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Adaptación.

El primer partido de Simeone al frente del Atlético de Madrid fue en tierras malagueñas. Lo recuerdo bien. Fue un aburrido 0-0 con apenas ocasiones, en el que los colchoneros no pasaron del medio campo hasta los diez minutos finales. Las sensaciones fueron buenas, sin embargo. Los colchoneros, en bloque, dormimos ese día esperanzados. Eran otros tiempos en los que no recibir goles suponía una bendición y conseguir un punto fuera de casa se acercaba al milagro. Eran otros tiempos, digo, que no tienen nada que ver con los actuales, en los que ceder la posesión provoca caras de asco en una parte de la afición, se debate acaloradamente en torno al concepto de “jugar bien”, las malas rachas ya no se entienden y perder tres puntos, dentro o fuera de casa y sea contra quién sea, es imperdonable. Lo miro en perspectiva y puede que todo haya ido demasiado rápido. La capacidad de adaptación es un concepto líquido y difícil de definir que afecta a Jackson o a Vietto pero que también, por narices, nos tiene que afectar a nosotros, pobres espectadores de pasión desbordante y sentimientos a flor de piel. 

Cuando acabó la primera parte del encuentro del Atleti en Ipurúa, ese campo en el que juega el Eibar y que huele a fútbol por los cuatro costados, usé los 120 caracteres de mi cuenta de twitter para decir que me estaba gustando el Atleti. Mi valiente declaración recibió alguna muestra tímida de apoyo pero lo que recibí mayoritariamente fueron reproches entre los que destacaban un amplio surtido de mensajes que se preocupaban por mi salud mental o mi, aparentemente mermada, capacidad para ver fútbol. En esas estamos. ¿Por qué dije eso? Pues porque de verdad lo pensaba. Así de simple. 

Los primeros 30 minutos fueron imposibles de jugar. El ritmo endiablado, la velocidad supersónica y el nivel de presión resultaron exagerados. Por parte de los dos equipos. Un infierno para el Atleti y para cualquiera. Algo que tiene mucho mérito por parte de un equipo, el guipuzcoano, que consciente de lo que había, entendió que su éxito pasaba únicamente por anular físicamente al rival. Es francamente difícil jugar en esas condiciones y más en un campo de dimensiones reducidas pero el Atleti dio la cara también en ese escenario hostil y acabó imponiendo su superioridad. Igualando el derroche físico primero y tirando de balón después. Con una defensa portentosa y un doble pivote eficaz, Griezmann trataba de crear magia. Koke también lo intentaba pero no lo conseguía. Aunque tuvo mejores momentos que en los últimos partidos, sigue sin ser Koke. Y se nota. Con todo, el punto flaco estaba realmente arriba. Faltaba pegada. Vietto trataba de combinar y de aparecer pero sigue sin ser un jugador determinante, sin presencia y timorato. Le falta soltar la pierna. Jugar sin miedo. Llegará ese día. Seguro. Me preocupa más el caso de Jackson porque creo que pasa básicamente lo mismo pero, en este caso, en un jugador de categoría contrastada. No debería costar tanto. El colombiano trata de entrar en la dinámica de juego pero no se le ve cómodo. Frente al Eibar ha estado además muy mediocre de cara a la portería. Tengo paciencia, pero desgraciadamente para él ha llegado a un Atleti con más alternativas. 

Simeone quitó a los dos nuevos delanteros en la segunda parte para poner a Óliver y Fernando Torres. Parecía lógico, pero el equipo se descompuso momentáneamente. Tardó unos minutos en adaptarse, abrió las líneas y el equipo armero rebaño en su lata de energía para soltar todas las naves que le quedaban. No tuvieron ocasiones claras pero daba la sensación de que el partido podía romperse en cualquier momento y eso sí que hubiese sido una pendiente cuesta arriba para los de Simeone. Pero por desgracia para los vascos ocurrió todo lo contrario. Gracias al duende de uno de esos jugadores diferentes que de vez en cuando pisan los terrenos de fútbol: Ángel Correa. En la primera pelota que tocó aprovechó una excelente jugada de Torres por la izquierda para hacer un amago a-la-Agüero (sí, todos tuvimos ese Dejà Vu) y abrir la portería contraria. Tiene magia el argentino. Siempre que toca el balón parece que pasa algo. 

El partido pasó entonces a la tradicional fase de control colchonera. Se cierran las filas, se desespera al rival, con y sin balón, y se espera el latigazo letal. Y llegó, con los mismos protagonistas: Correa habilitando al “niño” para que esté, rememorando también aquella final de la Eurocopa, hiciese el segundo. Me paró aquí para decir que el inicio de temporada de Torres está siendo espectacular. Dentro y fuera del campo. Y lo digo yo, porque no decirlo sería de necios. 

Tres puntos que no valorarán las huestes del nuevo Atleti pero tres puntos de mucho mérito en un campo difícil, contra un rival motivado que estaba invicto y con un Atleti que sigue buscando con pausa su once de referencia. Efectivamente son otros tiempos y efectivamente todos seguimos todavía adaptándonos. 

@enniosotanaz

Tiempo muerto

At. Madrid 2 - SD Eibar 1

Estoy seguro de que los grandes cerebros que regulan el mundo del fútbol tendrán una razón para ello pero a este humilde aficionado le cuesta entender por qué el periodo de fichajes sigue abierto cuando las competiciones ya están en juego. Habrá, no lo dudo, mentes pragmáticas mucho más evolucionadas que la mía que explicarán con precisión geométrica como dicho dato debería ser irrelevante en un mundo construido con profesionales pero sinceramente, creo que no lo es. Resulta inquietante saber que, jugándose la segunda jornada de liga, cualquiera de los jugadores sobre el campo podrían mañana estar en el equipo de enfrente. Que un pie mal metido o una patada mal dada en ese preciso momento podría dar al traste con una operación que condicionará su futuro. Sí, no debería ser importante, pero el runrún del Vicente Calderón cuando la pelota echó a rodar no sonaba a fútbol ni a ilusión sino a nombres que se iban y venían, a cosas que se debería hacer y a cosas que se deberían haber hecho. Probablemente eso no debería explicar por si mismo lo que ocurrió después en el césped pero tampoco creo que sean hechos independientes. El Atleti comenzó el partido con la misma sensación de provisionalidad con la que lo terminó. Con la idea de fondo de que es una plantilla en construcción a la que le falta mucho trabajo para que vuelva a ser el equipo bien engrasado y competitivo que fue la temporada pasada. Para que vuelva a ser un equipo. Por mucho que los vendedores de crecepelo nos quieran hacer creer otra cosa, el Atleti del Cholo ha sufrido tres amputaciones críticas que nos han hecho temblar (Courtois, Filipe Luis y sobre todo Diego Costa). El tiempo dirá si los repuestos son mejores o peores pero de momento yo tengo claras dos cosas: que hay que construir el equipo otra vez y que cuando esto ocurra será distinto a lo que estábamos acostumbrados a ver. El Atlético de Madrid de Simeone ni está probablemente completo en sus activos (veremos) ni es todavía un equipo. Esto probablemente no anticipa nada de lo que pueda ser el futuro pero es lo que es y mentiría si dijese que me parece ilusionante.

El partido contra la SD Eibar fue atroz. Horrible. Malo de solemnidad. Una medicina caducada para intentar insuflar algo ilusión a la incomprensiblemente desanimada afición colchonera. Comenzó sin ritmo y sin intensidad. Plano. Vacío. A ello contribuyó el equipo rival, un modesto Eibar que lógicamente hizo lo posible para frenar el tradicional ardor de los colchoneros, pero que tampoco necesito demasiado empeño dada la actitud de unos madrileños que no parecían estar por la labor de hacer el partido de su vida. Sin velocidad, sin balón, sin presión, sin fuerza y lo más dramático de todo: sin intensidad. Era desesperante ver por ejemplo al nuevo cancerbero, Moyà, peinándose e interpretando pasajes del Tartufo de Moliere cada vez que tenía que sacar de fondo. Lleva dos partidos, lo sé, pero no me gusta ese postureo en el campo del nuevo portero colchonero. La SD Eibar tampoco jugaban nada pero al menos cerrraba los pasillos de seguridad del rival. Solamente Griezmann, el jugador que ahora mismo más me ilusiona, era capaz de aparecer entre líneas, tocar el balón y hacer algo parecido al fútbol. Todo cambió en pocos minutos gracias a dos acciones a balón parado marca de la casa y que el equipo gipuzcoano defendió con una candidez propia de un recién llegado a primera división. En la primera, Miranda remataba en el primer palo un pase desde la derecha (¿les suena de algo?). En la segunda era Mandzukic el que remataba un balón colgado, esta vez desde el lado contrario.

Con 2-0 en el marcador el partido parecía fácil y tranquilo para el vigente campeón pero no ocurrió así. El balón siguió rodando sin criterio, la intensidad se evaporó definitivamente y la parsimonia de Moyá tomaba ya demasiado protagonismo. En ese contexto apareció la mejor jugada del partido. Excelente combinación del equipo armero (ante la pasividad defensiva de los colchoneros) que acababa con un gran tiro de Abraham desde la frontal del área que se colaba por la escuadra. Rondaba la media hora de partido pero ahí se acababa un Atleti que, a excepción de un tiro de Raúl García desde la frontal del área todavía en la primera parte, no volvió a hilar una jugada.

La segunda parte fue una pesadilla. Con un Atleti inexistente en la construcción, perdido en la presión y con desajustes defensivos impropios de un equipo de Simeone, el Eibar no tuvo más remedio que hacerse con los mandos y merecerse un empate que de haber ocurrido no hubiese sorprendido a nadie. Los rojiblancos hacían sobre todo aguas en el centro del campo. Con un Koke en baja forma (lo mismo vamos a pagar caro lo de Brasil), Gabi desesperado pidiendo intensidad y perdiendo el sitio al tener que ir a tapar los errores de sus compañeros y Raúl García/Griezmann sin conectar con la delantera, sobresalía en negativo un Mario Suarez que cada vez genera más dudas. Comenzó bien el mediocentro pero acabó mal. Muy mal. Perdido, mal en defensa y peor en ataque. Incapaz de conectar con los de atrás ni con los de arriba. Mal colocado, llegando tarde y generando dudas en su entorno. Lo llevo diciendo desde hace años: el Atleti necesita un mediocentro. Si Koke y Saúl no le valen a Simeone para jugar ahí tendrá que venir otro, pero es muy necesario. Tiago no tiene gasolina y Mario no está para ser titular. Los incomprensibles cambios de Simeone tampoco ayudaron demasiado. Quitar a Griezmann era quitar el poco fútbol que quedaba. Quitar a Mandzukic era quitar la posibilidad de otro gol. La SD Eibar no fue capaz de empatar el partido pero al menos tuvo dos oportunidades de hacerlo gracias a los desajustes defensivos y las malas salidas de Moyà (que sin embargo sacó un gran balón tras falta directa). El partido terminó con la grada pidiendo la hora y la sensación de que un puñado de nubes negras se colocaban en el firmamento colchonero.

Como escribía ayer en twitter, prefiero tener paciencia y ser paciente antes de abrirme las venas en canal. No creo que tenga sentido ahora mismo hacernos el Hara-kiri. Veo un pesimismo exacerbante a mi alrededor que sinceramente me parece injusto y que no se corresponde con las alegría que este equipo nos acaba de dar como quien dice. El Atleti tiene quince días que cerrar la plantilla, centrarse, trabajar y saber si somos piel o pluma. Puñal o florete. Tomemos este tiempo como un agradecido tiempo muerto.