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No jugar

Cuando en el descanso del partido los jugadores enfilaban el vestuario del estadio Riazor, yo era un hombre feliz. Mis dudas retóricas sobre el nuevo Atleti se disipaban, me regocijaba en esa agradable sensación de poder haber disfrutado de 45 minutos de buen fútbol y era optimista sobre el futuro colchonero. Ahora mismo, aproximadamente una hora después, no puedo decir lo mismo. El equipo de Simeone acaba de empatar frente al Deportivo de la Coruña en un partido raro, que no tengo claro si mereció ganar o no. De esta manera se separa de la cabeza de la liga (cuando la tenía a mano) y vuelve a rodearse de dudas que sientan muy mal a la institución. Si atendemos a la realidad, tal y como viene, el Atleti ha empatado el partido porque Giménez ha cometido un error de esos que hacía varios años que no se cometían en el equipo colchonero. Una falta de tensión imperdonable, a falta de un cuarto de hora, que ha supuesto perder dos puntos de oro. Pero si ampliamos un poco el foco de visión, veremos que fácilmente pueden aparecer otras respuestas. También otras preguntas. 

La primera parte del equipo del Cholo fue fabulosa. Sin matices. Entendió el partido con inteligencia, jugó con personalidad, se hizo dueño del balón y lo que es mejor, jugó al fútbol. Con paciencia pero mirando la portería contraria. Enfrente tenía un Deportivo muy bien plantado, anímicamente fuerte (gracias a los últimos resultados) y sin ninguna necesidad de arriesgar. Los madrileños podrían haber caído en la tentación de de ahorrar pases y tender a lo vertical, pero no. Gracias a un Tiago nuevamente en estado de gracia, movió la pelota y buscó su oportunidad. Y llegó. Jugada por la izquierda, rechace a la frontal del área y volea que el propio Tiago engancha para meter el balón en la base del poste. El gol cambiaba la forma de encarar el partido de un equipo gallego que, ahora sí, se fue a por el rival. Pero los rojiblancos, lejos de amilanarse, jugaron todavía mejor. Fue su mejor momento y dio la sensación de que el pitido que ponía final a la primera parte, beneficiaba sobre todo a los coruñeses. 

La segunda parte fue todo lo contrario. En todos y cada uno de los sentidos. El Depor se hizo dueño del partido y el Atleti se dejó llevar. Como otras tantas veces. Hay quien dice que ese estado de letargo es una consigna de Simeone. Que les obliga a recular de esa manera. No lo sé, pero lo que sí que tengo claro es que esa forma de interpretar el fútbol no es la de buscar el contraataque, ni la de tratar de aprovechar los espacios del rival y ni siquiera la de jugar a contener. Eso se llama no jugar. Cualquiera de las primeras opciones me parecería lícita. Esta última no.

Cada vez que esta temporada el Atleti se pone por encima en el marcador, activa de forma evidente ese modo especulativo de jugar a que nadie juegue. Es lo que hacen casi todos los equipos cuando quedan tres o cuatro minutos para terminar el partido pero el Atleti lo ha hecho hoy, como otras veces, con toda la segunda parte en juego. Demasiado tiempo. Sobre todo si enfrente tienes un equipo profesional de primera división y bien entrenado. Sobre todo cuando parece innecesario. Otras veces funcionó y hoy tenía pinta de que, de no mediar el error de Giménez, también hubiese funcionado pero quizá sea mejor tomar ese dato como anécdota. Sobre todo cuando uno tiene la sensación de que eso de tener que depender de no cometer ni un error y optar de forma gratuita por olvidarse de dar criterio y continuidad al balón es gratuito. De esa manera el equipo baja tanto el ritmo y la intensidad, se marcha tanto del partido que cuando tiene que volver a él, ya no puede. Uno mira al campo y no entiende la decisión cuando ve que existen jugadores en el campo con calidad suficiente y los recursos necesarios como para no tener que recurrir a planes que, para mí, son de emergencia. Especialmente si, como era el caso, no existía esa emergencia. 

¿Por qué ocurre esto? Cada uno tendrá su teoría. Yo tengo la mía. Para mí la razón hay que buscarla en un acto de traición a si mismo. En renunciar a la filosofía que nos hizo grandes, la del partido a partido, y pensar más allá del siguiente paso. En economizar esfuerzos pensando en lo que está por venir, jugándote por el camino el que a lo peor no venga. En pensar en mañana olvidándose del hoy. 

El empate del Atleti me deja triste, pero lo que ha ocurrido en la segunda parte me entristece todavía más. Espero que nos sirva a todos para aprender. A los aficionados para huir de la excentricidad (esta tarde todos los colchoneros con los que me encontraba, daban por hecho que dormiríamos como líderes). A Giménez para crecer e intentar seguir haciéndonos olvidar que tan sólo tiene 20 años. A Simeone para darse cuenta de que a veces no es necesario hacer determinados “sacrificios” si no los necesitas. Que a veces basta con ponerse a jugar para que todo funcione. Que el camino natural es suficientemente solvente, probablemente más efectivo y bastante más sensato. 

@enniosotanaz

Vísceras

Las previsiones amenazaban lluvia torrencial sobre el Vicente Calderón y eso fue lo que motivó el que mis resentidas vísceras, las mismas que pocas horas antes habían estado soportando durante días temperaturas por encima de los 40ºC, decidieran esta vez quedarse en casa. Era evidente que el día empezaba torcido.

Un par de horas antes del pitido inicial del Atleti-Depor, descubrí a través de twitter que un “hincha” del equipo gallego había sido “agredido” y se encontraba en preocupante estado crítico. Las mismas vísceras juiciosas de antes volvieron ahora a coger temperatura pero esta vez por razones bien distintas. Esta vez la fiebre venía provocada por el asco extremo que me da la violencia, en todas sus formas y en todos sus contextos. Como un angustioso fantasma del pasado volvía a mi memoria aquella otra trágica fecha en la que el escudo de mis amores se veía manchado de sangre y de mierda por culpa de un puñado de inadaptados que, por falta de riego cerebral, confunden el culo con las témporas. La rabia se mezclaba con la impotencia dentro de mi maltrecho cuerpo en una suerte de mezcla explosiva que me agrió el carácter, como mínimo, para lo que quedaba de día. Decidí ir a ducharme, como si de esa manera tan sencilla y metafórica pudiese limpiarme la vergüenza de compartir afición con una pléyade de animales y descerebrados. No fui capaz, pero al menos salí convencido de que es a ellos y no a mí a los que debería darles vergüenza.

Con el pelo todavía mojado llegaron las noticias de que el tal hincha era en realidad otro descerebrado más. Otro ultra. Otro animal violento que lo distinguía de su agresor detalles tan nimios como el color de la bufanda o una supuesta ideología política que dudo fuese capaz de explicar simplemente con palabras. Pero mis maltratadas vísceras volvieron a sufrir cuando con incredulidad y a base de píldoras de información difíciles de creer, conocía más detalles del lamentable incidente. Habían tirado a un tipo al río después de haber sido apaleado, sí, pero no había sido un hecho aislado sino consecuencia de una batalla campal entre docenas de alimañas armadas con cuchillos y bengalas que mediante las redes sociales se habían dado cita en el centro de Madrid para matarse. En ese momento no sólo mis vísceras sino el resto de mi cuerpo se morían de pena mientras uno era incapaz de encontrar una explicación lógica a una atrocidad de semejante calado. El nivel de incredulidad llegó incluso al paroxismo cuando este humilde escribiente descubrió que la víctima era un tipo de 42 años con dos hijos que había recorrido 600 km en autobús ataviado con una bufanda blanquiazul y un cuchillo para ir a matar o morir. Vete tú a saber las razones que pueden llevar a alguien a hacer algo así.

Quince minutos antes de empezar a rodar el balón el miembro de los Riazor Blues agredido estaba clínicamente muerto. Como aficionado al Atlético de Madrid que soy, en ese momento no quería ver ningún partido de fútbol y entendí que lo más razonable era suspenderlo. Me consta que no era el único que pensaba así. Leo ahora que no fue posible por una llamada que no llegó o no sé qué otra excusa burocrática del mismo perfil. Me suena todo a paparruchas. Lamentable en cualquier caso. En forma y en fondo. Pocos minutos después de que el balón comenzase a rodar aparecía por la red, a toda velocidad, la noticia del fallecimiento del ultra coruñés. Aquello no cambiaba nada o lo cambiaba todo, no lo sé, pero quizá fue un punto de inflexión para que, al menos en mis vísceras, mi cuerpo y mi cerebro, decantasen ciertas reflexiones que prefiero compartir.

La violencia en el fútbol es un problema de todos. Apartarse es tan cínico como cobarde. Por acción u omisión, todos los estamentos que rodean al mundo del fútbol no están (estamos) haciendo lo que se debería para acotar esta lacra que poco a poco escribe el relato más horrible de un deporte tan maravilloso como el que nos ocupa.

No puede inhibirse el Club Atlético de Madrid. No, por favor. No puede salir su presidente, para bochorno de aficionados colchoneros entre los que me incluyo, quitándose de en medio y aludiendo a que la pelea tuvo lugar muy lejos del Calderón. ¿Y qué más da, Sr. Cerezo? ¿De quién es la responsabilidad de que la mayoría de los salvajes que estaban allí matándose estuviesen luego dando palmas dentro del Estadio? ¿Quién es el único que podría evitarlo? No puede salir tampoco ese ser taciturno ser que hace las veces de Consejero Delegado en mi equipo a decir que él no es nadie para disolver el Frente Atlético. Ya me gustaría a mí que efectivamente esa persona no fuese nadie en el Atlético de Madrid pero desgraciadamente es su principal accionista. Máximo responsable de su gestión y por lo tanto un protagonista estelar en esa especie de matrimonio oscurantista, con este señor todo es oscurantista, que durante años parecen disfrutar Club y Peña Ultra. ¿De verdad el Club Atlético de Madrid no puede hacer nada en este sentido?

Tampoco creo que se pueda inhibir el Frente Atlético con la excusa de que 100 personas no pueden representar a 3000 porque desgraciadamente sí que pueden hacerlo. Lo están haciendo, de hecho. Si efectivamente el Frente está mayoritariamente compuesto por gente sana y cabal, tienen hoy una oportunidad maravillosa para desmarcarse de los delincuentes, aislarlos, denunciarlos, desterrar la violencia en todas sus formas e incluso de refundar la peña si eso hiciese falta. Si no lo hacen habrán perdido la guerra y quieran o no, lo sean realmente o no, seguirán pareciendo cómplices.

Tampoco podemos inhibirnos los aficionados que reímos las gracias o que simplemente callamos. Ir a ver un partido de fútbol (y no se queden en detalles tan absurdos como el nombre del estadio o el color de las camisetas) es asistir a un concierto de insultos, descalificaciones y violencia verbal barata. Sin motivo alguno, además. Me da asco escuchar exabruptos obscenos y gratuitos que muchas veces, demasiadas, atentan contra las pocas cosas que nos distingue a los humanos de las alimañas. Pero generalmente callamos o miramos para otro lado. Dejando simplemente que escampe. Estamos tan acostumbrados a ese torrente de odio, que asimilamos como naturales cosas que no lo son y que en el fondo están sentando los cimientos de lo que viene después.

No se pueden inhibir tampoco los equipos rivales. Cualquiera. No es un problema del Atlético de Madrid como Club apestado. El tipo que cayó al río estaba vestido con los colores del Depor pero podría haber llevado el rojo y el blanco perfectamente. ¿Cambiaría eso el relato? Quiero creer que no. Para mí al menos no lo hace. Es una desgracia la muerte de ese hombre pero cometería un error la hermandad deportivista si de él hacen un mártir. No lo es. Es un tipo que se parecía demasiado a su agresor y que sólo la suerte, su ausencia en realidad, ha hecho que no tengan hoy los roles cambiados. No se puede inhibir el Depor igual que no se puede inhibir cualquier otro equipo porque el problema es tan suyo como mío. Es más útil arrimar el hombro que mirar por encima de él.

No se pueden inhibir las autoridades que en un ejercicio de “austeridad” económica decidieron catalogar el partido como de bajo riesgo. Tampoco las fuerzas policiales que no fueron capaces de detectar una convocatoria masiva a través de la red. Tampoco el Ayto. o el Delegado de Gobierno que tienen ahora la espina clavada de haber sido incapaces de prevenir una batalla campal de docenas de delincuentes violentos armados en el centro de Madrid. Explíquenle a los vecinos de Arganzuela que eso es un tema que tienen que solucionar los clubes.

Y no se puede inhibir el gremio periodístico que, como todos los anteriores, suele hablar del problema desde la distancia. Ponderando. Dogmatizando. Como si foco y resultado ocurriesen en otro planeta. Sin mancharse. Sin ser capaces de ver por el camino la responsabilidad que tienen en la generación de parte del caldo de cultivo en el que se cuece todo ese odio. Repasen portadas. Repasen comentarios. Repasen tertulias. Repasen tuits de anormales con micrófono y pluma. Repasen ustedes también, porque es sano, la capacidad de generar odio que tienen.

¿Y el partido?, preguntarán.

A quién le importa.  



Traineras

Deportivo de La Coruña 0 - At. Madrid 0

El sábado por la tarde hacía un día precioso en San Sebastián. El que escribe tenía la inmensa suerte no sólo de estar por esas tierras sino de poder comer con amigos, como un marqués, en un magnífico restaurante de Pasajes-San Juán. Entre delicias del mar, cocinadas con gusto, y después de rematar la primera botella de vino, uno se dedicó a elogiar de corazón la gran temporada que está haciendo la Erreala pero indefectiblemente acabamos hablando del Atleti. Del Atlético de Madrid, claro. Curiosamente el único rival que ahora mismo tenemos los colchoneros es precisamente el equipo txuri-urdin. Pero mientras nosotros nos devanamos los sesos mirando los puntos que faltan para estar matemáticamente clasificados terceros, mis amigos gipuzcuanos no lo ven así. Su obsesión es el Valencia, equipo con el que entienden que se juegan el pase a Champions. Alejados ya del Madrid y a distancia sideral del Barça la situación del Atleti es un tanto extraña y da la sensación de que el equipo no sabe si mirar arriba, abajo, seguir corriendo o dejar de remar. Mientras mi cabeza se iba por la tangente pensando en estas cosas, al otro lado del cristal parecía haber una competición de traineras, algo muy típico en el lugar dónde existe una rivalidad milenaria entre un lado y el otro de la ría. Mientras unos equipos competían, otros estaban calentado en un espacio cercano y todo quedaba a la vista así que simultáneamente pude ver como los que competían no dejaban de remar hasta bien pasada la meta pero como cuando los que entrenaban dejaban de hacerlo, durante unos segundos, seguían prácticamente a la misma velocidad. Comentando la jugada con el comensal de al lado, experto en la materia, me dijo que dejar de remar en la línea de meta es algo así como un pecado. Ese último esfuerzo es el que te puede hacer perder lo que tenías ganado o vicebersa. En ese momento volví a pensar en el Atleti. Ustedes entienden la razón. 

Horas más tarde, mientras veía el partido del equipo en Coruña, trataba de no hacerme un esguince de mandíbula debido a los bostezos que tan atroz espectáculo me provocaba. El inicio de partido, antes incluso del pitido inicial, ya era suficientemente desalentador, echando simplemente un vistazo a la alineación. Vale que Koke y Costa estaban sancionados, vale que Tiago no parece estar recuperado. Vale que no hay más, pero una alineación con Cebolla y Raúl García entre Falcao y los mediocentros (cuando encima uno de ellos es el cada vez más lánguido Mario Suárez) es toda una declaración de intenciones. De intención de evitar el fútbol. De jugar a otra cosa. El uruguayo es un jugador de banda muy profesional y aguerrido pero que, como Falcao, depende mucho del juego del equipo. Típico jugador de banda clásico que necesita balones al hueco, dos contra uno en banda y cosas por el estilo. Cuando el epicentro del juego tiene que pasar por sus botas se pierde y no aporta más que entrega. No es ese jugador. Por otro lado Raúl García, sinceramente, no sé lo que es. Lo que si que sé es lo que no es. No es mediocentro, no es jugador de banda, no es mediapunta y no es segundo delantero. Dicho esto, ustedes me dirán que tipo de jugador es porque yo no lo sé. ¿Un mediocentro que necesita otros dos mediocentros por detrás? ¿Un mediapunta que necesita otro mediapunta al lado par mover el balón? Pues menudo negocio, entonces. Pero por ahí van los tiros, me temo. Con Mario, Cebolla y Raúl como eje constructor lo que ocurrió es lo que se anticipaba antes del inicio: la nada. La primera parte fue un aburridísimo ejercicio de centrocampismo táctico, patadones al cielo y esa contumaz alergia al balón que según pasan los partidos se hace cada vez más fuerte. Enfrente un Deportivo asustado y atenazado pero cuyo comportamiento se justifica por la situación límite que sufren. Un equipo obsesionado con el equilibrio defensivo que sin embargo cuando era capaz de tener el balón en campo contrario daba sensación de tener bastante más fútbol en sus botas que su rival. Especialmente cuando el balón pasaba por esa leyenda viviente que es Valerón. Un jugador de fútbol como la copa de un pino. Los últimos minutos tuvieron más y mejor ritmo y aquello empezó a parecerse algo más al bonito deporte del balompié. Cabe destacar el concurso de Adrían, más activo y atrevido que en toda la temporada, que aprovechando el bajo nivel general acabó por ser el tuerto en el país de los ciegos. 

La segunda parte tuvo sin embargo un Atleti con otro brío en apariencia. Más por efecto anímico y por intensidad que por fútbol los madrileños se adueñaron del balón y del partido y dominaron el encuentro. Eso si, sin ningún tipo de profundidad o brillantez. Nada. Un juego muy plano y previsible que no servía para despeinar a un bien colocado Deportivo que seguía esperando paciente su oportunidad al contragolpe. Una opción que a mi se me antoja sorpresiva viendo como cada vez que tenían el balón y lo circulaban no sólo aparecía un equipo muy distinto sino que hacía correr y descolocarse al Atleti. Pero todo siguió exactamente igual hasta más o menos el minuto 70 que fue cuando realmente empezó el partido. 

Si, me temo que todo lo anterior no debe asociarse a una crónica deportiva sino a otra cosa. El fútbol empezó a partir de que Arda Turan saltara al campo y pocos minutos después lo acompañara Óliver Torres. El turco es simplemente esencial para este Atlético de Madrid que guarda su capacidad creativa en pastillas infinitesimales. Arda es ese jugador que se pasea con criterio entre el delantero y los mediocentros, que guarda el balón, que inventa y que a diferencia de muchos de sus compañeros es bueno cuando el esférico está cerca. Es el único que tenemos. Lo volvió demostrar. Óliver era hasta ayer la canción del verano, la excusa barata de los periodista baratos que tratan de cocinar noticias basura para esa parte del graderío, simple y agradecida, que sólo entiende de mensajes simples y demagógicos. Para mí hasta ayer era un muchacho de 18 años que había destacado en las categorías inferiores, que tenía un gran futuro y al que había que proteger. Ayer demostró sin embargo que es un jugador de fútbol muy bueno y de un perfil que no tenemos. Un jugador de fútbol que quiere el balón y que sabe lo que hacer con él. Rápido, listo, creativo. Un tipo con personalidad que ayer no dudo en echarse al equipo a la espalda y hacerlo jugar. Ayer si. A partir de ese momento, durante esos 20 minutos, el partido se jugó en campo gallego y sólo tuvo un dueño. El Atleti llegó por la izquierda y por la derecha. Se vieron más pases con criterio que en los últimos partidos y además se pudo ganar. Falcao no estuvo fino en la recepción de un par de balones y Gabi lanzó un misil al larguero cuando el partido agonizaba. Aun así el árbitro anuló un gol en el último minuto por presunto fuera de juego. Muy dudoso, pero a mí en la repetición me lo parece. También es verdad que si no lo anula tampoco pasa nada. Pero aunque el Atleti fue claro merecedor de los tres puntos en esos 20 minutos y el único que lo intentó, hoy verán en los periódicos las quejas exageradas de los coruñeses contra el árbitro por unas manos de Juanfrán dentro del área en el tiempo de descuento. La repetición parece clara, es mano, pero en el campo es difícil de ver por no hablar del enigmático tema de la voluntariedad. Podía haber pitado penalti perféctamente pero hablar de robo arbitral me parece vivir en la luna de valencia. 

Empate que por lo visto asegura la Champions (lo que no es verdad ya que asegura exclusivamente la fase previa) pero que deja al equipo pendiente de cerrar la temporada como se merece. Todo parece indicar que así será, pero tengo miedo de que los jugadores, creyendo erróneamente que siguen viajando a la misma velocidad, dejen de remar en la línea de meta. Un pecado. Espero que no sea así.

Coaching

At. Madrid 6 - Deportivo de la Coruña 0

El Coaching es una técnica de enseñanza relativamente moderna que se utiliza en el entorno empresarial y en la que mediante diversos procesos interactivos se trata de inculcar valores y conceptos de forma que sea el propio sujeto quien descubra o entienda lo que está pasando. Uno de esos métodos consiste en que el profesor adopta un cierto rol real para ir orientando al sujeto por el camino que mejor funciona para él. Sólo. Sin carga docente. Viviéndolo en primera persona. Si fuese un marciano con un MBA que hubiese aterrizado en Madrid justo antes del Atleti-Deportivo pensaría que lo que pasó en el Calderón fue precisamente un generoso ejercicio de Coaching por parte de los gallegos. No lo soy. No lo fue. 

En el Atleti, que a pesar de lo que uno pudiera deducir por la venenosa prensa oficial está haciendo una campaña ejemplar, habían aparecido durante los últimos días ciertos fantasmas del pasado. Ciertos vicios escondidos y aparentemente extirpados. Ciertas dudas. Ciertos miedos. La plantilla era corta. Jugaba muy mal. Se había perdido la magia. Diego Costa era un delincuente sin rumbo. Falcao un bluf. Simeone un farsante y el Atleti una anomalía en lo alto de la tabla. Con esa tesitura comenzó el partido. Un Atleti nervioso y un Deportivo que se colocaba bien y tocaba el balón con criterio. El Atleti trataba de emular ese sistema fogoso de presión, basculación y desmarqué que lo ha llevado hasta dónde está pero cumpliendo todos los puntos del procedimiento…no salía. El Depor combinaba con comodidad y el Atleti corría por el campo sin rumbo aunque sin recibir peligro. Así, el equipo gallego, como buen Coacher, notó que a los madrileños les faltaba asentarse en su raíz. Creer en el corazón de su juego, esa intensidad en la presión que es el origen de todas las cosas. Así que limitaron la velocidad y decidieron no aportar agresividad al juego. De repente el Atleti se colocó bien. Y empezó a robar balones muy arriba. Y empezó a tocar el balón con verticalidad y criterio en los tres cuartos. Y empezó a llegar. Diego Costa, que a pesar de lo que uno pudiera deducir por la venenosa prensa oficial está haciendo una campaña muy buena, estaba peleado consigo mismo, perdido en esas guerras de guerrillas en las que ha entrado últimamente. El Depor, como buen Coacher, sabía que lo que Diego Costa necesitaba era sentirse futbolista. Nada más. Un tipo que lo da todo en el campo y que aporta tantas cosas diferentes a una plantilla que no tiene a nadie como él comete un error terminal centrándose en cosas accesorias que lo apartan del camino. Así que en un balón colgado al segundo palo el marcador gallego está lo suficientemente pegado para que parezca marcaje pero lo suficientemente descolocado para que el brasileño se esfuerce y gane la posición y la altura. Gol. 1-0. Diego Costa vuelve a ser futbolista y completa una gran primera parte. 

Falcao andaba taciturno. Preocupado. Un tipo que vive por y para el gol se siente perdido cuando pasan las fechas y no llegan los goles. Tampoco llegaban las ocasiones pero los goleadores no reparan en problemas sistémicos del equipo. No marcan y eso les duele. Así que el Coacher decidió primero darle la importancia que tiene y para ello plantó una defensa que estaba obsesionada en bloque con el colombiano desde el primer minuto. Después le ayudó a demostrar al 9 colchonero que su hermandad con el gol va mucho más allá de rematar a puerta. El Coacher ofreció la posibilidad de demostrar a su cliente que Falcao puede desbordad y definir en carrera, ser el más listo del área y provocar penaltis, convertir esos mismos penaltis, volear de forma violenta y precisa incluso desde la salida de un fuera de banda, rematar de cabeza con maestría cualquier cosa entre el césped y las nubes e incluso fabricarse su propia ocasión de gol si recibe el balón en el área con un metro de espacio. Falcao salió tan reforzado de la sesión que lejos de recuperar su estado anterior lo mejora y avanza de forma imparable en esa progresión que parece no tener límite. 

El partido casi fue lo de menos. Tras el gol de Costa llegó un gran desmarque de Falcao que un preciso pase de Koke, un jugador excelente al que se le da mucho menos protagonismo mediático del que verdaderamente tiene, deja encarando la portería al cafetero y fusilando por bajo. A partir de ese 2-0 el encuentro fue el canto poético de un equipo que se encontraba a si mismo en las mejores circunstancias contra un Deportivo de la Coruña constreñido en su propia tragedia y que presentaba preocupantes muestras de que ni ellos mismos creen en lo que están haciendo. La fiesta se concretó en un histórico recital del astro colombiano que no se cansó de meter goles de todas las facturas, hasta cinco, y de escuchar el afinado canto de una grada que lo quiere a rabiar y que lo erige como fiel y legítimo representante de este nuevo Atleti ambicioso, orgulloso, peleón, serio y temible pero también coherente y humilde. 

A punto de terminar la primera vuelta el Atleti sólo ha perdido dos partidos y ha concedido un empate. A pesar de lo que uno pudiera deducir por la venenosa prensa oficial ahí están los números (y las sensaciones) para demostrar que lo que está haciendo Simeone con una plantilla corta, justa y desequilibrada es estratosférico. Es el mejor arranque liguero del Atlético de Madrid en toda su historia y estamos hablando del tercer equipo de España con más ligas. En cualquier otra liga del mundo, es decir en cualquier liga justa, seríamos líderes indiscutibles. Lamentablemente no ocurre en está desproporcionada liga de las estrellas en la que todas esas estrellas tienen que estar en los dos únicos equipos que cuentan y si no le están, por una casualidad de la vida imperdonable, lo estarán. Esa supuesta liga donde el segundo equipo en la clasificación para los subjetivos notarios de la realidad es sin embargo el que los números dicen que se encuentra en tercera posición a 5 puntos del segundo. 

Uno prefiere en estas circunstancias ser un outsider, vivir al margen del tufo a oficialidad e ir al Calderón a emborracharse de adrenalina para después apagar radios y cerrar periódicos que prefieren hablar de las esquinas sucias de una casa, la mía, que este año, para variar, luce como los chorros de oro. Que os den a todos ustedes, cenizos de la palabra. Violadores de la emoción verdadera. Talibanes del vil mental. Terroristas de la verdad. No vengáis pidiendo ayuda el día que es ahoguéis en esa miserable y putrefacta cloaca de odio y excremento que estáis construyendo entre todos. Lo era antes, lo soy ahora y los seré el día que os tengáis que dedicar a eso para lo que no habéis estudiado. Del Atleti. Y no lo siento. ¿No lo entendéis? Me importa muy poco.


Objetivos (Deportivo 0 - At. Madrid 1)




En los proyectos, como en la vida, lo más importante es tenerlo claro. Saber dónde se va. Qué se quiere. El Atleti moderno, el de Gil Marín, el de ese tipo que prefiere no ver en directo los partidos de “su” equipo, no lo sabe porque es un equipo sin objetivo y eso lo condiciona. Cuando empieza la liga el mensaje que viene de los despachos es eso de “hacer un buen papel” que básicamente es no decir nada. Por eso, entre otras cosas, el equipo empieza la temporada haciendo el ridículo. Salen a Tesalónica a ver que pasa. Salen al Calderón a ver que pasa. Van por el mundo con miedo y esperando a ver que pasa y cuando se paran ha pensarlo están fuera de todas las competiciones. Entonces a falta diez jornadas y lejos de todo deciden que el objetivo es meterse por la puerta de atrás en la segunda competición europea y que para ello es obligatoria ganar prácticamente todos los partidos. Pues van y lo hacen. Se agrupan todos en torno a un objetivo y lo siguen. ¿Se imaginan que hubiesen empezado la Europa League con la idea de que tenían que ganarla? El Atleti necesita marcarse un objetivo exigente y acorde con sus circunstancias que es precisamente lo que lleva 10 años sin hacer. Un objetivo por encima del tope evidente que permita estirar las voluntades. Lo demás es seguir haciendo el ridículo.

Lo que es indiscutible es que este Atleti tiene mejor pinta. Fallón, romo, perdido a veces y saturado de fallos es sin embargo un equipo que se sabe a lo que pretende jugar, quien tiene que hacer qué y que en general da la sensación de querer ganar los partidos por méritos propios y no por demérito del contrario. El encuentro comenzó con un Depor encendido y volcado en el área colchonera lo cual es lógico teniendo en cuenta la situación en la que se encuentra. Los gallegos, no sé si por vocación o porque no queda otro remedio, es otro de esos equipos tan de moda hace unos años construido sin imaginación y a base de músculo, solidaridad física y rigor táctico. Lo que miserablemente ha intentado ser el Atleti en los últimos años y nunca ha sido. En equipos ladrillo como este un jugador como Valerón, incluso con doscientos años, no sólo es la rara avis sino el mejor con diferencia e irónicamente el único que puede poner criterio y sentido al juego como así es de hecho. Los quince primeros minutos el canario apareció entre líneas y el balón fue del Depor. A partir de ahí desaparece y el protagonismo pasa a los madrileños. Valerón es uno de los últimos ejemplos de esa especie en extinción compuesta por los jugadores que piensan por si mismos en el campo.

Con el mejor doble pivote que sin duda tenemos en plantilla el balón empezó a fluir algo mejor generalmente hacia las botas de Reyes, el Kun y un activo Diego Costa que entre arranques poco ortodoxos sigue mostrando siempre una salida al equipo. Por el otro lado Filipe Luis parecía perderse en un maraña de jugadores propios y extraños que tapizaba la banda izquierda de un engrudo que la hacía intransitable. Por allí estaba Elías que una vez más seguía siendo intrascendente a pesar de sus esfuerzos. Las ocasiones en esta primera parte fueron pocas y de poco peligro a excepción de un violentísimo disparo del Kun desde la frontal del área que casi parte el larguero. Con la sensación de que el Atleti estaba creciendo mientras el Depor descendía acabó el primer tiempo.

La segunda parte se inició con el mismo ambiente y las mismas sensaciones. Un Depor corriendo y un Atleti tratando de jugar. El problema de los madrileños en esta tesitura es que están tan poco acostumbrados a mover el balón, a tenerlo y a dominar que el nivel de errores y pérdidas es exagerado. Muchos de ellos vienen por esa estúpida idea inculcada por tantos y tantos entrenadores mediocres de que cada vez que se tiene el balón en los pies hay que lanzarla en vertical a toda velocidad.

El Atleti seguía paso a paso tratando de llegar al área contraria pero el punto de inflexión ocurrió en el minuto 15 de este segundo tiempo cuando Lopo es expulsado por doble amonestación. A partir de entonces el Depor renuncia ya claramente al balón y aunque es un equipo espectacular a la hora de defender y de bascular defensivamente la buena circulación de los rojiblancos hacía que apareciesen los espacios en ataque, especialmente por la banda derecha. Ufalusi había avisado seriamente con una gran llegada al área y remate con la izquierda que Aranzubía pero fue el Kun, siempre el Kun, es el que finalmente abrió el marcador a falta de diez minutos. Juanfran y Forlán habían sustituido a Diego Costa y Elías y ellos fueron los protagonistas. Forlán hace un gran tacón en el área que deja el balón para que remate Juanfran estrellándose contra la barrera. El propio Juanfran coge rápidamente el rechace para habilitar un buen balón al Kun y que este no perdone.

Parecía obvio con con un rival en inferioridad numérica el resultado era definitivo y aunque fue así a pesar de los emotivos empujes finales del Depor lo más significativo de este periodo fue la alegre sorpresa de ver al Atlético de Madrid defendiendo con balón. Es decir teniendo el balón en campo contrario, sin arriesgar, dejando de esta manera pasar el tiempo y que los robos del Depor fuesen en todo caso muy lejos de nuestra portería. Es decir, todo lo contrario de lo que normalmente hace nuestro equipo por indicación de nuestro entrenador. ¿Algo está cambiando? A buenas horas mangas verdes.

El Atleti duerme a cinco puntos de la champions lo que no sé si es para soñar o para tirarse de los pelos. Veremos lo que ocurre en las próximas jornadas pero no me extrañaría que este Atleti siga ganando. Así si.

Anormal normalidad (At Madrid 2 - Deportivo 0)




Hubo un tiempo no hace tantos años en el que ir al Calderón era una especie de rutina en la que lo normal era ganar los partidos. Las ligas, las casi ligas y las posiciones honrosas se conseguían fuera del estadio donde el ganar o perder ya no era tan evidente. La realidad actual ha cambiado con la patina miguelangelgilista y ahora todo es una ruleta rusa en la que todo puede pasar sin que nada tenga mucho criterio. En casa se puede ganar al Barça y se puede palmar con cualquiera. La grada lo asume con resignación. Fuera las cosas son más regulares: lo normal es perder incontestablemente. Ayer en el Calderón se vivió un partido de los de antes, con momentos de buen juego, momentos de pájara, dominio aplastante, situaciones críticas que si no las pasas te complicas el partido, momentos divertidos, momentos aburridos... y tres puntos. Eso era el Atleti. Es es lo que ahora no es. Anormal normalidad.

El enésimo calentón de Quique Sánchez Flores dejaba de nuevo una alineación casi inédita que por otro lado no tenía los visos de frivolidad de otras veces (todos en su sitio) y hasta resultaba interesante ver como se podían manejar Tiago y el eterno Raúl García en el normalmente desértico centro del campo. Y salió bien. Probablemente más por la actitud de los jugadores (enchufados y muy activos durante toda la primera parte especialmente) que por otra cosa pero lo cierto es que el equipo salió al césped muy bien. Colocado, presionante, con ritmo, queriendo el balón y dominando el juego. Lo que antiguamente era normal. Lo que ahora no lo es. El Atleti jugaba y lo hacía sobre todo en torno a un Tiago que cuando está físicamente bien y metido en el partido es un gran jugador con la rapidez mental y técnica suficiente como para desatascar el balón cuando se estanca, ir con los centrales cuando la presión contraria se complica, meter el balón entre líneas y cambiar el juego a la zona menos densa. Todo los contrario que lo mostrado normalmente por su compañero de ayer en el doble pivote que sin embargo para mí hizo unos de sus mejores minutos con esta camiseta (que no son muchos). Liberado del protagonismo creativo se le vio más suelto en el juego táctico y hasta se permitió colaborar en acciones con el balón de por medio lo que es muy de agradecer. Independientemente de los cientos de pases largos de los que abusa y que casi siempre falla (esto parece incorregible) estuvo generoso en el esfuerzo (esto lo hace siempre para ser justos), bien en las ayudas, bien en la contención y apareció tímidamente pero con criterio en ataque. Lo mismo esta dupla de mediocentros no es algo tan descabellado viendo lo que tenemos.

El Atleti maniató totalmente a una ultradefensivo Deportivo que en ningún momento apareció en el Calderón. Con Reyes y Simao activos y saliendo de su carril (especialmente el utrerano que vuelve a estar en muy buen estado de forma) el Atleti jugaba con velocidad y claridad desarbolando a los gallegos por dentro y por fuera sin que estos pudieran frenar, más que con faltas, la circulación del balón y teniendo que correr siempre detrás de este. Enseguida un penoso saque de Aranzubía (cada saque suyo era ocasión nuestra) es parado por Tiago que mete un gran pase al Kun (absolutamente genial toda la noche) que encarando al meta rival y con este ya desbordado es arroyado en el área. Penalty claro y posible expulsión que el árbitro prefiere rebajar con agua sacando sólo amarilla. Forlán se encarga de lanzarlo pero la suerte no está con el charrúa que aunque se le ve más voluntarioso que otras veces lo cierto es que no tiene nada de suerte y estrello el balón con el portero.

Pero dio igual. El Atleti estaba lanzado y poco después un gran pase de Reyes deja al Kun al borde del fuera de juego (dudoso en el campo) que hace una espectacular jugada maradoniana llegando hasta el fondo evitando rivales, abriéndose hueco y marcando el primer gol del partido. Golazo de un Kun al que se le vio especialmente ambicioso. Tanto que empiezo a creerme esa leyenda que dice que no le pasa el balón a Forlán aun pudiendo hacerlo. Ayer hubo unas cuantas ocasiones en las que no fue descabellado pensarlo.

Todavía tengo la duda de si el Atleti dio un pasito atrás a partir de entonces o no. No me gusta que mi equipo de pasitos atrás nunca pero especialmente cuando gana. Ya sé que mi entrenador (y todos los que vienen a ese banquillo) piensan de otra forma y que me tengo que fastidiar pero no me gusta. Aun así, la diferencia con otras veces es que esperando más atrás o no se consiguió mantener el control del partido, del rival y del juego con lo que las ocasiones seguían siendo del Atleti y el rival seguía inédito. El Depor con sus cinco defensas (otro valiente el Lotina este) era incapaz de parar al rival ante la buena circulación de balón de este. Forlán pudo poner el segundo con un gran lanzamiento de falta pero el balón se quedó en el poste. El Atleti llegaba en tromba especialmente a base de contragolpes y en uno de ellos llegó el segundo de Agüero tras un excelente pase entre líneas de Raúl García. Como lo oyen.

Al descanso las sensaciones eran buenas, el partido había sido divertido y el dominio incontestable pero todo cambio en un segundo tiempo que nos podían haber ahorrado los dos equipos. Los gallegos por evitar ver la inoperancia de un equipo muy vulgar con el balón en los pies (recordó al Atleti de tantos y tantos partido por detrás en el marcador) y los madrileños porque libres de la actitud, la presión y el balón volvieron a lucir esa versión mediocre de equipo mediocre que tantas “alegrías” nos ha dado. Eso si, los pecados son menos pecado con dos goles por encima y el partido controlado. El Depor no llegó una sola vez a la portería de De Gea y eso facilitó el que la pájara colchonera se quedase simplemente en 45 minutos aburridos. Perdonable.

Victoria desengrasante de un equipo con los objetivos recortados que encarará las navidades con la enésima crisis de identidad y de aspiraciones. Busquemos la parte optimista en el penoso nivel de esta liga que no es tal y esperemos que el 2011 venga con algo más de regularidad.


PD: Ha fallecido Marcel Domingo, alguien al que no vi jugar o entrenar pero que fue campeón de liga con el Atleti y dejó un legado imborrable. Para mi padre siempre fue el mejor entrenador que tuvimos y eso es algo que se me quedó marcado. DEP

Fútbol contra fútbol

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At. Madrid 3 - Deportivo 0

Hace un par de meses escribí un artículo en el que pedía la renovación de Quique Sánchez Flores y lo hacía apoyándome no en su gran capacidad como entrenador (de la que ni entonces ni ahora termino de asumir) sino para dotar la parte deportiva de este club, por una vez, de algo de criterio y seriedad. Por mucho que yo o cualquiera pueda dudar del criterio futbolístico de Quique la realidad es que ha demostrado capacidad para reconstruir un equipo en paños menores, diseñado con el recto, y mantenerlo a flote con síntomas claros de mejoría a una plantilla sin carácter que apuntaba a los puestos de descenso así que sólo por eso creo que es justo apostar por su continuidad y hacerlo de forma inminente para intentar construir un equipo de acuerdo a lo que estime necesario quien lo va a dirigir y no de acuerdo a los crímenes que un iluminado engreído decida perpetrar. Eso si, hablando estrictamente de fútbol Quique me tiene desconcertado cuando soy capaz de toparme con planteamientos como los de Valencia, el Bilbao en casa, el Mallorca,… y partidos como el de ayer contra el Depor. No es una cuestión de resultados, ni de estética sino de concepto. El concepto de querer ser protagonista o no serlo. El concepto de querer ser dueño del partido o no. El concepto de marcar goles a base de fabricarlos o de esperar a que los regale el rival. El concepto de fútbol o no fútbol. Lo único que se me ocurre es ver que el cambio de concepto casi siempre tiene que ver con la presencia o no de Tiago en el campo lo que me lleva a pensar que con los jugadores que teníamos a principio de temporada lo mismo es que poco más se puede hacer. Habrá que resignarse a ello pero no pienso aceptarlo como una solución de futuro.

El Atleti hizo ayer un gran partido bastante completo en muchos aspectos, inteligente y bastante ilusionante en algunos otros ante un Deportivo de la Coruña extremadamente flojo e inoperante. Que este equipo esté en las posiciones altas de la liga es una buena muestra de lo sumamente pésima que es la liga española, una liga que basa su poderío mediático en el buen hacer de los periodistas profesionales y las grandes corporaciones que la patrocinan más que en sus equipos “protagonistas” (si se puede denominar así a los que se enfrentan con Madrid y Barça).

El partido comenzó con esa cara B del Atleti (¿o esta es la cara A?) en la que bien colocado, como casi siempre desde que está Quique, decide dar el paso de agresividad necesario como para quitarle el balón al contrario y manejar el tempo del partido. Las posesiones del rival son horizontales y en su campo. Las nuestras siempre buscan la portería. El centro del campo inédito que conformaban Tiago y el canterano Camacho se hizo dueño absoluto de la zona ancha aportando balones y ritmo a la parte delantera y no a la parte trasera como viene siendo habitual con otros protagonistas. Camacho completo un partido muy digno aportando trabajo y sacrificio pero también salidas para Tiago y al equipo demostrando que cuando hay buenos jugadores y el equipo juega como equipo todos parecen mejores. Que se lo digan por ejemplo a Juanito que completó un partido sin sobresaltos, digno y tranquilo. Hasta se permitió celebrar un gol cuando al cuarto de hora de comenzar enganchó el segundo rechace en el área de una jugada que merecía ser gol en primera instancia.

Pero lo más esperanzador ocurrió precisamente después cuando con uno cero en el marcador y frente a un equipo por delante en la clasificación el equipo siguió apostando por controlar el partido. Con inteligencia, es decir si la misma verticalidad ni asumiendo los mismos riesgos que antes, pero con valentía y criterio. Manejando el balón sin rifarlo y sin desequilibrar el equipo e imponiendo el ritmo que más nos favorece. Las lágrimas se me saltaban. Firmo donde sea porque el Atleti haga esto en todos los partidos. No siempre saldrá bien pero es lo que hacen los equipos que ganan cosas. Bien es verdad que el Depor dio todas las facilidades del mundo. Nulo en ataque (lo que viene siendo habitual en toda la liga) sorprendió ver la falta de tensión en el centro y la fragilidad defensiva. Parte de ello supongo será mérito de los colchoneros pero es extraño ver un equipo tan romo y triste jugándose en la liga lo mismo que nosotros y estando mejor colocado.

La segunda parte comenzó igual y con los mismos protagonistas. Un Jurado algo más activo de lo que acostumbra abandonaba la banda para asociarse con el todopoderoso Tiago y los de arriba dejando trazas de lo que se supone que podría hacer si fuese el jugador que algunos dicen que es y que personalmente no creo que nunca llegue a ser. Simao volvía a ser nulo en ataque y vital en defensa volviendo a dejar una actuación muy por debajo del tipo de jugador que es y lo mismo se puede decir de Forlán al que se le vio más activo y dinámico que lo que viene siendo normal esta temporada pero que sigue lejos de su estado natural. Pero daba igual. Una defensa contundente y con personalidad en la que destacaba Ufjalusi, un jugador que sin hacer ruido se ha asentado perfectamente en este equipo, soportaba a un Tiago enorme que siempre estaba en su sitio. Con eso sólo y la pelea de los de arriba bastaba para no pasar sobresaltos y para construir ocasiones de gol. De esa forma, a los diez minutos de la segunda parte, llegaba la puntilla para el Depor en forma de rechace aprovechado por Forlán. Tres minutos después llegaba el tercero de Tiago con una soberbia jugada del Checo Ufjalusi que llegó regateando hasta la portería contraria.

La sensación era de que el Depor se llevaría una goleada exagerada y si no ocurrió así es porque el equipo, muy inteligentemente, decidió bajar el ritmo, reducir los riesgos de lesión y hacer descansar a los jugadores que deberán ser clave el jueves: Forlán, Agüero y Simao. De esa manera se llegó al final con los gallegos entregados y los madrileños dando minutos a Salvio, que el argentino se encarga de tirar por la cloaca amplificando las dudas de la grada sobre el fichaje del muchacho, a Ibra que suple sus patentes carencias técnicas y futbolísticas con una pasión y ganas fuera de lo común por estos lares y al canterano Romero que recordará este partido como aquel en el que debutó.

Buena e inspiradora noche que invita a pensar con un futuro Atlético que vive de cara al fútbol y no de espaldas al mismo como lleva haciendo desde que bajamos a segunda.

¿Copa? ¿Liga Europea? ¿Champions?....¡Ja!

En el preciso momento en el que Agüero metió un magnífico gol de tipo listo (lo que es) cuando apenas había comenzado el partido en Riazor los aficionados atléticos tuvimos por un instante la sensación de ser un equipo de fútbol de primera división capaz de ganar partidos, meter goles y dar miedo. Fue una sensación muy placentera pero fue una sensación que duró apenas unos segundos. Cuando tras sacar del centro del campo el Deportivo se hizo con el control del balón y del partido (para no soltarlo hasta el final) enseguida entendimos que este Atlético de Madrid, esta desgracia que nos ha tocado vivir, es precisamente lo que parece: un equipo malo, muy malo, que carece de fútbol, de carácter, de personalidad, de juego… y de puntos.

Como si el centenario Atlético de Madrid, es equipo que tiene jugadores internacionales en su plantilla y que paga fichas de entre las más altas de primera división, fuese un recién ascendido a segunda B donde la mitad de sus jugadores tienen oficios de 8 a 5 antes de ir a entrenar, el equipo se metió en su área tras el gol muerto de miedo e incapaz de dar tres pases seguidos. Así no solamente es difícil recuperar puntos en la clasificación sino que es imposible ni siquiera soñar con ello. El gol del deportivo que ponía el empate pudo haber llegado de cualquier forma pero lo hizo con toda lógica a balón parado, como no podía ser de otra forma. El Depor sacó el córner como te enseñan el primer día que vas a una escuela de fútbol, balón al primer palo y prolongación de cabeza al segundo, para que el delantero gallego rematase sólo a puerta. Sinama andaba por allí haciendo “el baile del pañuelo” pero es que esté chico no hace bien ni el ridículo. Ni haciendo el payaso tiene gracia.

El problema del Atleti no es de entrenador, marche eso por delante, pero ni entiendo ni jamás entenderé que un equipo con tan poco en plantilla como el nuestro deje a la mitad de lo que tiene en el banquillo. ¿Para qué los estamos reservando? ¿Para jugar la promoción? La gran mentira de las rotaciones y los jugadores que vienen cansados de jugar con su selección es una solemne gilipollez que ya en el caso de plantillas fuertes y poderosas tiene difícil explicación (y para mi tiene más que ver con tener un buen clima en el vestuario que con otra cosa) pero en el caso de la lastimosa escuadra colchonera es absolutamente incomprensible. Si un jugador profesional es incapaz de jugar un partido 72 horas después de acabar el anterior porque ha tenido que viajar en Bussiness por encima del atlántico la única razón que lo justifica sólo puede ser un vergonzosa falta de preparación y por tanto falta de profesionalidad. No conozco un solo deporte, más y menos exigentes que el fútbol, en el que ocurra algo similar. Ocurre porque la gente lo acepta, la prensa lo justifica, los clubes lo esconden y los entrenadores se lo tragan pero todo sería infinitamente más fácil si los jugadores de fútbol dedicasen el mismo tiempo a entrenarse que por ejemplo un tenista. Es vergonzoso pero como tantas cosas los estamentos oficiales corren un (es)tupido velo El caso es que hasta que Simao no apareció en el campo dejando a Sinama fuera y siendo por primera vez once jugadores en el campo el Atleti no hizo nada. Antes había salido Cléber por Raúl García lesionado pero el detalle es de esos cambios irrelevantes porque ambos dos picapedreros compiten en dura pugna por ver quien es peor. La lesión de Raúl García no es preocupante en si sino que es preocupante que se pueda echar de menos a un jugador como Raúl García. Así, con once en el campo (y forlán y Reyes en el banquillo recuperándose de la brutal siesta) llegaron algunas ocasiones de los rojiblancos (nada del otro mundo, no se crean) y el Atleti tuvo un poco más de tiempo eso que le produce tanta alergia, la pelota, pero el empate, gracias básicamente al bajón físico de los coruñeses, parecía lo más sensato para entonces.

La victoria del Depor llegó con tres minutos de descuento en un penalti dudoso (hubo otros penaltis igual de dudosos antes que perfectamente podrían haber sido pitados) pero eso es lo que tiene acabar los partidos con la lengua fuera achicando balones en tu propia área. Cualquier error es gol. Esas cosas no pasan si tienes tú el balón y estás en campo contrario pero claro para eso hay que jugar al fútbol y eso es algo que hace mucho tiempo que es incompatible con ir vestido del Atlético de Madrid. También hay que tener carácter en los momentos menos fáciles pero mirando la jeta de los jugadores que hoy por hoy componen la plantilla rojiblanca hablar de carácter es como hablar de la Luna de Endor: un cuento.

Supongo que esta semana la afición atlética seguirá de la mano de la prensa oficial discutiendo de las cosas que a todos nos preocupan como los fichajes de adolescentes peruanos para el año que viene, la venta del Kun, los cotilleos del Real Madrid o si bajaran finalmente las temperaturas. Poco a poco el marco se estrecha y directiva, dirección deportiva, entrenadores, jugadores, peñas, aficionados y periodistas se unen de la mano cada vez más en un compacto y torticero concepto absurdo y patético que se dirige hacia el pozo infinito. Lo triste es que ninguno de ellos ni estará ni se sentirá responsable de haber llevado este nombre, este escudo y esta leyenda hacia un lugar tan injusto porque cuando ocurra ya no estarán y negarán siempre haber estado.

Herido

Dicen que el animal más peligroso es el animal herido y yo creo que es verdad. También lo deben creer así los que se han cruzado conmigo esta semana con ganas de tocar las narices hablando del atleti puesto que yo, como casi todos los atléticos, éramos un animal herido y en esas circunstancias es mejor no provocar. Lo que ocurrió el pasado domingo en el Calderón frente a Osasuna fue un punto final o cuando menos un punto de inflexión. El equipo tocó fondo cuando a la penosa procesión de despropósitos encabezada por ese veterinario vocacional que representa la mayor enfermedad que ha sufrido este equipo en toda su historia, que además es correspondida por una gestión técnica y deportiva que sería incluso vergonzosa para instituciones amateur, a lo que el domingo se le unió la desidia, la apatía, el pasotismo y la falta de profesionalidad de unos jugadores cuyos sueldos están muy por encima de su rendimiento y actitud. El partido de hoy era muy importante más que por ese premio financiero de jugar la Champions del año que viene y que tanto parece preocupar a todo el mundo por decidir definitivamente si nos tirábamos por el tobogán hacía el infierno más nocivo o se conseguía lavar la cara y tener el residuo de orgullo que nos permitiese mirar al futuro aunque sea con vergüenza. Afortunadamente ocurrió lo segundo.

Hasta el último cuarto de hora del partido el Atleti ha hecho un partido casi perfecto lo cual es algo que no solemos poder decir. El equipo no ha aprendido a jugar al fútbol en 7 días ni sus jugadores han aprendido los secretos de este deporte en una sesión continua de vídeos. El equipo sigue estando mal confeccionado, sigue estando desequilibrado y sigue teniendo una carencia vergonzosa de talento en la construcción pero cuando los once jugadores que saltan al campo se emplean a fondo con solidaridad y obediencia al esquema establecido las cosas para el equipo contrario son muy complicadas (es eso de que ya no hay rival pequeño, etc, etc,...). Si a eso le sumas una orden táctico inteligente, agresivo y valiente (bien por Abel) y dos o tres jugadores de calidad sobrenatural, el resultado da el Atleti de hoy. Gracias a la negligencia de los amigos del heredero Gil este equipo no está construido para ganar todos los partidos que juegue pero si saltase al campo con estas premisas todos los días me temo que los partidos perdidos serian muchos menos de los que ahora tenemos y podríamos soñar con otras cosas.

La primera parte fue un ejercicio táctico y de fuerza que ganó de calle el Atleti. Con la defensa adelantada y una primera línea presionando hasta la extenuación (sobresaliente todos en esta tarea en el día e hoy) el equipo se hizo dueño de la pelota y del ritmo del partido. Con un Asunçao notable en su faceta de contención y un Raúl García estorbando menos de lo que él acostumbra el balón llegaba rápido a los de arriba que con esa verticalidad y rapidez que parecían haber olvidado los últimos partidos encaraban la puerta contraria. Las ocasiones no era muchas pero la intensidad del juego era muy interesante el partido entretenido. La defensa colchonera hoy parecía inexpugnable y poderosa y es que cuando el equipo esta junto y concentrado ocurren estas cosas. Señores periodistas: ni una cosa ni la otra. Hay que ver más fútbol. Las pocas ocasiones, sin ser especialmente claras, eran para los madrileños y casi siempre en la pies de Kun o Forlán muy activos todo el partido.

Hasta que llegaron las postrimerías de la primera parte y con ella la maravilla que supuso el primer gol de Atleti. Un Arranque del Kun en los tres cuartos que le da el balón a Diego Forlán haciendo este una pared prodigiosa en parábola que deja al Kun en el borde del área. El argentino se va en potencia hacía la portería y eleva en semivaselina por encima del portero. Un gran gol que hacía justicia sobre lo que estaba ocurriendo. Antes de ir al descanso tuvimos también la posibilidad de asistir a la agradable noticia de que el equipo no tenía la intención de echarse hacia atrás como en los infaustos tiempos del amiguito mejicano del heredero Gil.

La segunda parte comenzó como terminó la primera. Un deportivo peleón pero aturdido e inoperante frente a la agresividad, el rigor táctico y la rapidez con el balón de los atléticos. Lejos de que los gallegos inquietaran la portería de Leo Franco las mejores ocasiones seguían llegando del lado rojiblanco por parte de todos sus hombre de la delantera pero especialmente con un trallazo de Maxi al larguero tras una bonita jugada trenzada en el área por la delantera atlética. La tensión se mantenía gracias a la poca distancia que reflejaba el marcador pero la sensación era la de que un segundo gol del los madrileños sería letal y este acabó llegando en otra gran jugada de los de Abel. Un inusual arranque de potencia con el balón de Raúl García desde el medio campo deja el balón a Simao que a base de velocidad, técnica y fuerza consigue entrar en el área gallega hasta plantarse delante del portero y batirlo. 0-2 y aparentemente partido sentenciado.

Pero faltaba un cuarto de hora y se dieron dos situaciones a la vez que dieron picante a lo que quedaba de partido. Por un lado el orgullo del Deportivo y la sensación de que a no había nada que perder. Por el otro el agotamiento físico del Atleti que empezó a pagar el exigente desgaste de todo el partido. Abel intento aportar oxígeno y control metiendo a Banega y Sinama quitando al Forlán y Agüero pero no funcionó y el equipo se vino abajo metiéndose en su área con lo que se pasó francamente mal ese tramo final del partido. Especialmente cuando una inexistente falta lateral es mal defendida por la defensa y provoca el recorte de distancia por parte de los gallegos y que dio pie a unos cinco últimos minutos agónicos que afortunadamente no estropearon un trabajo excelente.

La victoria de hoy lejos de aclarar el panorama crea más dudas como la de intentar descifrar la razón por la que este equipo parece tan diferente según las circunstancias. Yo desde luego tengo mi propia teoría.

El objetivo como guía (At. Madrid - Deportivo)

Decía un ensayista francés del siglo XIX conocido como Joseph Joubert que el motivo no existe siempre para ser alcanzado sino para servir de punto de mira. Ayer el atlético de Madrid consiguió por fin, después de doce años, asegurarse la posibilidad de disputar el año que viene la máxima competición europea de clubes que existe en la actualidad. El Atlético de Madrid es el tercer equipo de España en cuanto a potencial económico, seguimiento social, pinchazos en Pay Per View y también el tercer equipo que más ligas tiene. Es decir, al atlético de Madrid ha vuelto al lugar que se supone le corresponde por historia y potencial. Sin embargo ese “meritorio” cuarto puesto parece haber sido desde el principio de temporada el único y exclusivo objetivo de nuestro equipo, presuntamente aceptado diligentemente por todas las versiones oficiales del club así como por la condescendiente y sospechosa prensa deportiva madrileña. En pos de esa “noble” meta se ha sacrificado el discurso histórico, el orgullo, el fútbol, el carácter, la valentía, el espectáculo y hasta la dignidad. Antaño, cuando el atlético de Madrid era un equipo respetable y respetado, el objetivo era siempre ganar las competiciones que jugaba. No lo conseguía siempre, de hecho ni siquiera ocurría en la mayorías de las ocasiones, pero como bien matiza el señor Joubert, el objetivo, a veces, existe no para ser alcanzado sino para que sirva de punto de mira, de guía, de faro y para que ese objetivo en el horizonte condicione todo el camino hasta el, se acabe al final donde se acabe. Por eso ayer me dio vergüenza ver seguidores colchoneros celebrando un cuarto puesto con excesiva euforia desatada. Mi abuelo, colchonero desde principios del siglo XX, me hablaba de los grandes hitos rojiblancos y me enseñó a alegrarme de los éxitos menores pero a solamente celebrar títulos y copas. Desgraciadamente mi abuelo ya no está aquí para transmitir ese espíritu a la gente que se supone quiere este escudo. Desgraciadamente también los personajes que han cogido el testigo de esta preciosa institución tampoco son capaces de transmitirlo porque ni siquiera ellos lo conocen ni les importa. Ellos sólo ven los millones de euros que entrarán en caja por jugar la mal llamada Champions League. Lo que no soy capaz de entender es lo que ven esos que ayer fueron a Neptuno a celebrar quedar cuartos.

Pero en fin, aun con sentimiento agridulce ayer fue un día feliz. Ganamos al Deportivo de la Coruña en un partido pésimo rodeado de un ambiente fabuloso y conseguimos finiquitar de forma digna esta liga soporífera que ha modo de pesadilla no terminaba nunca de terminar. Un estadio lleno de colchoneros eufóricos que como manda el código deontológico atlético, dejaron todos los peros y quejas guardados para mejor ocasión y se dedicaron a animar al equipo de sus amores creando un precioso ambiente que supongo dejaría impresionado a esos pocos periodistas que siguen a nuestro equipo desde el campo y no desde los resúmenes de televisión como hace la mayoría. Esa es la afición del Atleti y no la que MARCA y AS pretenden que sea.

Del partido poco se puede decir porque fue soporífero, como prácticamente todos los que disputamos desde que ese señor de origen eskaldun y acento azteca dirige nuestros designios. El atlético saltó al campo con más corazón que juego (y es que este equipo está donde está por la entrega y el corazón que la han puesto algunos de sus jugadores) intentando desde el primer momento acorralar al Deportivo por ganas, hambre y pasión más que por juego. El equipo apretaba, la grada apretaba más y el Deportivo no parecía estarse jugando nada de forma agónica. La cosa pintaba bien.

Pero el gol tardaba en llegar. El Kun se quedó sólo delante del portero pero no pudo con Aguate. Nada que reprochar a esa bendición del cielo para con el fútbol que se llama Agüero. Un pedazo de jugador a la altura de los mejores y sin duda uno de los mejores futbolistas que ha pisado ese bendito césped del Vicente Calderón. La gente seguía animando sin descanso, las ocasiones claras se resistían pero no parecía que los nervios hiciesen mella en nadie dentro o fuera del césped. Ni los tímidos estiramientos del Deportivo ni las noticias que llegaban desde Sevilla parecían afectar a un equipo concentrado y una afición entregada. Así que a punto de irnos al descanso, en los segundos de descuento, como una especie de justicia divina hacia ese otro excelente jugador que a lo largo de la temporada ha dado reiteradas muestras no sólo de la calidad futbolística que atesora sino de los kilos de entrega y profesionalidad que generosamente aporta en estos tiempos en los que nadie da nada por nada, Forlán decidió meter el gol que nos aseguraba la Champions. Me alegra que fuese precisamente él.

Fin del partido. La segunda parte fue otra insoportable dosis de miedosa “aguirrina”, de esa que tenemos la desgracia de tener que aguantar cada vez que nuestro equipo va por delante en el marcador. Con esta “droga” de dudoso efecto lo único que conseguimos aparte del aburrimiento tradicional fue invitar al Deportivo a estropear la fiesta, cosa que por cierto casi consiguen a escasos segundos del final. Podía haber ocurrido pero no ocurrió. Los dioses aztecas seguían estando de nuestro lado.

¿Y ahora qué? Los sufridos colchoneros bajábamos las escaleras cantado y contentos comentando si al final la directiva se atrevería a poner un poco de coherencia fichando algún centrocampista que sepa dar los balones hacia delante y un entrenador que entienda que eso es lo que nos hace falta permitiendo así que el señor Aguirre desarrolle sus vetustos conceptos futbolísticos en alguna otra parte alejada del manzanares pero enseguida sintonizábamos la radio y la televisión para deglutir con estupor la melaza de esta estirpe de manipuladores que pueblan las ondas y los diarios siempre a favor del mejicano. Veremos lo que pasa en los próximos días pero de momento hay que empezar ya a pensar en el año que viene. ¿Seguiremos apostando por no jugar al fútbol? ¿Seguiremos apostando por la mediocridad? ¿Seguiremos apostando por el servilismo a hacía el gran poder y por aceptar con una sonrisa el puesto que ese monstruo llamado “prensa deportiva” tiene reservado para nosotros? ¿Seguiremos apostando por aspirar a ser los cuartos de una liga mediocre? Ardo en deseos de saberlo.

¿Diversión? (Deportivo-At Madrid)

Decía Oscar Wilde que la belleza es muy superior al genio y que por eso no necesita explicación. Por eso también se necesitan millones de hojas bañadas con la mejor retórica posible para intentar explicar el partido de ayer que a pesar del resultado, lejos de ser algo bonito o digno de ver para el espectador supuso un auténtico y prescindible suplicio que nadie nunca recordará por nada que no sea el resultado (y el excelente gol del Kun Agüero).

Existe un reciente y estúpido debate en el mundo del fútbol referente a si lo importante es o no ganar por encima de otras cosas. El debate no es tal sino un petardo de humo encendido por los periodistas para tapar otros debates que no interesa sacar a colación. Es evidente que el fútbol es un deporte y como tal lo importante, sin duda, es ganar. Si el atlético de Madrid ganase la liga evidentemente nadie podrá decir nada en absoluto sobre la forma de operar sobre el césped pero resulta que mi equipo hace más de 10 años que no gana la liga (ni nada) y otros tantos que no queda entre los 6 primeros de la clasificación. El insoportable sopor de ayer, que no es más que el infinito sopor que tenemos que sufrir desde que un talibán del antifútbol tomo desgraciadamente las riendas de nuestro equipo, es relativamente fácil de digerir bañándote con champaña en las inmediaciones de la estatua a Neptuno pero es tremendamente difícil de soportar desde posiciones mediocres, mirando de lejos a los verdaderos protagonistas de las competiciones en las que jugamos o, como fue también nuestro caso, teniendo que arrastrar a mediados de Julio el nombre de nuestra institución por campos de sexta fila para poder entrar por la puerta de atrás en la segunda división europea. A lo mejor es el momento de abrir otro debate, desde mi punto de vista más fructífero, como el de evaluar cual es la mejor forma para alcanzar la gloria: haciendo del fútbol una suerte de aburrida batalla campal donde el balón es un mero espectador que pasa la mayoría del tiempo parado (o cerca de las nubes) o jugando al fútbol.

Sin querer cargar las tintas contra el Deportivo, equipo que hace años dio una lección de lo que debe ser un club de fútbol y al que le deseo lo mejor, un partido como el de ayer sólo puede ocurrir ante un equipo desestabilizado y en horas bajas como el Depor. Probablemente es el peor equipo al que nos hemos enfrentado en lo que va de liga. Ni ataca, ni defiende, ni juega, ni marca. Mal pintan las cosas por Riazor. Al atlético le bastó esperar a que alguno de nuestros magníficos jugadores hiciese algo por su cuenta para llevarse el partido..

La primera parte constituyo el auténtico tostón habitual. No pasó nada. Nada de nada. Aguirre supongo que lo tendrá grabado en DVD y situado en el lugar privilegiado de alguna de sus casas por que resume a la perfección su catálogo del fútbol: Nada. Enseguida vimos que el aparente guiño de situar a Jurado en el medio centro era algo superfluo porque nuestro equipo juega sin centro del campo. Da igual que esté Jurado, Cléber o chiquito de la calzada puesto que raramente pasa el balón por esa zona durante la fase de construcción. Con fase de construcción, que me perdonen los futbolistas o aficionados al fútbol, me refiero lógicamente al tiempo en el que tenemos el balón. Nuestra única jugada de creación es siempre la misma: balón al central y patadón al área contraria. ¿Qué pinta Jurado o Ibagaza o Rosiky o Riquelme o Snajder en ese esquema? Los jugadores en esa posición sólo interesan en el camino de vuelta, cuando el balón lo tiene el equipo contrario y hay que quitárselo. Por eso siempre jugamos con doble pivote y por eso el doble pivote siempre está formado por tipos recios y aguerridos. El partido murió en el momento en que por casualidad llegó una pelota cerca de Simao y entre él, Kun y Forlán (en contra de lo que nos quiere hacer creer Aguirre, tres jugadores de talla mundial) fabricar un gol que resume la simpleza del fútbol cuando se hace bien.

Mención especial merece Forlán, uno de los mejores fichajes que ha hecho nuestro club en años. A pesar de cumplir con la estupidez de su entrenador que insiste en separarlo del área poniéndolo a defender en el centro del campo y a ser el principal creador de juego en esa zona (que manda cojones) el uruguayo tiene fuerza para hacer además aquello para lo que se le ha fichado (meter goles). Chapeau!.

La segunda parte comenzó con nuestro equipo en nuestro área (como siempre que vamos por encima del marcador e independiente de las virtudes del contrario) pero enseguida apareció ese otro genio que no termina de convencer a nuestro entrenador (que manda cojones) para deleitarnos con lo mejor de la noche. Fin del partido. Nada más digno de mención.

Hay mucha gente que sigue la liga a través de los resúmenes de televisión y desde ahí las cosas se ven de otra manera. Yo me trago todos los partidos de mi equipo y por esos estoy tan indignado. El fútbol debería ser sobre todo diversión pero este atleti no lo es. Ni de lejos…