Muchas gracias a todos los que os habéis pasado por aquí durante todos estos años.

Puedes encontrarme en www.enniosotanaz.com o enniosotanaz@hotmail.com

¡Un abrazo!

Errare humanum est

Elche 0 - At. Madrid 2

Las vicisitudes de esta vida moderna, tendente a la simpleza y la inmediatez, que nos ha tocado vivir, hacen que incluso un tema como la forma de jugar al fútbol tenga que reducirse a un debate basado en la mínima expresión. A ese acartonado código binario del “uno u otro” que parece tener que explicarlo todo. Ya saben, eso de que si uno no es de un equipo es que es del otro, si no vota a un partido es que vota al otro, como si exclusivamente hubiesen dos equipos o dos partidos o dos de todo. Vivimos en una época en la que sólo existen dos supuestas alternativas (que luego además se parecen sospechosamente demasiado) y donde el resto de opciones no aparecen en las estadísticas oficiales y por lo tanto no existen. Si por alguna razón se intuyen mínimamente es mejor decidir que no interesan o que son pasto de excéntricos. Si nos tenemos que dejar guiar por el periodismo oficial únicamente existen también dos formas de jugar al fútbol: como el Barça o al contrataque. No hay más. Aquellos periodistas que de forma, casi siempre engolada, se sitúan intelectualmente por encima de los demás defiende ardientemente y con inflexibilidad la primera opción despreciando abiertamente la alternativa que por supuesto consideran única. Los que no son del Barça, pero quieren situarse también por encima de los demás, se vuelven normalmente locos, al no poder la razón a los primeros y por ello elaborando sofisticadas teorías sobre el “fútbol de toque” que se acercan más a elucubraciones de Cuarto Milenio o leyendas de la tradición Celta que a otra cosa. El que esto escribe es un aprendiz amateur en esto de ver e intentar analizar el fútbol pero a mí me parece una desfachatez gratuita simplificar la cosas de esa manera. Qué quieren que les diga, a mí me resulta todo bastante más abierto y complicado.

Cuando hace años el Atleti tenía la mala suerte de estar dirigido por entrenadores como Ferrando o Aguirre o Manzano, recuerdo que decían, casi siempre con desprecio, que el Atleti jugaba al contrataque. Ahora que el Atleti tiene la inmensa suerte de estar dirigido por un tipo como Simeone igualmente dicen, también con cierto desdén a pesar de los evidentes resultados, que el Atleti juega al contrataque. Si ustedes, al igual que yo, han visto la mayoría de partidos del cuadro rojiblanco en los últimos años intuyo que estarán de acuerdo conmigo en que la forma de jugar antes y la de ahora se parecen tanto como George Clooney y el señor Montoro. De hecho cada vez estoy más convencido de que eso de “jugar al contrataque” se ha convertido más en un eufemismo periodístico para decir que no juegan como el Barça que en otra cosa. El Club Atlético de Madrid es un equipo compacto, que se sitúa en el campo muy junto, en pocos metros, con un férreo sistema táctico basado en el rigor defensivo, el poderío físico y la intensidad, que apuesta por defender lejos del área para robar el balón en zonas críticas y que elige velocidad y verticalidad como opciones a la hora de encarar la portería contraria. Después, dependiendo del partido, el equipo tiene la opción de dominar el balón y jugar entre líneas (el 99,9% de las veces que juega en el Calderón, por ejemplo) o recular y buscar los espacios en la espalda del rival (cuando el resultado es favorable). El Atleti tiene varios recursos y varias caras y las usa todas. Yo las he visto. Sólo hay que mirar para verlas. Antes no era así. Antes el Atleti jugaba a expensas del rival esperando un error. Ahora el Atleti juega según su plan pero un error del rival supone que pierdan el partido. Existe un sutil matiz que lo distingue.

A diferencia de los últimos partidos lejos del Calderón hoy me ha gustado como el Atleti encaró el partido de inicio en el Martínez Valero. Con la defensa y la presión adelantadas, metiendo intensidad y disputando el balón. Con cualquier otro equipo delante creo que hubiésemos hecho un gran partido y el resultado se hubiese encauzado relativamente pronto (aunque este tipo de vaticinios siempre son muy aventurados) pero delante tenía un señor equipo. Decía Escribá en la víspera que veía al Atleti como un hermano mayor y tenía razón. El Elche parecía la mejor versión del Atleti. Muy compacto, muy intenso, disputando el control del partido, con capacidad para bajar al barro pero también para sacar el balón jugado. Muy buenas sensaciones las del equipo alicantino aupado en un centro del campo en el que el rojiblanco Rubén Pérez hacía una buena primera mitad. Sin ser vistoso, la primera parte resultó muy competida y para mí divertida de ver. Una sucesión de microbatallas en todas las posiciones del campo que dejó muy pocas ocasiones de gol. La más clara un rechace de Diego Costa en el área, tras error del portero, que no remata bien a puerta y por parte del Elche una llegada apresurada que Boakye tira fuera cuando ya tenía dos defensores encima. En el cuadro colchonero, sin que ningún jugador estuviese realmente a gran altura, desaparecía una vez más el bueno de Villa que para mi gusto lleva ya varios partidos mereciendo empezar el partido desde el banquillo.

Los equipos se marchaban al descanso con la sensación de que el primero que cometiera un error perdía y así fue, pero el Atleti buscó algo más el partido desde el reinicio. Se fue algo más arriba, tuvo más el balón y además entró en juego Arda Turan, que no había existido tampoco en el primer tiempo. Sin embargo, aunque los colchoneros rondaban el área, no llegaban las ocasiones claras y si que brotaban con cierta preocupación salidas del equipo levantino con mayor verticalidad que en la primera parte. Simeone decidió entonces cambiar el panorama y puso en liza al renacido Raúl García en detrimento de un Villa inédito. El Navarro, casi en la primera ocasión que tuvo, cogió el balón en la frontal del área y tiro a puerta con fuerza. El esférico parecía franco para Manu Herrera, portero del Elche, pero esas manos blandas que ya habían aparecido antes volvieron a hacer acto de presencia en el peor momento. A por el rechace se tiró como una alimaña Diego Costa (para mí haciendo falta) pero el balón quedó muerto para que Koke lo recogiera y lo metiese en la red. Era el segundo error del portero pero ya no hubo piedad. 0-1.

Todo hacía indicar que aquello suponía el final del partido pero simplemente tuvimos que esperar diez minutos para corroborarlo. Podían haber sido menos si el árbitro (pésimo todo el partido sin tener ninguna complicación) no hubiese anulado un gol de Arda que aprovechaba las manos blandas, otra vez, del portero ilicitano (a mí me pareció gol legal). Pero ocurrió ya definitivamente cuando Adrián, que había salido precisamente por el turco, se inventó una de esas cosas que hacen que el Cholo siga teniendo fe en un jugador diferente. Con un preciso y precioso pase de cuchara por encima del defensa habilitó a un Diego Costa que esta vez no perdonó. 0-2 y final del partido. El Atleti se colocó a partir de entonces en modo cerrojo y el Elche apenas logró acercarse al área.


Tres nuevos puntos que confirman la realidad, porque hace ya meses que la trayectoria del Atleti no puede calificarse de sorpresiva o de casualidad. El Atleti actual es esto. No es suerte, es trabajo. No es un sueño, es la realidad. Una realidad que nos sitúa ahora mismo con los mismos puntos que el líder, en octavos de Champions y llenando de internacionales los equipos que disputarán dentro de poco el mundial. Aunque no lo lean en los periódicos, ni lo escuchen en la radio ni lo vean por televisión. Es así. 

En la liga o en la copa o encuentro internacional.

Zenit 1 - At. Madrid 1

Decía Spalletti en la víspera del partido de hoy, a pesar de estar ya matemáticamente clasificado como primero de grupo para la siguiente fase y a pesar de ser consciente de que la alineación de los rojiblancos estaría plagada de jugadores con pocos minutos de juego, no fiarse del Atleti. Es normal. Podremos discutir respecto a lo áspero y especulativo del concepto que el entrenador transalpino pueda tener del juego, pero Spalletti es perro viejo en esto del fútbol y sabe de lo que estamos hablando. De hecho, creo que salvo nuestros exaltados periodistas de referencia, todo el mundo relacionado con este mundo sabe ya a estas alturas de lo que estamos hablando. Lo del Atleti no es casualidad ni es fruto de un apuesto muchacho musculado que mete cientos de miles de goles, incluso los días en los que no hay partido. Es el resultado de un plan que ha salido bien. Una receta de varios ingredientes que con mucho trabajo y algo de suerte han combinado para producir una fórmula espectacular. Asumido por tanto que no es el fruto de individualidades, parece lógico pensar que lo que quiera que ocurra en ese vestuario tiene que calar en todos los que allí conviven. En todos. Y cala, claro que cala. Es evidente. Eso es lo que temía Spalletti y temía bien.

El Club Atlético no ha ganado hoy en San Petesburgo por la simple razón de que no necesitaba ganar el partido. Tan simple como eso. Sin hacer un gran encuentro, sin tener demasiadas ocasiones de gol y sin ofrecer ningún alarde espectacular pero con la sensación de tener dominado el partido o de al menos, saber que en el momento que quisiera podría haberlo hecho, los de Simeone se ha llevado un punto en una plaza, la rusa, que se antojaba complicada cuando la bolita del Zenit salió en el sorteo. El encuentro comenzó, según cuentan las crónicas, a seis grados bajo cero y 90% de humedad relativa en el ambiente. Yo he tenido la ocasión de sufrir esas condiciones y puedo asegurar que no es lo mejor para hacer deporte. Respirar duele en los pulmones. El frío se te pega en los brazos y cara hasta insensibilizarlo todo. No es excusa. Son datos. Si a eso se le suma el hielo que se posaba sobre un césped que no tenía tampoco pinta de estar en buenas condiciones y que hacía que todo se ralentizase, es fácil concluir que las condiciones no eran las más favorables para ver buen fútbol. No lo vimos. El Zenit, un equipo acostumbrado a correr con espacios, a explotar el enorme potencial de su línea delantera buscando los huecos a la espalda de su rival, se encontró con un Atleti cómodo en su papel de actor pasivo. Los rusos tenían el balón pero eso era todo. El Atleti, muy bien parapetado en pocos metros, cerraba espacios, se colocaba muy bien y no permitía las ocasiones. Esquema clásico y previsible. Pero según avanzaban los minutos, los elementos se movieron ligera pero significativamente. El Zenit tomó consciencia de que el Atleti no sabía que hacer con el balón y vio que con una mínima presión obligaba a los colchoneros a defender cada vez más atrás. La preocupante falta de creatividad de los del Cholo, ya tradicional, fue hoy realmente desoladora. Con el doble pivote hipotecado en tareas defensivas (demasiado), los cuatro de adelante eran incapaces de dar dos pases. Koke era el único que intentaba poner algo de criterio pero el terreno de juego y sus propios compañeros se lo ponían muy difícil. La opción de Adrián como segundo delantero cuando el primero era Raúl García no funcionaba pero es más que probable pensar que la opción contraria hubiese funcionado incluso peor. Así transcurrió una primera parte aburrida y espesa en la que el equipo concedió más ocasiones de lo normal (sin claro peligro, eso sí) y en la que lo único positivo para los colchoneros fue el buen hacer de Alderweireld e Insua en defensa y un Guilavogui cumplidor en el mediocentro.

A estas alturas queda claro que soy un convencido adepto a la religión Simeone, que no quede dudas al respecto, pero no puedo entender como en el partido de hoy no fue de la partida inicial un jugador como Óliver Torres. Sin nada que perder y con la evidente falta de crear fútbol que tiene el equipo, era una ocasión ideal para foguear a un jugador en el que muchos tenemos puestas muchas esperanzas. No fue así. Y suena raro. La segunda parte siguió el mismo guión que había dejado antes del descanso pero con la sensación de que el Zenit parecía querer exponer un poco más. Un poco, no se crean, que en el banquillo seguía el italianísmo Spalletti. Pero con más espacios, el Atleti casi resuelve el partido en la única jugada clara que había hecho hasta ese momento. Raúl García que recibe de espaldas en la medular y que se gira para dejar, de gran pase, a Adrián con 40 metros por delante para encarar al portero ruso. El asturiano aprovechó la ocasión para marcarse con un eslalon de la casa y hacer el 0-1 en boca de gol. Los minutos siguientes dejaron todavía más en evidencia al Zenit. Un equipo millonario, con un potencial ofensivo muy interesante, pero que como estructura de equipo deja bastante que desear. Sobre todo en defensa. El Atleti no mató el partido (Gabi fue el que lo tuvo más fácil por dos veces) porque no le dio la gana. Daba la sensación de que si el equipo se hubiese quedado con el balón y lo hubiese movido con criterio, abriendo el campo y haciendo correr a un equipo que defiende sin intensidad y cierto desorden, hubiese dormido el partido hasta el final, pero no ocurrió así. Los colchoneros bajaron la intensidad que no habían abandonado desde el principio y se dedicaron demasiado al pase en corto y el recreo. Aun así el Zenit era incapaz de crear peligro más allá de los arranques esporádicos de ese portento físico llamado Hulk. Solamente una desgracia podía empatar el partido y eso es lo que ocurrió. Rechace en la cabeza de Alderweireld que se envenena y que su caída en vertical se cuela en la portería de Courtois. Fallo garrafal del belga, el portero, que muy probablemente obedezca a cierta relajación, inusual en el propio cancerbero y en el Atleti. Comprensible, por otro lado. El buen arquero también es humano. Simeone nos permitió durante los últimos minutos, por fin, disfrutar de Óliver y su fútbol de fantasía pero supo a poco y sólo sirvió para aumentar las dudas de por qué no había salido antes.


El Atleti sigue imbatido en Europa, sigue sumando puntos y sigue ganando prestigio. Queda un partido en el Calderón contra el Oporto, que también podrá servir de prueba de toque para los menos habituales, y nos meteremos en la siguiente fase con la ilusión intacta. Hace años, en tiempos de Aguirre, me quejaba de jugar la Champions como un premio que no importaba estropear. Me parecía absurdo estar todo un año peleando por jugar una competición que luego se despreciaba por aparecer imposible. No es el caso. Simeone, gracias a Dios, no es Aguirre y en su guerra particular no se hacen prisioneros. Se juega para ganar y no hay otra opción. Como tiene que ser. Como reclama ese escudo del Oso y el Madroño. Así si. Me gusta la Champions League.