Querido Sancho...
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At. Madrid 0 - Villarreal 1
“La falsedad tiene
alas y vuela, y la verdad la sigue arrastrándose, de modo que cuando las gentes
se dan cuenta del engaño ya es demasiado tarde”
La noche en la que
el Club Atlético de Madrid perdió frente al Villarreal es una de las noches más
tristes que recuerdo en el Vicente Calderón. Será una noche que probablemente
sitúe un hito en el camino de la historia colchonera y que marcará un antes y
un después. Es la noche en la que triunfó el sistema sobre la pureza del ingenuo.
El momento cumbre de un fenómeno mediático que venía gestándose en las mesas de
redacción y los canales de comunicación que manejan los magnates del fútbol. esos que, de forma torticera, viven de esto. La victoria del poder organizado y poderoso
frente al caos desubicado de los que sólo saben defenderse con los sentimientos.
El éxito del dinero fácil. De la intolerancia. De la ruindad. Del pensamiento único. Del rodillo.
De la mediocridad. De ellos.
"Cada uno es
como Dios le hizo, y aún peor muchas veces."
No hubo partido.
No existió. Lo que ocurrió en el césped fue un ejercicio de filibusterismo
producido por el sistema, guionizado por los estómagos agradecidos que viven
del cuento, manipulado por personajes de siniestra catadura moral y repugnante
fondo cívico como el tal Marcelino, pero ejecutado finalmente por un colegido miserable (sí,
miserable) de cuyo nombre no quiero acordarme. No hay más. Me niego a hablar de
árbitros en clave de errores humanos. Me niego a rebajarme al análisis de
jugadas puntuales o apreciaciones separadas del contexto que efectivamente
pueden ser simplemente fruto de la mala suerte. Llevo siete años escribiendo en
este blog y nunca lo he hecho así que no voy a empezar ahora. Hay buenos y
malos arbitrajes. Hay buena y mala suerte. Mejores y peores tardes. Hay
decisiones afortunadas y desafortunadas, pero lo que el representante del
colegio arbitral ejecutó sobre el césped del Manzanares fue otra cosa que se parece mucho más a un depurado ejercicio
de patriotismo. De fidelidad y obediencia debida a un monstruo grasiento y
poderoso que, al fin y al cabo, dirige su destino y lo da de comer. Ni siquiera
se le vio afectado (todo lo contrario) consciente de saber que no estaba solo en la empresa. Docenas
de plumillas y ladradores con salario lo protegían desde las cabinas de prensa
y otros cientos de soldados de mayor rango, la inteligentzia mediática, le protegerían después con explicaciones gráficas y argumentos peregrinos. El contexto es lo suficientemente robusto como para que no existan fisuras. No puede haberlas en las dictaduras. No hubo partido. No existió, así que sería absurdo
hablar de fútbol en ese contexto. Que lo hagan los que comen de la mentira o
los que defienden su chiringuito de fama. Yo no. El partido estaba ganado por Marcelino
24 horas antes en una vomitiva rueda de prensa, auspiciada, protegida y alentada por
las fuerzas vivas de “la mejor liga del mundo”. El partido estaba ganado (o
perdido) antes de jugar.
"El hacer
bien a villanos es echar agua en la mar."
La cacareada
expulsión del Frente Atlético ha provocado, de forma incomprensible, el cisma
entre la afición. Ingenuamente pensé que el momento serviría exactamente para todo lo contrario pero nada más lejos de la realidad. Personalmente entendía dicha expulsión como una oportunidad estupenda para reivindicar a
esa inmensa mayoría de habitantes del Fondo Sur que nada tiene que ver con la
violencia o sus derivados. Ese grupo de gente, aficionados normales como yo,
que suponen una de las vísceras más importantes del estadio. Era el momento de
dar un paso al frente, de depurar minorías corrosivas que quitan más que dan y de
demostrar al mundo lo que de verdad es el aficionado al Atlético de Madrid. No
ocurrió nada de eso. Los miles de aficionados que entraron en ese Fondo Sur por alguna razón entendieron que la decisión del Club era una especie afrenta personal y decidieron situarse al margen
del equipo y del resto del estadio. En silencio. Intentando demostrar no sé
exactamente qué, pero seguramente consiguiéndolo. El ambiente era raro. Muy
raro. El resto de aficionados del estadio intentaban de algún modo tapar el
atronador silencio que planeaba sobre el terreno de juego pero la falta de
organización, la incomodidad del momento y la falta de costumbre hacía que el
resultado no fuese satisfactorio. En el fondo sur no se decía nada más allá de
tímidos aplausos que sarcásticamente aplaudían los errores arbitrales y algún
que otro reclamo de derechos de autor sobre las canciones que normalmente
suenan en el coliseo rojiblanco. Todo muy surrealista. Todo muy triste. Lejos
de lo que ocurría en el terreno de juego, Fondo Sur y Resto del Estadio se
dedicaban a echarse en cara no sé exactamente qué, tampoco. Mientras que los
verdaderos violentos estaban seguramente en algún lugar a muchos metros de distancia
del Vicente Calderón la grada del estadio se desangraba quedándose sin corazón.
“Amor y deseo son
dos cosas diferentes; que no todo lo que se ama se desea, ni todo lo que se
desea se ama.”
Abandoné el estadio con la sensación de que
nos habían derrotado. No el Villarreal (eso son sólo tres puntos), sino el
sistema. Ese poder en la sombra al que pone cara el poder mediático. La brutal campaña
de acoso y derribo que ha sufrido el equipo ha sido tan exagerada como nauseabunda, pero esos constantes intentos denodados (y violentos) por desestabilizar al Atleti y
su entorno por fin han acabado dando sus frutos. Un trabajo pulcro y concienzudo
que además ha necesitado la colaboración formal de todos y cada uno de los medios
de comunicación que, como una engrasada máquina de matar, han actuado al
unísono a la hora de marcar la tendencia entre los seres vivos. Ser aficionado
colchonero se había convertido no ya en una cuestión de consumir o no consumir
sino de tener directamente tener que abandonar el país o doblar el espinazo
ante la fe única. Bien, lo han conseguido. Es la sensación con la que me quedo.
El caballo de Troya está dentro. El enemigo ha invadido la intimidad clandestina
que nos protegía y se está recreando en la ejecución de una violación no consentida.
“Yo soy de parecer que el pobre debe
contentarse con lo que hallare, y no pedir cotufas en el golfo.”
Malos tiempos para la lírica, que diría
aquel. Los augurios no son nada halagüeños para el aficionado a las rayas
rojiblancas que si antes, cabalgando la elite deportiva, tenía que sobrevivir entre
las toneladas de estiércol que a diario arrojaban sobre él, ahora tendremos que
pelearnos entre nosotros, como doncellas desnudas en una charca de barro, para regocijo
de los mismos generadores de detritus. Perdidos, enfadados, desorientados y
tratando de buscar el equilibrio en un escenario terriblemente hostil y diseñado por gentes de mucho poder,
mucho dinero y muchos más recursos. Mientras tanto la cabeza dirigente, los prescritos Gil y Cerezo, por supuesto ni están ni se les espera. Personalmente creo
que los aficionados al Atleti (y el Atleti en sí mismo) sólo tiene una vía de
salvación que pasa por estar juntos. Siempre ha sido el único resorte que los
enemigos no han podido alcanzar y por el que perdían el sueño. El elixir que
nos hacía poderosos. A pesar de todos los pesares siempre estábamos ahí, como
una roca. Frente a la incomprensión de los espectadores ajenos y la rabia
contenida del que cabalga a lomos del caballo ganador. ¿Cómo podéis ser del
Atleti?, nos decían. Pero han logrado alcanzar ese resorte también y lo están
destrozando a dentelladas. Está en nuestra mano que lo consigan o no. O puede que ya ni siquiera.
"No andes, Sancho, desceñido y flojo,
que el vestido descompuesto da indicios de ánimo desmalazado."