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Entre todos la mataron...

En esa carrera desenfrenada y concienzuda por destrozar la competición futbolística en vigor más antigua de nuestro país, el Campeonato de España que reparte la Copa del Rey, puede que estemos colaborando todos. Encabeza la lista la propia Federación, organizadora de la Copa y que, con modos de torpe estibador, eleva la cutrez de un torneo fantástico hasta categorías nunca antes alcanzadas. Cutrez, un diseño infumable y un desprestigio constante que aparece protegido por una gruesa costra de caspa y que confina un fuerte olor a rancio digno de otros tiempos. Colaboradores necesarios en este horror son también las televisiones que, en pos de no sé qué concepto del espectáculo, desplazan los partidos a horarios absurdos, ridículos y humillantes para el aficionado al fútbol. Horarios que desnudan las gradas y matizan, todavía más, un cuadro costumbrista de tristeza incalculable. "Es lo que vende", dirán, en esa especie de mantra ocultista que, aparentemente, esconde algo que solamente conocen "ellos". 

Los aficionados, acostumbrados a la inapetencia del mediocre y siguiendo esa ley del mínimo esfuerzo que tan bien le sienta al sistema, nos dejamos llevar, esperando a que nos lo hagan todo. Convertidos en elementos pasivos que asumimos como inexistente (o falso) todo aquello que no aparece en la tele (o en la web del MARCA), evitamos complicarnos la existencia teniendo que pensar y decidimos, como forma de vida, limitarnos a comprar y llorar cuando se acaba la cerveza. Imbuidos por ese tufo a decadencia que ya no percibimos, miramos de refilón una competición considerada como “menor” (salvo que la gane el equipo del Gran Hermano) que es como se considera en las redacciones "serias" y en esas “tertulias” tabernarias, protagonizadas por tipos que interpretan personajes al borde de la salud mental, que se emiten en medios tremendamente "profesionales". En ese caldo de cultivo no es de extrañar el hecho de que los propios entrenadores utilicen los vilipendiados partidos de Copa para realizar sofisticados experimentos que, en el mejor de los casos, denominan eufemísticamente como “rotaciones”. Entre todos la mataron... 

Eran las 22:00 de la noche del día de Reyes y echaba a rodar el balón en un desolado estadio de Vallecas. Cuando la gente debería estar acostando a los niños tras un agotador día dedicado a ellos, algún iluminado, de esos que dicen saber cosas que los demás no sabemos, decidió colocar el inicio de un partido de fútbol. Un partido que, dicho sea sin acritud, me pareció un tostón. Sin medias tintas. Un aburrido correcalles en el que 22 jugadores corrían mucho, presionaban más pero jugaban poco. La alta densidad de caras nuevas en ambos conjuntos daba un cierto aire de partido de pretemporada que no ayudaba mucho a centrarse en lo que estaba pasando. En el Atleti atraía la posibilidad de ver a los nuevos, Kranevitter y Augusto, pero no creo que fuese el debut soñado para ninguno de los dos. Tengo la sensación de que son ese tipo de jugadores que necesitan que la pelota esté rodando con sentido por el césped para poder destacar. No fue el caso. El Atleti no jugó a nada. Óliver y Torres volvieron a naufragar. Thomas parecía estar de entrenamiento. Carrasco quería jugar solo contra todos y los dos nuevos asistían perplejos al despropósito. Afortunadamente la defensa cumplía con solvencia si exceptuamos, claro está, a Siqueira que sigue acrecentando esa leyenda de transferible. Me da mucha pena la trayectoria de este jugador en el Atleti. 

Enfrente, el Rayo competía al mismo nivel de intensidad que su rival pero con bastante mejor afinidad por el balón (sin que tampoco fuese nada del otro mundo). Fruto de ello, y con algo de suerte, consiguió inaugurar el marcador tras un disparo de Nacho desde lejos que, para mí, se “come” el bueno de Moyá. Un tipo que me cae de lujo y al que le deseo lo mejor pero que, por alguna razón, no me inspira demasiada confianza en la portería. 

La segunda parte fue muy parecida a la primera pero los cambios de Saúl y Vietto por Augusto, Óliver y Torres, pusieron una pizca de cordura en los rojiblancos. Verán que he omitido un jugador en el balance pero soy consciente de ello. La razón es que el otro que salió al campo fue Jackson Martínez pero como si no lo hubiese hecho. Lo más destacable de los segundos 45 minutos (lo único probablemente) fue la jugada del gol. Buen pase lateral de Kranevitter, buena recepción y mejor asistencia al área de Vietto y gran remate de Saúl, siguiendo su más puro estilo de llegador. Viendo el estado de forma de Jackson, Torres y Correa, Vietto es para mí titular en este equipo. Saúl también. 

Con todo, el resultado es quizá lo más positivo para los rojiblancos. Viendo los antecedentes en casa y los pocos goles que encaja el equipo, todo apunta a que la eliminatoria podría estar encarrilada pero es arriesgado asumir ese tipo de cosas en una competición tan cambiante y en cierto modo tan adulterada como la Copa del Rey. No sé qué equipos sacarán Jémez y Simeone la semana que viene así que puede pasar cualquier cosa. La competición sigue viva, debería rezar el titular. Lo que no sé es si verdaderamente lo está.

@enniosotanaz

Felicidad

El Atleti cierra esta noche un año complicado y lo hace fiel a su más pura esencia: sufriendo, trabajando, pasándolo mal, tirando de espíritu y ganando. Sí, ganando. A pesar de lo que pueda parecer si usted no es de esos arqueólogos de la información que tienen que zambullirse cada mañana en el fango para encontrar un puñado de realidad y por el contrario prefiere ceñirse a la pulimentada versión oficial. El Atleti termina el año en lo más alto de una liga tramposa y tergiversada que lo sigue tratando con desdén y desprecio a pesar de haberle salvado la cara. Anteriormente a la llegada de Simeone, la máxima competición española era una versión casposa de la liga escocesa pero mucho más injusta. La llegada del argentino no sólo ha creado un nuevo e incómodo personaje en el poder establecido sino que ha significado un influjo de fe para el resto de equipos que ahora están mejor preparados y que han entendido que si se cree y se trabaja, se puede. El Atleti cierra esta noche el año con algunas dudas, sí, pero con muchas más certezas. Paren un instante a pensarlo y verán que las segundas ganan con creces a las primeras. 

Jugar en Vallecas es complicado. Es un campo pequeño, estrecho y con un equipo local valiente e imprevisible que, si está bien, puede llevar el partido a situaciones difíciles de solventar. Los de Jémez, dolidos por el robo vergonzoso de la última jornada, saltaron al campo muy metidos en el encuentro. Intensos, rápidos y con una defensa adelantada y presionante que impedía cualquier triangulación. El Atleti, escarmentado también tras su último partido, lo hizo con el mismo espíritu, la misma intensidad y el mismo desempeño que su rival. Fueron unos minutos muy fogosos, en los que todo pasaba a toda velocidad y en los que salieron ganando los colchoneros por la mínima gracias a su mejor interpretación de la situación. La falta de laterales en los vallecanos y esa defensa de tres, hacían que su punto más vulnerable fuesen precisamente las bandas y hacía allí fueron dos buenos balones de Óliver y Koke que provocaron dos ocasiones de gol de Carrasco, de esas que no se pueden fallar. Del mismo modo llegó otra buena ocasión de Torres que también desperdició. Yoel, portero rayista, era ya el mejor de su equipo para entonces. 

A partir de ahí los rojiblancos se diluyeron, fundamentalmente en el centro del campo. Saúl salvaba los muebles, Koke desaparecía y Óliver ni siquiera llegaba a aparecer. Cada vez que tocaba el balón pasaban cosas, sí, pero es que apenas lo tocaba. Otro partido desperdiciado del canterano que no encuentra su sitio en este equipo. Algo parecido le pasa a Torres. Obsesionado con el dichoso gol, no termina de hacer un partido medianamente decente que disipe las dudas que existen sobre él.

El inicio de la segunda parte fue radicalmente diferente. El Rayo salió como un ciclón. Mucho más presionante y preciso con el balón, cercó a su rival sin dejarlo salir y disputó sus mejores minutos del encuentro. Un gran Trashorras se erigía en el jefe de la medular y el Atleti se perdía en la zona de creación, incapaz de hacer otra cosa que no fuese dar un patadón. Los cambios de Simeone (Correa y Thomas por los señalados Óliver y Torres) lograron contener la sangría, igualar el medio campo y alejar el peligro rayista. A partir de ahí los rojiblancos tomaron más riesgos y, más por corazón que por juego, desequilibraron el campo otra vez hacia el lado contrario. Jackson salía al campo en sustitución de un agotado Carrasco y el Atleti se disponía a morir en el área contraria con todo su arsenal. Godin tuvo un par de ocasiones claras, rematando de cabeza dos buenos balones parados, pero Yoel y el larguero volvieron a sacarlos con maestría. Hasta 5 ocasiones claras de gol acumulaba el equipo a esas alturas. Algo que subrayaba, una vez más, el gran problema del Atlético de Madrid durante este primer tramo de la temporada: la pertinaz falta de gol. 

Pero el Atleti, que tiene muy buenos jugadores,  tiene también la suerte de poder comenzar el encuentro con algunos de ellos en el banquillo. Con el partido casi concluido una espectacular jugada de Thomas (para mí el jugador que mejor parado sale después del terremoto Tiago) acaba en una pared en el área que remata Correa como sólo los genios son capaces de rematar. Golazo. Dos minutos mas tardes Griezmann rivalizaba en destreza con su compañero calzando una vaselina por encima del cancerbero rayista tras un muy buen pase de Jackson. 0-2. Tres reservas frescos y uno de los mejores jugadores del mundo frente a un equipo modesto, agotado y con bajas. Imposible para los vallecanos. El equipo colchonero se lleva el partido frente a un gran equipo al que solamente su mínimo presupuesto le impidió llevarse algo más esta noche y al que le deseo lo mejor. A seguir remando. 

El Atleti acaba el año sumando tres puntos. No hay mejor sentencia para describir lo que es este equipo. Mientras otros se desgañitan aplicando teorías “conspiranoicas” para insistir en convencernos de que el Emperador no va desnudo, los colchoneros tomaremos uvas con pipas y turrón terrenal y los haremos, como siempre, con alegría, porque, por encima de todo lo demás, lo que tiene este equipo es eso: felicidad. Una felicidad que es nuestra y que es natural. Que no se compra ni se vende. Una felicidad insólita y envidiada que está ahí, y que está siempre. Sin necesidad de trofeos, medallas o falsos titulares. Una felicidad que nadie entiende y que algunos niegan pero que sabemos muy bien que existe. Que está. Que está y que estará mientras quedemos humanos dispuestos a transmitir la buena nueva. 

Espero que pasen una noche estupenda mañana. Que despidan entre risas y amigos el año que se va y que reciban al nuevo con ganas, con fuerza, con ánimo, con respeto, con intensidad y en formación de 4-4-2 o 4-1-4-1. 

Sean felices. 

@enniosotanaz

La pirámide de Maslow

Rayo Vallecano 0 - At. Madrid 0

La teoría psicológica de la jerarquía de las necesidades humanas (Pirámide de Maslow) viene a decir que el ser humano no es capaz de desarrollar necesidades elevadas a menos que no tenga satisfechas las más básicas. Es decir, sería francamente complicado preocuparse por la creatividad o la belleza sin tener nada para comer y sin poder calentarte.

El año pasado el Atleti acabo en el cenit de su historia. Culminando una temporada de ensueño y con la sensación de que por fin se había elegido la vía correcta. Que las semillas habían agarrado, que los brotes eran ya fuertes y que el prometedor futuro estaba trazado. Sabíamos dónde estaban las virtudes y se habían conseguido aislar los puntos débiles. Era fácil construir a partir de ahí. El equipo era corto, limitado y había terminado roto pero todos sabíamos lo que fallaba y lo que había que hacer para mejorarlo. Pero sólo quince minutos después del pitido final de la temporada pasada comenzó la diáspora que dio origen al enésimo verano de incertidumbre y pesadilla. Esos meses agónicos, que ya son tradición, en los que los sueños se deshacen y en los que, algo aturdidos, tenemos que improvisar a toda prisa nuevos métodos para renovar la fe. Cuando siguiendo la pirámide de Maslow uno estaba ya pensando en subir al siguiente escalón (mayor juego creativo, mejor banquillo, mayores alternativas) aparecen de sopetón un puñado de grietas en la base que nos coloca otra vez en la línea de salida. Grietas que no afectan a elementos ornamentales precisamente sino que lo hacen a los propios pilares del edificio. Courtois, Diego Costa y Filipe Luis eran pilares de este sueño creado por Simeone. Queramos verlo o no.

Comienza la liga con un equipo sin desprecintar que aunque se parece a lo que teníamos antes del verano no lo es y huele a nuevo que tira para atrás. Prefiero esperar a que se cierre el periodo de fichajes para sacar conclusiones sobre la nueva plantilla, pero ya podemos avanzar, sin riesgo a equivocarnos, que tenemos demasiadas piezas por encajar y que gran parte del trabajo del año pasado se ha marchado por el desagüe. Tiempo habrá también de analizar las razones de que este drama tenga que repetirse periódicamente así que vayamos mejor al fútbol.

Con el dulce sabor de la supercopa en el paladar, el Atleti iniciaba su andadura en el peculiar feudo del Rayo Vallecano. Lo hacía con una alineación sorprendente que colocaba a Griezmann en una banda, dejando la segunda plaza de delantero a otro de los nuevos. Esa incógnita mexicana llamada Raúl Jiménez. El partido comenzó con ritmo pero sin juego. Las reducidas dimensiones del campo, unido a la presión constante de los protagonistas, hacían muy complicada la circulación de balón. El encuentro se movía entre el pelotazo, los balones de cabeza, las faltas y la imprecisión. No es un terreno en el que el Atleti de Simeone se mueva mal pero se echaba en falta algo de sentido y pausa en el juego. El balón no era de nadie, aunque pareciese que era del Rayo, y ninguno de los dos equipos parecía controlar el partido. Pasada la mitad de la primera parte apareció tímidamente esa pausa que provocó un par de buenas jugadas colchoneras y que dejaron entrever ciertos detalles buenos del equipo. Así aparecieron también las dos ocasiones más claras del partido. Un remate pasado desde la derecha de Mandzukic (a pase de Ansaldi desde la izquierda) y otra todavía más clara del Croata, que desperdició un mano a mano tras error en la salida de balón de los de Paco Jémez y robo en la frontal de los rojiblancos. Si hubiese entrado alguno de esos dos goles (que es lo que se espera del ex del Bayern) estaríamos hablando de otra cosa. Pero no ocurrió y sin pena ni gloría llegamos al descanso con la sensación de que en la reanudación el equipo colchonero se soltaría definitivamente para meter ese gol que pudiera encarrilar el partido.

Ocurrió todo lo contrario. La segunda parte de los rojiblancos fue atroz. Acusando probablemente el esfuerzo físico de la semana pasada en la supercopa el equipo se deshizo con una facilidad inquietante. El Rayo tomó el balón y no sólo fue mejor haciendo fútbol sino que también fue más intenso. Preocupante. Buenas sensaciones las del equipo vallecano que sin embargo debe tener los pies en el suelo y pensar que en que esa segunda parte no tuvo rival. El Atleti era una caricatura que se limitaba a dar pelotazos y defender. El año pasado eran evidentes las carencias en la creación pero ahora mismo ni siquiera estamos en ese punto. Faltan referencias, mecanismos y mucho fútbol. El drama se hizo aún más presente cuando buscando soluciones en el banquillo nos dimos cuenta de que no las había. Saúl, al que Simeone ha decidido no utilizar como mediocentro, sustituía a un Raúl Jiménez peleón y voluntarioso pero impreciso y algo perdido. Sigue siendo una incógnita. Agua. Poco después Hector (¿mensaje cifrado a M. A. Gil?) sustituía a un Mandzukic que había pasado desapercibido y que ni siquiera había sido el jugador de pundonor que vimos en la supercopa.  Agua. A falta de cinco minutos el Cebolla sustituía a Griezmann (que también había desaparecido) para demostrar que hoy por hoy no tiene sitio en este equipo ni lo va a tener. Nada. Ni un remate a puerta de nadie. Sin tener ocasiones claras de gol el Rayo Vallecano fue mejor y no hubiese sorprendido a nadie que se hubiese llevado los tres puntos.


El punto es mal resultado, por mucho que el bueno de Moyà dijese en el túnel de vestuarios que era “muy valioso”. Prefiero achacar esa frase tan desafortunada al poco tiempo que lleva con el escudo del Atleti en el pecho pero tampoco me gustaron sus pérdidas de tiempo con empate a cero. Lo mismo alguien debería decirle a este muchacho, que por otro lado me cae bien y me ha sorprendido, en qué tipo de equipo está jugando. Tampoco me gusta ver a Simeone tan nervioso y enfadado. No sé si lo está con el mundo, con la liga, con los periodistas o con M. A. Gil pero tengo la intuición de algo que no sabemos le está molestando. Veremos. Esto acaba de comenzar, obvio, pero ya no para. Fe e ilusión toda, pero la realidad es que con la primera jornada disputada seguimos con la plantilla abierta para entradas y salidas y tratando de arreglar grietas importantes en la base de la pirámide. En esas circunstancias me parece ingenuo hablar de objetivos o retos mayores. Es decir, hoy más que nunca, partido a partido. 

Por favor

Rayo Vallecano 2 - At. Madrid 4

Hay uno de esos dichos castellanos que explican un montón de cosas sin necesidad de necesitar muchas palabras y que dice que aquí el que no se queja es porque no quiere. Verán por qué lo digo. Cuando el partido en el Nuevo Estadio de Vallecas trazaba ya su recta final, apenas quedaba un cuarto de hora, debo reconocerles que un servidor estaba nervioso. Parece difícil de creer porque el Atleti marchaba dos goles por encima, sí, pero el Rayo, enfundado en ese traje de Kamikaze tan elogiado por muchos que no son del Rayo, estaba totalmente volcado en el área rival y daba la sensación de que la plácida tranquilidad podía desbordarse en cualquier instante. Me daba miedo un final eufórico de ida y vuelta. En ese momento me acordé de tantos y tantos partidos durante la última década en los que, en la misma situación, hubiese estado seguramente mucho más tranquilo. ¿Por qué? Fácil. La diferencia es que entonces no teníamos nada que perder o como mucho, simplemente tres puntos que nos acercaría a las posiciones que dan acceso a Europa por la puerta de atrás. Parecía que mi salud prefería aquellos tiempos a estos, lo cual es ciertamente absurdo. Pero es que uno trataba de buscar consuelo echando un ojo a las redes sociales y el tema se ponía todavía peor. Quejas y más quejas por parte de las huestes colchoneras. Que si Manquillo, que si los centrales, que si el equipo se desangra, que si defendiendo muy atrás, que si Gabi, que si Koke, Que si Costa, que si Villa, que si qué hace el Cholo, que si la cagaba no sé quién, que si la cagaba no sé cuantos,... ¿Qué está pasando? ¿Estamos locos? Parece ser que sí. 54 puntos. Un único partido perdido en toda la temporada. 52 goles a favor y sólo 14 en contra. En Copa, el Champions, en Liga,... y las huestes colchoneras enfurruñadas con 2-4 en el marcador. insisto: ¿Qué está pasando?

El partido de hoy tenía trampa, sin duda. El Rayo es un equipo en posiciones de descenso pero es un equipo peculiar. Es un equipo con una plantilla muy justa pero que engaña en su rendimiento por la forma de jugar que tiene. Una forma de jugar atrevida, que se acerca al límite del suicidio, en la que puede llevar a que ocurra cualquier cosa, casi siempre imprevisible. Para el Atleti es una bendición jugar contra un equipo que deja espacios, que saca la pelota jugada y que tiene un sistema defensivo francamente mejorable pero por otro lado no está acostumbrado a defender a equipos que acumulan tantos jugadores en ataque, que juega tan bien la pelota entre líneas y que juega con ese espíritu combativo, independientemente de lo que ponga en el marcador. La cuestión era quién se llevaba el ascua a su sardina. Para variar, el ascua se la llevó el equipo que entrena Diego Pablo Simeone. Y puede que esto le aburra a más de uno pero a mí no.

Los primeros 20 minutos del Atleti, para mí, fueron bastante buenos. Conscientes del juego del rival, salieron muy intensos y muy arriba. Presionando la salida de balón de los vallecanos y metiendo un plus de tensión en la zona medular. El Rayo trataba de tener el balón pero era incapaz de superar la presión colchonera, que por otro lado aplicaba esa mentalidad vertical tan poderosa que le ha hecho llegar al lugar que está. A los 7 minutos esa presión asfixiante dio sus resultados. Villa roba un balón en la frontal del área, cede a Diego Costa que con tanta habilidad como generosidad devuelve la pelota al asturiano para que el Guaje inaugure el marcador. El partido entraba así en el escenario perfecto para los de Simeone, que sin recular demasiado acercó las filas, atrasó un poco la línea de presión y controló el partido como le gusta. El Rayo trataba de desperezarse y llevar el balón a la zona de tres cuartos, lugar en el que el equipo crece y se transforma en otra cosa, pero no era capaz. El centro del campo comandado por Gabi, buen partido del capitán otra vez, lo impedía. El Atleti robaba y salía, dando mayor sensación de peligro que su rival. Pero en una de las pocas llegadas de los franjirojos, jugada absurda, el árbitro pitó penalti de Manquillo. Para mí no es penalti, pero dada la sensibilidad a flor de piel que últimamente tienen los colegiados con todo lo que signifique Atlético de Madrid mejor no discutirlo porque hasta el Papa Francisco demostrará deportes Cuatro que por supuesto lo fue. Afortunadamente en la portería sigue estando uno de los mejores porteros que han vestido la camiseta de este club (sí, sé lo que acabo de escribir y lo creo de veras) para detener el lanzamiento de Jonathan Vieira. El Rayo quedó por este lance un poco noqueado anímicamente pero fue mucho peor después, cuando una diagonal que vuelve a ganar Diego Costa de forma prodigiosa (es impresionante esa faceta del hispano-brasileño) acaba con el balón dentro del área y en los pies del Principito Sosa. El argentino, mejor que otras veces pero para mí sin aportar nada relevante, decide amagar y ceder el balón a Turan que venía por la izquierda en lo que sería su mejor lance del partido. El Turco, a pesar del estado del campo, que provocó un extraño en el balón, puso el 0-2 en el marcador.

El Atleti tuvo entonces uno de esos momentos de desequilibrio y relajación, tan impropios del equipo del Cholo, pero tan reconocibles en las últimas fechas. Un par de pérdidas de balón absurdas en zona peligrosa (con Sosa de protagonista), acabaron con contrataques de los vallecanos y en uno de ellos, tras una toque de primera de Trashorras que es digno de genio, dejaba a Jonathan Vieira delante de Courtois para poner el 1-2 en el marcador. Pero cuando todo hacia pensar que el partido se pondría raro, que el Rayo ganaría en poder anímico y que al Atleti le costaría volver a la dinámica de la pelea, apareció la enésima jugada a balón parado que resuelve la papeleta a los rojiblancos. Balón al área, Saúl que forzada toca de cabeza, pelota que llega peinada al segundo palo y pierna de Turan que aparece para hacer el tercero.

El 1-3 dejaba mucho crédito al Atlético de Madrid para afrontar el segundo tiempo y pesó como una losa al Rayo Vallecano. Otra vez buenos primeros minutos de los del Cholo pero de duración mucho menor que en la primera parte. En seguida Paco Jémez dio salida a esa apuesta suicida de acumular jugadores arriba a la que no tiene ningún problema en recurrir, y en seguida el partido tomó el tinte que ya no abandonaría hasta el final. Todo previsible salvo la respuesta de un Atleti que especuló más de la cuenta, reculó más de lo esperado y sobre todo tuvo muy poco criterio a la hora de usar el balón las veces en las que caía a sus pies. Aun así, los de Simeone no sufrían y aunque la sensación era la de que los vallecanos jugaban demasiado cerca del área colchonera, la realidad es que no aparecieron demasiadas ocasiones. Lo que si llegó fue, por fin, un contrataque bien tirado por el Atleti que acababa con Filipe Luis ganando la línea de fondo y dando un pase de la muerte para que Diego Costa en semifallo junto a la bota de Saúl hicieran el cuarto de la noche. Faltaba quince minutos, así que el gol apuntaba a un final tranquilo de partido pero nada más lejos de la realidad. Los de Jémez, fieles a ese carácter indómito del que hacen gala, siguieron exactamente igual y dos minutos después, tras un buen balón colgado al área al que entraron varios jugadores a rematar, Larrivey hacía el segundo para los suyo. A partir de ahí asistimos a los mejores minutos del equipo local y los peores del visitante. El Atleti defendiendo muy abajo, con cierto desorden y muestras de cansancio frente a un Rayo volcado en ataque que movía el balón en la zona de tres cuartos como los ángeles. Pero no pasó nada más. Llegaron las ocasiones pero en la portería estaba Courtois para beneficio de la salud de muchos aficionados colchoneros. También tuvimos ocasión de ver algún otro buen contrataque del los del Cholo pero, probablemente por cansancio, generalmente bastante mal resuelto.


Tres puntos que mantienen al equipo en lo más alto de la tabla clasificatoria y que deja todo exactamente igual que estaba. Es evidente que existe toda una cohorte de analistas, de esos que escriben las crónicas antes de que ocurran, que están esperando desde hace meses el bajón de este equipo milagro pero “desgraciadamente” ese bajón no llega. No caigamos en ese espíritu cenizo prefabricado que parecen querernos imponer ni seamos tan inocentes de empezar a juzgar a nuestro equipo con las reglas, elementos y herramientas que gentilmente nos fabrican desde los poderosos medios de comunicación para que lo hagamos. Tiremos de personalidad. Disfrutemos del momento. Disfrutemos de ganar. Disfrutemos de las cosas buenas. Por favor.  

Piedra rodante


AT. Madrid 5 - Rayo Vallecano 0

Se acabaron los tiempos de circo. Se acabaron las tardes en las que los partidos de Atleti parecían la letra de un bolero. Se acabaron esas jornadas grises con entrenadores grises y jugadores grises en los que que todos chapoteábamos en el dañino gris de la mediocridad. Tiempo tendremos de hablar de las carencias técnicas del equipo, de los errores de planificación, de la falta de eso que los entendidos denominan “fondo de armario” y también de especular sobre los que se fueron, sobre los que vinieron y sobre los que pueden llegar o partir. Tiempo tendremos, desde luego, pero hoy toca rendirse a la evidencia del milagro Simeone. El argentino recogió un guiñapo y nos ha devuelto un señor equipo. Un equipo del que podrá gustar más o menos su forma de jugar o su estilo pero del que se puede decir, sacando pecho, que es un equipo. Un señor equipo tremendamente difícil de doblegar y al que enfrentarse. Un equipo que no por conocido, porque el Atleti de Simeone ya no es ninguna sorpresa para nadie, deja de seguir siendo un rodillo, una piedra rodante a la que como no pongas los medios precisos para pararla, te arrolla.

El Rayo Vallecano, equipo por el que reconozco tengo especial deferencia, dio el año pasado en el Calderón una lección de fútbol. De toque, de entrega y de orgullo. Con un presupuesto ínfimo y recursos menguantes, es de esos equipos que se planta en el campo con la intención de dominar el balón y el juego. De esa “nueva” corriente en el fútbol que entiende que la victoria pasa por el balón. Actitud y espíritu muy loable, que envidio, y que además salió bastante bien durante la temporada pasada. La idea para este año pasa por la misma línea pero en el Calderón han dado un derrape importante. La forma pareció la misma pero el fondo no. El Rayo Vallecano decidió hacer lo único que no se puede hacer delante del actual Atlético de Madrid. Decidió sestear, dudar, ser blando... y murió, claro. Este Atleti es un equipo de elite y juega como un equipo de elite. Procura ocultar sus defectos para reducir sus errores al mínimo haciendo letal cada error del equipo rival. Esté enfrente el FC Barcelona o esté el Rayo Vallecano y ese es, para mí, el secreto del equipo colchonero mientras ha estado con Simeone. Partidos como el de hoy eran peligrosos no hace mucho. Hoy es complicado que se escapen.

La crónica del encuentro es bastante sencilla a pesar del saco de goles. Comenzó con la intensidad habitual en el Calderón, con la sorpresa de ver a Raúl García en el once titular (también Tiago entró por Koke respecto al equipo del pasado miércoles). El navarro respondió a los que, como yo, dudaban de su quehacer y se marcó probablemente la mejor primera parte desde que es jugador del Atlético de Madrid. Bien en la presión y el corte, atento en las ayudas, bastante acertado en el pase y con su habitual olfato de gol. Que me perdonen pero no parecía él. Durante los primeros minutos el equipo vallecano intentó colocarse sobre el césped pero ya desde el principio se vieron ciertas dudas en la medular y sobre todo en la salida de balón a través de la pareja de centrales. Enfrente la habitual roca de Simeone que, presionando muy arriba, no dejaba jugar y robaba el balón para salir vertical. Sobre todo a través de un Arda Turan que hoy ha vuelto a ser ese maravilloso jugador que nos tiene encandilados a la mayoría de los colchoneros. Trashorras trataba de bajar hasta la línea defensiva para intentar crear pero era imposible. Un centro del campo comandado por un imperial Tiago (para mí el mejor del partido, con permiso de Turan) rompía cualquier intento para iniciar el ataque colchonero. El Rayo estaba blando y dubitativo. El Atleti fuerte y convencido. Los goles eran cuestión de tiempo.

Hasta tres cayeron en la primera parte. Podrían haber sido más. El primero, para no modificar la tradición, vino a balón parado. Gabi saca un córner, mal defensa del Rayo y buena intuición de Raúl García para meter la cabeza. Arda Turan, que junto con Diego Costa ya para entonces era la peor pesadilla de los vallecanos, había avisado antes de cabeza pero en una preciosa jugada por la izquierda dejó un pase de la muerte a Diego Costa para que el hispano-brasileño siga aumentando su cifra de goles. Lo dije en twitter hace unos días y lo repito aquí: Costa es hoy por hoy el verdadero crack de este equipo (otra vez, con permiso de Turan). El turco pudo por fin aparecer para que su nombre quedara reflejado en las estadísticas oficiales de encuentro. Enésimo robo de los colchoneros que tras genial combinación con Diego Costa y Villa dejan a Turan encarando al portero. El Calderón, consciente de la genialidad del otomano, sabía que podía ocurrir cualquier cosa. Vaselina, recorte, disparo, rabona o un baile derviche pero Turan decidió sentar al portero de regate en seco y hacer el tercero con elegancia. No habíamos llegado al minuto 40 de la primera parte y el partido estaba resuelto.

La segunda parte fue una anécdota. El Rayo no reaccionó tras la charla del vestuario y el guión se repitió exactamente igual tras la reanudación. El Atleti bajó una velocidad el ritmo pero mantuvo la seriedad, el rigor, la presión y la ambición. Suficiente para destrozar a un Rayo que seguía tan inocente como comenzó. Tiago obtenía premió a su gran partido rematando de cabeza un magnífico, otro, pase de Arda Turan desde la izquierda. El quinto lo hizo de nuevo Raúl García a pase de un Koke que salió en la segunda parte de mediocentro sustituyendo a Gabi y no desentonó en absoluto.

El único pero a la tarde, por poner algo, es el dato de que en un partido con 5 goles, Villa, que jugó los 90 minutos, no marcara ninguno. Podría haber sido distinto, si no hubiese estrellado un balón al larguero tirando a bocajarro tras gran jugada de Diego Costa, pero realmente es irrelevante. Villa es un delantero excelente que a estas alturas de la vida no tiene que demostrar nada a nadie pero tengo dudas sobre su estado físico, su chispa y su velocidad. Ahora mismo no lo veo bien pero es fácil que este en fase de recuperación todavía. Ojalá. Lo vamos a necesitar.

La gran farsa de jugar fuera de casa

Rayo Vallecano 2 - At. Madrid 1

Los campos de fútbol tienen que presentar siempre y obligatoriamente unas dimensiones de entre 90 y 120m de largo y entre 45 y 90m de ancho. Es así y sólo así. En el Calderón, en Vallecas y en Sebastopol. Con esto quiero decir que jugar dentro de casa o fuera de casa, en teoría, debería ser poca más que una anécdota para unos jugadores que la única diferencia notable que van a notar es el color mayoritario de las bufandas de la gente que está en la grada. No parece que sea un dato relevante como para que afecte al sistema táctico pero si parece serlo para este fútbol contemporáneo de comestibles prefabricados y eufemismos baratos, en el que jugar en tu estadio o lejos de él significa modificar hasta la esencia fundamental del equipo. Como simple aficionado que soy probablemente no tenga ninguna credibilidad pero a mí todo esto me parece una farsa absoluta. Cambiar la forma de jugar en función del lugar en el que lo haces me temo que obedece únicamente a la cobardía disfrazada de prudencia de la penúltima hornada de entrenadores que se sienten cómodos escondidos detrás del balón. Lejos de las luces. Que basan su grandeza en el error del rival. Una forma rudimentaria, poco valiente y muy difícil de defender delante de tu propia afición y esa es precisamente la clave. Lo que yo creo es que los equipos que cambian de forma de jugar lo hacen precisamente en su estadio, que es dónde no pueden enseñar  ese “estilo”. Fuera, siendo ruines y especulativos lejos de los ojos de su afición, es como realmente son.  Como realmente quieren ser.  

Esta lamentable práctica es la que ha seguido el Atlético de Madrid desde que volvimos de segunda división con evidente fracaso en todos los sentidos. Aun así han continuado insistiendo es una política zafia y burda durante años y años. Es lo que tiene estar dirigidos por un Consejero Delegado al que no sólo no le gusta el fútbol sino que la parte deportiva de “su empresa” es precisamente la que menos le interesa. Pero la cuestión parecía haber cambiado con la llegada del Cholo. Un arranque liguero espectacular y una presencia del equipo, dentro y fuera del Calderón, con poderío y entrega. Una dinámica generosa y fascinante que parece haberse difuminado. Bien que el equipo está entrenado y programado para fundamentarse en la presión y la salida en vertical pero no para encerrarse en su campo. La contención atrás venía cuando se iba por delante en el marcador y no antes. Hasta ese momento la presión era en área contraria y al rival no se le dejaba jugar. Las últimas salidas del equipo han respondido sin embargo a ese otro esquema reservón de antaño. Esperando atrás para ver que hace el rival. Sacando un equipo plagado de rotaciones sobre jugadores que nunca debería rotar, especialmente en el eje crítico, con una plantilla tan corta y escasa de recursos como la del Atleti. Un equipo que además tenía cambios en el esquema táctico que hacían revivir los más desagradables temores de mi interior. 

Empieza a ser un tema reiterativo pero las rotaciones están destrozando a este equipo. Sacar en la plantilla titular, voluntariamente, al Cata Díaz y sobre todo a Raúl García en la posición de enganche es empezar a perder antes de jugar. El primero es malo, bastante, pero además crea incertidumbre e inseguridad en unos compañeros que, cuando no está él, configuran una de las defensas más seguras de la liga. El segundo ha demostrado por activa y por pasiva que es incapaz de asumir una posición que en un equipo como el Atleti se antoja fundamental. La de mediapunta. Raúl García hizo partidos bastantes potables a principio de la liga. Sin ser su sitio, gracias al rigor táctico, el sacrificio y la llegada en segunda línea aportó sobre todo goles. Jugando de enganche no sólo no engancha con nadie ni aporta nada de juego sino que anula por completo la capacidad de creación de un equipo con muy poca capacidad de creación. La posición de mediapunta es la peor cubierta de una plantilla mal equilibrada pero creo que ha quedado patente que Raúl García nunca puede ser la solución. Ni dentro ni fuera. También es verdad que no es culpa suya. 

El Rayo, un equipo que es un milagro, entrenado por un entrenador al que admiro y que entiende el fútbol de una manera que también admiro, salió a morder y morir. Se vio además enseguida premiado. La intensidad desaforada deja el balón en la izquierda para que de gran pase el balón acabe en el área y lo crucen al segundo palo. El esférico pasa manso por la frontal del área pero el Cata prefiere apartar la pierna en lugar de despejar lo que, obviamente, hace que el interior del rayo, Lass, que viene de cara, tenga fácil abrir el marcador. En menos de cinco minutos el plan de los colchoneros se había ido a la basura gracias a las rotaciones. Porque el plan de Simeone, obviamente, era contener y salir en vertical. Reforzando el centro y despreciando una creación de la que, obviamente, carece el equipo. Pero con el 1-0 en el marcador hay que crear y jugar. Y este equipo no sabe. Lo tiene complicado con la plantilla titular pero con los jugadores que había en el campo, y como estaban colocados, se antojaba imposible. El Rayo plantó bien la defensa y apretó el centro del campo. El Atleti cogió el balón, se hizo dueño del ritmo y del partido pero carecía de profundidad. Con Adrián en su decadente viaje a ninguna parte y Raúl García correteando sin criterio, tan sólo Koke intentaba dar un pase con criterio a Falcao pero la distancia entre líneas era muy grande, los apoyos nulos y las alternativas inexistentes. Y claro, el Rayo estaba ahí. Un equipo que no se cierra ni da pelotazos. Un equipo que pelea, claro, y que aprieta filas cuando hace falta, claro, pero que juega y que juega muy bien. En el enésimo desborde por banda y balón cruzado al área el brasileño Baptistao hacía el segundo con técnica y dificultad similar al primero. El Atleti para entonces olía demasiado a aquel otro que salió vapuleado en San Mamés pero afortunadamente el descanso apareció sin más daños. 

La segunda parte no trajo sorpresas. Simeone puso al turco Turán (uno de los que no puede rotar) y sacó del campo al ánima de Adrián pero desgraciadamente el otomano se fue a la banda con Raúl García ocupando todavía el espacio detrás de Falcao con lo que todo siguió exactamente igual. Y no es que el Atleti no le echase ganas o huevos, como tanto aficionado cenutrio suele reclamar siempre que no sabe lo que está pasando. Tampoco se podía decir que el equipo no dominara o tuviese el balón porque lo hacía. El problema es que el Atleti es un equipo que a la hora de llevar la iniciativa está limitado porque no tiene apenas jugadores para jugar con clase el balón. El tiempo pasaba sin ocasiones, salvo un par de llegadas de calidad por parte e Filipe Luis, lo que provocaba que el Rayo viviese muy cómodo. Mediada la segunda parte todos sabíamos, dentro y fuera, que el partido estaba perdido. Por eso no entiendo porque Simeone no sacó a Óliver mucho antes. Un partido perdido y desastroso en el que el canterano no tiene nada que perder pero mucho que ganar. Si sale en la segunda parte y el equipo pierde 2-1, como ha ocurrido, nadie diría nada por mucho que el jugador pasase desapercibido. Si por el contrario el equipo es capaz de remontar con su concurso supondría un bautismo de fuego y quizás el empujón que hace falta. No fue así y salió apenas diez minutos que sin embargo le sobraron para demostrar que es ese tipo de jugador que hoy por hoy no tiene equivalente en la plantilla. El gol de Falcao en el tiempo de descuento entra por méritos propios en la categoría de anécdota. 

Nueva derrota dolorosa y punzante que deja claras algunas cosas. Que la legítima aspiración a la liga era efectivamente una quimera. Que la pelea encarnizada por los puestos de Champions no es descartable. Que la plantilla es tan corta y tan desequilibrada como pensábamos. Que el Atleti seguirá teniendo dificultades fuera de casa si sigue empeñado en creer que fuera de casa hay que jugar de forma diferente. Que no parece muy factible el que Óliver se consolide este año en la primera plantilla. Que lo que está haciendo Simeone este año, efectivamente también, es un milagro.

Odio verte así

Rayo Vallecano 0 - At. Madrid 1

Durante años, décadas, el Atlético de Madrid ha vivido, de forma voluntaria e injustificada, colgado del síndrome de la situación límite. Ya saben, ese lugar en el que apelando a la desesperada, a la épica, al resultado como una opción de vida, todo vale. Incluso las propuestas más chabacanas y cobardes. Incluso cuando después nunca se consiguen resultados. Muchos equipos modestos, de bajo presupuesto, acuciados por la escasez de puntos o las deudas se ven obligados a ello. Plantillas limitadas en calidad y construidas con cuatro duros que apelan al trabajo, al esfuerzo, al rigor táctico, a la testosterona… Equipos que deciden construir una muralla defensiva y esperar a la divina providencia para pillar un “contrataque”. Equipos que saben que en un cuerpo a cuerpo pierden porque el delantero rival vale más que todo su propio club. Puede resultar lógico que en esas circunstancias, aunque resulte que encima muchos de esos equipos luego apuestan por el fútbol como opción viable y les sale bien. Hasta es creíble la idea de que no tienen otra alternativa, pero me entra la risa cuando lo veo aplicado a un equipo como el Atlético de Madrid, con un estadio de más de 50000 espectadores, ligas, copas, trofeos internacionales y que regularmente salta al campo con carísimos mundialistas e internacionales. Este mundo sin embargo, el del pobrecito desgraciado que no le queda más remedio, es el hábitat natural de los entrenadores que MA Gil y sus asesores financieros traen al Atlético de Madrid. No me hagan repetir tan dramática lista. También es el lugar común de esa parte de la afición asesorada por los periodistas vedette (o graciosetes) que parecen marcar la edulcorada ideología rojiblanca en los últimos años. Llevamos dos décadas apostando por una forma de entender el fútbol zafia, cobarde e incoherente con la historia de este club pero ahí seguimos. Y disfrutando.

El Atleti, el del millón de aficionados, más de cien años de vida, el de los 40 millones por Falcao, los 9 títulos de liga, etc… jugaba hoy con el Rayo Vallecano. Un equipo en el que juegan cedidos los jugadores que el Atlético de Madrid no quiere y que compra los mediocentros que nosotros, conocidos en el mundo entero por la calidad de nuestro centro del campo, echamos por “malos” (léase Movilla). Un equipo con la décima parte de aficionados, con infinitos menos recursos, tradicionalmente peleando si armas y con el corazón por mantenerse en primera división, acuciado brutalmente por las deudas, en suspensión de pagos, con un entrenador demandado y un presidente muy misterioso que acaba de sustituir a ese personaje tan infeccioso de apellido Mateos.

Si tienen todo esto en la cabeza y se ponen a ver el partido se echan a llorar. Eso es precisamente lo que hice yo. El único equipo que saltó al campo a intentar jugar al fútbol fue el Rayo Vallecano. El único equipo con carácter y orgullo para tratar de ganar el partido a base de dominarlo fue el Rayo Vallecano. Un Rayo Vallecano con además cinco bajas importantes en su plantilla. Enfrente el equipo titular del Atlético de Madrid en su versión ultra cobarde (y digo ultra porque cobarde suele ser siempre). El equipo que en verano dice pagar 40 millones de euros por un delantero (y que a nadie le sorprenda) salió al campo a encerrarse en su campo y a mandar pelotazos a un Falcao que, 40 metros alejado de sus compañeros, trataba sin éxito y a base de saltos tribales que el cuero de la pelota pudiese alguna vez volver al césped. El tercer equipo con más títulos de España salió en Vallecas a esperar a un contrario al que consideraba mejor que él. No era respeto, era miedo. Lo de siempre.

La primera parte fue una oda al anti fútbol. El Rayo salió derrotado en su propuesta por tratar de crear y mover eso tan repugnante para los colchoneros modernos como la pelota. Los de Simeone ganaron en su empeño por que no se jugara y que todo transcurriera por los derroteros del físico, el cese de espacios, los golpes y los pelotazos. Aun así, a balón parado, la única forma en la que los que vestían del Atleti entienden que se puede disputar un partido, el Rayo estuvo a punto de abrir el marcador y cerrar el partido. Sólo Courtois con una excelente parada impidió que un remate de Tamudo se transformase en gol. Mario Suarez estuvo a punto de hacer lo mismo en la portería contraria tras otra falta pero el canterano, más coherente con su labor en el campo, decidió rematar el balón fuera del campo. Poco más se puede decir del primer tiempo. Cojan las palabras que los cronistas de medio pelo usan, ya saben eso de igualdad, equilibrio táctico, derroche, respeto mutuo,… y tendrán una crónica tan solvente y real como intrascendente.

La segunda parte fue muy parecida pero marcada por el bajón de los de Sandoval, un bajón probablemente sustentado en la pertinaz carencia de pegada del Rayo. Dominio, actitud, buenas formas, carácter, intención de crear,… pero falta de millones. Los millones que si están al otro lado en forma de un colombiano que una vez más fue el mejor del partido. Primero jugando en solitario a la lucha greco-romana (sin protestar) con la defensa contraria. Después tratando de llegar generosamente a esas zonas del campo en las que se hace vulgar para tratar de hacer algo distinto. Más tarde derrochando coraje y corazón en su infructuosa búsqueda por tirar diagonales y buscar un remate que no le ponen. Finalmente haciendo lo que mejor sabe, meter goles. Juanfrán (lo mejor de era Simeone) mete un buen balón en profundidad. Raúl Bravo (ese que gracias a su madridismo estigmático la caverna mediática nos quería vender como estrella) resuelve con negligencia para que Falcao resuelva con maestría. Primero en la recepción, después en el regate y por último batiendo al portero cara a cara pero desde lejos.

Final del partido. Mientras el Atleti se armaba de razones para seguir haciendo lo mismo que hasta entonces el Rayo se dejaba llevar sin demasiada convicción, lo que de hecho provocó algún sucedáneo de contrataque por parte colchonera.

La victoria fuera de casa se venderá como un éxito que vuelve a meter al equipo en la tristísima pelea por las plazas europeas. ¿Lo es? Los manoletes y palmeros de la noche (y del día), en las ondas o en papel, verán la victoria como ese mal menor que “nos hacía falta”. “Ahora lo importante son los puntos”, nos venderán desde la pista principal del circo del fútbol para justificar la cobarde mediocridad y la insultante falta de espíritu. Como si alguna vez los puntos no fuesen importantes. Desde supuestas voces autorizadas y formalmente cargadas de colchonerismo nos avisaran de que esta es la forma para hacer las cosas y el camino a seguir. Habrá incluso quién con toda desfachatez y falta de rigor nos venda eso de que esta es la forma tradicional de jugar del Atleti, al contrataque. Dudo que alguno de esos advenedizos viese jugar alguna vez al mítico Atleti del contrataque. Dudo que sea así y se atrevan a decir algo tan ofensivo. Si lo hubiesen hecho sabrían que no tiene absolutamente nada que ver aquello con el actual pastiche de cobardía. Salir en vertical no es dar pelotazos. Acortar el espacio no es encerrarse en su área. Apostar por la velocidad no es despreciar el balón.

Aun así, lo que más me duele es ver al colchonerismo visible de acuerdo con esta bazofia. Odio verte así, Atleti. De hecho, me repugna.


Fountains of Wayne - Hate to see you like this

Reemplazar todas las mentiras por verdad

At. Madrid 3 - Rayo Vallecano 1

Creo que existen pocas cosas en esta vida más deplorables que la mentira lo cual explica el demoledor efecto que produce tomar consciencia de que el Atlético de Madrid vive instalado precisamente en ella. Come mentira, respira mentira, vende mentira y sueña mentira. La mentira de un presidente que no lo es (mentira), un mandamás que dice ser el dueño legítimo (mentira), la mentira de un discurso mentiroso y cínico. El Atleti está diseñado a base de las mentiras de aquellos con intereses económicos en lo que aquí ocurra y basado en la mentira de querer hacer creer que todo responde a un plan trazado en base a la lógica y no a la especulación. La mentira de un entrenador engreído y arrogante que sin embargo fracasa sistemáticamente en cualquier equipo destinado a llevar las riendas de un partido de fútbol. Un entrenador cínico y mentiroso que encaramado a sus mentiras trata de estafar a aquellos que ya había estafado hace algunos años. Un entrenador mentiroso que trató de vender una idea ilusionante de equipo y de fútbol para acabar, en muy poco tiempo, dándonos en los morros con la patética mediocridad, miedosa y rastrera, con la que llevamos bailando desde hace décadas. La mentira de unos jugadores por los que se pagan traspasos muy por encima de su valor, para jugar en el Atleti de mentira que les han vendido. La mentira de unos resultados que no reflejan la realidad, ni para bien ni para mal. Como el de hoy. Y es que si hay un calificativo que le viene al pelo al partido de hoy es el de mentiroso. El resultado no refleja lo que ha ocurrido en el césped.

De forma totalmente contraria a lo que el que escribe entiende por lógica y orgullo, el Calderón presentaba un aspecto de gala. Sol en el cielo, la luz de los domingos por la mañana entrando por las esquinas del estadio, colorido en la grada y cariñosa recepción de la grada al equipo. Uno se pellizcaba y preguntaba alrededor si era verdad que una semana antes nos habían humillado nada menos que en el Bernabéu, pero a pesar de que confirmaban que efectivamente yo no estaba ido, al respetable le importaba más bien poco. “Animar hasta reventar” que dice algún desubicado. Que se pare el mundo que me bajo.

Habla de fútbol, dirán. Tienen razón pero es que me da mucha pereza. Antes de empezar ya sabíamos que Mario Suárez (por supuesto) y Gabi (todavía más por supuesto) ocuparían en mediocentro. Me temo que será así hasta el final. Tiago, lo más parecido a un mediocentro decente que hemos tenido en décadas (sin ser para tirar cohetes), era el descartado. Parece suficiente para cortarse las venas. El Atleti lleva más de una década naufragando en el mismo sitio por las mismas razones. Ahí seguimos, construyendo equipos millonarios en torno a medianías en los momentos clave se vuelven todavía más pequeños. Pero no sólo eso. El proscrito Koke salía al campo pero era mentira (otra mentira). Koke un mediocentro con llegada (de eso juega) era desplazado a la banda en una posición que no es la suya en la que, lógicamente, fracasó. Salió también Reyes pero no sé si para despedirse antes de su cacareada huida o para que el rencoroso de Manzano nos demostrara que el sevillano no está para jugar. Con estas premisas comenzó el partido y lo hizo con brío, pero más por la valiente apuesta de los vallecanos que por los nuestros (aunque a los vallecanos también los considero míos). Los franjirrojos, gracias a un entrenador digno de llamarse así, juegan como los equipos modernos. Presionan como fieras la salida de balón del contrario, especulan poco y tratan de tener ellos la pelota. Lo hacen porque están convencidos (como yo) de que esa es la mejor forma de jugar hoy al fútbol y lo hacen independientemente de su plantilla. Obviamente. Por eso el partido estaba rápido y divertido. El Rayo presionaba, robaba y trataba de jugar. Movilla es más jugador que cualquier de los mediocentros que ha tenido el Atleti desde que él se fue. Incluidos los que están ahora. El Atleti, un equipo que juega como se jugaba hace 20 años, daba pelotazos esperando el rechace, ese gran recurso que ya emplearon Ferrando, Sacchi, Aguirre, Abel, Quique y Manzano por dos veces. Los primeros minutos fueron de desconcierto. A partir de ahí ya se vio que había un equipo bien entrenado que sabe jugar a esto, el Rayo, y una amalgama de grandes jugadores (y medianías) que entrenados en la mediocridad se encomiendan a la suerte y la habilidad del rival. Un rival que llegaba y no remataba o lo hacía mal, el verdadero drama del Rayo y que puede ser su verdadero talón de Aquiles. Por eso cuando pasados los veinte minutos un gran pase entre líneas de Falcao (interesante partido del colombiano) dejaba solo a Gabi para que éste elevase el balón con mucha clase (al Cesar lo que es del Cesar) e hiciese el primero, uno llegaba a la conclusión de que ahí es a veces dónde se ven las diferencias de presupuesto. En la definición.

Pero no se confundan, a partir de ahí el Rayo Vallecano dio una lección de atrevimiento, clase, dignidad y criterio deportivo. De fútbol, vamos. Robó el balón, se adueñó del juego y se puso a tocar la pelota en el campo del Atleti. Los nuestros, a imagen y semejanza de su entrenador, recularon, se olvidaron de eso redondo que el rival usaba con deleite y siguieron dando pelotazos. Algún ingenuo dirá que jugaban al contrataque. Si, seguro que es eso. En el Calderón y a expensas del rival, el modesto y orgulloso Rayo. Pero da igual cuando el orgullo colchonero es algo que hace tiempo se mal vendió en algún spot publicitario de consumo fácil. El Rayo ganaba en todos los frentes menos en uno, el remate a puerta que es dónde aparecía, entonces si, un equipo vulgar.

La segunda parte siguió exactamente por los mismo términos. Con Pizzi en el campo por un Koke al que Manzano ya se ha cargado para lo que resta de temporada pero con las mismas carencias de ambición, de criterio y de juego. El Rayo a lo suyo, a jugar al fútbol. Dominaba, anulaba al Atleti, tenía todo, pero seguía perdiendo. La derrota era digna, pero como en el banquillo no sólo tienen un gran entrenador, Sandoval, sino que además tienen un entrenador valiente, decidieron entonces prescindir de un defensa e irse a por el partido a la desesperada. A diferencia del cínico de Manzano en el Bernabeu, debió pensar que da lo mismo perder por uno que por tres cuando al final pierdes. El Atleti jugando en su área, en su estadio y contra un rival de tres defensas que acaba de subir a primera. Lean dos veces la última frase y piensen sobre ello.

Pero el Rayo no tiene gol. Es así y es un drama que les puede salir caro. Aumentó la presión, siguió sin perder la cara pero un Asenjo a medio gas era suficiente para anularlo todo. Cuando en las postrimerías del partido ese gran jugador llamado Diego se sacó un excelente pase que Falcao remata a puerta anticipándose de cabeza a su defensa todos sabíamos que el partido había concluido. Buen partido el de Falcao. Mejor en el juego que otras veces, bien tácticamente y muy bien (eso lo sabíamos) en el remate de cabeza. Un gran pase de Gabi a Salvio (que había sustituido a un aplaudido, incomprensiblemente, Reyes) puso el tercero y el propio Gabi metía el balón en su propia puerta para sellar el marcador.

El Atleti 2011/12 sigue viajando en la gran mentira diseñada por su entrenador (a petición de los de siempre, los de arriba). Juego lamentable, actitud lamentable, aptitud lamentable, aburrimiento lacerante y lo que es peor...resultados mediocres. Pero aquí no pasa nada y todos sonríen con candor e histrionismo así que seré yo el equivocado. Eso si, yo lo tengo claro. Esto es mentira y este Atlético de Madrid necesita reemplazar todas las mentiras por verdad.

Eggman - Replace all your lies with truth
(First Fruits/1996)