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¡Un abrazo!

¡BENDITA LOCURA! (At. Madrid - Valladolid)

Decía Confucio que los hombres se distinguen menos por sus cualidades naturales que por la cultura que ellos mismos se proporcionan. Decía también que los únicos que no cambian son los sabios de primer orden y los completamente idiotas. Juzguen ustedes a que categoría pertenece el actual entrenador del atlético de Madrid.

Yo lo que tengo claro es que el equipo lejos de cambiar parece recrearse, cada vez más, en los parámetros establecidos de la misma espesura de naturaleza aburrida que ha sido el único estandarte reconocible de este equipo desde el primer partido de la temporada 2006-2007. Asumamos la realidad: ese el atlético de Aguirre. Podemos seguir esperando que el maná pueda bajar del cielo como algunos adictos a las dádivas de media noche pregonan pero es algo absurdo que vive en contra de todas las leyes de la lógica y la estadística. Esto es lo que hay.

No obstante, hablar de partido aburrido en el día de hoy no sólo es injusto sino que es falso puesto que ver 7 goles y emoción hasta el último minuto no es algo que desgraciadamente podamos disfrutar asiduamente en esto que algunos llaman fútbol moderno. Ahora bien, fútbol lo que se dice fútbol… poco.

El partido comenzó como deberían comenzar todos los partidos en el Calderón, con el equipo volcado para intentar meter gol. A los dos minutos ya lo habíamos conseguido. A los tres minutos el partido siguió como siempre siguen en este atlético. Aguirre ya había sacado en el minuto tres el mismo argumento de todos y cada uno de los partidos que lleva defendiendo ese escudo que tan grande le queda. El equipo atrás, balón para el contrario, juego (¡puaj!) para el contrario y nosotros patadones a 70 metros desde la frontal. Vamos, el famoso código deontológico del compatriota de Cantinflas. ¿Después?, lo de siempre también: primero avisó Llorente, luego Garcia Calvo y al final Victor puso el empate. ¿Cuántas veces ha pasado lo mismo? ¿Cuántas veces más tiene que pasar?

La lectura fácil de los plumillas es siempre que la defensa hace aguas pero esa es la lectura que Aguirre sutilmente provoca para que los periodistas negligentes piquen. Personalizamos en la gente de nombre y apellidos para que así él quede limpio de paja y pluma. Yo hago otra lectura. ¿Cómo se puede consentir que con 1-0 en el marcador, jugando en tu campo lleno y teniendo controlado el partido decidas voluntariamente SIEMPRE desentenderte del balón y de jugar, provocando que un equipo como el Valladolid lleva la iniciativa del juego y ponga el juego y las ocasiones? La defensa podrá ser la línea menos brillante de este equipo (que lo es) pero eso no es óbice para constatar que el equipo no sólo está penosamente entrenado (descompensando, sin ideas, sin esquema, sin balance defensivo, sin sistema de presión, sin juego a balón parado,…) sino que la idea que se pretende implantar es tan nefasta como inoperante. La defensa, al igual que la presión, las faltas, las salidas de balón, las llegadas al área, los desmarques en profundidad, los aclarados, las rotaciones en la media punta y demás facetas del fútbol que al parecer son desconocidas en Méjico, también se entrena. La horita excasa que duran los entrenamientos se le debe hacer eterna a este señor que con tanta gracia dice los tacos.

La segunda parte empezó prácticamente como había acabado la primera: el Valladolid queriendo jugar y el atlético perdido y siguiendo el somnoliento ritmo que marcaba ese displicente y altivo tipo que por desgracia ocupa nuestra portería. La forma en la que este personaje pone el balón en juego es un perfecto símil del atlético de Aguirre: áspera, lenta, tozuda, displicente y aburrida. Como no podía ser de otra forma el Valladolid metió el segundo gol tras un cante de Ze Castro. Aguirre, muy valiente él, castigaría al portugues minutos después en uno de esos cambios que solo entienden el propio Aguirre y Don Pimpón.

Y entonces apareció la catarsis. Puesto que el sistema de Aguirre es una mentira más falsa que los besos del matrimonio Clinton, puesto que el rigor táctico que impone el rapsoda azteca más que una herramienta es una zancadilla al sentido común, los jugadores decidieron hacer la guerra por su cuenta. Aguirre se quejó el otro día de que sus jugadores se marchaban al ataque dejando la espalda desguarnecida. Lo que no se da cuenta este tipo es que los jugadores también son seres humanos y que también son capaces de deducir que para meter un gol es más fácil darle un balón al Kun a ras de césped que los melones que envían los centrales. Entienden que es mejor que el balón lo jueguen los buenos a pasarle la pelota, pongamos por caso, a ese señor de color que de vez en cuando sale a calentar al medio del campo con el partido empezado que responde al nombre de Cléber Santana. Los jugadores este año, a diferencia de su entrenador, quieren siempre ganar y a ser posible metiendo más goles que el contrario.

El partido a partir de ese momento se convirtió en una especie de película de Kusturica en la que todos los protagonistas parecer pasados de revoluciones, que no atienden a ningún criterio lógico, que corre, ríen, se caen, se levantan y se pegan en una especie de delicioso caos que funciona al ritmo de una música desternillante. Los jugadores no son idiotas y saben que el intercambio de golpes en general nos conviene, en especial con equipos de presupuestos diez veces inferior que no tienen la suerte de tener al Kun, Forlan, Maxi, Reyes,…. Aguirre en su búsqueda constante por el saber oculto quiso no obstante dilapidar la fiesta, a su estilo, pero por suerte no lo consiguió. ¿Qué todo el estadio habíamos visto en la primera parte que Varela no está para jugar?... Él lo mantiene. ¿Qué todo el estadio sabíamos que como siguiera en el campo no acababa el partido? Él lo mantiene. Al final expulsado. Los cambios, otra de las especialidades del genio del Yucatán, tampoco tuvieron desperdicio. Más que dignos de ser comparados con un película de Kusturica deberían compararse con una de Ed Wood. Tremendo. En el fragor de la batalla y para desdicha de nuestro director deportivo vimos 7 goles y acabamos ganando (con suerte) a pesar de estar con 10.

No soy muy amigo de los partidos rotos. Me gusta el fútbol ordenado y los equipos que juegan como equipos pero puestos a elegir entre el torpe e inútil ladrillo constreñido que propone Aguirre y el caos más absoluto prefiero el caos. Incluso el caos más absoluto tiene más que ver con el fútbol que el obtuso y perenne planteamiento de Aguirre. ¡Bendita Locura!