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¿Paciencia? (At. Madrid 2 - Hércules 1)



Decía Mariano Aguiló, poeta español del XIX, que no había que confundir la paciencia, coraje de la virtud, con la estúpida indolencia del que se da por vencido. Ayer por la noche el Atleti ponía fin a su renqueante andadura por el Calderón en la temporada 2010/11 y lo hacía con la marca de la casa. Con esa indolencia que algunos venden como paciencia. Con esa soporífera y desquiciante indolencia de un equipo y una institución que año tras año y según llegan las fechas límite de la competición, da la absoluta sensación de encontrarse a mitad de camino entre la putrefacta descomposición, la enésima reinvención que lo conduzca de vuelta a la mediocridad y los cantos de sirena de unas leyendas que no volverán a corto plazo.

Ayer el Atleti se despedía de su público hasta la temporada que viene y lo hacía con la misma desfachatez con la que lo ha tratado en la última década. Sin jugar, sin querer jugar, sin dar la sensación de que algún día puedan jugar y aburriendo a propios y extraños. El Atleti se despedía con una alineación inédita, la última de 38 alineaciones inéditas, que como sus compañeras tampoco convenció. El Atleti se despedía de su afición con un portero y delantero centro en limbo mediático que nadie sabe lo que va a pasar, una defensa en ruinas que podría desaparecer (casi al completo) sin que nadie la echase de menos, un centro del campo que lleva décadas sin ser centro del campo y que de nuevo tiene más prescindibles que normales (no traten de buscar imprescindibles porque no los hay) y un resto de plantilla que esté verano aparecerá en el apartado de “saldos” sin que ese calificativo rime demasiado con el montante de las fichas que cobran sus protagonistas. El Atleti se despedía de su afición, sin pena ni gloria, devaluado, sin escrúpulos ni vergüenza, sin carisma ni torería, sin esencia ni futuro. El Atleti se despedía de su afición, otra vez, hecho trizas, pero pareció que el único que se despedía de su afición era Quique Sánchez Flores y además lo hacía en loor de multitudes.

Acabemos con el partido cuanto antes porque si los propios protagonistas no fueron capaces de tomárselo en serio no voy a hacerlo yo. La enésima alineación del nuevo “ídolo” del Calderón dejaba a Elías y Raúl García en el banquillo y a Forlán en la grada. Lo primero debería ser de obligado cumplimiento para cualquiera que se diga entrenador. Lo segundo es cuestionable pero para mí es una historia en la que ninguno tiene razón. Es una cagada (otra) de la directiva que debería haber solucionado el asunto Forlán cuando el altivo uruguayo soltó su primera estupidez por esa boquita la temporada pasada. De aquellos polvos vienen estos lodos. Hasta que el Atleti abrió el marcador por mediación de Domínguez en apenas un par de minutos lo que vimos fue un Juanfran muy motivado (y fallón) que sin embargo, como se demostró después, da más que su compañero de viaje Elías. A éste al menos se le ve, se sabe a qué juega, aparece en el campo y da la sensación de ir a más. Elías es la misma incógnita que cuando llegó pero con muchos partidos más.

A partir del gol… la nada. Frente a un blandísimo Hércules ya descendido el Atleti se puso su mejor traje de desidia para aburrir a su afición hasta en el último día. Ni en el día de San Isidro (que no creo que fuese muy significativo para una plantilla sin referencias ni símbolos) los tipos que llevan el escudo del Atlético de Madrid hoy por hoy fueron capaces de rendirle orgullosa pleitesía. Sólo un interesantísimo y batallador Koke, hoy en otra rara posición made in Quique, ponía algo de cordura y emociones al partido. Por lo demás nada de nada. Sopor. Pasada la media hora Pulido (que tuvo una discreta actuación) hacía un ingenuo penalti que De Gea paraba. De Gea debutó parando un penali y ayer, parando un penalti, algunos decían que jugaba su último partido. Muy cinematográfico todo pero muy lamentable también de ser verdad.

La segunda parte siguió con las mismas referencias: Hércules vendido a su suerte y un Atleti patético. Según pasaban los minutos sin embargo entraba lentamente en el cuerpo la sensación de que a poco que los alicantinos quisieran se llevaban puntos de Madrid. La sensación se hizo más patente cuando Trezeguet empataba regateando la empanada Atlética mediada la segunda parte pero por alguna razón Reyes recogió un rechace en la frontal poco después para poner el definitivo 2-1.

Lamentable partido de una lamentable temporada.

La grada sin embargo decidió crear una absurda guerra civil en torno al sexo de los ángeles que básicamente es esa lucha entre encumbrar o denostar a Quique. Es un debate tan absurdo como irreal. Tan intrascendente como tramposo. Quique ha sido un entrenador tan de acuerdo con su directiva como los demás, tan desacertado en sus resultados como los demás, tan malo a la hora de hacer jugar al equipo como los demás y tan amigo de la prensa como los demás. Eso si, Quique trajo un discurso que defendía al Atleti histórico que lamentablemente no usa Cerezo ni el que mueve a la marioneta y sobre todo Quique fue el entrenador con el que justa o injustamente ganamos la Europa League y la Supercopa.

Para mi sobraban los cantos de alabanza a Quique durante los últimos partidos de liga en el Calderón y también sobraron ayer durante el partido. Especialmente cuando se utilizan para crear un plebiscito público a favor o en contra y muy especialmente cuando se confunde para sondear el estado a favor o en contra de la directiva. Estar a favor de Quique no es estar en contra de la directiva porque son desgraciadamente temas que no tienen nada que ver.

Lo que no me sobraron fueron los cánticos de despedida al final del partido. Me gusta ser aficionado de un equipo que cuida el tema sentimental y que además lo separa de los fríos números. Quique, independientemente de su forma de jugar, ha tenido una relación exquisita con la afición y aupó dos títulos en un periodo de larga sequía. De señores es ser agradecido.

Una cuestión de fondo (Hércules 4 - At. Madrid 1)





Ayer el Real Madrid y el Villarreal se enfrentaban en un entretenido partido de fútbol (porque el fútbol puede ser entretenido aunque cueste creerlo como seguidor colchonero) poniendo sobre el campo dos formas de entender el fútbol. Los castellonenses queriendo el balón para tenerlo, tocarlo y tener la paciencia para elaborar la jugada. Los blancos queriendo también el balón pero para salir en velocidad con el, sumando efectivos sin especulaciones ni demasiado desarrollo horizontal. De distintas maneras los dos querían el balón, querían dominar, querían jugar al fútbol, eran valientes y querían ganar. El Atlético de Madrid de hoy, al igual que el de ayer y que el de casi siempre en los últimos diez años, no quería el balón, no quería dominar, no quería jugar al fútbol, era cobarde y su principal objetivo era no recibir gol. ¿Alguien nota la diferencia? Existen algunos iluminados que sin sonrojarse dicen todavía que salvo el Barça el resto de equipos de la liga española juegan igual. Evidentemente los árboles no dejan ver el bosque o lo que es lo mismo te puedes pasar la vida señalando con el dedo al sol que algunos iluminados seguirán mirándote siempre al dedo.

A los cinco minutos de partido ya se podía ver cual era la propuesta futbolística (y perdón por la expresión) del Atlético Especulación dirigido por Quique: 9 o diez jugadores detrás del balón, desprecio absoluto del balón y pelotazos verticales cada vez que por casualidad aparecía la pelota en los pies de algún jugador colchonero. La idea de ganar un partido de fútbol para este club consiste en defender desde el principio con uñas y dientes contra cualquiera (hoy el Hércules, un equipo de presupuesto infinitamente inferior) y esperar un fallo del rival o un ataque de talento de las pocas estrellas que van quedando (hoy Kun y Reyes). Nada de crear, nada de querer, nada de llevar la iniciativa. Un insulto al fútbol. El mismo insulto que llevamos una década soportando y que algún iluminado todavía justifica con ignorancia en un equivocado concepto del histórico contrataque colchonero. Enfrente un modesto equipo bien colocado, con ambición que quería tener el balón, llevarlo a campo contrario y que tenía claro que la mejor forma de ganar el partido es si tú lo provocas. Una bocanada de aire fresco en un mundo del fútbol podrido. Una forma preciosa de respetar este magnífico y precioso deporte. Hoy hubo justicia y el valiente pasó por encima al cobarde.

A los diez minutos, tras jugar constantemente en las inmediaciones del área madrileña, se produce una indecisión entre Filipe Luis y Domínguez que aprovecha Tote para meter la pierna y colar el balón por el lado que De Gea debería tener siempre protegido. Quique culpará a los defensas de la debacle colchonera (como siempre) pero hay que ser muy cazurro para seguirse tragando la trola de los fallos defensivos como justificación de la vergüenza futbolística que es este Atlético de Madrid. Si el Atleti normalmente es un equipo siempre a merced del contrario cuando está con un gol en contra, gracias a las directrices del banquillo que han diseñado este equipo, directamente es una broma. Incapaz de saber que hacer con el balón cuando no les queda más remedio que hacerlo parecen algo que bordea el ridículo. Pero es qe encima hoy tenía enfrente al Hercules, que no es el Barça pero que es un equipo que ha querido seguir con el balón por delante en el marcador y que ante la pájara atlética ha seguido jugando al fútbol con criterio hasta clavar el segundo con un golazo de Valdez desde la frontal del área. El mismo guión se ha repetido toda la primera parte: El Atleti corriendo detrás del balón o dándole pelotazos y el Hércules, relajando los riesgos, controlando el partido. Con ese caldo de cultivo llegaron el tercero (Thormet de cabeza enfrente de Godin) y el cuarto (Trezeguet desde la frontal de preciosa jugada). Humillante y merecido correctivo a un equipo no tiene ningún reparo en humillarse a si mismo domingo tras domingo con su humillante forma de saltar al campo.

En la segunda parte el equipo salió en tromba (ya sabemos que esto de la épica le encanta a los entrenadores del corte Quique Sánchez Flores) y gracias a un voluntarioso Agüero se tuvieron en seguida un par de ocasiones que Fran Merida manda a las nubes y el propio Kun al poste de falta directa. Poste que respondieron los alicantinos con otro tras claro contrataque. El partido se transformó enseguida en un correcalles provocado por la desazón colchonera que enfrentaba los intentos alocados y desesperados de sobre todo un Kun Agüero herido en el orgullo frente a los contrataques relajados de los alicantinos. La huida desesperada sólo sirvió para agotar al Kun y a Reyes (muy inteligente otra vez Quique vaciando sin sentido a sus dos únicas posibilidades de hacer algo el jueves) y para ver en las postrimerías del partido un gol de Reyes típico de pachanga veraniega.

Llevamos diez años jugando a defender, a despreciar el balón, al doble pivote de tarugos, a esperar el fallo y a jugar en función del contrario. Llevamos diez años también haciendo el ridículo. Que los resultadistas hagan sus cuentas. Ningún equipo de presupuesto parecido tiene una propuesta futbolística tan cobarde y humillante ni un proyecto deportivo tan sumamente patético. Así es difícil hasta soñar. No es cuestión de fichar mañana al entrenador del Hércules o al del Villarreal. Es una cuestión de concepto. Una cuestión de fondo.