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¡Un abrazo!

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Adaptación

Alguien dijo una vez que el fútbol es un estado de ánimo y algo de verdad debe encerrar la manida frase. Lo sabe bien Simeone que fue capaz de convencer a Juanfran de que triunfaría siendo lateral y a Miranda de que ya no cometería más errores. Fue capaz de convencer a un cuestionado Gabi de que sería el eje sobre el que un día pivotaría el equipo y a Tiago de que volvería a jugar en la selección. Hizo creer a Diego Costa que sería mejor que Falcao y a Griezmann de que podría terminar siendo el mejor jugador del mundo si aprendiese a defender. Simeone convenció a la plantilla del año 2014 de que, olvidándose de los listos y de la forma en la que jugaban los demás, siendo intensos, teniendo personalidad y jugando como equipo, nadie podría con ellos. Oye, acabaron ganando la liga a equipos que cuadriplicaban su presupuesto. 

Pero que el fútbol es un estado de ánimo lo sabe también el Aparato que hoy domina el fútbol. Y no le gusta. Que un concepto tan intangible como el ánimo puedo tener influencia letal en una poderosa máquina de ganar dinero es muy peligroso. No puede ser. ¿El ánimo es intangible? Pues se estandariza y se concreta. Igual que las camisetas. El resto se aniquila. Se contra actúa, que para eso somos más, más fuertes y con más dinero. Todo tiene que entrar por el calibre que nos interesa o desaparecer. Ridiculicemos el “partido a partido” desde todos los frentes hasta hacerlo una caricatura. Hoy ya nadie lo usa fuera de la clandestinidad sin parecer ridículo. Centremos recursos y esfuerzos en poner los focos en las “anomalías”. Mejor, suprimámoslas explicándolas según nuestro criterio. Amplifiquemos los resbalones de los apestados. Avisemos al correveidile que hace las veces de seleccionador de que el negocio es bastante más importante que un estúpido juego de pelota. Es más, elijamos nosotros al correveidile. Vendamos a Miranda al Real Madrid las veces que haga falta  (y a Courtois y a Filipe y a Godin y a Giménez, y a Koke y a Saúl y a Griezmann y a Falcao y a Agüero y a…) para que nuestros clientes no tengan tiempo de venirse abajo. Escondamos las virtudes de Gabi debajo de alguna leyenda inventada de Jesé (o de Morata, o de Callejón, o de Lucas Vázquez, o de Nacho, o de Borja Mayoral, o de…). Vender y volver a vender. Lo mismo. No inventemos. Pactemos con la parte catalana del universo el reparto del pastel. Habilitemos al jurado popular de la Santa Inquisición para apedrear sin piedad a un jugador, top en Europa, que ha tenido la desfachatez de usar la camiseta incorrecta y renunciar a la selección de su país para jugar con la nuestra. En lugar de denunciar la estupidez comerciémosla. Hagamos que la soberbia, el egoísmo y la intolerancia sean ejemplos de vida. ¡Aaaú! Financiemos a mercenarios en el borde de la alfabetización para que distingan ente intensidad y violencia extrema en los momentos precisos. Reinventemos el concepto de penalti como herramienta para tapar los incómodos “huecos” del sistema. Inundemos todo de ruido para que no exista posibilidad de escuchar la música. 

Están ganando. El estado de ánimo de parte de la afición colchonera ya se mide con los modos, las reglas y la máquina de ponderar del Aparato. El resto somos frikis. Malas hierbas. Radicales. Tipos sin humor. Ya no son minoría los que hablan de haber dilapidado “vergonzosamente” el “objetivo” de la Liga (sin tener en cuenta que somos un equipo que ha ganado tres ligas en 45 años y que ningún otro equipo terrenal ha ganado más que nosotros). Ya se habla de jugar bien o mal pero entendiendo por bien o mal exactamente lo mismo que se entiende en la redacción de Onda Cero, o de AS, o de TVE o de Real Madrid TV, porque en el fondo son la misma. Hablan de equipo millonario y poderoso (sin mirar los ingresos por venta, el balance o la deuda). Miran por encima del hombro a los que ven en la otra esquina del universo cuando realmente siguen estando ahí al lado. Ahora hay que echar a Juanfrán y a Gabi y a Correa y a Giménez hasta a Oblak por no parar penaltis, porque la ceguera de seguir el rodillo mediático impide saber que Oblak ha parado la mitad de los penaltis que le han tirado desde que está en el Atleti. Hay que colgar a Simeone por las mismas razones que, entre chistes de gangosos, argumentan Los Manolos. Ahora se pita con el hígado en la garganta una derrota y hasta una ocasión fallada porque es “intolerable”. Mejor comprar camisetas fluorescentes que aprender historia. Mejor drogarse que intentar disfrutar del camino. Hay que olvidar cualquier pasado (y cualquier futuro) para centrarse en ese presente, glotón y zafio, en el que todos nos parecemos demasiado. Ahora tenemos que ser de jugadores y no de equipos. Ya no hay crédito, ni esencia, ni identificación, ni espíritu. Ahora sólo podemos alimentarnos de victoria sin pararnos a pensar que, de ser así, estaríamos muertos. 

No cuenten conmigo. Yo soy aficionado a otra cosa. Puede que tengan razón y esa cosa ya no exista pero el día que sea consciente de ello me marcharé y dejaré de ser aficionado. Así de simple. Adaptarme, simplemente, no me interesa.

@enniosotanaz

Nuevo Mundo

“Bienaventurados los corazones flexibles porque nunca se romperán” (San Francisco De Sales) 

El primer capítulo de la nueva temporada de Black Mirror presenta, a modo de distopía, un futuro asfixiante en el que la sociedad está sometida a las apariencias y donde cada persona no es más que lo que el resto decide que es. El resto, entendido siempre como mayorías poderosas que ejercen su tiranía y eliminan del tablero todo lo que no es “como tiene que ser”. Las casas son parecidas, los colores son parecidos y la ropa es similar. Todos juegan al único juego que se puede jugar y los que no lo hacen son marginados. Son parias. Detritus. O mejor, no existen. Todos sonríen porque les penaliza no hacerlo. ¿Distopía? 

En lo que llevamos de semana, sin salirme del micro universo del Atlético de Madrid en el que todavía hago pie, he podido asistir a episodios muy parecidos. En esta sociedad “avanzada” que hemos construido tendemos a manejarnos con un una pérfida interpretación del concepto de democracia que haría las delicias de los autores de ciencia ficción del siglo pasado. Si diez amigos deciden ir juntos a cenar lo democrático sería acudir al restaurante que elija la mayoría pero en esta nueva versión contemporánea de la vida en sociedad las cosas son algo diferentes. Efectivamente la cena se celebrará en el lugar más votado pero por el camino habrá que reírse y humillar al que ha elegido diferente. Demostrarle lo estúpido de su decisión. Recordarle, de la forma más contundente posible, su condición de proscrito. De raro. De inferior. Es más, es muy probable que los dos que han votado diferente no vayan a cenar porque los otros ocho, la mayoría, no quieren. Les incomoda. 

En el Nuevo Mundo una estúpida riña de twitter pasa a formar parte de la parrilla de todas las televisiones y medios de comunicación nacionales siempre que pueda generar empatía en la mayoría que decide a qué restaurante hay que ir. Da igual el empaque de la anécdota, su valor como información o incluso su veracidad. Da igual todo porque lo único importante es que esa mayoría aplastante disfrute aplastando. Que alimente su felicidad posmoderna con un nuevo y aleccionador linchamiento al repugnante ser minoritario. 

La historia de la fundación del Atlético de Madrid es preciosa. Los orígenes vascos y la vida en común con un club tan estupendo como el Athletic Club (de Bilbao) es algo maravilloso que debería servir para abrir puentes, inspirar a poetas y estrechar lazos. Pero no. El Nuevo Mundo camina en dirección contraria y protege a las sociedades cerradas que sólo miran hacia adentro. Sociedades en las que las diferencias deben limitarse a los matices del color blanco (o del rojo, que me da lo mismo). Un reputado dirigente, elegido democráticamente, saca pecho reinventándose la historia con espíritu destructor y el único objetivo de aislar al extraño. Aplausos. La identidad propia debe ahora construirse destruyendo la del otro. Aunque un día fuesen hermanos. 

Los círculos se mueven pero no se tocan. Como mucho se circunscriben. Pueden ser grandes o pequeños pero siempre, en su interior, serán mayoritarios. Monolíticos. Refractarios. Alérgicos a lo diferente. Aparecerán por cualquier sitio, disfrazado de cómico gañán o de intelectual protegido por un profiláctico de sabores tropicales. Da igual. Es siempre lo mismo. En el Nuevo Mundo cualquier aprendiz de ciudadano de éxito puede humillar al proscrito siempre que se ciña a la venia del Gran Hermano. A las reglas de su círculo. Llamar asesino a todo un colectivo será entonces una muestra de humor fresco y de talento. Alta cultura patrocinada por cualquier Mercadona intelectual que, en ese momento, opere bajo la protección del régimen. Bastaría con que la argumentación fluyese en dirección contraria, o que se desviase hasta los despachos de la Torre de Marfil, para que todo se viniese abajo y entonces apareciesen las hienas. Pero eso no va a ocurrir. No sería ya divertido ni brillante sino mediocre y soez. Intolerable. 

Decía Stéphane Hessel que resistir supone negarse a dejarse llevar por una situación que cabría aceptar como lamentablemente definitiva. Sí, entre otras cosas, estoy hablando de ser aficionado del Atlético de Madrid. 

@enniosotanaz

Sistemas de referencia

La teoría de la relatividad de Einstein terminó de culminar un par de grandes hallazgos de la física que ya apuntaban por dónde iban los tiros. Uno, que la energía se desplaza a una velocidad finita y limitada (un poco menos de 300 millones de metros por segundo). Dos, que cualquier miembro de un sistema, incluso el propio observador, afecta al propio sistema. Es decir, si todos los elementos del espacio interactúan entre sí pero la energía se transmite a una velocidad finita, puede ser que, dependiendo del lugar en el que se encuentre, un elemento sentirá mañana algo que para otro ya ha ocurrido. Que uno ve lo que el otro todavía no puede ver. Los físicos dejaron de hablar entonces de ¿dónde está? para pasar a hablar de ¿cuando está? La humanidad empezó a entender con fórmulas matemáticas la relatividad de la naturaleza y cómo todo depende, fundamentalmente, del punto de vista. Del sistema de referencia. 

Para mí, el derbi contra el Madrid fue un emocionante partido de fútbol. Una batalla deportiva cargada de matices que, en la cabeza de tipos como yo, colchoneros, se transformó en una preciosa metáfora de la vida que deseamos. Esa en la que gana el que más pelea y no el que, lógicamente, tiene que ganar. Esa en la que gana un equipo en el que sus jugadores olvidan sus egos para sumar como grupo y no un conjunto de jugadores maravillosos (y carísimos) que tienen la individualidad como credo. El equipo de Simeone salió con un plan en la cabeza y lo ejecutó a la perfección. Adelantando la presión, derrochando poderío físico (a pesar de tenerlo mermado por el “genial” calendario de ese demócrata llamado Tebas), cerrando tácticamente el espacio de su rival y teniendo la solvencia de combinar rápido en la salida del juego para morder cuando la presa se ponía a tiro. El rival apareció derrotado y roto antes de tiempo, amplificando su desconcierto gracias al buen hacer del equipo rojiblanco y no a ninguna conspiración maquiavélica ni a la renuncia de nadie. Simplemente no pudieron. Algo que pasa a veces porque esto es fútbol y en el fútbol, como en la vida, se gana y se pierde. 

Para mí, el derbi lo gana el Atlético de Madrid, no lo pierde el conjunto blanco pero lamentablemente es prácticamente imposible encontrar una lectura similar en radios, prensa escrita o televisión. Ni enunciadas por rapsodas autocalificados de expertos ni por gañanes de tertulias cazalleras. A excepción de algún pequeño artículo de opinión marginal y muy localizado, ni en medios deportivos ni en medios generalistas verán un sólo análisis del partido que no gire exclusivamente en torno al Real Madrid y si me apuran, que no ignore la realidad, la esencia y hasta el mérito del equipo que ha vencido. Desde el repugnante titular de la web de MARCA al acabar el partido (“El Madrid dimite de la liga”), pasando por comentarios como el de Trecet en twitter que se quejaba (como no) del juego del Atleti (que es como quejarse de que la novia de tu amigo va sin maquillar) hasta cualquiera de las miles de hora de “información” dedicadas a interpretar, por encima de cualquier otra cosa, las palabras de un señor portugués que tiene un alto grado de estima por sí mismo. 

Si alguien piensa que yo tengo una visión infalible de lo que ocurrió en el derbi (no creo que sea el caso) está muy equivocado. Nadie la tiene. Ni siquiera los eruditos con micrófono, pluma o cámara. Ellos creen que sí, porque viven en una Torre de Marfil en la que nadie puede responderles y porque tienen la posibilidad de chillar más y que se les escuche, pero su opinión no es más que la de usted. Creanme. Personalmente aspiro a que la mía sea creíble, honesta, sensata y lo más razonada que pueda pero mi punto de vista, mi sistema de referencia, es el que es y creo que lo mejor, lo más honesto y lo menos subjetivo es reconocerlo y no negarlo. 

La mejor forma para entender el universo es asimilar la relatividad del mismo, tolerar su complejidad, respetar su diversidad y tratar de conectar todos sus sistemas de referencia empleando la lógica. Es decir, exactamente todo lo contrario que ocurre en la realidad que nos presentan los medios de comunicación profesionales en los que todo (y cuando digo todo es todo) se reduce a un sistema bidimensional zafio, mentiroso, condescendiente, previsible, repetitivo e hipócrita. Un sistema por y para dos que, en el fondo, son lo mismo y que por lo tanto gira en torno a un único eje. 

Los partidos contra el Real Madrid o el Barcelona se han transformado en un insoportable ejercicio de pereza para cualquiera que no tenga nada que ver con Real Madrid o Barcelona. Un periodo incómodo y pesado en el que lo más sano e higiénico, sea cual sea el resultado, es huir de la realidad televisada, radiada o publicada. Lamentablemente, como decía Thornton Wilder, es difícil dejar de convertirse en la persona que los demás creen que uno es. 

@enniosotanaz

No, si yo no lo veo/leo/escucho.

Hace unos días el Watford inglés hacía oficial el fichaje de Mario Suárez. Un buen amigo cibernético, de talento contrastable y por el que tengo un gran cariño, me alertó sorprendido sobre las reacciones que la noticia estaba teniendo entre los aficionados Hornets. Todas buenas. Todas extremadamente positivas. Es la misma sorpresa que, de haberlo sabido, estoy seguro que hubiesen tenido un gran número de colchoneros y la totalidad del resto de aficionados al fútbol de nuestro país. ¿Mario SuárezLos seguidores del Watforld mostraban su alegría por el fichaje y no sólo estaban encantados con la llegada del canterano rojiblanco (y así lo decían), sino que directamente no se lo podían creer. Lo consideraban uno de esos jugadores destinados a equipos de otro nivel. 

Pongámonos en situación. Watford es una ciudad cercana a Londres (unos 30 km) cuyo equipo de fútbol acaba de ascender a la Premier. La primera vez que jugó la máxima competición inglesa fue en 1981 (con Elton John como presidente) y después sólo ha podido disputarla 7 veces más. Para entender de lo qué estamos hablando, equipos españoles con 8 años en primera división no me salen pero con 9 tenemos al Logroñes y al Córdoba, con 10 al Levante y con 11 al Getafe. 

Mario Suárez es un jugador internacional español (selección campeona del mundo y vigente campeona de Europa) que ha ganado la Europa League, la Supercopa de Europa, la Copa del Rey, la Supercopa de España, “la mejor liga del mundo” y que la temporada pasaba jugaba partidos en la Champions League (algunos de titular) con un equipo que llegó a cuartos y que un año antes había jugado la final. 

Imaginen lo que diríamos si el Getafe o el Córdoba fichasen en enero a un jugador de esas características. Internacional de 28 años, que el año pasado jugaba Champions con el Bayern o el City o la Juventus y que lo ha ganado todo. ¿Qué escribirían sus aficionados en las redes sociales? Pero pensemos ahora, ¿qué escribirían los mismos aficionados si ese jugador se llamara precisamente Mario Suárez? ¿Dirían lo mismo? Sabemos que no. Dirían todo lo contrario. 

¿Por qué? ¿Por qué conocen a Mario Suárez? No. Porque Mario Suárez jugó en el Atlético de Madrid. Es decir, “un equipo más” de esos “otros” equipos que juegan en España. No tiene ningún mérito. "¿Quién es Mario Súarez? ¿Qué ha hecho?" diría convencido cualquier ávido lector del diario AS.

Mientras en la prensa británica (y el resto del mundo) el Atleti es hoy un equipo Top que en los últimos años lo ha ganado casi todo (y sabemos lo que significa ese “casi”), en España la “realidad” es bien distinta. En este peculiar régimen norcoreano los méritos deportivos no cuentan, la competición es una excusa que “no vende” y todo gira en torno a un único producto de dos colores al que TODOS debemos venerar. 

Mientras los ingleses tienen una prensa deportiva que, con sus matizaciones, describe un mundo que se parece bastante a la realidad, nosotros vivimos en una permanente, inmensa y (al parecer) rentable mentira. Mientras en Inglaterra abren el foco y pueden ser aficionados al fútbol (y lo son) nosotros simplificamos la mediocridad y nos aferramos a la jugosa anécdota para ser grandes aficionados al circo. A ese “fútbol” bicolor y zafio que nos venden. El del “y tú más”. El de “yo la tengo más gorda”. Ese que aparece camuflado como "deportes" en radio, prensa escrita o televisión. En medios públicos y privados. Siempre. Salvo que peregrinemos a los márgenes menos concurridos de los suburbios mediáticos, eso es lo único que vamos a encontrar. 

Lo sabemos, pero sumidos en un régimen dictatorial que se justifica en ratios de venta y shares de audiencia que nadie parece discutir, incluso nosotros, vulgares anomalías dentro de un sistema que no nos reconoce, acabamos aceptando las reglas y las premisas del aparato. Usamos su lenguaje. Debatimos sus propuestas. Coloreamos su planilla. “No, si yo no lo veo/leo/escucho”. 

Ya. 

Es muy difícil pelear contra un enemigo que controla todas las palancas y domina todas las puertas, pero es absurdo hacerlo si ni siquiera somos capaces de localizar dónde está. 

La mejor forma de no conocer la realidad es dejar que te la cuente el que tiene intereses en que la veas de una determinada forma. 

Tú mismo. 

@enniosotanaz

Anonimato

De vacaciones, fuera de su espacio natural, uno a veces hace cosas extrañas como escuchar programas deportivos por la radio o la televisión. Es el caso. Eran las seis de la tarde y las emisoras de radio (varias) que estaba poniendo en mis auriculares mientras buscaba un bar en el que ver al Atleti, no dejaban de hablar del Real Madrid. De la resurrección de sus multimillonarios, de lo bien que había recibido el vulgo a no sé qué imputado, de que lo de la Copa “todavía no era seguro” y de lo cerca que se "ponían" del Barça. Ni una palabra del segundo clasificado de la liga, ese que, curiosamente, estaba a punto de jugar y ponerse a un punto del líder. Seis horas y varios partidos después, en lo que dicen que es la televisión pública, seguían hablando de lo mismo en los mismos términos. Allí deben entender que servicio público es que un sevillano que quiera ver los goles de su equipo tenga que pagarse la tele privada o esperarse hasta las dos de la mañana y sufrir primero la penitencia de las sofisticadas soflamas de un puñado de opinadores radicales (por no decir otra cosa) sobre Madrid/Barça, para poder hacerlo. Parece que todo lo demás es oficialmente irrelevante en este país de empresarios impacientes, gente que llega arriba por la puerta de atrás y especialistas en hacer revuelto de ajetes con los huevos de oro. Ustedes dirán, y dirán bien, que lo mejor es pasar. Huir de la estulticia. Ignorar eso que se denomina medios de comunicación y hacerse fuerte entre amigos, en los aledaños del Calderón, leyendo literatura, escuchando música o buscando la verdad en las benditas redes sociales pero qué quieren que les diga, a mí me jode. 

Pero vayamos al fútbol. El Atleti parece instalado en ese modo “martillo pilón” que tan buenos recuerdos nos trae y que tan bien nos sienta a los que huimos de Matrix. Casi desde el anonimato, el Atleti lleva ya muchos partidos jugando muy bien al fútbol. Demasiados como para que, nosotros también, lo pasemos por alto. Sin dañar el rigor defensivo que les ha hecho famosos, el equipo es ahora también capaz de monopolizar el balón, de triangular, de crear fútbol y de jugar. Son ya varios partidos en los que el equipo sale con una fuerza mental prodigiosa, mandando en el campo, imponiendo su ritmo, moviendo el balón muy rápido y llegando con claridad al marco contrario. Con fluidez y clase. Contra el Granada se repitió la historia. Los andaluces trataron de ordenar las marcar y juntar muchos las filas pero no pudieron contrarrestar el juego colchonero. Un renacido Filipe Luis hacía lo que quería por su banda. Da gusto volver a ver al brasileño en su mejor nivel. La sociedad que se ha creado en esa banda con Carrasco y Koke es muy interesante y promete grandes sesiones de fútbol. El centro (Gabi, Saúl y Koke) movía el equipo con solvencia y aunque se vio a un Saúl incómodo y algo aturdido por tanto foco encima (normal), el rival no exigió lo suficiente como para ponerlo en verdaderos apuros. Todo apuntaba de maravilla para los de Simeone. 

Pero el equipo, a pesar de la significativa mejoría, sigue adoleciendo de pegada. Sólo Griezmann, pendiente también de cubrir su banda y algo más alejado del área en el nuevo sistema, parece estar a la altura. Torres hace todo lo que puede pero le falta velocidad de movimientos para ser un 9 letal. Los del banquillo, de momento, tampoco parecen estar mucho mejor. Al final el gol llegó a balón parado, con un gran testarazo de Godin que remató un córner desde la derecha estando solo en el área, que es lo mismo que decir gol. Error importante del Granada. 

A partir de ese tanto, y hasta bien entrada la segunda mitad, aparecieron también algunas trazas de otra de las cosas que creo tiene que corregir el cuadro colchonero. Las ganas de parar el partido volvieron a provocar la falta de tensión en la escuadra colchonera, la caída del ritmo y por ende el resurgir de los granadinos. Entiendo que el equipo haga algo así con un marcador desenfadado pero no cuando la distancia es simplemente de un gol. Demasiado riesgo. Por mucho que la defensa colchonera sea una roca. Los locales consiguieron llegar un par de veces a la portería de Oblak (sin demasiado peligro, la verdad). Los cambios de Simeone y Griezmann, como no, modificaron la situación y acabaron con las esperanzas andaluzas. Con Óliver en el campo, Koke bajó al mediocentro y el equipo recuperó el balón y el dominio. Me gustó esa combinación. No me importaría volver a verla. La posterior entrada de Thomas fue también bastante interesante. Más suelto y valiente que en el último partido, el africano dejó muestras más que esperanzadoras. 

Y llegó el segundo gol. Un prodigio de este deporte que sólo por verlo en directo merece la pena pagar la entrada. A un velocidad endiablada, Griezmann dejó pasar bajo sus piernas un pase diagonal que acabó en los pies de Óliver Torres. Éste, de un solo toque de clase, metió la pelota en vertical al área, justo en la dirección en la que se había movido el jugador francés. El rubio prodigioso, sin tiempo para que nadie se colocara, ejecutó un soberbio zurdazo que se coló por la escuadra de la portería. Golazo. Fin del partido. 

El Atleti sigue ahí. A dos puntos por debajo del Barça y a dos por encima del Madrid. A nadie parece importarle pero si huyen de los titulares y observan la clasificación verán que es así. Lo juro. Más allá de los puntos, el equipo encima juega cada vez mejor. Tiene más registros, cada reinvención parece más interesante que la anterior y todavía hay varias vías de mejora que parecen evidentes. Independientemente de que los que cobran por contárselo estén bailando zarzuela, parece que hay equipo. Estén atentos.

@enniosotanaz

Soldados del rodillo

Mientras los colchoneros braceamos entre dudas posmodernas y nos perdemos en debates de sala de espera, el Atlético de Madrid se coloca por encima de la gloriosa galaxia a cuatro puntos del mejor equipo de Europa. Es un dato tan contundente y revelador que quizá debería dejar aquí mi reflexión y dedicarme a buscar calzoncillos largos y gorro de lana para el partido de Champions del miércoles. 

Un par de comentarios nada más. 

Vi el Betis-Atleti a través de “Abono Fútbol” (no se me ocurre un nombre más feo y desafortunado para un canal de televisión) y al acabar, cuando todavía estaba recuperándome de ese beticismo gratuito del risueño señor que hacías las veces de narrador (y del que afortunadamente desconozco su nombre), uno de sus compañeros a pie de campo le preguntó a Koke la original pregunta de moda: “¿pero vais a poder competir la liga al Barça?”. El muchacho del micrófono no era más que un soldado raso, el perrito faldero de la voz de su amo, pero la pregunta no era inocente ni baladí. Tenía trampa. Me recordó a ese ser miserable que ante la perspectiva de que un amigo pueda haber conquistado a la chica de sus sueños (y él no) lo único que se le ocurre decir es: ¿pero vas a ser capaz de hacerla feliz? Es el recurso del pataleo. Esa manifiesta incapacidad para digerir la frustración que pretende aparecer disfrazada de rigor periodístico. Cualquier ser vivo con algo de cerebro sabe que es una pregunta sin respuesta. Que cualquier contestación no pasará de ser un brindis al sol o un intento chungo de adivinar el futuro. Cualquier profesional sabe que en el fondo es también una pregunta absurda y fuera de lugar (sobre todo cuando hace 15 segundos que acaba de terminar el partido) pero estos tipos risueños no son profesionales. Son soldados del rodillo. 

Técnicamente hablando el Betis-Atleti fue un partido fácil para los de Simeone. Si el equipo hubiese acertado un tercio de las oportunidades que tuvo estaríamos hablando de una gran goleada y de un gran encuentro por parte de los rojiblancos. Controló el partido, jugó muy bien por momentos y el rival apenas tuvo una ocasión que, como siempre, desbarató ese tipo tranquilo que tenemos en la portería. Se pusieron muy pronto por encima en el marcador, gracias a una jugada de acoso y derribo en la que el equipo presionó, como un grupo de alimañas, la salida de balón del rival, los errores, los rebotes y todo lo que se ponía delante. Parecían el paquete de delanteros de los All Blacks. Marcó Koke (recogiendo el rechace de un tiro de Torres) pero podría haber marcado cualquiera. El Atleti siguió jugando (muy bien, insisto) con un Tiago excelso, un Filipe recuperado para la causa, un Carrasco espídico y un Koke que poco a poco coge el tono. Griezmann y Carrasco pudieron poner el 0-3 ya antes del descanso. El francés pude haber hecho incluso triplete en la segunda parte pero las malas decisiones de cara al gol (y un poco de mala suerte) lo impidieron. Hubo algo de nervios en los momentos finales pero tengo la sensación de que todo estaba más en la cabeza de los colchoneros (y en las ganas de ese Hooligan de “Abono Fútbol”) que en otro sitio. 

 El Atleti sigue teniendo una preocupante falta de gol y eso le impide poder quitarse la mochila de las dudas pero en mi opinión el partido fue bueno y las sensaciones que transmitió en cuanto a juego, control, personalidad y creación, bastante mejores de las que venía transmitiendo últimamente. Como único pero, y más allá de la falta de acierto, destaco ese juego absurdo que el equipo tiende a practicar en los últimos minutos cuando el marcador está muy apretado. Esos pases sin tensión, horizontales, fofos y de espaldas a la portería rival que pretenden ser fútbol control pero que lo único que consiguen es aumentar el riesgo de error entre los nuestros. 

Creo que estamos bien. En buena línea, al menos. El único peligro de inestabilidad que veo viene provocado precisamente por los soldaditos del micrófono y la plumilla. Ese estilo filibustero de periodismo que es como preguntar algún tema estúpido y en castellano a un turista que desconoce el idioma para que su respuesta resulte siempre ridícula. Ya nos conocemos. Nadie sabe si el Atleti será capaz de disputar la liga o no. Nadie. Lo diga Simeone, los jugadores, Roncero, el Cuñao de Siro López o Dany Amatulo. Nadie. Lo que sabemos todos (menos los soldados del rodillo y sus locos seguidores) es que a los aficionados colchoneros no necesitamos saber lo que va a pasar dentro de cuatro meses para levantarnos hoy enamorados de nuestro equipo. Entiendo que no lo entiendan, especialmente los que venden caspa y los que compran crecepelo, pero ese es su problema y no el mío. 

De todas formas, por si alguno de los del micrófono se pasa por aquí (que lo dudo) vuelvo a explicar lo del partido a partido. Otra vez. El Atleti de Simeone quiere ganar todos los partidos que juegue. Punto. La diferencia es que el único partido que preocupa hoy es el siguiente y mañana ocurrirá lo mismo. Independientemente de dónde vengamos e independientemente de a dónde vayamos. Así de sencillo. Los vaticinios a la bruja Lola. Las apuestas a las casas de juego. Las tonterías al cerebro de quién las quiera leer. 

@enniosotanaz

Estafa

El sábado pasado se podía respirar melancolía en el Vicente Calderón. Era el día del niño, el horario invitaba a la presencia masiva de jóvenes, Los 50 habíamos contado la historia del Atlético Aviación, habíamos tenido también la suerte de compartir horas, mesa y mantel con los campeones del mundo de 1975 (Ayala, Panadero Díaz, Irureta, Alberto, Adelardo,…) y encima hacía exactamente 112 años que unos estudiantes vascos de ingeniería habían decidido juntarse en Madrid para crear un club de foot-ball(*). Con todo ello, nadie podía olvidar lo que había ocurrido un par de días antes en el Bernabéu. Estaba ahí, flotando. Una sensación y un sentimiento que no hay por qué ocultar y que además son naturales entre seres humanos. Porque afortunadamente, a diferencia de otras instituciones diseñadas con otros propósitos, eso es lo que es el Atleti. Una institución por y para seres humanos que respiran, sudan, comen y se equivocan. 

El equipo jugaba contra el Elche un partido muy difícil de jugar. Por lo arañado que estaba el ánimo, por ese cansancio físico que se hace mucho más evidente sin el efecto balsámico del éxito y por la rabia contenida del ganador que no ha podido ganar. El partido podía haberse transformado en una trampa mortal (y mucho ansioso de pertinaz impaciencia así lo barruntaba cuando al descanso el marcador seguía señalando el cero a cero) pero afortunadamente la plantilla actual del Atlético de Madrid es una solvente colección de profesionales con capacidad, talento y orgullo. Siqueira, que había sido el mejor de la primera parte, se lesionó y tuvo que dejar su puesto a Juanfran. El lateral, tirando de arrojo y calidad, fue el que logró traspasas la tupida red defensiva de los alicantinos para colgar un balón al área que aprovecho, como siempre, el más listo de la clase. Un francés llamado Griezmann que supura fútbol por todos sus poros. Ese tipo de jugadores que ve lo que nadie ve, llega a donde nadie llega y está donde nadie está. El 1-0 abría la lata y tranquilizaba los ánimos. El 2-0 de Raúl García (con tiro lejano que se “come” el portero rival) hizo que un nuevo gol del francés, el tercero, se quedará ya en anécdota. 

La grada del Calderón, que hasta que no se diga lo contrario es la mejor representación que tenemos de la afición colchonera, había sido el reflejo de sus jugadores. Dolida, fría y cansada pero orgullosa, valiente y fiel. Comenzó aplaudiendo a sus héroes del 75 y siguió aplaudiendo (más fuerte, incluso) a sus héroes del 2015. Incluido, por supuesto, el cuerpo técnico. Antes de que el balón echase a rodar la grada, como concepto, había dejado claras cuales eran las premisas de las que hay que partir para el supuesto debate mediático sobre la afición rojiblanca: “Orgullosos de nuestros jugadores”, afinaban al unísono las gargantas. “Ole, Ole, Ole, Cholo Simeone”, volvieron a rugir como corolario. Los 90 minutos de partido siguieron, con más o menos intensidad, los mismos parámetros. Agradeciendo a todos, desde Oblak a Simeone, desde Griezmann al Mono Burgos, lo que nos están dando. ¿Significa eso que el aficionado colchonero perdonaba la derrota (como interpretó algún iluminado del Canal +, de esos que analizan en fútbol mundial con las camisetas del Real Madrid o el Barcelona pero sin salir de su cuarto de baño)? No, queridos. Significa que queremos que gane Atlético de Madrid pero no lo queremos porque gane (o deje de ganar). Yo no tengo por que perdonar al que no me ha hecho nada. Abran el foco de su conocimiento y descubrirán que hay muchas más formas de entender el fútbol. Es decir, la vida. 

Salimos del estadio con la tranquilidad del resultado, el orgullo en el cuerpo y esa media sonrisa que se nos pone en la cara cada vez que nos damos cuenta de que no estamos solos en esto de ser del Atleti. Pero fuera del estadio sabemos que nos tenemos que topar con la “realidad” oficial. Con Matrix. Con ese rodillo mediático que adoctrina al mundo a través de la fe verdadera. Peor. Tenemos que lidiar (además) con ciertos ministros de esa fe única que, disfrazados de aliados, pastan entre colchoneros igual que pérfidos caballos de troya. Estaba todavía en el Paseo de los Melancólicos cuando alguien me envió el titular de la crónica de AS y no pude reprimir las arcadas. El texto, que llegaría minutos después, tenía un efecto incluso más diarreico todavía. Mediante una prosa indigna de cualquier estudiante de secundaria, el autor relataba un cuento de ficción, cínico y mentiroso, que resultaría patético en una columna de opinión pero que es torticero en un texto que pretende reflejar la realidad de lo que ha ocurrido. Un texto que , más allá de la pericia del escribiente, no puede ser casual. No puede deberse a la eventualidad o la negligencia. Decía Camus que la prensa libre puede ser buena o mala pero que cuando no es libre no puede ser otra cosa que mala. A las pruebas me remito. 

Vomité, claro. Como cualquier persona de bien hubiese hecho. 

Desconozco la gente que habrá leído semejante ejercicio de tergiversación pero intuyo que alguno más de los 45000 espectadores que debimos estar en la grada ese día. Es decir, la realidad mayoritaria, según se entiende en el nuevo orden mundial, es ahora la que ha “vivido” la mayoría. No es la que unos pocos vivimos in situ sino la que, muchos más, han “vivido” a través del notario de la realidad elegido para la ocasión. ¿Se dan cuenta de la sutileza? Pues no es un hecho puntual. Decía Pérez de Ayala que cuando la estafa es enorme ya toma un nombre decente. A esta se le llama periodismo. 


(*) Aunque la fecha oficial de fundación del Athletic Club de Madrid es el 26 de abril de 1903, el día en el que se juntaron los fundadores fue realmente el 25. Lo que ocurre es que tuvieron que esperar hasta el día siguiente para formalizar la creación dado que se les hizo tarde y el registro estaba cerrado.

Saltar el partido

Hace años ya que jugar una eliminatoria contra el Real Madrid se ha convertido para los colchoneros en un suplicio. Un Vía Crucis eterno e insoportable que indefectiblemente deja secuelas. Entiéndanme bien, no estoy refiriéndome a lo incierto de un resultado concreto o lo que pueda pasar dentro del campo, que afortunadamente suele tener últimamente la forma de un partido de tú a tú, sino a lo que ocurre fuera. Ese despliegue brutal por parte de los ministros del sistema que, como agentes de una Stasi capitalista, se meten por cada uno de los poros de la sociedad para alertarnos de la obligación que tenemos de seguir la fe verdadera. Uno puede llegar a soportar con bastante normalidad ese permanente tono monocolor y tendencioso, presente en TODA la prensa hablada y escrita, pero es bastante más difícil tener que convivir con el desprecio e insulto constante hacia los indeseables que, como yo, se atreven a desafiar el orden establecido ignorando las soflamas del Gran Hermano, y hacerlo además enfundado en otros colores proscritos. 

Intentó concienzudamente huir de la caspa, ignorar los panfletos de propaganda, obviar las técnicas de Goebbels que emplean los “profesionales” de la comunicación para lavarme el cerebro con detritus de diseño e incluso trato de evitar las numerosas tertulias de gañanes que pululan por la geografía madrileña y que básicamente se limitan a repetir en bucle las estupideces que aprehenden de los foros oficiales, pero nada. Es imposible. Aun así consiguen siempre llegar. Al final es inevitable tener que echar gasolina y toparse en la gasolinera con una portada en la que un andaluz muy gracioso posa, con una montera y toreria, ilustrando uno de los últimos insultos deleznables que el Club Atlético de Madrid recibe periódicamente por parte de eso que eufemísticamente denominan “prensa madrileña”. Los juegos de fútbol en la PlayStation tienen una opción que llaman: “Saltar el partido”. Con ella el jugador tiene la posibilidad de no tener que disputar ni ver el encuentro si no quiere. El ordenador analiza los datos y en un nano segundo te ofrece un resultado en función de los jugadores, el estado de forma y la calidad de cada uno o las probabilidades de éxito. Prometo que si esa opción fuese posible en la vida real la utilizaría cada vez que jugamos contra el Real Madrid. 

Está todo tan enfangado que incluso las lecturas posteriores a los partidos suelen quedarse exclusivamente en temas externos, detalles accesorios o leyendas de unicornios y nibelungos que los grandes "analistas" utilizan para justificar lo injustificable. Para ver lo que nadie ha visto. Para entender la vida a través del código que manejan los pastores de la fe verdadera, ese en el que todo lo que no sea que el Real Madrid gané con solvencia y buen juego es una anomalía intolerable, provocada por algo que merece ser erradicado. Ya sea una entrenador, una tarjeta, un penalti o un delantero que sangra por generación espontanea. Es tan ridículo y lamentable que, harto de provocaciones, hasta yo mismo estoy cayendo ahora mismo en ello. Lo siento. No seguiré por ahí. 

El plan de Simeone pasaba por dejar la portería local a cero en el Vicente Calderón y lo consiguió. Eso no es opinable, es un hecho. Podemos cuestionar si era un plan lícito o no, pero la realidad es que el Atleti sigue vivo en la competición y que la eliminatoria está más o menos donde estaba cuando las bolas calientes decidieron el enfrentamiento. El Atleti salió raro. Impreciso y lento. Con muestras de cierto nerviosismo y sensación de responsabilidad. Algo poco habitual en la escuadra de Simeone pero algo comprensible en esas circunstancias. El Madrid, que tiene una plantilla espectacular (las cosas como son), aprovechó para apoderarse del balón y moverlo con bastante más criterio y velocidad que otras veces. Jugó bien y dominó el partido durante toda la primera parte, aunque las ocasiones que tuvieron (tampoco demasiadas) llegaran fundamentalmente por errores de los colchoneros. La más clara un mano a mano de Bale que Oblak sacó con una acción prodigiosa. El cancerbero esloveno hizo un partido enorme. Muy seguro todo el tiempo y sacando varias manos que le ayudan a crecer en confianza y que van a hacer muy difícil que ahora abandone la titularidad. Estupenda noticia. El Atleti se mantenía serio y compacto pero ignoraba el balón. Era incapaz de sacarlo con criterio de su campo y eso provocaba que el Madrid no tuviese que gastarse demasiado en recuperarlo para volver a tenerlo jugado en campo contrario. Resultaba muy desalentador ver sobre todo como los contrataques rojiblancos salían desde muy atrás y con muy pocos efectivos. 

La segunda parte cambió significativamente el panorama. Los de Simeone salieron mejor y con más ambición. Empezaron a rondar el campo contrario y a intentar contrarrestar la evidente superioridad blanca. Parecían haberlo conseguido cuando un codazo que dejo a Mandzukic sangrando y desquiciado hizo que el equipo volviese a salirse del partido y los de Ancelotti volvieran a controlar el juego. No quiero detenerme mucho en el árbitro. Sólo diré que me pareció el típico “buen” soldado de la UEFA. El típico “profesional” que sabe perfectamente con quién se puede equivocar y con quién no puede hacerlo. Llegado a ese punto, Simeone hizo dos cambios que no entendí pero que, lo reconozco, le salieron bien. Raúl García ingresaba por un desaparecido Griezmann y Torres sustituía a Koke, que para mí estaba siendo el mejor jugador de campo del Atleti. Y obró el milagro. Los locales empezaron a tener más balón, Juanfran empezó a ganar su banda, Arda decidió abrir el tarro de las esencias y el Atleti acabó el partido encimando al equipo blanco. 

El empate deja la eliminatoria sin resolver y tendremos que esperar a ver lo que ocurre en el Bernabéu para ver qué equipo disputa las semifinales. Antes de llegue a ese día, y ocurra lo que ocurra, déjenme decirles que estoy muy orgulloso de mi equipo y de unos jugadores a los que no tengo un solo reproche que hacer.

Cortex, monstruos y hormiguitas.

Mientras los vendedores profesionales de humo tratan de meternos subrepticiamente en el cortex el mensaje tramposo de estar disfrutando de lo que, sin un átomo de rubor, denominan “la mejor liga del mundo”, la realidad es mucho más contundente. La liga española es una competición injusta, desleal, generalmente aburrida, cutre, mal organizada y peor vendida. Un engendro económico construido en torno a dos macromonstruos de los que todos los demás pretenden vivir. Un desierto feo y áspero en el que las dos galaxias se disputan una hegemonía que se dirime por detalles, un puñado de históricos tratan de sobrevivir agarrándose a Europa (siempre Europa) y el resto, la mayoría, penan por no caer bajo el influjo de la segunda división. La concepción de la liga es tan perversa que la distancia entre los tres bloques es cada vez más grande, lo que provoca a su vez que todo sea cada vez más aburrido y previsible. Una simple derrota insospechada se convierte en un acontecimiento interplanetario, inconcebible. Algo que no se puede consentir. Desde el Atlético de Madrid nos quejamos muchas veces, seguramente de forma justa, de la actitud de los equipos que enfrentándose a Real Madrid o Barcelona dan por perdido el partido antes de disputarlo. Me temo que haríamos bien en observar que en el Vicente Calderón está empezando a ocurrir lo mismo. 

El Atleti ha derrotado al Almería en un partido sin historia, fundamentalmente aburrido y que se resolvió en unos pocos minutos de buen juego y negligencia arbitral. El once del cholo salió en tromba y ya en el primer minuto pudo haber sentenciado el partido. La superioridad era tan abismal que juego, jugadores y grada se enfriaron en una suerte de ejercicio de inercia, tan nefasto para la concentración de los jugadores como para las ganas de disfrute del espectador y, muchas veces, del resultado final. Pero ahí estaba Mateu Lahoz para inventarse un penalti que ni vi en el campo ni he visto después en la tele. Mandzukic abría el marcador mientras el equipo de JIM desaparecía de la riña para dejarse llevar. Bastaron unos minutos de genio de Griezmann y la ayuda de un voluntarioso y colaborador Mandzukic para resolver rápidamente el partido con dos goles más del francés. Diez minutos antes del ir al descanso ya estábamos todos bostezando. La segunda parte fue un tramite doloroso para el equipo andaluz que trató de desperezarse un poco, pero que ni así fue capaz de despeinar a un aletargado conjunto colchonero que se movía por el césped en modo stand-by.


El Atleti sigue su paso firme en la liga mientras espera enfrentare en pocos días al Bayer en Leverkusen, dentro de esa magnífica competición llamada Champions en la que todos tenemos puestas tantas esperanzas. Desgraciadamente el aparato mediático, ese que colorea la caspa de “La mejor liga del mundo”, prefiere enfocar su talento para la actualidad lejos del aspecto deportivo, centrándose en interpretaciones torticeras y malignas de la derrota en Vigo, las obligaciones "históricas" del conjunto colchonero o la llegada del representante de Simeone a las oficinas del Manzanares para hablar de renovación. Nada nuevo bajo el sol. La maquina de hacer dinero tiene una sola forma, al parecer, de funcionar y los elementos extraños sobran. Molestan. Se trata de poner en práctica esa asignatura apócrifa tan útil hoy en día para los notarios de la realidad: Desestabilización. Lejos de acercarse a los parámetros de lo que una vez se llamó periodismo, la labor de estas hormiguitas del régimen parece consistir en limpiar los espacios de seguridad que separan a los dos grandes monstruos del resto. Incluidos los que tienen la desfachatez de ganarles la liga. El Atleti no puede acercarse tanto si quiere seguir vivo. Fuera. Circulen. No creo a estás alturas que podamos cambiar con educación una tendencia tan subvencionada y poderosa pero haríamos muy mal en colaborar con ella. No me cuenten lo que ocurre en Matrix. No me interesa.

Querido Sancho...

At. Madrid 0 - Villarreal 1

“La falsedad tiene alas y vuela, y la verdad la sigue arrastrándose, de modo que cuando las gentes se dan cuenta del engaño ya es demasiado tarde”

La noche en la que el Club Atlético de Madrid perdió frente al Villarreal es una de las noches más tristes que recuerdo en el Vicente Calderón. Será una noche que probablemente sitúe un hito en el camino de la historia colchonera y que marcará un antes y un después. Es la noche en la que triunfó el sistema sobre la pureza del ingenuo. El momento cumbre de un fenómeno mediático que venía gestándose en las mesas de redacción y los canales de comunicación que manejan los magnates del fútbol. esos que, de forma torticera, viven de esto. La victoria del poder organizado y poderoso frente al caos desubicado de los que sólo saben defenderse con los sentimientos. El éxito del dinero fácil. De la intolerancia. De la ruindad. Del pensamiento único. Del rodillo. De la mediocridad. De ellos.

"Cada uno es como Dios le hizo, y aún peor muchas veces."

No hubo partido. No existió. Lo que ocurrió en el césped fue un ejercicio de filibusterismo producido por el sistema, guionizado por los estómagos agradecidos que viven del cuento, manipulado por personajes de siniestra catadura moral y repugnante fondo cívico como el tal Marcelino, pero ejecutado finalmente por un colegido miserable (sí, miserable) de cuyo nombre no quiero acordarme. No hay más. Me niego a hablar de árbitros en clave de errores humanos. Me niego a rebajarme al análisis de jugadas puntuales o apreciaciones separadas del contexto que efectivamente pueden ser simplemente fruto de la mala suerte. Llevo siete años escribiendo en este blog y nunca lo he hecho así que no voy a empezar ahora. Hay buenos y malos arbitrajes. Hay buena y mala suerte. Mejores y peores tardes. Hay decisiones afortunadas y desafortunadas, pero lo que el representante del colegio arbitral ejecutó sobre el césped del Manzanares fue otra cosa que se parece mucho más a un depurado ejercicio de patriotismo. De fidelidad y obediencia debida a un monstruo grasiento y poderoso que, al fin y al cabo, dirige su destino y lo da de comer. Ni siquiera se le vio afectado (todo lo contrario) consciente de saber que no estaba solo en la empresa. Docenas de plumillas y ladradores con salario lo protegían desde las cabinas de prensa y otros cientos de soldados de mayor rango, la inteligentzia mediática, le protegerían después con explicaciones gráficas y argumentos peregrinos. El contexto es lo suficientemente robusto como para que no existan fisuras. No puede haberlas en las dictaduras. No hubo partido. No existió, así que sería absurdo hablar de fútbol en ese contexto. Que lo hagan los que comen de la mentira o los que defienden su chiringuito de fama. Yo no. El partido estaba ganado por Marcelino 24 horas antes en una vomitiva rueda de prensa, auspiciada, protegida y alentada por las fuerzas vivas de “la mejor liga del mundo”. El partido estaba ganado (o perdido) antes de jugar.

"El hacer bien a villanos es echar agua en la mar."

La cacareada expulsión del Frente Atlético ha provocado, de forma incomprensible, el cisma entre la afición. Ingenuamente pensé que el momento serviría exactamente para todo lo contrario pero nada más lejos de la realidad. Personalmente entendía dicha expulsión como una oportunidad estupenda para reivindicar a esa inmensa mayoría de habitantes del Fondo Sur que nada tiene que ver con la violencia o sus derivados. Ese grupo de gente, aficionados normales como yo, que suponen una de las vísceras más importantes del estadio. Era el momento de dar un paso al frente, de depurar minorías corrosivas que quitan más que dan y de demostrar al mundo lo que de verdad es el aficionado al Atlético de Madrid. No ocurrió nada de eso. Los miles de aficionados que entraron en ese Fondo Sur por alguna razón entendieron que la decisión del Club era una especie afrenta personal y decidieron situarse al margen del equipo y del resto del estadio. En silencio. Intentando demostrar no sé exactamente qué, pero seguramente consiguiéndolo. El ambiente era raro. Muy raro. El resto de aficionados del estadio intentaban de algún modo tapar el atronador silencio que planeaba sobre el terreno de juego pero la falta de organización, la incomodidad del momento y la falta de costumbre hacía que el resultado no fuese satisfactorio. En el fondo sur no se decía nada más allá de tímidos aplausos que sarcásticamente aplaudían los errores arbitrales y algún que otro reclamo de derechos de autor sobre las canciones que normalmente suenan en el coliseo rojiblanco. Todo muy surrealista. Todo muy triste. Lejos de lo que ocurría en el terreno de juego, Fondo Sur y Resto del Estadio se dedicaban a echarse en cara no sé exactamente qué, tampoco. Mientras que los verdaderos violentos estaban seguramente en algún lugar a muchos metros de distancia del Vicente Calderón la grada del estadio se desangraba quedándose sin corazón.

“Amor y deseo son dos cosas diferentes; que no todo lo que se ama se desea, ni todo lo que se desea se ama.”

Abandoné el estadio con la sensación de que nos habían derrotado. No el Villarreal (eso son sólo tres puntos), sino el sistema. Ese poder en la sombra al que pone cara el poder mediático. La brutal campaña de acoso y derribo que ha sufrido el equipo ha sido tan exagerada como nauseabunda, pero esos constantes intentos denodados (y violentos) por desestabilizar al Atleti y su entorno por fin han acabado dando sus frutos. Un trabajo pulcro y concienzudo que además ha necesitado la colaboración formal de todos y cada uno de los medios de comunicación que, como una engrasada máquina de matar, han actuado al unísono a la hora de marcar la tendencia entre los seres vivos. Ser aficionado colchonero se había convertido no ya en una cuestión de consumir o no consumir sino de tener directamente tener que abandonar el país o doblar el espinazo ante la fe única. Bien, lo han conseguido. Es la sensación con la que me quedo. El caballo de Troya está dentro. El enemigo ha invadido la intimidad clandestina que nos protegía y se está recreando en la ejecución de una violación no consentida.

“Yo soy de parecer que el pobre debe contentarse con lo que hallare, y no pedir cotufas en el golfo.

Malos tiempos para la lírica, que diría aquel. Los augurios no son nada halagüeños para el aficionado a las rayas rojiblancas que si antes, cabalgando la elite deportiva, tenía que sobrevivir entre las toneladas de estiércol que a diario arrojaban sobre él, ahora tendremos que pelearnos entre nosotros, como doncellas desnudas en una charca de barro, para regocijo de los mismos generadores de detritus. Perdidos, enfadados, desorientados y tratando de buscar el equilibrio en un escenario terriblemente  hostil y diseñado por gentes de mucho poder, mucho dinero y muchos más recursos. Mientras tanto la cabeza dirigente, los prescritos Gil y Cerezo, por supuesto ni están ni se les espera. Personalmente creo que los aficionados al Atleti (y el Atleti en sí mismo) sólo tiene una vía de salvación que pasa por estar juntos. Siempre ha sido el único resorte que los enemigos no han podido alcanzar y por el que perdían el sueño. El elixir que nos hacía poderosos. A pesar de todos los pesares siempre estábamos ahí, como una roca. Frente a la incomprensión de los espectadores ajenos y la rabia contenida del que cabalga a lomos del caballo ganador. ¿Cómo podéis ser del Atleti?, nos decían. Pero han logrado alcanzar ese resorte también y lo están destrozando a dentelladas. Está en nuestra mano que lo consigan o no. O puede que ya ni siquiera.

"No andes, Sancho, desceñido y flojo, que el vestido descompuesto da indicios de ánimo desmalazado."



Vísceras

Las previsiones amenazaban lluvia torrencial sobre el Vicente Calderón y eso fue lo que motivó el que mis resentidas vísceras, las mismas que pocas horas antes habían estado soportando durante días temperaturas por encima de los 40ºC, decidieran esta vez quedarse en casa. Era evidente que el día empezaba torcido.

Un par de horas antes del pitido inicial del Atleti-Depor, descubrí a través de twitter que un “hincha” del equipo gallego había sido “agredido” y se encontraba en preocupante estado crítico. Las mismas vísceras juiciosas de antes volvieron ahora a coger temperatura pero esta vez por razones bien distintas. Esta vez la fiebre venía provocada por el asco extremo que me da la violencia, en todas sus formas y en todos sus contextos. Como un angustioso fantasma del pasado volvía a mi memoria aquella otra trágica fecha en la que el escudo de mis amores se veía manchado de sangre y de mierda por culpa de un puñado de inadaptados que, por falta de riego cerebral, confunden el culo con las témporas. La rabia se mezclaba con la impotencia dentro de mi maltrecho cuerpo en una suerte de mezcla explosiva que me agrió el carácter, como mínimo, para lo que quedaba de día. Decidí ir a ducharme, como si de esa manera tan sencilla y metafórica pudiese limpiarme la vergüenza de compartir afición con una pléyade de animales y descerebrados. No fui capaz, pero al menos salí convencido de que es a ellos y no a mí a los que debería darles vergüenza.

Con el pelo todavía mojado llegaron las noticias de que el tal hincha era en realidad otro descerebrado más. Otro ultra. Otro animal violento que lo distinguía de su agresor detalles tan nimios como el color de la bufanda o una supuesta ideología política que dudo fuese capaz de explicar simplemente con palabras. Pero mis maltratadas vísceras volvieron a sufrir cuando con incredulidad y a base de píldoras de información difíciles de creer, conocía más detalles del lamentable incidente. Habían tirado a un tipo al río después de haber sido apaleado, sí, pero no había sido un hecho aislado sino consecuencia de una batalla campal entre docenas de alimañas armadas con cuchillos y bengalas que mediante las redes sociales se habían dado cita en el centro de Madrid para matarse. En ese momento no sólo mis vísceras sino el resto de mi cuerpo se morían de pena mientras uno era incapaz de encontrar una explicación lógica a una atrocidad de semejante calado. El nivel de incredulidad llegó incluso al paroxismo cuando este humilde escribiente descubrió que la víctima era un tipo de 42 años con dos hijos que había recorrido 600 km en autobús ataviado con una bufanda blanquiazul y un cuchillo para ir a matar o morir. Vete tú a saber las razones que pueden llevar a alguien a hacer algo así.

Quince minutos antes de empezar a rodar el balón el miembro de los Riazor Blues agredido estaba clínicamente muerto. Como aficionado al Atlético de Madrid que soy, en ese momento no quería ver ningún partido de fútbol y entendí que lo más razonable era suspenderlo. Me consta que no era el único que pensaba así. Leo ahora que no fue posible por una llamada que no llegó o no sé qué otra excusa burocrática del mismo perfil. Me suena todo a paparruchas. Lamentable en cualquier caso. En forma y en fondo. Pocos minutos después de que el balón comenzase a rodar aparecía por la red, a toda velocidad, la noticia del fallecimiento del ultra coruñés. Aquello no cambiaba nada o lo cambiaba todo, no lo sé, pero quizá fue un punto de inflexión para que, al menos en mis vísceras, mi cuerpo y mi cerebro, decantasen ciertas reflexiones que prefiero compartir.

La violencia en el fútbol es un problema de todos. Apartarse es tan cínico como cobarde. Por acción u omisión, todos los estamentos que rodean al mundo del fútbol no están (estamos) haciendo lo que se debería para acotar esta lacra que poco a poco escribe el relato más horrible de un deporte tan maravilloso como el que nos ocupa.

No puede inhibirse el Club Atlético de Madrid. No, por favor. No puede salir su presidente, para bochorno de aficionados colchoneros entre los que me incluyo, quitándose de en medio y aludiendo a que la pelea tuvo lugar muy lejos del Calderón. ¿Y qué más da, Sr. Cerezo? ¿De quién es la responsabilidad de que la mayoría de los salvajes que estaban allí matándose estuviesen luego dando palmas dentro del Estadio? ¿Quién es el único que podría evitarlo? No puede salir tampoco ese ser taciturno ser que hace las veces de Consejero Delegado en mi equipo a decir que él no es nadie para disolver el Frente Atlético. Ya me gustaría a mí que efectivamente esa persona no fuese nadie en el Atlético de Madrid pero desgraciadamente es su principal accionista. Máximo responsable de su gestión y por lo tanto un protagonista estelar en esa especie de matrimonio oscurantista, con este señor todo es oscurantista, que durante años parecen disfrutar Club y Peña Ultra. ¿De verdad el Club Atlético de Madrid no puede hacer nada en este sentido?

Tampoco creo que se pueda inhibir el Frente Atlético con la excusa de que 100 personas no pueden representar a 3000 porque desgraciadamente sí que pueden hacerlo. Lo están haciendo, de hecho. Si efectivamente el Frente está mayoritariamente compuesto por gente sana y cabal, tienen hoy una oportunidad maravillosa para desmarcarse de los delincuentes, aislarlos, denunciarlos, desterrar la violencia en todas sus formas e incluso de refundar la peña si eso hiciese falta. Si no lo hacen habrán perdido la guerra y quieran o no, lo sean realmente o no, seguirán pareciendo cómplices.

Tampoco podemos inhibirnos los aficionados que reímos las gracias o que simplemente callamos. Ir a ver un partido de fútbol (y no se queden en detalles tan absurdos como el nombre del estadio o el color de las camisetas) es asistir a un concierto de insultos, descalificaciones y violencia verbal barata. Sin motivo alguno, además. Me da asco escuchar exabruptos obscenos y gratuitos que muchas veces, demasiadas, atentan contra las pocas cosas que nos distingue a los humanos de las alimañas. Pero generalmente callamos o miramos para otro lado. Dejando simplemente que escampe. Estamos tan acostumbrados a ese torrente de odio, que asimilamos como naturales cosas que no lo son y que en el fondo están sentando los cimientos de lo que viene después.

No se pueden inhibir tampoco los equipos rivales. Cualquiera. No es un problema del Atlético de Madrid como Club apestado. El tipo que cayó al río estaba vestido con los colores del Depor pero podría haber llevado el rojo y el blanco perfectamente. ¿Cambiaría eso el relato? Quiero creer que no. Para mí al menos no lo hace. Es una desgracia la muerte de ese hombre pero cometería un error la hermandad deportivista si de él hacen un mártir. No lo es. Es un tipo que se parecía demasiado a su agresor y que sólo la suerte, su ausencia en realidad, ha hecho que no tengan hoy los roles cambiados. No se puede inhibir el Depor igual que no se puede inhibir cualquier otro equipo porque el problema es tan suyo como mío. Es más útil arrimar el hombro que mirar por encima de él.

No se pueden inhibir las autoridades que en un ejercicio de “austeridad” económica decidieron catalogar el partido como de bajo riesgo. Tampoco las fuerzas policiales que no fueron capaces de detectar una convocatoria masiva a través de la red. Tampoco el Ayto. o el Delegado de Gobierno que tienen ahora la espina clavada de haber sido incapaces de prevenir una batalla campal de docenas de delincuentes violentos armados en el centro de Madrid. Explíquenle a los vecinos de Arganzuela que eso es un tema que tienen que solucionar los clubes.

Y no se puede inhibir el gremio periodístico que, como todos los anteriores, suele hablar del problema desde la distancia. Ponderando. Dogmatizando. Como si foco y resultado ocurriesen en otro planeta. Sin mancharse. Sin ser capaces de ver por el camino la responsabilidad que tienen en la generación de parte del caldo de cultivo en el que se cuece todo ese odio. Repasen portadas. Repasen comentarios. Repasen tertulias. Repasen tuits de anormales con micrófono y pluma. Repasen ustedes también, porque es sano, la capacidad de generar odio que tienen.

¿Y el partido?, preguntarán.

A quién le importa.  



Nunca se había marchado.

At. Madrid 4 - Sevilla 0

Había que ser muy torpe, muy necio o muy sucio para que los pitos al cambio de Griezmann del pasado fin de semana supusiesen un debate mediático en torno a una afición dividida por una supuesta desafección hacia Simeone. Era evidente que quién amplificaba el sonido y ponía los focos en una anécdota ínfima, repetida un millón de veces antes, no sólo no sabe lo que es estar en el Vicente Calderón (rara vez los periodistas de cabecera se digan a ensuciarse las canas acudiendo in situ a un lugar tan poco glamuroso como un estadio de fútbol) sino que es evidente que lo hacía con una oscura intención de fondo. Pero así estamos desgraciadamente en el Atlético de Madrid. Un equipo que al parecer lleva ya demasiado tiempo en ese estado mágico que le permite pasearse por las nubes y que molesta horrores al Establisment. Y bien que se encargan de dejarlo claro. Visto desde otro punto de vista, es hasta gratificante observar la cantidad de recursos que consumen en la empresa y el brutal desgaste de talento zafio que tiene que emplear esta gentuza para que las cosas vuelvan a ser “como Dios manda”. Juego feo, juego sucio, equipo violento, 100 millones gastados, pitos al entrenador, goles a balón parado,... el catálogo de sandeces es infinito. No por repugnante deja de ser bochornoso. No por innocuo (algunos hace años que estamos hasta las pelotas de un puñado de profesionales mercenarios que chapotean en las cloacas más infectas de la profesión y que no me merecen el más mínimo de los respetos) deja de ser realmente dañino (desgraciadamente no todos los aficionados al Atleti son capaces de vivir al margen de los moradores de “la fosa séptica” (*) y eso trae consecuencias). Pero todos estos soldados de la canallesca van a tener que seguir tirando de imaginación un poco más. Sacar sus mejores opciones de talento para el mal y comprar cajas de ALMAX para controlar el ardor de estómago. Simeone ha vuelto. En realidad nunca se había marchado.

El partido contra el Sevilla de Emery era de una importancia vital. Quizá no a nivel de puntos pero sí desde el punto de vista psicológico. Enemigo directo, equipo rojiblanco (aparentemente) lleno de dudas y semana complicada en el horizonte, pero el equipo colchonero saldó el envite con nota. Haciendo un gran partido, tirando de personalidad, enseñando los dientes y anulando a un rival que no fue capaz de asomar la cabeza en ningún momento. Los dos entrenadores plantearon una batalla para dominar el centro del campo pero mientras que Emery, otra vez, recurría a su miedo proverbial para colocar un nuevo central adelantado que ayudase al equipo a compactarse y parapetarse en su campo, Simeone colocaba otro medio centro dinámico (Saúl) para dominar el terreno de juego y controlar el balón. El plan salió a la perfección para el argentino, gracias sobre todo a la labor de un Saúl que volvió a realizar un gran encuentro. Muy disciplinado en la táctica y el esfuerzo para recuperar el balón, la diferencia estuvo sin embargo cuando en ataque aparecía por varias zonas del campo para combinar, ofrecer una ayuda o incluso iniciar la jugada. Es el tipo de jugador polivalente y sacrificado que gusta a Simeone así que seguro que jugará bastante. Pintaza de gran pelotero. 

El Atleti dominaba el juego y el partido. Llegaba por izquierda o derecha, con Koke, Arda y Saúl muy móviles y los estiletes de los laterales. Tanto Juanfran, en gran estado de forma, como un Ansaldi renacido que hizo un buen encuentro. El equipo ya avisó con un remate de cabeza de Gabi tras jugada a balón parado por el que seguramente irá al infierno (¡¡balón parado!!). El gol no tardaría en llegar. Jugada de coraje y calidad por parte de Saúl desde la izquierda que deja el balón en Koke encarando la portería rival. El internacional Atlético entró en el área para disparar a puerta pero topándose con la pierna de un rival que desvió el balón para llevarlo a la portería sevillista. El gol no provocó ningún cambio en ninguno de los dos equipos y las cosas siguieron prácticamente igual. Tan sólo al final de la primera parte los andaluces lograron estirarse algo, pero el espejismo quedo sepultado con el segundo gol colchonero. De nuevo a través de la herejía del balón parado y tras una jugada que de ser ensayada sería prodigiosa. Saque al lateral, Arda que deja de cabeza, Miranda que cuelga con la derecha y Saúl que remata de cabeza entrando por el segundo palo. Golazo.

La segunda parte fue más fea y se jugó menos pero no cambiaron ni los protagonistas ni el resultado. Emery quiso poner algo de fútbol con Banega y Denis Suárez (tarde, como siempre) pero no lo consiguió. Apenas ocurrió nada, de hecho, hasta la salida de Griezmann por parte del Atleti que puso velocidad y chispa. También apareció en el campo, en el tramo final, el mexicano Raúl Jiménez al que se le vio motivadísimo y con tantas ganas de agradar que sinceramente resultó entrañable. Tuvo además un papel importante en esos minutos hasta el final del partido. Primero asistiendo a Griezmann para que Diego lo arroyase dentro del área (pocos penaltis verán en su vida más claros que ese). Raúl García transformó la pena máxima. Después para tirarse en plancha y conectar de cabeza el balón que ponía el cuarto en el marcador. Me alegro por él. Si el Cholo consigue recuperarlo para la dinámica de grupo habrá que sumar un nuevo milagro a su ya dilatada lista.


Gran partido de los de Simeone que da un golpe encima de la mesa de agoreros, cenizos, arqueólogos de la polémica, analistas de charcutería y demás infelices. El Atleti está aquí porque realmente nunca se había marchado. Sale con sobresaliente y ánimo renovado del primer órdago de una semana terrible. Pero seamos fieles a la leyenda: partido a partido.


(*) Expresión robada a mi querido y admirado Julio Ruiz.