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¡Un abrazo!

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Fútbol y música (segunda vuelta)

Como lo prometido es deuda, ahí va la lista de reproducción de la segunda vuelta de la liga….










Lista de reproducción segunda vuelta Temporada 2011-2012

Uncle Tupelo – No depression (Real Sociedad)
Sondre Lerche – Go right ahead (Osasuna)
Blur – Modern life is rubbish (Valencia)
Sondre Lerche – Two way monologue (Racing Santander)
Josh Rouse – Givin’ it up (Sporting Gijon)
The Pippettes – Dirty Mind (FC Barcelona)
Gruff Rhys – Sensations in the dark (Sevilla)
Kaiser Chiefs – Good days, bad days (Granada)
Kevin Shields – Goodbye (Mallorca)
Arcade Fire – Keep the car running (Athletic de Bilbao)
The Smiths – Back to the old house (Real Zaragoza)
Golden Smog – You make it easy (Getafe)
David Bowie – An occasional Dream (Levante)
Seth Swirsky – Fading again (Real Madrid)
Fountains of Wayne – I hate to see you like this (Rayo Vallecano)
The Pogues – Turkish song of the damned (RCD ESpañol)
Pernice Brothers – Goodbye Killer (Real Betis)
Teenage Fanclub – The back of my mind (Málaga)
Ed Harcourt – Last Cigarrette (Villarreal)

Enjoy it!

La semana que viene hablamos de jugadores, profesionales y de fútbol.

Fútbol y música (primera vuelta)

Como bien sabrás, si tienes la buena costumbre de pasarte por aquí de vez en cuando, esta temporada me propuse el objetivo de que todas y cada una de las crónicas de los partidos del Atleti estuviesen inspiradas en una canción. Con mayor o menor acierto, con mayor o menor inspiración, la realidad es que salvo contadas excepciones ha sido así.

La selección de la canción, lógicamente, no venía impulsada por aquella que estuviese en ese momento en mí cabeza ni por la que más me gustase en un instante dado sino que buscando entre mi discografía trataba de encontrar aquella que mejor se adaptase a lo que quería contar. Esa era la intención al menos.

El otro día hice el ejercicio de recopilar todas las canciones en un listado y con todas ellas (con todas las que encontré y que lamentablemente no son todas) armé una lista de reproducción en Spotify. Viéndolo así, en conjunto y con una perspectiva bien distinta a la de la rabiosa actualidad, lo cierto es que ha quedado una colección bastante interesante.

Si te interesa escucharla y tienes Spotify aquí te dejo el link de la primera vuelta de la liga (en posteriores entradas meteré la segunda vuelta y los partidos de Copa y Europa League).

Enjoy it!



The Wonder Stuff - It's yer money I'm after baby (Real Sociedad)
Sam Cooke - Somebody's gonna miss you (Osasuna)
------- (Valencia)
The Rascals – Groovin’ (Racing de Santander)
The Posies – Dream all day (Sporting de Gijón)
Wilco – I can’t stand it (Barcelona)
Death Cab For Cutie – The new year (Sevilla)
Ron Sexsmith – I know it well (Granada)
Teenage fanclub – I don’t care (Mallorca)
------ (Ath. Bilbao)
The Rolling Stones – Sad Day (Real Zaragoza)
Clem Snide – Collapse (Getafe)
Elliot Smith – Going nowhere (Levante)
Ben Folds Five – Philosophy (Real Madrid)
Eggman – Replace all your lies with truth (Rayo Vallecano)
Mudhoney – Touch me I’m sick (RCD Español)
The Housemartins – Built (Real Betis)
------- (Málaga)
The Pooh Sticks – The world is turning on (Villarreal)


Último cigarrillo

Una frase típica de entrenadores malos y perdedores es esa que dice que no hay que juzgar la labor de un proyecto hasta que se llega al final. Jamás he estado de acuerdo con ello y no voy a empezar ahora. Me parece una solemne estupidez que puede tener sentido en ciertos casos pero no siempre. Si un estudiante no da ni chapa durante todo el años es absurdo esperar al cero de septiembre para decir que es un vago. De hecho es mejor asumirlo cuanto antes para intentar cambiarlo. Me niego a pensar que el proyecto deportivo del Atlético de Madrid 2011-2012 sería uno u otro dependiendo de si el Sporting de Gijón mete o no mete un gol hace un rato. Si lo piensan es absurdo. 

Ya tendremos tiempo de juzgar con argumentos la temporada del Atleti pero les adelanto que para mí no merece otro calificativo que lamentable. Y si, ni Europa League ni otras historias pueden hacerme olvidar que hemos quedado quintos en una temporada en la que el tercer puesto (no digo ya el cuarto) ha estado más barato que nunca. El diseño del proyecto fue horroroso (suponiendo que hubiese diseño que yo pienso que fue todo pura improvisación), la elección de Manzano un error catastrófico que además se veía venir porque llovía sobre mojado, la confección de la plantilla un ejercicio de ingeniería de la comisión que dio como resultado un equipo con calidad en algunos sitios pero treméndamente desequilibrado en otros y sólo la contratación in extremis del Cholo Simeone consiguió poner un tapón que cerrase el desagüe por el que se marchaba todo. 

Pero aquí estamos. Finalizada la liga y en esa quinta posición que no vale para nada. Tras un partido en el madrigal de Villarreal que sirve para poner a los castellonenses en segunda lo que me produce una tristeza tremenda ya que tengo el mejor de los conceptos por la propuesta deportiva de este modesto equipo. Una pena que espero que resuelva en tan sólo un año. ¡Ánimo! 

El partido fue un nuevo ejercicio de solidez y profesionalidad del equipo de Simeone. El Cholo salió con todo lo que tenía y en seguida se puso a dominar el partido sin que en ningún momento pareciese que la plantilla estuviese cansada por las celebraciones. Enfrente un Villarreal muy nervioso, más pendiente de no encajar goles que de tratar de desplegar su fútbol. El dominio Atlético no se tradujo en goles y poco a poco se fue diluyendo frente al empuje levantino que consiguió meterse en el partido. Aun así el verdadero triunfador de la primera parte fue el aburrimiento que se apoderó de todo y de todos. Dos equipos contenidos y colocados que dejaban pasar los minutos. 

Al descanso el resto de partidos estaban con el mismo marcador de cero-cero. La sensación era que empezaría a tomar color cuando alguien rompiese el equilibrio y ocurrió al poco de comenzar la segunda parte cuando el Zaragoza marcó en Getafe y el Málaga en su estadio. Por pura lógica esto debería haber espoleado al Villarreal y atenuado al Atleti pero ocurrió exactamente todo lo contrario. El Atleti se hizo definitivamente con el partido mientras los amarillos se perdían en su propio nerviosismo. Las ocasiones llegaban por parte madrileña cada vez con más peligro hasta llegar a la cima que supuso un remate de Filipe Luis al larguero. La grada se mordía las uñas y los aficionados al fútbol nos preparábamos para un final de liga apasionante. 

Entonces apareció el cabezazo espectacular de Falcao tras un córner que ponía el 0-1 y el estadio se quedó helado. Seguían estando en primera pero a expensas de lo que ocurriese en vallecas dónde Rayo y Granada empataban a cero. Con el tiempo casi concluido Tamudo marca en vallecas lo que dejaba en segunda al submarino amarillo que es lo que finalmente ocurrió. Un gol del Sporting en ese momento hubiese puesto al Atleti en Champions pero puede que no hubiese sido justo. De todas formas, ¿desde cuando el fútbol es justo? 

Fin de fiesta. Esta todo dicho. El fin de esta historia es simplemente el principio de la siguiente que vendrá enseguida y que hará olvidarnos de todo. O no. ¿Quién sabe? Fútbol es fútbol, que diría el maestro. 38 jornadas. 38 canciones. Es la hora del último cigarrillo... 

Ed Harcourt - Last Cigarette


La parte de atrás de la mente

La cantidad de variables que tienen un papel estelar en un partido de fútbol es inmensa. Hay muchos aficionados al fútbol que anestesiados por el perfume de los goles y el espectáculo reducen todo a una sencilla cuestión de echarle o no pundonor (por no decir huevos) pero es una manera demasiado simple de analizarlo. Si se quiere analizar, claro, que como espectador puede ser recomendable pero no necesario. Los directivos, directores deportivos y sobre todo entrenadores si que no pueden escapar a esta realidad y con mejor o peor criterio tratan de encontrar el modelo de naturaleza matemática que reproduzca la realidad. Muchos, los malos, lo que intentan es entrar en la ecuación para reducir el número de variables que entran en juego y basar la fórmula a una cuestión de constantes. Los muy malos además, como si de un gobierno reformista se tratase, empiezan por anular las variables más importantes que además son las más fáciles de recortar como por ejemplo el balón. En el Atleti sabemos mucho de esto último y me temo que lo vamos a seguir sabiendo en años venideros. No es algo que me emocione pero ayer se demostró que ahora mismo, en este equipo, jugar al fútbol no es la variable más importante. 

 Porque por encima de todo esta el tema de la cabeza. De la mente. Alguien dijo una vez que el fútbol era un estado de ánimo como si algo en lo que estén involucrados los humanos no fuese siempre un estado de ánimo. Claro que lo es. Por eso son tan importantes las sensaciones, las señales, los mensajes, los objetivos,... Por eso es tan importante sentirse ganador o perdedor. Valiente o cobarde. Querer ser superior o tratar de que no te hagan demasiado daño. El Atleti ha ganado al Malaga por sensaciones. Por mentalidad, por carácter y por actitud. Lo malo es que todo eso apareció tarde y después de haber estado enseñando todo lo contrario durante 45 minutos. El equipo demuestra así que la mentalidad está, pero que la tiene en la parte de atrás. En un sitio secundario. En un lugar poco importante al que por lo visto sólo se recurre cuando no queda más remedio. Así nos va. 

La primera parte fue un auténtico baño del Málaga. Ese equipo construido a base de chequera pero con mucho gusto. Gusto por el balón y gusto por el fútbol. El que tiene ese señor de los banquillos al que los talibanes del macarrismo deportivo despreciaron con muy poca clase. Pellegrini. El chileno es de esos entrenadores en extinción que se atreve a poner un jugador fino y pequeñito como Cazorla de medio centro. Algo que en el Atlético de Madrid no hemos visto desde hace dos décadas. Sobre el campo se veía un equipo de Champions que quería ganar el partido en un campo complicado y que lo quería hacer siendo protagonista. Algo que reclamo para el Atleti desde que me bauticé como Ennio Sotanaz y ahí sigo. Y seguiré. A base de fútbol, precisión, velocidad y criterio el partido transcurrió en campo de unos colchoneros que se dedicaban a correr detrás de la pelota e intentar abollarla cada vez que tenían ocasión. Tarde. Lentos. Sin chispa. Sin gracia. Los andaluces pudieron ponerse por encima en cualquier momento pero lo hicieron de la mejor forma posible con un golazo soberbio de Eliseu que empalma un balón desde otro distrito para incrustarlo en la escuadra. Como corresponde a los equipos grandes el Málaga siguió dominando el partido exactamente igual hasta el descanso. El Atleti, como corresponde, siguió también arrastrándose por el campo. 

Pero algo tienen que tener las charlas de Simeone porque no es la primera vez que el equipo que sale en la segunda parte, siendo los mismos jugadores, es otro. El carácter del Cholo no lo puede discutir nadie. En el campo era un líder y era un ganador. Caliente y poco pausado pero un ganador. Por eso no me gusta la parte reflexiva esa que la ha salido de entrenador. Esa que le hace ser reservón y precavido. El cambio de actitud del equipo es mérito de Simeone, no me cabe duda. Pero, ¿es mérito suyo también la forma con la que salió el equipo de inicio? Esa es la duda que me hace ser o no ser optimista para el año que viene. 

En cualquier caso la segunda parte fue otra cosa. Especialmente cuando apareció Koke en el mediocentro en detrimento de un Mario Suárez cada vez más espeso, más perdido, más centrado en ser esa especie de tercer central estático, lento e intrascendente. Sin desarrollar un fútbol espectacular el Atleti si fue capaz de quitarle la pelota al Málaga y a veces con eso basta para desarmar al contrario. Sin el fundamento de este juego, el balón, el Málaga tenía que defenderse y correr mientras que el Atleti se enfurecía por momentos. A la salida de un córner el balón llega rechazado a la frontal y Koke, haciendo justicia, empala el balón para empatar. Los madrileños se subían así a su euforia y los malacitanos, sin recular, a sus miedos. El partido se puso bonito con llegadas por los dos lados pero fue un despeje de Courtois el que deshizo la igualada. El balón es peinado por Falcao que deja sólo a Adrián para que en otra de sus jugadas de fantasía coloque el definitivo 2-1 en el marcador. Definitivo porque lo quiso el señor juez de línea que anuló un gol al Málaga por fuera de juego que en vivo me pareció justito y en la tele se ve que no era. Las cosas como son. 

¿Y ahora qué? pues en la liga está claro: a morir el domingo en villarreal y esperar que el sporting de la campana en Málaga. Entre medias Bucarest, lo sé, pero esa es otra historia que merece otro espacio. 

Mención especial quería hacer a Antonio López y Perea, nuestros dos capitanes que se van, desgraciadamente por la puerta de atrás. Como siempre pasa con ese avinagrado de MA Gil. El de Benidorm es un jugador de la casa, de la cantera. Salvo una cesión en Pamplona ha desarrollado aquí sus mejores y sus peores momentos. Probablemente esos problemas emocionales en el último tramo de su carrera pararon su progresión en seco. No lo sé pero en cualquier caso siempre ha sido y es Atleti. Igual que lo es Perea. Un profesional como la copa de un pino. Un tipo que ha dado todo lo que tenía por este equipo y que lo único que ha hecho, dentro y fuera del terreno, es demostrar amor y sobre todo respeto por el Atlético de Madrid. Cosa que no hicieron otras estrellitas confundidas. En momentos en los que esa grada de nuevos y confundidos colchoneros se dedicaba a pitarlo o mofarse de él, el colombiano jamás torció el gesto, siguió sudando y soltando palabras bonitas para su club. Para el mío. Gracias Perea. Gracias Antonio López. 

Teenage Fanclub - The back of my mind


Lo que yo quiero es tu dinero, chaval


No quiero hablar de fútbol. No quiero hablar de jugadores ni de tácticas ni de pases ni de remates a puerta. Es absurdo. Anécdotas que se pierden en el aire y en el tiempo como algodón de azúcar caducado. Me encantaría hablar de todo eso tranquilamente y mucho más si además pudiera hacerlo de mi equipo, del Atlético de Madrid, pero es imposible. No está. No se le espera. Ni siquiera estoy seguro de que siga existiendo como algo tangible. No quiero hablar de mala suerte, ni de contratiempo fortuito, ni de cansancio, ni de calendarios, ni de Bucarest. No quiero hacerlo porque me rezuma la furia por los poros y me hace heridas en la ilusión. Esa ilusión a prueba de bomba que este puñado de mediocres mercenarios, a un lado y al otro de la mesa de despacho, está puliendo hasta dejar reducida a cenizas.

Que el Atlético de Madrid es un tren a la deriva lo sabemos muchos (es evidente que no todos). Hace muchos años un señor de Burgo de Osma decidió utilizar la gloriosa historia del Atlético de Madrid en beneficio propio. Con carácter político y con carácter económico. Sacó de su pantalón esa billetera con olor a azufre y a base de billetes caducados compró chistes, fuegos artificiales, amigos mediáticos, jugadores, borreguillos y engañó a propios y extraños el tiempo suficiente como para que en un abrir y cerrar de ojos los otrora clubes deportivos pasasen a ser empresas privadas sin que nadie se diese cuenta. Hace casi 20 años el mismo señor decidió poner sus miras en otro sitio dejando este trofeo de caza al hijo que se quedaba rezagado. Ese benjamín de la camada que incapaz de hacer otra cosa en la vida tiene que vivir de estirar mal que bien el legado paterno. El muchacho le ponía empeño pero haciendo honor a su sobrenombre, Calamidad, aplicaba la receta del turrón para hacer unas lentejas. Hasta que se dio cuenta de que para lo que mejor estaba dotado, debía ser genética, era para navegar en la tangente de la legalidad y así, ya que eso del fútbol era algo aburrido y eso del Atleti una ñoñería típica de flojos, tratar de vender a trocitos aquel incómodo legado que había recibido. ¿Cómo? Pues especulando todo lo posible con las partes y alquilando los locales, los jugadores, la estructura, la historia, la esencia, la imagen y el espíritu del club para despedidas de soltero, bailes con putas, zarzuelas, espectáculos del Bombero Torero y cualquier otro tipo de varieté que dejase dividendos. De cualquier tipo.

Y en esas estamos 20 años después. Con un patrimonio menguante y erosionado, con un espíritu rojiblanco que parece un solar infestado de cardos, con un orgullo plastificado que se vende en bonitos llaveros con 50 centimos de euro, con una historia filtrada y retocada que se explica en sencillos spots de 20 segundos, vendiendo al mundo la bonita sonrisa del perdedor, entregados con candor y como fieles redentores al circo periodístico mediático que nos aplasta y nos humilla, aplaudiendo a rabiar un maravilloso empate, soñando con hacer buenos papeles y justificando con argumentos peregrinos que la hostia que nos acaban de dar no sólo no nos ha dolido sino que ni siquiera ha sido hostia.

Y si, sé de dónde vienen todos lo males pero yo voy al campo y veo los partidos y me cabreo y sé quienes son los once que el sábado tiraron el partido y los once, si once, que lo han tirado hoy. Y sé que ninguno de ellos es MA Gil. Tampoco veo a ninguno de los once demasiado afectado. Y veo como cada vez que metemos un gol nos echamos para atrás y que lo hacemos siempre y que llevamos diez años dando patadones desde la defensa. Y veo como presumimos de afición ejemplar pero escalamos a la nube o nos encerramos bajo la alfombra en función de si una pelotita entra o no entra en el último minuto. Que no nos preguntamos nada. Que esperamos a que nos pasen la letra para cantar la canción. Pitamos a jugadores como Arda y asentimos como borregos todas las estupideces que aparecen en unos medios de comunicación galácticos a los que en su mayoría el éxito del Atleti les emociona tanto como a mí la siguiente edición de Gran Hermano. Eso en el caso de que vean los partidos y no construyan sus teorías, de manoletes y antoñitos, directamente en función de los objetivos resúmenes de televisión.

Si ya sé que esto no es una crónica futbolística pero es que primero estoy harto de perder mi tiempo con algo que no lo merece y segundo no he visto un partido de fútbol. Lo que he visto hoy en el Calderón, jugándonos mantener la dignidad en una liga atroz y agarrándonos a la última e inmerecida oportunidad que el destino nos prestaba, es el enésimo ejercicio de especulación barata. Dirigido por especuladores y practicado por especuladores. Es absurdo utilizar teorías para explicar lo que ocurre si tiras un dado y eso es lo que el Atlético de Madrid lleva haciendo desde hace décadas. Jugar con todos los elementos alrededor menos con el más esencial: el fútbol. Años y años de desconstrucción, de laminar los cimientos de una institución centenaria, de jugar peligrosamente con los símbolos, de reír las gracias al indolente, de gritar pelillos a la mar, de pensar en el mañana sin reflexionar sobre el ayer, de conformarnos con las migas, así es como se ha construido una institución frágil y enfermiza. Tan débil y vulnerable que sólo funciona con el viento a favor. En el preciso momento en el que la brisa se tuerce el sujeto coge frío y enferma. Enferma incluso antes de ponerse enfermo. Tanto tiempo tapándose la cara para no recibir la bofetada nos ha hecho dejar de ver que se iba por el camino equivocado pero además no nos ha servido para amortiguar la patada en la cabeza.

Vulgaridad, mediocridad,... esas son ahora nuestras señas de identidad. 20 años sin alcancar el puesto en el torneo de la regularidad que la institución reclama por números. Si, los números. Los del sueldo de la plantilla, los de número de aficionados, de ingresos por televisión,...¿plantilla? ¿Cansancio? ¿Suerte? Paparruchas. Las mismas paparruchas de siempre que aparecen todos los años pero cada vez con un nuevo disfraz.

Perdonen por este arrebato de cólera pero al fin y al cabo no me va a escuchar nadie. A lo mejor los que se sientan cerca de mí y asienten con la cabeza pero entre todos no juntamos ni siquiera una mínima fuerza de oposición. Para eso necesitamos “notables” pero esos están ocupados. Necesitamos periodistas pero esos están demasiado preocupados por no tocar el suculento equilibrio que hoy dirige en mercado del fútbol.

Directivos, jugadores, notables, periodistas mediáticos,... a todos les veo mirándome a la cara y cantándome con la sonrisa enfurecida esa canción tan pegadiza de los Wonder Stuff: “Lo que yo quiero es tu dinero, chaval”...

The Wonder Stuff - It's yer Money I'm after baby


Adiós asesino


Real Betis 2 - At. Madrid 2

Hace un montón de años, no recuerdo ni en qué año ni si era una Eurocopa o una Copa del Mundo, estaba viendo en la televisión un partido internacional con un montón de personas. Eran semifinales y Alemania se jugaba la final frente a otro equipo que tampoco recuerdo. Lo que si recuerdo de aquel día, aparte de que los germanos ganaron, es la salida de los jugadores del campo. Acababan de ganarse la clasificación para la final y aquellos jugadores de tez curtida apenas lo celebraban. Se bajaron las medias hasta los tobillos, se saludaron con frialdad y se fueron al vestuario. Alguien que estaba por allí destacó aquello en lo que yo también había reparado diciendo: “Sólo les preocupa ganar el torneo y por eso no lo celebran. Eso es mentalidad ganadora”.

Entonces no lo entendí bien pero con el tiempo aprendí no sólo lo que aquella persona quería decir sino que además tenía razón. Hay equipos que independientemente de los jugadores que saquen, si son buenos o malos, salen siempre con el convencimiento de que son superiores y de que tienen que ganar de la misma forma que hay equipos a lo que les ocurre todo lo contrario. El Atlético de Madrid de los últimos 20 años ha sufrido en este sentido un evidente proceso de regresión que lo hace un equipo asustadizo, frágil desde el punto de vista psicológico y al que siempre asalta la duda de si deberían mirar arriba o abajo. Ese es el sutil éxito de una directiva, la de MA Gil, que independientemente de sus hazañas financieras y tejemanejes políticos es una pésima directiva de fútbol. Incapaz de entender el equipo que dirige, alérgico al fútbol en su esencia, ajeno a la historia y empeñado en transformar la realidad social del equipo que heredó en una suerte de compradores de palomitas saladas. La dirección de MA Gil ha creado un equipo desquiciado. Aturdido. Perdido en su esencia. Un equipo al que obligan a pensar en pequeño manejando presupuesto de grande.

Para mí esa es la explicación de lo que ha pasado hoy. Un partido que comenzó de forma soberbia, con un Atlético de Madrid bien plantado, sólido y mandón que se imponía desde el principio a un Betis que no sentía por ningún sitio la necesidad del resultado. Los madrileños adelantando la defensa, presionando con diligencia y jugando en campo contrario. Los sevillanos tratando de usar con mimo el balón pero sin la velocidad ni verticalidad necesaria. El Atleti era dueño del partido y Salvio su principal puntal entrando como quería por la banda derecha. Falcao tuvo un par de ocasiones nada fáciles y Adrián se perdía siempre en el último regate o en tiros mal seleccionados como ese a puerta vacía que saca el meta rival con el pie. Los colchoneros merecían ir ganando ya al descanso pero la falta de pegada hacía que no fuese así.

Pero la segunda parte comenzó de la misma manera y hasta con un punto mayor de profundidad que hizo desaparecer a los béticos del campo. Simeone retiraba del campo a Diego, algo tocado desde el jueves, dejando sitio a Koke y el canterano aprovechaba para abrir el marcador. Pase de Tiago, soberbia dejada de Falcao con la cabeza y Koke que empala para hacer el primero. En otras ocasiones esto tan simple, ir por delante en el marcador, era motivo para arrancar la arquetípica especulación que tanto disgustos nos ha dado pero hoy no. El equipo siguió inicialmente manteniendo los mismos ejes que le habían traído hasta ese lugar  y de esa manera empezaron a llegar jugadas clarísimas. El Atleti podría haber parecido entonces ese equipo letal y asesino que debería ser pero no era así. No había instinto. No había sensación. Adiós asesino. Las ocasiones llegaban, si, pero los delanteros atléticos se dedicaban a fallarlas con tranquilidad e insultante desparpajo. Daba la sensación de que el Atleti se sentía sobrado, relajado, falto de tensión. Entonces el Betis aprovechó para romper el partido. Ofreció un partido desquiciado de ida y vuelta y los cochoneros entraron al trapo. Inocentes. El equipo se rompió los espacios se abrieron...y el Betis empató. Faltaban diez minutos. Parecía increíble que un partido cuyo resultado más justo hubiese sido un 0-4 estuviese empatado. Pero más increíble fue cuando un par de minutos después los andaluces aprovechaban la pájara madrileña y la empanada de Courtois para ponerse por delante. La falta de ambición, la falta de oficio, la incapacidad manifiesta para cerrar un partido que estaba ganado hacía que se perdieran los tres puntos. O no, porque en esos escasos minutos de descuento si se pudo ver algo de orgullo, coraje, compromiso o como se le quiera llamar. El Atleti se fue a la desesperada arriba y en el último córner del partido, con el portero en la línea de remate, Falcao hacía el gol del definitivo empate que no aliviaba más que la honra.

El mito de jugar la Champions no está matemáticamente imposible pero si muy complicado. Un mito que en ningún momento ha merecido el equipo y que sería un éxito tan suculento como injusto. El Atleti que vimos hasta el gol era un buen modelo en el que creer. Un buen cimiento sobre el que construir. Para ello hace falta que lo que ocurrió después, esa galopante falta de instinto asesino, se destierre de jugadores y aficionados durante el próximo verano. El Atleti debe ser un equipo que mira siempre hacía la cima, por muy lejos que esa cima esté. Un equipo que cuando gana fuera de casa se saluda, se baja las medias y se va al vestuario sabiendo que no ha hecho más que lo que tenía que hacer. Un equipo que entiendo que entrar en puestos de Champions es lo menos que puede ofrecer a su público. Un equipo digno de llamarse Atlético de Madrid. 

The Pernice Brothers - Goodbye, Killer


Canción turca de los malditos

At. Madrid 3 - RCD Español 1

El fútbol es un deporte de equipo por mucho que exista gente que no lo quiera ver. Personalmente no conecto con esa corriente circo-mediática que pretende hacernos creer que los equipos son básicamente su mega estrella, al estilo de lo que ocurre en la NBA, y poco más. Decir que el Barça de la última década es Messi es una estupidez. Una estupidez supina. El Barça es un señor equipo...que tiene una súper estrella. En el Atlético de Madrid capado de la era Gil las cosas siempre se piensan al revés y en este tema no iban a ser menos. El Atleti lleva lustros siendo todo lo contrario: estrellas sin equipo y eso explica un montón de cosas. Creo que en el exigente fútbol actual hay cosas de las que no se puede prescindir y ser un equipo es una de ellas. Plantillas muy flojas han conseguido alcanzar metas impropias de sus objetivos precisamente por ser equipos. Empastados, pegajosos, engranados, con las ideas claras. Equipos. Por eso hemos llegado a la situación en el que las grandes escuadras europeas tienen también que ser grandes equipos y lo son. El Madrid o el Barça resultan ser tan equipos como el Levante o el Osasuna con la diferencia de que igualado ese punto...aparece Messi. O Ronaldo o Xavi o Iniesta o Benzemá... o Arda Turan. Pero después, no antes.

La tarde era fantástica. Adoro el fútbol los domingos por la tarde con la luz del día. El estadio presentaba un aspecto magnífico, repleto como estaba de familias y niños, esos grandes perjudicados por la extrema codicia del tal Roures y del resto de Roures de este mundo. La grada tenía ganas de regurgitar las inolvidables sensaciones del jueves y eso es algo que se vio desde el principio. Bien plantados ambos equipos era sin embargo el Atleti el que dominaba adelantando la defensa, presionando muy arriba y tratando de que el balón estuviese siempre cerca de Diego o Arda o Salvio, éste último para regatearse a si mismo y perderla, como acostumbra. El primer gol llegó rápido, la los diez minutos, en saque de esquina lanzado por Diego y cabeceado por Godin en lo que ya empieza a ser marca de la casa.

Todo pintaba excelente y no había motivo para preocuparse por un partido que parecía encarrilado pero esos son precisamente los momentos en los que el Atleti decide dar el dichoso pasito atrás. Retrasó la línea defensiva y decidió no volver a jugar un balón en condiciones. A partir de entonces y hasta el final de la primera parte el patadón a las nubes fue el único recurso “futbolístico” de los rojiblancos. Algo que el bueno de Simeone tendría que hacerse ver, aunque para ser justos hay que reconocer que a ello ayudó también bastante las hechuras de un RCD Español que tiene una pinta excelente. Agil y ordenado en la presión, presenta sin embargo una actitud por el fútbol y el trato de balón que me resulta envidiable. Especialmente mirando la plantilla y viendo lo fácil que lo tendrían los entrenadores farfulleros (los que le gustan a MA Gil) para justificar lo ramplón. Lejos de ello los barceloneses se fueron arriba, se quedaron con el balón, impidieron el juego del rival y ser hicieron con el partido. Y empataron, claro, de forma totalmente justa. Un balón que recibe Sergio García en el área (con excesiva facilidad por la parsimonia de la defensa), recorta y pasa a Dirac para que haga la igualada.

La segunda parte comenzó muy parecida aunque afortunadamente para nosotros y para los tobillos de los rivales se había quedado en la caseta un Gabi algo desquiciado hoy, que se estaba ganando la expulsión con cada acción. En su lugar apareció un Mario Suárez que hoy si completo una actuación bastante interesante. El estado de letargo heredado del primer tiempo se olvidó a los diez minutos que fue lo que tardó el Atleti en volver a recuperar el balón, usarlo, imprimir velocidad y jugar con los de arriba. Y entonces si, apareció Arda Turan.

El turco, lo he dicho ya varias veces, es un jugador excelente. Imprevisible, eléctrico. De esos que cuando están inspirados son imparables. De esos que cuando los equipos, insisto, los equipos, están igualados aparecen para marcar la diferencia. De esos que ganan partidos. Cuando Salvio abría el espacio a Juanfran y este colgaba un balón al segundo palo se empezaba a fraguar la canción. La canción turca de los malditos. Esa colección de jugadores excelentes incomprendidos en ese sector ruprestre de la grada que sólo es capaz de ver jugadores corriendo y sudando. Esa lista de jugadores que han vestido esta casaca y que injustamente han sido pitados por dar la sensación de que no le ponen los huevos que hay que poner. Quique Setién, Valerón,... como a ellos, diez minutos antes de que ese balón colgado llegase a la bota de Arda un par señores que se sientan detrás de mí (y algunos otros) estaban poniendo a parir al jugador turco. Pero la canción de hoy les ha hecho callarse a todos. En un escorzo de media chilena Arda ha hecho un gol precioso que era un homenaje al fútbol, a él y a los malditos.

Subidos en la euforia desatada por el gol de Arda el Atleti salió enfurecido a cerrar el partido y lo cerró. La comunión entre grada y equipo era total y cuando además el Atleti juega verdaderamente da la sensación de ser imparable. Pelotazo a la espalda de la defensa adelantada de los periquitos que recoge de nuevo el turco para irse a la portería, recortar, rematar y con algo de suerte hacer el tercero. Y se acabó el partido, pero lo hizo para variar como deberían hacerse esas cosas. Controlando el juego, teniendo el balón y no dejando jugar al contrario. De esta forma el partido muere en campo contrario en lugar de tener que estar achicando agua e tu propia área en los minutos de descuento. Aparta de esas significativas ventajas también ha servido para ver un revisión de Salvio que desconocíamos, una versión útil, o para ver los mejores momentos de Mario Suárez en lo que va de temporada. 

Al acabar el partido el fondo sur reclamaba testosterona para el crucial partido del jueves y todos lo visualizamos. Llegamos bien. En condiciones. Con la moral y los jugadores. Allí nos vemos. Por favor, seamos entonces el Atlético de Madrid.

The Pogues - Turkish song of the Damned

Odio verte así

Rayo Vallecano 0 - At. Madrid 1

Durante años, décadas, el Atlético de Madrid ha vivido, de forma voluntaria e injustificada, colgado del síndrome de la situación límite. Ya saben, ese lugar en el que apelando a la desesperada, a la épica, al resultado como una opción de vida, todo vale. Incluso las propuestas más chabacanas y cobardes. Incluso cuando después nunca se consiguen resultados. Muchos equipos modestos, de bajo presupuesto, acuciados por la escasez de puntos o las deudas se ven obligados a ello. Plantillas limitadas en calidad y construidas con cuatro duros que apelan al trabajo, al esfuerzo, al rigor táctico, a la testosterona… Equipos que deciden construir una muralla defensiva y esperar a la divina providencia para pillar un “contrataque”. Equipos que saben que en un cuerpo a cuerpo pierden porque el delantero rival vale más que todo su propio club. Puede resultar lógico que en esas circunstancias, aunque resulte que encima muchos de esos equipos luego apuestan por el fútbol como opción viable y les sale bien. Hasta es creíble la idea de que no tienen otra alternativa, pero me entra la risa cuando lo veo aplicado a un equipo como el Atlético de Madrid, con un estadio de más de 50000 espectadores, ligas, copas, trofeos internacionales y que regularmente salta al campo con carísimos mundialistas e internacionales. Este mundo sin embargo, el del pobrecito desgraciado que no le queda más remedio, es el hábitat natural de los entrenadores que MA Gil y sus asesores financieros traen al Atlético de Madrid. No me hagan repetir tan dramática lista. También es el lugar común de esa parte de la afición asesorada por los periodistas vedette (o graciosetes) que parecen marcar la edulcorada ideología rojiblanca en los últimos años. Llevamos dos décadas apostando por una forma de entender el fútbol zafia, cobarde e incoherente con la historia de este club pero ahí seguimos. Y disfrutando.

El Atleti, el del millón de aficionados, más de cien años de vida, el de los 40 millones por Falcao, los 9 títulos de liga, etc… jugaba hoy con el Rayo Vallecano. Un equipo en el que juegan cedidos los jugadores que el Atlético de Madrid no quiere y que compra los mediocentros que nosotros, conocidos en el mundo entero por la calidad de nuestro centro del campo, echamos por “malos” (léase Movilla). Un equipo con la décima parte de aficionados, con infinitos menos recursos, tradicionalmente peleando si armas y con el corazón por mantenerse en primera división, acuciado brutalmente por las deudas, en suspensión de pagos, con un entrenador demandado y un presidente muy misterioso que acaba de sustituir a ese personaje tan infeccioso de apellido Mateos.

Si tienen todo esto en la cabeza y se ponen a ver el partido se echan a llorar. Eso es precisamente lo que hice yo. El único equipo que saltó al campo a intentar jugar al fútbol fue el Rayo Vallecano. El único equipo con carácter y orgullo para tratar de ganar el partido a base de dominarlo fue el Rayo Vallecano. Un Rayo Vallecano con además cinco bajas importantes en su plantilla. Enfrente el equipo titular del Atlético de Madrid en su versión ultra cobarde (y digo ultra porque cobarde suele ser siempre). El equipo que en verano dice pagar 40 millones de euros por un delantero (y que a nadie le sorprenda) salió al campo a encerrarse en su campo y a mandar pelotazos a un Falcao que, 40 metros alejado de sus compañeros, trataba sin éxito y a base de saltos tribales que el cuero de la pelota pudiese alguna vez volver al césped. El tercer equipo con más títulos de España salió en Vallecas a esperar a un contrario al que consideraba mejor que él. No era respeto, era miedo. Lo de siempre.

La primera parte fue una oda al anti fútbol. El Rayo salió derrotado en su propuesta por tratar de crear y mover eso tan repugnante para los colchoneros modernos como la pelota. Los de Simeone ganaron en su empeño por que no se jugara y que todo transcurriera por los derroteros del físico, el cese de espacios, los golpes y los pelotazos. Aun así, a balón parado, la única forma en la que los que vestían del Atleti entienden que se puede disputar un partido, el Rayo estuvo a punto de abrir el marcador y cerrar el partido. Sólo Courtois con una excelente parada impidió que un remate de Tamudo se transformase en gol. Mario Suarez estuvo a punto de hacer lo mismo en la portería contraria tras otra falta pero el canterano, más coherente con su labor en el campo, decidió rematar el balón fuera del campo. Poco más se puede decir del primer tiempo. Cojan las palabras que los cronistas de medio pelo usan, ya saben eso de igualdad, equilibrio táctico, derroche, respeto mutuo,… y tendrán una crónica tan solvente y real como intrascendente.

La segunda parte fue muy parecida pero marcada por el bajón de los de Sandoval, un bajón probablemente sustentado en la pertinaz carencia de pegada del Rayo. Dominio, actitud, buenas formas, carácter, intención de crear,… pero falta de millones. Los millones que si están al otro lado en forma de un colombiano que una vez más fue el mejor del partido. Primero jugando en solitario a la lucha greco-romana (sin protestar) con la defensa contraria. Después tratando de llegar generosamente a esas zonas del campo en las que se hace vulgar para tratar de hacer algo distinto. Más tarde derrochando coraje y corazón en su infructuosa búsqueda por tirar diagonales y buscar un remate que no le ponen. Finalmente haciendo lo que mejor sabe, meter goles. Juanfrán (lo mejor de era Simeone) mete un buen balón en profundidad. Raúl Bravo (ese que gracias a su madridismo estigmático la caverna mediática nos quería vender como estrella) resuelve con negligencia para que Falcao resuelva con maestría. Primero en la recepción, después en el regate y por último batiendo al portero cara a cara pero desde lejos.

Final del partido. Mientras el Atleti se armaba de razones para seguir haciendo lo mismo que hasta entonces el Rayo se dejaba llevar sin demasiada convicción, lo que de hecho provocó algún sucedáneo de contrataque por parte colchonera.

La victoria fuera de casa se venderá como un éxito que vuelve a meter al equipo en la tristísima pelea por las plazas europeas. ¿Lo es? Los manoletes y palmeros de la noche (y del día), en las ondas o en papel, verán la victoria como ese mal menor que “nos hacía falta”. “Ahora lo importante son los puntos”, nos venderán desde la pista principal del circo del fútbol para justificar la cobarde mediocridad y la insultante falta de espíritu. Como si alguna vez los puntos no fuesen importantes. Desde supuestas voces autorizadas y formalmente cargadas de colchonerismo nos avisaran de que esta es la forma para hacer las cosas y el camino a seguir. Habrá incluso quién con toda desfachatez y falta de rigor nos venda eso de que esta es la forma tradicional de jugar del Atleti, al contrataque. Dudo que alguno de esos advenedizos viese jugar alguna vez al mítico Atleti del contrataque. Dudo que sea así y se atrevan a decir algo tan ofensivo. Si lo hubiesen hecho sabrían que no tiene absolutamente nada que ver aquello con el actual pastiche de cobardía. Salir en vertical no es dar pelotazos. Acortar el espacio no es encerrarse en su área. Apostar por la velocidad no es despreciar el balón.

Aun así, lo que más me duele es ver al colchonerismo visible de acuerdo con esta bazofia. Odio verte así, Atleti. De hecho, me repugna.


Fountains of Wayne - Hate to see you like this

Marchitándome otra vez

At. Madrid 1 - R. Madrid 4

Cuando en 1903 el grupo de estudiantes vascos que estaban viendo un partido entre el Madrid y el Athletic de Bilbao decidieron crear un nuevo equipo de fútbol en la capital lo hicieron, entre otras razones, para no parecerse a ese Madrid que luego sería Real. Viendo la soberbia, arrogancia y malas artes de jugadores y aficionados del club “blanco” aquellos pioneros vascos, y un nutrido puñado de madrileños que se sumaron a la idea, decidieron básicamente que lo que querían era no ser eso. Es decir, desde la propia fundación, el Atlético de Madrid ya era anti-madridista. Esto no lo sabe, ni lo entienden los raptores que dicen ser dueños de la entidad y que como proxenetas sin escrúpulos trafican con el escudo, la historia y los activos del Atleti o si lo saben les da igual. Es evidente. Probablemente les de igual porque de hecho es probable que estén más cercas de las planteamientos vitales del Real Madrid que de los nuestros, que no suyos, los del Atleti. Todo esto no creo que lo sepan la mayoría de periodistas (ellos a lo suyo, que es dar de comer a la gallina de los huevos de Oro del Madrid-Barça) ni el resto de aficiones pero nosotros no deberíamos olvidarlo nunca. Antes de hablar de fútbol, o como se llame, quería abrir esta doliente crónica con este historia por dos razones. Primero para que no se olvide. Segundo, y más importante, para que seamos conscientes que la debacle, lo constante desidia, la esperpéntica y humillante situación en la que ha quedado esa preciosa idea que surgió en 1903 tiene su epicentro en el apellido Gil, en sus herederos y en sus albaceas. El resto de agentes que participan en la carnicería, entrenadores, directores deportivos, aficionados, periodistas,… con mayor o menor tino, con mayor o menor responsabilidad no son más que elementos “necesarios” que con aceitosa fiabilidad se adaptan al podrido esqueleto diseñado por esa estirpe familiar para beneficio propio.

“Me marchito de nuevo, esperando algún sitio en el que estar, resbalando de ese mundo bajo el árbol…”

Y ahora nos vamos al partido. Esa tradición que se cumple como la de semana santa. Ambientazo pre-partido, desazón insoportable a la hora de retomar el camino a la cama. ¿Por qué? Pues me da mucha pereza hablar de ello, la verdad. No creo que se pueda resumir en una frase. O sí. En realidad da lo mismo teniendo en cuanta que el año que viene tendremos que repetir la misma historia. En otras ocasiones el sensacional ambiente del Calderón había servido para todo lo contrario de lo que debería servir. Es decir, para espolear al rival (que se crece en terrenos hostiles) y para amedrentar a los locales (que está acostumbrado a asustarse hasta de sus sombra). Esta vez ha sido diferente. El Atleti salió al menos bien plantado en el terreno y con el nivel de mentalidad suficiente como para no hacer el ridículo. Enfrente un Madrid especulativo y sin brillantez pero fuerte y letal. La primera parte se pasó casi toda ella en ese baile de respeto mutuo. Presión, equilibrio, cierre de espacios, salidas en vertical. Ninguno de los dos llegaba pero la sensación de peligro era constante. Justo es decir que ninguno de los dos trataba de construir o crear tampoco. Ambos equipos se basan en un ladrillo defensivo impenetrable y unos estiletes que surgen a partir de la zona de tres cuartos. Los mejores del Atleti (Diego, Arda, Adrián) demasiado constreñidos en tareas defensivas, los mejores del Madrid (Ronaldo, Di Maria, Ozil) bien cerrados o en el banquillo. También estaba Kaka pero esa es otra historia. Como la de Gabi, ese muchacho que siempre juega por decreto y que siempre tiene que hacer una falta de más.

La distancia eran tanta que parecía ridículo intentar lanzar la falta directamente pero es que todo alrededor de Cristiano Ronaldo parece ridículo. Un portento físico tan buen jugador como sumamente estúpido. Si el portugués no fuese tan majadero, engreído, petulante y desagradable seriamos muchos más los que nos rendiríamos ante sus muchos recursos futbolísticos pero yo no me rindo. Se me hace imposible admirar grotescos esperpentos de este calibre. Paso. Seguiré negando cualquier elogio a tan repugnante personaje. Pero la realidad resultadista me deja sin argumentos cuando luego hace lo que hace. Es así. Será la potencia, será el balón, será la mecánica cuántica pero el balón vino desde el cementerio de la Almudena para alojarse en la red colchonera. Courtois se la come. El belga está haciendo una campaña excelente pero fue a fallar en el día que más duele. A partir del gol el Madrid activó el modo especulador (patético y cuestionable con la plantilla que tiene pero al final efectivo) y trató de parar el encuentro para matarlo a la contra. A punto estuvo con un remate de cabeza de Benzemá. El Atleti acusó el gol pero bastante menos de lo que nos tiene acostumbrados y acabó la primera parte teniendo el balón y dando la sensación de que había partido.

La segunda parte comenzó rara. Con un Atlético ligeramente más valiente pero sustancialmente más errático y aturdido. Pero vino bien la apuesta. Tras un par de avisos en forma de triangulaciones Adrián cuelga un balón desde la izquierda que Falcao mete en la red con la cabeza. El estadio se vino abajo. Es de esas veces en las que te abrazas con todos los que tienes alrededor sin saber quiénes son. El espíritu colchonero se puso en su punto de ebullición, las gargantas se quebraban y a los madridistas, aunque ahora lo nieguen, les entró el canguelo. Todo eso pasó fuera del césped. Dentro desgraciadamente las cosas no son iguales. Los blancos, juegue quien juegue, se llame Amavisca o Cristiano Ronaldo, saben no sólo que tienen que ganar sino que van a ganar. La institución no les deja sentir otra cosa. En Atleti, desgraciadamente gracias a la institución, las cosas ya no son así. Los años y años de mensajes ambiguos, cobardes y empapados en mediocridad desde la directiva, la estirpe de entrenadores nacidos en la mediocridad del juego y los resultados mediocres o la extensa colección de jugadores mediocres, malos y asépticos que han vestido injustamente nuestra camiseta en los últimos años han hecho bien su trabajo. El Atleti es ahora un equipo cobarde, mediocre, sin personalidad y con todos los defectos de los equipos grandes pero también de los equipos pequeños. El Madrid se fue a por el partido y el Atleti se vino abajo. Incomprensible teniendo en cuenta que venía con la inercia de la remontada, que estabas en tu campo y que 50.000 personas te estaban empujando desde la grada. Pero fue así. Y es cierto que el Madrid es muy bueno y que se fue arriba y que el Atleti está justo de fuerzas pero hay cosas que no se entienden. Como ver a Courtois perdiendo tiempo con el 1-1. Como ver a los once jugadores en el área. Como ver los patadones sistemáticos cada vez que se recuperaba el balón. Es más, un equipo con personalidad, insisto que jugando en su campo a rebosar, hubiese parado el arreón del rival por las buenas por las malas. Con juego o con faltas. No ocurrió nada de eso. El Madrid tiró de casta y millones mientras el Atleti se refugió en la mediocridad de su discurso más mediocre. Ese que abrazamos desde antes de bajar a segunda división.

“…y no necesito ser una estrella de cine…”

Y pasó lo más lógico. Con el Madrid encimando y jugando en el área colchonera apareció nuevamente Ronaldo para nuevamente reventar el balón desde la frontal del área y que nuevamente Courtois se la comiera. Si, creo que también se la come. Debo decir que en ese momento la tristeza se me colaba por todos los poros de mi cuerpo pero que viendo la bochornosa, lamentable y pestilente celebración de personajes como el propio Ronaldo o ese coleccionador de enfermedades mentales y psicóticas llamado Pepe me sentí muy orgulloso de ser aficionado al Atlético de Madrid pero sobre todo de no serlo de ese equipo mentiroso y zafio que reparte por el mundo ese señorío de papel que no se cree nadie más que ellos.

El segundo gol mató el partido. El Madrid volvió a su modo especulativo pero enfadados y con la lección aprendida. No iban a dejar que el Atleti volviera a subirse a la chepa. Los rojiblancos, cabizbajos, sin carácter ni orgullo, trataban de estirarse pero los merengues salían como afilados puñales cada vez que podían. Godín, el único animal que tropieza sesenta veces con la misma piedra, se encargó de finiquitar el encuentro entrando como el tren de mercancías sobre Higuain dentro del área. Les suena, ¿verdad? El definitivo 1-4 de Callejón entra, para mí, en el terreno de la anécdota dentro de un partido ganado con un equipo hecho a base de millones (pero hecho) y un pseudo equipo deshecho también a base de millones.

Derrota que nos deja dónde estábamos. Ni más ni menos. A eso supongo que se agarrarán los mediocres que como champiñones venenosos surgen con más frecuencia en la grada del Calderón y alrededores disfrazados de colchoneros y de optimistas. Esos que a mí me llaman agorero y pesimista. ¿Pesimista? Puede que lo sea pero más bien creo que me ciño a la realidad. Es difícil creer en un dueño escurridizo, procesado y mentiroso que lleva diez años vendiendo la sangre del Atleti en el mercado negro y diciendo que no lo hace, un presidente de cartón piedra que representado las mediocridad casposa de humor zafio resulta que representa a mi equipo, una dirección deportiva con tanto criterio profesional como verbal y una plantilla cuya columna vertebral (Courtois, Tiago, Diego,..) ha llegado cedida, las estrellas (Adrián, Falcao,…) aparecen como vendidas en las portadas cuatro meses al año sin que nadie diga nada, un buen puñado de picapedreros sin personalidad que nadie recordará ni en este club ni en ninguno y una plazas de extranjero, destinadas en teoría a elevar el nivel de la plantilla, ocupadas por especímenes como: Salvio o Miranda.

Marchitándome otra vez.

“…bagando por el mundo, buscando algo que poder hacer…”

Seth Swirsky – Fading Again

Un sueño ocasional

Levante 2 - At. Madrid 0

Hace pocas semanas tuve un sueño. El Atlético de Madrid, el equipo del cual inocularon su espíritu en mi sangre cuando uno todavía no era consciente de ello, volvía a ser un equipo respetable y respetado. Al menos en el campo del fútbol. Allí no acertaba a ver grandes muchachos galácticos de ademanes estúpidos y soberbia de Starbucks. Tampoco veía nombres de bambalinas ni peinados extravagantes. Allí veía un equipo. Un equipo que ganaba y que perdía. Que tenía buena y mala suerte. Que a veces jugaba bien y otras no le salían las cosas. Que tenía éxitos y fracasos. Un equipo que no todo el mundo entendía pero un equipo que era temido y respetado. Un equipo que SIEMPRE (y repito SIEMPRE) salía a ganar. Contra los buenos y contra los malos. En casa y en la otra punta del planeta tierra. Empezando y terminando la temporada. Por la mañana y por la noche. Por delante y por detrás en el marcador. En la ida y en la vuelta. Con sol y con nieve. Con el aliento de la afición o con la pestilente halitosis del rival mas encarnizado. Cansados o descansados. El Atleti, mí Atleti, salía al campo a jugar siempre igual y siempre a lo mismo. Por encima de modas y estupideces. En un mundo en el que la especulación se dejaba para las quinielas, el Black Jack o los equipos del montón. Hace pocas semanas vi ese Atleti en Roma y pensé que estaba viviendo una realidad y que por fin podía poner el marcador a cero. Estaba equivocado. Parecía real pero era ficción. Como otras tantas veces era, simplemente, un sueño ocasional.

Si alguien sigue este blog desde hace tiempo y tiene la santa paciencia de aguantar mis subidas y bajadas de ánimo sabrá que no soy esa clase de aficionado que basa su argumentación en resultados o títulos. Lo que reclamo, como un idiota gritando en un desierto, es valentía, respeto por la esencia del equipo, honor y fútbol. Con todo eso vendrá lo demás y si no viene me dará igual. Seré aficionado del Atlético de Madrid y eso, como una vez dijo con tino Vicente Verdú, será suficiente para mí. Ojo, aficionado del Atlético de Madrid, pero no de este sucedáneo de cartón piedra que no se parece a la realidad más que en la fachada de una camiseta y un escudo que llevan décadas arrastrando impunemente por el fango.

Y soy consciente de que el problema de esta broma macabra está fundado y enquistado en los despachos de la institución. Una institución usurpada, espoleada y violada por una familia de tramposos públicos y conocidos que sólo en un país de “listos” como este, en el que los delitos prescriben y a nadie le importa un carajo, pueden seguir ejerciendo fuera de la cárcel, sin que ningún dirigente se despeine o los periodistas, tan escrupulosos para otras cosas, dejen de tomarlos en serio. Y soy consciente, si, pero uno no puede dejar de pensar que hoy a las 11:59 estábamos a 5 puntos del rival que marcaba la clasificación de la Champions League y que nos enfrentábamos precisamente contra el. Hoy a las 11:59 había 11 tipos representando al Atlético de Madrid y sobre sus hombros caía el peso de la historia y el orgullo de la esencia de este club. No sé si alguien se lo había dicho pero no me da la sensación de que fuese así. El Atleti que yo conozco, al que me hicieron aficionado, tendría que haber salido hoy a matar o morir. No hay otro camino. No hay mañana. Jugándoselo todo y sabiendo que cualquier cosa que no sea ganar era un premio menor. Es más, sabiendo que incluso ganando esa cuarta plaza el premio era menor. Lo mínimo imprescindible.

Pero no. A las 12:01 ya vimos que lo que estaba sobre el césped del levante era el sucedáneo de todos los años. El equipo apocado y cobarde que sale a esperar al rival. A ver qué pasa. A no perder. A no jugar. El equipo que no quiere mandar. El equipo que entiende que no tiene ninguna obligación de nada más que de tratar de mantener su portería a cero. De dejar pasar el tiempo. De jugar con esas cosas que conforman lo que algún estúpido denomina el otro fútbol. A especular. A chapotear en el fango de la mediocridad. Esa mediocridad espesa y pestilente en la que al parecer están “todos los demás” y por eso no debería doler. ¿Todos? ¡por Dios! ¿Pero no se supone que somos el Atleti?

Si quieren saber algo del partido les recomiendo que en lugar de leer sesudas crónicas intenten ver los primeros diez minutos del mismo. No necesitan más. Verán todo lo que hace falta ver. Verán a un equipo, el valenciano, que cree en si mismo, que sabe a lo que juega, que es consciente de sus límites pero ese conocimiento lejos de restarle un ápice de ambición lo subraya y amplifica. También verán todo lo contrario. Una banda de millonarios que no sabe a lo que juega (probablemente porque cada día, dependiendo del rival, el tiempo, la luna, la hora, el horóscopo y el precio del barril de crudo, es diferente), que no tiene conocimiento del valor de la camiseta que están defendiendo, que no tienen ni idea de cual es el objetivo de la institución (o tienen la idea equivocada que la propia institución transmite), que carece de cualquier tipo de ambición y que se siente inferior a cualquiera que se ponga delante. Se llame FC Barcelona o Levante. Nos doble en presupuesto o tengamos diez veces más presupuesto que el rival. Da igual. En esos diez minutos verán a un Levante que sale al campo a matar y un Atleti que sale al campo. Simplemente. Que sale al campo. Un Levante que sabe hacer dos cosas bien y provoca que todo lo que pase en el campo esté encauzado para que se puedan dar esas dos cosas. Un Atleti que no hace nada más que esperar a la segunda parte para tratar de hacer algo parecido a jugar al fútbol. A los dos minutos Valdo remataba de cabeza al borde del área un pase envenenado desde la izquierda. ¿Por qué en el minuto 2 alguien puede poner tan fácil ese pase? ¿Por qué en el minuto 2 un delantero puede rematar cómodamente ese balón? pues la explicación mayoritaria hablará de lo ingenuo de la defensa. Puede ser, pero lo que tengo claro es que si el balón hubiese estado en el campo del Levante, si los 22 jugadores hubiesen estado cerca del otro área, las cosas hubiesen sido diferentes. Cuando Koné hizo el segundo (una falta muy bien sacada desde la derecha y muy mal defendida por el Atleti) los colchoneros todavía no habían pasado del medio campo. ¿Para qué? Está claro lo que buscaba uno y otro equipo al saltar al terreno de juego.

A partir de ahí un equipo supervitaminado y crecido frente a un asustadizo, aturdido y atolondrado Atleti que no sabía que hacer. Lógico. Un equipo que había sido diseñado para huir del balón, cerrar huecos, “equilibrar” el campo, defender, achicar, especular, dar patadones, etc... diez minutos después tenía que crear fútbol y ocasiones de gol. Absurdo. Y más absurdo todavía si el centro del campo, por llamarlo de alguna forma, está compuesto por Gabi y Mario (manteniendo ambos la regularidad de seguir haciendo partidos calamitosos sine die) y el jugador más adelantado es esa engañifa sin gracia llamada Salvio. Absurdo y hasta insultante. 80 minutos que sirvieron para que aumentara el cabreo del que esto escribe, para volver a ver el nombre de mi equipo humillarse y para dejar claras varias cosas: que si el Atlético de Madrid ha sido incapaz este año de colarse en Champions es porque la ruina deportiva es sólo comparable con la ruina institucional. Que el problema no es una cuestión de entrenador o jugadores (que también) sino de la filosofía casposa y mediocre que se ha instaurado en el Atlético de Madrid. Que aun buscando el beneficio personal y la comisión más rentable es imposible pergeñar una plantilla peor y más desequilibrada. Que es difícil ponerse a jugar al fútbol de repente cuando no te has preocupado de ello en años. Y que es absurdo soñar ocasionalmente con sueños ocasionales. Espero no ser tan ingenuo de volver a hacerlo.

David Bowie - An Ocassional Dream

Tú lo haces sencillo

At. Madrid 3 - Getafe 0

Luis García, entrenador del Getafe, decía durante la rueda de prensa posterior al partido, con una sutil pero torpe ironía que envolvía en amabilidad un evidente reproche, que el Atleti era un equipo de contrataque y que lo había demostrado. Detrás de esa manida y quizá hoy algo inoportuna frase entiendo que lo que lo que quiere decir es que el Atleti es un equipo vertical, que no elabora, que no pretender dominar el juego y que renuncia al juego y la creacción por principio. ¿Tiene razón Luis García? No lo sé. Esa era desde luego mi sospecha cuando el bueno de Simeone aterrizó en el Manzanares pero no fue desde luego la evidente realidad en los primeros partidos de la nueva era. En contra de lo que mucho aficionado básico suele propagar a los cuatro vientos existen muchas formas de jugar al fútbol tratando de dominar el juego sin ser el Barça. El Athletic de Bielsa es un buen ejemplo de ello, hay más, y el Atleti de los primeros partidos de Simeone también lo es. No podemos decir lo mismo del de los últimos partidos. Todo lo contrario. Esta forma de jugar está mucho más emparentada con el fino y valiente estilismo de todos y cada uno de los valientes estilistas que han pasado por ese banquillo en los últimos años. ¿Vuelta a la realidad? quiero creer que no, pero no lo sé.

Hoy todo empezó desde luego siendo más de lo mismo. Lo de siempre. Con ello fue con lo que nos topamos los miles y miles de colchoneros que estábamos a las 12:00 bajo el sol que iluminaba el Calderón. Construir el equipo en base a ese eufemismo que denominan equilibrio defensivo y utilizarlo como pilar de lo que tenga que venir después. ¿El balón? Bien, gracias. Un esquema teórico que parte de desplazar a todos aquellos capaces de dar pases hacía adelante de la zona de creación y llevarlos más arriba o a las bandas. Sacar el balón a base del pelotazos largos y confiar en la divina providencia, la suerte o el error del contrario. O que el balón caiga por alguna razón a los pies de Diego o el turco Arda que entonces tendríamos que hablar de otro cosa. De ese bonito deporte llamado fútbol.

Con actuaciones de Gabi pero sobre todo Mario Suárez (o Asunçao) que fluctúan entre la vulgar normalidad y el horror más absoluto seguimos sin embargo sin poder ver a Koke jugar en la posición en la que ha jugado toda su vida y en la que es internacional por España. ¿Por qué? Sólo tiene una explicación. Su mala costumbre de tratar de dar el balón hacia delante y su vicio imperdonable de sumarse al ataque cada vez que puede. ¿Un mediocentro jugando al fútbol? ¿En el Atleti? ¡¡heregía!! Con Mario y Gabi “dominando” el centro el campo atlético y pasados los primeros diez minutos, que fue lo que tardó el Getafe en darse cuenta de que el único que tenía permiso para jugar al fútbol era Diego y bastaba con cerrarlo, el juego fue básicamente del Getafe. Un equipo limitado, con grandes carencias de calidad y presupuesto ajustado, que sin embargo empezaba el partido con los mismos puntos que nosotros. Mientras nuestros centrales pateaban el balón lo más lejos posible y rezaban porque el rechace fuese cerca de las posiciones de Diego o Arda los azules trataban de ocupar el campo contrario, bajar el balón y moverlo con dignidad. Ahí quedaba todo, por otro lado. Falto de profundidad y de mordiente ante la bien plantada defensa colchonera el peligro se difuminaba y el partido se perdía en el aburrimiento salvo las refrescantes pero puntuales actuaciones esporádicas de Turan o Diego.

Los de Simeone iban por arranques de furia. Los de un Juanfran que se ha hecho pieza clave, los de un Filipe Luis que hoy volvió a estar acertado, los de Arda Turán que quitándose el corsé táctico trataba de aparecer por cualquier parte del campo pero sobre todo los de Diego. Cuando el brasileño por fin tenía el balón el equipo pasaba de la tradicional mediocridad al equipo ilusionante que no hace tanto intuíamos. Jugando con el cerebro en Diego (y no en Gabi o en Mario o en la puntera de Godín) el equipo parece otra cosa y sus jugadores, cansados o no, parecen todos mucho mejores. Como esa anomalía del mundo del fútbol llamada Salvio que compagina como nadie episodios de comedia circense con golazos como el de hoy. Probablemente con algo de suerte el argentino se sacó un remate de cabeza espectacular que entró por la escuadra de Moya. El gol sin embargo no sirvió para cambiar demasiado las sensaciones. Más bien sirvió para que el Atleti volviese a adoptar con mayor “justificación” ese papel de “juega tú que a mí me da la risa” del que tanto reniego.

La segunda parte fue sin embargo otra cosa. Tan sencillo como tratar de llevar el balón con dignidad y criterio a los pies de los que lo saben jugar. Tan sencillo como jugar al fútbol. Insisto, cuando el Atleti juega en la línea de tres cuartos, que es dónde Simeone ha decidido que se puede jugar, todo parece sencillo y fácil. La clave evidentemente es Diego. Tú lo haces sencillo. Bastó además tratar de jugar el balón como arma suficiente para anular completamente a un Getafe que a partir de entonces pasó a ser un invitado de la fiesta rojiblanca. Flojísimo el equipo de Luis García que tras comprobarlo in situ se me hace todavía más inquietante el entender como tenía los mismos puntos que el Atleti. O no.

Simeone decidió el jueves pasado no sacar a Diego para ponerlo en los últimos minutos. Hoy el brasileño se ha marchado antes del minuto 70, también para ser reservardo, pero antes había cambiado el partido, hecho jugar a todos, anulado al rival y metido el segundo gol tras un buen pase con la izquierda de Falcao, cantada de Moya, remate al larguero y recogida del rechace. Cuando Diego se marchaba entre los vítores de una afición que cada vez tiene más claro quien es el bueno, a nadie le importó que desapareciese del partido. Estábamos con dos goles arriba y todo controlado. No puedo decir lo mismo cuando el jueves vimos que no estaba entre los once de partida. Hay formas y formas de reservar jugadores. Es, como casi todo, cuestión de carácter, personalidad y valentía.

El resto del partido fue efectivamente una fiesta. Con los rojiblancos crecidos, creyéndose lo que hacían, dominando el balón, el terreno y el juego, el rival parecía un sparring cansado. El tercero llegó con un soberbio pase de Koke a Juanfran (si Koke, ese que no puede jugar de mediocentro porque da este tipo de pases) que el nuevo lateral pone con criterio en los pies de Falcao para que el colombiano convierta en la boca de gol. Pudieron aparecer más goles pero los ostensibles gestos desde la banda de Simeone para que su equipo bajase el pistón de la intensidad hicieron que los últimos minutos fuesen un tramite que la grada aprovechó para disfrutar de una previsible sesión de coros y danzas.

Victoria que de nuevo nos deja a las puertas de Europa con la sensación de que todo es posible, en uno u otro sentido. Personalmente di por perdida la temporada en navidad cuando Manzano rebajo la imagen de este equipo a las cloacas más pestilentes así que francamente me da igual lo que podamos hacer salvo entrar en Champions, que es lo único que entendería como resultado digno. Me inquieta mucho más ver como se resuelve la guerra interna que tiene Simeone en la cabeza entre ser el equipo valiente, diferente e imprevisible que vimos al principio o el equipo romo, seguro y vulgar al que últimamente tendemos. Me preocupa más porque esa será la piedra sobre la que se construirá el futuro.

Golden Smog - You make it easy

De vuelta en la vieja casa

Real Zaragoza 1 - At. Madrid 0

Si ustedes van a leer un poco más abajo, hace muy pocas entradas, el que escribe dejaba claro su total alejamiento de las tesis resultadistas tan en boga en este mundo de velocidad hacía no se sabe dónde y de rabiosa actualidad. Entonces, y ahora, me posicionaba claramente a favor de una opción que abogue por un equipo con esencia. Especialmente este año echado a perder desde el principio. Me dan igual los resultados. Prefiero apostar por el futuro. Por una idea de institución que salga al campo con todo el rigor que se quiera pero con la idea de valentía y orgullo que hace tantos años desapareció del concepto Atlético de Madrid. El barrizal deportivo, emocional y de resultados en que se ha convertido esta temporada deja claro que esto no puede ser base de ningún futuro. Ni la forma en la que se diseñó el equipo, ni los Don Tancredos que actúan de director deportivo, ni los fichajes con premio y comisión, ni recuperar a entrenadores mediocres, charlatanes y engreídos sirve para intentar reconstruir una institución resquebrajada y podrida secuestrada por esa especia de proxenetas que tienen al Atlético de Madrid prostituyéndose en una esquina virtual a la que cualquiera puede acercarse y escupir. Dejando lo anterior claro, tampoco valen ejercicios de prestidigitación ni de fuegos artificiales. La opción de Simeone parecía deportivamente otra cosa. Una posibilidad de respirar en una atmósfera asfixiante. Una posibilidad para creer que al menos desde el punto de vista deportivo las cosas podían ser diferentes. Menos humillantes. Más coherentes con lo que muchos entendemos que es este equipo.

Hoy las dudas se agolpan en mi cabeza y no lo tengo tan claro. El equipo que con el agua en los talones y sintiendo el aliento de la catástrofe saltó a San Sebastián, Pamplona, Gijón o Santander era un equipo orgulloso, valiente y del que yo me sentía orgulloso. El equipo que saltó en Mallorca y ha saltado esta mañana en Zaragoza me da vergüenza y me recuerda a todas esas versiones rácanas y cobardes de Atlético de Madrid que he visto durante la última década. Si Simeone ha decidido volverse especulador, cobarde y renunciar al fútbol estando en mitad de la tabla y con una posición tan clara de colarse en Champions es que Simeone va a recurrir a esa solución tan lamentable de forma recurrente y gratuita en cuanto tenga la ocasión de perder algo. Si es así estamos dónde siempre. De vuelta en la vieja casa.

No tengo muchas ganas de hablar del partido pero es que tampoco hay nada que contar. El Atleti salió al campo como tantas veces lo hizo antes con Manzano, Ferrando, Aguirre, Abel, Quique, etc.. Más preocupado por “no perder” que por ganar. Muerto de miedo a moverse y no salir en la foto. Dudando de su propia capacidad y confiando en la suerte, el tiempo atmosférico y el error del contrario. Lo de tantas veces. Lo de siempre. Una variante de la cobardía que muchos disfrazan en retorcidas tácticas o presuntas vanguardias del mundo del fútbol. Paparruchas. Miedo. Vértigo a volar. La actitud ruin del que reniega a encontrar la felicidad por miedo a perder las migas que ha conseguido. Seguimos siendo ese cobarde que jugando al juego del pañuelo espera a que se mueva el otro aun sabiendo que uno es mucho más rápido.

Si le quitan las patadas, las circulaciones pesadas, lentas y absurdas de balón, el aburrimiento, el sopor y los patadones al campo contrario el partido se resume en dos jugadas:

La primera, llegada puntual y de elaboración confusa al área maña que aprovecha Adrián para lanzar el balón al larguero. El rechace, a escasos cinco metros de la línea de gol, lo recoge Falcao que se emborracha de balón para empotrarlo en el poste. Es el tipo de cosas por las que un delantero de 40 millones de euros que sustituye al Kun Agüero es criticado por algún impaciente en el Calderón. Eso si, los jugadores que marcan la diferencia en el fútbol son los que meten ese balón. Los que no lo hacen no pasan a la historia. Falcao tendrá que decidir.

La segunda ocurre en el último minuto del partido. Tras mucha mediocridad, nada de juego y toda las reservas del mundo para tratar de ir a por el partido el Atleti se vio a falta de quince minutos con la necesidad de intentar hacer algo. Lo que no había hecho antes. Lógicamente no salió y en el camino se perdió en un atropellado ejemplo de precipitación e incapacidad. Llegado el punto en el que el empate era la evidencia Helder Postiga se interna en el área algo forzado junto a Godín que en lugar de cerrar el tiro decide lanzarse a estirpar el páncreas del aragonés, cometiendo así uno de los penaltis más estúpidos y más claros que he visto en mi vida. Gol. Tres puntos para el necesitado Zaragoza.

Creo que no hace falta decir nada más. Me limitaré a reproducir aquí los dos Tweets que escribí al finalizar el partido:

“Por aclarar: el gilismo es una enfermedad. Demostrado. No se puede poner en duda cada domingo ni cada temporada. Al margen de ganar o perder”

“Dicho esto, me molesta que se reduzca todo a una cuestión de cara o cruz sin matices. ¿Criticar el planteamiento Simeone es ser gilista? No.”


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