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Malmö 0 - At. Madrid 2

Una de las novedades más interesantes del Atlético de Madrid de esta temporada es la amplitud de recursos. Donde el año pasado el equipo tenía que hacerse físico y vertical, al no existir otra posibilidad, este año tiene la posibilidad de mucho más juego entre líneas y de controlar el partido a base de manejar el balón. Es más, con el cambio de ariete, la verticalidad demoledora de antes se torna ahora en un recurso mediocre y ramplón. Ya no vale. Es evidente que no voy a jugar a ser entrenador del Atleti, Dios me libre, pero no termino de entender esa querencia de Simeone por llevar al equipo al terreno de la brega, incluso frente a equipos claramente inferiores en el resto de aspectos del fútbol. Me temo que eso es lo que ha ocurrido hoy. También es verdad que las cosas no salen siempre como se piensan y que enfrente hay un equipo que plantea sus armas sobre el tapete y sobre ellas tienes que improvisar, pero no da la sensación que el plan, desde fuera, fuese otro. Estoy seguro de que existe una explicación para todo lo anterior pero si no la hay tampoco tenemos mucha alternativa porque me temo que veremos bastantes partidos como este en lo que queda de temporada.

El Atleti llegaba a Malmö (o Malmoe, como parece que se escribe en castellano) empatado a puntos con Olympiakos y consciente de que lo que ocurriese en Suecia resultaría crucial para las posibilidades de pasar a la siguiente fase de Champions. La prensa madrileña, con ese proverbial desprecio que tiene por todo aquello que no sea Real Madrid, apenas daba importancia al partido y cuando lo hacía casi siempre aparecía envuelto en esa estúpida soberbia que calificaba a los escandinavos de perita en dulce. Quizá desconocían que hacía 8 partidos que nadie metía un gol en ese campo jugando la máxima competición europea. 

El entrador de los suecos había advertido que quería que su equipo se acercara más en intensidad a los madrileños y a fe que lo hizo. El partido comenzó con un nivel de tensión y agresividad realmente alto. Impidiendo el juego fluido y llevando el partido a un ritmo que provocaba cierta precipitación y que hacía muy difícil la continuidad. El Atleti aceptó el reto sin miedo a que el traje se arrugara, como acostumbra, pero enseguida todos vimos que cada vez que los de Simeone cogían el balón y trataban de jugarlo la diferencia entre los dos equipos se agrandaba a pasos agigantados. El problema es que no lo hacían mucho. ¿Por qué? Mario Suarez y Gabi soltaban rápido y sin precisión y solamente cuando Koke conseguía contactar con Arda el equipo respiraba. Raúl García peleaba pero no entraba en la combinación y Mandzukic tres cuartos de lo mismo. Así siguió la primera parte, con una lucha de poderes físicos salteadas de vez en cuando con alguna llegada con criterio de los del Cholo. Ya había avisado Raúl García rematando blando tras una gran jugada por la derecha pero no ocurrió lo mismo poco después. Juanfran, soberbio otra vez todo el partido, arranco desde la defensa prolongándose por la banda, llegando hasta la línea de fondo y metiendo un magnífico balón al área que Koke remató de tacón como sólo las grandes estrellas saben hacer.

El 0-1 en el marcador tranquilizaba los ánimos y daba la sensación de que abría el camino hacia un resto de partido controlado para el Atleti pero no ocurrió así. De hecho ocurrió todo lo contrario. El efecto se pudo intuir ya en el cuarto de hora que quedaba hasta el final del primer tiempo en el que vimos al equipo echarse demasiado atrás y renunciar miserablemente al balón, pero fue todavía mucho más intenso a la vuelta de los vestuarios. Los suecos, lejos de bajar el nivel de intensidad, mantuvieron el mismo ritmo (con la aquiescencia de una pésimo colegiado, todo hay que decirlo) y encerraron en su área a un Atleti que de forma incomprensible renunció por completo a jugar. Con Mario Suarez excesivamente retrasado y quitándose el balón de encima, con Gabi sin estar demasiado fino, con Arda cansado y Koke multiplicándose en todos los aspectos, los rojiblancos achicaban agua, llegaban tarde a la presión y permitían que el Malmö dominara el juego y el partido. Ahí aparecieron, como siempre, Miranda y sobre todo un Godin que volvió a dar otra lección a los ganadores de los premios de la Liga y sus repugnantes ideólogos. A punto estuvo de costar un disgusto sin embargo tanto repliegue. En una controvertida jugada en la que el árbitro podía haber pitado penalty pero que dejó en falta al borde del área, el saque pegó en la barrera y el rechace acabó con un tiro al poste cuando Moyá estaba ya por los suelos. Mal síntoma y mala lectura de un equipo que no puede sufrir tanto en estas lindes.

Afortunadamente pasados los primeros veinte minutos del segundo tiempo el equipo escandinavo empezó a acusar el derroche físico y sobre todo Koke consiguió, por fin, darle algo de criterio a la salida del balón. Es cierto que el panorama había cambiado ya para entonces pero la tranquilidad definitiva llegó sólo cuando Raúl García enganchó un rechace al borde del área como sólo el navarro sabe hacer, que ponía las cosas definitivamente del lado madrileño. Desde ese momento hasta el final, quedaba poco, las distancias se fueron abriendo todavía más entre los equipos y hasta el Cebolla consiguió marcar de cabeza un gol que anularon por claro fuera de juego.


Excelente resultado que sitúa al Atleti a la cabeza de su grupo en un partido raro, con fases muy complicadas y que sigue generando las dudas de ciertos desajustes defensivos, falta de fútbol en el mediocentro y un Mandzukic que sigue sin ver puerta. Pero el equipo sigue ahí, en todos los frentes, subido a la mejor plataforma posible para seguir creciendo. Debemos ser optimistas. 

Resurrección

At. Madrid 5 - Malmö 0

El fútbol es un deporte de apariencia muy sencilla pero de fondo muy complicado. Es tan evidente que no descubro nada. Salvo para los excelsos analistas de este país en el que vivimos, todo el mundo del balompié reconoce que lo que hizo Simeone en el Atlético de Madrid es básicamente un milagro. Un fabuloso trabajo difícil de repetir. Montar una estructura deportiva tan bien encajada, tan potente y tan exitosa es tremendamente complicado y tiene mucho mérito. Por eso cometeríamos un error, que además sería muy injusto, si planteamos el año pasado como referencia de todo lo que le pase al Atleti a partir de ahora. La nueva temporada ha comenzado rara y con un equipo sin varias de las piezas que eran básicas en aquel equipo milagro. Tenemos un conjunto diferente que está en fase de construcción y eso tenemos que asumirlo cuanto antes. Lo que tenga que venir vendrá, pero nunca será lo mismo. 

Hoy el Atleti ha goleado al Malmö sueco justo cuando se alcanza el meridiano de la Liga de Campeones y lo ha hecho con una brillantez que tiene truco. Empatando a cero en la primera parte y metiendo cinco en la segunda. ¿Existió realmente tanta diferencia entre ambos tiempos? Yo no lo creo. La gran diferencia fue probablemente la distinta intensidad con la que se jugó pero sobre todo la capacidad para hacer gol. Mientras en los primeros 45 minutos el equipo colchonero estaba gafado y parecía incapaz de traspasar la red en los 45 segundos la pelota llegó siempre a la red. Los tiros entraban, la pierna de Mandzukic llegaba primero y los balones mordidos de Griezmann caían entre los tres palos. ¿Por qué ocurren estas cosas? Si lo supiese sería entrenador y me ganaría la vida con ello. No creo que nadie lo sepa, pero es parte indisoluble del fútbol.

El partido comenzó frío, más de lo que corresponde a un encuentro de Champions. La culpa no fue precisamente del carácter escandinavo ya que al Calderón acudieron varios miles de suecos de Escania que aportaron color, tuvieron un comportamiento ejemplar (además de envidiable) y que durante muchas fases hicieron notar su presencia por encima de la nuestra. El Atleti salía con una alineación que personalmente me encantaba, con Griezmann y Arda acompañando a Manduzukic, más Koke y Saúl por delante de Mario Suárez. Con esta combinación consiguieron hacerse dueños del balón y llegar con facilidad al área pero faltaba el ritmo y la intensidad de otras veces. Los suecos tuvieron excesiva facilidad para enfriar el partido y aprovechando un Atleti totalmente volcado por momentos, tuvo ocasión de probar a Moyá un par de veces antes de irse al descanso. En el Atleti destacaba (aparte de Arda que con su mero trote tan poco ortodoxo es suficiente para destacar) un Saúl que estaba bien asentado en el mediocentro y era el que mejor conectaba en ataque. La mejor jugada llegó sin embargo, como no podía ser de otra forma, de la mano del otomano que de pase magistral habilitó a Griezmann delante de la portería para que el francés, henchido de ansiedad, empotrase el balón en el larguero y Manduzkic, henchido de ansiedad también, no fuese capaz de rematar después en boca de gol.

Pero la segunda parte fue muy diferente. En cuanto rodó el balón parecimos ver mayor brío entre los jugadores rojiblancos pero lo que si que apareció, sin ninguna duda, fue mucho fútbol. Y mucha calidad. Cuando el Atleti fichó en verano a Griezmann imaginaba lo que sería verlo combinar con Arda y Koke. Hoy he podido hacer realidad ese sueño. A base de combinación, paciencia y calidad, el cuadro de Simeone metió al equipo sueco en su área y le hizo cinco goles. El primero de excelente combinación por la derecha entre Griezmann y Arda en la que, tras un millón de pases, Koke recogió el balón dentro del área grande para meterlo en la portería. Un jarro de agua fría para agoreros, cenizos y seguidores de esa canción del verano que dice que el Atleti sólo sabe jugar directo o a balón parado. El segundo vino por el mismo sitio pero tras pase de Koke al centro del área que Mandzukic aprovechó para ganar en la anticipación a su central y conectar con el balón. Enseguida Griezmann recogió un balón en la línea de tres cuartos para, de jugada individual, encarar la portería y aprovechando la suerte que antes no había tenido, meter el balón en la portería de parábola tras golpear el balón en el portero. Significativo, me parece a mí, el que el francés celebrara su gol a la carrera lanzándose a los brazos de Simeone que lo esperaba en la banda. Buen feeling. Con el 3-o el partido era ya una fiesta pero, como no, faltaba el gol a balón parado. Un gol que he escrito ya un millón de veces: saque de córner de Koke y remate de cabeza de Godin. El quinto llegó en las postrimerías del partido y lo hizo un Cerci que llevaba pocos minutos en el campo y que recogía el rechace de su primer disparo a puerta (un excelente tiro de efecto que se estrelló en el poste) para repetir el mismo tiro, menos plástico y con menos parábola, pero certero esta vez.


Magnífico resultado que eleva al equipo a encabezar la clasificación y que alisa algo más la pista de una fase de grupos que se había complicado mucho tras el primer partido. El Atleti sigue vivo y la vuelta de los delanteros puede servir de partido resurrección. Permanezcan atentos.