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Agobio

Real Valladolid 0 - At. Madrid 2


Cuando uno, siendo un profano en la materia, pretende jugar a cualquiera de los sofisticados juegos de fútbol que hay para video consola, lo normal es que acabe tendiendo elegir jugar contra un equipo de entre los más flojos que pueda encontrar. Si no lo hace así y comete el error de elegir enfrentarse frente a uno de los equipos poderosos del momento, equipos que en el juego aparecen más poderosos todavía de lo que realmente son, notará una desagradable sensación de agobio. Notará como cada vez que tiene el balón vienen a toda velocidad varios muñecos a quitarte la pelota y te la quitan. Notará como dar un pase de más de dos metros es una tarea quimérica que suele acabar con el balón en los pies del equipo rival. Notará como le cuesta horrores pasar del medio campo con criterio mientras los otros se plantan en tu portería con cuatro pases a toda velocidad. Notará que cuando uno finalmente consigue trenzar una jugada y acercarse a los dominios del rival, los problemas para mover el balón o tirar a puerta son incluso peores. Notará como las faltas y los córners son para uno inofensivos juegos de malabarismo mientras que para el rival se transforman periódicamente en ocasiones de gol. Notará, sobre todo, el agobio constante de no tener ni un solo segundo para pensar en lo que tienes que hacer. Ayer me ponía en los pies de jugadores y aficionados del Real Valladolid y me vino esa imagen a la memoria. Me acordé de esa incómoda sensación. El Atleti, ahora, es ese equipo. El poderoso. De los que no deja pensar. De los que tienen en la cabeza siempre ganar. De los que agobian.

El encuentro empezó como siempre. Con la marca de la casa del equipo de Simeone. Sea quien sea el equipo que esté delante, el Atlético de Madrid exige siempre a sus rivales un nivel de intensidad y entrega que no todos están en condiciones de soportar ni dispuestos a permitirse. La capacidad del rival para adaptarse a la invitación del Atleti hará que el partido se decante hacía un sitio o hacia el otro, de una manera o de la contraria, pero queda claro que los colchoneros plantan las reglas y hay que cumplirlas para competir. Hay que correr, pelear y sufrir. A partir de ahí hablamos. El equipo pucelano, sin embargo, lo entendió bien. Aceptó el reto y mantuvo el nivel. Aupado probablemente por el factor cancha, comenzaron bien el partido igualando la propuesta del Atleti. Una gran lucha sin cuartel en el centro del campo y un ritmo endiablado que aceleraba el paso de los minutos y multiplicaba los errores. El partido no era bonito y apenas había ocasiones de gol. Los de Jose Ignacio Martínez tenían más la pelota pero se topaban con el angustioso pressing del rival y a pesar del aparente dominio eran incapaces de armar fútbol o hacer peligro. El Atleti estaba defensivamente muy bien, pero con el balón mostraba claramente su talón de Aquiles. Una evidencia acrecentada por la ausencia de Arda que hoy por hoy lo es todo en este equipo a la hora de fabricar fútbol. Koke trataba de mover el balón con sentido pero no encontraba aliados. Los mediocentros se precipitaban, Villa estaba perdido entre centrales, Diego Costa volvía a recordar a ese jugador más preocupado de pelearse con los rivales que de hacer equipo y Raúl García sufría mucho en una banda sin que el Atleti llegase y pudiera hacer segundas jugadas, su mejor característica. Jugando en corto y tratando de construir volvimos a ver el tipo de jugador que es en esa tesitura.

La situación duro algo más de 20 minutos ya que mediada la primera parte, la euforia pucelana se apagó. Los colchoneros mientras tanto seguía a lo suyo, como un rodillo que no levanta nunca el pie del acelerador. Por el camino Manquillo había dejado las dudas iniciales para enseñar el prometedor lateral que es. Uno de esos laterales largos que como puñales son capaces de llegar al área rival con criterio. Buen partido del canterano que fue de menos a más significativamente. Buena noticia. Los últimos minutos de la primera parte ya fueron con un Atleti mandón, que dominaba todas las facetas y que por fin conseguía hilar cuatro pases seguidos. La segunda parte confirmó el cambio a mejor y entonces sí, volvimos a ver a Atlético de Madrid letal. Con más movilidad arriba, Villa y Diego Costa viniendo a recibir, Koke jugando más entre líneas, los interiores viajando al centro, los laterales convertidos en extremos y los mediocentros mordiendo la salida del rival y llevando la pelota al campo contrario. Los de Simeone empezaron a amenazar primero con una de sus armas más letales, el juego a balón parado, y así pudo haber llegado el primer tanto con remate de Raúl García que desbarató Mariño de gran intervención. Pero el buen meta rival no pudo hacer nada poco después cuando una volea de Koke (omnipresente de nuevo) era peinada de forma magistral por Raúl García para abrir el marcador.

El 0-1 del cuadro colchonero coincidía en el tiempo con la entrada de Oh Dios Turan al campo (por un Villa muy apagado)  y por ende con el final del partido. Sí, sí, han leído bien. El final del partido. Por debajo en el marcador y con Arda Turan en el campo, el Valladolid se sentía un profano jugando en la Play Station frente a la selección brasileña. No había nada que hacer. Faltaba casi media hora pero la única duda de los espectadores radicaba en quién cerraría definitivamente el partido y cuando lo haría. Enseguida se postuló el principal candidato. Un Diego Costa más calmado y preocupado por jugar, que asociado con Koke, Turan y Manquillo decidió probar al meta rival. Algo más de diez minutos aguantaron los blanquivioletas el recital colchonero. Un recital que lideraba otra vez el turco que se ha convertido en icono de esa corriente intelectual pujante denominada ardaturanismo. Diez minutos que fue lo que tardó Koke en meter el enésimo gran pase al hispano-brasileño para que éste hiciera el segundo y definitivo gol. Seguían faltando minutos pero el partido hacía tiempo que había terminado.

5 victorias de 5 (3 de ellas fuera de casa), 16 goles a favor, 4 en contra y Diego Costa con igual número de goles que Leo Messi. Los números del Atleti son números de campeón de liga. Son números exagerados incluso para el mejor Atleti de casi cualquier época. En una liga normal, con equipos normales, reglas normales, medios normales el Atleti sería candidato a todo. Así lo contarían los notarios de la realidad y lo analizarían los sesudos analistas deportivos. En esta no. Los notarios escriben desde su finca privada, esa en la que no ven y en la ni entra ni sale nadie, y los analistas rebuznan a gritos desde la pista central del circo, ajenos a lo que pasa fuera. Hoy también. Probablemente en algún momento a lo largo del año el presupuesto y el fondo de banquillo aparezca en la clasificación y sitúe al Atleti en su posición “natural” pero hoy, que el equipo aparece liderando la clasificación y contando partidos por victorias, el Atleti tampoco merece el respeto de unos medios de comunicación sumidos en su propia podredumbre. Esa podredumbre infecta que ha convertido la información deportiva en un ejercicio chovinista y malsano de propaganda tóxica. 

Once jugadores

Real Valladolid 0 - At. Madrid 3

Es muy fácil opinar a toro pasado. Cierto. Hacer leña del árbol caído, que diría el rico refranero castellano, pero hay cosas que de maduras se caen de evidentes. Basta ser seguidor del Atlético de Madrid y ver todos los partidos que el equipo ha disputado para saber, sin que tengamos que sacar pecho por ello, que la plantilla de esta temporada es de doce o trece jugadores si el objetivo es pelear por posiciones en las competiciones que tengan algo que ver con la gloriosa historia de éste equipo. Para otros objetivos, esos que cacareaban no hace mucho entrenadores del montón y dirigentes del lado oscuro, podemos hablar de otra cosa y de otros jugadores pero no para ser un equipo campeón. El Atleti venía tocado a Valladolid. Mirando a la clasificación y viendo el colchón de puntos que se disfruta todavía es difícil de entender pero era así. Más por una cuestión de psicología y confianza que por otra cosa. Los malos resultados fuera del Calderón era una cosa más o menos soportable pero la cruel eliminación virtual de la Europa League ponía el siempre frágil subconsciente colectivo a flor de piel. Pues bien Simeone una vez más ha vuelto a prolongar el sueño y demostrar lo que es como entrenador. También a salvar el culo al triunvirato Gil-Cerezo-Caminero, máximos responsables de de la concepción de una de las plantillas más desequilibradas de primera división. Eso si, lo ha hecho sin rotaciones, ni experimentos para tratar de integrar jugadores en depresión a la dinámica del equipo. Con lo mejor que tiene. 

La alienación que saltaba hoy al nuevo Zorrilla es la plantilla titular del Atlético de Madrid. No le den más vueltas. Puede surgir la duda de rotar a Mario Suárez por Tiago (aunque el canterano no parece ser el favorito de un Simeone al que el pasado jueves vi desesperarse con Mario en la primera parte contra el Rubin) y parece lógico pensar que un Adrián al 100% de sus posibilidades tendría sitio en este equipo pero hoy por hoy es lo que hay. No es una mala plantilla, aunque evidentemente falta calidad y un mediapunta, pero es un once apañado que bien entrenado, que es como está, puede dar sorpresas. El problema vienen cuando intentas extender el equipo al resto de jugadores en plantilla porque entonces pasamos de ser un rival temible a ser un equipo más del montón. El Atleti que saltó hoy el nuevo Zorrilla era el Atleti. El Atleti de Simeone. Ese equipo intenso, de defensa sólida, fuerte y vertical que contaba los partidos por victorias. Saltó a imponer su ritmo y su fútbol y lo hizo. La presión asfixiante de antaño (qué importante es Gabi en este equipo) volvió a salir y con ella el dominio colchonero. Se jugaba en campo rival y el Valladolid no sabía que hacer para intentar tener el balón. El Atleti llegaba por la izquierda y por la derecha mientras impedía que los vallisoletanos se sintieran cómodos. Lo conseguían. Por supuesto el concurso de Diego Costa, otra vez, se hizo fundamental. El brasileño nos es sólo brega y potencia sino que se pasa el partido tirando desmarques y buscando la espalda del rival con tanta movilidad que el resto de jugadores lo recibe como una bendición. El primer gol llego en apenas diez minutos con la enésima jugada de estrategia que aprovecha el equipo. Balón puesto al centro del área al que llega Godín en primer término para rematar y provocar una gran parada pero cuyo rechace cae en los pies de Falcao (dicen que en fuera de juego pero para mí no lo es) y eso es otra historia. Con la iglesia hemos topado. 0-1. La cosa pintaba bien. 

Pero a diferencia de otras veces se siguió haciendo lo mismo. El Atleti bajó un par de puntos la máquina de arriesgar pero no bajó una ápice la intensidad ni el criterio con el que habían salido al campo, lo que provocó que todo siguiese igual pero corriendo menos. El Atleti seguía mandando mientras el Valladolid seguía sin poder desarrollar ese fútbol que tan buenos elogios ha recibido. Lejos de controlar el balón básicamente se limitaban a tratar de controlar las salidas en vertical de unos madrileños que sin elaborar demasiado (a estas alturas somos conscientes de que no es lo que mejor hacen) llegaba con claridad y seguía controlando todas las fases del juego. 

Y todo siguió igual en la segunda parte. Tanto los presentes como los televidentes veíamos más cerca el segundo gol que el primero de los castellanos y así fue. Asistencia de cabeza de Koke dentro del área, aprovechando la candidez de la pareja de centrales, que recoge con habilidad Diego Costa para marcar su gol y hacer crecer su leyenda. Si un gol en contra parecía una renta difícil de superar, el segundo gol hizo que la distancia pareciese directamente sideral. Djukic realizó una batería de cambios tratando de cambiar el ambiente y recuperar el norte pero fue en vano. Los colchoneros durmieron más todavía el partido y siguieron dando la sensación de ser más peligrosos que su rival. Hasta el punto que los minutos pasaron con una placidez inusual. Un cálido sueño que sólo se rompió cuando el Cebolla aprovechó un pase al segundo palo mal defendido adelantando su pie a la cesión de pecho del defensa a su portero. 0-3. Buen y justo resultado. 

Salvo que el jueves recuperemos la épica y nos bañemos en la marmita de la suerte, en apenas quince días el Atleti se va a quedar exclusivamente con la liga como única competición (a falta de saber si jugará un partido adicional, ojalá, que sería la final de la Copa del Rey). Probablemente es buen momento para olvidarse definitivamente de las rotaciones y cambiar única y exclusivamente lo que no se tenga más remedio que cambiar. Rezo por ello. Y rezo también porque alguna vez tengamos en este equipo un director deportivo con critero. Porque el diseñador de la plantilla del Atlético de Madrid, sea quien sea, ya que no está nada claro, sea un tipo con el nivel suficiente como para saber que el mejor delantero del mundo no puede jugar en un equipo sin mediapunta o sin alguien en el centro del campo que sepa crear fútbol.

Herido

R. Valladolid 0 - At. Madrid 4


Dicen que no hay animal más peligroso que un animal herido y a eso es, supongo, a lo que Quique se aferró desde el miércoles para motivar a sus jugadores igual a eso se aferrará el bueno de Mendilibar para explicar lo que ha pasado esta tarde en Pucela. La lectura fácil ahora es aquella que reza algo parecido a “si fuesen capaces de jugar así siempre…” pero yo casi prefiero verlo por el otro lado, es que dice “que tengamos que llegar a esta situación para jugar así…”. Porque que quieren que les diga, personalmente no me siento cómodo con esta máquina ciclotímica de romper sueños que nada permanentemente entre picos de euforia y decepción y que necesita recurrir a la épica para ganar cómodamente en el campo del Valladolid. Preferiría sinceramente un equipo de fútbol bien hecho donde las únicas exageraciones sean para jugar bien y sobre todo para ganar.

La esperadísima y cacareada revolución radical de Quique resultó ser algo tan revolucionario como aferrarse al 4-2-3-1, es decir el valiente esquema con un único delantero que han querido utilizar siempre todos y cada uno de los entrenadores que hemos tenido desde que volvimos a primera división, además de colocar uno por uno al actual equipo titular y hacerlo, para variar, sin hacer de entrenador iluminado y poniendo a cada jugador en su sitio. Simao en la derecha, Reyes en la izquierda, Jurado de mediapunta, A. López en el lateral izquierdo, Domínguez de central (otro gran partido del canterazo) y el único lateral derecho de la plantilla (penoso, pero el único) en el lateral derecho. ¿Quiénes fueron los sacrificados? Ufjalusi y Cedric. Es ahora cuando me ratifico en lo que dije. Las cáusticas declaraciones de nuestro entrenador sobraban y todavía más si estos eran los culpables. Pero es cierto que el equipo salió con una mentalidad diferente aunque es muy triste que sorprenda el que el equipo salga metido en el partido. Si un equipo como el Atlético de Madrid necesita llevar las cosas hasta el límite más extremo para que su plantilla se convenza de salir a ganar un partido de liga contra el Valladolid creo que el problema que tenemos es exactamente el que sospechamos.

El equipo que salió estaba contenido, junto, presionante (muy presionante), incisivo, concentrado, rápido, ágil… pero sin juego. Quizás sea el momento de asumir que este equipo no jugará jamás en lo que queda de liga al fútbol (y espérate tú después como salga bien) porque independientemente de que sus entrenadores no quieran hacerlo, que ni quieren ni han querido, la realidad es que no tiene calidad y centrocampistas para ello. Por eso los pases eran largos, el centro del campo sólo se usaba para defender y el objetivo era robar arriba y salir en vertical con rapidez pero sin debilitar nunca la retaguardia. Hoy funcionó. Otras veces marcará primero el equipo contrario y lloraremos amargamente la derrota.

A los 15 minutos de partido se alienaron los planetas y ocurrió algo así como una aurora boreal, un extraño acontecimiento sobrenatural que se repite muy pocas veces en la historia. Valera da un pase largo desde su posición que no acaba en la grada y lo que es incluso más emocionante, Raúl García hace un gran cambió de juego a la banda izquierda donde Reyes hace el pase de la muerte y Jurado en lugar de tropezarse o regatearse a si mismo decide meterla dentro de la portería contraria. 0-1 y la tranquilidad en la sangre colchonera. Pero al Cesar lo que es del Cesar, el equipo siguió jugando exactamente igual tras el gol, con la misma seriedad e intensidad y eso para mi es la mejor noticia de la noche. Cuando un equipo se aferra a su personalidad (la que sea) por encima del resultado creo que hay mucho recorrido ganado. Espero que no sea un espejismo de un noche de invierno. El guión por tanto continuó siendo el mismo hasta que un cuarto de hora más tarde y después de otro robo de balón de Raúl García (¿su mejor partido como atlético?) el navarro se atrevió a dar un soberbio pase largo a Forlán que dejaba al uruguayo encarando la portería pucelana y quitándose algunos fantasmas con el segundo gol de la noche. En ese momento los atléticos creímos que el partido estaba resuelto pero tomamos certeza del hecho cuando desde ese mazazo hasta el final del primer tiempo no pasó absolutamente nada y el equipo castellano fue impotente para inquietar la seria (hoy) defensa colchonera.

La segunda parte, salvo por los goles, fue totalmente prescindible. El mismo libreto pero todo mucho más lento, más tosco, más áspero y por lo tanto mucho más aburrido. El Valladolid llegó algunas veces pero salvo un tiro a la media vuelta en el minuto 10 el resto fueron ocasiones sin verdadero peligro. Al cuarto de hora de hecho el gélido frío de Zorrilla se instaló definitivamente en los pucelanos cuando Forlán baja un balón en el borde del área para que Reyes inaugure su cuenta goleadora como rojiblanco con un gran tiro desde fuera del área. Quien nos iba a decir que Reyes sería un jugador clave en este equipo y el mejor de la partida en los últimos partidos. Buen partido del sevillano. Nada más reseñable hasta el final salvo un penalty absurdo de Varela que se comió el árbitro (y enfadó a la grada de forma exagerada según mi punto de vista tal y como estaba el partido) y el gol del Kun tras pase lateral de Antonio López en las postrimerías del partido.

Una victoria que deja buen sabor de boca y miles de dudas. Las dudas propias de un equipo con el tercer presupuesto de la liga que a la mitad de la competición se encuentra fuera de Europa (lo otro es un sucedáneo), virtualmente fuera de copa, 20 puntos del primero en la liga y a 10 del cuarto. No veo a este equipo con la personalidad de hacer una segunda vuelta de campeón (que es lo que haría falta) pero tampoco pensé que Valera fuese titular en este equipo o que Reyes marcara con esta camiseta o que Raúl García fuese capaz de dar dos pases buenos en un partido o de que Cléber Santana volviese a vestirse de rojiblanco… pero miren ustedes.

Había una vez... un circo

Esta tarde se disputaba en el Vicente Calderón un duelo fraticida entre los dos peores equipos del 2009, Valladolid y Atlético de Madrid pero los pucelanos dejaron perfectamente claro durante todo el partido que equipo es el que merece ese dudoso honor. La Real Academia de la Lengua define Patético de la siguiente manera: “Que es capaz de mover y agitar el ánimo infundiéndole afectos vehementes, y con particularidad dolor, tristeza o melancolía”. Ese es el Atlético de Madrid contemporáneo y ese es el Atlético de Madrid que hemos visto esta tarde bajo la lluvia y el frío en un estadio desolado física y emocionalmente. Algo patético. Un patético equipo que lleva viviendo demasiado tiempo en el alambre de los resultados engañosos y los objetivos periodísticos. Un patético equipo descabezado, sin orden ni concierto, sin patrón y sin espíritu, alimentado por el escurridizo talento de sus miembros, publicitado por la seductora verborrea mentirosa del que dice ser su director técnico, escondido en su mediocridad por una red mediática alérgica a determinados sobresaltos y dirigido en la sombra por un particular rey midas de apellido famoso entre la parroquia colchonera que tiene el poder de convertir en estiércol todo lo que toca.

El partido comenzó rimando con el desapacible día que caía en la capital. Minutos antes un centenar de valientes se dieron cita en la puerta cero del estadio para protestar por lo mismo que una inmensa mayoría protestaba después de dos horas. La afición del atleti está dormida, drogada y desacompasada. Es así. El partido insisto comenzó como el día: gris triste y espeso. El Valladolid con más miedo que otra cosa esperaba en su campo lo que pudiese ofrecer ese misterioso equipo que viste como el Atlético de Madrid mientras que los pseudocolchoneros vestidos de tal guisa se perdían en su tradicional ristra de patadones, carreras estúpidas, patadas a destiempo y anti fútbol. Con este panorama el Valladolid tardó poco en desperezarse y mucho menos en dejar claro quien ganaría el partido esta tarde. Un penalti de Pablo no pitado a favor de los pucelanos (dudoso desde mi posición) y varios remates a puerta de Goitom o Sesma debieron haber dado al Valladolid el liderazgo en el marcador. Por parte colchonera nada. Nada de nada. A destacar exclusivamente la lesión de Simao (¿otra extraña lesión muscular?) y alguna voluntariosa internada de Pernia por su banda pero eso era todo lo que el tercer presupuesto de la liga podía ofrecer. Era tan humillante lo que estábamos viendo que hasta los aficionados vallisoletanos que llegaron a Madrid desafiando frío, lluvia y nieve se atrevían a cantar un sarcástico: “Aguirre quédate, Aguirre quédate”. Así terminó la primera, con el mismo sopor con el que empezó.

Y así empezó la segunda parte. Con el mismo discurso, la misma dinámica, el mismo juego y el mismo patetismo. Mientras que en el descanso los jugadores del Atleti supongo que aprovecharon para hablar con sus agentes para empezar a actualizar el Currículo, los profesionales del Valladolid decidieron conjurarse para ganar un partido en un campo otrora mítico como el Calderón. Juntaron filas atrás, subieron la línea de presión y estuvieron rápidos buscando la espalda da la penosa defensa atlética. Con unos recursos tan sencillos hicieron de la segunda parte un calvario para los “madrileños” que se vieron desarbolados por todos los frentes. Pero como ni por esas el Valladolid conseguía quitar el cero de su marcador Leo Franco decidió echar una mano cuando rechazó un balón al centro del área, lo que en este tipo suele ser costumbre, dejando el balón franco como su apellido para que Luis Prieto deshiciese la igualada.

Como por arte de magia la timorata parroquia colchonera pareció darse cuentan entonces que lo que acontecía en el terreno de juego por parte de su equipo no tenía mucho que ver con ese deporte llamado fútbol y decidieron empezar a pitar sin gracia pero con algo más de vigor. Todos menos el Frente Atlético que fiel a su nueva campaña de apoyo infinito empezó a alentar al equipo más que nunca. Incompresible a todas luces pero parece que dio resultado cuando minutos después una buen pase de Sinama desde la derecha es rematado por Forlán. El balón no iba entre los tres palos (hubiese sido el primer tiro a puerta del partido por parte atlética) pero un exatlético como Garcia Calvo (buen profesional tratado cruel e injustamente de forma gratuita por nuestro mejicano favorito) decidió echarnos una mano metiendo el balón en su portería. Alguien podría pensar que aquello ponía fin a la pesadilla pero desgraciadamente no era más que el principio.

A partir de ahí el Valladolid se dedicó a dar una lección de querer ganar el partido, de claridad en el movimiento de balón, de fe en sus posibilidades y de fallar goles. Soy incapaz de recordar de memoria todas las ocasiones marradas por los castellanos. Enfrente una caricatura de equipo se desesperaba (o ni eso) corriendo como pollos sin cabeza detrás del balón. Parecía eso si que los dioses Aztecas volvían a estar de nuestra parte pero lo de hoy era ya demasiado. Pernia quiso hacer justicia en el marcador así que agarró de la camiseta a Goitom con la torpeza que le caracteriza dando la posibilidad al rival de ganar el partido cosa que este hizo marcando el penalti. Desde ese momento hasta que el árbitro pito el final fue el acabose y entonces por fin los pitos que se escucharon fueron realmente dignos del Calderón. Entonces si el Frente Atlético de sumó a la “fiesta” (“fiesta” que nunca debería haber abandonado) y los pitos dejaron a Aguirre de lado para centrarse en la lamentable gestión de “Calamidad” y su particular “monchito” el señor Cerezo. Fin del partido y ni el himno rojiblanco sonando en el estadio más fuerte que nunca podía tapar el descontento de los que allí quedábamos.

No sé lo que pasará esta noche pero personalmente no espero nada. El Atlético de Madrid es un equipo roto, desestructurado, sin alma, sin espíritu y sin juego. Eso no se recupera en una semana y menos con un escenario donde de lo único que se habla es de quien estará la temporada que viene y quien no. Lo dije hace tiempo y me reitero: fue un error renovar a Aguirre el año que perdimos a Torres, fue un error renovarlo el verano siguiente y ha sido un error mantenerlo hasta hoy. A partir de ahora me temo que tendremos que olvidarnos de gestas en las que nuestro entrenador (y dirigentes) nunca han creído y empezar a mirar la clasificación por la parte de abajo que irónicamente es precisamente lo que le gusta al señor Aguirre.

Lo dicho, había una vez… un circo.

Cosas que me gustaría haber deshecho

“Cosas que me gustaría haber deshecho... desearía que no ocurriesen de nuevo”

Existe una eterna discusión de facultad de filosofía que plantea si suena o no un árbol que cae en un lejano bosque pero donde no existe absolutamente nadie para escucharlo. La tramposa pregunta, más o menos, dice eso, ¿cómo podemos saber si suena un árbol al caer si no existe nadie que lo compruebe? El Atlético de Madrid lleva tres años “cayendo” pero o no hay nadie allí para comprobarlo (porque los tipos anónimos como yo evidentemente no cuentan) o esos que por las circunstancias de la vida tienen la capacidad de gritar y ser escuchados, no quieren, no pueden o no son capaces de decirlo.

Sin entrar a valorar lo que había ocurrido antes de ese momento hace tres años en el que la dirección deportiva de este equipo recayó en la peculiar dupla Aguirre/Pitarch, ni mucho menos compararlo con nadie ni nada anterior (ocuparía hojas y tiempo que tengo), desde ese fatídico momento el equipo es un equipo en barrena que tiende a pasos agigantados hasta una “cómoda” mediocridad (si no lo está ya) que no hace justicia a la institución pero que si lo equipara perfectamente con las pobres aptitudes de sus dirigentes deportivos. El árbol cae, pero la prensa, los que están allí para dar fe, hacen oídos sordos mientras se limitan a repetir como papagayos las peregrinas justificaciones que aparentemente vienen de un burócrata sin talento metido a entrenador.

“Es difícil entender su plan maestro... ¿por qué se supone que debo ser yo quien les mate?”

El partido de ayer contra el Valladolid podría haber sido un partido cualquiera de la temporada pasada o de la temporada anterior a la pasada. Vimos lo mismo que llevamos viendo tres años seguidos que es una banda de jugadores carísimos entrenados penosamente, muy mal dirigidos, peor motivados, perdidos en
 una filosofía deportiva que choca con lo que muchos de ellos viven, por ejemplo en su selección, y constreñidos en un sistema que no existe pero que les obliga a corretear por el campo sin criterio y con más pena que gloria. Salvo puntuales excepciones, que tienen más que ver con la suerte o el talento natural de los intérpretes que con otra cosa, eso es lo que llevamos viendo y viviendo durante tres años los que seguimos TODOS los partidos del Atlético de Madrid. Si ustedes no son aficionados a este equipo o lo siguen a través de los medios de comunicación pensarán a tenor de la “versión oficial” que o bien soy un desequilibrado o que tengo una especie de fobia personal contra Aguirre y el personaje de Garcia Pitarch, Yo insisto en que no es así pero están en su derecho de pensar de esa manera. Solamente les pido que valoren algo: a mi me cuesta dinero seguir a mi equipo mientras que los periodistas oficiales viven de ello. ¿Quién es más sospechoso de estarse jugando algo con su opinión?

Hablando de lo de ayer, cosa que me cuesta horrores, debo decir que es muy difícil saber a que salió a jugar mi equipo. Es decir, lo mismo que otras tantas veces. El Real Valladolid nos pasó por encima en los primeros 15 minutos como si fuese el vigente campeón de la copa de Europa y nosotros un recién ascendido. No pasamos del medio campo. Supongo que defender el liderato no es suficiente motivación. En una falta lejana en la que falló toda la defensa y el flamante nuevo portero nos colaron el primero. Otro fallo defensivo. El resto de jugadas a balón parado en contra tuvieron siempre un guión parecido. Insisto, si los fallos son los mismos esté quien esté jugando en el campo a lo mejor es que lo que falla es el sistema defensivo y no los jugadores, ¿no?.

El equipo, supongo que espoleado de alguna manera por el atribulado banquillo, debió pensar entonces que para meter un gol lo mismo tenían que buscar esa cosa redonda que corría por el césped y que tenía todo el rato el equipo contrario así que, ayudado también por las propias reservas del Valladolid, que se veía ganador sin hacer demasiado, el atleti empezó a aparecer tímidamente en el partido. Nada espectacular pero al menos se veían camisetas rojiblancas por el campo que siempre da color. No obstante el Valladolid no reculó lo esperado y supongo que viendo la piltrafa que tenía delante se fue definitivamente a por el partido con tantas ganas que un tal Pedro López decidió tirarse en el área con una amarilla ya en su casillero personal con lo que acabó expulsado. Corría el minuto 20. Cualquiera de los que siguen la liga en la radio o los periódicos pensaría que el partido quedaba franco para el “todopoderoso” atleti pero los que vamos al Calderón sabemos que no es así. Este equipo es incapaz de hacer fútbol y mucho menos de hacerlo contra un equipo que va ganando, se encierra atrás y presiona la salida del balón. Da igual que tengan uno menos. A partir de ese minuto 20 el atleti tuvo sus mejores momentos el partido pero estos fueron tímidos, lentos, espesos y sin mordiente. En definitiva los mejores momentos no dejaron de ser malos momentos. La motivación y concentración de este equipo es tan lamentable que poco después de que el árbitro expulsase con dudas a un jugador del equipo de casa, Perea y Conseiçao deciden agarrar y derribar a un jugador del equipo contrario en el área sin mucho disimulo. Muy inteligente. Penalty. 2-0. Fin virtual del partido.

“Yo no tuve la oportunidad de elegir una segunda oportunidad para perder”

Entonces ese prodigio de la táctica y la estrategia futbolística que es Aguirre decide hacer lo único que sabe hacer (y no siempre) que es sacar al Kun y decirle: “búscate la vida tú sólo y gana el partido”. Digo que no siempre porque recuerden que durante el primer año el mismo Kun “no sabía jugar en Europa” según el propio Aguirre. Y claro, el Kun es un excelente jugador pero no es Superman. Los habituales pelotazos en lugar de ir dirigidos al tercer anfiteatro tenían ahora como objetivo al Kun y de ahí surgía lo poco que el equipo ofreció ayer que tuviese que ver con ese precioso deporte llamado fútbol. Se recortaron las distancias con un gol del propio Agüero pero nadie pensó que ese partido se podía ganar. No hubiese sido justo. El Valladolid, recordemos que con 10 jugadores, jugó mejor y fue más valiente. Trataron con más sentido el balón (eso que tanta alergia le da a nuestro mejicano) y con un jugador menos adelantaron la línea defensiva presionando nuestra defensa. Mis felicitaciones por su valentía al entrenador. Como Aguirre no es aficionado al fútbol no sabrá de lo que estoy hablando pero lo que hizo ese hombre es lo que desde hace años se llama acortar (o achicar, en argentino) el campo para que sea más difícil jugar. Entraña un cierto riesgo pero cualquier robo del balón te deja en la portería contraria. Hacérselo a un equipo como el atleti lento y que nunca sabe lo que hacer con el balón es simplemente letal.

Y Así con más pena que gloria terminó un partido que había terminado mucho tiempo antes. Supongo que la prensa oficial hablará ahora al dictado de Aguirre con aquello de que era el equipo reserva, de los fallos defensivos, de que es el principio de liga, que faltaba Heitinga, que mañana empiezan los colegios, la capa de Ozono y la ley de igualdad... En fin, ustedes sigan pensando que el árbol no suena cuando cae. El equipo está mal hecho, tiene carencias evidentes, no tiene sistema, no tiene espíritu, no saben si luchan por ganar o por perder y lo peor es que no parece que nada pretenda cambiar escuchando a su entrenador o sus dirigentes. Es un nudo que hace tiempo alguien debería haber deshecho.

“Cosas que me gustaría haber deshecho... desearía que no ocurriesen de nuevo”



Things that I would love to be undone ( the wanadies)
The Wannadies - Aquanautic (1992/Snap)

Limosnas (Valladolid - At. Madrid)

Decía un escritor libanés conocido como Khalil Gibran que si no puedes trabajar con amor sino sólo con desgana, mejor será que abandones el trabajo y te sientes a la puerta del templo a recibir limosna de los que trabajan con alegría. Me acordé de esta frase viendo el Liverpool-Arsenal o el Getafe-Bayer de Munich de esta semana. Esas son las limosnas que recibimos los colchoneros sentados en las escaleras de la catedral de la mediocridad.

El partido de hoy, por enésima vez, ha sido soporífero. Un partido que ha destilado dejadez, aburrimiento, falta de ganas y falta de ambición desde el primer minuto hasta el último. Si fuese un hecho aislado en mitad del océano de una liga de 38 jornadas la anécdota no pasaría de anécdota pero desgraciadamente es lo normal. Lo normal es que nuestro equipo salga al campo a especular por principio. Lo normal es ceder la iniciativa del juego y sobre todo el balón al equipo contrario, independientemente de que sea el "todopoderoso" Valladolid o el FC Barcelona. Lo normal es presionar desde tu propio campo y tener el 90% del equipo a 15 metros de nuestra propia área. Lo normal es que las opciones de gol partan de saques del portero, pelotazos de 70 metros, errores del rival o jugadas imposibles de nuestras estrellas. Con esas premisas lo normal es hacer el ridículo que por otro lado es básicamente lo que solemos hacer.

Mañana los mismos periodistas que aparentemente siguen a nuestro equipo y que nos engañan un día si y el otro también en su oscuro, por lo incomprensible, afán de justificar la estancia en nuestro banquillo de un tipo tan poco dotado para permanecer en el, hablarán de que el atlético de Madrid dejó dos puntos en el último minuto. Incluso puede que hablen de un nuevo fallo defensivo que cuesta puntos. Verdad adulterada o mentira con fondo, ustedes deciden. La cruel realidad es que el atlético de Madrid había empezado a perder el partido desde que salió al césped.

La primera parte ha tenido el mismo interés que observar durante 45 minutos a un trabajador de una cantera amartillando una piedra rocosa. Si me apuran algo menos incluso. Sin fútbol, sin pasión, sin ganas, sin esquema, sin juego, sin nada lo único que nos quedaba a los colchoneros que veíamos el partido era hablar de la envidia que tenemos del Getafe y no precisamente por los resultados. Tiene que ser una sensación preciosa eso de ser aficionado de un equipo con orgullo y pasión que pretende ganar cada partido jugando al fútbol frente al rival que sea. ¿Se acuerdan del Atlético de Madrid, ese equipo del que se enamoraron? Tiene que ser la leche por otra parte eso de animar a un equipo entrenado por un entrenador de fútbol.

Ganando el partido de hoy, sin saber el resultado del Villarreal, el atlético de Madrid estaba más cerca de la segunda plaza que de perder la posición en champions pero eso le daba igual a nuestro entrenador que salió a hacer, una vez más, lo único que sabe hacer: contemporizar, defender, “estar juntitos”, no jugar y esperar de forma anodina el paso del tiempo. Vean donde estamos en la tabla al final del partido. ¡Qué gran estratega! Sin embargo lo más increíble de esta patética pesadilla de serie B con acento mejicano que tenemos la desgracia de vivir es que todavía existe gente que defiende lo indefendible. Que daño está haciendo la prensa deportiva no sólo al deporte sino a la inteligencia.

Como dato relevante del partido, vean el nivel suburbano del espectáculo que ofrece nuestro equipo, estaba la vuelta de Leo Franco. Si, ese tipo que cada vez que lo enfoca la cámara parece no sólo que nos está perdonando la vida sino que nos está haciendo un favor de estar donde está con la cantidad de cosas que tiene que hacer. Un tipo que en el minuto 14 de la segunda parte, con empate a cero en el marcador y jugándote la temporada, es sancionado con una tarjeta amarilla por perder tiempo. Abbiatti no es un buen portero, es malo de hecho, pero con él no paso la vergüenza que con este otro personaje.

En mitad del caos y los miles de errores del Valladolid apareció un rechace, una genialidad de Agüero, un balón que se va y gol de Maxi. Era y fue el único tiro entre los tres palos de todo el partido. Tan bueno fue el golpeo del balón como injusto el resultado. El Valladolid no había hecho nada del otro mundo pero era el dueño del partido y del balón además de haber llegado muchas más veces. Si antes de este golpe de suerte jugábamos poco y usábamos todos los subterfugios al límite de la legalidad para perder tiempo y romper el partido, después se siguió haciendo con esa estúpida sensación desde el banquillo de además estar licitado para hacerlo. En esa fase rácana y casposa llegaron los cambios de Aguirre, estúpidos (Reyes) y cobardes (Luis García) a partes iguales, además de un par de ocasiones muy francas para marcar que no se marcaron. Pasado ya el minuto 90 y con el equipo contrario pululando por las cercanías de nuestra área, como todo el partido y como le gusta a nuestro flamante entrenador, llegó un centro al área y gol. Lo normal.

Aun así, lo más lamentable de todo este cruel y constante insulto al atlético de Madrid es que nos están haciendo perder la pasión y la ilusión a los seguidores, probablemente las dos características que mejor definen a los aficionados rojiblancos. Hoy ni he saltado en nuestro gol ni lo he hecho con el del Valladolid. Estaba tirado en el sillón pensando en lo aburrido y humillante que es ser seguidor de este equipo hoy en día. ¿Qué aspiraciones podemos tener con este entrenador y esta directiva? ¿Para qué queremos jugar la champions? ¿Cuál será el objetivo de Aguirre entonces? ¿Quedar decimoquintos?

Aguirre es un tipo sin pasión y no entiende el amor unos colores ni a una idea ni a un juego. Es todo aséptico y vulgar y eso es lo que pretende transmitir. Sus declaraciones son además odas a la desfachatez y rallan muchas veces el desprecio a la institución que le paga. Decía Séneca que un hombre sin pasiones está tan cerca de la estupidez que sólo le falta abrir la boca para caer en ella. Es cuestión de esperar la siguiente rueda de prensa de nuestro “exitoso” entrenador para comprobar lo acertado de la frase.

Como siempre (Valladolid - At. Madrid - Copa del Rey)

Decía Jacinto Benavente que mientras que mucha gente piensa que tener talento es una suerte nadie cree que la suerte pueda ser cuestión de tener talento. Este atleti, el atleti de Aguirre, tiene mucha suerte pero no cabe duda que la tiene porque también tiene mucho talento y esa es precisamente la diferencia con aquellos tiempos oscuros no muy lejanos donde no teníamos ninguna de las dos cosas, ni suerte ni talento. El Atlético de Madrid ha ganado hoy porque tenemos la suerte de tener un jugador bajito, de piernas curvadas, fuerte y que según algunos personajes que se dicen entrenadores no sabía jugar al fútbol en Europa pero que está cargado de talento.

Kun y poco más. Gracias a la magnífica previsión de nuestro entrenador y al estupendo partido de ida el equipo salía con un once bastante más cercano al once titular que el que se suele utilizar a estas alturas de competición. Error. Que se lo digan hoy al Madrid. Siempre me ha parecido una estupidez lo de las rotaciones. Más que estupidez un muestra flagrantemente estúpida de que la preparación física de los equipos de fútbol profesionales es una de las grandes mentiras del siglo. Si un deportista profesional está cansado tres o cuatro días después de su último partido algo falla en su preparación o si no que se lo pregunten al resto de deportistas, esos que dedican 5 horas al día a su preparación y que ganan de 50 a 100 veces menos por ser bastante más profesionales.

Aun así, ni con un once parecido al titular, el atlético fue un equipo de fútbol. Se limito a estar manteniendo las posiciones, como siempre, ralentizando el juego, como siempre, jugando sin ritmo, como siempre, sin exponer nada, como siempre y dejando el protagonismo al equipo contrario, como siempre. Después de 19 partidos de liga, 3 de copa, 8 de UEFA y algunos de ese engendro llamado intertoto está claro cual es el esquema de juego de ese “entrenador” que no deja de recibir parabienes desde la prensa especializada (¿especializada en qué?). El esquema es muy sencillo: defender y pelotazos de 50m hasta que el Kun o Forlán se inventen una jugada de gol. A eso juega nuestro equipo y a eso va a jugar. Después de más de 30 partidos haciendo lo mismo el que crea que la cosa puede cambiar más que ingenuo es que no quiere ver la realidad.

Tras muchos minutos de espesura, los minutos de espesura a los que estamos desgraciadamente acostumbrados, apareció el Kun Agüero, como no, para inventarse un gol de la nada. Fin del partido. El atlético de Madrid siempre que marca un gol juega como si faltasen 2 minutos para que acabe el partido de una eliminatoria de copa que tiene a su favor, da igual que sea la jornada 3 de liga, el minuto 15 de la primera parte o que estemos jugando contra el último clasificado jugando en el Calderón. Siempre es igual, así que si lo es en esas circunstancias con más lógica lo ha sido hoy que por primera vez si estábamos en una competición de copa en las condiciones soñadas para nuestro entrenador.

Tras muchos minutos de agonía (agonía que además de ser cada vez más común en nuestros partidos, cada vez también es más intensa) conseguimos aguantar el empate y clasificarnos a cuartos. Lo mejor de la noche. Bueno, lo mejor compitiendo con la eliminación del Madrid.

LA copa es una preciosa competición y el destino está en deuda con nosotros tras dos finales fallidas. La afición quiere y los jugadores quieren. Por favor que nadie lo estropee. Si no se sabe como empujar al menos que nadie ponga palos entre las ruedas.