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Felicidad

El Atleti cierra esta noche un año complicado y lo hace fiel a su más pura esencia: sufriendo, trabajando, pasándolo mal, tirando de espíritu y ganando. Sí, ganando. A pesar de lo que pueda parecer si usted no es de esos arqueólogos de la información que tienen que zambullirse cada mañana en el fango para encontrar un puñado de realidad y por el contrario prefiere ceñirse a la pulimentada versión oficial. El Atleti termina el año en lo más alto de una liga tramposa y tergiversada que lo sigue tratando con desdén y desprecio a pesar de haberle salvado la cara. Anteriormente a la llegada de Simeone, la máxima competición española era una versión casposa de la liga escocesa pero mucho más injusta. La llegada del argentino no sólo ha creado un nuevo e incómodo personaje en el poder establecido sino que ha significado un influjo de fe para el resto de equipos que ahora están mejor preparados y que han entendido que si se cree y se trabaja, se puede. El Atleti cierra esta noche el año con algunas dudas, sí, pero con muchas más certezas. Paren un instante a pensarlo y verán que las segundas ganan con creces a las primeras. 

Jugar en Vallecas es complicado. Es un campo pequeño, estrecho y con un equipo local valiente e imprevisible que, si está bien, puede llevar el partido a situaciones difíciles de solventar. Los de Jémez, dolidos por el robo vergonzoso de la última jornada, saltaron al campo muy metidos en el encuentro. Intensos, rápidos y con una defensa adelantada y presionante que impedía cualquier triangulación. El Atleti, escarmentado también tras su último partido, lo hizo con el mismo espíritu, la misma intensidad y el mismo desempeño que su rival. Fueron unos minutos muy fogosos, en los que todo pasaba a toda velocidad y en los que salieron ganando los colchoneros por la mínima gracias a su mejor interpretación de la situación. La falta de laterales en los vallecanos y esa defensa de tres, hacían que su punto más vulnerable fuesen precisamente las bandas y hacía allí fueron dos buenos balones de Óliver y Koke que provocaron dos ocasiones de gol de Carrasco, de esas que no se pueden fallar. Del mismo modo llegó otra buena ocasión de Torres que también desperdició. Yoel, portero rayista, era ya el mejor de su equipo para entonces. 

A partir de ahí los rojiblancos se diluyeron, fundamentalmente en el centro del campo. Saúl salvaba los muebles, Koke desaparecía y Óliver ni siquiera llegaba a aparecer. Cada vez que tocaba el balón pasaban cosas, sí, pero es que apenas lo tocaba. Otro partido desperdiciado del canterano que no encuentra su sitio en este equipo. Algo parecido le pasa a Torres. Obsesionado con el dichoso gol, no termina de hacer un partido medianamente decente que disipe las dudas que existen sobre él.

El inicio de la segunda parte fue radicalmente diferente. El Rayo salió como un ciclón. Mucho más presionante y preciso con el balón, cercó a su rival sin dejarlo salir y disputó sus mejores minutos del encuentro. Un gran Trashorras se erigía en el jefe de la medular y el Atleti se perdía en la zona de creación, incapaz de hacer otra cosa que no fuese dar un patadón. Los cambios de Simeone (Correa y Thomas por los señalados Óliver y Torres) lograron contener la sangría, igualar el medio campo y alejar el peligro rayista. A partir de ahí los rojiblancos tomaron más riesgos y, más por corazón que por juego, desequilibraron el campo otra vez hacia el lado contrario. Jackson salía al campo en sustitución de un agotado Carrasco y el Atleti se disponía a morir en el área contraria con todo su arsenal. Godin tuvo un par de ocasiones claras, rematando de cabeza dos buenos balones parados, pero Yoel y el larguero volvieron a sacarlos con maestría. Hasta 5 ocasiones claras de gol acumulaba el equipo a esas alturas. Algo que subrayaba, una vez más, el gran problema del Atlético de Madrid durante este primer tramo de la temporada: la pertinaz falta de gol. 

Pero el Atleti, que tiene muy buenos jugadores,  tiene también la suerte de poder comenzar el encuentro con algunos de ellos en el banquillo. Con el partido casi concluido una espectacular jugada de Thomas (para mí el jugador que mejor parado sale después del terremoto Tiago) acaba en una pared en el área que remata Correa como sólo los genios son capaces de rematar. Golazo. Dos minutos mas tardes Griezmann rivalizaba en destreza con su compañero calzando una vaselina por encima del cancerbero rayista tras un muy buen pase de Jackson. 0-2. Tres reservas frescos y uno de los mejores jugadores del mundo frente a un equipo modesto, agotado y con bajas. Imposible para los vallecanos. El equipo colchonero se lleva el partido frente a un gran equipo al que solamente su mínimo presupuesto le impidió llevarse algo más esta noche y al que le deseo lo mejor. A seguir remando. 

El Atleti acaba el año sumando tres puntos. No hay mejor sentencia para describir lo que es este equipo. Mientras otros se desgañitan aplicando teorías “conspiranoicas” para insistir en convencernos de que el Emperador no va desnudo, los colchoneros tomaremos uvas con pipas y turrón terrenal y los haremos, como siempre, con alegría, porque, por encima de todo lo demás, lo que tiene este equipo es eso: felicidad. Una felicidad que es nuestra y que es natural. Que no se compra ni se vende. Una felicidad insólita y envidiada que está ahí, y que está siempre. Sin necesidad de trofeos, medallas o falsos titulares. Una felicidad que nadie entiende y que algunos niegan pero que sabemos muy bien que existe. Que está. Que está y que estará mientras quedemos humanos dispuestos a transmitir la buena nueva. 

Espero que pasen una noche estupenda mañana. Que despidan entre risas y amigos el año que se va y que reciban al nuevo con ganas, con fuerza, con ánimo, con respeto, con intensidad y en formación de 4-4-2 o 4-1-4-1. 

Sean felices. 

@enniosotanaz

Humildad y respeto

Simeone dijo justo antes de iniciar la Copa del Rey frente al Reus Deportiu que encararían la competición con “humildad y respeto y eso es exactamente lo que ha hecho el Atlético de Madrid sobre el césped del Camp Nou Municipal. Respeto por un equipo rival que lo merecía y humildad para correr tanto o más que el equipo contrario antes de llevarse el partido. Sin condescendencia ni dejadez. Fútbol y sólo fútbol. 

Todo lo anterior podría parecer de Perogrullo pero no lo es. Los que hemos vivido los infaustos tiempos de la era pre-Simeone sabemos que las primeras fases de la Copa del Rey, por exceso o por defecto, solían ser muchas veces una pesadilla. Ninguno de los que entonces comandaba la nave supo afrontar esos partidos en los que la diferencia de presupuesto entre los equipos era tan abismal que complicaba la forma de encararlos para una plantilla saturada de complejos y carente de personalidad. Cierta soberbia mal parida, trazas de mediocridad traspasadas por los sucesivos entrenadores o desconexiones impropias de profesionales, hacían que la Copa del Rey se convirtiese en un infierno para el Atleti muchas más veces de las necesarias. Nunca más. Con Simeone se acabaron las dudas. El equipo sale a ganar haciendo lo mismo, juegue quien juegue y esté quien esté delante. Es muy de agradecer. 

Deportivamente saco poca lectura porque es muy difícil obtener conclusiones de un partido con unos condicionantes tan excepcionales. Quizá destacar una cierta resurrección de Vietto, que comenzó en la línea pésima de los últimos tiempos pero que acabó enmendando la plana dejando algunos argumentos para soñar y el preocupante camino inverso que siguió un Correa que, sumido entre la ansiedad y la imprecisión, transmitió unas sensaciones bastante flojas. Al final lo más destacable sea seguramente la gran capacidad que tiene Óliver para jugar al fútbol cuando su cabeza está centrada en crear juego y no en intentar no fallar. 

Mención muy especial para el Reus Deportiu. Un equipo que deportivamente trató de jugar al fútbol sin dar patadas y que además lo hizo como los ángeles. Jugó de tú a tú, sin complejos, frente a un Atleti al que en ningún momento tuvo la oportunidad de bajar los brazos. Pero si dentro del campo el desempeño del club catalán fue más que elogiable, en la grada, desde la institución y a través de las redes sociales su actitud fue todavía mejor. Desde el mismo día en el que se realizó el sorteo el club reusense intentó trazar puentes, generar simpatía y transmitir buen rollo con la afición rival. Ayer incluso nos daban las gracias a través de Twitter por dar color a la grada. Genial. Algo muy de agradecer en estos tiempos en los que parece que vende mucho más subrayar lo malo o potenciar ese esteriotipo torrentiano (y más falso que Judas) que el Establishment ha decidido colocarnos a los colchoneros. Desde esta esquina anónima del ciberespacio, quería dar las gracias al Reus Deportiu por intentar convertir un partido de fútbol en lo que siempre tendría que ser: una fiesta. 

Chapeau! 

@enniosotanaz

Cosas de la edad

Es curioso, pero cuando veo que se acercan partidos frente a rivales desconocidos y de nombre exótico a mí no me da por pensar en goleadas ni en records absurdos sino en nombres, igualmente exóticos, como los de Groningen, Victoria de Guimaraes o Politécnica de Timisoara. Deben ser cosas de la edad. Los más jóvenes del lugar y algunos adultos (como mis compañeros de grada) con esa capacidad inédita para olvidarlo todo con cada bocadillo de panceta, no sabrán de lo que les estoy hablando pero otros muchos sé que sí. Hubo un amplio periodo de nuestra historia en el que no todo era de color de rosa y que tener un equipo "exótico" enfrente era sinónimo de aventura de terror. En estos tiempos contemporáneos, repletos de inmediatez y saturados de egoísmo, en estos momentos en los que, arengados desde las ondas hertzianas y dirigidos por las plumas digitales, se organizan ejércitos de orcos en busca de la caza mayor que supone Simeone, conviene recordar, otra vez, de dónde venimos. Desde la llegada del argentino los únicos equipos que eliminan al Atleti en las competiciones del KO son Madrid o Barcelona. O eso o ganamos la competición. A ver quién puede decir lo mismo. 

Deben ser cosas de la edad como digo, pero me parece repugnante que el community manager del Atlético de Madrid apele a las goleadas históricas minutos antes de empezar un partido de Champions frente a un equipo desconocido y en apariencia inferior. Repugnante, gratuito e insultante. Me consta que una gran cohorte de tuiteros de avatares rojiblancos (y estilo faunístico) estaban en la misma línea (o peor), la del desprecio gratuito por el rival, pero no me vale como excusa. El representante oficial de una institución debe respetar y defender los valores de la misma y no caer en la complacencia barata, como un vulgar reality show que vive de esparcir carnaza y enseñar las tetas. Una cuenta que represente al Atlético de Madrid en las redes sociales no puede ser tan gañán ni parecerse tanto a los gañanes que tanto decimos detestar. Si no es así, no tiene sentido que exista nuestro equipo. ¿Qué el Astana despreció también la competición llevando un equipo de circunstancias? ¿Y qué? Es su problema y no el mío.

¿El partido? Poca historia. El conjunto kazajo, de forma voluntaria o no, fue uno de los más flojos que han pasado por el Vicente Calderón en los últimos años. Ninguna individualidad reseñable, un cierto rigor táctico que, hoy en día, es lo mínimo exigible para un equipo profesional y poca capacidad de mordedura. Quitando un par de tiros lejanos en la primera parte, un par de patadas al tobillo al comenzar la segunda y un par de paradas de Oblak cuando ya estaba todo resuelto, poco más podemos decir del equipo “asiático”. 

¿El Atleti? Salió serio, a pesar de la dificultad de encarar partidos así, y las minúsculas dudas iniciales se disiparon cuando Saúl hizo el primer gol. Apenas habían pasado veinte minutos pero todos sabíamos que el partido había concluido. Desde ahí hasta el final los dos equipos se pusieron a medio gas y dejaron pasar el tiempo sin hacerse demasiado daño. Hubo tres goles más (Jackson, Óliver y un tal Dedechko en propia puerta), pero les aseguro que pueden considerarse un mal menor para los kazajos. 

Tres cosas positivas con las que me quedo. La primera, sin duda, la ilusión que genera Yannick Carrasco. Más allá del halo de excentricidad que pudiera rodear su figura hasta este momento, creo que estamos en condiciones de afirmar que tenemos jugador. Un gran jugador. Rápido, interesante técnicamente, valiente, dinámico y con unas ganas por comerse el mundo que no veo en algunos de sus compañeros. Me gusta Yannick. Creo que puede dar muchas tardes de gloria a los colchoneros y creo también que ahora mismo es titular en este equipo. Segunda, Correa. Aquí sí que no tengo átomo alguno de duda. Jugadorazo. Un tipo de apariencia frágil que tiene un talento muy por encima de la media, unido a una personalidad impropia de alguien tan joven. Combinación ganadora. Quiero verlo siempre en el campo y no me importaría nada una delantera con Griezmann por delante y él por detrás. Tercera, la celebración del gol de Jackson Martínez. Un tanto feo y con algo de suerte, que quizá sirva para poner punto y final a una racha desoladora, pero que sin duda ha servido para comprobar cómo el colombiano es un tipo querido en el vestuario y cómo la plantilla, unida y compacta, está con él. No dio la sensación de que fuese una pose y eso me gusta. Creo que los grandes hitos deportivos se construyen sobre cosas tan efímeras y aparentemente irrelevantes como esa. 

Deben ser cosas de la edad, pero sigo sin lanzar las campanas al vuelo. Sigo inquieto por cómo evoluciona el equipo de esta temporada y sigo en guardia por ver cómo se despejan las incógnitas de una ecuación que continúa muy viva. Pero es indiscutible que los números nos respaldan (volvemos a encabezar el grupo de Champions) y eso es una gran notica. La mejor. Al final, como siempre, lo más razonable es recurrir a los clásicos: partido a partido. 

@enniosotanaz

Carácter y personalidad

Decía Schopenhauer que la personalidad determina por anticipado la medida de la posible fortuna. El Atlético de Madrid probablemente tuviese mala fortuna en su partido de Champions frente al Benfica lisboeta pero sobre todo careció de personalidad. Seguro que ambas cosas están relacionadas. Si alguien me preguntase alguna vez cuál ha sido durante todos los años de Simeone la característica básica del equipo colchonero, creo que nunca diría los títulos, ni la defensa rocosa, ni el rigor táctico, ni la pegada, ni la verticalidad, ni tan siquiera la competitividad. Diría la personalidad. El carácter. Puede que, viniendo de donde veníamos, sea lo que más me llame la atención pero sinceramente creo que esa característica, lejos de ser una anécdota, es lo que ha hecho al equipo grande. 

Durante todos estos años hemos presenciado partidos espectaculares y soporíferos. Lo hemos pasado bien y muy mal. Hemos jugado plácidamente pero muchas veces también acorralados por equipos que nos quintuplican el presupuesto. Nunca, en ninguno de los casos, el equipo careció de personalidad. Ganando y perdiendo. Por encima y por debajo en el marcador. Podíamos tener a los once jugadores colgados del larguero en un estadio con ochenta mil personas queriendo nuestra decapitación, que cuando las cámaras enfocaban las caras de esos jugadores veíamos siempre a tipos convencidos de lo que estaban haciendo. Tipos que, con un gesto, nos convencían de que sabían lo que hacían. Valientes. Incansables al desaliento o a cualquier error que pudieran haber cometido. Convencidos de ser los mejores y de estar en la trinchera correcta. 

Ayer, por primera vez en muchos años, no vi nada de eso. 

Alguno dirá que el partido comenzó bien, con un Benfica replegado y expectante y un Atleti mandando en el terreno y el balón. Es cierto. Sin que el juego fuese especialmente fluido ni espectacular, los de Simeone dominaban la pelota y el centro del campo y se jugaba fundamentalmente en campo portugués. El ritmo era bueno, la tensión adecuada y las sensaciones positivas. De hecho todo mejoró todavía más cuando Correa, el único, con permiso de Griezmann, capaz ahora mismo de aportar algo diferente en esa plantilla, inauguró el marcador con un gol que desde el campo me pareció al borde del fuera de juego. El equipo se gustaba. Con la ola a favor apareció incluso Óliver. Vimos alguna jugada por banda y hasta la cohorte insoportable de histéricos que ahora se sientan en la grada junto a mí, perdonaron los errores en el remate de Jackson y Correa. Todo parecía tan fácil que el equipo, síntoma de falta de personalidad, se dejó llevar. En ese estado de latencia, un error de ajuste provocó un contrataque en superioridad del equipo luso que, con un pase al segundo palo, puso el balón en los pies de un excelente jugador llamado Gaitán para que éste perforara la portería local de gran zurdazo. 

En circunstancias normales el gol no supondría más que un contratiempo. No era justo y no reflejaba lo que estaba pasando en el terreno de juego. En el Atleti actual, supuso un drama y un cambio de paradigma. El equipo colchonero se deshizo como un azucarillo en una taza te, dando la sensación de tener la robustez de esas flores que soplas en el campo para pedir deseos. Ni en lo que quedaba de primera parte ni en toda la segunda, el equipo de Simeone fue capa de reponerse. Ni fútbol, ni ideas, ni futbolistas ni personalidad. Por el camino, eso sí, apareció una segunda puñalada letal del Benfica para cerrar el partido. Los portugueses estaban demostrando más oficio que sus rivales. Los colchoneros se escondían. Remataron alguna vez, sí. Tuvimos alguna ocasión clara, sí, pero nada respondía a un plan creíble. El equipo no era capaz de sacar rápido la pelota, de meter miedo o de tan siquiera encarar al árbitro por las pérdidas descaradas de tiempo. Los cambios, lejos de ayudar, estropearon el panorama. Los jugadores no hablaban entre ellos. Nadie colocaba. Nadie gritaba. Las caras reflejaban miedo. 

Pienso en Jackson, Vietto, Óliver o cualquiera de los nuevos y me acuerdo de Goethe cuando decía que el talento se desarrolla en lugares tranquilos pero el carácter se hace en el tumultuoso curso de la vida. Parece claro que van a tener complicado tener esa tranquilidad en la que desarrollar su talento (que lo tienen y alguno mucho) pero es que quizá les falta personalidad para jugar a un nivel tumultuoso. Quiero creer que no es así no pero empiezo a desfallecer en mi fe. 

El Atleti se complica la Champions, pero más allá de resultado (o de la inminente visita del equipo de Arbeloa, ese iluminado), me preocupan las sensaciones que transmite el equipo… y la grada. En el equipo no puedo hacer nada y confiaré en Simeone (¡estaría bueno!) pero en la grada deberíamos empezar por quitarnos ese complejo impuesto por los medios de que tenemos “la mejor plantilla de los últimos años”. No es verdad. En el mejor de los casos está por ver. La descompensación en el centro del campo es evidente y falta por determinar en qué queda ese galimatías de la delantera. Es lo que hay y probablemente todo parta de un error de planificación, de acuerdo, pero no juguemos a ser lo que no somos porque entonces lo pasaremos mal. Muy mal. Winter is coming, o no, pero estemos preparados. Tranquilidad, amplitud de foco y partido a partido.

@enniosotanaz

Adaptación.

El primer partido de Simeone al frente del Atlético de Madrid fue en tierras malagueñas. Lo recuerdo bien. Fue un aburrido 0-0 con apenas ocasiones, en el que los colchoneros no pasaron del medio campo hasta los diez minutos finales. Las sensaciones fueron buenas, sin embargo. Los colchoneros, en bloque, dormimos ese día esperanzados. Eran otros tiempos en los que no recibir goles suponía una bendición y conseguir un punto fuera de casa se acercaba al milagro. Eran otros tiempos, digo, que no tienen nada que ver con los actuales, en los que ceder la posesión provoca caras de asco en una parte de la afición, se debate acaloradamente en torno al concepto de “jugar bien”, las malas rachas ya no se entienden y perder tres puntos, dentro o fuera de casa y sea contra quién sea, es imperdonable. Lo miro en perspectiva y puede que todo haya ido demasiado rápido. La capacidad de adaptación es un concepto líquido y difícil de definir que afecta a Jackson o a Vietto pero que también, por narices, nos tiene que afectar a nosotros, pobres espectadores de pasión desbordante y sentimientos a flor de piel. 

Cuando acabó la primera parte del encuentro del Atleti en Ipurúa, ese campo en el que juega el Eibar y que huele a fútbol por los cuatro costados, usé los 120 caracteres de mi cuenta de twitter para decir que me estaba gustando el Atleti. Mi valiente declaración recibió alguna muestra tímida de apoyo pero lo que recibí mayoritariamente fueron reproches entre los que destacaban un amplio surtido de mensajes que se preocupaban por mi salud mental o mi, aparentemente mermada, capacidad para ver fútbol. En esas estamos. ¿Por qué dije eso? Pues porque de verdad lo pensaba. Así de simple. 

Los primeros 30 minutos fueron imposibles de jugar. El ritmo endiablado, la velocidad supersónica y el nivel de presión resultaron exagerados. Por parte de los dos equipos. Un infierno para el Atleti y para cualquiera. Algo que tiene mucho mérito por parte de un equipo, el guipuzcoano, que consciente de lo que había, entendió que su éxito pasaba únicamente por anular físicamente al rival. Es francamente difícil jugar en esas condiciones y más en un campo de dimensiones reducidas pero el Atleti dio la cara también en ese escenario hostil y acabó imponiendo su superioridad. Igualando el derroche físico primero y tirando de balón después. Con una defensa portentosa y un doble pivote eficaz, Griezmann trataba de crear magia. Koke también lo intentaba pero no lo conseguía. Aunque tuvo mejores momentos que en los últimos partidos, sigue sin ser Koke. Y se nota. Con todo, el punto flaco estaba realmente arriba. Faltaba pegada. Vietto trataba de combinar y de aparecer pero sigue sin ser un jugador determinante, sin presencia y timorato. Le falta soltar la pierna. Jugar sin miedo. Llegará ese día. Seguro. Me preocupa más el caso de Jackson porque creo que pasa básicamente lo mismo pero, en este caso, en un jugador de categoría contrastada. No debería costar tanto. El colombiano trata de entrar en la dinámica de juego pero no se le ve cómodo. Frente al Eibar ha estado además muy mediocre de cara a la portería. Tengo paciencia, pero desgraciadamente para él ha llegado a un Atleti con más alternativas. 

Simeone quitó a los dos nuevos delanteros en la segunda parte para poner a Óliver y Fernando Torres. Parecía lógico, pero el equipo se descompuso momentáneamente. Tardó unos minutos en adaptarse, abrió las líneas y el equipo armero rebaño en su lata de energía para soltar todas las naves que le quedaban. No tuvieron ocasiones claras pero daba la sensación de que el partido podía romperse en cualquier momento y eso sí que hubiese sido una pendiente cuesta arriba para los de Simeone. Pero por desgracia para los vascos ocurrió todo lo contrario. Gracias al duende de uno de esos jugadores diferentes que de vez en cuando pisan los terrenos de fútbol: Ángel Correa. En la primera pelota que tocó aprovechó una excelente jugada de Torres por la izquierda para hacer un amago a-la-Agüero (sí, todos tuvimos ese Dejà Vu) y abrir la portería contraria. Tiene magia el argentino. Siempre que toca el balón parece que pasa algo. 

El partido pasó entonces a la tradicional fase de control colchonera. Se cierran las filas, se desespera al rival, con y sin balón, y se espera el latigazo letal. Y llegó, con los mismos protagonistas: Correa habilitando al “niño” para que esté, rememorando también aquella final de la Eurocopa, hiciese el segundo. Me paró aquí para decir que el inicio de temporada de Torres está siendo espectacular. Dentro y fuera del campo. Y lo digo yo, porque no decirlo sería de necios. 

Tres puntos que no valorarán las huestes del nuevo Atleti pero tres puntos de mucho mérito en un campo difícil, contra un rival motivado que estaba invicto y con un Atleti que sigue buscando con pausa su once de referencia. Efectivamente son otros tiempos y efectivamente todos seguimos todavía adaptándonos. 

@enniosotanaz

Decíamos ayer

Quince minutos después de comenzado el partido en el tramposamente remozado Vicente Calderón (todo fachada), tras esos primeros cinco minutos fulgurantes (había ganas de fútbol en el ambiente), cuatro tipos que se sentaban detrás de mí en la grada ya estaban diciendo que Jackson Martínez era una mentira. Que no corría, que no hacía nada, que sobraba. “Una mezcla entre Mandzukic y Raúl Jiménez”, llegó a decir uno de los aventajados analistas. Podría pasar por una anécdota pero no lo es. Me consta que escenas parecidas se repitieron por todo el estadio. Son los nuevos tiempos. Es el resultado de esa especie de inmediatez insolente, promovida desde los canales oficiales de comunicación, que tapona los poros de respiración del aficionado al fútbol. El estilo chiringuito. Los gritos. El “y tú más”. Los equipos siempre por detrás del repeinado jugador. Las frases hechas. El depurado código binario que cada año es más aterrador. Enterrar la tradicional búsqueda de la alegría de los colchoneros para concentrarse desesperadamente en la necesidad artificial del placer inmediato. Intuyo que eso es con lo que tendremos que lidiar de aquí en adelante los que no estemos infectados. Estén preparados. Sean fuertes. 

Decíamos ayer que el Atlético de Madrid es un equipo compacto. Sólido en defensa, solidario tácticamente. rocoso y muy competitivo en cualquier situación y en cualquier circunstancia. Decíamos ayer también, varias semanas antes de la bochornosa parade de titulares y mermelada de caspa en la que se han convertido los veranos mediáticos, que el Atleti necesitaba una vuelta de tuerca en la zona de creación. Hasta el propio Simeone lo dijo. Parece que fueron relatos de verano. Lectura ligera. Amores estivales que nacen y mueren como un suspiro. Afortunada o desgraciadamente, nunca se sabe, me temo que hoy, recién comenzada la temporada 2015/2016 con una tranquilizante victoria balsámica frente a la Unión Deportiva Las Palmas, podemos seguir diciendo básicamente lo mismo. 

El inicio de liga no ha sido más que un partido típicamente veraniego pero con puntos de por medio. Equipos estáticos, faltos de ritmo, todavía sin referentes emocionales, con jugadores recién llegados y aturdidos y probablemente también con carencias físicas. Los futbolistas ocupando su posición en el campo como muñecos de futbolín y jugando con un ritmo acorde a la temperatura de agosto. El Atleti era muy superior, y lo sabía, mientras que Las Palmas se frotaba los ojos viéndose en la máxima categoría y manteniéndose 90 minutos metidos en el partido, con la posibilidad incluso de aguar la fiesta a los colchoneros en cualquier momento. Bastó un gol de Griezmann (otra vez) de falta directa para sellar un pacto de no agresión que parecía beneficiar a todas las partes. 

Principal conclusión personal: el Atleti, ahora mismo, es el mismo equipo que la temporada pasada. Jackson juega de Mandzukic, Óliver Torres juega de Arda Turan (¡puaj!), Giménez juega de Miranda y Filipe Luis (¡gracias a Dios!) juega de Siqueira. Son jugadores diferentes que, evidentemente, aportaran características diferentes al juego pero el sistema es el mismo. Aquello de retrasar la línea de creación un poco más atrás con Koke ha terminado siendo un brindis al sol. Dejando al margen la significativa mejora que supone jugar con Filipe Luis, hasta que Óliver destape el tarro de las esencias, Jackson coja tono, Yannick Carrasco aparezca en escena y Vietto se quite la presión de encima, lo que tenemos es un prolongación de lo que teníamos. Ojo, no es una frase pesimista sino todo lo contrario. Lo que teníamos estaba bien pero tenía líneas de mejora. La simiente está plantada. Demos tiempo al tiempo. 

Dato para la ilusión: Correa. Basta verlo 5 minutos en el campo para notar que es un jugador diferente. Capaz incluso de hacer jugar a Simone con un emocionante 4-3-3 durante algunos minutos. Más allá de la calidad (ese recorte nada más salir…), la intuición o el desparpajo, es de esos jugadores que cambian el partido. De los que contiene el aliento de la grada sólo por si acaso. Tiene ángel. Y es del Atleti. 

Principal duda: ¿Adivinan? Efectivamente: el mediocentro. Pero esto, como decíamos ayer, es recurrente. 

Bienvenidos a todos. 

Un placer estar de vuelta. 

 @enniosotanaz