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Sorpresa

El Atlético de Madrid está otra vez en octavos de final de la Copa del Rey. Un titular así, libre de aderezo, no debería sorprender a nadie. “Estaría bueno”, me contestará incluso algún erudito de la estadística y amante de ese estilo zafio, propio del nuevo periodismo, en el que la identidad de uno se construye solamente mediante la aniquilación (o desprecio) del otro. Atendiendo a la tradición, al estado actual de los colchoneros y a la categoría en la que jugaba el rival, parece sensato pensar que efectivamente no puede suponer ninguna sorpresa el que el cuadro colchonero haya superado la eliminatoria de Copa frente al Reus Deportiu pero lo que sí ha sido sorprendente, al menos para mí, es el cómo se ha conseguido. 

Primero, y fundamentalmente, por el rival. Un modesto equipo de la segunda B que juega como los ángeles. Que asumió su eliminatoria frente al Atleti como un partido de fútbol y después (y sólo después) como una fiesta. Aplicando intensidad, respeto, ilusión y totalmente libre de complejos, se dedicó a jugar (muy bien) al fútbol. Ya sorprendió en su propio campo y lo volvió a hacer en el Calderón. Más atado en el coliseo madrileño, con menos posibilidad de construir (gracias al empeño del rival por impedirlo), los catalanes han vuelto a hacer un partido mucho más que digno. Es un placer y un honor jugar frente a equipos así: rivales en el césped y amigos en la grada. Modestos pero valientes. Respetuosos pero desacomplejados. Chapeau. Toda la suerte del mundo para el Reus Deportiu. Se lo merece. 

También pudo resultar una sorpresa (para alguno) la actitud que ha tenido el Atleti. De diez. Desde el principio se plantearon el reto como lo que era: una ronda de la Copa del Rey. Lo único que cambió respecto a cualquier partido de liga o Champions fue la alineación. Nada más. Misma intensidad, misma concentración, misma forma de encarar el partido y mismo respeto por el rival. Como colchonero me llenó de orgullo escuchar al final del partido a un jugador del Reus destacando esto mismo que acabo de contar. El Atleti dominó de principio a fin, mucho más que en Tarragona, y sólo el desacierto de Torres cara al gol impidió que el resultado fuese más allá del pírrico 1-0. Vimos buenos minutos de Gámez y cosas interesantes de Savic. Recordamos lo buen tipo (y portero solvente) que es Moyá. Comprobamos que Saúl se desenvuelve mejor por delante del stopper que haciendo él mismo de mediocentro defensivo. También pudimos intuir, más allá de ese gol de volea que hizo en semifallo, lo buen jugador que puede llegar a ser Thomas si corrige cierta anarquía táctica y esos desajustes en defensa que le hacen cometer errores. Desgraciadamente también pudimos observar el bajo estado de forma de Correa (preocupante) y de un Fernando Torres al que el dichoso gol 100 no está haciendo más que amplificar una situación que ya venía de antes. 

Pero sorpresa, y muy desagradable, fue escuchar insultos hacia uno de los estandartes del equipo rojiblanco como ha sido (y es) Fernando Torres. No paso por ser un defensor a ultranza de su figura y mucho menos de su juego actual (basta darse una vuelta por esta bendita bitácora para comprobarlo) pero tendemos a un tipo de sociedad tan simplificada, mediocre e ignorante que cada vez parece más difícil distinguir entre crítica y falta de respeto. Sé que es sólo una posición minoritaria dentro de la grada colchonera (una buena parte del campo se puso a animar a Torres justo después de su fallo más evidente) pero resulta lo suficientemente nutrida como para hacer ruido. Y no lo entiendo. Entiendo la decepción por sus fallos, el malestar por su estado de forma, el miedo a que no logre recuperar el tono o las preferencias por otros jugadores. Todo eso es fútbol. Yo mismo puedo estar de acuerdo pero de ahí a insultar a un jugador del Atleti creo que media un abismo. Es un acto repugnante en sí mismo pero mucho más cuando va dirigido a un jugador de tu propio equipo y del todo incomprensible cuando se lanza contra un tipo que lo único que ha hecho toda su vida es declararse colchonero, en las buenas y en las malas, a todo el que lo quisiera (y no quisiera) escucharlo. 

Desgraciadamente la grada colchonera no deja de darme sorpresas de este tipo en los últimos tiempos. No me gusta esta deriva caprichosa, superficial y cutre. La afición del Atleti no es así. O al menos no debería serlo. 

@enniosotanaz

Humildad y respeto

Simeone dijo justo antes de iniciar la Copa del Rey frente al Reus Deportiu que encararían la competición con “humildad y respeto y eso es exactamente lo que ha hecho el Atlético de Madrid sobre el césped del Camp Nou Municipal. Respeto por un equipo rival que lo merecía y humildad para correr tanto o más que el equipo contrario antes de llevarse el partido. Sin condescendencia ni dejadez. Fútbol y sólo fútbol. 

Todo lo anterior podría parecer de Perogrullo pero no lo es. Los que hemos vivido los infaustos tiempos de la era pre-Simeone sabemos que las primeras fases de la Copa del Rey, por exceso o por defecto, solían ser muchas veces una pesadilla. Ninguno de los que entonces comandaba la nave supo afrontar esos partidos en los que la diferencia de presupuesto entre los equipos era tan abismal que complicaba la forma de encararlos para una plantilla saturada de complejos y carente de personalidad. Cierta soberbia mal parida, trazas de mediocridad traspasadas por los sucesivos entrenadores o desconexiones impropias de profesionales, hacían que la Copa del Rey se convirtiese en un infierno para el Atleti muchas más veces de las necesarias. Nunca más. Con Simeone se acabaron las dudas. El equipo sale a ganar haciendo lo mismo, juegue quien juegue y esté quien esté delante. Es muy de agradecer. 

Deportivamente saco poca lectura porque es muy difícil obtener conclusiones de un partido con unos condicionantes tan excepcionales. Quizá destacar una cierta resurrección de Vietto, que comenzó en la línea pésima de los últimos tiempos pero que acabó enmendando la plana dejando algunos argumentos para soñar y el preocupante camino inverso que siguió un Correa que, sumido entre la ansiedad y la imprecisión, transmitió unas sensaciones bastante flojas. Al final lo más destacable sea seguramente la gran capacidad que tiene Óliver para jugar al fútbol cuando su cabeza está centrada en crear juego y no en intentar no fallar. 

Mención muy especial para el Reus Deportiu. Un equipo que deportivamente trató de jugar al fútbol sin dar patadas y que además lo hizo como los ángeles. Jugó de tú a tú, sin complejos, frente a un Atleti al que en ningún momento tuvo la oportunidad de bajar los brazos. Pero si dentro del campo el desempeño del club catalán fue más que elogiable, en la grada, desde la institución y a través de las redes sociales su actitud fue todavía mejor. Desde el mismo día en el que se realizó el sorteo el club reusense intentó trazar puentes, generar simpatía y transmitir buen rollo con la afición rival. Ayer incluso nos daban las gracias a través de Twitter por dar color a la grada. Genial. Algo muy de agradecer en estos tiempos en los que parece que vende mucho más subrayar lo malo o potenciar ese esteriotipo torrentiano (y más falso que Judas) que el Establishment ha decidido colocarnos a los colchoneros. Desde esta esquina anónima del ciberespacio, quería dar las gracias al Reus Deportiu por intentar convertir un partido de fútbol en lo que siempre tendría que ser: una fiesta. 

Chapeau! 

@enniosotanaz