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Fútbol control

Es complicado normalmente aburrirse en el estadio Vicente Calderón pero a veces ocurre. Ayer ocurrió. Siguiendo esa estela moderna de llevar cualquier debate al enfrentamiento personal y de construir una barrera infranqueable (o conmigo o contra mí) en mitad de cualquier desacuerdo, habrá quién con malos humos y atinado criterio se me tirará a la yugular para sofocar mi atrevimiento y alertarme (como si acabase de llegar y no lo supiera) de que en breve vienen retos mayores, que no hay que gastar energía, que es absurdo forzar, que es lo que hay que hacer, etc. No seré yo, desde luego, el que se ponga a saltar la barrera discutiendo con artes de chiringuito unos argumentos de mucha profundidad, mucha lógica y mucha trascendencia pero, qué quieren que les diga, yo me aburrí y mucho. 

Tras los debates sobre cuál es el objetivo del equipo que el entrenador tiene que decir en las ruedas de prensa, las lesiones, los expedientes X en el lateral izquierdo, los pinchazos deportivos, la búsqueda infructuosa de un delantero centro, el cinematográfico pase a cuartos de la Champions y el “cortarrollos” que ha supuesto el enésimo y perezoso enfrentamiento con el equipo de toda la humanidad “libre”, el Atleti parece haber entrado en un periodo estable y de aburrida tranquilidad. Como corredores de fondo estirando detrás de la línea de salida o toreros acomodándose la ternilla antes de pisar el albero, los de Simeone parecen haber entrado en una rentable dinámica de dejar pasar el tiempo con faenas de aliño, que por el camino dejan buenos resultados y poco desgaste. Los enfrentamientos contra Getafe, Córdoba o Real Sociedad han sido todos muy parecidos en su desarrollo: salida en tromba, colchón de dos goles muy pronto y toneladas de fútbol control después. Pero de fútbol control made in Atleti de Simeone, que son palabras mayores. 

Poco más que añadir. 9 puntos a favor y cero goles en contra son tangibles más que suficientes como para no tener ganas (ni argumentos) de poner en duda si la elección ha sido la buena o no. El Atleti vuelve a la senda de los éxitos, recupera el rigor defensivo, la contundencia táctica, la precisión a la hora de definir y el respeto, público o privado, de sus rivales. Esto último lo digo porque, aunque en el campo es evidente, parece que los rivales compatriotas (y de los analistas mejor no hablar) son algo reticentes a declarar en público su admiración o respeto por el trabajo de Simeone y sus jugadores. De denunciar, aunque sea tibiamente, la injustica que se está cometiendo con ellos a la hora de escribir la historia. Hace un par de días Moyes, entrenador del equipo txuri urdin, decía que muchos jugadores del Atleti estaban infravalorados. Obvio. Pero claro, Moyes es escocés. 

De fútbol tampoco se puede hablar mucho. A los quince minutos la defensa de la Real Sociedad ya se había metido un gol en propia puerta y Griezmann, todo un talento en plena metamorfosis hacía algo que puede ser espectacular, había cerrado el partido con el segundo. A partir de ahí los rojiblancos pusieron la coraza en el campo, los vascos eran incapaces de tan siquiera provocar un rasguño (en este paréntesis dejo que el lector elija el chiste que prefiera pero siempre con Granero como protagonista) y los aficionados nos aburríamos a lo grande en las cochambrosas sillas de la grada. En mi caso con riesgo muy alto de romperme la mandíbula entre bostezo y bostezo. Con ese escenario es muy difícil reparar en esos problemas que tenemos en el lateral izquierdo (Gámez merece jugar, pero es una limitación grande tener un diestro en el lateral izquierdo dentro de un equipo en el que los laterales son parte fundamental del ataque) o en la delantera (donde tres nueves de los llamados clásicos no terminan entre todos de sumar uno), pero están ahí. Ansaldi es una metáfora. Siqueira un manojo de nervios. Mandzukic con sus problemas de esguince (que a mí me suenan a problemas de confianza) no termina de estar. Torres sin estar en forma (no sé si porque todavía no la ha cogido o porque ya la ha dejado para siempre) parece más un recambio que un jugador titular y Raúl Jiménez… pues eso, Raúl Jiménez. 

Pero llegan curvas, amigos. Me temo que los tiempos de bostezos, aburrimiento, bocadillos reposados en el descanso y alborozadas sesiones de sing-along cantando pegadizos estribillos de Los Chunguitos (obi, oblak,…) están a punto de pasar a mejor vida. En las próximas dos semanas se decide lo que va ser el Atleti 2014-2015. Si seremos toro o torero. Si musa o escritor. Si vamos a poder soñar o si tenemos que caminar hasta que se termine formalmente la temporada con botas katiuskas sobre una solar infestado de charcos. Pero lo que esta claro es que esto del fútbol control pasará a mejor vida y que entonces lo recordaremos (el que lo recuerde) como una cosa del pasado. ¿Y saben qué? Me gusta. No me da miedo. Estoy deseando que llegue.

@enniosotanaz

Pensamiento oriental

At. Madrid 3 - Málaga 1

Decía Mao Tse-Tung que la crítica debe hacerse a tiempo. Que no hay que dejarse llevar por la mala costumbre de criticar sólo después de consumados los hechos. Parece evidente que las vedettes del periodismo deportivo patrio, así como los millones de ávidos comedores de alpiste que todos los días escuchan sus arengas, no son muy de seguir las enseñanzas del pensamiento oriental pero eso es casi una prueba evidente de lo acertado del mismo. Tras la derrota del equipo de Simeone en Anoeta, los analistas del veneno, los tertulianos de las estupidez y toda esa cohorte de aplaudidores que conforman el engrudo principal de ese mundillo, salieron con el cuchillo entre los dientes a descuartizar al conjunto rojiblanco. Como setas venenosas después de una ligera lluvia, aparecieron para poner los supuestos puntos sobre las supuestas ies. Con análisis que difícilmente podrían aguantar una simple revisión lógica pero eso no ha sido nunca un problema pera estos amigos de lo tóxico. Con esa valentía ruin que les caracteriza y que siempre sacan a toro pasado. A estas alturas de película debería darnos igual a todos los que vivimos ninguneados por la actualidad y al margen de la rabiosa tendencia mediática, pero no parece ser así para un nutrido grupo de colchoneros que una y otra vez caen en la trampa y que no sólo comen diligentemente su ración de bazofia diaria sino que son además capaces de regurgitarla en público. Una lástima con la que reconozco no poder luchar pero que, aunque me incomoda, realmente me da absolutamente igual. Paso de los unos y de los otros.

El Atlético de Madrid ha hecho hoy un buen partido que le ha servido para derrotar claramente a un Málaga que venía con la vitola de llevar cinco partidos consecutivos sin perder, pero que no lo ha parecido. Aun así, parece que siempre quedará la inercia de comparar a Moyá con Courtois, a Mandzukic con Costa o a Ansaldi con Filipe Luis. Absurda costumbre que me parece que tardará en extinguirse por el Calderón. Independientemente de que nos parezca bien o mal el Atleti 2014/2015 es otro equipo y lo va a seguir siendo hagamos lo que hagamos. Por esa simple razón, yo al menos, prefiero estar dispuesto por lo menos a que me guste.

El horario de las cuatro de la tarde hacía que todos llegásemos algo apresurados al estadio pero también que la grada se poblase de niños y familias que es algo que a mí siempre me resulta agradable. El ambiente era fabuloso y los jugadores colchoneros se encargaron de no aguar la fiesta. Salieron como motos a comerse al equipo andaluz y casi lo hacen a las primeras de cambio. Mis plegarias por ver a Griezmann, Arda y Koke por detrás de Mandzukic fueron escuchadas y el experimento no defraudó. El Atleti era intenso, rápido y poderoso pero además jugaba muy bien al fútbol. Mucho tenía que ver con ello la presencia en el centro del campo de un tipo portugués llamado Tiago. Griezmann ya avisó metiendo un buen balón que el croata colchonero no acertó a rematar antes de la jugada del primer gol. Jugada que empezó siendo una excelente combinación por la derecha en la Arda desplegó parte de su inmensa magia (lo seguiría haciendo toda la tarde) para que el balón llegara a la frontal del área y fuese rematado por Koke a la mano (clara) de un jugador malagueño que, por supuesto, el árbitro no vio. La acción terminó siendo un córner pero ya sabemos que en el Calderón eso no sólo no es malo sino que son palabras mayores. Tanto es así que algunos segundos después el marcador reflejaba ya el 1-0 tras remate de cabeza de Tiago. El portugués que volvía de una prolongada lesión ha demostrado hoy lo importante que es para este equipo. Su presencia acerca al equipo al fútbol, libera a Gabi de suertes que no sabe manejar y protege a los jugones de arriba. Se me antoja un jugador vital en el Atleti contemporáneo que, lamentablemente (y lo digo hoy como lo dije ayer), no tiene sustituto.

Uno esperaba que el 1-0 sirviese para que el Málaga abandonase su posición ordenada y timorata, tratando de meterse en el partido. No ocurrió así. Siguieron jugando como si no hubiese ocurrido nada reseñable, lo que aprovecharon los de Simeone para no sufrir. Se paró el ritmo y la intensidad pero los madrileños no perdieron el control. Sin pena ni gloria se llegó de esa forma al descanso.

La segunda parte pareció mostrar un equipo malacitano algo más metido en el partido. El Atleti aceptó el envite pero lo hizo desde esa posición replegada con la que encara los partidos en los que domina el marcador. La cosa en cualquier caso parecía seguir funcionando bien para los del Cholo hasta que una buena jugada por la izquierda de Samu Callejo (ayudado por cierta relajación de Ansaldi) fue rematada de forma acrobática por Santa Cruz para reducir distancias. Los minutos posteriores provocaron cierta intranquilidad en la grada que, en mi opinión, no se correspondía con la realidad. El Málaga había llegado una vez y había metido un gol. No parecía haber motivos para estar nerviosos (de hecho no volvieron a tirar a puerta en lo que quedó de partido) pero parece que la campaña en pro de sembrar la incertidumbre en las filas colchoneras, esa campaña que tiene su epicentro en las redacciones mas populares (o populistas, como quieran), está cuajando.

Raúl Jiménez había salido al campo en sustitución de un apático Mandzukic que se marchaba lesionado. El cuestionado mejicano hizo hoy buenos minutos jugando de único punta. Fijando la defensa, bajando el balón, dando oxígeno y tirando diagonales. La lástima fue (o es) la patente falta de gol que sigue manejando. En una estupenda jugada de Griezmann, otro buen partido del francés que a pesar de un par de fallos al final parece acercarse a lo que su entrenador quiere de él, Raúl Jiménez se llenó de ansiedad y remató directamente al portero en una posición bastante clara. Afortunadamente uno de los de siempre, Godín, volvió a poner las cosas en su sitio entrando como un bisonte al segundo palo tras pase de Tiago desde la derecha para poner el tercero del marcador. Poco más. Un expulsado por cada equipo (Samu y Gabi) y la sensación de que el partido se había ganado con bastante solvencia.


El Atleti sigue con paso firme arrastrando a su paso todas las dudas. Las reales y las ficticias. Las inocentes y las dañinas. Dudas y reproches que estuvieron, están y estarán. Por dentro y por fuera. Es así y lo mejor será vivir con ello pero al margen. Esperando en silencio al siguiente episodio que en este caso habla griego y se llama Olympiakos.  

Nunca se había marchado.

At. Madrid 4 - Sevilla 0

Había que ser muy torpe, muy necio o muy sucio para que los pitos al cambio de Griezmann del pasado fin de semana supusiesen un debate mediático en torno a una afición dividida por una supuesta desafección hacia Simeone. Era evidente que quién amplificaba el sonido y ponía los focos en una anécdota ínfima, repetida un millón de veces antes, no sólo no sabe lo que es estar en el Vicente Calderón (rara vez los periodistas de cabecera se digan a ensuciarse las canas acudiendo in situ a un lugar tan poco glamuroso como un estadio de fútbol) sino que es evidente que lo hacía con una oscura intención de fondo. Pero así estamos desgraciadamente en el Atlético de Madrid. Un equipo que al parecer lleva ya demasiado tiempo en ese estado mágico que le permite pasearse por las nubes y que molesta horrores al Establisment. Y bien que se encargan de dejarlo claro. Visto desde otro punto de vista, es hasta gratificante observar la cantidad de recursos que consumen en la empresa y el brutal desgaste de talento zafio que tiene que emplear esta gentuza para que las cosas vuelvan a ser “como Dios manda”. Juego feo, juego sucio, equipo violento, 100 millones gastados, pitos al entrenador, goles a balón parado,... el catálogo de sandeces es infinito. No por repugnante deja de ser bochornoso. No por innocuo (algunos hace años que estamos hasta las pelotas de un puñado de profesionales mercenarios que chapotean en las cloacas más infectas de la profesión y que no me merecen el más mínimo de los respetos) deja de ser realmente dañino (desgraciadamente no todos los aficionados al Atleti son capaces de vivir al margen de los moradores de “la fosa séptica” (*) y eso trae consecuencias). Pero todos estos soldados de la canallesca van a tener que seguir tirando de imaginación un poco más. Sacar sus mejores opciones de talento para el mal y comprar cajas de ALMAX para controlar el ardor de estómago. Simeone ha vuelto. En realidad nunca se había marchado.

El partido contra el Sevilla de Emery era de una importancia vital. Quizá no a nivel de puntos pero sí desde el punto de vista psicológico. Enemigo directo, equipo rojiblanco (aparentemente) lleno de dudas y semana complicada en el horizonte, pero el equipo colchonero saldó el envite con nota. Haciendo un gran partido, tirando de personalidad, enseñando los dientes y anulando a un rival que no fue capaz de asomar la cabeza en ningún momento. Los dos entrenadores plantearon una batalla para dominar el centro del campo pero mientras que Emery, otra vez, recurría a su miedo proverbial para colocar un nuevo central adelantado que ayudase al equipo a compactarse y parapetarse en su campo, Simeone colocaba otro medio centro dinámico (Saúl) para dominar el terreno de juego y controlar el balón. El plan salió a la perfección para el argentino, gracias sobre todo a la labor de un Saúl que volvió a realizar un gran encuentro. Muy disciplinado en la táctica y el esfuerzo para recuperar el balón, la diferencia estuvo sin embargo cuando en ataque aparecía por varias zonas del campo para combinar, ofrecer una ayuda o incluso iniciar la jugada. Es el tipo de jugador polivalente y sacrificado que gusta a Simeone así que seguro que jugará bastante. Pintaza de gran pelotero. 

El Atleti dominaba el juego y el partido. Llegaba por izquierda o derecha, con Koke, Arda y Saúl muy móviles y los estiletes de los laterales. Tanto Juanfran, en gran estado de forma, como un Ansaldi renacido que hizo un buen encuentro. El equipo ya avisó con un remate de cabeza de Gabi tras jugada a balón parado por el que seguramente irá al infierno (¡¡balón parado!!). El gol no tardaría en llegar. Jugada de coraje y calidad por parte de Saúl desde la izquierda que deja el balón en Koke encarando la portería rival. El internacional Atlético entró en el área para disparar a puerta pero topándose con la pierna de un rival que desvió el balón para llevarlo a la portería sevillista. El gol no provocó ningún cambio en ninguno de los dos equipos y las cosas siguieron prácticamente igual. Tan sólo al final de la primera parte los andaluces lograron estirarse algo, pero el espejismo quedo sepultado con el segundo gol colchonero. De nuevo a través de la herejía del balón parado y tras una jugada que de ser ensayada sería prodigiosa. Saque al lateral, Arda que deja de cabeza, Miranda que cuelga con la derecha y Saúl que remata de cabeza entrando por el segundo palo. Golazo.

La segunda parte fue más fea y se jugó menos pero no cambiaron ni los protagonistas ni el resultado. Emery quiso poner algo de fútbol con Banega y Denis Suárez (tarde, como siempre) pero no lo consiguió. Apenas ocurrió nada, de hecho, hasta la salida de Griezmann por parte del Atleti que puso velocidad y chispa. También apareció en el campo, en el tramo final, el mexicano Raúl Jiménez al que se le vio motivadísimo y con tantas ganas de agradar que sinceramente resultó entrañable. Tuvo además un papel importante en esos minutos hasta el final del partido. Primero asistiendo a Griezmann para que Diego lo arroyase dentro del área (pocos penaltis verán en su vida más claros que ese). Raúl García transformó la pena máxima. Después para tirarse en plancha y conectar de cabeza el balón que ponía el cuarto en el marcador. Me alegro por él. Si el Cholo consigue recuperarlo para la dinámica de grupo habrá que sumar un nuevo milagro a su ya dilatada lista.


Gran partido de los de Simeone que da un golpe encima de la mesa de agoreros, cenizos, arqueólogos de la polémica, analistas de charcutería y demás infelices. El Atleti está aquí porque realmente nunca se había marchado. Sale con sobresaliente y ánimo renovado del primer órdago de una semana terrible. Pero seamos fieles a la leyenda: partido a partido.


(*) Expresión robada a mi querido y admirado Julio Ruiz. 

Duende.

AT. Madrid 2 - Celta 2

Sería absurdo negar que los aficionados al fútbol tendemos a analizar las cosas que ocurren en el terreno de juego teniendo siempre la ventaja de conocer el resultado. Es trampa. La cometemos todos, yo el primero, pero es trampa. Seamos conscientes. Tom Wolfe construyó hace años una parodia de la casualidad en su Hoguera de las Vanidades y de ese libro (o esa película, como prefieran) me he acordado cuando el pésimo colegiado Martínez Munuera ha pitado el final del partido. En ese momento uno tenía ya el análisis del partido en la cabeza. Lo héroes y los culpables. Las claves, los hitos y los puntos de inflexión. Pero me ha dado por pensar que el análisis a lo mejor no hubiese sido el mismo si a los cinco minutos de empezar el partido Raúl Jiménez hubiese metido el balón en la portería en lugar de mandarlo al Frente Atlético o si a pocos minutos del final, el mismo Raúl Jiménez, no hubiese tirado el balón a las manos de Sergio en lugar de meterlo en la portería haciendo tercero. Me gustaría creer que sí, pero tiendo a pensar que no. El fútbol es complejo y muchas veces fortuito, que duda cabe. Intentaré contar lo que a mí me ha parecido el partido pero estoy completamente convencido de que el factor más relevante, la diferencia más notable entre este Atleti y el del año pasado es la falta de duende. Ese rechace que ahora sale por otro sitio, ese balón que ahora no entra. Suerte, le llaman algunos también.

El partido comenzó frío. El Celta es un equipo que juega muy bien al fútbol y conseguía mover la pelota con el criterio suficiente como para parar con la pelota el famoso ímpetu rival. El Atleti se dejaba ganar en ese aspecto gracias a una presión pobre y mala que hacía a sus jugadores llegar tarde a todos los cruces. Pero incluso en ese escenario llegó una jugada colchonera, tras error gallego, que podía haber cambiado el partido y que Raúl Jiménez desaprovechó en la frontal del área rematando como hubiese rematado un señor de Cuenca que de repente apareciese por allí. El Mexicano ha sido el gran damnificado de este partido pero en mi opinión se lo ha  ganado. Ha fracasado en la gran oportunidad que ha tenido. Frío, triste, lento y torpe. Sin velocidad, sin desmarque, sin desborde y sin gol. Lamentable partido del azteca que hace al aficionado colchonero cuestionarse su fichaje y preguntarse si cualquier delantero de la liga española (Larrivey sin ir más lejos) no es igual o mejor costando significativamente menos.

Cuando en el césped lo único que pasaba era el tiempo, apareció un balón bombeado en el área que Godin dejó botar (mal) y Moyá decidió dar por perdido (peor). El único que tuvo la fe de seguir la jugada (una característica que tenían antes los jugadores rojiblancos) fue Pablo Hernández que estirando la pierna de forma imposible consiguió conectar la pelota con el talón y meterla en la red. Gol estéticamente precioso que para mí es un error de la defensa colchonera. Otro. El 0-1 en el marcador puso además nervios en los muchachos de Simeone que a partir de ese momento estuvieron bastantes minutos sesteando, incapaces de quitarle el balón a los vigueses. Hasta que apareció Griezmann, el mejor del partido del largo. El francés conectó entre líneas, puso criterio al balón, aportó velocidad y tuvo la picardía que hasta entonces nadie tenía. Escudado por Arda y Koke se echó el equipo a la espalda y empezaron a llegar las ocasiones que sin embargo eran desbaratadas por un acertadísimo Sergio. Desgraciadamente el empaté (Miranda tras saque de falta de Koke) y posterior remontada (Godín tras saque de esquina) llegaron en sendos saques a balón parado pero es justo decir que podían haber llegado de cualquier otra manera. 

Parecía controlado el partido cuando se inició la segunda parte pero el Celta, con Nolito ya en el campo y un excelente Krohn-Dheli, hicieron a los gallegos jugar demasiado cerca de la portería de Moyá. En un balón metido al área Planas se quedó en solitario con un Miranda que, entrando a destiempo, lo derribó claramente en el área. Nolito convertía el penalti y hacía el empate. A partir de ese momento el partido fue un acoso constante de los colchoneros, jugando bien por momentos y llegando mucho y con criterio, pero este equipo no tiene, ni mucho menos, la pegada a la que estábamos acostumbrados. Ni duende.El balón no quería entrar pero el equipo terminó de resfriarse cuando Simeone, en la acción más incomprensible desde mi punto de vista desde que está sentado en ese banquillo, decidió quitar a Griezmann del campo. Las ocasiones siguieron llegando pero el juego fue significativamente peor. Lo único que no cambiaba eran los reflejos de Sergio que sacó balones a todos. A Griezmann, a Raúl Jiménez, a Tiago y a quién se pusiera. El árbitro se vino a sumar a la fiesta permitiendo las perdidas de tiempo, midiendo mal las tarjetas y no viendo un, para mí, clarísimo penalti a Godin.

El empate más que afectar a la clasificación (que afectará seguro) es más dañino porque deja muchas dudas en un equipo que ya las tenía y que no es capaz de viajar sin la mochila de la incertidumbre. Me sigue pareciendo un equipo ilusionante pero en construcción, que hace muchos errores propios de equipo de construcción y al que veo con dos problemas para los que no adivino pronta solución: un centro del campo pequeño, limitado y muy mayor, junto a una delantera, de momento, sin pegada. Necesitamos hilar una racha buena de resultados para que la tranquilidad sirva de bálsamo y que todos estos rotos, provocados por una gestión deportiva más que discutible, puedan ir cicatrizando poco a poco. Veremos. 

  

Miedo.

Real Madrid 1 - At. Madrid 2

Debían llevarse menos de diez minutos disputados del enésimo derbi que Madrid y Atleti tienen que disputar en Concha Espina a primeras de cambio. Era una jugada sin importancia que ni siquiera recuerdo especialmente. Un ataque madridista que tras algún choque entre jugadores había terminado en nada. Mientras Moyá preparaba la pelota para sacar de puerta, el realizador de televisión ponía su cámara en Godin que hablaba con un Cristiano Ronaldo que le estaba recriminaba algo. En ese momento, como un flash repentino, me acordé de tantos otros partidos similares, hace años, en los que también las cámaras enseñaban las caras de los jugadores en situación similar. Eran otras caras. Las de unos y las de otros. Moyá seguía sin sacar el balón cuando también se me ha pasado por la cabeza aquella frase de Nelson Mandela en la que decía que el valiente no es el que no tiene miedo sino el que es capaz de conquistarlo. Eso es exactamente lo que ha conseguido hacer el Atlético de Madrid de Simeone. Conquistar su miedo hasta dominarlo. La cara de los jugadores del Atleti cuando hace cinco años jugaban un derbi eran la del miedo. La cara del que se siente inferior. Del que asume la derrota a priori. Hoy las cosas son diferentes. Hoy Godin le habla a Cristiano de igual a igual. Sin subirse a ningún pedestal, con los pies en el suelo, pero mirando a la cara. A los ojos. Sabiéndose ganador sin haber ganado todavía. Hoy la cara de Godin es la de Raúl García que es la de su entrenador y que es la mía. Es la cara de alguien que se siente confiado y orgulloso de ser lo que es. Es evidente que además enfrente también lo notan. Las caras de los rivales tampoco son las de antes. Ahora se percibe preocupación. Precaución. Miedo. Pocos segundos después el Atleti marcaba el o-1 y los rasgos se acentuaban todavía más.

El Atlético de Madrid ha vuelto a ganar en el Bernabéu y lo ha vuelto a hacer fiel a su estilo, su espíritu y su línea de trabajo. Con un esfuerzo absolutamente generoso, agarrándose al detalle con la misma fuerza que se agarra a lo obvio y ciñéndose como lapas al plan trazado por un entrenador al que nunca podremos agradecerle suficiente lo que ha conseguido hacer con este equipo. 

El partido comenzó como suelen comenzar los últimos derbis madrileños, con un Madrid dominando el balón sin hacer nada con él y un Atleti perfectamente plantado en el campo para no dejar jugar. Quince metros fuera del área, con Raúl García y Koke ayudando en los laterales y los dos mediocentros atentos a los cruces. No pasaba nada. El partido no tenía ritmo y el Atleti estaba cómodo en el campo. Con ese líquido amniótico en el ambiente apareció un córner a favor colchonero que puso el miedo en el ambiente, en la grada y en los jugadores blancos. Prueba evidente de como han cambiado las cosas. Pero tenían razón. Koke golpeó el balón como los ángeles para mandarlo al mismo sitio donde lo ha mandado un millón de veces antes. En esta ocasión sin embargo, para desgracia del respetable, Miranda dejaba pasar el balón in extremis para que Tiago, que estaba detrás liberado de su marca, rematara fácilmente a puerta. 0-1. El plan seguía su rumbo.

El partido no cambió demasiado tras el gol. Esa extraña afición, que es la afición merengue, siguió en ese sepulcral silencio que con tanto ardor practican y sólo aumentaban el nivel de decibelios para pitar a su propio capitán, un tipo que les ha dado docenas de títulos, que es madridista hasta las cachas y que nunca ha dicho una palabra torcida de su club. Incomprensible, pero sus razones tendrán. El Atleti seguía con su plan pero fallaba algo. Simeone había sorprendido a propios y extraños colocando a Raúl Jiménez como segundo delantero, pero la decisión puede incluso sonar a frivolidad visto lo que el mejicano ha aportado. Nada. Incapaz de llevarse un balón por alto, incapaz de retenerlo, incapaz de combinar con Mandzukic e incapaz de conectar con el centro del campo. Su mala actuación hacía que el Atleti no existiese en ataque. Para mí, acabado el partido, sigue siendo una decisión incomprensible.  

El Madrid seguía siendo inofensivo pero es un equipo letal con espacios y cada vez que el Atleti tenía algún error en la salida (Gabi no ha estado bien) o no era capaz de acabar la jugada, llegaba con mucho peligro. En una de esas ocasiones Cristiano recogió el balón con Koke y Tiago fuera de sitio con lo que, por primera vez, pudo encarar en solitario a Siqueira. Lo hizo. Penalty claro. El propio portugués se encargó de marcarlo. A partir de ese momento el Atleti se descompuso y el Madrid realizó sus mejores minutos. Llegando antes al balón dividido, distribuyendo con criterio, jugando y llegando. Pero desgraciadamente para sus aspiraciones se topó con un Moyá bastante más serio y solvente de lo que muchos, entre los que me incluyo, pensábamos. Gran partido del portero que se asienta de forma muy sólida en la portería, lugar del que va a ser muy difícil que lo quiten. El árbitro pitaba el final de la primera parte con 1-1 en el marcador. 

La segunda parte fue otra cosa. Otra gran obra maestra del Cholo Simeone. Nada más volver de la caseta las cosas volvieron a su cauce, con un Atleti otra vez plantado como una roca y un Real Madrid totalmente desarmado. Pero el Atleti, en contra de lo que mucho enterado suele pregonar, es un equipo que quiere ganar en todos los campos y sabía que para ello había que modificar algo. 

El esquema cambió de forma radical con la entrada al campo de Griezmann y sobre todo del gran Arda Turan. El turco es uno de esos jugadores que cambian la cara, el espíritu y el color de un equipo con su sola presencia. Un jugador diferente, genuino y genial que tenemos la suerte de tenerlo vestido de colchonero. Arda dio pausa, salida, fútbol y picardía. También dio el segundo gol a los colchoneros. Un buen pase de Griezmann a Juanfran tras saque de banda, que el lateral metió al área con criterio y que Raúl García, con un gesto técnico soberbio, dejo pasar bajo las piernas para que el gran Turan metiese el balón en el poste derecho de Casillas. La celebración del gol define a este nuevo Atleti. Sin inmutarse. Sin histrionismo. Con rabia contenida. Con respeto. Dando un golpe de autoridad y orgulloso. No hubo más partido. El Atleti cerró todos los poros ante un Madrid incapaz de jugar y que lejos de recortar el marcador a punto estuvo de recibir el tercero después de un balón largo de Moyá que Griezmann no acertó a marcar en boca de gol.


El Atleti sigue siendo el Atleti. En construcción, con la incertidumbre de incrustar las nuevas caras en el esquema y expectante ante las multiples combinaciones que ahora son posibles en la parte de arriba del equipo, pero sigue siendo el Atleti. Ese equipo que muere en cada partido y que siempre mira a los ojos. Ese equipo que ya podemos decir, sin temor a equivocarnos, que ha conquistado su miedo.

La pirámide de Maslow

Rayo Vallecano 0 - At. Madrid 0

La teoría psicológica de la jerarquía de las necesidades humanas (Pirámide de Maslow) viene a decir que el ser humano no es capaz de desarrollar necesidades elevadas a menos que no tenga satisfechas las más básicas. Es decir, sería francamente complicado preocuparse por la creatividad o la belleza sin tener nada para comer y sin poder calentarte.

El año pasado el Atleti acabo en el cenit de su historia. Culminando una temporada de ensueño y con la sensación de que por fin se había elegido la vía correcta. Que las semillas habían agarrado, que los brotes eran ya fuertes y que el prometedor futuro estaba trazado. Sabíamos dónde estaban las virtudes y se habían conseguido aislar los puntos débiles. Era fácil construir a partir de ahí. El equipo era corto, limitado y había terminado roto pero todos sabíamos lo que fallaba y lo que había que hacer para mejorarlo. Pero sólo quince minutos después del pitido final de la temporada pasada comenzó la diáspora que dio origen al enésimo verano de incertidumbre y pesadilla. Esos meses agónicos, que ya son tradición, en los que los sueños se deshacen y en los que, algo aturdidos, tenemos que improvisar a toda prisa nuevos métodos para renovar la fe. Cuando siguiendo la pirámide de Maslow uno estaba ya pensando en subir al siguiente escalón (mayor juego creativo, mejor banquillo, mayores alternativas) aparecen de sopetón un puñado de grietas en la base que nos coloca otra vez en la línea de salida. Grietas que no afectan a elementos ornamentales precisamente sino que lo hacen a los propios pilares del edificio. Courtois, Diego Costa y Filipe Luis eran pilares de este sueño creado por Simeone. Queramos verlo o no.

Comienza la liga con un equipo sin desprecintar que aunque se parece a lo que teníamos antes del verano no lo es y huele a nuevo que tira para atrás. Prefiero esperar a que se cierre el periodo de fichajes para sacar conclusiones sobre la nueva plantilla, pero ya podemos avanzar, sin riesgo a equivocarnos, que tenemos demasiadas piezas por encajar y que gran parte del trabajo del año pasado se ha marchado por el desagüe. Tiempo habrá también de analizar las razones de que este drama tenga que repetirse periódicamente así que vayamos mejor al fútbol.

Con el dulce sabor de la supercopa en el paladar, el Atleti iniciaba su andadura en el peculiar feudo del Rayo Vallecano. Lo hacía con una alineación sorprendente que colocaba a Griezmann en una banda, dejando la segunda plaza de delantero a otro de los nuevos. Esa incógnita mexicana llamada Raúl Jiménez. El partido comenzó con ritmo pero sin juego. Las reducidas dimensiones del campo, unido a la presión constante de los protagonistas, hacían muy complicada la circulación de balón. El encuentro se movía entre el pelotazo, los balones de cabeza, las faltas y la imprecisión. No es un terreno en el que el Atleti de Simeone se mueva mal pero se echaba en falta algo de sentido y pausa en el juego. El balón no era de nadie, aunque pareciese que era del Rayo, y ninguno de los dos equipos parecía controlar el partido. Pasada la mitad de la primera parte apareció tímidamente esa pausa que provocó un par de buenas jugadas colchoneras y que dejaron entrever ciertos detalles buenos del equipo. Así aparecieron también las dos ocasiones más claras del partido. Un remate pasado desde la derecha de Mandzukic (a pase de Ansaldi desde la izquierda) y otra todavía más clara del Croata, que desperdició un mano a mano tras error en la salida de balón de los de Paco Jémez y robo en la frontal de los rojiblancos. Si hubiese entrado alguno de esos dos goles (que es lo que se espera del ex del Bayern) estaríamos hablando de otra cosa. Pero no ocurrió y sin pena ni gloría llegamos al descanso con la sensación de que en la reanudación el equipo colchonero se soltaría definitivamente para meter ese gol que pudiera encarrilar el partido.

Ocurrió todo lo contrario. La segunda parte de los rojiblancos fue atroz. Acusando probablemente el esfuerzo físico de la semana pasada en la supercopa el equipo se deshizo con una facilidad inquietante. El Rayo tomó el balón y no sólo fue mejor haciendo fútbol sino que también fue más intenso. Preocupante. Buenas sensaciones las del equipo vallecano que sin embargo debe tener los pies en el suelo y pensar que en que esa segunda parte no tuvo rival. El Atleti era una caricatura que se limitaba a dar pelotazos y defender. El año pasado eran evidentes las carencias en la creación pero ahora mismo ni siquiera estamos en ese punto. Faltan referencias, mecanismos y mucho fútbol. El drama se hizo aún más presente cuando buscando soluciones en el banquillo nos dimos cuenta de que no las había. Saúl, al que Simeone ha decidido no utilizar como mediocentro, sustituía a un Raúl Jiménez peleón y voluntarioso pero impreciso y algo perdido. Sigue siendo una incógnita. Agua. Poco después Hector (¿mensaje cifrado a M. A. Gil?) sustituía a un Mandzukic que había pasado desapercibido y que ni siquiera había sido el jugador de pundonor que vimos en la supercopa.  Agua. A falta de cinco minutos el Cebolla sustituía a Griezmann (que también había desaparecido) para demostrar que hoy por hoy no tiene sitio en este equipo ni lo va a tener. Nada. Ni un remate a puerta de nadie. Sin tener ocasiones claras de gol el Rayo Vallecano fue mejor y no hubiese sorprendido a nadie que se hubiese llevado los tres puntos.


El punto es mal resultado, por mucho que el bueno de Moyà dijese en el túnel de vestuarios que era “muy valioso”. Prefiero achacar esa frase tan desafortunada al poco tiempo que lleva con el escudo del Atleti en el pecho pero tampoco me gustaron sus pérdidas de tiempo con empate a cero. Lo mismo alguien debería decirle a este muchacho, que por otro lado me cae bien y me ha sorprendido, en qué tipo de equipo está jugando. Tampoco me gusta ver a Simeone tan nervioso y enfadado. No sé si lo está con el mundo, con la liga, con los periodistas o con M. A. Gil pero tengo la intuición de algo que no sabemos le está molestando. Veremos. Esto acaba de comenzar, obvio, pero ya no para. Fe e ilusión toda, pero la realidad es que con la primera jornada disputada seguimos con la plantilla abierta para entradas y salidas y tratando de arreglar grietas importantes en la base de la pirámide. En esas circunstancias me parece ingenuo hablar de objetivos o retos mayores. Es decir, hoy más que nunca, partido a partido.