Quien no lo da todo, no da nada
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Europa League 2012/2013,
Rubin Kazan,
Saúl.
Rubin Kazan 0 - At. Madrid 1
Decía Eduardo Chillida que un hombre debe tener siempre el nivel de la dignidad por encima del nivel del miedo. Hoy me he acordado de esa frase nada más concluir el partido de Moscú. Desde que terminara el partido de ida he visto como poco a poco me he ido quedando solo en esta cruzada particular por lo que uno entendía que era un gran error histórico. Despreciar la Europa League hasta el punto de tirarla. Poco a poco me han ido rodeando hasta asfixiarme multitud de razones, excusas y sesudas explicaciones que llegaban desde todos los puntos cardinales y que argumentaban no sólo que lejos de mi pensamiento no se había tirado la eliminatoria (ni la competición) sino que incluso se había actuado muy bien. Coherente. Con habilidad. De forma infalible. Lo mejor que se podía hacer. Argumentos económicos, argumentos deportivos, argumentos sociales,... argumentos de todo tipo y condición. Pero no me convence. Soy así de ingenuo o de testarudo. Yo lo que veo es miedo. Miedo insano a intentar llegar a la isla por temor a quedarse sin fuerzas. Miedo paralizante que te hace quedarte vivo en la orilla mediocre sin posibilidad de tocar el cielo. Es cierto que se puede morir en el intento pero no es menos cierto que te puedes morir también en cualquier momento. ¿Y entonces qué? Quizás sea el único, viendo y leyendo crónicas y artículos del partido que hablan gratuitamente de conceptos con la dignidad o el orgullo, pero sigo pensando que el Club Atlético de Madrid ha despreciado la competición, ha tirado la eliminatoria y no ha querido ganar este año la Europa League. Y no estoy de acuerdo con hacerlo. Y estoy desolado por tomar conciencia ya en frío de que esta temporada no volveremos a jugar un partido Europeo.
No me apetece hablar del partido porque para mi no tiene ninguna historia. Me pareció humillante la convocatoria y a partir de ahí decidí tomarme el tiempo que quedaba con la mayor de las filosofías. Como si no fuese un partido de mi equipo. El nivel de dignidad estaba tan bajo para cuando el balón ha empezado a rodar en Moscú que lo que ocurriera después estaba ya infectado por la sensación de que no había nada que perder y mucho que ganar. Estúpida y falsa lectura cuando el Atlético de Madrid, casualmente, es el vigente Campeón. Pero el poder de la persuasión humana es tan brutal que la inmensa mayoría de Atléticos tienen ahora la sensación de que se ha caído con dignidad. Con orgullo. No seré ni soy yo uno de ellos.
Un partido que efectivamente dejó ver un equipo intenso que ha intentado en todo momento ganar el partido. Es cierto y no se puede reprochar nada a los once jugadores que hoy han peleado en la capital rusa a diez grados bajo cero porque lo han dado todo. Algunos han dado poco pero es que no tienen más, aunque esa es otra historia. El problema principal es que esos once jugadores no eran los que estaban llamados a defender el escudo del Atleti en una competición gracias a la cual el club madrileño ha podido abandonar el carroñero ostracismo que ha sufrido durante las oscuras décadas del heredero Gil. Nadie discute que incluso los once verdaderos hubiesen podido ser incapaces de sobrepasar a un equipo que ha ganado dos ligas rusas a base de acumular jugadores en su área y marcar de contrataque, pero en los temas de corazón, me temo que la intención cuenta más que el resultado. Como decía Helenio Herrera, quien no lo da todo, no da nada.
Hablar de fútbol, insisto, se me hace cuesta arriba, la verdad. Me han gustado sobre todo los primeros diez minutos y como se ha salido al campo. A partir de ahí, salvo tramos puntuales ha sido más una cuestión de ganas que de fútbol, pero muchas veces con eso es suficiente. Hoy podría haberlo sido pero no ha ocurrido porque enfrente tenía un equipo que sabe jugar perfectamente a que no le metan gol. El problema fundamental del Rubin es marcar goles (habrá tirado dos o tres veces a puerta en toda la eliminatoria) pero no montar el muro de carga a diez metros de su portería que es lo que ha hecho hoy, que es lo que hizo hace una semana y que es lo que hace siempre. Me quedo como nota más positiva la incursión de Saúl, un canterano que tiene una pinta excelente. Un centrocampista de esos que buscan el balón y saben conducirlo. Que la pide, que levanta la cabeza y que apunta siempre a la portería contraria y no a la nuestra. Es decir, un centrocampista de esos que hace dos décadas que no tenemos. Lecturas que se pueden sacar del partido-elimiatoria son también la constatación de que Asenjo no debe jugar un minuto más con esa camiseta, que Cata y Cisma no dan el nivel ni para ser reservas del actual equipo, que Mario anda perdido en alguna guerra interna, que Adrián, cuando le sale, es muy bueno, que Falcao sabe que no está en forma con lo que comienza a obsesionarse con el tema y que Raúl García es de esos jugadores polivalentes que puede jugar en varias posiciones distintas pero en todas hacerlo igual de mal. Otro que según mi humilde opinión debería estar jugando también sus últimos minutos como Colchonero.
El Atlético de Madrid está fuera de la Europa League y lo hace en el “honroso” momento de los dieciseisavos de final. Piénselo bien y díganme sin sonreír que eso tiene el más mínimo atisbo de orgullo. Díganme que esos es para decir lo que se está diciendo. Sé que hay algún Consejero Delegado y Presidente de papel que sonríen aliviados, pero también me consta de un nutrido puñado de rojiblancos que lejos de sentir vergüenza se sienten orgullosos e igualmente satisfechos con lo realizado. No es mi caso ni lo será. Tampoco soy capaz de entenderlo en la piel de otros pero lo dejaré aquí. Desisto de tratar de explicar algo que no se puede tocar, ni medir, ni comprar ni vender. Se siente o no se siente. Yo lo siento. Siento decepción y algo de vergüenza pero me quedo más tranquilo sabiendo que soy un caso extraño.
Adiós Europa League. Adiós competiciones europeas. Adiós Europa.
Hasta siempre.