendo el Atleti (a pesar de su falta de gol). Del estado de Shock en el que se ha quedado el Sevilla tras los últimos quince días. Podría incluso hablar, por enésima vez, de que todo lo que pasa en el mundo del fútbol reafirma, una y otra vez, la proeza de Simeone para transformar el Atlético de Madrid en una máquina de competir. Pero no. Lo único que quería decir es lo fantástico que fue el día de ayer. Nada más. 

No he sentido de cerca el traslado de Estadio. Tengo sentimientos enfrentados al respecto. No me gusta hacerlo (nunca me gustó) pero sé que es inevitable. No digo que no fuese inevitable (siempre hay un purista al acecho con ganas de cogérsela con papel de fumar) sino que hoy lo es. La vida me ha enseñado que es absurdo perder el tiempo construyendo el pasado o perdiéndose en el futuro. La vida me ha enseñado que una cosa es pelear y otra bien distinta es quejarse. Pero La vida me ha enseñado también, y con eso me quedo, que me encanta ir al fútbol al Vicente Calderón. El único estadio del Atleti que he conocido. 

No sé si me gustará lo mismo hacerlo en otro campo o no. No lo sé. Lo que sí que sé es que ayer, después de un día maravilloso, me di cuenta de lo mucho que echaré de menos éste estadio. El mío. El único que de verdad he conocido.


@enniosotanaz


PD. Llevo tiempo dándole vueltas y al final he decidido dejar por escrito algunas de las historias que he vivido en el Calderón desde que era pequeño. ¿Por qué? Porque sí. Porque no quiero que se me olviden. ¿Para qué? Para mí y para el que lo quiera. No sé lo que tardaré pero intuyó que va para largo. Tengan paciencia.


(Foto extraída de www.colchonero.com)

Personalidad y fútbol

No me gustaba nada el nivel de presión que detectaba entre la afición colchonera antes del partido. Esa pose dramática de estar ante el encuentro de nuestras vidas. Esa querencia por dejar claro que el Atleti se jugaba poco menos que la existencia. No me gustaba nada tampoco el hedor que llegaba desde la información oficial. Hace mucho que vivo de espaldas a la realidad televisada de los medios y que mi única fuente de información es twitter pero, incluso así, me llegaba el repentino resurgir de la figura de Chicharito, genuino representante de "nuestro fútbol", como tema central a la hora de describir la previa del Bayer-Atleti. A tenor de los medios oficiales da la sensación de que el Atlético de Madrid es un equipo madrileño que juega exiliado en Madrid. 

Pero entonces encendí la televisión y vi a los jugadores dándose la mano ordenadamente en el saludo inicial. Todos los rostros colchoneros tenían una expresión similar pero me fijé especialmente en la de Gabi. Era la pura imagen de la concentración absoluta. Ni un solo atisbo de sonrisa. Mirada fija y seriedad creíble. Daba la sensación de tener muy claro en la cabeza lo que había que hacer y que todo lo demás era accesorio. Juro que en ese momento me vine arriba.

La primera parte del equipo de Simeone en Alemania es probablemente la mejor de toda la temporada. Lo hizo todo bien. Recordó a esa versión europea del Atleti contemporáneo que tantas alegrías nos ha dado. Encaró la eliminatoria juntando mucho las líneas, sacando la línea defensiva de su área, compactando la presión como hacía mucho que no hacía, siendo vertical con el balón (a base de talento y no de recursos rupestres), marcando siempre el ritmo del encuentro y aprovechando la contundencia para liquidar al rival. Puede parecer fácil pero no lo es. Basta recordar lo que ocurrió hace dos años y lo mal que se pasó entonces en ese mismo campo. Los de Simeone recurrieron a la personalidad y al fútbol y eso, si sale, es una combinación letal. 

Cualquier intento de avance alemán era abortado a bastantes metros de la frontal del área. El trabajo de los cuatro del centro (Gabi, Koke, Saúl y Carrasco) era ejemplar pero en defensa destacaba además un hipermotivado Vrsaljko que comenzó muy bien pero que acabó completando su mejor partido hasta la fecha como rojiblanco. El Atleti robaba arriba y cada salida con balón se hacía con sentido, inteligencia y sangre en la mirada. Una apertura de Gabi a la derecha provocó una de esas clásicas (y elegantes) diagonales de Saúl. Después de desprenderse con mucha clase de su rival, se plantó en la frontal del área. Podía colgar el balón o escorarse a la derecha para centrar desde allí, pero decidió resolver como hacen las estrellas. Se acomodó el balón a su zurda y lanzó una parábola perfecta que reproducía el famoso gol de Falcao en Bucarest. Golazo. 

Poco después, un fantástico Gameiro ejecutaba una de las muchas demostraciones de velocidad y fuerza que hizo a lo largo de la noche. Salió en vertical con el balón controlado para llegar algo cerrado hasta el área rival. En lugar de liarse en una guerra imposible (que es lo que hubiese hecho el Gameiro de hace unos días) tuvo la inteligencia y la paciencia de parar, mirar y esperar a Griezmann que venía completamente solo por la parte derecha del área. Gol del otro francés. La noche se tornaba maravillosa. El propio Griezmann estuvo a punto de poner el tercero antes del descanso, que hubiese sido definitivo, pero el mejor de los alemanes, su portero Leno, lo impidió. 

La segunda parte fue buena también pero más extraña. Con más desajustes, provocados seguramente por la huida hacia delante de los alemanes. El Bayer Leverkussen recortó distancias muy pronto, en una gran jugada por la derecha que culminó Bellarabi. Mala suerte porque era la primera vez que llegaban en todo el partido. El gol espoleó su ánimo y se fueron hacía arriba con más corazón que juego. Situación que aprovechó Gameiro para seguir haciendo un partidazo. En una de sus muchas actuaciones destacadas fue derribado en el área y él mismo se encargó de marcar el tercero para, de paso, asesinar los fantasmas del lanzamiento de penaltis. 

El partido estaba completamente controlado en ese momento pero Moyá (que se había mostrado seguro hasta entonces y había hecho una intervención espectacular en la primera parte) tuvo uno de esos errores que no se pueden tener en la alta competición. Despejó mal una pelota fácil de atrapar, ésta golpeó en Savic y el balón se metió en su propia portería. El 2-3 encendió a la grada y al Bayer, provocando que el Atleti pasase unos minutos de angustia. Los alemanes se fueron a la portería con todo y los de Simeone tuvieron que sufrir. Pero este Atleti sabe sufrir como nadie. Aguantaron el chaparrón con gallardía y tuvieron la inteligencia de aprovechar las salidas para matar el partido. Primero Torres, que había salido en los minutos finales, y que enganchó un cabezazo excelente que ponía el 2-4. Después Correa, que también había salido con el madrileño, y que delante de Leno volvió a toparse con el buen hacer del cancerbero alemán. 

El resultado puede parecer corto para lo que ocurrió pero es fantástico (el Bayer tiene que ganar 0-3 o 1-4 en el Calderón para pasar). Ha supuesto además un pildorazo de ilusión en la parroquia colchonera. Por el resultado, por el juego y por ver como jugadores que creíamos desahuciados, vuelven mejor que nunca no sólo para quedarse sino para ser importantes. Disfrutémoslo. Olvidemos por un momento el futuro, las cuentas, las apuestas, los fichajes, las salidas o lo puede pasar en mayo y centrémonos en lo que ocurre alrededor de nuestros pies. Toquemos el suelo. Vivamos el día a día. Partido a partido.

@enniosotanaz


(Foto sacada de www.colchonero.com)

Nubes negras

Cinco minutos antes de que empezase el Atleti-Celta todo era ilusión. La batalla del Camp Nou, ese partido en el que los de Simeone habían tirado de casta y juego para sucumbir ante un mohíno gigante blaugrana (y el imaginativo arbitraje de La Mejor Liga del Mundo), había dejado las mejores sensaciones en la parroquia rojiblanca. Los jugadores eran todo espíritu y pundonor. Atrás quedaban las nubes negras del pasado. O no. Poco más de una hora después, a falta diez minutos para terminar el partido, el panorama era antagónico. La histeria volvía a reinar en el coliseo rojiblanco. Un nuevo penalti al larguero, ocasiones de libro falladas, el Celta de Vigo acababa de marcar su segundo gol, la Real Sociedad nos pasaba en la clasificación y el Sevilla se marchaba a siete puntos. Gritos e insultos volvían a decorar la noche madrileña. Los jugadores eran morralla y al parecer, porque hay que tener valor para decirlo, no tenían “cojones”. La nube negra estaba otra vez sobre la azotea del corazón colchonero. Literal y metafóricamente. O no, porque diez minutos más tarde el Atleti había remontado el marcador y ganaba el partido. 

Imbuidos por ese circo mediático que decimos no consumir pero del que asimilamos sus principios y sus modos, la afición colchonero se estruja la cabeza por encontrar un remedió mágico a sus males. Una solución rápida y homeopática que, con una simple toma y sin levantarnos del sofá, arregle todos nuestros problemas. Todo hay que simplificarlo. Todo es una cuestión de cara o cruz. De ser Dios o demonio. Nadie parece reparar en que, aparte de ser absurdo, de esa manera estamos entrando en una especie de esquizofrenia absurda que nos va a destrozar. 

El Atleti no está bien. Seamos claros. No lo estaba antes de jugar contra el Barça, ni después, ni cuando faltaban diez minutos para terminar su partido contra el Celta, ni lo está ahora mismo. Pero una cosa es que no te salgan las cosas y otra que no quieras que te salgan. El Atleti no es un desastre en la dirección ni una colección de jugadores acomodados que no ofrecen todo lo que tienen. Es más, me ofende la mera insinuación de esta última afirmación. Me ofende escuchárselo al histérico que tengo sentado detrás en la grada y a tantos otros histéricos, del mismo estilo, que pululan por el cada vez más difuso universo colchonero. 

El Atleti ha cometido errores de planificación y seguramente está pagando cara esa grieta en la coraza que le protegía de las alimañas mediáticas y por la que se han colado ciertas críticas (discutibles) al “estilo de juego” que le han hecho dudar. Es verdad también que, por las razones que sean, hay jugadores lejos de su mejor versión pero no es menos cierto que no les sale nada. Todo eso, unido a la histeria colectiva, genera que un nivel de ansiedad en la plantilla que es muy difícil de gestionar.

Pero es que insisto, no sale nada. El Atleti lleva dos años fallando con el delantero centro (pieza clave en el esquema Simeone) pero, salvo para los gurús del análisis a posteriori, era algo difícil de prever. Jackson, a mí al menos, me parecía una opción solvente que acabó siendo un fiasco. Gameiro, internacional francés, fue la revolución de la Liga pasada. Hoy parece un señor asustado al que lo han puesto a jugar sin que lo supiera. No me gustó su fichaje desde el principio pero nadie podía esperar un resultado tan pobre. El plan era jugar con Augusto en el mediocentro defensivo (pieza clave en el esquema Simeone), alternándose con Tiago en partidos clave pero ambos se lesionan. Los rivales son cada vez mejores y juegan contra el Atleti como si fuese el partido de su vida. De hecho, lo es. A Oblak se le sale el hombro en el peor momento. Giménez se lesiona también cuando parecía volver a ser el que era. Saúl se lesiona cuando mejor estaba y tampoco vuelve a su mejor versión. Carrasco tres cuartos de lo mismo. Gaitán no terminar de superar la melancolía. Se sigue llegando a puerta contraria pero no se mete un gol ni queriendo. Para colmo todo el mundo empieza a fallar penaltis. La ansiedad crece y crece mientras los colchoneros posmodernos (alguno con más años que matusalén) se dedican a remar en dirección contraria cuestionando la premisa, chillando, abrazándose a una especie de futurología tramposa e insultando a diestro y siniestro. “Exigiendo” algo que todavía no me ha quedado muy claro el qué es. 

Ayer, en una metáfora deliciosa, muchos histéricos se marcharon del estadio cuando el equipo gallego marcó su segundo gol. Lo hicieron refunfuñando y echando pestes. Quedaban diez minutos, el Atleti parecía muerto, hacía frío y la lluvia no dejaba de caer sobre la grada del Calderón. Es lo que haría el prototipo de aficionado que maneja Tebas. Irse. Todo era incómodo. Pero allí, como siempre, nos quedamos los aficionados del Atlético de Madrid. ¿Sabíamos lo que iba a pasar? No, pero teníamos que aplaudir a nuestro equipo. 

Rogaría a los aludidos en esta pequeña anécdota que, en lo que queda de temporada, sigan interpretando exactamente el mismo papel que ayer. Los histéricos marchándose a su casa cuando llueve, los aficionados apoyando a su equipo y los jugadores engrandeciendo el escudo otra vez. Como sólo ellos saben hacer. 


@enniosotanaz

PD. El Celta es un equipo fantástico. Me declaro muy fan de Berizzo.


(Foto sacada de www.colchonero.com)


Y no pasa nada

Llevábamos tanto tiempo flotando en el aire que se nos había olvidado lo duro que estaba el suelo. Lo que cuesta volver a tener que andar por el asfalto. Es duro hacer cola después de haber entrado por la puerta de artistas y es duro tener que compartir habitación después de haber tenido una en propiedad pero no pasa nada. Nadie se muere por ello. Que sí, que cuesta tener que mudarse a un piso más pequeño o tener que ponerse a cocinar después haber tirado de restaurantes pero insisto, no pasa nada. Nada en absoluto. La dignidad sigue intacta. Los sueños también. Es más, eso es la vida. Entrenar. Estudiar. Ensayar. Caerse y volver a levantarse. Lo que es absurdo es alimentarse de melancolía o quedarse estancado pensando en lo que pudo ser y no fue. Lo que es estúpido es quedarse parado y ponerse a llorar. 

El Atleti acaba la primera vuelta en la cuarta posición, con muchos puntos por detrás de la cabeza y con demasiadas dudas en el zurrón. Aunque los números en Champions y Copa siguen siendo excelentes, las sensaciones no son buenas y negarlo sería vivir en una fantasía tan irreal como la de los histéricos que ven el Apocalipsis con cada pase de Gabi. 

El equipo de Simeone acaba de sacar un empate de San Mamés en un partido entretenido, rápido y emocionante que sirve como certero epílogo a una primera vuelta de transición. El equipo salió muy bien. Con esa intensidad marca de la casa que tanto bien les ha hecho y que habían olvidado en partidos anteriores (buen síntoma). Dominando el ritmo, dominando el balón y dominando el marcador. En pocos minutos construyeron una gran combinación por la izquierda que acabó con un pase al área de Koke que no sé si llega a tocar Griezmann pero que acaba igualmente en la red. 

El partido estaba controlado, el Athletic algo aturdido y todo se parecía demasiado a muchos otros partidos de temporadas anteriores. 0-2 en un contraataque y a dormir. Pero no fue eso lo que ocurrió. Mientras hace años los de Simeone hubiesen pausado el juego, controlado el ritmo y minimizado los riesgos, el actual equipo se ha dedicado a despejar el balón. Como suena. Pelotazos en vertical, que hacían que el equipo bilbaíno necesitase poco para seguir dominando el balón en campo contrario. Pasada la media hora los vascos ya dominaban no sólo el balón sino todos los ángulos del juego. Se lo habían creído y creo que había sido culpa nuestra. A pocos minutos del final un despiste en la defensa (creo que de Filipe) dejó un balón franco en la frontal del área y el equipo de Valverde empató con un golazo. Los fantasmas volvieron a salir de la madriguera. Todos. 

El Atleti de Simeone es lo que es gracias a su defensa. No es que sea sólo defensa (que hay mucho cafre con ganas de confundir) sino que lo que es, lo es por su defensa. Una defensa rocosa, adulta, eficaz y que apenas cometía fallos. Hoy no y no es nuevo en esta temporada. Algo pasa ahí. 

Los madrileños salieron con ganas de ganar en el segundo tiempo (otro buen síntoma). Aumentaron las pulsaciones y volvieron a tirar de intensidad pero todo se enfangaba en una lucha constante por el balón. Pero es que el rival también juega y además juega muy bien. Las ausencias de Augusto y Tiago hacen que el centro del campo colchonero carezca de la pausa necesaria para partidos así. Hoy lo volvimos a acusar. Pero el Atleti insistía y no estaba siendo peor que su rival. Es más, creo que era mejor y que empezaba a dominar. No había ocasiones pero uno era optimista. Hasta que llegó un nuevo fallo en la defensa. Impropio de un central de alcurnia como Godin pero tampoco algo nuevo este año. El uruguayo salió conduciendo en exceso, perdió el balón, recuperó tarde (y mal) y el contraataque vasco por la derecha hizo que su lateral, sí, su lateral, rematase completamente solo en el corazón del área. 

Los fantasmas estaban de fiesta a esas alturas. Salió Torres y el equipo se descompuso todavía más. Puede que sea casualidad. Puede que no. Soy consciente del amor (merecido) que El Niño despierta en la grada pero yo lo veo completamente perdido. No entiendo porque Simeone sigue insistiendo con él sobre el campo. Quizá tenga que ver con que el otro 9, Gameiro, está poco mejor. El francés es un buen jugador (no lo dudo). Corre como el que más (es así), pero resulta intrascendente. Da igual que esté o que no esté en el campo. Lleva un gol en diez partidos, un dato que es indefendible por mucho que corra. Creo que ya se le ha terminado el crédito. No es el jugador que creíamos y no creo a estas alturas que ya lo pueda ser. Problema. Ojalá me equivoque. 

Pero en esa ensalada de caos, justo cuando los cenizos llenaban con sus caracteres las calles de Twitter, el equipo tiró de orgullo (otro buen síntoma). No salía nada y todo parecía un desastre pero me gustó ver al equipo tirar de corazón. Mucho más cuando ese jugador espectacular que es Griezmann se sacó un disparo de la nada que se coló por la base del poste. Golazo de esos que pagan por sí mismo una entrada. El partido se abrió y podía haber acabado de cualquier manera pero no pasó nada más.

El empate es un resultado pésimo pero es justo. El partido, con todo, ha sido además muy divertido. Una bofetada amistosa a esa estirpe de rapsodas, los talibanes del peloteo estéril, que me parece tan nociva para el fútbol. 

Sí, sé que no he hablado del árbitro pero ha sido aposta. Creo que hoy nos perjudica igual que en Eibar nos ayudó. Normal. Fútbol. De eso no merece la pena hablar. Lo que no es fútbol (ni suerte, ni casualidad, ni irrelevante), de lo que sí merece la pena hablar, es de lo que pasa en cada partido del otro equipo de la capital. El equipo de todos, ya saben. 

Culminada la primera vuelta, a punto de iniciarse el tramo final de las competiciones de copa no se me ocurre mejor momento para dejar de experimentar, agarrarse a lo que tenemos con fe, olvidarse de la histeria posmoderna y subirse, más que nunca, al genuino: partido a partido. No hay otra. Toca caminar por el asfalto porque en el asfalto (que no fuera de la carretera) es donde estamos. Toca arremangarse y alcanzar al que va delante porque no queda otra. Pero no pasa nada por tener que hacerlo. 

@enniosotanaz

(Foto: La Vanguardia)

Queda velada

El Atlético de Madrid terminó el año 2016 con la mirada perdida. Un fin de temporada traumático, un verano extraño, un nuevo ciclo cargado de incertidumbre, experimentos que no salían, fichajes que no tapaban los agujeros, la rodilla de Augusto, una afición que crecía en cantidad pero no en calidad, un estadio en ciernes, un presunto nuevo escudo que parece pergeñado en un local oriental de confección textil, analistas proclamando a los cuatro vientos que “ahora sí” se juega al fútbol, una creciente ola de histerismo en ese sector de la grada que ha trasladado sus aspiraciones a una elitista urbanización de lujo (cutre), el hombro de Oblak y ese permanente linóleo viciado que los Notarios de la Realidad usan para engrasar la máquina de crear problemas, terminaron por hacer que el equipo colchonero besase la lona. 

Pero sonó la campana y los de Simeone lograron levantarse antes de que el réferi descontase completamente el número diez. El combate no había terminado.

Esa parte de la familia rojiblanca que todavía piensa cerró las ventanas por navidad y entendió que la solución nunca iba a venir de fuera. Ni de esa dirigencia sospechosa que navega siempre entre los hilos de la verosimilitud, ni de esos pastores de la secta del fútbol moderno que escriben (o hablan) disfrazados de analistas, ni de esa parte histérica de la grada que ha adoptado los modos de la caverna carroñera. No. La solución, si existe, está dentro y no fuera. 

Se taparon las heridas con vaselina y se asumió el dolor sin dobleces. Los jugadores dejaron de soñar en alto, olvidaron los remedios de los vendedores de crecepelo, apretaron la mandíbula y se metieron en ese vagón del “partido a partido” que no deberían haber dejado nunca. La dirigencia cerró la boca y dejó de organizar saraos para el Establishment. Simeone dedicó las tardes de invierno a realizar tournées por los medios hostiles para sorprender a los rapsodas del mainstream con frases y mensajes que lleva cinco años repitiendo pero que esos mismos rapsodas del mainstream siguen sin escuchar. 

Y pasó el tiempo. 

El Atleti volvió ayer al cuadrilátero y lo hizo muy bien. Parapetado en esa guardia férrea y clásica que, insisto, nunca debió de haber abandonado. Contuvo a la Unión Deportiva Las Palmas (un equipo que hacía un año que no perdía en casa) en una primera parte cargada de intensidad, generosidad en el esfuerzo y concentración. Ajeno a las luces de candilejas y al Champagne Rosé. Probando a Juanfrán en el interior (experimento que a mí personalmente no me gustó) pero dando la oportunidad de lucirse a un Vrsaljko que crece en el equipo según pasan las horas. Adelantando la presión. Tirando de agresividad. Dedicándose a lo suyo. A jugar al fútbol. Sí, al fútbol. 

Saúl, con esa capacidad que tiene para arrollar al rival, robó un balón en la línea de tres cuartos que acabó con un mal pase lateral y un rechace en la frontal del área. Koke, otro de los renacidos, incrustó el balón con sutileza en la portería contraria. 0-1. Hubo algún momento de zozobra en los minutos previos al descanso pero el Atleti los solventó como mejor sabe hacer en estas circunstancias. Apretando los dientes. 

La segunda parte fue otra cosa. El Atleti se pareció al Atleti. No recuerdo una sola ocasión de los canarios (Moyá estuvo prácticamente inédito) pero si varias de los madrileños. Muchas de un Gameiro que sigue saturado de ansiedad y que necesita cambiar de dinámica cuanto antes si no quiere acabar en anécdota. Tengo la sensación de que está a punto de ocurrir. O empieza a meter goles (sí, goles, porque el resto de cosas las hace muy bien pero no hacen tanta falta) o habrá que empezar a barajar alternativas. 

Hubo otro gol. Una obra de orfebrería diseñada por el nuevo lateral derecho croata, pulida por ese mismo Gameiro que no ve puerta y ejecutada por otro francés, Griezmann, que volvía de esta forma a dormir con el gol. 0-2. Gran resultado. 

Los jugadores enfilaron el túnel de vestuarios empapados en sudor. Con la mirada al frente y el rostro serio. Parecían tranquilos frente a los micrófonos de la guapa periodista que les esperaba a ras de césped (por alguna razón siempre tiene que ser una guapa periodista la que esté ahí) pero no sonreían. Saben lo que hay. Decían que esto no había hecho más que comenzar. Que había que seguir trabajando. Que “partido a partido”. Bien. 

Quedan todavía muchos asaltos y parece que la esquina le ha venido bien al púgil. Ojo. Sigan cerrando las ventanas y haciendo oídos sordos a los vendedores de chuches porque queda velada. 

@enniosotanaz

Presente.

Como bien predijo Maslow en su famosa teoría de la pirámide, los anhelos humanos varían significativamente en función de las necesidades básicas que tengas satisfechas. Simeone heredó hace años una institución en ruinas. Bueno, una institución instalada en la mediocridad que es probablemente mucho peor. Entonces, el grupo de humanos que conformábamos la afición del Atlético de Madrid, teníamos unas carencias demasiado significativas como para poder pensar en otras más elevadas. Cuando el argentino debutaba en Málaga recuerdo que mi mayor ilusión no era la Champions sino que el Atleti no volviese a hacer el ridículo. 

Es evidente que cuando quieres salir de una agujero lo mejor que puedes hacer es dejar de seguir cavando. Simeone, tipo listo, decidió parar la máquina de los los sueños megalómanos y preocuparse exclusivamente del día siguiente. Convenció a los suyos de que la solución nunca llegaría de fuera por más que la esperaran. Que si existía estaba dentro. Que existía. Nos abrió los ojos y nos hizo ver que los rivales no estaban viendo al Atlético de Madrid de nuestros corazones sino a un equipo al que podían ganar fácilmente. Veían eso porque nosotros mismos nos mostrábamos así. Líquidos. Llenos de dudas. Conocedor de la peculiar idiosincrasia colchonera, sabedor también de que suelen ser más generosos precisamente los que no tienen nada, decidió plantar ahí su primer pilar. En la gente. En ese espíritu legendario del que solemos sacar pecho. Sí, quizá con un punto demagogo pero funcionó. Aisló su pequeña república del imperio mediático que tanto mal nos hacía, miró al suelo y se puso a trabajar. 

Simeone construyó su imperio con lo que tenía y no con lo que pidió. Construyó un búnker en el campo porque una de las reglas del fútbol más sólidas dice que si no te meten goles no pierdes. Encontró laterales que no eran. Hizo buenos futbolistas con los que antes eran malos simplemente haciéndoles jugar como equipo. Los jugadores, tan perdidos y humillados como los aficionados, se entregaron en cuerpo y alma viendo que aquello podía funcionar. Apareció la magia. Apareció un equipo. Un equipo que hizo de la necesidad virtud. Que convertía cada marcha de una de sus estrellas en una oportunidad para reinventarse. Un equipo que tenía sólo tres cosas pero que esas tres cosas las hacía de maravilla. 

Algunos años después el Atlético de Madrid es uno de los grandes de Europa. En espíritu y en números. En ese tiempo lo hemos ganado “todo” y si no puedo quitar las comillas para que el concepto sea literal es únicamente por una anécdota y porque, en el fondo, esto es fútbol. 

Algunos años después todo ha cambiado. ¿Todo? Lo mismo ese es el problema. 

Hemos pasado de hacer de la necesidad virtud a hacer de la virtud necesidad. Cuando Falcao se marchó para hacerse millonario el equipo se adaptó al juego de Diego Costa (jugador que ya estaba, que había estado a punto de salir y que había estado cedido antes en mil equipos). Costa rompió en crack. Hoy queremos que Gameiro (que llegó tras un desembolso multimillonario porque así lo exigía una afición que cada vez tendemos más al canibalismo) sea Diego Costa. Antes el Atleti montaba una roca delante de la portería de cualquier estadio del mundo y a todos (menos a los listos de la radio) nos parecía el tercer movimiento de la novena sinfonía de Beethoven. Hoy exigimos jugarle abierto al Bayern de Munich y ganar con solvencia. Antes no había problema por jugar replegado contra nadie pero hoy todos los equipos (menos los dos de la galaxia corrupta) se cierran como lapas cuando juegan contra el Atleti. Dentro y fuera del Calderón. Antes un empate podía no ser tan mal resultado visto en perspectiva. Hoy no hay perspectiva y un empate es siempre el infierno. 

Alguien pensará que estoy haciendo apología del pasado. Nada más lejos de la realidad. Estoy haciendo apología del presente que es lo que nos ha hecho grandes. El Atleti nunca volverá a ser ese equipo humilde que cogió Simeone. Nunca podrá volver a jugar igual. Ni aunque volvieran Raúl García y Diego Costa. Tampoco será nunca la fotocopia barata del Real Madrid o del Barcelona que pretende ver el aparato mediático (y sus locos seguidores). Una especie de marca blanca que funciona con las mismas instrucciones, los mismos esquemas y los mismos reflejos. 

Ninguna formula es eterna. Simeone nos ha hecho grande sabiendo reinventarse cada día con lo que tenía y eso es lo que hoy hecho de menos. Creo que el manido “cambio de estilo”, tan cacareado en los medios de comunicación, no responde a un capricho estético de nadie sino a una necesidad de guión. Es imposible jugar como antes (si quieres ganar, claro) frente a equipos que, como el Español, plantan ocho jugadores en el área todo el partido. Y no es el Español. Es el noventa por ciento de los partidos que nos vamos a encontrar. Desde el PSV al Leganés. 

Creo que Simeone lo sabe pero que no encuentra la tecla. Resulta que es humano. También creo que el primer pilar sobre el que plantó su proyecto, nosotros, está cediendo. Necesitamos ser conscientes de ello. 

Paciencia.

@enniosotanaz

Elemental, querido Watson

Hay estudios estadísticos que dicen que la frase de Sherlock Holmes más reconocida a nivel mundial es la famosa “Elemental querido Watson”. No creo que nadie se sorprenda por ello. Lo que sí resulta sorprendente es que Arthur Conan Doyle, autor del personaje, no escribió esa frase en ninguna de las cuatro novelas y cincuenta y seis relatos que publicó. Fue nueve años después de su muerte, en una película americana llamada “Las Aventuras de Sherlock Holmes”, cuando la dichosa sentencia fue incluida por primera vez en un guion. El resto es historia. El poder audiovisual, ya saben. 

Hubo un momento en el que un grupo de afamados periodistas y por lo tanto analistas deportivos homologados (una cosa lleva, al parecer, automáticamente a la otra) dijo que el Atlético de Madrid era un equipo que jugaba mal. Que sólo metía goles a balón parado. Que no salía del contraataque y el pelotazo. Que pasaba los partidos encerrado en su campo. Que era violento. Que despreciaba el balón. Que ganaba de suerte. El resto es historia. Muy parecida a la anterior, por cierto. Si usted pregunta por una frase de Sherlock Holmes a cualquier ciudadano de a pie seguramente dirá aquello de “Elemental querido Watson” aunque no haya leído un solo relato original de Conan Doyle. Si usted pregunta sobre el Atleti a un ciudadano de a pie, de los que no han visto jugar al Atleti más que contra el Madrid o contra el Barça, éste le dirá con toda probabilidad que no juega a nada y que es violento. Da igual que el concepto de jugar bien no deje de ser una valor subjetivo o que las estadísticas objetivas de goles marcados a balón parado, partidos con posesión ganada, faltas cometidas, tarjetas obtenidas, disparos a puerta, número de pases o goles a favor digan todo lo contrario. Alguien escribió un guion apócrifo para la película Las Aventuras del Cholo Simeone y el mundo libre se lo ha comido diligentemente. Como tantas otras cosas. El poder audiovisual, ya saben. 

Cuatro días después de pasar por encima del Bayern de Munich el Atleti acaba de derrotar al Valencia en su propio estadio con otro alarde de poderío, de control del partido, de control del balón, de ambición y de equipo. En apenas diez minutos se sobrepusieron al buen comienzo del equipo valenciano y acabaron imponiendo el ritmo y el sentido de un partido que quisieron ganar desde el principio. Jugando bien, además. Como equipo grande. Como se supone que hay que hacerlo según los analistas homologados. Ganando un 60% de la posesión, llevando la iniciativa y metiendo al rival en su campo durante bastantes fases del partido. No es la primera vez que ocurre. De hecho es lo que lleva ocurriendo desde que ha empezado la temporada contra todos los equipos excepto, sorpresa, sorpresa, el Barça. 

Pero da igual. Las mesas de redacción siguen construyendo el relato de la realidad que más conviene a “todos”. Un relato en el que Simeone continúa diciendo “Elemental, querido Watson”. 

El partido de Valencia, aparte de para consagrar esa nueva y proscrita faceta del equipo madrileño, sirvió para confirmar otras cosas. El espíritu granítico de una plantilla con una fuerza de voluntad a prueba de bombas, por ejemplo. La situación del Valencia es tan inestable que su estado anímico está a flor de piel y es una bomba de relojería. Para mal, cuando las vallas de contención se desparraman o para bien, cuando Diego Alves le consigue parar el enésimo penalti a Griezmann (y a Gabi). El equipo levantino se metió por dos veces en el partido, en tromba, gracias exclusivamente al buen hacer de su portero y el arrojo de su afición. En el Atleti sabemos bien lo que es capaz de hacer un equipo con el estado anímico alterado pero ahí precisamente es donde apareció la mentalidad de este equipo proscrito e invulnerable. Un rodillo muy difícil de parar que sujeta su legado en un orgullo sólido y la incombustible fe en el trabajo. 

El partido sirvió también para ver el buen partido un Gameiro que cada vez hace más cosas bien y al que sólo le falta meter goles importantes en momentos importantes. Sirvió para comprobar lo clave que es hoy Carrasco en este equipo. Lo bien que está gestionando Torres su experiencia. El gran acierto que ha supuesto nombrar a Koke Mariscal de campo. 

El Atlético de Madrid lleva demasiados partidos jugando bien como para que los analistas profesionales sigan tirando de tópicos que ya no encajan (si es que alguna vez lo hicieron) pero me temo que el equipo continuará todavía siendo famoso por decir “Elemental querido Watson”. Algo que nunca dijo. Vivimos en un mundo en el que lo lógico es cobrar la entrada para visitar el 221B de Baker Street y ver la residencia ficticia de un personaje que nunca existió en lugar de explicar la realidad con algo de rigor. Pero es lo que vende, que dirán los profesionales de la información. Y ya saben, si vende es verdad. Aunque no lo sea.

@enniosotanaz


(Foto de www.colchonero.com)

Guionista de la historia

Si yo fuese el guionista de la historia, el Atlético de Madrid ganaría esta temporada la Champions League para quemar el trofeo en una pira bautismal nada más recibirlo y anunciar a los cuatro vientos, en prime time, que jamás volverá a jugar esa competición corrupta. Así, con un final tan fordiano me imagino yo el desenlace perfecto a la andadura europea del Atleti de Simeone. Pero no se preocupen. No soy el guionista de la historia.

Adoro los partidos internaciones de clubes y me encanta vivir esas noches en directo pero detesto con todas mis fuerzas (cada vez más) una competición mentirosa que ha sido impunemente adulterada con el único objetivo de ganar dinero. Negocio que diría ese ideólogo del averno llamado Tebas. Con el mismo argumento que emplearía cualquier tratante de blancas, los soldados de la UEFA dicen simplemente estar dando al pueblo lo que el pueblo demanda. Los números les dan la razón pero también se la dan a cualquier morador de las esquinas de Baltimore. No todo es dinero. O sí, porque apoyados en un fiel ejército de empleados audiovisuales son además capaces de apaciguar a los inspectores y justificar cualquier desliz apelando a la magia, a las hadas blancas y a la suerte. Aquí paz y después gloria. 

Lo he pasado mal viendo el PSV-Atleti pero parece obvio que venía condicionado de casa. 

El Atleti salió con poderío. Tocando el balón, dominando, combinando con clase y acosando el área contraria. Es decir, tal y como demandan los rapsodas de las ondas. Una pena que la misma colección de iluminados estuviese en ese momento viendo el "partido" del Barça o el entrenamiento del Real Madrid C. Es lo que vende. 

El Atleti se pareció unos momentos a eso que quieren los vendedores de humo pero el PSV tardó cinco minutos y dos pases verticales en poner las cosas en su sitio. Hasta el punto de marcar un gol que para mí debió subir al marcador pero que un árbitro pésimo decidió anular. Un par de gritos de Simeone arreglaron la situación. Una cosa es dominar con el balón y otra cosa es ser vulnerables de forma gratuita. Una cosa es querer ganar y otra caer en la trampa que te tiende el rival. Ese PSV de Cocu que se ha convertido en equipo compacto y muy interesante. 

El Atleti siguió dominando a partir de entonces pero ahora con bastante más de criterio y sin tener que parecerse a nadie. De esa manera llegó el gol, tras un rechace que recogió en la frontal del área Saúl (¡qué jugador!) y que vino precedido por un aparatoso choque de cabezas que el árbitro podría perfectamente haber parado pitando falta (aunque yo no tenga tan claro que lo fuese). 

Las vociferantes gradas de Eindhoven, que ya antes estaban en un estado de excitación superlativo, echaron el resto para jugar un papel determinante. Primero aupando a su equipo que a base de brío y pelotazos al hueco logró reponerse. Después sacándole al árbitro un penalti bochornoso (piscinazo infame) que desperdició el bueno de Guardado. Bueno, que atajó Oblak en realidad. Y quiero pararme en este punto porque me parece sumamente mezquino juzgar a un portero por una miserable tanda de penaltis. Me dan ganas de vomitar cada vez que veo a alguien poniendo los focos en ese día, en ese momento y en un tipo que encima nos había llevado hasta allí. Un jugador que me parece uno de los grandes aciertos contemporáneos de la secretaría técnica del club. 

El Atleti encaró mucho mejor el inicio de la segunda parte con Koke y Saúl mandado y con Griezmann y Filipe Luis en estado de gracia. Gameiro empezó a formar parte del equipo y el Atleti aprovechó bien las debilidades del rival. Pudo sentenciar fácilmente pero el delantero francés falló dos oportunidades de escándalo (especialmente la primera con toda la portería para él). O se encuentra con el gol en un breve plazo de tiempo o vamos a empezar a tener (otra vez) un grave problema. 

Los errores de cara a puerta provocaron un final de partido agónico, con el equipo holandés volcado y los colchoneros, exhaustos ya para entonces, sintonizando un modo de juego especulativo y pasivo que me aterroriza. 

Tres puntos muy importantes en un grupo infernal en el que cada partido será un poema. Tres puntos que deberían servir, y hablo en primera persona, para apaciguar los ánimos, mirar exclusivamente al siguiente encuentro y tratar de disfrutar antes de sufrir. Prometo ponerme a ello. 

@enniosotanaz

(Foto extraída de Mundo Deportivo) 

Baño de azar

Woody Allen nos enseñó en Match Point la diferencia que puede existir entre un anillo que rebotando en la barandilla cae en el río o se queda en la superficie. La historia estaba ahí mucho antes de ese momento. Era una historia de amor, celos y muerte construida a base trabajo, pasión y lógica que no tenía nada que ver con el devenir de una humilde joya. Dio igual. La vida del protagonista quedó vinculada a lo que finalmente le ocurrió a ese anillo. 

Viendo las caras sonrientes de los jugadores colchoneros al acabar el partido de Vigo, con un contundente 0-4 al fondo, me acordé de esa película. Del poder que tiene el azar. De lo frágil que es a veces la condición humana. De lo mucho que se parecen la vida y el fútbol. 

Antes, durante el descanso, las sensaciones no eran muy diferentes de las de hacía pocos días. El equipo seguía siendo sólido y dinámico. Había jugado relativamente bien y había controlado el partido pero eso es lo mismo que dijimos frente a Leganés y Alavés. El problema seguía estando donde siempre. En la definición. En esa incapaz misteriosa para hacer un gol que se negaba. 

Simeone había apretado filas y confiado en su vieja guardia. Ni un solo nuevo fichaje en la alineación titular (algo que ya ocurrió el año pasado). Funcionó para ganar intensidad y contener a un buen Celta de Vigo pero también salieron costuras con las que no contábamos. Asistimos a dos errores terribles (y raros) de Juanfran y a un Fernando Torres que, sinceramente, no lo vi. Me gustó mucho ver a Carrasco en el campo. Un tipo de jugador, vertical y diferente, que se distingue del resto de la plantilla y que, quizá por eso, debería estar en el campo al principio de todos los partidos. Me gustó todavía más ver cómo Koke y Saúl dejan de parecer piezas satélites y pasar a ser protagonistas del centro del campo. Me gusto igualmente esa evolución dinámica, en pleno partido, que va desde el legendario 4-4-2 a esa especie de 4-5-1 que deja suelto a Griezmann y que funcionó tan bien. 

Pero seguíamos sin meter gol. 

El final de la primera parte había sido del equipo de Berizzo (excelente entrenador) pero el Atleti volvió muy bien al campo. Tan bien como había comenzado el partido, no nos confundamos. Seguramente los analistas hablarán de una segunda parte prodigiosa del cuadro de Simeone (y lo fue) pero yo prefiero centrarme en otro cosa. En el anillo. 

Chris Wilton decidió deshacerse de las joyas robadas y tirarlas al Támesis cuando no habían pasado todavía diez minutos desde la reanudación. Griezmann recogió un balón muy largo que había caído en la banda cerca de la esquina del campo. Levantó la vista y vio al genio de Koke desmarcándose en solitario a toda velocidad en el segundo palo. El pase no era fácil pero puso un gran balón a cincuenta metros. La pelota llegó bombeada, rápida y difícil. Koke venía al límite y no pudo enganchar la pelota como hubiese deseado. El remate no fue del todo limpio. Podría haber salido fuera, golpeado en el larguero o sido atajado por el guardameta sin que nadie se hubiese sorprendido demasiado. Pero no. El anillo rebotó y se quedó en tierra. La autoría del crimen se fue a uno de los lados y no al otro. La pelota entró a bote pronto en la portería y el Atleti acabó siendo el Atleti y no una caricatura de sí mismo. Acabamos viendo a un equipo poderoso con tres de los mejores jugadores jóvenes de Europa (Griezmann, Koke, Saúl). Con un lateral izquierdo entre los mejores del mundo. Con un portero cada día más solvente. Con un entrenador galáctico. Con un banquillo prometedor. Con una contundencia tal que fue capaz de hacer cuatro goles en cuarenta y cinco minutos a un equipo que en un par de días juega la Europa League. 

Y todo por un puñetero anilló que decidió quedarse en el suelo después de rebotar. 

Como enseñanza me quedo con una moraleja que en el fondo ya conocía. Podemos discutir la lógica de las historias lógicas. Podemos defender la pasión y reclamar entrega. Lo que no podemos es intentar teorizar sobre las consecuencias de darse un baño de azar. No lo intenten.

@enniosotanaz

(Foto extraída de www.colchonero.com)