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¡Un abrazo!

Baile de gala

Athletic Club de Bilbao 1 - At. Madrid 2

Era un baile de gala y tenían invitación. La habían ganado merecidamente a base de esfuerzo, de criterio, de trabajo y de buen hacer. Nadie podía reprochar nada con el reglamento en la mano pero ya sabemos la nobleza es clasista e hipócrita por naturaleza y que pocas veces si fijan en las reglas que aplican a los demás. Los hidalgos del poder estaban esperando lejos, marcando claramente la distancia. Evitando el hedor a limpio de la plebe, prefiriendo esperar ocultos, sin dar la cara. En el interior de un salón que consideran suyo y exclusivo. Cuchicheando por las esquinas. Tapándose la boca con abanicos de pedrería y dorados. Esperando el tropezón del recién llegado. Preparándose para reírse de unos vestidos que a todas luces serían vulgares y baratos. Deseando la llegada del momento en el que, con la música de orquesta, los plebeyos se tropezaran con sus propios tobillos. Impacientes por disfrutar de esa humillación. Poniendo los focos en el inevitable error que tenía que llegar. Pero no llego. Los recién llegados entraron con humildad y orgullo. Mirando a la cara. Sin miedo. Sin la sensación de deberle nada a nadie. Convencidos de no tener que dar explicaciones. Conscientes de ser quienes son y de estar donde están. Y bailaron. Convenciendo. Y se fueron por el mismo lugar por el que habían entrado. Ganando. Con el traje impoluto y la invitación intacta. La nobleza, miserable o no, tendrá que esperar mientras siguen acunándose de forma endogámica en su propia decadencia.

El partido que se marcó el Atlético de Madrid en el nuevo San Mamés fue digno de recordar. Uno de esos encuentros que trascienden el limitado cerco de los tres puntos para convertirse en una referencia. Un punto de inflexión. La línea de separación entras las dudas y la evidencia. El equipo de Simeone demostró, por si quedaba alguna duda, que es una escuadra de elite. Capaz de cualquier cosa y posesora de muchos más recursos y aristas de los que algún que otro rapsoda, engreído, desubicado y desgraciadamente bastante estúpido también, quiere ver. El encuentro comenzó mal para los madrileños a pesar de que habían saltado al césped totalmente metidos en la disputa y perfectamente plantados sobre el terreno de juego. Pero los de Valverde acertaron a hilar una buena jugada que había comenzado con un balón largo en vertical. Cierta relajación de Godin, Courtois que sale tarde y Muniain que eleva el balón por encima del portero con esa clase que ya conocemos, acaban poniendo el 1-0 en el marcador. Pero sinceramente creo que el gol le vino bien al Atleti. Obligados a jugar, a pesar de esa excentricidad de haber puesto a Sosa en el once titular, los rojiblancos se hicieron dueños del partido cerrando la salida de los vascos, robándoles la pelota y saliendo con esa verticalidad que se clava en el equipo contrario como un cuchillo. En ese nuevo escenario apareció Diego Costa, como una especie de semidiós griego capaz de lo posible y lo imposible. El hispano-brasileño se marcó un partido soberbio. Espectacular. Ganando todas las batallas a una defensa que soñará muchos días con él. Abriendo el campo, ofreciendo salidas, convirtiendo en fútbol cualquier melón que cayese desde el cielo y metiendo goles. A punto estuvo varias veces de hacerlo hasta que un robo de Koke habilitó una de sus clásicas cabalgadas. El empate no menguó un ápice la ambición colchonera que siguió siendo dueño y señor del partido. A punto estuvo de irse al descanso con la remontada completada si Raúl García no hubiese marrado en boca de gol un gran pase de Filipe Luis desde la izquierda, tras otra excelente jugada de Diego Costa que habilitó al lateral brasileño con el tacón, dentro del área.

La segunda parte siguió por los mismos derroteros. Los bilbainos tenían que recurrir al pelotazo en largo como único recurso para llegar a la portería rival porque la presión y rigor táctico de los del Cholo era absolutamente brutal. Hasta el punto de que durante muchos minutos el Atleti sólo jugó en campo contrario, moviendo el balón con criterio y haciendo fútbol. Sí, señores periodistas. Fútbol. El 2-1 definitivo llegó tras gran jugada de Koke y Filipe Luis por la izquierda. Gran partido de los dos, por cierto. El canterano abrió a la banda para que el lateral metiera el balón en el área y el propio Koke se tirara con el alma para de cabeza poner el balón en la red. El Atleti pudo haber ampliado la renta en los minutos posteriores pero no fue así y según se acercaba el final la gasolina de los madrileños se fue acabando. Ahí apareció el Athlétic. Colgando balones, más con el corazón que con los pies. Pero la realidad es que los de Valverde tuvieron algunas ocasiones de empatar el partido. Especialmente dramático fue un remate de cabeza que Courtois sacó de la escuadra tras estirada prodigiosa.


Tres puntos más y una jornada menos. Por lo demás todo sigue como estaba. O no. Ahora ya saben los incrédulos que el Atlético de Madrid puede ganar en cualquier sitio. Por mucho que marquen en rojo determinadas fechas del calendario. El Atleti, por supuesto, no piensa renunciar a la invitación. Tampoco van a cambiar su traje. Partido a partido. 

1 comment

Anónimo 31 mar 2014, 0:57:00

Buenas noches Ennio, grande lo conseguido anoche por las huestes del Cholo como grandes son tus crónicas.

No sé si te refieres a la fecha marcada en rojo por el editorial de Alfredo Relaño en el AS. Sinceramente prefiero un periodista bufandero que es casi medio tonto pero no oculta nada que otros que van de imparciales y son más blancos que el dixan.

Coincido en pleno con tu crónica, con el partido increíble de Diego Costa. De lo que hicieron Filipe y Koke. Al que últimamente veo más perdido es a Arda.

El resto muy bien, la apuesta por Sosa le salió bien al Cholo. Imprescindible me pareció de nuevo Gabi y espero que no se acuse su baja frente al Villarreal.

Gracias por seguir compartiendo tu forma de escribir y tus crónicas con nostros.

Un abrazo rojiblanco enorme

Fernando A.

p.d. Dejaré la vida en rojiblanco, aunque seguiré con un seudónimo por motivos laborales.