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¡Un abrazo!

De realidad y filetes (At. Madrid - Levante)

Decía Albert Einstein que las proposiciones matemáticas en cuanto tienen que ver con la realidad no son ciertas y en cuanto que son ciertas no tienen nada que ver con la realidad. Las matemáticas que rodean al atlético de Madrid hablan de un equipo de aparente vocación ofensiva, a tenor de sus números, que una semana más duerme en la zona champions. Los números por suerte o por desgracia están ahí pero también lo está la realidad, que es otra, a pesar de que permanezca oculta para aquellos que no frecuentan la rivera del Manzanares.

Por circunstancias que tienen que ver con que gracias a Dios, perdón por el chiste fácil, este bendito país celebra las festividades cristianas, me encuentro circunstancialmente fuera de mi querido Madrid. Hacía mucho tiempo que no vivía un encuentro de mi equipo desde fuera del foro y menos jugando en el Calderón pero ese es otro de los méritos que habría que sumar al prestidigitador de la verdad conocido como Javier Aguirre. Me aburre tanto su forma de atrofiar el fútbol que prefiero unos pintxos en la parte vieja de San Sebastián que soportar otra sesión más de su interpretación de la infamia. El que yo me perdiese un partido en el Calderón hace unos meses era prácticamente hablar de blasfemia. Hoy este mentiroso ha conseguido lo que supongo pretender con todas sus fuerzas: echar del Calderón a todas aquellas personas que creen que el Atlético de Madrid es un club grande que no merece ni discursos mediocres ni pelear por las sobras. Al menos está cerca de conseguirlo conmigo.

Eso si, curiosamente desde que he llegado a mi destino gente cariñosa a la que aprecio, que saben de mi enfermedad por los colores rojiblancos, no ha dejado de golpearme con ardor y reiteradamente la espalda repitiendo alguna frase que se parece mucho a esta: “Estarás contento con tu atleti, ¿no?”. Desde Madrid sospechaba las razones por las que un tipo que lo ha hecho tan rematadamente mal como Aguirre sigue despertando el respeto y la comprensión de todas aquellas personas que no pisan el Calderón. Ahora tengo mucho más claro que todo es una sucia mascarada con unas raíces mucho más poderosas de lo que yo pensaba.

Desconozco la razón y no sé si se debe a que este simpático mejicano ha nacido con una flor entre sus posaderas que le dota de una suerte tozuda que no se resiente ni siquiera con la criptonita o existe alguna otra justificación más mundana para que la prensa del movimiento, maquinada por sus millonarios gurús y apoyada por nuestros inútiles dirigentes, iniciase una campaña a favor de este aprendiz de aprendiz de entrenador basada en las proposiciones matemáticas, esas que dicen que vamos situados en cuarto lugar de la clasificación nacional y que por tanto deberíamos darle gracias a Dios. Cualquiera que como yo se trague todos y cada uno de los partidos del atleti, dentro y fuera, estará de acuerdo conmigo en que lo que nos está tocando sufrir desde que estamos en manos de ese intelectual del patadón, que además dice carajo, tiene más que ver con una escalofriante (y mala) novela de terror que con un sano deporte que provoca distracción y felicidad, pero eso es muy difícil de explicar a personas que simplemente ven los resúmenes de televisión o escucha las sórdidas y falsas crónicas de los funambulitas de la radio. Reconozco que aquí, en la bella Easo, he tenido que desistir de intentar explicar la razón por la que quiero que el señor que dicta las alienaciones se dedique a hacerlo en las islas Mauricio. Es más poderoso el Ministerio de la verdad.

Ayer ganamos 3-0 por la misma razón de otras veces, porque tenemos dos grandes delanteros de categoría mundial que serían capaces de hacer lo mismo entrenados por un imitador del Chiquilicuatre y por el añadido de que primero jugábamos contra colista de primera división y segundo porque Simao poco a poco se va sumando a la fiesta. La verdad es que lloro por las noches soñando en lo que podría ser este equipo jugando con centro del campo y entrenado por un entrenador de fútbol.

Pero ahí están las matemáticas aunque la realidad sea que el Levante llegó tantas veces o más que nosotros, que seguimos sin ser un equipo, que seguimos sin jugar como un equipo, que no sabemos defender ni a balón parado ni a balón en juego (y no es problema de un jugador como nos quieren vender sino del esquema defensivo del equipo), que somos cobardes, que el banquillo alecciona para que el equipo reniegue del fútbol, que el recurso futbolístico más repetido a lo largo de cualquier partido es el patadón, que no hay centro del campo,… En fin, lo de siempre.

Esa es la realidad. Me encantaría ser tan ingenuo como los que son felices simplemente viendo la clasificación. Esa gente que ajenos a los 90 minutos de sopor que cada siete semanas acontece con nuestro escudo arrastrándose por cualquier sitio, esbozan una sonrisa viviendo es ese país de dibujos animados donde todo lo que les interesa es ver a sus equipo en cuarta posición en la vigésimo segunda página de un periódico deportivo. La realidad es otra pero en esto debo ser como Woody Allen cuando dice que odia la realidad, pero es el único sitio donde pueda comerme un buen filete. Sustituyan filete por fútbol y tendrán la razón por la que el domingo que juguemos en casa volveré a ir al Calderón.